Mi maldito jefe
Porque a veces las cosas no son como parecen, el motivo del despido de Mara no era otro que deseo del señor Hunter de llevarla al orgasmo.
Era tarde cuando salía de la oficina, había sido un día malo y para colmo estaba despedida.
Había salido de casa a eso de las ocho de la mañana para estar en el trabajo a las nueve, no contaba con que esa noche nevó y el tráfico estaba ralentizado, llegué tarde… ¡Cinco minutos tarde!
Cuando fui a sentarme en mi puesto de trabajo para comenzar la redacción que dejé ayer por terminar mi jefe me llamó para que me presentase en su despacho.
Era bastante guapo, moreno de metro setenta y cinco, ojos verdes, pelo oscuro, tenía los rasgos de la cara muy marcados, le hacía parecer duro y peligroso. Su cuerpo atlético por el deporte resultaba ser muy agradable a la vista.
En el momento en que entré en el despacho lo miré a los ojos y me perdí en esa profunda mirada que recorría todo mi cuerpo. Su mirada era intimidante de una forma que hacía que mi cuerpo sintiese un escalofrío erizando toda mi piel.
Buenos días señorita Smith, siéntese por favor. –Dijo indicando la silla que estaba frente a él.
Buenos días señor Hunter. –Dije mientras me sentaba y con un pequeño movimiento cruzaba las piernas.
Bien, veo que ha llegado tarde. –Arqueó una ceja mirándome fijamente.
Sí, bueno. –Dubitativa me removí en la silla incomoda. –Verá es que hoy pille atasco y me fue imposible llegar antes, pero le aseguro que no volverá a suceder.
Claro que no volverá a suceder señorita Smith, está usted despedida. –Me dijo mientras se quitaba unas motas invisibles de la manga, como si hablase del tiempo que hacía en la calle.
¿Qué? Creo que no he oído bien, pero ha dicho que ¿estoy despedida? –Mis oídos no daban crédito a lo que escuchaba.
Ha oído perfectamente señorita Smith.
Y se quedaba tan pancho después de soltarme eso con tanta frialdad. No lograba a articular palabra. Esto era surrealista.
- Al menos podría tener la decencia de mirarme a la cara a la hora de despedirme, y decirme el motivo por el cual me despide, porque he sido una trabajadora brillante es imposible que tenga una sola queja de mí. –Me levanté enérgicamente y puse las manos sobre la mesa golpeándola. –Y sólo por llegar un día tarde en cinco años que llevo contratada me despide, esto es lo más injusto que he visto en mi vida.
Mi pecho subía y bajaba como un fuelle, tenía las mejillas coloradas todo por mi estado de alteración pero no había derecho en la forma que me estaba despidiendo, ni siquiera la razón del despido.
- Bien, la razón es fácil. Tenemos que despedir a gente y bueno entre la decisión de Haley y tú decidí que qué mejor que fueras tú. Quizás tú seas más eficiente pero Haley tiene un buen físico y al fin y al cabo es lo que cuenta en estas oficinas. –Me miró recorriendo mi cuerpo como si le diese pena. –No puedo tener a una chica gordita, con el pelo siempre recogido, que viste ropas oscuras y va más tapada que en misa. Sin embargo Haley es una mujer sensual, delgada y viste bien.
Haley era la típica chica modelo rubia que no tenía ninguna curva. Siempre vestía con ropa muy corta y llamativa.
- Bien, espero que su cuerpo le sirva de mucho… Pues lo que es el cerebro tiene bien poco. Que tenga buen día señor Hunter.
Recogí mis cosas, pero antes de irme fui al baño. Estaba muy mal, no quería perder mi trabajo, después de cinco años que iba a hacer ahora, más que nada no quería volver con mis padres. Suerte que tenía unos ahorros y podría tirar de ellos hasta que encontrase otro trabajo en condiciones.
Marqué el número de mi amiga Taylor necesitaba contarle todo.
¿Sí? –Escuché al segundo tono su tan familiar voz.
Taylor me han despedido. –Dije mientras se me saltaban las lágrimas.
¿Qué ha pasado?
El estirado de mi jefe, el que parece que tiene constantemente un palo por el trasero metido… Pues bien, dijo que prefería que se quedase la Barbie sin cerebro, que tener que quedarme yo.
Bueno, ¿sabes que vamos a hacer esta noche? Vamos a salir, vamos a divertirnos y que le den a tu jefe por el culo. Quedamos en el pub de siempre a las once, ¿te parece bien?
Sí, en el “Tres Noches” a las once nos vemos. Un besito nena.
Al salir del baño me encontré cara a cara con mi jefe. Bueno mi ex jefe. Me miraba peligrosamente.
Así que piensas que “tengo un palo constantemente metido por el trasero”. –levantó la ceja a modo interrogativo.
¿Escuchaba una conversación privada? ¿No le han dicho que eso es de mala educación? –Levante la cabeza con altivez.
Serás mojigata altiva. –Dijo mientras apretaba los puños. –Estas en un baño público, no es sitio para mantener una conversación privada.
Usted no debió quedarse escuchando.
Es mi empresa y voy donde quiero y hago lo que quiero. –Dijo acercándose a mí peligrosamente. Agarrándome de la cintura. –Puedo hacer lo que se me antoje.
Se me secó la boca en ese mismo instante, mi corazón latió desbocadamente y el deseo inundó mi cuerpo. En ese momento reaccioné, estaba en las manos del hombre que me había despedido.
- Puede que sea su empresa, que haga lo que quiera y cuando quiera, pero se le olvida algo… Yo no soy de su propiedad y no puede hacer conmigo nada que se le antoje. –Le sonreí de forma forzada y falsamente. –Así que si es tan amable, suélteme.
Me retiré como pude, todavía obnubilada por el deseo que sentía al estar entre sus brazos.
Recogí mis cosas, y me marché a casa.
A las diez estaba lista mirándome frente al espejo lista para salir. Me puse unos vaqueros ajustados y una camisa blanca que realzaba mis curvas y dejaba ver mi gran busto. Unos tacones para parecer más alta, y el pelo suelto rizado caía sobre mis hombros.
Eran las once cuando Taylor y yo entrabamos en el pub, había muchísima gente, como pudimos nos acercamos a la barra a pedir unos mojitos, nada más llegar a la barra un chico invitó a bailar a Taylor, quiso quedarse pero le dije que se fuera tranquila que la esperaría allí. Pedí mi mojito y me giré para observar, todo el mundo bailaba muy pegados no cabía ni un alfiler. Entonces fue que lo vi.
No, no podía ser, era él. Mi jefe acababa de entrar en el local y se mezclaba entre la multitud, estaba guapísimo y muy sexy. Lo último que quería era verlo o cruzarme con él. El caso es que creía que me había visto de modo que me giré de forma tranquila como quien no quiere la cosa y me hice la despistada.
Ya no pareces tan mojigata. –Esa voz tan sensual en mi oído recorrió todo mi cuerpo haciendo que me mojase en mis partes más intimas.
Encima de que escucha conversaciones ajenas, ¿ahora se dedica a acosarme? –Me giré para enfrentarlo. Grave error, estaba más guapo si cabía con aquella camiseta negra y los vaqueros oscuros.
Ya no estamos en la oficina, y no soy tu jefe, puedes tutearme Mara. –Siguió susurrándome al oído.
Le oigo perfectamente señor Hunter, no hace falta que se acerque para hablarme. Y prefiero seguir llamándole señor Hunter recuerde que me ha despedido y no le conozco de nada, además a usted no le gustan las gorditas. –Le sonreí con superficialidad.
En ese instante un chico rubio muy mono se acercó, no me gustaba nada pero me invitó a bailar, y acepté sólo por ver su reacción. El gesto de su cara cambió cuando el chico pasó su brazo por mi cintura mientras bailábamos. No deje de observarlo en ningún momento sin que él me viese, no me quitaba la vista de encima.
Cuando terminé de bailar con él fui a la barra de nuevo, estaba sedienta. No pasó ni dos minutos cuando ya lo tenía al lado de nuevo.
¿Te lo has pasado bien bailando con ese? –Me preguntó con la mandíbula apretada.
¿Y a usted que más le da? No tiene a su Barbie, ¿por qué no le invita a ella a salir? Seguro que estaría encantada de salir con un hombre como usted.
¿A qué te refieres?
Usted y yo sabemos de sobra que Haley es el tipo de mujer de cuerpo bonito, poco cerebro, que solo busca un hombre que esté pendiente de ella las veinticuatro horas del día y que pueda utilizar su dinero constantemente. –Le dije mientras ponía los ojos en blanco. –Usted tiene su cuerpo y ella tiene su dinero.
Vamos a bailar. –Dijo cogiendo mi mano con fuerza y arrastrándome hasta la pista de baile.
En ese momento me agarró de la cintura con tal fuerza, que no me dio tiempo ni a forcejear con él. Su agarre era firme pero si hacerme daño.
Suélteme si no quiere que monte una escena. –Le amenacé mientras intentaba deshacerme de su abrazo.
Adelante, hazlo acabarán por echarnos y no te quedará más remedio que irte a casa prontito. Así que, o disfrutas del baile conmigo o bien te vas a casa a dormir.
Me quedé quieta y decidí que sería mejor bailar, solo sería un baile. Luego me iría y pasaría la noche con Taylor emborrachándonos. Hacía tanto tiempo que no bebía que el mojito se me subió pronto. Y quedé lánguida entre sus brazos.
- Así me gusta que estés bien sumisa. –Dijo mientras acariciaba mi espalda y bajaba sus manos a mi trasero para juntar más nuestros cuerpos.
El olor de su perfume inundaba mis fosas nasales, olía a jabón, a su perfume caro y a hombre. Bajo sus labios a mi cuello y empezó a mordisquearlo, mientras nos movíamos al compás de la música, metió una de sus piernas entre las mías e hizo que me frotase mi entrepierna contra ella. Una y otra vez. Mis pechos rozaba contra su pecho dejando estos tan sensibles que solo un roce era una dulce tortura. Llevé mis manos a su espalda agarrándome con fuerza a él para no caer. Cuando creía que ya no podía más, que pensaba que el deseo me consumiría él paró. La música paró. Fue la mayor de las torturas.
Como pude me deshice de sus manos, mis piernas me temblaban y pensé que no llegarían a sostenerme, pero como pude tomé una distancia prudente entre él y yo.
- Jodida mojigata. –Se acercó a mí, y me agarró con fuerza el trasero para estrecharme con fuerza contra su cuerpo y besarme, aunque más bien era devorarme.
Me agarró de la cintura y a rastras me sacó del local. A duras penas podía pensar, solo en el deseo que palpitaba en mi cuerpo. Nos montamos en su coche y fuimos a su casa, no dejó de tocarme en todo momento, pensé que moriría de placer antes de llegar a su casa hacer todo lo que en cierto modo deseaba.
Cuando ya llegamos a su habitación me besó, una y otra vez, mientras recorría mi cuerpo con caricias. Se deshizo de mi ropa a una velocidad pasmosa, al igual que de la suya. Era hermoso, deseaba tocar cada parte de su cuerpo, besarlo hasta desgastar mis labios.
- No entiendo porqué escondes este maravilloso cuerpo debajo de esas capas y capas de ropa que te pones. Eres hermosa. –Dijo mientras agarraba mis pechos y los besaba.
Succionaba mi labio inferior y daba suaves mordiscos mientras pellizcaba con suavidad mis pezones. Bajó con una lenta tortura por mi cuello dando suaves mordidas y pequeños chupetones. Cuando llegó a mis pechos fue una locura, los besó y mordisqueó tan exquisitamente que pensé que moría de placer.
¿Por qué has bailado con ese chico? –Preguntó apretando la mandíbula.
¿Y eso ahora qué más da? –Dije tocando su pecho.
Con una fuerza que no conocía en él, me giró sobre la cama para ponerme bocabajo. Elevó mis caderas pidiéndome que me pusiera sobre mis manos y mis rodillas.
No pienso repetirte la pregunta, quiero una respuesta.
Pero qué más dará?
Fue terminar la pregunta y un azote aterrizó sobre la nalga derecha de mi trasero.
- Vas a darme una respuesta o tengo que seguir azotándote.
La verdad es que el azote había sido placentero y me gustó la idea de que volviese a repetirlo. Los dio de tal forma que no hacían daño, sino que resultaban placenteros. Negué con la cabeza. Y otro azote fue a parar esta vez a la nalga izquierda. Así fue alternando hasta que en el cuarto azote decidí hablar, estaba muriéndome de ganas porque me follase.
Está bien, bailé con él porque quería ver tu reacción, quería saber si te pondrías celoso.
No entiendo a que vino esa tontería. –Su voz sonaba calmada, pero en verdad estaba enfadado.
Me despediste porque no quieres una gordita, no entendía a qué venías si te gustan las esqueléticas Barbie como Haley.
A mí no me gusta Haley, me gustas tú, ese era el motivo de tu despido. No podía tocarte, quería deshacerte ese moño y arrancarte la ropa, hacer que te arrodillases ante mí como una buena sumisa y dejases de lado esa altivez tuya. Cada vez que te tenía cerca me empalmaba de una forma tan brutal que no me había pasado antes, solo deseaba follarte y domarte cada vez que te veía. –Fue decir eso y de una embestida me penetro, haciendo que un gemido escapase de mi garganta. –Sólo deseo follarte una y otra vez, hacer que te corras miles de veces, me supliques porque quieres más y chilles hasta quedarte sin aliento.
Escuchaba sus palabras y mi deseo aumentaba, me estaba volviendo loca, su miembro entrando y saliendo de mí era una exquisita tortura que me estaba volviendo loca, aumentó su ritmo y se volvió frenético. Llegó a un punto donde no había retorno y alcanzamos el orgasmo, sin duda alguna fue el más explosivo de mi vida.