Mi maestra
La enseñanzas de la mamá de mi mejor amigo.
Corría el año de 1987, en aquel entonces, yo tenía 18 años y un amigo inseparable, él se llama Fernando y Yo, Alberto, ambos estábamos cursando la preparatoria, éramos amigos desde hacía tanto tiempo que no tengo recuerdos en los que no lo incluya. Nuestra amistad era tanta que incluso él entraba a mi casa como si fuera suya y viceversa; a nuestros padres esto no les molestaba, tanta así era la confianza. Un buen día, cercano ya a mi cumpleaños, mi padre me regaló un par de boletos para ir al fútbol en un clásico joven, nunca dudé quien me acompañaría al partido, (mi padre odiaba el fútbol), así que invitaría a Fernando. Corrí como loco hacia su casa, que estaba solo a un par de cuadras de distancia y apenas toqué a la puerta, la empujé pues sabía que nadie se molestaría conmigo, así que empecé a llamarlo con pequeños gritos... Me sorprendí un poco porque no hubo respuesta a mi llamado, así que busqué por cada rincón de la casa pensando que seguramente me jugaba una broma; el último lugar en donde decidí buscar fue la recámara de sus padres. Se oían ruidos en ella, ruidos de televisión encendida, seguramente ahí se encontraba Fernando, yo sé que casi siempre que quiere ver sus programas favoritos usa la televisión de sus padres pues es la más grande de la casa.
Así, abrí con cuidado la puerta dispuesto a darle un susto a mi amigo pero grande fue mi sorpresa al entrar y ver que Martha, la madre de mi amigo, salía del baño envuelta solamente en una toalla, que dejaba ver el nacimiento de sus senos y sus bellas piernas. Ambos nos quedamos mudos de la impresión e inmediatamente, claro, después de dar una revisada a la hermosa visión que tenía adelante, tartamudeé una disculpa y salí disparado hacia la sala.
Sin embargo, no podía irme sin explicar el porqué estaba ahí y disculparme nuevamente, en esos momentos el recuerdo vivo de la visión que acababa de tener no me dejaba en paz, nunca pensé en la Sra. Martha como una mujer, simplemente era la madre de Fernando, ¡qué rayos estaba yo pensando!. Seguramente a mí no me gustaría que Andrés viera de otro modo a mi madre, ¿o sí?.
Mientras mis pensamientos vagaban nuevamente hacia ese memorable momento, sentí una pequeña punzada de deseo en mi verga, que estaba tomando la desafortunada costumbre de ponerse tiesa en cualquier momento. Enseguida, me senté en el sillón tratando de controlarme, entonces una suave voz surgió en la penumbra de mis caóticos pensamientos diciéndome "hola Óscar, pensé que habrías huido hacia tu casa", me dijo la madre de mi amigo, con una hermosa sonrisa en su rostro...
Enseguida, le respondí "no podía Sra. Martha, antes quisiera disculparme nuevamente..." y levanté la mirada para verla de frente, apenado pero dispuesto a reparar mi falta. Entonces, me di cuenta que ella se había puesto una bata de baño, ya había peinado su cabello y así húmedo como lo tenía, le enmarcaba hermosamente su maduro rostro, ya que ella tenía entonces 42 años.
Seguí disculpándome "perdón Sra. Martha, llegué buscando a Fernando y al no encontrarlo, pues me puse a recorrer la casa para ver si lo localizaba", entonces ella me comentó "bueno Alberto, Fernando y su padre salieron por unos días, no te avisó porque fue de improviso, dijo que llegando a Tampico te llamaría" y añadió "la madre de mi esposo se ha puesto mal y he tenido que quedarme yo aquí para arreglar unos asuntos del trabajo, antes de ir con ellos, aunque déjame decirte que también yo debo disculparme, seguramente al verme ahí, casi desnuda, te asustaste mucho, ver el cuerpo de una mujer mayor debe ser todo un susto para un joven como tú." Inmediatamente, le respondí "asustado no es la palabra Sra. Martha", entonces ella me preguntó "¿no?, ¿entonces cuál sería?" y le contesté "bueno, impresionado es lo que mejor describe lo que sentí". Extrañada, ella volvió a cuestionarme "¿impresionado...?, ¿para bien o para mal?", le respondí "huyyyyyyy, ¡¡para bien claro!! y con perdón de usted y sin querer pasarme de lanza, debo decirle que está usted muy guapa y muy bien conservada...". Ya sonriendo, me dijo "bueno, entonces el tiempo pasado en el gym ha sido provechoso..." y le comenté "ya lo creo Sra. Martha, ¡¡está usted rebuena!!, ¡¡ops, perdón!!" y con una cara de alegría, me señaló "ja, ja, ja, ja, no te preocupes, me encanta que pienses eso" y me propuso "¿por qué no te sirves un refresco y me traes uno?, ya sabes que esta es tu casa" y le contesté "enseguida ", sintiéndome ya más relajado. Cuando volví, ella estaba sentada en el sillón de dos plazas y me invitó a acompañarla, claro que lo hice y empezamos a platicar del motivo de mi visita, de las cosas de la escuela; todo iba bien hasta el momento en que ella cruzó la pierna y su bata se abrió brevemente, enseguida mis ojos no perdieron detalle de la hermosa piel que se asomó por un momento. Entonces, ella se acomodó suavemente la bata, dejándome ver solo un chamorro firme y duro, aunque duro también sentí mi pene nuevamente y traté de ocultarlo poniéndome un cojín encima del pantalón.
En ese momento, vino lo bueno, ella me preguntó por mi novia y le respondí que era una chica muy guapa de mi salón, con la que me llevaba muy bien y de ahí, se derivó el tema del sexo y me cuestionó que si ya me había estrenado, que si sabía cuidarme, ¡uuff!. Todo eso me puso rojo pues aunque los hombres somos aventados a la hora de hablar, la verdad, no siempre nos aventamos a actuar.
Yo no quería ser de esos a los que les gana la calentura y luego tienen que cargar con un hijo y una mujer a la que no se quiere para toda la vida, noooo, mi vida tenía que ser lo mejor posible, así que por lo pronto, a pesar de calentarme mucho con los besos de mi noviecita adorada, prefería ir a casa a saludar a mi mano amiga... Todo eso le conté a la Sra. Martha pues sabía que ella entendería, seguro su hijo andaría en las mismas... Entonces, ella me dijo "es cierto Alberto, antes de hacer algo, debes de tomar unas buenas lecciones para saber qué hacer, cómo dar placer, cómo recibir ese placer y cómo cuidarte...", a lo que respondí "sí Sra. Martha, lástima que no den clases de esas en la escuela...", a lo que ella señaló "bueno, en la escuela no dan pero existen las clases privadas...". Inmediatamente, la cuestioné entre risas "¿de veras?, oiga, pues dígame donde para ir" y me contestó "bueno, en este caso en particular, yo misma podría darte las clases, ¿te gustaría?".
Mi sorpresa fue mayúscula y le dije "¿quééééééééé?", casi me ahogo con el refresco y ella continuó diciéndome "¿no te gustaría que fuera yo tu maestra particular Alberto?, ¿no me encuentras atractiva?, no sé, ¿algo deseable al menos?", enseguida le respondí "ya le dije que es muy bella Sra. Martha pero , es la madre de mi amigo, la mejor amiga de mi madre , no sé...", a lo que señaló "olvídate de eso, olvídate de todo, solo siente y disfruta...".
Entonces, su boca de labios carnosos se acerco a la mía y lentamente posó sus labios en los míos, que temblaban un poco por la emoción; primero fue un suave roce, una caricia leve, la cual fue aumentando de intensidad hasta que pude sentir como su lengua invadía mi boca y jugueteaba con la mía, ¡humm, qué rico sentía!, ¡qué sensaciones tan nuevas y deliciosas!. Ellas hicieron que inmediatamente mi verga sintiera hasta punzadas de la dureza que tenía, sentía mi líquido preseminal desbocarse y humedecer mis calzoncillos. En ese momento, sentí que la ropa estorbaba y con manos aún torpes, quise quitarle la bata a Martha, así que desanudé rápidamente el cordón que la sujetaba y entonces, me llevé una tremenda sorpresa, ya que debajo de esa ropa, Martha no usaba nada. Enseguida, pude ver que sus senos eran hermosos, un poco caídos pero eso no importaba, hasta un poco de morbo me dio al darme cuenta que eran la fuente que había alimentado a mi amigo y que ahora, me alimentarían a mí.
Así, se los toqué con algunas suaves caricias, logrando que sus pezones se pusiesen erectos, luego Martha se recostó en el sillón, dejándome que explorara su cuerpo a mi antojo; al instante, mis torpes manos querían recorrerlo todo en segundos pero ella me dijo que tomara mi tiempo, que nadie tenía prisa, que aprendiera bien la anatomía femenina pues de ahí saldría el aprender a dar gozo a una mujer. Pude percibir que el resto de su cuerpo era maravilloso, incluso toqué su concha con cuidado, la cual estaba como de recién nacida, completamente sin vellos.
Ella me comentó que le gustaba sentirse libre, así que siempre se depilaba y yo me emocioné aún más al ver y tocar eso, es algo digno de vivirse una vez en la vida al menos. Poco a poco, mis manos fueron reemplazadas por mis labios y por mi lengua, así que luego le rocé sus pezones y se los succioné para alimentarme de ellos, alimento de placer y de gozo; al mismo tiempo, oía sus leves gemidos y quejidos sabiendo que eso significaba que le gustaba.
Yo quería ser el mejor alumno, el único de su clase particular y mientras mi boca se daba gusto con sus pezones, ella tomó mi mano y se la dirigió a su centro de placer, en donde me guió con cuidado por los caminos que conducen a la mujer a la locura... diciéndome "toca suavemente, con cuidado, como si fuera algo frágil lo que tocas, luego mete un dedo y explora mi interior, no te precipites, tómalo con calma, sí, siente mi botón, mi clítoris que espera ansioso tu boca".
Obviamente que para no hacerlo esperar más, mi boca descendió hacia ese lugar y mi lengua pudo sentir ese botón que ya había sentido con mis dedos, incluso ella misma se abrió sus pliegues para que la invasión de mi lengua fuese completa. Fui un poco torpe al principio pero con sus consejos, ella me ayudó a mejorar, entonces mi lengua le dio masaje a toda su raja y pude sentir como sus fluidos empezaban a ser más abundantes, al tiempo que ella solo insistía "sigue, sigue" y yo, como buen y aplicado alumno, la obedecía. De pronto, un líquido de extraño sabor fluyó y fue a dar justo en mi boca; por un momento dejé de lamer pero al sentir que el sabor no me era desagradable, seguí lamiendo mientras ella parecía convulsionarse; por sus gritos, creí que había hecho algo mal pero ella misma tenía sus manos sobre mi cabeza y no dejaba que me moviera de ahí, así que algo debía de estar haciendo bien. Una vez que me quitó sus manos, parecía más tranquila, solo daba pequeños suspiros y un delicado "hummmm" salía de su boca... Al momento, me señaló "Alberto, ¿sabes lo qué acabas de hacer, querido muchacho...?", a lo que respondí "lo que tú y mis instintos me indicaron, Martha" y ella me explicó "sí, se llama provocar un orgasmo maravilloso con un oral..., aventajaste mucho en este rato, ahora te toca la siguiente lección..." e intrigado, la cuestioné "y ¿cuál es?". Como respuesta, me dijo "bueno, esa la seguiremos... en mi cuarto, ven, acompáñame porque en la siguiente lección, aprenderás a recibir un oral que casi te mate de placer, ven...".
Enseguida, ella me tomó de la mano y la dejé avanzar para disfrutar del compás de su cuerpo desnudo al caminar, ya que tenía unas nalgas maravillosas pero ¡qué bárbaro!, tanto tiempo de conocerla y no haberme fijado nunca en esas cosas..., ¡era un bobo!. Yo caminaba un poco chistoso por la incomodidad de tener mi verga firme tanto tiempo en el pantalón, así que al llegar a la recámara, ella simplemente y con total descaro, comenzó a desnudarme.
Al principio, sentí un poco de pena por mi cuerpo aún delgado y sin músculos relevantes, (todo por no hacer mucho ejercicio) pero ella, para hacerme sentir bien, me dijo que estaba perfecto y una vez los dos desnudos, ella simplemente me atrajo para seguirme besando en la boca. Para ese instante, mi verga me enviaba mensajes de desesperación por entrar en su lugar escondido, el líquido no dejaba de brotar, estaba completamente mojado, como cuando me provocaba el orgasmo al masturbarme pero ahora sí, con una razón más rica.
Las manos de Martha me recorrieron por entero, señalándome los puntos donde más placer podía recibir y describiéndome también los secretos puntos del placer de la mujer; por mi parte, yo le escuchaba atento, no perdiendo detalle porque todo eso era realmente importante para mi, quería llegar a graduarme como el amante perfecto de toda mujer. Después, ella me mamó suavemente las tetillas, mordiéndolas despacito para no provocarme dolor, solo placer; yo sentía que mis piernas no me respondían ya, entonces me tumbé en la cama mientras ella se acomodaba encima mío, solo para seguir lamiendo mi cuerpo, atormentándome de tanto placer.
De cualquier modo, mis manos no se estuvieron quietas y tomé los senos de Martha para darles suaves masajes con ellas, se las tocaba como queriendo grabarlas en mi memoria, algo para nunca olvidar hasta que ella se separó de mí; al instante, quise protestar y levantarme pero ella me empujó nuevamente hacia la cama y enseguida, su boca descendió hasta tocarme la punta de mi verga en un caliente beso, luego solamente empezó a devorarla, qué placer, era maravilloso.
Así, su boca se movía insistente sobre mi verga, era un placer increíble sentir su boca cerrándose alrededor de mi pene y así pasó un buen tiempo, lamiendo, mordiendo suavemente, ¡uffff, maravilloso!. Entonces, ella empezó a tocarme mis huevos con sus manos y eso casi accionaba mi orgasmo pero al darse cuenta, ella se retiró y me dijo "no cariño, aún no, te falta mucho por disfrutar pero antes, debemos usar el condón para protección de ambos, espera, tengo unos aquí en mi mesita, siempre es bueno estar preparada, ¿no crees? te mostraré cómo usarlo".
Ella sacó el preservativo de su envoltorio y yo no podía pensar en nada, la verdad, yo no tenía inconveniente en lo que ella hiciera conmigo, la conocía tanto, nunca había sabido que hubiese tenido sexo extramarital, no le tenía desconfianza y me dejé guiar por ella. Una vez colocado el preservativo en su lugar, ella se subió encima de mí y poco a poco, empezó a colocarse de modo que mi pene apuntaba directamente a su concha, luego la guió hacia una pequeña hendidura y pude sentir como estaba cerradita. De pronto, mi verga se fue abriendo paso hacia el interior de su ser, ¡uuuuuuffffffffffffffffffff, qué rico, qué apretadito sentía todo!, ella se comía entera mi verga y me cabalgaba suavemente tratando de no provocarme el orgasmo y yo se lo agradecí, no quería que ese momento terminara nunca.... Así, sus movimientos suaves fueron relajando mi cuerpo y me hicieron sentir emociones increíbles mientras que, le tocaba sus senos con mis manos, luego acerqué su cara a la mía y nuevamente dejé que mi lengua invadiera su boca.
Luego de unos minutos, los movimientos fueron acelerándose, mi placer fue mayúsculo, jamás había imaginado que algo así me fuera a suceder pero definitivamente, ¡qué bueno que me estaba sucediendo!, mi primera vez y era con una maravillosa mujer que me estaba provocando el máximo de los placeres. De pronto, sentí que ella misma se movía de modo diferente, ahora más intenso y tratando de provocarse el orgasmo también; eso pude verlo por el modo de moverse y los gestos de su cara. El gozo que ella tenía, me invadió también y moví mi cuerpo para ayudarla a que mi pene llegara lo más hondo posible hasta que súbitamente, la sentí convulsionar como hacía un rato y al hacer esto, me apretó más mi verga. Entonces no pude contenerme más y mi semen salió disparado con fuerza, pobre, solo para ir a parar en el condón pero ese ya no era mi problema, ¡qué rica venida!, ambos gritábamos de placer. Después, ella descansó apenas unos segundos encima mío mientras yo le acariciaba su cabello, entonces se bajó de mí, me quitó el condón y dejó expuesta mi verga que aún conservaba los jugos derramados e hizo algo insólito y fascinante para mí, me mamó la verga con los restos de mi semen. Ella lo hizo de modo que parecía disfrutar de su sabor, ¡wow!, eso me encendió realmente pero aunque mi verga estaba dispuesta, la verdad tendría que reponerme por unos minutos más.
En ese momento, una llamada del teléfono interrumpió la calma de la habitación y Martha, ya más repuesta, contestó "¿bueno?", le dijeron "¡Martha, soy Lulu!, oye, ¿no está por allá Alberto?, tiene rato que se salió y aún no regresa", enseguida ella respondió "sí Lulu, está aquí, nos entretuvimos charlando y como hice unas ricas galletas, le dije que no me las despreciara y se comiera algunas, en un ratito te lo mando, ¿si?", a lo que la persona que llamaba respondió "esta bien, entonces lo espero, necesito que haga algunas cosas para mí" y Martha comentó "ah, perfecto, nada más que se termine sus galletas, lo mando para allá..., bye..." y le contestó "bye amiga, ¡nos vemos!".
Al colgar, le comenté "si mi madre supiera la galleta que me comí realmente, se moriría de la impresión...", entonces riéndose, ella me señaló "bien Alberto, por hoy se terminaron las lecciones, te espero por la noche para continuar, por ahora arréglate y vete que tu madre no debe de sospechar nada...". Mientras me vestía, le dije "gracias Martha, esta lección me fue muy importante para mí, dime, espero que no solamente me des lecciones sino que me hagas presentar examen", a lo que ella respondió "claro que sí cariño pero todo a su tiempo, aún te falta mucho por aprender", inmediatamente exclamé "y vaya que eres una estupenda maestra...", a lo que comentó "sí, lo sé". Con esas palabras saliendo de sus bellos labios, nos dimos el último beso de la tarde.