Mi madre recibe la noticia que tanto ansiaba
Continuación de "UNAS JORNADAS EN EL CAMPO". Por fin mi madre tiene la certeza de que volverá a tener un nuevo encuentro con John Thompson.-
...
Los días iban pasando con tremenda lentitud y el otoño comenzaba a dar sus primeras señales. A mi madre se le empezaba a notar la impaciencia pues John Thompson no daba señales de vida. Las discusiones con el cerdo mi padre eran cada vez más a menudo, y este se mostraba algo más violento con ella. Ni que decir tiene que esa violencia era verbal, pues yo no permitiría que le pusiera una mano encima a mi madre, pues en ese caso yo mismo acabaría con él.
Como consecuencia del ambiente tan enrarecido, el trabajo de mi madre se había reducido notablemente, hasta el punto que creo que la falta de sexo también le estaba afectando. Quitando algún escarceo con Andrés, o alguno de nuestros encuentros incestuosos, su actividad sexual casi se había reducido a la mínima expresión. Y esto, a mi, me estaba preocupando.
Aquel día era viernes. Un viernes gris y plomizo propio de la estación en que nos encontrábamos, y, casualmente, mi padre había invitado a Andrés a tomar café después de comer, para tratar algo relacionado con la reparación de su coche. Mi padre llegó, como de costumbre, sobre las dos de la tarde, comimos y a eso de las tres y media llegó Andrés con una pequeña bandeja de dulces.
Le recibió mi madre en la puerta de la casa y yo fui tras ella, ya que mi padre se encontraba en el baño.
- Toma bomboncito, esto es para ti. - Dijo él galantemente susurrándole al oído en voz baja.
- ¡Oh!, no tenías que haberte molestado . - Dijo ella agradecida.
-Venga , alegrate un poquito mujer, llevas un tiempo muy melancólica. Te aseguro que todo va a cambiar. - Dijo él dejando un halo de incertidumbre en su última frase.
Mi padre salió en ese momento del baño.
- ¡Hombre... mi mecánico favorito! Pasa, pasa. Inés trae el café, anda. - Dijo mi padre intentando ser amable.
- Mira. - Dijo mi madre mostrandole el paquetito. - Ha traído unos dulces.
- ¡Ah...! todo un detalle, pero no hacía falta.
Pasamos al salón y mi madre, tras dejar los dulces en la mesa, se dirigió a la cocina para traer la bandeja con las tazas y el café. Mientras tanto, mi padre y Andrés comentaban los pormenores del arreglo del vehículo hasta que la conversación se fue generalizando algo más. Y fue en uno de esos momentos distendidos en que todos participábamos de la charla cuando Andrés transmitió a mi madre la buena nueva.
- Por ciento Inés, ¿recuerdas esa novela que aveces veis juntas Amparo y tu?
Mi madre le miró con extrañeza.
- Si mujer..., esa novela... "alemana...", que tanto... "os" gusta . - Dijo haciendo énfasis en las palabras entrecomilladas.
Un escalofrío recorrió la espalda de mi madre y su corazón comenzó a latir con fuerza.
- Si. ¿Que ocurre? - Dijo ella de forma expeditiva.
- Pues... conozco un secreto de la última... temporada.
Los nervios le pusieron la piel de gallina a mi madre..., y a mi, por supuesto. Mi padre, por el contrario, era totalmente ajeno a aquella suerte de mensaje subliminal. Como buen cornudo no se enteraba de nada.
- ¿Que sabes, Andrés? dímelo. - Dijo ella casi sin poder disimular la ansiedad que la embargaba.
- Debes saber... que... "Thompson ha dicho que está ansioso por tomar lo que le pertenece"** - Dijo Andrés mirándola a los ojos.
Mi madre pareció desfallecer. Apretó sus manos sobre el asiento de la silla donde se encontraba, y noté como su rostro se enrojecía ligeramente y sus ojos tomaban un brillo muy expresivo. Percibí el esfuerzo que ella hacía para controlar la emoción que sentía.
- Pues baya sorpresa que te hadado, eh Inés. Ni que te hubiese dado la combinación premiada de la lotería . - Dijo en tono jocoso el ingenuo de mi padre.
- Ya conoces a las mujeres, Pepe. Las novelas de amoríos las ponen a algunas muy, pero que muy sensibles . - Dijo Andrés para desviar la atención de mi padre, a modo de quite taurino.
- Si, menuda gilipollez. Estas mujeres están tontas con esas novelas. No dejan de sorprenderme.
- Ni que lo digas amigo, ni que lo digas. - Dijo Andrés en tono irónico.
En ese momento mi madre se levantó de la silla, recogió las tazas del café en la bandeja y salió para la cocina sin decir nada. Yo permanecí con ellos durante un momento hasta que la conversación de los dos "amigos" tomó derroteros que a mi no me interesaban, y entonces decidí ir a ver como se encontraba mi madre.
Ella estaba sentada en una silla, con la cara entre las manos y llorando.
- ¡Mamá...! - Dije sin saber que más decir, pues yo también me encontraba emocionado de alegría por ella.
Cuando me escuchó se levantó rápidamente y nos fundimos en un intenso abrazo. No había erotismo, solo alegría por la noticia.
- Andrés hijo mio... ¿tu as entendido lo mismo que yo? - Me preguntó ella, impaciente por conocer mi respuesta.
- Si mamá, te ha dado un claro mensaje. John quiere estar contigo, quiere volver a poseerte.
- Por favor, no puedo creerlo. Que nervios tengo Andrés, estoy temblando como una niña ante un regalo esperado, cariño.
-Venga, tranquilizate mamá, ahora más que nunca hay que intentar que papá no sospeche nada. Así que arregla un poco esa hermosa cara que tienes y vuelve con nosotros.
- Si si hijo. Que alegría más grande. Cuanto tiempo esperando este momento.
- Va, dejalo ya, vamos.
- Espera, espera un momento...
Mi madre cogió dos botellas de licor, me indicó que yo cogiera unos vasos y nos dirigimos al salón donde ellos seguían a lo suyo.
- Valla hombre, ahora que tengo que marcharme vienes con las copas, desde luego no das una últimamente Inés. - Dijo mi padre en tono burlón
- Bueno, pues toma una copa rapidita y ya está.
- No puedo estarme ni un minuto más. Pero tu, Andrés, no te preocupes, puedes tomarte una copa y estar el tiempo que quieras. - Dijo mi padre queriendo ser amable con su amigo, consiguiendo, de alguna manera, darle carta blanca para que se marchase cuando quisiera.
- Claro, tomaré una copa. Luego iré a mirarte eso.
-Venga , pues hasta luego.
Cuando oímos cerrarse la puerta, mi madre dio riendo suelta a su alegría. Se abrazó a Andrés y le dio un fuerte beso en la boca.
- Dime, dime Andrés, ¿quien te lo ha dicho? eh.
- Esta mañana me ha llamado tu cuñado para pedirme que te lo dijera.
- Pero... ¿porqué no me ha llamado él? Le dije que me llamara en cuento tuviera noticias.
- Ya, pero me ha dicho que John quería que estuviera tu marido delante cuando te lo dijera, así que como Salvador no puede venir, me ha pedido que te lo dijera de esa forma.
- ¡Pero que cabrón es ese John, también quiere destrozarme los nervios! - Dijo ella cariñosamente.
- Dice tu cuñado que le dijo que de esta forma aumentaría aún más tu excitación y tu lívido.
- Pues lo ha conseguido a la perfección, el muy canalla. Al principio casi me da un infarto con la incertidumbre, estando mi marido delante, y luego, conforme he pensado en la situación me he puesto cachonda perdida. He mojado hasta las bragas. - Comentó mi madre en tono jocoso.
Todos reímos liberando así la tensión de lo vivido. No cabe duda que John es un hombre especial, por eso no me extraña que mi madre halla acabado perdidamente colada por él.
Nos servimos unas copas y brindamos por lo que parecía un prometedor futuro, y continuamos charlando un poco más.
- Pero..., ¿no te ha dicho cuando quiere que nos veamos?
- No. Imagino que eso se lo tendrás que preguntar a tu cuñado, él suele estar más en contacto con John que nosotros.
- Bueno, sabiendo que pronto estaré con él, me quedo más tranquila. - Dijo mi madre volviendo a levantar su copa.
- Bien Inés, como mensajero creo que me merezco algo... ¿no crees? - Dijo Andrés pícaramente.
- ¡Mmmm...! pues claro que te lo mereces, corazón. Me has dado la mejor noticia que me han dado en mucho tiempo. - Dijo ella con gesto mimoso.
- Está bien... iré a mi habitación... Divertíos. - Dije yo resignado, viendo el cariz que tomaba en asunto.
Una vez terminamos las copas, mi madre le cogió de la mano y tiró de él en dirección a su habitación. Yo los seguí pero me quedé en la cocina donde dejé los vasos, y esperé, naturalmente, a que mi madre dejara la puerta entreabierta para permitirme disfrutar viéndola follar.
Al cabo de un instante me asomé y pude ver como mi madre abrazaba a su amante apasionadamente. Sus bocas estaban unidas en un largo beso en el que las lenguas jugaban entre sí pringadas de abundante saliva que impregnaba sus barbillas. Sus manos recorrían todos los rincones de sus cuerpos, aún vestidos. Andrés tenía una de sus manos metidas por debajo del vestido y seguramente acariciaba la entre pierna de mi madre. Ella no se quedaba atrás, pues con otra de sus manos frotaba ansiosamente el bulto que se adivinaba en los pantalones de él.
-¡Oh... cariño, como tienes la polla...! Espera, quiero comértela. - Oí decir a mi madre con voz sensual.
Ella se sentó en la cama y él se puso delante. Mi madre, con mano nerviosa, desabrochó los pantalones de Andrés y tiró de ellos hacia abajo, y haciendo lo mismo con los calzoncillos liberó aquella formidable polla que desafiante, palpitaba a la altura de la cara de mi madre. Ella la miró lasciva y amorosamente, y tomando su polla en sus manos comenzó a acariciarla suavemente. No dejó ningún rincón sin sobar, incluidos sus cojones que colgaban como bolas de navidad.
- ¡Que polla más bonita tienes, mi amor! ¡Como me gusta...! - Dijo ella alabando lo bien formada y proporcionada que la tiene.
Luego comenzó a besarla con ternura. Primero la punta, posando sus labios sobre la salida de la uretra, luego siguió besando suavemente el gordo capullo, para luego continuar haciendo lo mismo a lo largo del tronco macizo, hasta llegar a los huevos, que tras dar un beso a cada uno, comenzó a lamerlos como si fueran bolas de caramelo, para terminar metiéndoselos en la boca y chuparlos suavemente.
Siguió chupándole la polla recorriendo con su lengua todo el glande mientras con una de sus manos masturbaba lentamente la parte del nabo que quedaba fuera. Andrés disfrutaba de aquella mamada en la que mi madre se estaba tomando su tiempo. Ella es una mujer agradecida y sabe que lo que más le gusta a un hombre es que le mamen la polla. Él acariciaba su cara y su pelo agradecido por el magnífico trabajo que mi madre le estaba haciendo. Su polla había alcanzado un tamaño y grosor considerable. Yo creo, sin temor a equivocarme, que el aparato de Andrés debía medir al rededor de los 20 cm., más de lo necesario para hacer feliz a mi madre. Así que era normal que ella tomara aquella polla con ganas.
Andrés no se estaba quieto. Mientras mi madre se afanaba en darle gusto con su polla en la boca, él se entretuvo en tocarle las tetas metiendo sus manos por el escote de la blusa. Poco a poco, Andrés fue desabrochando los botones de su blusa y consiguió dejar las tetas de mi madre al aire, pero aún con el sujetador puesto. Cuando consiguió quitarle la prenda, ella dejó de mamarla para dirigirla hasta su pecho y colocarla entre sus dos melones, abrazándola con ellas y haciéndole una formidable paja cubana.
Fue tanto el empeño que mi madre puso en aquellos trabajos "pecho-bucales", que la excitación de Andrés llegó a tal extremo que no pudo aguantarlo y comenzó soltar chorros de leche que impactaron íntegramente en la cara de mi madre. Esto provocó la hilaridad de ella que rió divertida.
- ¡Oh cariño..., gracias por tu crema. Me viene muy bien para el cutis! - Dijo mi madre divertida.
- ¡Aún no ha acabado, puta. Tengo más leche para ti! - Dijo Andrés, sabedor que las palabras obscenas la excitan.
- ¡Si cielito, quiero más de tu leche... mmmhh... me encanta!
Mi madre restregó el semen por toda su cara y luego se lamió los dedos. Andrés aprovechó el momento para terminar de desnudarse y hacer lo mismo con ella. Una vez desnudos se tumbaron abrazados en la cama y comenzaron a besarse y a acariciarse como adolescentes enamorados. Yo les miraba y me sentía feliz viendo disfrutar a mi madre.
Andrés tomó esta vez la iniciativa, y colocandola de la mejor manera, metió su cabeza entre las piernas de mi madre y comenzó a comerle el coño. Mordía ligeramente los labios mayores y lamía toda su raja como si estuviese muerto de hambre.
Esto a mi madre debió gustarle pues reía mientras intentaba aguantar el ímpetu de su amante sujetándole la cabeza con las manos y cerrando sus piernas contra él mientras se retorcía en la cama.
Cuando el juego terminó él comenzó a lamerle el chocho más en serio, es decir, lamiendo suavemente su empapada raja y entreteniéndose especialmente en su clítoris excitado, haciendo que mi madre comenzara sentir esos anhelados orgasmos que a ella tanto enloquecen.
Mi madre se retorcía muerta de gusto, enrollando entre sus piernas temblorosas la cabeza de Andrés que seguía afanoso comiéndose el coño de mi progenitora haciéndola enloquecer de placer.
- ¡Basta, basta glotón... Follameeee, follame yaaaa, cabronazo! - Gritó mi madre con desesperación.
Andrés, que no llegó a perder la erección del todo, ya estaba nuevamente dispuesto para cubrir a su hembra, se colocó sobre ella y fue metiendo lentamente su polla dentro del coño de mi madre haciéndola gemir de gusto.
- ¡Oh siiii...! ¡Que gustooooo! ¡Así Andrés, follame como tu sabes hacerlo, cariñoooo...!
Mi madre crispó las manos sobre las nalgas de él y le animó a que aumentara el ritmo de la follada. Él Comprendió en seguida que mi madre estaba desatada y comenzó a bombear su pistón con fuerza. Andrés golpeaba impetuosamente haciendo que mi madre sintiera en lo más hondo de sus entrañas la fuerza poderosa de su polla, haciendo que ella gritara de placer.
Así se la estuvo follando durante un largo rato, provocandole una cadena de orgasmos encadenados que hicieron que mi madre entrara en un estado de ligera catalepsia, sumida entre convulsiones y temblores.
Creo que cuando mi madre entra en ese estado, todo su ser entra en un plano espiritual de inmenso placer y felicidad, pues sé que a ese estado es donde quiere que la lleven sus amantes. Para decirlo de otra manera. Es como si estuviese bajo los efectos de una potente droga, que para mi madre es "el sexo".
Cuando Andrés vio a mi madre en ese estado, paró lentamente de follarla y se acostó a su lado. Ella permanecía de la misma postura, temblando estremecida, y pude ver como de su coño salía un fino hilo de lo que parecía un liquido viscoso e incoloro que supongo que para una mujer es lo más parecido a eyacular.
Luego se fue relajando y recobrando la respiración normal. Andrés la miraba sonriente pero a la vez sorprendido, pues nunca había visto a mi madre en aquel estado.
Imagino que saber que pronto se vería con John Thompson la había sobre excitado extraordinariamente, pues yo tampoco la había visto de esa manera. He de reconocer que durante un instante sentí algo de miedo pues no sabía exactamente lo que estaba pasando, pero cuando la vi recuperarse me sentí feliz de haber presenciado como mi madre entraba en éxtasis.
Mi madre se volvió hacia él y le abrazó y le besó en agradecimiento.
-¡Ohhh... cariño..., como me has follado esta vez... No tengo palabras..., ha sido maravilloso! - Dijo ella con la voz entrecortada.
Pero el asunto aún no se había terminado. Andrés hizo que se colocara a cuatro patas, como una perra, que es como a mi me gusta verla, con sus tetas colgando, y colocándose tras ella se la volvió a meter en el coño. Así se la estuvo follando otro buen rato durante el cual mi madre también consiguió sus ansiados orgasmos, aunque no con la intensidad de los anteriores.
Al final se tumbaron de lado, frente a frente, abrazados. Ella echó su pierna izquierda sobre las caderas de él, quien buscó con su polla el divino agujero de mi madre y volvió a metersela. Esta vez todo fue más sosegado.
Mi madre deseaba que Andrés disfrutara follándole el coño y así fue. Al cabo de un rato él comenzó a jadear y a hacer más intensa las penetraciones hasta que por su bufidos comprendí que le había llenado el chocho con otra buena oleada de semen.
Cuando le sacó la polla del coño, mi madre se lanzó desesperada sobre ella y comenzó a chuparla y a lamerla con mucha ternura, recogiendo con su lengua los restos de fluidos que la impregnaba. Luego ambos se tumbaron jadeantes y relajados durante un buen rato.
Yo, por mi parte, no pude hacer otra cosa que terminar mis tocamientos terminado con una formidable paja en honor de la puta de mi madre, mientras ellos se vestían.
- A sido estupendo Inés. Hacía tiempo que no echaba un polvo tan bueno. Veo que la noticia te ha puesto muy cachonda, eh... - Dijo él visiblemente satisfecho.
- Si Andrés, estaba muy ansiosa por tener noticias de John, y por fin le voy a ver de nuevo. No sabes cuento le necesito. - Dijo ella visiblemente emocionada.
- Me preocupa oírte hablar así. Parece que te has enamorado de ese hombre. - Dijo Andrés en tono interrogante.
- Bueno, algo parecido, pero no temas cariño, no os voy a dejar a ninguno de vosotros. Ya me casé una vez y no volveré a hacerlo ni a comprometerme jamás. Quiero ser libre para gozar de los placeres de la vida. - Dijo mi madre como haciendo una declaración de principios.
- Haber si es verdad lo que dices. Sería una pena perderte. - Deseó Andrés.
- ¿No has hablado con mi cuñado Salvador? Vosotros esteréis hay para vigilar. Yo solo quiero trabajar para John, nada más. Pero la verdad, Andrés... es que me gusta mucho ese hombre.
- Ya. En fin, iré a arreglar el coche a tu marido. - Dijo él al tiempo que miraba el reloj.
- Si, no sea que le de un infarto a ese cabrón por ir andando. - Contestó ella irónicamente.
- ¡Joder Inés, si son ya casi las siete, que tarde se nos ha hecho! - Dijo marchándose a toda prisa.
A los cinco minutos entró mi padre por la puerta.
- ¿Inés...! - Llamó mi padre en un tono algo extraño.
Mi madre, que había entrado en el aseo con la intención de darse un baño, salió rápidamente ante el modo imperativo de la llamada.
- ¿Pepe...? ¡Que pronto has llegado! ¿Ha pasado algo?
- No. Simplemente que he terminado antes de lo habitual. - Dijo él en tono serio. - Estás sudorosa ¿que has estado haciendo? - Interrogó.
- ¡Ehhh... He estado haciendo ejercicio, nada más! - Dijo ella sorprendida por la pregunta.
- Acabo de cruzarme con Andrés abajo en el portal. ¿Es que se ha marchado ahora?
- Mm..., no, no. Se fue al poco de marcharte tu..., perooo... ha vuelto porque al ir a por el coche se ha dado cuenta que no se llevó las llaves, así que ha venido a por ellas. - Justificó mi madre ligeramente sofocada.
Suerte que el ejercicio físico podía justificar el tono rosado de sus mejillas, fruto del momento de apuro que estaba pasando.
- Ya. Bien, él solo me ha comentado que se le había olvidado algo, ya podía haberme dicho que eran las llaves. - Dijo él dando por buenas las explicaciones.
- Bueno prepara la cena que quiero acostarme pronto. Mañana he de madrugar.
- Si..., si no te importa me doy una ducha y en seguida te preparo la cena, eh. - Contestó mi madre algo más tranquila.
Mi padre entró en su habitación para ponerse cómodo, y como buen cornudo no deparó en lo revuelta que estaba su cama... Continuará...