Mi madrina de boda

Primera parte de una saga

Porque tanto los interesados y “afectados” como nosotros estuvimos de acuerdo, nuestros padrinos de boda fueron mi hermano mayor y su hermana pequeña. Debo aclarar que yo tenía 26 años cuando me casé mi mujer 24 y su hermana 23.

El meollo de esta historia empezó la noche de mi despedida de soltero. Naturalmente, a mi edad tenía amigos que había corrido ya de todo; me incluyo claro está; por lo que entre todos elegimos un local de striptease en el que las chicas hacían favores a los clientes por una cantidad moderada, y algunos, especialmente los “felizmente casados”, hacía uso de sus servicios.

Bien, pues me quedé totalmente sorprendido cuando vi, en un taburete de la barra, a mi futura cuñada enseñando generosamente muslo y escote. Como no tenía ni idea de si había llegado allí por casualidad, si era una habitual, o incluso si trabajaba allí, pensé que lo mejor era hacer como si no la hubiese visto.

Aunque el local estaba bastante lleno, hablamos con el encargado y nos juntó cuatro mesas cerca del escenario para que pudiésemos sentarnos todos. Enseguida se nos agregaron tres o cuatro “profesionales” pidiendo una copa y tonteando con quien accedía a pagársela.

Cual no sería mi sorpresa cuando al poco la que se acercó al grupo fue mi futura cuñada, se dirigió directamente a mí y se sentó en mis rodillas. Como los amigos eran todos míos, ninguno la conocía, por lo que debieron pensar que era un putita más.

-Elena –Dije-¿Qué haces tú aquí, y que haces encima de mí?

-Me enteré por un amigo de a donde veníais y he venido a follarte.

-¡Tú estás loca! ¡Me caso con tu hermana en unos días!

-Pues por eso. Siempre me has gustado y quiero probarte antes de que te cases.

-¡No sabes lo que dices!

-Claro que lo sé. ¿Estas despedidas de soltero no son para echar la última cana al aire antes de casarse?

-Tal vez, pero no con tu futura cuñada.

-Bueno, pues imagina que soy una puta más, con la ventaja de que no tendrás que pagar.

Mientras hablaba no se había estado quieta. Su mano tanteaba mi entrepierna y sus pechos rozaban mi cara dejándome ver más aún de su generoso escote. Por mucho que uno esté dispuesto a mantener la ecuanimidad y a respetar sus compromisos, pocos hombres son capaces de mostrarse indiferentes ante semejante “tratamiento”. Yo, desde luego, no, Así que tuve una erección. Por supuesto que ella se dio cuenta y me sonrió.

-¿Ves como tú también quieres follarme ya?

-Sí, pero…

-Tranquilo, Natalia nunca se enterará de esto, pero yo habré cumplido mi sueño: ver que se siente con tu polla dentro.

-Vale, pues tómate una copa y nos vamos. ¿Dónde?

-A mi casa. Es más íntimo y más barato. Y te puedes ahorrar la copa, yo te la pongo allí.

-¿Quieres que nos marchemos ya?

-Sí, estoy loquita por hacerte una mamada. Esta noche me la vas a dedicar entera.

Me despedí de mis amigos, que no se extrañaron nada de que me fuese con aquel bombón, y tomamos un taxi hasta su casa.

Cuando entramos en el piso me dijo:

-Comparto el piso con unas amigas para aligerar gastos, pero no hay problema, tenemos un acuerdo de que todas podemos traernos a quien queramos y las demás no interfieren.

Sí debía tener ganas de chupármela, porque cuando entramos en la habitación no me dejó ni desnudarme. Me abrió el pantalón, me bajó los calzoncillos, se arrodilló en la cama y empezó con una mamada ansiosa.

Tuve que apartarla para no correrme, la noche era larga y aquello acababa de empezar.

-Venga, desnúdate. Quiero que me rellenes el coño con esto.

Lo hice y ella se tumbó en la cama con las piernas una a cada lado de su cabeza. Me eché sobre ella y se la metí de un solo empujón. Estaba tan empapada que entró sola.

-¡Ayyyy! ¡Qué ganas tenía de sentir esta polla! ¡Fóllame, fóllame!

-¡Pues tómala entera puta!

-¡Qué gusto! ¡Madre mía qué gusto! ¡Yo me corro yaaaa!

-¡Córrete zorra! ¡Y luego más!

-¡Sí, síiiiiiiii!

No debía ser de las multiorgásmicas, pues se corrió entre gritos y estremecimientos, se la sacó y se quedó como derrotada en la cama, con cara de éxtasis. Afortunadamente yo no me había corrido, por lo que me quedaba cuerda.

Al poco se oyó una voz fuera que decía:

-Elena-

A lo que ella respondió:

-Estoy follando.

-Pues qué suerte tienes hija. Disfrútalo.

Se volvió hacia mí y dijo:

-Venga, ahora métemela por el culo, no vaya a decir Patricia que la he engañado.

Se puso a cuatro patas y ella misma se lubricó el agujero del culo con sus dedos mojados de su saliva, me cogió la polla, la apuntó y dijo:

-¡Venga! ¡Empuja!

Entró tan ajustada por allí que no pude evitar correrme enseguida- Por suerte llevaba tanto tiempo en erección que no se aflojó y pude seguir enculándola mientras berreaba de placer y se frotaba el clítoris con una mano. Se volvió a correr y a caer desmadejada sobre la cama. A mí, ya metido en faena, se me había ocurrido una idea perversa.

-Oye, ¿por qué no invitamos a Patricia para que “juegue” con nosotros?

-¡De eso nada! ¡Quiero toda tu fuerza para mí!

-Mujer, parecía muy necesitada, y yo puedo satisfaceros a las dos.

-No sé. ¿Tú crees?

-Desde luego, y te lo pasarás bomba. ¿Nunca has hecho un trío?

-No, pero confieso que se me ha pasado por la cabeza.

-Pues venga, llámala.

-Mejor voy y se lo propongo. Espérame.

Salió de la habitación, desnuda como estaba. Esperé un buen rato y pensé que, pese a lo que yo creía, habría tenido que convencer a la otra, que no estaría tan “necesitada” como yo pensaba.

Pero me equivocaba, porque vinieron las dos. El tiempo que habían tardado lo habían empleado en ponerse, y supongo que elegir, unas medias muy sexys, Una blancas y la otra negras, y Patricia en desnudarse excepto por esa prenda. Venían pidiendo guerra a gritos. Patricia dijo:

-Oye, ¡que bueno está el tío! ¿Me dejas que le haga yo unas cositas para ponérsela dura?

-Bueno, pero dejadme sitio en la cama.

Se tumbó junto a mí, ambos de espaldas, y la otra se puso a acariciarme suavemente, a mamármela, ha hacerme una cubana… sin olvidarse de jugar también con el coño de su amiga. Ni que decir tiene que se me volvió a poner como una estaca, pero quise ser yo quien tomase el “mando” entonces. Tumbé a Patricia junto a Elena y me dediqué a lamerles el coño por turnos. Las chicas se estremecían mientras se besaban en la boca y masajeaban sus tetas.

-Venga, poneos boca abajo, que os voy a follar también alternativamente.

Se la metía a una, le daba dos o tres empujones y hacía lo propio con la otra. Durante toda la noche follamos en todas las posturas imaginables, e incluso ellas se decidieron a lamer el coño de la otra mientras yo se la metía.

Las fotos que ilustran esto lo dicen todo.

FIN

© José Luis Bermejo (El Seneka)