Mi madura
Hace años sucedió lo que voy a contar. Me encontré con ella por casualidad, llevando una conversación intrascendente a una relación de muchos años de sexo.
Sucedió hace varios años. Yo tenía 22 y buscaba trabajo. Un día acudí a una entrevista, poniéndome mi traje. Al salir de la entrevista decidí volver caminando. Al parar en un semáforo, oí una voz que decía:
-Cómo me gustan los jóvenes cuando se ponen elegantes.
Me giré y vi a una mujer a la que calculé unos 50 años, pero muy bien llevados, se notaba que se cuidaba. Era una mujer de curvas generosas, con unas buenas tetas. Me dijo que era difícil ver a un joven vistiendo de forma elegante y que el traje me quedaba muy bien, a lo que yo contesté que a veces había que ponerse elegante. A todo esto, ya habíamos cruzado el semáforo y continuábamos hablando. Entonces me animé y la dije que a mi me gustaban las mujeres con medias negras transparentes como las que llevaba ella, que siempre me había parecido una imagen muy sensual. Ella empezó a reír y, con una mirada picara me dijo: “anda, que podría ser tu madre”, a lo que yo contesté que, afortunadamente, no lo era, porque no me parecería bien excitarme con mi madre. Se paró y me miró muy seria, por lo que no sabía si me iba a llevar una bofetada. Pero me dijo “¿de verdad te estás excitando?”. Esta respuesta suya, sin mostrar enfado ni rechazo, me envalentonó, respondiéndola que sí y que si vivía cerca lo podía comprobar. De nuevo se quedó pensativa y me dijo que vivía a unos 10 minutos de allí y, como había poca gente en ese momento en la calle, me pellizcó la polla sobre el pantalón, diciéndome que era cierto, que se estaba animando, tras lo que me guió a su casa. Me pidió que pasara y cerró la puerta tras ella, tras lo que me dijo “vamos a ver qué se esconde por aquí” mientras bajaba la cremallera del pantalón y metía su mano, confirmándome que se estaba poniendo dura. Enseguida desabrochó el cinturón, el botón y bajó el pantalón, observando el bulto que se marcaba en mis calzoncillos, pasando su mano por el mismo. La pedí que esperara, me quité los zapatos y el pantalón, bajando ella los calzoncillos y liberando mi polla, que saltó erguida. Empezó a acariciarla mientras yo me quitaba la chaqueta, corbata y camisa, quedándome totalmente desnudo. Tras un rato acariciándola, empezó a masturbarme suavemente. Mientras, yo la estaba metiendo mano en las tetas, primero acariciándolas sobre la blusa para después desabrochar los botones y empezar a acariciarla sobre el sujetador. Finalmente, la quité la blusa, siendo la imagen sexy, ya que llevaba un sujetador blanco de encaje. Me quedé mirándola y la pedí que se quitara la falda, lo que hizo al momento, quitándose también los pantys.
Se quedó en sujetador y bragas, que eran a juego con el sujetador. Su cuerpo me resultó atractivo, con curvas, buenas tetas y un buen culo. Me lancé sobre ella, agarrándole una de las tetas sobre el sujetador para, después, bajarle la copa y tener a mi disposición el pezón, que era grande y oscuro. Me agaché y empecé a lamerlo, metiéndome en la boca lo que me cabía de teta a la vez que con mi lengua recorría su pezón, que se erizaba. Le desabroché el sujetador y se lo quité, dejando las tetas libres y mostrando su buen tamaño. Las cogí como sopesándolas, mientras la miraba a los ojos y mis pulgares acariciaban sus pezones. Ella seguía con mi polla en su mano, masajeándola suavemente. Di un par de pasos atrás para poder mirarla. No era alta, mediría 1,55, pero tenía un buen cuerpo, con tetas grandes y bastante firmes. Le sobraba algún kilo, pero no excesivo, y en sus bragas se insinuaba una gran mata de vello, lo que confirmé al momento cuando se las quité.
Volví y la abracé, pegándola a mi cuerpo y sintiendo sus tetas en mi pecho. Ella agarraba mi polla y la masajeaba, poniéndose de rodillas poco después para metérsela en la boca e iniciar una mamada, primero rodeando mi glande con su lengua, dándole lametones, y después follándose la boca, juntando y separando la cabeza de mi pubis.
La llevé a la cocina, haciéndola sentar en el borde de la mesa, con las piernas colgando, y las separé, abriendo su coño con mis manos. Pasé mi dedo índice por la raja, desde arriba hacia abajo, deteniéndome en la entrada de su vagina, metiendo después el dedo, notando que estaba lubricada con sus fluidos. Con el dedo mojado, lo dirigí a su clítoris, empezando a masajearlo, volviendo a la vagina a buscar más fluido cuando notaba el dedo seco. Después me arrodille y empecé a trabajar con mi lengua, recorriendo toda su raja de abajo hacia arriba, saboreando primero los fluidos de su vagina y después jugando con su clítoris.
Me hizo parar y me dijo “vamos al dormitorio”, llevándome agarrado del pene. Una vez allí, se sentó en una descalzadora, tirando de mi polla para encajarla entre sus tetas, agarró una con cada mano y las apretó, quedando mi pene aprisionado entre ellas, empezando a subirlas y bajarlas, aprovechando cuando mi capullo asomaba para metérselo en la boca. Yo no podía más, así que la pedí follar, tumbándose en la cama. Yo fui detrás, lanzándome sobre ella, que separó sus piernas, agarró mi polla y la guio hasta la entrada de su vagina, apretando yo suavemente, notando como mi glande entraba, continuando con la presión hasta que entró la mitad, empezando a sacarla y meterla, metiendo con cada envestida un poco más de mi polla, así hasta que entró del todo. Estuve metiendo y sacando primero suavemente, incrementando poco a poco el ritmo, hasta que me empezó a decir que se corría, haciéndolo entre gemidos. Yo seguía con mi mete saca, hasta que noté que estaba a punto, preguntándole donde quería que me corriera. Ella, con un movimiento, sacó mi polla de su coño, diciéndome que se lo diera en la boca, por lo que me quité de encima y me tumbé en la cama, poniéndose ella a gatas para metérsela en la boca. Con un par de lengüetadas hizo que me corriera, siguiendo ella follándose la boca hasta que me vació del todo. Después, me mostró su lengua cubierta con mi semen, cerró la boca y se lo tragó, mostrándome otra vez la lengua, esta vez sin rastro de semen.
Nos quedamos ambos tumbados en la cama, desnudos, charlando de nuestras vidas. Ella tenía 52 años, 30 más que yo, y me contó que con 45 años su marido, empresario con bastante dinero,
la dejó por una chica de 25 que trabajaba en la empresa. Mientras charlábamos, de vez en cuando, pasaba su mano por mi polla, que poco a poco se iba animando de nuevo, la descapulló y se mojó los dedos con saliva, empezando a acariciar el glande con estos dedos. Después se arrodilló sobre la cama, dejando caer saliva de vez en cuando mientras seguía con este masaje. Yo le estaba metiendo los dedos en el coño por detrás, metiéndolos y sacándolos, hasta que ella, a gatas, se pudo sobre mí, metiéndose la polla y empezando a moverse adelante y atrás, diciéndome “esta vez córrete dentro” siguiendo con la follada mientras me besaba y yo agarraba sus tetas y su culo, alternándome. Empezó a gemir, corriéndose de nuevo, corriéndome yo dentro de su coño antes de que terminara ella su corrida. De nuevo nos quedamos tumbados en la cama, y una vez repuesto, la pregunté si podíamos seguir viéndonos, diciendo ella que estaría encantada. Tras este día, seguimos viéndonos durante bastante tiempo. Incluso en las ocasiones en las que tuve novia, hacía mis escapadas a su casa para gozar con ella.