Mi madre y su cuñada adoran a mi gordo primo 2

Como los celos consiguen que se unan en un profundo amor (y sexo) una madre y su hijo.

Desde el día en que vi a mi primo follarse a mi madre y a la suya todo fue diferente. Ahora comprendía la razón por la que a veces mi primo y mi tía se perdían. Durante una semana estuve investigando donde lo hacían.

Recuerdo que una mañana mi madre fue a comprar al pueblo, no sé si por necesidad o por que se lo pidieron los dos. Como fuera yo estaba dormido en la cama. La verdad es que llevaba un rato despierto, pero estuve escuchado las conversaciones y aprovecharon para hacerlo en la cama de ella pensando que yo dormía.

Otra vez, por la tarde los dos desaparecieron. Mi madre y yo veíamos la tele y ella hacía como que no se daba cuenta. Yo me levanté como si fuera al servicio. Junto a la puerta del patio trasero había otra que daba al sótano y estaba abierta. Escuché los gemidos de mi tía y me fui a ver la tele de nuevo.

Mi mayor preocupación era que no se follaran a mi madre. Desde aquella noche en que la vi con mi primo, no sentía más que celos. Deje de salir tanto con los amigos del pueblo y si salía, estaba pensando que mi primo se la volvería a follar, con lo que llegaba temprano y haciendo ruido para cortarles las posibles folladas.

Algo hablarían los tres sobre mí que mi madre una tarde me pidió que la acompañara a la ciudad para recoger un paquete de correos, de esa forma los otros dos podrían follar como quisieran. Salimos y por el camino apenas hablé nada, todo lo que hacía era fijarme en el hermoso cuerpo de ella.

En la ciudad, después de recoger el paquete, dimos una vuelta y tomamos una copa en los bares. Charlamos un poco de todo, pero no le insinué nada de lo de aquella noche. Una hora después volvíamos al pueblo. Habían tenido casi tres horas para que follaran a gusto y se notaba por la cara de los dos al recibirnos.

Pasó una semana y ya me relajé al ver que mi madre parecía que no quería volver a follar con Juan. Ahora, ya más tranquilo, le empecé a pedir a mi madre que saliera conmigo al pueblo, a dar vueltas y cosas así. Los otros dos estaban encantados y la animaban a salir.

Paseábamos y charlábamos pero nunca habíamos hablado de sexo. Una tarde y sin saber el por qué empecé a preguntarle por su relaciones.

-Mamá... perdona, pero... ¿desde que murió papá no has estado con ningún hombre? –le pregunté y su cara se ruborizó.

-Pues... la verdad es que no... –y miró hacia el suelo como sintiéndose culpable por mentirme.

-Y no necesitas sexo.

-La verdad es que no hijo. A veces me desfogo masturbándome... con eso es suficiente.

-Y que te gustan... grande o pequeñas.

-¡Ya es bastante! –se levantó irritada. –Me voy a casa.

Se levantó y con paso rápido se dirigió a casa. Había sido brusco al hablarle así pero quería ver si me confiaría el polvo secreto que echó el otro día. La seguí hasta la puerta, donde me tuvo que esperar ya que no tenía llaves. Abrí la puerta y ella entro de muy mala ganas y se marchó a su habitación. Mi tía salió del cuarto de baño algo agitada y mi primo estaba delante del ordenador en su habitación, sin duda estaban follando cuando llegamos y estaban disimulando.

Después de cenar cada uno marchó su habitación. Mi madre estaba algo triste sin duda por la conversación de la tarde. A los pocos minutos de estar en mi cama me levanté con unos pantalones cortos y fui a la habitación de mi madre. Entre y me tumbé a su lado en la cama de matrimonio.

-Mamá, perdona por lo que te dije antes.

-No te preocupes pero no me gusta que me hables así.

-Es que tengo un problema... –dude un poco y no sabía como seguir. –Verás, estos días atrás he estado muy raro.

-Ya lo he notado. –me dijo y se volvió para mirarme a la cara con la poca luz de la luna llena que entraba por la ventana.

-La verdad es que en estos días me he dado cuenta de una cosa... –guardé silencio para ver por donde podía seguir.

-¿Qué has descubierto?

-Me di cuenta de que te amo... –su cara reflejó sorpresa con el tono de aquel "te amo". –te amo pero como mujer.

-Pero eso es imposible... eres mi hijo...

-Ya... La otra noche llegué temprano y sin que os dierais cuenta os vi a los tres follar en la habitación de Juan... –lancé la bomba y mi madre se incorporó como si tuviera un muelle.

-¿Cómo?

-No te preocupes mamá... entiendo que tengas que desahogarte de vez en cuando... e imagino que con el "cacharro" de Juan es suficiente para un buen tiempo.

-Pero... no sé que decir... yo... tu tía... –no sabía por donde salir.

-No te preocupes, me parece bien que lo hicieras. –le dije y la acaricié para que se tranquilizara y se volvió a recostar. –Si ellos dos follan, allá ellos, y si tu te quieres unir no me importa... el problema viene que después de verte, tuve celos por no ser yo el que te amara y te diera sexo... no sé por qué... creo que siempre he estado enamorado de ti.

Mi madre me miraba sin poder creerse lo que le estaba diciendo y me acerqué para intentar besarla en la boca. Mis labios rozaron los suyos un instante y ella se apartó. La rodeé con mi brazos y volví a besarla. Ya no se resistió. Nuestros labios se unieron y nuestras lenguas se mezclaron. Nos besábamos y acariciábamos nuestros cuerpos. Entonces se abrió su puerta un poco.

-Antonia... Antonia... –mi tía la llamaba en voz baja y no nos podía ver bien en la oscuridad.

-¿Qué quieres Amalia?

-Vienes a follar con nosotros.

-No, ya tengo a mi Juanjo que me va a hacer gozar el resto de la noche. –le dijo y mi tía quedó callada y encendió la luz para vernos a los dos en la cama abrazados.

-Juan, ya no te preocupes, tu tía y tu primo van a follar como nosotros. –dijo chillando por el pasillo.

Mi madre y yo volvimos a abrazarnos y a besarnos. Estuvimos un buen rato dándonos caricias y besos y unos minutos después escuchábamos como Amalia gritaba y gemía con la polla de su hijo.

-Juanjo, te voy a pedir una cosa... siempre seré tu madre pero cuando estemos en la cama me llamarás por mi nombre. –me pidió mi madre.

-Sí Antonia, en la cama cumpliré todos tus deseos... sean los que sean.

Mi madre se puso de rodillas en la cama y se quitó el camisón que llevaba. No llevaba sujetador y sus hermosas tetas quedaron libres. Las aureolas, algo más oscuras que el resto de la piel, me indicaban donde tenía que chupar. Me incorporé un poco y lamí sus enormes pezones que se pusieron duros. Empecé a mamarle las tetas y ella bajo una mano y la metió por debajo de los calzoncillos para tocarme la polla.

-La mía no es tan grande como la de Juan.

-Mejor, la de él me hizo daño... tu me darás mucho placer. –y empezó a gemir con mis chupadas.

Unas de las manos la metí entre sus piernas que ella abrió un poco y le empecé a tocar el coño por encima de la bragas. La tumbé en medio de la cama y le quité las bragas. Me levanté y me quité toda mi ropa. En la otra habitación se seguía escuchando los gemidos de Amalia al ritmo de las envestidas de su hijo.

Mi madre abrió las piernas y me tumbé boca abajo entre medio para comerme aquel manjar. Ella se lo abrió con los dedos y yo metí mi lengua dentro para chuparla. Pasaba la lengua por toda su raja húmeda y ella movía las caderas por el placer. Chupaba su clítoris y ella presionaba mi cabeza con una mano contra su coño. Intentaba follarla con mi lengua metiéndola dentro de su vagina todo lo que podía.

-Fóllame... métemela dentro. –me pidió totalmente excitada.

Giré mi cuerpo y puse mi polla a la altura de su boca. Volví a meter la cabeza entre sus piernas y le abrí con los dedos su coño, seguí comiendo su raja. Al momento sentí la mano de mi madre sobre mi polla. La agitó un poco y me echó el pellejo atrás para dejar mi glande fuera. Sentí como el calor de la boca de ella rodeaba mi polla desde la punta hasta estar toda dentro de ella. Sentía sus mamadas y me animaban a que siguiera comiendo su coño.

No sé cuanto tiempo estuvimos dándonos placer, pero cuando mi madre no pudo más se sacó la polla y de un empujón me quitó de encima de ella.

-Ponte en medio de la cama. –me ordenó como una poseída.

Obedecí y me coloqué como ella quería. Se abrió de piernas y se subió encima mía a la altura de mi polla. Sentí como los labios de su coño rodearon mi polla. Se había sentado sin metérsela y rozaba su clítoris a todo lo largo de mi polla. La veía encima mía totalmente desnuda. Su cara reflejaba el placer que le daba el roce de nuestros genitales. Sus tetas se movían con el suave vaivén de sus caderas. Empezó a sentir más placer y se rozaba con más fuerza. La agarré por la cintura y empujé mi polla hacía arriba para que fuera más intenso el roce. Empezó a gemir y se podía ver claramente que un orgasmo le llegaba. Aceleró sus movimientos y la ayudé empujando mi polla para que le rozara bien el clítoris. En pocos minutos gemía por el placer de haberse masturbado con mi polla.

Creí que descansaría pero levantó el culo, tomo la polla con una mano y la dirigió a su raja. La flotó por ella para que se separaran sus labios y se la metió lo más rápido posible hasta el fondo. Gemimos al sentir mi polla en lo más profundo de mi madre. Permaneció unos segundos sentada y quieta sobre ella para sentirla dentro. Empezó a mover el culo y mi polla fue entrando y saliendo de su coño.

-¡Dios, Antonia esto es la gloria! –le dije.

-¡Que polla más dura tienes! –decía entre gemidos -¡Clávamela entera!

Alargué las manos y comencé a tocarle las tetas que se movían y botaban al ritmo que me cabalgaba. Las agarré y toqué su enormes y duros pezones que empecé a pellizcar. Gemía con cada penetración y yo no paraba de decirle cosas.

-Por qué no te habré follado antes, con todo el tiempo que hemos estado solos.

-Sí, fóllame.

-¡Que caliente y húmedo está tu coño!

-Es que tú me pones a cien.

Se inclinó hacia delante y, sin dejar de mover el culo para follarme, me ofreció las tetas para que las mamaras. Con una mano agarré el voluminoso seno. Acerqué la boca y me puse a chupar su hermoso pezón. La otra mano la llevé a su culo y lo acariciaba con la cadencia de las penetraciones. Empezó a acelerar el ritmo y noté que se iba a correr. Agarré el culo con las dos manos, se lo paré y la penetré lo más rápido que podía. Ella gemía y gritaba por el placer.

-Más... más... dame más... me voy a correr... sigue, no pares... -Empezó a chillar por el placer y no paré de follarla ni un solo momento. -No puedo más... que gusto... me mareo... –me dijo cuando alcanzó el orgasmo.

Ahora la penetraba más lentamente, sintiendo mi polla deslizarse por su húmedo coño. Ella gimoteaba al sentir aún algo de placer. A los pocos minutos me pidió que me corriera.

-Juanjo, ahora córrete tú. –me pidió.

-Bájate y hazme una paja. –le dije.

-No hace falta... quiero que te corras dentro de mí. –me dijo y empezó a follarme de nuevo.

Poco a poco sentí como recobraba fuerzas y se iba metiendo mi polla cada vez más y más rápido. La veía agitarse y mover sus caderas encima mía para darme todo el placer posible. Yo la acariciaba por todas parte gimiendo por el placer de la follada de mi madre. A los pocos minutos sentí que mi polla quería lanzar su carga.

-Antonia, siento que me voy a correr. –ella aceleró al escucharme.

Movía su culo para meterse y sacarse la polla. Me follaba y yo me tensé cuando sentí que un placer inmenso recorría mi polla y salía para vaciarse dentro de mi madre. Me convulsioné al sentir cada chorro de mi semen que salía. Mi madre se corrió a la vez que sentía que su hijo la llenaba por dentro.

Cuando ya habíamos acabado, ella se recostó sobre mí. Poco a poco mi polla menguó y se salió de su gran coño. Me besó y nos acariciamos por largo tiempo. Al rato estábamos acostados de lado en la cama y yo la abrazaba por detrás, sintiendo su culo desnudo sobre mi polla. Le besé la espalda y le juré que siempre la amaría y le daría todo el placer que ella necesitase. Nos besamos y nos quedamos dormidos.