Mi madre y su cuñada adoran a mi gordo primo
Como teniendo lo que hay que tener, no importa el físico para follar... aunque sea en familia.
La otra noche me acordé de una historia que me pasó con mi primo, mi tía y mi madre. Fue hace ya muchos años. Yo tendría unos dieciocho. Aquel verano, como casi todos, fuimos a la casa que tenía mi tía en la sierra. Era una casa en el pueblo, grande, de unas ocho habitaciones con dos plantas, abajo la cocina comedor y un gran salón, arriba los dormitorios y baños.
Mi tía era separada y aquella casa fue algunas de las cosas que consiguió de mi tío, un hombre de mucho dinero que le entregó todo sin problema. Se llamaba Amalia. Mediría como un metro sesenta aproximadamente. Estaba rellenita... algo gordita. Su culo era grande y fofo y sus tetas colgonas. Tenía entonces treinta y cinco años.
Mi primo Juan era un chico de quince años. Del padre tenía unos hermosos ojos azules y una cara agradable, pero de la madre saco su tendencia a la gordura. No era muy alto, como un metro sesenta y cinco, lo que hacía que pareciese aún más gordo. Estaba acomplejado y rehusaba salir muchas veces conmigo y los amigos del pueblo. Muchas tardes pasamos pescando por los arroyos cercanos, pero pocas noches salía con nosotros, casi siempre se quedaba en casa con Internet.
La cuarta era mi madre... qué deciros de ella. Se llamaba Antonia. Tenía unos hermosos ojos verdes que me derretían cuando me miraban. Tenía los treinta y nueve años cumplidos. Ella y yo nos quedamos solos cuando murió mi padre en un accidente de coche. Nos quedó una buena paga por un seguro de vida que tenía y vivíamos tranquilamente en un piso en la ciudad. Era alta, sobre el metro setenta y cuatro. Unas piernas largas con unos muslos prietos que sostenían un cuerpo hermoso. Sus caderas anchas, su gran culo. Su vientre plano. Sus hermosas tetas que no eran ni muy grandes ni pequeñas. Su pelo castaño... en fin, que fue la inspiración de mis pajas más de una vez.
La verdad es que nunca conocí que mi madre tuviera relaciones con ningún hombre en todos los años que estuvimos solos y yo, aunque más de una noche la hubiera follado, la respeté.
Pero la noche que os narraré hizo que todos los conceptos que tenía de los tres cambiaran por completo. Como siempre había quedado con mis amigos para ir a la disco del pueblo, y como siempre Juan no quiso venir con nosotros. Cuando salíamos solíamos estar hasta bien entrada la madrugada e incluso a veces nos íbamos al campo y hacíamos cosas de adolescentes, ya me entienden (más de un matrimonio salió de aquellos campos). Nuestros padres estaban tranquilos y casi todos se conocían.
Pero aquella noche no estaba yo a gusto y decidí marcharme pronto a casa, así que sobre las doce de la noche puse rumbo a mi casa. Cuando llegué vi que sólo había luz en la habitación de Juan, las de mi madre y mi tía estaban apagadas y supuse que o bien estaban durmiendo o salieron con los vecinos. De todas formas decidí entrar sin hacer ruido para no despertarlas.
Entré en la casa y silenciosamente subí por la escalera. Arriba el pasillo estaba algo iluminado con la luz que salía de la habitación de Juan que estaría enganchado a algún chat donde no importaba el aspecto que tuvieses. Me fui acercando y empecé a escuchar a mi tía hablar. Estaba en la habitación con Juan me acerqué despacio para escuchar.
-Antonia, de verdad te lo digo, lo de mi hijo no es normal. le hablaba a mi madre. Estaban los tres metidos en la habitación.
-Pero... es que es tu hijo... mi sobrino. decía la otra.
Como no podía ver nada recordé que las habitaciones de mi primo y la mía estaban unidas por un mismos balcón. Corrí y salí por mi balcón y llegué hasta la ventana que daba a la de Juan. Como la casa daba directamente al campo tenían las cortinas a un lado y la ventana abierta para que entrara el aire, con lo que los podía ver y escuchar.
-Verás como te gusta... decía mi tía. Juan, hijo, enséñasela.
Mi madre estaba sentada a los pies de la cama, que era de matrimonio, de mi primo y mi tía de pie a su lado. Mi primo se levantó de la silla del escritorio y se colocó delante de mi madre. Mi tía le quitó de golpe los pantalones cortos y los calzoncillos que llevaba y una enorme polla quedó delante de mi madre.
-¡Es enorme! dijo mi madre con los ojos de par en par y la verdad es que el gordo se gastaba un buen pollón con sus gordos huevos.
-Pues veras ahora. dijo mi tía y se arrodilló al lado de Juan.
Empezó a acariciar la polla del hijo y poco a poco fue creciendo más aún. Cuando estaba erecta y sin dejar de tocarla mi tía miro a mi madre y le dijo Si se apetece aquí la tienes. y se metió la polla en la boca y comenzó a mamarla.
Ahora entendía la razón por la que mi primo no salía. Fuera era un gordo que no se comía nada y en su casa follaba con su madre cada vez que quería. Además esta noche le había traído a mi madre, pero seguro que otras noches les traería otras. El cabrón follaba más que todos los jóvenes del pueblo juntos.
Mi madre miraba como Amalia se la chupaba a su hijo y empezó a calentarse. Hacía muchos años que no tenía sexo y ver aquel espectáculo en directo la estaba poniendo a cien. La polla de Juan tenía su máximo esplendor por la mamada de la madre. Era grande de unos veinte centímetros y la mano de su madre no cerraba alrededor.
Juan separó a su madre y se desnudó por completo para tumbarse en la cama boca arriba como tantas veces. Su madre se desnudó también y se puso de rodillas en la cama para inclinarse sobre el pene de su hijo y seguir chupando. La agarró con una mano y tiró para que saliera el glande. Jugó con ella masturbándola y viendo como se tapaba y destapaba el capullo de la polla. Lo dejó fuera y con la punta de la lengua rozaba el prepucio. Juan se retorcía por el placer que le daba. Subió la lengua hasta el agujero de la polla jugó con él intentando meter la lengua dentro. Abrió la boca y engulló la polla todo lo que pudo entrarle. Poco a poco aumentó el ritmo de las chupadas y Juan le acariciaba el pelo.
Mi madre se levantó y los miraba sin saber que hacer. Por un lado sentía el deseo de tener aquella polla dentro de ella... pero era su sobrino... pero viendo a la madre y al hijo la verdad es que aquello no tenía importancia. Seguía de pie mirando y dudando cuando Juan le dijo.
-Antonia, enséñame tus tetas que siempre me han gustado.
Mi madre, casi como hipnotizada, se quitó la camisa y el sujetador. Ella estaba de espalda a la ventana, pero gracias al espejo que había junto a la cama podía ver sus tetas. Eran redondas y bien puestas. Sus aureolas eran grandes y claras y en medio sobresalían dos enormes pezones erectos por la excitación.
-Ven déjame que te las chupe. le dijo mi primo y mi madre obedeció acercándose a la cama.
Mi tía seguía trabajando los genitales de Juan. Ahora se dedicaba a lamer los huevos de su macho sin dejar de acariciar aquel enorme palo. Antonia se recostó junto a él y le acercó las tetas para que las chupara. Inmediatamente comenzó a mamar como si fuera un bebé y ella se llevó una mano al coño para masturbarse.
Mi madre cerró los ojos y se dejaba llevar por la sensación que le daba las mamadas de su sobrino. De repente los abrió de par en par al sentir que Amalia le apartaba las bragas y comenzaba a lamerle el coño. Primero intentó deshacerse de ella, pero Juan la convenció de que la dejara hacer y le acariciaba su cuerpo.
Madre e hijo se levantaron, desnudaron a la otra y la pusieron boca arriba en medio de la cama. Amalia, tumbada boca abajo entre las piernas de Antonia, le abrió el coño con los dedos y se lo enseño a Juan. Tenía bastantes pelos y en medio brillaba una vagina rosada y húmeda por la excitación. Juan a cuatro patas sobre su tía metió la cabeza entre las piernas de esta y comenzó a chupárselo.
Mi madre empezó a gemir al sentir como Juan jugaba con su coño, como le lamía el clítoris y lo chupaba como si fuera un pequeño pene. Sentía los dedos de su cuñada que la penetraban. Amalia empezó metiendo un dedo en la vagina, después dos y consiguió meter hasta tres, los sacaba y lamía para saborear los flujos de la otra. Juan apartó la boca para que su madre pudiera comerse aquel coño y miró la cara de excitación que tenía su tía. Levantó el culo y movió la polla hasta ponerla en la boca de ella. Antonia la agarró con una mano y empezó a chuparla. Juan se movió para follarla por la boca y se la metía hasta que casi la asfixiaba.
Juan se levantó y se marchó a los pies de la cama. Se tocaba la polla viendo como su madre le comía el coño a su tía que gemía por el placer. Tomó a su madre por las caderas y la colocó con el culo bien en pompa en el filo. Ella no dejó de chupar el coño ni un momento hasta que sintió que su vagina se abría al entrar aquella enorme polla.
Juan la penetró hasta el fondo poco a poco. Después la agarró bien por las caderas y comenzó a follarla. Amalia tuvo que dejar de chupar por el placer y algo de dolor que le producían la envestidas de su hijo. Antonia se levantó y de rodilla en la cama se puso al lado del culo de la otra y empezó a besar a Juan. Él alargó una mano y la metió entre las piernas de Antonia y comenzó a tocarle el coño.
Estuvieron un rato hasta que Antonia se puso a cuatro al lado de la otra para que la follara a ella. Él sacó la polla de Amalia, que quedó rendida por la follada y la llevó al culo de la tía. Con una mano la cogió y buscó la raja de su coño. La frotó a todo lo largo del coño y ella gemía al sentir el enorme glande. La paró a la entrada y, empujando poco a poco, la fue metiendo en el interior. Antonia sentía dolor cuando fue entrando.
-Para hijo. le dijo Amalia a Juan.
Le sacó la polla y cogió un poco de lubricante para untarle la polla. Volvió a intentar penetrarla y Antonia ya no sintió tanto dolor, pero sí que la estaban rellenando de carne como nunca en su vida. Un instante después sintió los huevos de su sobrino en el culo, era la señal de que estaba totalmente penetrada. Él comenzó a follarla poco a poco y ella cada vez sintió más placer y menos dolor. Era obvio que Juan había follado a muchas mujeres y sabía que tenía que hacerles.
Amalia se puso juntos a ellos a cuatro patas e invitó al hijo. Hijo, entra en la cueva de mamá que está muy solita. Le dijo insinuante y se separó los cachetes del culo para ofrecerle sus agujeros totalmente. Juan la sacó de su tía y la llevó al coño de su madre. La envistió unas cuantas veces y antes de que Antonia se pudiera levantar, la sacó de su madre para volver a follar a su tía. Fue alternando las folladas a un coño y otro. Ya su polla entraba sin ninguna dificultad en ambos coños, pues estaban ya dilatados y lubricados con los flujos de ambas.
Antonia, una de las veces que la estaba follando empezó a sentir que se iba a correr y le pidió que no se la sacara que siguiera. Juan siguió y aumentó el ritmo. A los pocos minutos mi madre gemía y gritaba como una poseída. Él siguió follándola despacio un poco más, mientras su madre se tumbaba boca arriba en medio de la cama con las piernas de par en par y ofreciéndole el coño para que la follara. Su coño no tenía ni un pelo, se lo depilaba para que él lo degustara cada vez que quisiera.
Juan sacó la polla del chorreante coño de mi madre y se puso entre las piernas de la suya. Amalia la cogió con una mano y la masturbó un poco. Él se inclinó y ella dirigió la polla a la entrada. Se dejó caer y la polla le entró hasta los huevos a la madre que gimió al sentirlo dentro. Empezó a follarla como un desesperado mientras su madre gemía con cada envestida que le daba. Sonaban los flujos de Amalia al se penetrada y los golpes de los muslo de él en ella. Follaban frenéticamente y él levantó las piernas de ella para ponerlas en sus hombros y follarla más rápido si podía. Ella empezó a sentir que se corría le clavó las uñas en la espalda al sentir el orgasmo.
-No te corras aún, aguanta un poco más que te voy a follar más. dijo mi madre junto a ellos y él tuvo que hacer un gran esfuerzo para no correrse.
Cuando Amalia se hubo corrido, Antonia lo tumbó al lado de la madre y abriendo las piernas lo montó. Tomó la polla con una mano y la dirigió a su coño. De golpe se sentó en ella y se la metió hasta el fondo. Comenzó a cabalgarlo y a gemir a la vez. En poco tiempo sintió que volvía a correrse y gimiendo sintió otro orgasmo y le pidió a él.
-Fóllame rápido y córrete dentro de mí.
Juan inclinó a Antonia hacia delante y agarró su culo con ambas manos. Moviendo las caderas le metía la polla todo lo rápido que podía. Ella empezó a sentir de nuevo otro orgasmo y gemía y le decía que se mareaba. Al momento el sintió que su leche recorría su polla y, clavándosela hasta el fondo, soltó un gran chorro de leche que la llenó por dentro. Siguieron unas cuantas envestidas compulsivas más que correspondían a cada chorro de leche que le echaba dentro. Cuando paró, ella continuó un rato moviendo su culo, metiendo y sacando la polla aún algo erecta para que acabara de darle placer. Cuando ya no tenía más leche en la polla, ella levantó el culo y su polla salió. Hizo movimientos con su vagina y parte de la leche de él salió y cayó sobre la cama, mientras, mi madre besaba a Juan por el polvo que le había echado.
Las dos se acostaron junto a Juan y descansaron, tiempo que aproveché para salir de la casa y dar una vuelta por el pueblo. Había visto a mi madre follar con mi primo, pero yo necesitaba follármela. Iba a urdir un plan para tenerla y no dejaría que ninguna otra polla entrara en el coño de mi madre. Pero esa historia ya la contaré.