Mi madre se llama Helena (2/2)

Cuando las cosas están revueltas en casa, cambian las jerarquías

La semana siguiente, Javier seguía teniendo vacaciones y tendría tiempo un poco para todo. Para ver a sus amigos, para pasar ratos con su hermano David y para estar con su madre... Helena se había ido aquella tarde de su encuentro “tabú” y no había vuelto hasta muy tarde, cuando Alberto había llegado y se había ido a dormir, y Javier estaba en su cuarto jugando a algún videojuego, al borde también del sueño. Cuando se quiso dar cuenta, su madre ya había entrado en su cuarto para irse a dormir y no pudo verla aquel día.

A la mañana siguiente, todo volvía a la normalidad... aparente. Si alguien en esa casa hubiera estado sano y con todos los sentidos en lo que ocurría allí, se hubiera dado cuenta que entre Helena y su hijo Javier había ocurrido algo. El silencio era aún más profundo de lo normal, y al habitual que había entre Alberto y su mujer e hijos, se sumó el que Helena y Javier mantenían. Solo después de desayunar y cuando cada miembro de la familia se había dispersado para hacer lo que cada uno quería, Javier recibió la visita de su madre en su habitación.

Helena entró deprisa, como si no quisiera que su marido la viera, y cerró la puerta detrás de sí. Javier estaba ordenando un poco su leonera, y cuando la vio entrar se sentó en la cama entre nervioso y expectante.

-Hola, mamá, pasa no te quedes en la entrada... -bromeó.

Helena le miró con sus ojos azul verdosos y le hizo el gesto de hablar poco o muy bajito.

-No seas bobo. Vengo porque creo que después de ayer tenía que decirte algo...

Helena se acercó, pero no demasiado. Con su comunicación corporal parecía querer decir que quería mantener las distancias pero no ser hostil. Levantó un poco las manos antes de seguir.

-Ya sé que no se puede hacer como que no ha pasado nada y ya está. Pero es lo que hay que hacer. Y si eres la mitad de inteligente que creo que eres, tú también lo sabes.

Javier se sintió un poco decepcionado por dentro, y a la vez un poco avergonzado de decepcionarse.

-Ya... imaginaba que dirías algo así...

Helena cambió el gesto hacia una expresión más amable, aunque mantuvo la distancia.

-Mi amor, tú sabes que no... O sea que eso no. No debió ocurrir. No significa que tú y yo perdamos la buena relación, ni que nadie tenga que pedir perdón. Es sólo que no quiero que esto sea lo que queda.

Javier la miró algo confuso.

-No me mires así. Sé que lo sabes, sé que eres muy inteligente, Javi. Solo he tenido esta noche para pensar, porque no he dormido apenas, pero quiero que esto acabe. Quiero estar tranquila y te quiero a ti. Quiero a mi hijo aliado que siempre está cuando lo necesito. Y no quiero por nada del mundo que te enfades conmigo o que perdamos la buena relación que tenemos. Sé que igual pido demasiado... pero... ¿tú crees que es posible?

Javier miró a su madre y le revolvió por dentro verla angustiada. En su interior había varias cosas enfrentándose, pero en un momento se decidió a ser el chico sensato que siempre había sido.

-Yo también te quiero, mamá. Y bueno... entiendo todo.

Helena recibió esas palabras con una expresión de ternura y algo de humedad en sus bellos ojos. Seguía estando preocupada, pero mucho menos.

-Gracias mi amor. Entonces...

-Entonces sigo siendo tu aliado, que estará cuando lo necesites. Siempre que tú sigas dándome la paga que me das y sigas cocinando así de bien.

Helena se rió y ahora si se acercó a su hijo. Los dos se encontraron y se abrazaron. Cuando Javier escondió el rostro detrás de su madre, su cara no era tan alegre como un momento antes parecía.

-Mi amor, gracias por ser así de maduro tan pronto. Sé que puedo contar contigo.

Javier la abrazó un poco más fuerte y acarició su cabello en la parte superior de la cabeza de su madre.

-Claro que puedes contar conmigo.

Y eso fue todo. No hablaron más de lo ocurrido durante días. Volvieron a una normalidad cotidiana, en la que tenían que apoyarse dentro de la casa para ayudar a progresar a David y llevar las tareas de la casa. Javier hizo como que no había pasado nada, aunque sí hubiera pasado.

En su mente había repasado varias veces lo ocurrido y la verdad que para asombro de sí mismo, no había encontrado nada malo ni nada de lo que arrepentirse. Se sentía bien con ello, había disfrutado de la cercanía y el placer que había sentido con su madre. Un lado de su mente decía que tenía que seguir como si nada, sobre todo para que su madre no se angustiara más, pero cuando se acostaba o al despertar por la mañana, repasaba los detalles del encuentro más excitante que había tenido en su vida y se deleitaba cuanto podía. Todo eso sin perder la sonrisa por el día, y sin tratar diferente a su madre.

Habían pasado tres días así. Por supuesto, no habían vuelto a hablar del tema. Helena había dejado de evitar a Javier, y volvían a mirarse cómplices cuando se encontraban por la casa o se detenían los dos en una tarea. Incluso habían vuelto a bromear y Helena no parecía temer darle un beso o tocar a su hijo de manera normal, como había ocurrido tras el primer beso.

Después de esos días, la relación que si se estaba deteriorando por momentos era la de Helena y su marido. Alberto no paraba por casa muy a menudo, no hablaba mucho con nadie, y cuando su mujer le preguntaba, tan solo farfullaba alguna excusa rápida y se iba de allí. Para sorpresa misma de Helena, las sospechas cada vez más crecientes de que su marido le estaba siendo infiel, no la producían celos, ni una sensación de abandono. Lo que de verdad le molestaba era que la engañara tomándola por tonta, demostrando que ya no la valoraba de ninguna manera.

Todo lo que puede arder, arde, si se le aplica “la chispa adecuada”. Y el polvorín ardió una tarde que Javier había salido para jugar al baloncesto con unos amigos. Hubo acusaciones, gritos, algún insulto, todo bastante típico y bastante ruidoso. Helena descargó toda la frustración de años de matrimonio insulso y de meses de mentiras más o menos evidentes. Su marido no solo la había descuidado a ella, sino que había descuidado también a sus hijos, en especial a David, que a ojos de su padre era una gran molestia de lo que no sabía o no quería ocuparse. Lo que también había provocado el rencor de Javier hacia su padre.

Cuando la tormenta amainó, había quedado claro que lo que había, se había roto del todo. En caliente no acertaron a hablar sobre cómo se iba a ordenar el futuro, pero estaba claro que no podían seguir viviendo juntos.

Javier se estaba recuperando después del esfuerzo, cuando escuchó su móvil sonar y aceptó la llamada con pereza al ver que se trataba de su padre.

-¿Javier?

-Hola... dime...

-Javier, he discutido con tu madre. No te voy a dar detalles pero ahora mismo estoy haciendo las maletas.

Javier calló, y fijó la vista en un punto lejano. Era una sorpresa y al mismo tiempo no lo era.

-Mira yo sé que no nos llevamos muy bien, pero ahora te tengo que pedir el favor de que seas un chico responsable y afrontes como un hombre todo esto. Yo no voy a estar en casa al menos por una temporada, pero no es un drama, y no quiero que lo tomes así.

El padre de Javier siempre quería que se comportara como un hombre.

-No te voy a ver hoy porque me voy ya -siguió Alberto con su voz de abogado importante-. Confío que estarás a la altura de la educación que te hemos dado, y que no te pongas a hacer tonterías. Además tengo mucho trabajo y ahora mismo no puedo estar a todo.

Javier frunció el ceño y puso la voz más neutra que pudo encontrar.

-Ya. Bueno pues no te preocupes. Estaré bien. Y David también por cierto. Que igual te preocupa.

El carraspeo que sonó al otro lado del móvil señaló a Javier que su padre había captado la ironía.

-Claro... Bueno Javier, tengo que colgar. Hablaremos cuando esto se haya calmado más.

Y colgó. Javier se despidió de sus amigos sin decir nada a nadie,y luego pasó un rato caminando por el parque cercano. Tan sólo por pensar mientras no le entretenía nada más. Decidió que aquello no le sorprendía y en realidad no era nada malo. Su padre y él se habían distanciado mucho sobre todo por su poca implicación con su hermano David, y en los últimos tiempos no hablaban ni de cosas importantes ni de ninguna en particular. No le iba a echar mucho de menos.

Llevaba un buen rato caminando cuando se dio cuenta de que si alguien debía de estar en ese momento pasándolo mal, sería su madre. No tenía ni una llamada ni un mensaje de ella. Decidió volver a su casa, con paso tranquilo para estar seguro de que su padre ya se habría largado.

-Hola, mamá, David... he llegado.

Javier se anunció en cuanto entró por la puerta, esperando no encontrar alguna escena de lágrimas. Sin embargo todo estaba tranquilo, lo que le quitó preocupación.

-¡Javier! Estoy arriba, con tu hermano.

La voz de su madre parecía muy serena. Javier subió las escaleras y siguió la luz que traspasaba al pasillo hasta el cuarto de sus padres. Ya era casi de noche.

-Mira David, tu hermano también nos va ayudar.

David saludó a su hermano aplaudiendo y echando una sonrisa pletórica. Javier se agachó a la altura de su silla y le abrazó cariñoso.

-Claro que sí Davichín, ya está aquí el tete.

Después de saludar a su hermano fue a abrazar a su madre.

-Mamá...estás... ¿bien?.

-Sí, estoy bien.

La voz de Helena volvió a sonar serena aunque el abrazo que dio a su hijo no fue normal del todo. Fue más largo de lo normal y los dos se estrecharon, muy fuerte, durante al menos un minuto. David acarició la mejilla de su madre y durante una milésima vio como sus iris verdeazulados relampagueaban. Helena carraspeó y soltó a su hijo al final.

-Estoy bien nene... estoy ordenando un poco el cuarto después del desastre que ha montado tu padre.

-He hablado con él... me ha llamado.

-Sí, me ha dicho que lo haría.

-Pero no me ha explicado mucho...

-Bueno, eso es bastante típico en él. No sé cómo hemos empezado, pero hemos terminado con una discusión gorda... Una de tantas, pero yo que sé...

-Mamá, yo sé perfectamente que esto es culpa suya.

Helena se sentó en la cama y le hizo un gesto a Javier para que se sentara a su lado. Le cogió la mano y fijó sus ojos, algo vidriosos, en los de su hijo.

-No se trata de culpas... Siento que esto sea así, quizá si lo hubiéramos llevado de otra manera... Si yo tuviera más paciencia o no sé...

-Mamá, ya has echado bastante paciencia. Ha pasado lo que tenía que pasar.

Javier acarició la mejilla de su madre y ella respondió al gesto mirando su mano, pero después sonrió.

-Gracias... eres un cielo...

Los dos se miraron durante un momento que a Javier le pareció larguísimo y muy corto al mismo tiempo. David interrumpió aplaudiendo de nuevo.

-Bueno -siguió Helena-. Aquí estoy ahora con dos de los hombrecitos más valiosos que existen. Nada puede salir mal.

-Ehh a mí no me llames hombrecito -respondió Javier bromeando.

-Bueno pues con dos hombres hechos y derechos.

Helena se levantó un momento para hacer carantoñas a David. Un momento y varios besazos después volvió a sentarse al lado de Javier.

-Javier, sé que eres muy joven todavía. Y que tu padre siempre ha sido muy duro contigo, y yo también te he exigido bastante. Pero bueno... sabes que necesito tu ayuda... eres un sostén... un soporte quiero decir... en fin, que para mí eres... lo más valioso... y no hace falta decirte nada porque siempre cumples pero ahora, creo que voy a necesitar tu ayuda más que nunca.

Javier llevó su mano a la mejilla de su madre. Sus palabras lo estaban emocionando, y no era algo que le encantara, pero claro que ocurría.

-No hace falta que digas nada, mamá....

-Sí hace falta cariño. Tú tendrías que estar solo pensando en juergas y videojuegos y chicas... y en cambio...

-¿Qué quieres decir? Yo pienso mucho en juergas y videjuegos y chicas...

Helena sonrió y movió la cabeza para tocar la mano de Javier entre su cuello y mejilla.

-Jajaja... Está bien... pero sabes lo que quiero decir. Esto es un cambio para todos. Vamos a tener que apretarnos un poco con el dinero, sobre todo al principio. Aunque tu padre también tendrá que colaborar, y quizá yo haga más horas en el trabajo... La situación es difícil... -Helena miró la silla de David con cariño y preocupación a la vez, antes de seguir-. … pero estoy segura de que nos va a ir bien. Entre los dos y este golfo sobre ruedas podremos con todo.

-Así me gusta. Siempre positiva. Yo haré pausas entre mi vida de farra y desenfreno post adolescente para ayudarte en lo que necesites, -Javier se puso un poco más serio de lo que solía, y terminó mirando a su madre muy cerca-... ya lo sabes.

-Lo sé... Javier...

Javier mantuvo la vista en el mar azul verdoso que eran los ojos de su madre.

-Qué, mamá.

-Que te quiero mucho.

Javier sonrió un poco abrumado, aunque una vocecita en su interior le decía que aquello más que a declaración de cariño, había sonado a declaración y punto.

-Yo también te quiero, Helena.

Su madre recibió el tratamiento por su nombre con una expresión de curiosidad primero y luego con una sonrisa. Se aceró a su hijo y le abrazó muy fuerte, tanto que David empezó a dar palmas de nuevo para que pararan y volvieran a hacerle caso.

Con la nueva situación pasaron los días y las semanas. Javier, Helena y David volvieron a su rutina y con ello a los madrugones, el trabajo y los estudios. No les sorprendió que en pocas semanas, su casa hubiera tomado otra alegría, desde la música que ahora se escuchaba a todas horas y que antes molestaba a mucho a Alberto, hasta las conversaciones en las comidas y la ausencia de broncas.

El eco de aquel beso, y sobre todo de aquel encuentro en el sofá del salón, parecía haberse diluido por completo y Javier y su madre mantenían una relación igual o mejor que al principio de todo. Lo único que parecía enturbiar la buena onda, eran las largas horas de trabajo de Helena, y los exámenes cada vez más frecuentes y difíciles que tenía que hacer Javier. Por la mañana, Helena llevaba a David al centro especial de día donde seguía un programa para desarrollar al máximo posible su mente infantil, y mientras Javier se ocupaba en las clases, el deporte, sus amigos y el estudio. Por la tarde noche Javier se pasaba por el centro para pasar un rato con David, mientras su madre terminaba en el trabajo, y después ella les recogía para llevarlos a casa juntos.

A principios de primavera, Javier ganó una especie de premio por las calificaciones parciales de su clase. No iba a decirlo a nadie, porque nunca había sido de presumir, pero enviaron una carta a su casa para avisar que debido a ese hito, el año que viene su matrícula sería becada y no tendría que pagar. Además invitaban a su madre a una pequeña ceremonia para entregar un diploma.

Cuando Helena vio la carta, estaba delante de sus dos hijos, y se le escapó alguna lágrima, que hizo que Javier fuera a abrazarla.

-¿Qué ocurre? ¿Alguna mala noticia?

-Para nada, ocurre que tengo un hijo maravilloso.

Helena besó a su hijo muy fuerte y muy seguido por toda la cara. Y Javier se quejó, cogiendo la carta para verla.

-Ay mamá, ya vale... No es para tanto.

El viernes siguiente, día de la pequeña ceremonia, Helena se puso un vestido azul marino que no llevaba desde años antes, algo escotado por delante y por detrás, que dejaba al aire su cuello y sus bonitos hombros. Se peinó dejando brillante y ondulada su tupida melena castaña oscura y antes de salir de casa se miró al espejo, sacándose un gesto de pequeño orgullo. Cuando Javier vio como iba vestida, tragó saliva esperando que su turbación no se notara demasiado, pero no dijo nada especial. Él iba con una camisa y unos jeans, de los que solía llevar a diario, porque no quería darle demasiada importancia a aquello, pero su aspecto no era para nada malo.

El acto sucedió en alrededor de una hora, y después, los tres miembros de la familia se encaminaron a casa, con Javier haciendo bromas todo el tiempo y tirando de la silla de su hermano. Al llegar se dieron un homenaje de calorías cenando pizza y helado, y después se quedaron los tres amodorrados y vestidos aún, David en su silla y Javier y Helena tirados uno sobre el otro en el sofá.

Casi a medianoche, Javier se espabiló un poco y decidió llevar a acostar a su hermano que roncaba a pierna suelta. Tras dejarlo en su cama arropado, volvió al sofá, donde Helena se había puesto más derecha y estaba haciendo zapping en la tv.

-Pues se ha acabado tu día especial, nene. Cómo lo llevas.

-Bien, bien. Tengo que ser el centro de atención de todo el mundo más a menudo. El éxito va conmigo.

-Jajaja, qué tonto eres. Estabas monísimo con tu camisa en el estrado recogiendo tu diploma.

-Sí... es lo que desea todo jovenzuelo un viernes por la noche, que su madre le diga que está monísimo.

-Ahh, qué bonito. Bueno, te dejo libre para que te vayas a cubatear si quieres. Aunque de deseos no hemos hablado, creo que te has ganado el derecho a qué pidas algo, porque al menos me voy a ahorrar tu matrícula el año que viene.

-Y yo que creía que querías regalarme algo por ser un hijo 10...

-Jajajaja... pues no... es porque me ahorro uno de tus pesados gastos jajaja..

-Ok...

Javier se sentó en el sofá a mirar la tv aunque no le estuviera prestando la más mínima atención.

-No te he dicho que hoy estás muy guapa.

-Gracias, caballero. Eso sí era lo que yo quería un viernes por la noche -dijo Helena apretando el hombro de Javier-. Muy galante por tu parte. Ahora ya te lo has ganado del todo. A ver...

Helena se giró hacia Javier y le hizo mirarla antes de seguir hablando.

-Mírame y dime qué quieres como premio.

Javier miró a su madre y un escalofrío le recorrió la espalda. De repente aquel encuentro en ese mismo sofá volvió a su mente y se mezcló con la sonrisa y la elegancia que su madre vestía en ese mismo momento. Estaban solos, todo estaba en silencio y mañana no madrugarían. La suma de todos los elementos llegaron a su cerebro y la excitación y los nervios que le provocaron le obligaron a abrir los labios y hablar.

-Pues... la verdad, si se trata de pedir un deseo, lo que me gustaría ahora mismo es que me dejaras besarte.

Helena encajó la petición con gesto de incredulidad y al momento se puso mucho más seria de lo que estaba un minuto antes. Sus ojos brillaron pero al mismo tiempo su cara era un poema de dudas y miedos. Intentó hablar y lo consiguió, pero las palabras sonaron indecisas.

-Te refieres a.... osea... a besarme... a besarme ¿cómo?

Javier miró a su madre y un clic en su cabeza le terminó de dar el aplomo que no había tenido antes.

-A besarte... besarte. En los labios.

-Pero... no podemos... …. Lo hablamos..., ¿te acuerdas mi amor?

-Sí. Lo recuerdo. Sé que lo hablamos y que fuimos la leche de sensatos. Pero... has preguntado por algo que quiero, y yo ahora mismo lo que quiero, es besarte.

Javier se acercó a su madre y ella fijó sus ojos en los labios de su hijo, que se iban acercando poco a poco a los suyos.

Fue un beso diferente. Quizá por haber sido anunciado o porque la situación había disparado el deseo de Javier, en cuanto sintió que sus labios tocaban los de su madre, comenzó a moverlos para cerrar el beso y convertirlo en una manera de acariciar la boca de Helena con la suya.

Helena recibió el beso sin apenas moverse. No hizo el gesto de separarse ni de acercarse, y no respondió al beso durante muchos segundos. Pero Javier seguía besándola y de cada rincón de su cuerpo recibía señales cruzadas. Javier hundió su mano derecha en el cabello de Helena, que a esas horas se había encrespado un poco pero seguía luciendo brillante y hermoso.

Poco a poco los dos se fueron acercando y casi sin querer, tan solo por pegarse más a ella y a su calor, Javier fue empujando a su madre en el sofá hasta tumbarse sobre ella. Mantenía los labios muy pegados a los de ella y sus manos acariciando su suave piel, sus mejillas, su cuello y hombros y su cabello alternativamente.

Las bocas apenas se separaban, pero cuando ya era un hecho que Javier se había puesto encima de su madre, acomodándose entre sus piernas, ella abrió la boca para hablarle entre beso y beso.

-Javier... no puedo... no podemos... Esto no....

-Mamá... ya vale de fingir... no puedo seguir así....

Javier contestaba sin dejar de besar, sin dejar de tocarla.

-Pero mi amor... ahhh... si hago... si hacemos.... me voy a sentir fatal....

-Me acabas de llamar mi amor... Si eso es lo que soy... porque te tienes que sentir mal...

-Porque... porque... soy...

Javier aprovechó que su madre se concentraba en intentar hablar para bajar una de sus manos y levantar un poco la falda de su vestido. Acarició uno de sus muslos suavemente, recreándose, intentando transmitir su deseo.

-Porque eres... maravillosa... y yo... no puedo... más...

Helena gimió cuando sintió la mano de su hijo sobre su muslo y dejó de protestar. Poco a poco comenzó a devolver los besos, de una manera tímida, mientras miraba los ojos castaños de Javier y movía los suyos hacia arriba o los cerraba.

-Mmmmm mi amor... esto es...

El ritmo de los besos y las caricias siguió siendo pausado, pero poco a poco dejó de quedar claro quien llevaba la voz cantante. Ambos se lamían, ambos se buscaban, ambos palpaban la ropa del otro queriendo adivinar con las manos el cuerpo que estaban recorriendo. Pasaron a una fase en la que parecían estar estudiando sus reacciones y las del otro, besándose a intervalos y acariciándose tanto el cuerpo como los rostros y la boca.

Las manos de Helena se quedaron en la cara de Javier y la recorrieron poco a poco, con caricias, mientras iba besando todo lo que tocaba. En ese juego de miradas y de besos, cada vez más a menudo se encontraron mirándose y sonriendo. Las reservas parecían estar cayendo.

-Javier... mmm me gusta... como besas...

-Mmm por fin dices algo con sentido...

-Jajaja idiota... -dijo ella, pegándole de mentira en el hombro-. De dónde habrás sacado esa forma de hablar a las mujeres...

-A las mujeres no sé... a ti te hablo así... porque estoy loco... por ti.... ¿sabes?

Helena sonrió complacida y besó a Javier muy largo y muy profundo. Después se despegó.

-Oye...

-Qué...

-Quizás habría que poner unas normas...

-¿Unas normas? Ehhh... ¿normas ahora?

-Sí tonto... por ejemplo... como me llames mamá... ahora mismo..., te tiro del sofá y te dejo a medias.

-De... mmmm... de acuerdo.... Hecho.... A medias... eso es que va haber algo más...

Helena sonrió y le dio un beso con lengua a Javier que le dejó sin respiración. Lento y largo.

-Mmmmmm... ¿tú crees que va a haber algo más?... te lo has ganado... estudiando... ¿no?

-Sí.... mmmmm.... eso.....

Helena empujó hacia arriba a Javier y le obligó a levantarse mientras se escabullía del sofá. Javier le miró entre sorprendido y decepcionado, pensando que todo podía acabar de repente aunque no entendiera el por qué.

-¿Preguntas que si va a haber algo más?

Helena se había puesto seria pero no podía esconder su sonrisa al ver la cara de Javier. Estaba rojo, confundido y casi a punto de ponerse de rodillas delante de ella. Llevó un dedo a los labios de Javier, reclamando que se callara, y después de una manera muy elegante cogió los tirantes de su vestido, los deslizó por su piel y se lo quitó, quedándose en ropa interior delante de él.

-No sé... a lo mejor quieres venir conmigo, dejar de tontear en el sofá... y ver si va a ocurrir algo más...

Helena dio media vuelta y caminó hacia su cuarto mientras Javier la miraba sin creerse muy bien lo que estaba pasando. Disfrutaba tanto de su forma de andar, tan solo con el conjunto de sujetador y bragas negros, que al principio no se movió. Siguió con los ojos a su madre, que enfiló el pasillo y entró en su cuarto dejando ostensiblemente la puerta abierta.

Ni un minuto pasó entre que Helena entró en su cuarto y Javier traspasó la misma puerta. Cuando entró, Javier la vio tumbada en la cama, aún con la elegante lencería de color negro que llevaba puesta y una pierna flexionada con la rodilla hacia arriba y la otra estirada encima del edredón. Se la notaba nerviosa pero tenía mucho de ese brillo en los ojos que Javier empezaba a conocer muy bien. Aunque la visión le excitó mucho, porque lo tenía todo de erótica y de prohibida, Javier se dio cuenta que era un momento importante y se paró un momento observándola.

Helena estiró la pierna que tenía flexionada, la volvió a recoger y abrió el ángulo abierto de sus muslos para que él la mirara.

-No sé si has estado antes en esta situación con una mujer, cariño. Pero creo que ya no hay marcha atrás...

Ni falta que hacía decirlo. Javier notó como el deseo le subía a la cabeza y le volvía a bajar después mucho más abajo y prácticamente se tiró a la cama encima de su madre.

Lo que siguió no fue lento ni suave, aunque si que hubo bastante buena compenetración. Javier se dejó llevar por el deseo y fue besando y lamiendo a Helena mientras se iban enredando en abrazos y se iban quitando la ropa sin más preámbulos. Los dos estuvieron desnudos muy rápido y Javier enseguida le cogió el gusto a tener los pechos de su madre en la cara y su boca, mientras con sus manos recorría su piel desnuda desde su pubis a sus muslos y culo. Helena no se quedaba atrás y manoseaba sobre todo la espalda y el culo de su joven amante mientras sus lenguas se entrelazaban. La forma de comportarse de ambos era la de un hambriento al que se le había negado la comida durante mucho tiempo pero ahora se daba un festín sin límites.

Ni siquiera pararon mucho en el momento de llegar a la penetración. Cuando Javier envistió la entrada de la vagina de Helena, los dos ya se habían tocado, lamido y casi mordido cada rincón de sus cuerpos. Al sentirle dentro, Helena gimió, como una hembra necesitada de sexo, y mientras movía sus caderas para acoplarse, empujó a Javier adentro de ella con fuerza, entrando los dos en una espiral de dulce dolor, gemidos y placer.

Como era de esperar, con tanta excitación y la inexperiencia de Javier, aquello duró muy poco y enseguida Javier se derramó, soltando bramidos, dentro de su madre, mientras ella cerraba los ojos y tensaba su cuerpo para sentirle mejor. Pero aquello no fue el final de nada sino sólo el principio. La erección de Javier aun dentro del cuerpo de Helena no perdió casi vigor y los dos siguieron amándose mientras sus manos no dejaban de buscar sus cuerpos y sus bocas se perdían en besos cada vez más largos y húmedos.

Durante horas siguieron intercambiando amor y sexo, y Helena fue poco a poco haciendo que su experiencia sirviera para enseñar a Javier como darla placer y hacerla llegar al clímax, lo que ocurrió varias veces. Le enseñó a tocar y a lamer su vagina, de manera que ella se corriera en su boca, y follaron varias veces, cada vez con más paciencia, para que Javier no sintiera la urgencia de correrse rápido.

Cuando se durmieron, lo hicieron entrelazados, de manera que parecía lo más natural que al despertarse la fiesta siguiera donde había quedado en pausa.

Era temprano, estaría amaneciendo, cuando Helena se puso encima de Javier y le miró directamente a los ojos. La luz que entraba en la habitación era muy tenue pero les permitía verse. Helena se sentó sobré él con las dos rodillas a cada lado y le acarició el cabello en un gesto tierno.

-Mi amor...

-Mmm...

Javier respondió con algo parecido a un gemido de placer, a medias porque estaba medio dormido y a medias porque la posición de su madre le estaba excitando de nuevo.

-Mi amor -volvió a decir ella-. No quiero darte una charla ahora, pero sabes que tendremos que hablar de esto y bueno... superarlo de alguna manera.

-Mmm yo no quiero superarlo... quiero repetirlo muchas veces -contestó él.

Javier sintió su pene ya erecto y lo tocó para que su glande quedara justo en la entrada de la vagina de su madre. Helena estaba húmeda y cálida, dispuesta para recibirle, y cuando sintió el pene duro cerró los ojos y se mordió los labios.

-Ummmm, cariño.... te lo digo en serio. Vamos a tener que hablar... de algunas cosas...

-Podemos hablar de lo que quieras... Ahora mismo, me puedes hablar... dime... ¿qué sientes?

Javier empujó un poco hacia arriba y sintió como su glande se abría camino y se adentraba en el calor de su madre. Helena gimió, y volvió a mirarle con esos ojos preciosos brillantes.

-Siento... placer... siento... que quiero más....

Helena se aupó y acto seguido se dejó caer para sentir como el pene de su hijo la llenaba casi por completo.

-Pero... sigo... diciendo que tenemos que decirnos... algunas cosas...

Javier besó a su madre en la boca y la agarró por detrás empujando un poco su culo contra él para ensartarla aún más.

-Y... ¿te parece el mejor momento...?

Los dos se fueron acoplando y adaptando al movimiento del otro. Lo estaban haciendo despacio, sin las prisas del primer momento pero deleitándose en la penetración.

-Mmmm... mi amor... sí... así... me parece quizá el mejor momento....

-¿por...por qué? -preguntó Javier incrédulo-. No voy a parar...

-No te he pedido que pares... No pares mi amor... Es el mejor momento porque así me harás caso... Ahh... los hombres accedéis a cualquier cosa cuando os vais a correr....

Javier sonrió un poco escandalizado por la picardía de su madre, pero encantado a la vez con el juego. Agarró el cuerpo de Helena atrayéndolo a él, penetrándola aún más.

-Ahhhh -gimió ella.

-Vale, lo que tú digas... dime lo que quieras...

Helena abrió los ojos e hizo una mueca fingiendo estar enfadada. Volvió a auparse y a caer sobre él un par de veces, de manera que fue marcando el ritmo y fue Javier el que empezó a gemir.

-Pues si, te voy a decir lo que quiero... Quiero que sigas siendo un chico 10.... Quiero que no te embobes después de esto ni creas que ya eres mayor porque no lo eres...

Después de cada frase, Helena repetía el movimiento, haciendo que su vagina fuera estrechando cada vez más el pene erecto de su hijo, como dando énfasis a lo que le iba diciendo.

-Quiero que sigas saliendo con tus amigos, y hasta que conozcas a chicas como cualquiera de tu edad... Quiero que cuides a tu hermano tan bien como lo haces ahora... Quiero que me trates como a tu madre, que te da órdenes y a la que respetas, cuando no estés en esta cama....

Javier asentía después de cada frase, fascinado por el juego de sexo y la pequeña manipulación del que estaba siendo objeto. Después de todo, sonaba que era por su bien, y no pensaba quejarse. Helena siguió hablando y cabalgando a su hijo cada vez de manera más intensa, aumentando el ritmo de la penetración, hasta llevarle al límite.

-Quiero que no descuides tus estudios... Ahh... y... quiero... que me folles como esta noche sin olvidarte de todo lo demás, tantas veces como podamos... sin volvernos locos... y sin que nadie se entere jamás...

-Ahhh -el gemido ahogado de Javier señaló que estaba muy cerca de sellar todos esos pactos con una buena cantidad de semen.

-Y por encima de todo quiero.... Ahhhh joder nene.... quiero que me digas que me has escuchado bien y que estás de acuerdo en todo... porque si no, paro ahora mismo y te dejo sin orgasmo... ¿me has oído?

Javier miró a los ojos de su madre y vio en décimas de segundo todo lo que le gustaba de ella. Amor, deseo, determinación, inteligencia. Con esa mirada en su mente y todas las cosas que le había dicho rebotando dentro de ella, asintió y abrazó a su madre para llegar juntos a la pequeña muerte que estaba punto de envolverlos.

-Siiii... joder siiii... te he oído... mi amooor... Mamá sii.... Lo pienso cumplir... lo pienso cumplir todoo...

Javier empezó a eyacular todo lo dentro que pudo, y a la tercera descarga sintió como la vagina de su madre se deshacía en espasmos y humedad mientras ella gemía y le abrazaba tan fuerte que le dejaba las uñas marcadas en la espalda.

Durante un rato muy largo se abrazaron e intercambiaron pequeños besos y caricias, exhaustos. Cuando volvieron a la tierra, Javier acarició de nuevo la melena castaña de su madre, que lucía bastante encrespada.

-Helena... te quiero.

Ella sonrió, le besó, y acercó la boca a su oído, susurrándole.

-Yo también te quiero, mi amor. Pero haz caso de todo lo que he dicho o esto se acaba, y no me vuelvas a llamar mamá cuando te corras dentro de mí.

Javier rió y asintió abrazándola más fuerte.

FIN