Mi mamá, su embarazo y algo más (2)

La historia verídica de cómo me inicié en el placer del sexo con una mujer con mi madre, casi sin darme cuenta.

Les agradezco las sugerencias que me mandaron para que le diera más fuerza al relato, pero quiero mostrarlo tal cual fue, con sus defectos y con mis vergüenzas. Espero que lo disfruten.

Habían pasado esos tres días en los que disfruté de los pezones de mi madre, en tiempo y forma, me distendí comiéndolos y lamiéndolos, y empecé a conocerla. Las mujeres aprendemos rápido esas cosas (para los hombres: ¿por qué creen que los miramos cuando se las chupamos?), y yo estaba entusiasmada, estaba convencida de que nada en el mundo podría excitarme más que el trozo de carne tibia de la teta en la boca y los pequeños movimientos de mi mamá ante la excitación y el cariño.

No caía en cuenta de lo que había hecho, estaba completamente enloquecida, luego de esos tres días, vinieron creo que otros tres en los que no pasó absolutamente nada por muchos motivos, principalmente mi padre estuvo demasiado en casa, y que me dieron tiempo para pensar, entusiasmarme e impacientarme. Yo ya tenía los pechos crecidos, y mis pezones eran parecidos a los de ella, pero mis tetas eran la mitad de grandes que las de ella (y para mí la mitad de hermosas); pero no podía parar me mirármelas en el espejo y apretarme los pezones, imaginándome a mi mamá haciéndome lo mismo, chupándome, mordiéndome. Me masturbé en el baño como 10 veces en esos tres días. Caminaba por la casa como un fantasma y de solo mirarla, sentía que se me entumecían los pezones y me daba una descarga pequeñita en la vagina. Tenía miedo de que ella no quisiera comerme los pechos a mí. Eso me aterraba, me aterraba porque estaba obsesionada, ahora lo entiendo.

Al día que le siguió a esos tres de abstinencia, creo que fue un domingo porque por alguna razón no había ido al colegio, sentí el llamado de mi madre con tono enojado y estridente:

-¡Luciana!¡vení inmediatamente!

me asusté, me levanté entredormida y fui casi corriendo, me imaginé que me había olvidado de limpiar algo, o de lavar un plato. Ella estaba parada, mirando a través de la cortina hacia afuera, la ventana era chiquita y el sol daba contra ella, entonces desde afuera no se veía nada. Me miró y me hizo un gesto de que no hiciera ruido y que fuese donde estaba ella. Extrañada me acerqué. Por la ventana se veía a mi padre trabajando, aserrando madera, apilando leña. Sin dejar ella de mirar por la ventana me dijo:

-va a tardar como una hora con eso.

Se bajó el vestido, sacó una teta afuera y me ordenó cariñosamente:

-vení acá y besala a mami

mientras señalaba y sostenía el pezón con una sola mano. Me sentí en el cielo, intenté abrazarla del todo, pero no me daban las manos, estaba panzona esperando a mi hermana. Me puse el pezón en la boca y los primeros minutos, me sentí en el reencuentro de la cosa más bella del mundo, lo dejé adentro de la boca, succioné como una ternera, chupé con los ojitos cerrados y me mojé a chorros, como una desgraciada. Ella hacía de cuenta de que no pasaba nada y apenas acotaba en voz baja:

  • así, seguí así, todo, todo, así hermosa. Te quiero. Te quiero mucho.

Lo repetía. La idea de que mi padre estuviera dentro de nuestro campo visual me puso más caliente que nunca. Estaba exaltadísima y temerosa. Pero mi mamá no dejaba de mirar por la ventana y yo no dejaba de chupar. Empecé a acariciarle la panza mientras chupaba, y me di cuenta, que a esa corta edad, la morbosidad de que estuviera embarazada me enloquecía. Ella no se tocó. Pero me apretó con violencia contra ella varias veces, y después de los 10 minutos de mi tierna mamada de pezón, empezó a pedirme:

-mordelo, fuerte, más fuerte, más.

Estaba excitada, pero empecé a sentir que ella ejercía plenamente su condición de la más poderosa en la relación. Me asusté un poco. Me imaginé en un momento que iba a agarrarme del pelo y pedirme que le chupara la vagina. Eso no pasó. En un momento me corrió de ella, y dijo:

-ahí viene.

Se subió el vestido, me sonrió mucho, me abrazó y me agarró suavemente las tetas diciéndome:

-¡la próxima te toca a vos!

Ambas nos reímos. Me reí de alegría sabiendo que ella tenía ganas de hacerme lo mismo a mí; digamos la verdad, me sentí querida, aceptada y gustada. Entró mi padre y yo me fui al baño y ahí sí: Sabía que se acercaba el momento en que ella iba a chuparme las tetas, y acabé descontroladamente sentada, me garré de las paredes porque pensé que me iba a desmayar de la sensación brutal que tuve. Me dio vueltas todo. Volví a sentir que nada me iba a calentar tanto como eso.

Esperé varios días, porque mi padre estaba demasiado en casa y yo tenía vida escolar y obligaciones y mi mamá también. Estábamos ocupadas, pero nos mirábamos pícaramente, sonreíamos y ella se empezó a escotar un poco para mí y de vez en cuando, cuando estábamos cerca, yo me permitía hacerle una que otra caricia y ella me besaba el pelo o me tocaba la carita. Ella se notaba que había cambiado, había asumido una especie de liderazgo impetuoso en lo que íbamos a hacer. Se le notaba la seguridad en todas las acciones y yo sabía que iba a estar un poco asustada. Eso me asustaba pero no iba a decirlo, porque también me sentía más confiada sabiendo que iba a tener hacer lo que me pidiera y nada más.

Y pasó. Fue de noche. Ella vino a mi pieza de noche. Pensé que me había mentido porque lo primero que hizo fue ponerme la teta en la boca mientras se sentaba en la cama. Yo chupé porque ella me lo pidió al oído. Pero empezó a acariciarme las tetas, primero con una mano, y después me pasó un brazo por debajo de mi cabeza y con las dos manos, como si me abrazara, me empezó a masajear las tetas. Las apretó y me dijo susurrando:

-Están hermosas. Mami las va a comer.

Bajó despacito, me besó el cuello, el esternón. Me levantó la camiseta y se avalanzó sobre los pezones. Los chupó. Los lamió. Me enloqueció. Apenas vislumbraba la silueta de ella en la noche, y me excitaba tremendamente verle  apenas la lengua como me recorría del todo el pezón. Yo me agarraba de la cama y me contorsionaba apenas, y ella chupaba con decisión y casi con necesidad y como les dije pasó: bajó la mano derecha y sin ningún temor, metió la mano abajo de mi ropa interior y la puso en mi vagina. Se sorprendió, porque me dijo:

-estás mojadísima luli.

Se puso al costado de la cama y mientras me chupaba las tetas, me masturbó. Me hizo la más hermosa de las pajas. Mi mamá me masturbó delicadamente durante los que fueron 10 de los más deliciosos minutos de mi sexualidad. Todavía me sigo masturbando con esa noche. Sentía cómo con el índice y el anular me separaba los labios y me descubría el clítoris y con el mayor me lo frotaba con la yema y también me tocaba con la uña muy despacio y suavamente.  Me palpaba e intercalaba muchas cosas que yo no me había hecho jamás. No me metió el dedo. Aunque me moría de ganas. Quería que me desvirgara. Acabé literalmente como una yegua, ella me puso su mejilla en la boca al tiempo que me decía:

-shhhh, ya está mi amor, ya está, ahora a dormir como nena buena.

"como nena buena" esa frase me resuena y la sigo usando en la cama. Me sigo calentando con eso porque me sentí en el cénit de lo oculto, fue una violación, fue incesto, fue todo, fue lo más increíble de mi adolescencia y fue tan oscuro y delicioso. Ella se fue a dormir y yo quedé deshecha. Me dormí como 3hs después y también caliente. Me dolían todos los músculos porque había estado tensionada todo el tiempo y ahora ya no lo estaba. Estaba relajada. Había asumido mi papel de "nena buena" e iba a seguir con eso.

A partir de acá hubo un intervalo de algunos días y es por eso que les corto acá el relato. Les agradezco los mails a todos los que me escriben. En unos días les sigo contando. Besos.