Mi madre regresó sin bragas

Me dijo que se iba de compras, pero vino con menos de lo que se llevó, sin bragas, pero con unos buenos polvos.

Aquella tarde me quedé a estudiar en casa, al tener un examen al día siguiente.

Después de llamar brevemente a la puerta cerrada de mi habitación, mi madre la abrió un poco y me anunció en voz baja y pausada para no molestarme:

  • ¡Me voy de compras!

Levantando la vista de los apuntes, molesto por la intrusión, la lancé una desagradable mirada cuya cabeza podía ver en el pequeño hueco que había dejado entre la puerta y el marco.

A pesar de mi actitud, mi madre, enviándome un delicado beso, cerró despacio la puerta a sus espaldas, y escuché, poco más de un minuto después, como se cerraba la de la calle.

Como mi padre continuaba en el trabajo, como tenía costumbre, hasta tarde, me quedé solo en casa sin nadie que me molestara.

A eso de media tarde, escuché el sonido que hacía mi ordenador personal cuando alguno de mis amigos quería mantener una conversación a través del equipo.

Utilizando el ratón, minimicé la aplicación informática que estaba utilizando y activé la que utilizaba para comunicarme a distancia.

Enseguida vi que era mi amigo Xabi el que quería comunicarse y me conecté con él.

Dirigiendo la mirada a los apuntes que tenía sobre la mesa, pregunté, sin mirar a la pantalla del ordenador:

  • Dime, ¿qué quieres?

Escuché chillidos y gemidos de mujer, provocando que, sobresaltado, levantara al momento la mirada, fijándola extrañado en la pantalla.

¡Un culo! ¡Un espléndido culo llenaba prácticamente la pantalla!

  • ¡Ostias!

Exclamé sorprendido sin apartar su mirada del rotundo culo que subía y bajaba, una y otra vez.

  • Pero … ¿Qué coño?

Me pregunté boquiabierto al tiempo que veía efectivamente como un cipote duro y erecto desaparecía y aparecía dentro del coño de una mujer.

  • ¡Ostias! ¡Qué cabrón!

Pensé sin separar, lascivo, la mirada del rotundo culo, dándome cuenta que era otra jugarreta del bromista de mi amigo.

Supuse inicialmente que era una película porno lo que estaba viendo por el hermoso culo digno de una estrella consagrada, pero, al escuchar la voz de mi amigo, que, al tiempo que propinaba un sonoro azote en una de las nalgas de la mujer, la gritaba “¡Culona!”, me di cuenta que no lo era, que Xabi estaba en ese mismo momento follando a una tía buenorra sobre su propia cama delante de la cámara de su ordenador.

  • ¡Ostias! ¡Qué joputa! ¡Se está zumbando a una piba ahora mismo y me avisa para que lo vea y me ponga la polla gorda, el muy cabrón!
  • Y ¡que culo tiene la tía! ¡Como para azotarlo y follárselo hasta hacerlo sangrar! ¡Qué puta! ¡Qué calentorra!

Como yo había hablado sin interrumpir el polvete, supuse que el volumen del ordenador de Xabi estaba apagado y no podían escucharme. Seguramente tampoco podrían verme ya que también mi amigo habría apagado el monitor del ordenador, de forma que yo pudiera ver y escuchar el folleteo sin que la tía se enterara.

Una cascada de pensamientos obscenos acudió a mi mente, sin dejar por ello de mirar fijamente el hermoso y redondo culo y cómo se agitaban las nalgas en cada embestida.

De espaldas a la cámara que la estaba filmando, estaba la buenorra de rodillas sobre la cama, cabalgando a horcajas sobre Xabi, subiendo y bajando, una y otra vez, provocando que el erecto miembro de mi amigo entrara y saliera fácilmente, emergiendo y sumergiéndose en el interior del cada vez más lubricado coño.

Observándolo excitado, empecé a grabar en mi ordenador lo que aparecía en pantalla, para, a continuación, sacarme la polla del pantalón y empecé meneármela.

¡El culo subía y bajaba, subía y bajaba, una y otra vez, desapareciendo y apareciendo la congestionada verga dentro del húmedo y dilatado coño!

Cambió la maciza el sentido de su balanceo, y ahora se movía adelante y atrás, adelante y atrás, una y otra vez. Sus blancas nalgas, macizas, redondas y erguidas, sin granos, manchas o celulitis se bamboleaban acercándose y alejándose de la cámara.

¡Adelante-atrás-adelante-atrás-adelante-atrás!

Las manos de mi amigo iban de la cintura a las caderas y de éstas a las nalgas de la buenorra, apretándolas, sobándoselas, azotándolas lascivo y gritándola al hacerlo:

  • ¡Culona! ¡Culo gordo!

El ritmo del folleteo era cada vez mayor y el de la paja que me estaba haciendo no le iba a la zaga.

¡Arriba-abajo-arriba-abajo! ¡Dentro-fuera-dentro-fuera!

Se escuchaban perfectamente los suspiros, gemidos y chillidos de los dos follando; las pelotas de mi amigo, chocando una y otra vez contra el perineo de ella; el erecto cipote restregándose por el interior de la jugosa vulva; el chirriar de la cama al aplastarse reiteradamente en el lúbrico folleteo.

El ritmo era ya frenético y la culona, más que subir y bajar, botaba incansable sobre las pelotas del joven, una y otra vez, hasta que, de pronto, Xabi la sujetó las nalgas, deteniendo sus brincos. ¡Se había corrido! ¡Se había corrido dentro del coño!

Pero no solo se corrió él, ¡también me corrí yo! ¡Era tal el ritmo del manoseo que, si no me corría, me arrancaba la polla!

Sin apartar hipnotizado la mirada de la pantalla me limpié con unos kleenex el esperma que empapaba tanto la verga como el pantalón y la camiseta que llevaba.

Permaneció la culona unos segundos montada a horcajadas, con el cipote dentro de su vagina, y, cuando se incorporó, al girarse, pude observar a escasos centímetros una lujuriosa visión de la vulva abierta chorreando semen.

Entonces la escuché decir:

  • ¿Seguro que está apagada la cámara? La lucecita todavía parpadea.

La voz me resultó extrañamente familiar, escuchando a continuación la respuesta de Xabi con su voz inconfundible.

  • Está apagada. No te preocupes. Parpadea porque está conectada a la corriente eléctrica, pero está apagado el equipo.

Evidentemente mentía y ella se lo tragaba, o hacía como si se lo tragara, como seguramente hacia lo mismo gustosa con la polla de mi amigo.

Se inclinó la mujer hacia delante, apareciendo su rostro en la pantalla. Miraba directamente a la cámara y … ¡era mi madre! ¡Mi madre!

Al verla salté aterrado y sorprendido hacia atrás, tirando la silla sobre la que estaba sentado y cayendo espatarrado de espaldas al suelo.

Me incorporé al momento y, sin mirar hacia atrás, salí corriendo de la habitación, con la polla bailoteando al aire, para que no pudiera verme.

Me detuve conmocionado en el pasillo, con el corazón latiendo a mil, a punto de infarto.

No me lo podía creer. No podía ser ella, pero … si había ido de compras. ¡No, no, seguro que no era ella, que no era mi madre! ¡Se parecía, pero no podía ser ella! ¿Cómo iba mi madre a acostarse con mi amigo, con mi mejor amigo? ¡Pero si tenía mi edad, la edad de su propio hijo!

Volviendo sobre mis pasos, escuché nuevamente gemidos y suspiros femeninos que provenían de mi ordenador.

Me atreví a meter un poco la cabeza por el hueco de la puerta y, mirando hacia la pantalla de mi monitor, pude observar el rostro arrebatado de la mujer y sus tetas desnudas debajo, balanceándose adelante y atrás.

¡Se la estaba nuevamente follando! ¡El joputa de Xabi se la estaba follando otra vez!

Pero … ¿era mi madre a la que se estaba zumbando mi amigo? Se parecía, pero ¿era realmente ella?

Dándome cuenta que no podían verme ni escucharme, me acerqué despacio y con cuidado hacia el monitor, sin dejar de observarlo fijamente, de observar el rostro a la MILF y cómo se la trajinaba nuevamente.

Miré aprehensivo la pantalla por si me pillaba observándola con la polla fuera.

Gimiendo y suspirando, la buenorra se bamboleaba adelante y atrás, al ritmo de las embestidas de mi amigo.

Debía estar ella de pie, doblada por la cintura hacia delante, y apoyándose con sus brazos en la mesa que soportaba el ordenador, mientras Xabi se la tiraba desde atrás.

Sin dejar de mirar ni un momento el polvazo, levanté la silla del suelo y me senté en ella frente al monitor, observando detenidamente el rostro de la mujer.

¡Sí… se parecía mucho a mi madre! ¡Casi juraría que era ella, aunque nunca la había visto así, follando y arrebatada como una perra en celo!

Tanto si era mi madre como si no, el morbo me venció y, excitado, mi miembro empezó a palpitar de deseo.

Como tenía todavía la polla fuera, me la cogí con la mano y empecé a meneármela observando detenidamente la cara de placer y vicio que tenía la mujer y el vaivén desordenado de sus redondas y grandes tetas, así como los suspiros y gemidos que emitía.

Al tardar Xabi en eyacular nuevamente, ralenticé mi manola para no correrme mucho antes de que él lo hiciera, pero aun así no aguanté mucho más por el morbo de ver cómo se follaba a una mujer tan parecida a mi madre.

¡Qué placer! ¡Aaaaahhhhh!

Me corrí otra vez, a lo bestia, manchando de un espeso chorro de esperma blanquecino incluso la pantalla y el teclado de mi ordenador.

No tardó mucho más en correrse mi amigo, y, cuando la desmontó, escuché el sonoro azote que la propinó en una de las nalgas de la MILF.

Al incorporarse ella, observé cómo el esperma de Xabi no solo empapaba su vulva, sino que corría chorretones por el interior de sus muslos.

Desapareciendo de la pantalla, debió irse a duchar por el ruido del agua al correr, dejando solo a Xabi que, muy sonriente, apareció su rostro en pantalla y, acercándose al micrófono, dijo en voz baja:

  • ¡Qué buena está tu madre, chaval, pero qué buena está y cómo folla! ¿Te has fijado como folla? ¡Es insaciable! ¡Como mueve el culo y las tetas al follar! ¡Increíble!

¿Mi madre? ¡El joputa decía que era mi madre, que se había follado a mi madre!

Sin dejar de sonreír, miró burlonamente a la cámara y, después de un par de segundos, continuó diciendo en voz baja.

  • Tu padre la debe tener muy desatendida, pero para eso están los amigos, ¡para follársela!

Se tomó una pausa de otro par de segundos antes de continuar:

  • Espero que te hayas hecho unas buenas pajas. El cuerpazo de tu madre lo merece.

Dejé de escuchar el ruido del agua de la ducha y, mi amigo se despidió apresuradamente.

  • Te dejo que viene.

E incorporándose, antes de desaparecer de pantalla, le vi la polla encarnada y morcillona de tanto follársela.

  • Me voy, que he dejado a mi hijo en casa.

Escuché decir a la mujer, confirmando mis más que fundadas sospechas.

¡Era ella! ¡Era mi madre a la que mi mejor amigo se había follado! ¡Mi madre! ¡Mi propia madre!

  • No tengas prisa que todavía estará estudiando.

Respondió mi amigo.

  • Tú también deberías estar estudiando.
  • Contigo aprendo mucho más y me lo paso mucho mejor.

Apareció el macizo y redondo culo de mi madre en pantalla. Alejándose pude observar que estaba completamente desnuda y, deteniéndose a un par de metros de la cámara, dejó sobre una silla la toalla con la que estaba secándose y recogió un sostén. De frente se podía observar su entrepierna apenas cubierta por una fina franja de vello púbico de color castaño claro, y, al girarse, sus enormes tetas sobresalían erguidas del cuerpo. Cogió el sostén y se lo puso, cubriéndose las tetas al tiempo que respondía.

  • Pero así no aprobarás los exámenes.
  • Los únicos exámenes que me interesan son los que hago contigo. ¿Qué nota he sacado hoy?
  • ¡Un diez!
  • ¡Regálame tus bragas como premio!
  • ¿Las coleccionas? Si ya tienes unas mías.
  • ¡Por favor, regálamelas!
  • Toma, pero guárdalas y no se las enseñes a nadie, que esto no debe saberlo nadie.

Le dijo al tiempo que le daba las bragas en la mano.

  • Gracias. Me masturbaré con ellas al recordar tu cuerpo y cómo follas.

Respondió mi amigo, que apareció en pantalla vistiendo solamente un bóxer ajustado, y recogió la prenda, mientras mi madre se ponía el vestido, colocándoselo.

Una vez vestida, mi madre pasó por delante de la cámara, desapareciendo de la pantalla, pero aun así escuché a Xabi preguntarla:

  • ¿No sabe lo nuestro tu hijo?
  • ¿Lo nuestro? ¿Qué es lo nuestro? ¿Qué me acuesto contigo?

Respondió preguntando mi madre para, después de un par de breves segundos, decir asustada:

  • ¡Estás loco! ¡Ni lo sabe ni lo sabrá nunca! ¡No lo sabrá nadie más que tú y yo! ¡Es lo que hablamos y me lo juraste! ¡Me juraste que nadie lo sabría!
  • No te preocupes que no lo sabrá nadie. Era solo una pregunta por si tu hijo sospecha algo.
  • ¡No, no! ¡No sospecha nada! ¡Y me voy que ya he estado mucho contigo!
  • ¿Cuándo la próxima vez?
  • Ya me pondré en contacto contigo, pero no te olvides que fuera de aquí solo eres el amigo de mi hijo y yo soy su madre a la que debes respetar.

Y escuché cerrar la puerta de la calle.

Poco más de un minuto después apareció en pantalla el rostro de mi amigo que, encendiendo la pantalla de su monitor, me miró directamente a la cara, y, muy sonriente, me preguntó irónico:

  • ¿Todavía estás aquí, mirón vicioso?

Preguntándome a continuación:

  • ¿Te has hecho unas buenas pajas?
  • ¡Qué cacho cabrón eres!

Le respondí gritándole, y, al escucharme, empezó a reírse a carcajadas, adquiriendo su rostro un fuerte color carmesí.

  • ¿Desde cuándo te follas a mi madre?

Con una mezcla de rabia y excitación sexual, le pregunté casi gritando.

  • ¿Desde cuándo? ¡Déjame que recuerde! ¡Ah, sí! Desde hace un par de semanas. Recuerdas aquella mañana en la que tus padres discutieron. Si no recuerdo más te pasé la grabación con los polvos que la eché y te pajeaste como un mono viéndola.
  • ¡Qué hijo puta eres!
  • ¿Pensabas que eso había sido un accidente, un momento de debilidad de tu mamaita de la que yo me aproveché y que nunca más se repetiría? Pues ya ves que no es así, que tu madrecita es un calentorra a la que la gustan las buenas pollas más que a yonqui un buen chute de heroína.
  • ¿Cuántas … cuantas veces …?
  • ¿Qué cuántas veces me la folló? ¡Jajajajaja! ¿Quieres que te cuente también los detalles? ¿Cómo me la follo, en que posturas y dónde? ¡Mira que eres vicioso! ¡Vicioso y morboso!

Se carcajeaba de mí en la cara, burlándose de mí, humillándome.

  • Déjame que eche cuentas. Dos semanas follándomela, a una media de cinco días por semana y, tres, no, cuatro, polvos por día, hacen un total de … cuarenta polvos. Y porque ella está ocupada con su niñito y no quiere que quedemos más días, que si no me la follaba todos los días y a todas horas.
  • ¡No me mientas, ostias, no me mientas! ¡Soy un hijo cornudo pero no un gilipollas! ¡No has tenido tiempo para follártela tantas veces!

Perdí los estribos y, al gritar como un poseso, hice recular a un asustado Xabi que no esperaba una reacción mía tan violenta.

  • Está bien, nene cornudo. Tranquilízate. Te diré la verdad. Es la primera vez que me la tiro desde que, hace unas dos semanas, te pase la grabación, pero seguro que lo haré muchas veces más.
  • La enseñaste la grabación que la hiciste, ¿verdad?, joputa. ¿Se la enseñaste y la amenazaste con difundirla si no se acostaba contigo?
  • Lo iba a hacer igual pero ahora tiene una buena excusa. Si no lo hace ya sabe y tú también que no miento. La cuelgo en la red y la envío a todos mis contactos, incluidos los del instituto.

En ese momento, escuché abrirse la puerta de la calle, y, cortando la comunicación, desconecté a toda prisa la aplicación, dejando también de grabar.

Intentando disimular mi turbación, hice como si estuviera estudiando, aunque estaba a punto de un infarto, cuando apareció mi madre por la puerta abierta de mi habitación y me dijo, muy tranquila y en voz baja, antes de volver a desaparecer:

  • ¡Ya estoy en casa!

Llevaba el mismo vestido que se había puesto en la casa de Xabi, lo que confirmaba todavía más que había estado con él y que se la había follado.

Además, sí que había llegado rápida desde la casa de Xabi. Aunque estaba cerca, debería haber mi madre cogido un taxi para llegar antes. ¿Habría visto el taxista que iba sin bragas bajo la falda? ¿La habría visto el coño al sentarse o al estar sentada en el taxi? Aunque lo hubiera visto, no habría podido follársela por el poco tiempo que tardó en llegar.

  • ¿Has comprado mucho, mamá?

Me salió espontáneamente la pregunta, sin ni siquiera pensármelo.

Apareció otra vez mi madre por la puerta y me respondió, mirándome fijamente muy seria:

  • ¡Nada, hijo, no sabes cómo estaba de gente, a reventar, y no había nada interesante!
  • Algo interesante habría cuando has tardado tanto.
  • ¡No, nada, así como te lo digo! ¡Tenías que haber estado allí conmigo para verlo!
  • Me lo imagino como si hubiera estado allí contigo.
  • ¡Me voy a cambiar de ropa, que estoy agotada!

Y desapareció nuevamente por el pasillo.

  • ¡Me lo imagino! ¡Bueno, siempre puedes volver a ir … de compras!
  • ¡Sí, claro! ¡Cuando lo necesite o me aburra!

La escuché decir desde su dormitorio antes de que cerrara la puerta del mismo, bajando a continuación la persiana de la ventana.

Me levanté de mi asiento y, saliendo a la terraza, me aproximé sigilosamente a la ventana del dormitorio de mis padres.

La persiana estaba bajada casi del todo, dejando solo una pequeña rendija, y, al agacharme y mirar por ella, pude ver como mi madre, de espaldas a la ventana, se quitaba el vestido.

Llevaba debajo solamente el sostén y sus redondas y erguidas nalgas se mostraban desnudas, sin nada que las cubriera, en todo su esplendor. Estaban encarnadas de los azotes que mi amigo la había propinado mientras se la follaba.

Cogiendo del armario unas nuevas bragas se las puso en un momento y, a continuación, uno de los vestidos que solía llevar en casa. Sin volverse hacia donde yo estaba, salió del dormitorio para preparar la cena.

Volví a mi habitación y, estaba tan fuera de mí, tan excitado, que ya no pude concentrarme en los estudios. Pensé sobre el chantaje que Xabi la estaba haciendo a mi madre y la forma de abortarlo, aunque finalmente acabé mirando una y otra vez la grabación que había tomado de los polvos que mi amigo había echado a mi madre.

Al poco tiempo regresó mi padre a casa, agotado, aburrido y cabreado, como siempre acostumbraba, y mi madre nos sirvió la cena, también como siempre acostumbraba, sonriente como si no hubiera puesto los cuernos a toda la familia. Todo parecía como siempre, aunque en mi cabeza bullían, como un volcán en erupción, las imágenes de mi madre follando, de su enorme culo botando con una gran polla dentro, imágenes que no me abandonaron durante muchos días.

Aquel examen lo suspendí y, sin que me sirviera de consuelo, Xabi también, aunque en el más importante, el que se folló a mi madre, ella le puso un diez.

Todavía estoy dudando si prefiero evitar que se la folle o que se la folle y me deje ver las grabaciones. Al fin y al cabo es mi amigo, mi mejor amigo.