Mi madre para mi solo
Por un viaje de trabajo, consigo pasar una noche con mi madre en la que se convierte en mi mejor amante.
Al día siguiente de haber protagonizado el espectáculo, (Ver relato “Los strepteases de mamá), nos pusimos a trabajar duramente en el acondicionamiento del local para instalar la tienda de ropa que nos iba a permitir subsistir.
Blanca, nuestra madre, reaccionó fabulosamente al reto de comprar prendas de calidad a bajo coste, lo que nos permitiría obtener un importante margen de beneficios a pesar de la crisis.
Edu, mi hermano, se había quedado un poco descolocado, supongo que por tener que realizar aquel espectáculo con mamá, y conmigo, y eso le había hecho desperdigarse un poco del trabajo en la tienda, dando prioridad a sus estudios y asuntos propios.
Por mi parte, buscaba cualquier momento para poder estar a solas con mamá, y deseaba poder repetir lo que habíamos hecho la otra noche, sólo que ahora que fuera a solas, sin miradas de terceros y sobre todo, sin la participación de Edu.
Una semana después teníamos casi toda la tienda montada, tan sólo a falta de conseguir más género. Supimos que un proveedor vendía a crédito, por lo que vimos una oportunidad buena para poder llevar mercancía y poder pagar una vez vendida.
Aquello implicaba que teníamos que hacer un viaje. Deberíamos desplazarnos a 500 kilómetros de distancia, por lo que deberíamos hacer noche allí.
Como Edu no hizo intención alguna de venir con nosotros, vi la oportunidad de poder estar a solas a mamá. Desde que pasó aquello, se había convertido en un pequeño tabú, y no había vuelto a salir la conversación. No habíamos hablado de lo que hicimos para conseguir los 12.000 euros. Ella era fuerte, y sabía que no le había causado ningún trauma, aunque tenía serias dudas que le hubiera gustado.
Saldríamos al día siguiente por la mañana temprano. No quise sacar el tema de donde habíamos sacado el dinero, temiendo que mi madre tuviera alguna reacción adversa y terminase por decidir que iría sola al viaje. Serían unas 6 ó 7 horas de viaje. Llegaríamos al lugar e iríamos directamente a la fábrica dónde nos esperaba el empresario, con ganas de colocar su ropa.
Nada más llegar fuimos a comer. Después, por la tarde, nos acercamos a la fábrica, donde sin dificultad eligió varios lotes de ropa, firmó el albarán y el encargado quedó en enviárnoslo al día siguiente. Si todo iba normal, a mediados de la semana siguiente, podríamos abrir la tienda.
Era media tarde y habíamos terminado todo lo que debíamos hacer en aquella ciudad, por lo que nos dirigimos al hotel. Habíamos reservado solo una habitación, doble, pero solo una.
El hotel era de una cadena importante, pero la sorpresa fue que aunque había dos camas, estas estaban juntas. Mamá no hizo comentarios y se comportó con naturalidad.
- Voy a ducharme yo primero que tardaré un poco más, y después, mientras me visto para salir a cenar, te duchas tú.
Asentí. De inmediato se metió en el baño y cerró la puerta. Yo saqué la ropa y la dejé preparada a la vez que ponía la televisión, para hacer un poco de tiempo.
No tardó demasiado. A los pocos minutos salió con tan solo una toalla enrollada al cuerpo desde la parte alta de sus pechos hasta la mitad de sus muslos.
No pude evitar imaginarla desnuda como aquel día, como aquellas noches en la que se quedaba con tan solo un pequeño tanga y unas pegatinas con forma de corazón en sus pezones.
Me introduje en el baño antes que mi madre notase que mi bulto del pantalón era superior al de costumbre. Abrí el grifo del agua y empecé a ducharme. Me vino bien, y decidí terminar con agua fría para evitar salir con un calentón.
Hice lo propio, saliendo del baño con una toalla enrollada a mi cintura. Mi madre ya estaba vestida y se estaba maquillando. Se había puesto una falda corta con unos leggins. Estaba realmente guapa.
Salimos a la calle. Era aún pronto para ir al restaurante, por lo que decidimos pasear hasta la hora de cenar. Decidí que era el momento de entrar a mi madre sobre lo que había sucedido días atrás, en el que por dinero, mantuvo una relación incestuosa con sus dos hijos. Necesitaba saber qué pensaba y qué pasaba por su cabeza.
- Mamá. Respecto a lo que pasó aquel día. ¿Cómo te sientes? ¿Te ha quedado algún trauma? ¿Te gustó?.....
Se tomó su tiempo antes de contestar, pero no se escondió ante las preguntas que le había hecho.
- Alberto. Aquello sucedió y se terminó. Siento que tuvierais que pasar por eso, pero era mucho dinero, nuestra posibilidad de tener una vida mejor. No me ha quedado ningún trauma y sobre si me gustó, pues te diré que no experimenté placer, aunque extrañamente no me sentí incómoda con vosotros, ni con la gente que nos miraba. Fue sólo un trabajo.
- Mi hermano y yo si lo disfrutamos. ¿Te diste cuenta?
- Claro. Hombres y mujeres reaccionamos a los estímulos. Yo también me excité, pero fue por un acto mecánico. Estaba con dos machos y vosotros con una hembra.
- Pero mamá.......... Yo sentí..............
- Alberto, déjalo ya. Demos por finalizada esta conversación.
Fue bastante clara en su exposición y me dejó sin argumentos para intentar sonsacarla más. Si había sentido algo más, como me sucedió a mi, se lo callaba y conociéndola, sería imposible sacarle más información.
Entramos en un restaurante a cenar. Me quedé algo decaído al ver que mi madre no reaccionó al tema que había sacado, zanjando la conversación bruscamente.
Terminamos de cenar y decidimos irnos a la habitación. No era tarde, pero el madrugón y el ajetreo del día hacía que estuviésemos cansados.
Mi madre entró en el baño, mientras yo me ponía el pijama para dormir. A los pocos minutos salió y buscó entre la ropa de viaje y sacó un camisón negro, de raso. Se puso de espaldas a mi y se desnudó. Pude ver su espalda y el trasero, sólo tapado levemente por su pequeño tanga blanco. Tomó el camisón y se metió en la cama.
Zapeamos un poco mientras decidíamos qué veíamos antes de quedarnos dormidos. Por mi parte, consideraba una considerable pérdida de tiempo el haber venido con ella y no conseguir nada.
Quería disfrutar de mi madre, pero estaba atado de pies y manos al no darme la posibilidad de intentar algo. Mamá manejaba el mando de la tele que se detuvo en uno de esos programas de cotilleo en el que destripan dialécticamente a algún famoso.
Nos callamos y permanecimos así durante unos cinco minutos. No sabía si mi madre se había dormido, por lo que me acerqué a ella para observar sus ojos. Al darse cuenta que mi cabeza estaba encima de la suya me miró.
- ¿Qué te pasa? – Preguntó sonriendo.
- Nada, no sabía si estabas dormida.
Siguió dibujando una sonrisa en su boca mientras volvía a dirigir su mirada a la televisión. Se le notaba contenta. Tal vez era el momento....
- Ahora o nunca. – Pensé
De nuevo volví a situar mi cabeza sobre la suya y de nuevo volvió a mirarme, sólo que ahora casi reía a carcajadas.
- ¿Qué te pasa? ¿Qué quieres?
- A ti – Respondí mientras le tapaba los labios con los míos.
Quedó sorprendida, parada, con los ojos abiertos como platos, pero sin decir nada. Cuando iba a hacerlo volví a apoyar mis labios, esta vez introduciendo la punta de la lengua en su boca.
- ¿Qué estás haciendo? – Volvió a preguntar.
Mi respuesta fue aún más contundente metiendo la lengua hasta el fondo de su garganta. Sus manos estaban colocadas sobre la almohada, como si la hubiesen asaltado, y eso no era del todo mentira, ya que me había lanzado a por ella sin previo aviso.
Aparté mi boca unos centímetros y vi que respiraba agitadamente. Me miraba, pero no pronunciaba palabra, sólo la veía jadear.
Contemplé su cuerpo, cubierto por el camisón. Sus pezones se marcaban como chinchetas sobre él. Ella seguía mirándome impasible, sin moverse.
No sabía si me reprobaba o si me invitaba a seguir. Seguramente tampoco ella conocía la respuesta. Antes que se enfriase mi impulso llevé mi pulgar a uno de sus pezones y comencé a frotarlo sobre el tupido camisón.
Noté que se estremecía e hincó la cabeza en la almohada a la vez que cerraba los ojos.
- Alberto ¡¡¡ Esto no está bien. – Espetó con poca convicción.
Proseguí mi fugaz ataque desarropándola por completo, tirando hacia abajo el edredón de la cama y poniéndome muy próximo a ella.
Observé sus piernas, que me parecían mucho más bonitas ahora, que las tenía junto a mi, en una situación sublime. Ella, avergonzada, supongo, por la situación, las mantenía juntas.
Noté que empezaba a temblar. Sabía que no era por el frío puesto que la temperatura era agradable. Sus pezones cada vez estaban más desafiantes, por lo que volví a besarla y a tocarlos levemente.
Fue el primer momento en que ella echó sus brazos hacia mi, rodeando el cuello y me besó. En ese momento supe que mamá ya no se echaría para atrás.
Mis manos palpaban sus senos mientras que ella comenzó a desabrocharme el pijama hasta dejar mi torso desnudo. El pantalón me lo quité yo mismo.
Bajé la mano hasta sus muslos y poco a poco fui levantando el camisón hasta que este le llegó a la cintura, dejado al descubierto el lado izquierdo de sus braguitas. Después hice lo mismo por el costado derecho, subiéndolo hasta el ombligo.
Pasó la mano por encima de mi bóxer y yo hice lo propio con su tanga. Enseguida noté la hendidura de su vagina, que se marcaba por debajo de la prenda íntima.
Nuestras bocas seguían buscándose, pero fue Blanca quien me apartó de ella para de una vez por todas, sacar su camisón por encima de su cabeza. De inmediato, me volqué sobre sus pechos. Los lamí, besé y asentí pequeños mordisquitos.
Hizo que me colocase encima de ella, apretando mi cabeza para que no soltase sus pezones. Era lo último que querría haber hecho en aquellos momentos.
Nuestros sexos se frotaban protegidos por nuestras prendas íntimas. Para esos momentos, yo tenía una erección importante.
Me aparté y procedí a quitarle el tanga a mamá. Lo hice rápidamente, con torpeza, por los nervios que me invadían en aquella situación. Ella no fue mucho más hábil al quitarme el bóxer, por lo que tuve que ayudarla.
- Hijo. Hace mucho tiempo que no estoy con un hombre. Los tres últimos meses antes de morir tu padre ya no hicimos nada, y ahora hará otros tres que falleció. En total casi medio año sin mantener relaciones con nadie.
- Te equivocas mamá. Recuerda que hace un par de semanas las tuviste con mi hermano y conmigo.
- Eso no cuenta, hijo. Fue una especie de prostitución. No disfruté. Esto es distinto.
Me animó a seguir. Ambos estábamos desnudos. Abrí sus piernas y me tumbé en la parte baja de la cama, apoyando mi cara entre sus muslos. Mi boca comenzó a saborear las humedades que emanaban de su sexo, a la vez que con mi lengua movía su clítolis.
Inició una serie de suaves gritos acompañados de jadeos. Tuve una sensación rara, ya que jamás había oído ruidos en casa de ese tipo. Me hizo sentir bien, me envalentonaba a la vez que seguía jugando con ella.
Se movía en la cama, casi tomando posturas de contorsionista. Veía como sus manos se aferraban a la almohada como si estuviera presa en ella, pero con total libertad de movimiento. Su cabeza, su cuerpo se movían convulsivamente, como una loca, hasta que su fuerte grito dio el pitido final a aquel super orgasmo. Apartó mi cara de su entrepierna, se relajó cubriendo la mitad de su cuerpo con la sábana.
Mi madre había llegado al climax, pero yo no. Temía que no quisiera seguir, que le viniera un ataque de moralidad que me dejase sin poseerla, por ello, no tardé en volver a acercarme a ella e intentar besarla. Sin duda era la prueba de fuego.
Al acercar mis labios a los suyos apartó los labios y los recibió su mejilla. Temí lo peor, pero después de dos o tres besos, volvió a acercar su boca a la mía.
- Tú también tienes derecho – Se autorecriminó.
De inmediato, se colocó entre mis piernas, apoyada, de rodillas y empezó a acariciar mi miembro. Primero con la mano y después lo llevó a su boca.
Estaba tan caliente que sabía que no iba a aguantar mucho. Me relajé mientras ella manejaba mi pene como si lo hubiera poseído toda la vida, como si hubiera sido su pareja durante años.
Lo metió en su boca y lo absorbió con fuerza. Lo hizo unas cuantas veces y enseguida descargué en su boca. Era brutal. Ninguna de mis amigas me había hecho nunca una felación como la de mi madre.
Nos abrazamos. Me dirigí a su cama y juntamos nuestros cuerpos. Estábamos agotados. El día había sido duro y largo, aunque el final fuese magnífico e insuperable para mi. Jamás habría imaginado aquello ni en mis mejores sueños, y eso que antes de iniciar al viaje, albergaba alguna esperanza de que aquello hubiera sucedido.
Despertamos cuando el sol empezaba a entrar por la ventana. Miré el reloj. Eran las 7,30 de la mañana. Teníamos tiempo aún, ya que el hotel no debíamos abandonarlo hasta las 12.
Noté que mamá remoloneaba en la cama, junto a mi. Habíamos dormido juntos y nuestros cuerpos permanecían pegados aún.
Estaba tapada hasta los hombros, pero al darle un beso de buenos días en los labios, sonrió.
Aquella sonrisa me dio muchas pistas. La primera era que no se arrepentía de nada de lo que había pasado aquella noche. Mi madre no era persona que lamentase las decisiones que tomaba, pero aquello era distinto, por lo que me hizo sentir bien.
- ¿Me das un beso? – Preguntó con voz tontorrona.
La besé en los labios a la vez que mi mano se deslizaba por su cuerpo desnudo hasta llegar a su sexo.
- ¿Qué pasa? ¿No tuviste bastante anoche? – Volvió a insinuar de manera morbosa.
- Pues si, anoche tuve bastante, pero ahora tengo ganas de más.
- ¿Sabes? A mi también me apetece....
Aunque me gustaba aquella voz erótica e insinuante, no reconocía a mi madre. Sus manos se acercaron a mi pene, que ya estaba erecto.
- Vaya con mi niño¡¡¡ Está de nuevo con su pistola cargada – Dijo ironizando.
Mi dedo empezó a jugar con su clítolis. Lo movía mientras que mi boca se dirigió a sus pechos. Noté que empezaba a humedecerse y fue el momento en que lo introduje en su vagina.
Lo sacaba y lo metía mientras ella aumentaba la frecuencia de su respiración. El dedo corazón, fue acompañado por el índice y después por el anular. Tres dedos entraban y salían.
Ella, por su parte, seguía moviéndome el miembro. Sabía que si no paraba pronto, terminaría por eyacular en su mano y lo que quería era montarla, probar su sexo, catar su vagina.
Con bruscos movimientos, volví a sacar toda la ropa de cama que llevábamos encima y quedamos igual que la noche anterior. Frente a frente, desnudos y apoyados nuestros cuerpos el uno en el otro.
Abrió ligeramente sus piernas para que me situase entre ellas. Tomó mi miembro y lo llevó hasta la entrada de su vagina. Con un leve empujón quedó dentro.
Mamá cerró sus piernas sobre mi cintura mientras yo intentaba cabalgar sobre ella. Me apretaba con fuerza por lo que los movimientos los hacía con mi cuerpo, sin apenas sacar mi pene.
- Sigue, hijo, sigue¡¡¡¡¡¡¡
No hacía falta que me animase. Estaba a punto de tener un orgasmo brutal. Quería correrme dentro de mamá, aunque sabía las consecuencias que aquello podía tener.
- Mamá. Voy a correrme ¡¡¡¡ Déjame salir¡¡¡ – Pedí casi implorando y temiendo que mi semen se vertiese dentro de ella y tuviese un hijo – hermano.
Mi madre estaba como loca e hizo caso omiso a mi petición. Seguía moviéndose como una pervertida, sin soltar sus piernas, que se cruzaban sobre mi cintura.
- Mamá¡¡ Por favor¡¡¡ Déjame salir¡¡¡¡
Fue inútil. Quedé clavado dentro de ella. Mis manos, que hasta entonces se flexionaban sobre el colchón para mantener una pequeña distancia con el cuerpo de Blanca se desvanecieron y nuestros pechos se juntaron.
- Lo siento. Te pedí que me dejaras salir.
- No te preocupes. Una mujer de mi edad no se va a quedar embarazada por un polvo. En los sucesivo, empezaré a tomar la píldora. Me gusta sentir tu leche en mi coño. Eres mi hijo¡¡¡ Eres mi hombre¡¡¡
Descansamos un poco antes de levantarnos definitivamente, ducharnos y vestirnos para marcharnos de nuevo a nuestra ciudad.
Sin duda, el viaje había sido muy productivo, y no sólo por las compras para la tienda.