Mi madre, mi raquítico y famélico primo. y yo

Filial, exhibicionismo, voyeur, fetichismo lencería, etc.

A mis 19 años, estudiante, compartiendo domicilio con mi madre, Lorena, una mujer de 46 años, separada, y con un carácter dulce y maternal extremado, mi vida no podría transcurrir de forma más sosegada.

Todo cambio con el inicio de la pandemia. Mi madre, funcionaria, comenzó a “tele trabajar” desde nuestro domicilio, mientras que yo debí intercalar las clases presenciales de la universidad con las no presenciales.

Hasta ahí, todo normal. No obstante, con la escalada de la pandemia, mis tíos, ambos enfermeros, temiendo acabar contagiados, acordaron con mi madre mandar a su hijo a nuestra casa, en espera de tiempos mejores.

Luis, que así se llamaba mi primo, de 18 años, sumamente delgado y de escasa estatura, 1,65 centímetros, mostraba un aspecto lamentable para su edad.

Rostro cubierto de acné adolescente, gafas que le conferían el clásico aspecto de buen estudiante, y cara de no haber roto un plato en su vida.

El carácter de mi primo no podría ser más acorde con su aspecto. Retraído, apocado, lejos de provocar la mínima molestia en nuestra casa, se adaptó a la rutina familiar de forma prodigiosa.

Así, llego a resultarme lo más normal de mundo ver a mi madre, una señora de caderas algo anchas, abundante pecho, de 1,75 de estatura, y pelo castaño hasta los hombros, sentada en el sofá junto a él, viendo telenovelas románticas y hasta comentarlas de la forma más ridícula.

Transcurrió un mes sin que nada especial hubiera ocurrido, todo lo contrario, ya que, la presencia de Luis en nuestra casa, terminó siendo para mi tan normal como la de la lámpara del salón.

Un día, creyendo que tenía clase presencial en la universidad, me despedí de ellos para dirigirme a la misma.

-          ¿A qué hora volverás hoy? –Preguntó mi madre de forma rutinaria-

-          A las dos de la tarde o un poco mas tarde. Hoy son prácticas. –Contesté-

-          Ahh, vale. Es por preparar la comida a tiempo, si ves que vas a regresar antes llámame por teléfono para que esté terminada cuando regreses.

Una vez en la universidad, y gracias a mis compañeros, descubrí que en realidad terminaba a las 12, pero olvidé llamar a mi madre para avisarla. De tomas formas tampoco pasaba nada por regresar más temprano a casa.

Me presenté en casa sobre las 12,30. Obviamente tenia llave de entrada, siendo innecesario que llamara a la puerta.

Entré en casa de forma natural, es decir, sin evitar hacer ruido, pero sin dar portazos o hacer sonidos estridentes innecesarios.

Escuché la televisión. El volumen estaba más alto de lo normal, e imaginé que por eso no me habían escuchado entrar, ya que no salieron a recibirme.

Me dirigí por el pasillo hasta la puerta del salón, donde creí que los encontraría de la forma acostumbrada a esas horas, ella con el ordenador tele trabajando, y Luis viendo en la televisión cualquier sandez.

Apenas fueron unos segundos, en los que me quedé boquiabierto, aturdido, embobado, y sin poder reaccionar, pero los suficientes para poder recordar aquella visión como si de una fotografía se tratase.

De perfil a mi posición, los vi abrazados en un lateral del salón. Mi madre, más alta y voluminosa que mi primo, se encontraba con los ojos cerrados y la cabeza inclinada besándole en la boca, mientras que éste, compensaba su baja estatura poniéndose de puntillas.

El beso era tan anti natural entre tía y sobrino como para dejar claro lo que estaba presenciando. Se trataba de un beso tan obsceno como no dejar espacio a la duda sobre si trataba de una muestra de cariño.

Pero aquello no era lo “peor”, y, aunque solo se trataron de unos segundos, -que a mí me parecieron eternos-, pude ver que, Luis, alzando el vestido de mi madre con una mano, tenía la otra encajada bajo sus blancas braguitas, sobándole el coño como si no existiera un mañana.

Mi madre gemía de forma lasciva, sin mostrar la más mínima intención de impedir las obscenas caricias de su sobrino.

Algún ruido tuve que hacer, siendo mi primo el primero en abrir los ojos. Al borde de un infarto, y sumamente aterrorizado, deshizo el abrazo con mi madre a toda prisa.

Lo vi tan atolondrado y nervioso como para no poder articular palabra, pero con la picardía suficiente para intentar ocultar el abultamiento de su pantalón con las mismas manos con las que poco antes había sobado a mi madre.

Mi madre, con rostro convulsionado, y mientras intentaba adecentarse el vestido, apenas pudo balbucir un: ¡ahh!, ¿ya estás aquí?, pretendiendo actuar como si no hubiera sucedido nada anormal .

Ni que decir tiene, que ambos sabían perfectamente que los había sorprendido con las manos en la masa, y, que, un “no es lo que estas pensado” hubiera sido completamente ridículo.

Aun así, aprovecharon mi desconcierto para intentar desviar mi atención.

-          ¿Es que ha pasado algo? ¿Cómo has venido tan pronto? –Preguntó mi madre sin atreverse a mirarme a la cara-

-          Es que me he equivocado…. –Balbucí, tan nervioso o mas que ella-

-          Ja, ja, ja. ¡Que despistado eres hijo mío! ¡Cualquier día pierdes la cabeza! –El tono de voz delataba su nerviosismo -

Puede parecer disparatado este comportamiento, pero…. ¿Qué otra cosa podíamos hacer? Yo no era un marido engañado, ¿debería mostrarme celoso y montar un escándalo? Mi madre estaba separada y podía hacer lo que quisiera. Que jamás hubiera sospechado que fuera capaz de algo así con su propio sobrino, y más, cuando la diferencia de edad o el aspecto desgarbado y desvalido de éste, lo hicieran insospechable, era una cosa, pero…. ¿hasta que punto podía yo meterme en la vida sexual de mi madre por disparatada o impropia que pudiera parecerme? Por ridículo e infantil que pudiera parecer el aspecto de Luis, era mayor de edad.

El “pobre” Luis, bastante tenía con no sufrir un ataque cardiaco, y difícilmente hubiera estado en condiciones de intentar dar una explicación sin ponerse a llorar.

Mi madre, por su parte, optó por la única salida posible, actuar como si no hubiera pasado nada y fingir que desconocía que los había sorprendido metiéndose mano.

Darme explicaciones de lo sucedido hubiera sido tan embarazoso como haber el sido sorprendida.

Mi primo acabo huyendo a su habitación, evitando pasar demasiado cerca de mí y con cara de temer que pudiera arrancarle la cabeza de un guantazo.

Mi madre, por su parte, se dirigió a la cocina con la cabeza agachada y terminando de adecentarse el vestido.

Me quedé en el salón completamente anonadado y tratando de asimilar lo que acabada de presenciar.

Jamás hubiera imaginado sorprender a mi madre gimiendo de placer abrazada con otra persona, por lo que, haberla pillado con mi escuálido y famélico primo, cuyo rostro cubierto de granos adolescentes, me había provocado hilaridad hasta entonces, fue un golpe demoledor.

No podía quitarme aquella imagen de la cabeza. Besándose en la boca de forma apasionada, mi primo de puntillas para compensar su falta de estatura, y, sobre todo, ¡aquella mano de Luis oculta bajo las braguitas de mi madre!

Mas que enfadado o defraudado, me encontrada completamente desbordado por algo tan inconcebible.

No pude seguir ocultando aquello, sabía que tarde o temprano tendría que hablar con mi madre, por muy embarazoso que pudiera tratarse.

Aproveché que Luis seguía encerrado en su habitación para hablar a solas con ella.

-          Mamá…. ¿Se puede saber que ha pasado?

-          Ufff. Hijo mío…. ¿Qué puedo decir?... Que estoy muerta de vergüenza… no sé cómo ha podido pasar… estábamos sentados uno al lado del otro… me dio un beso… me pilló por sorpresa… -Balbuceó nerviosamente-

-          Uffff, no sé…. Imagina que lo cuenta a su madre… Tiene 18 años… pero…. -Dije la primera tontería que me vino a la cabeza-

-          ¿Luis? Tan tonto no puede ser como para contárselo a su madre. Además…. No he sido yo quien lo “ha buscado ” … me ha pillado completamente por sorpresa… alguna mirada había notado, pero no le di importancia… de repente me ha abrazado…. Pensaba que solo se trataba de una muestra de cariño…. Cuando me he dado cuenta me estaba besando en la boca… no he sabido responder a tiempo… debía haberlo cortado…. Pero…. Me daba vergüenza…. Fue tan de improviso… Luego se ha sobrepasado…. Sé que debía haberle reprendido… pero…. Era demasiado tarde…. Ya estaba como loco…. Era muy difícil pararlo….

No dudaba de que en realidad se hubiera iniciado tal como lo contaba mi madre, pero, aún así, nada de aquello justificaba los gemidos de placer que había escuchado perfectamente brotar de sus labios, o la nula oposición a las caricias de mi primo que había presenciado.

No me atreví a responderle que, puede que Luis hubiera perdido la cabeza, y más, cuanto todo indicaba que no se había comido una rosca en su vida, pero que, su actitud, lejos de ser pasiva o mostrar el perfil de una persona bloqueada por algo tan inesperado, había sido sumamente complaciente .

-          No te preocupes, mamá…. Tampoco ha pasado nada malo… Simplemente me he sorprendido… no me lo esperaba, y…. así de sopetón…. No vayas a pensar que me he enfadado… -Intenté mostrarme comprensivo, aunque en realidad todavía no lo había asimilado-

-          Uffff. Que vergüenza…. ¿Y ahora que hago? No lo puedo devolver a sus padres sin dar explicaciones. Además… simplemente se le ha ido la cabeza, no ha sabido dominarse, pero no creo que vuelva a pasar, ya hablaré con el…

-          No te preocupes mamá. Con la cara de terror que se le ha puesto cuando me ha visto en la puerta, dudo que a partir de ahora se acerque a ti a menos de dos kilómetros.

Viendo el nerviosismo de mi madre, no quise hablar más del tema con ella. No obstante, sus explicaciones no acabaron de convencerme. Aparentemente todo encajaba, que Luis la hubiera besado, que ella lo hubiera tomado como muestra de cariño y hubiera respondido al mismo, que él lo hubiera interpretado de otra manera y hubiera perdido la cabeza, pero…. Los gemidos y el rostro de placer de mi madre habían sido tan evidentes como para discrepar enormemente de aquella explicación.

Con el transcurso de los días todo volvió a la normalidad. Luis, acabó perdiendo el miedo a mis posibles represalias, y mi madre actuó como si nada hubiera pasado. No obstante, y aunque quisiera evitarlo, continué sin poder quitarme de la cabeza la imagen de la mano de Luis, oculta bajo las braguitas de mi madre.

Sin poder contener la curiosidad sobre lo sucedido realmente, aproveché el primer día en que quedamos a solas, para interrogar a mi primo.

-          Oye… una cosa… pero no te preocupes, que no estoy enfadado ni mucho menos… ¿se puede saber como pudiste atreverte a propasarte así con mi madre?... yo pensaba que eras tímido.

-          ¿Propasarme? Nunca me habría atrevido. –Contestó algo avergonzado-

-          ¿Entonces?

-          Fue ella.  –Me quedé completamente helado-

-          Vamos a ver…. ¿Cómo ocurrió entonces? –Pregunté en la completa creencia de que no había ocurrido nada antes de haberlos sorprendido-

-          Ufff. No se….

-          No temas, puedes hablarme en confianza…. Ya has visto que soy comprensivo y que no me he enfadado contigo ni mucho menos.

-          Tu te habías ido a la universidad… -comenzó de forma dubitativa- yo todavía estaba acostado en pijama en la cama, llegó tu madre y se acostó a mi lado (mi sorpresa era mayúscula, Luis me estaba hablando de otra situación) me preguntó que si quería hacerle un favor….  que me iba a gustar…. –Aunque con timidez, comenzó a detallar lo sucedido--

-          ¿Un favor? –Mi sorpresa no podía ser mayor-

-          Metió la mano bajo el pijama y me dijo que le encantaría ver como me “escupía” la polla.

-          ¿…..? –Me quedé boquiabierto y si poder articular palabra-

-          Me dijo que no me moviera y me masturbó.

-          Ya de paso aprovecharías para meterle mano, claro…. –Pregunté, fingiendo una normalidad que no se correspondía en absoluto a la realidad --

-          ¡Que va! Estaba acojonado. No me lo esperaba. Me quedé quieto sin moverme. Pero no paró hasta que me corrí.

-          Hombre… ya imagino que te corriste. –Contesté como si lo hubiera masturbado una chica cualquiera y no mi madre-

-          Después…. Ya vistes lo que pasó el otro día…

-          Si. Menudo lote que te estabas pegando. Ja, ja. Ja. –Seguí interpretando el papel de alguien que escucha las confidencias de un amigo con una mujer cualquiera-

-          Ufff. Menudo susto me diste.

-          Vamos… que si no llego a venir antes de tiempo te la habrías follado.

-          Uff… creo que si…. No puedes imaginar cómo estaba mi tía…. (me alegré que la llamara “mi tía” en vez de “tu madre”, entendiendo perfectamente que, aunque no hubiera acabado de expresarlo, lo que pretendía decir es que estaba cachonda).

-          Y…. ¿desde entonces?

-          No se fía. Pero alguna que otra paja me ha hecho. No se por qué, pero parece que le encanta mirar cómo me corro. –Aluciné, mientras intentaba comprender como podía provocarle un morbo especial a mi madre ver a un chico como él corriéndose -

En aquellos momentos, mi madre regresó a casa cargada con bolsas de la compra. Aquella conversación, aparte de la consiguiente –por inesperada- perplejidad, me había provocado un morbo brutal.

No podía apartar de la cabeza la imagen de mi madre masturbando a mi primo para ver cómo se corría.

Ella acabó notando algo fuera de lo normal en mi rostro.

-          ¿te pasa algo, hijo mío?

-          No, nada, nada, mamá. –Contesté sin poder evitar mirarla de arriba abajo-

-          Pues me miras de una forma muy rara…

-          Que va, que va.

Puede que mi rostro no estuviera cubierto de acné, pero mis hormonas se encontraban tan revolucionadas como las de Luis. La excitación de aquella conversación, había logrado derrumbar los límites de mi cordura. Mi madre había regresado en el momento más álgido de la excitación de mi cuerpo.

Sin poder contenerme, y prácticamente en un acto reflejo, aproveche que mi madre me daba la espalda mientras trasladaba las bolsas de la compra a la cocina, para darle un sonoro cachete en el trasero.

-          Pero…. ¿Qué haces? –Exclamó sorprendida-

-          Ufff. No he podido contenerme, mamá. ¡Es que estás muy buena! He visto ese culazo y no he podido contenerme.

-          ¿Has perdido la cabeza? Ja, ja, ja. –Contestó nerviosamente, y comprendiendo que me encontraba a fuera de control-

-          Mamá, estamos en familia…. A ver si va a ser solo Luis el que disfrute de ti…. –Mi rostro debió reflejar hasta qué punto había perdido en control de mis actos-

-          Pero…… -La vi perturbarse de forma manifiesta-

-          Mamá…. No seas tonta…. Si quieres ver unos buenos chorretones de leche…. ¡yo también tengo mucha! –En un momento de lucidez, me arrepentí por haber dicho semejante barbaridad.  Enfebrecido por la excitación, me había tirado a la piscina sin flotador, pero ya era tarde para echarse atrás-

Mi madre, sumamente azorada, intercambió la mirada con Luis, comprendiendo que había sido tan indiscreto como para contarme que lo había masturbado varias veces, percatándose de lo inútil de seguir fingiendo.

En aquellos momentos, se trataba de un ama de casa que acababa de regresar de hacer  la compra, rodeada de dos chicos enfebrecidos por el deseo, y que conocían sus más oscuros morbos y deseos

A uno de ellos, el de aspecto más adolescente, ya lo había masturbado varias veces, y el otro conocía hasta el último detalle de lo sucedido. Con el primero ya contaba con la suficiente intimidad como tener que esconderse de nada, mientras que el segundo, -yo- la miraba de forma tan obscena como para dejar claras sus intenciones.

No le quedaba otra opción que quitarse la careta, de nada serviría seguir disimulando o fingiendo que no “había pasado nada” o reprimiendo sus instintos por mas tiempo.

Tras pensar durante unos segundos, decidió que había llegado el momento de dejarse llevar por sus irrefrenables morbos, que, por escandalosos o vergonzosos que pudieran parecer, no dejaban de ser similares a los de su propio hijo y sobrino.

-          Veo que habéis hablado entre vosotros. ¿Y ahora qué? –Preguntó con voz derrotada-

-          Mamá, Luis no creo que ya se vaya a asustar de nada y yo mira como estoy. –Dije señalando el abultamiento del pantalón. -

Mi madre miró fijamente el manifiesto abultamiento sin poder reprimir una sonrisa.

-          Veo que no tengo escapatoria. Eso me pasa por meterme donde no me llaman. –Intentó mostrarse compungida, pero su lasciva sonrisa no podía ser mas explicita-. Dejarme que termine de colocar la compra y mientras pienso lo que hago… ya que tengo que satisfaceros lo haré a mi manera .

Se llevó la compra a la cocina, mi primo y yo nos miramos esperanzados. La expectativa sobre lo que podría pasar nos enfebrecía de deseo.

Tras colocar la compra, pasó sonriendo por nuestro y se dirigió a su dormitorio.

Nos quedamos como dos pasmarotes. No sabíamos que hacer o si debíamos seguirla.

Volvió unos minutos después. Se había cambiado de ropa. Ahora portaba un vestido abotonado por la parte frontal que le llegaba hasta las rodillas, y se había embutido unas medias o pantys de color marrón oscuro.

-          Ufff. Os habéis quedado mudos. Ja, ja, ja.

Ni siquiera pudimos contestar. Simplemente nos encontrábamos a la expectativa.

  • Vamos a hacer un juego… yo me voy desabrochando el vestido, vosotros miráis, ¡sin tocarme! y os masturbáis. Os dejo que me manchéis las medias, y….. el que descargue mas leche, se puede que se lleve un premio . –Su rostro se transformó de tal manera como para volverla irreconocible del de mi casta y decente madre-

  • ¿Un premio? –Contestamos los dos al unísono y con cara de gilipollas-

-          Ya veremos…Ya veré sobre la marcha…

En un momento de lucidez, estuve a punto de arrepentirme, supe que había perdido la cabeza, aquello no podía estar bien, me había dejado llevar por la excitación, ¿masturbarme delante de mi madre? ¿en presencia de mi primo?, aquello era disparatado, y el simple hecho de imaginarlo unas horas antes me hubiera parecido completamente irracional, pero la naturalidad con la que se comportaba mi madre y la enorme excitación de imaginarla desabrochándose el vestido, acabaron por demoler cualquier tabú o impedimento en mi mente.

  • Tendréis que quitaros los pantalones, digo yo. –Exclamó viéndonos impertérritos a la expectativa-

Como si de una orden se tratara, y aunque algo avergonzados por hacerlo junto a otro chico, mi primo y yo, nos deshicimos del pantalón rápidamente.

No pude evitar sorprenderme por la erección de Luis. No se trataba de que el tamaño de su miembro fuera mayor que el mío, se trataba de que destacaba sobremanera en un cuerpo tan famélico como el suyo.

Mi madre volvió a sonreír al comprobar la reacción de nuestros cuerpos ante la simple expectativa de poder ver como se desabrochaba el vestido.

Su rostro reflejaba lo mucho que la halagaba sentirse deseada de forma obscena.

Mirándonos a los ojos de forma alternativa, y a unos metros de nosotros, comenzó a desabrocharse los botones superiores.

Sus voluptuosos pechos, apenas contenidos por un sujetador blanco, no tardaron en quedar a la vista.

-          Uffff. ¡Que pedazo de tetas! –Bramó mi primo-

-          ¡Joder! –Exclamé yo-

-          ¿No os tocáis? –Preguntó mi madre en tono jocoso-

Absortos, hasta habíamos olvidado comenzar a mastúrbanos.

-          Flop. Flop, flop, flop. –Procedimos a hacerlo sin separar la mirada de su cuerpo-

No podía creerlo, mi adorada, casta, cariñosa, decente e inocente madre, se estaba exhibiendo impúdicamente, y sin intentar disimular cuanto le agradaba esto, ante nosotros; sin que ello, lejos de “incomodarme”, me provocara otra cosa que una enorme excitación.

-          Flop, flop, flop, flop…

Los botones de su vestido siguieron cayendo uno a uno, hasta quedar completamente abierto.

Descubrimos que, bajo los pantys, portaba unas braguitas de color blanco tan intenso como para resaltar bajo los mismos.

No contenta con ello, -el vestido, una vez desabotonado lo dejaba todo a la vista- se deshizo de él por completo.

Una vez desprovista del vestido, se volteó varias veces para que pudiéramos verla mejor.

-          ¡Que pedazo de culo! ¡Uffff! –Bramé yo-

-          Flop, flop, flop…. –Luis incrementó la cadencia de las sacudidas, demostrando cuanto le agradaba aquella visión-

Sin dejar de masturbarme como un mono, comencé a asimilar que, los morbos de mi madre eran tan irrefrenables como para ser capaz de llegar tan lejos, o para no poder disimular cuanto disfrutaba exhibiéndose ante dos chicos masturbándose.

Luis comenzó a gemir de forma desaforada, tanto como para que mi madre, notando que se iba a correr, le invitara a hacerlo sobre sus pantys.

Sin dejar de sacudírsela y de gemir, Luis se acercó lo suficiente para apuntar la polla sobre los muslos de mi madre.

Su polla palpitó cinco o seis veces, empapando uno de los muslos de mi madre con los regueros de su leche.

Increíblemente, ella acogía cada reguero de semen como si de una descarga eléctrica se tratase, contoneándose y gimiendo con cada uno de ellos.

Esperé a que se apartara mi primo, y, sin poder aguantar más, me acerqué a mi madre para correrme en el otro muslo.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis,…. siete veces palpitó mi polla. Los regueros de semen cayeron a la altura de su ingle, resbalando poco a poco sobre los pantys hasta llegar a la rodilla.

Mi madre, con los ojos desorbitados, y enfebrecida de entusiasmo al sentir el calor del semen sobre su muslo, gimió siete veces de forma obscena.

Desfogado, no pude apartar la mirada de aquellas manchas de leche resultando sobre sus oscuros pantys.

Era difícil discernir cuál de los dos habíamos derramado mayor volumen de semen sobre sus muslos. Los cercos de leche de mi primo se extendían de forma más extensa, pero, los cuajarones de la mía, se mostraban mucho más condensados.

Así se lo hice saber a Luis, cuando éste intento cobrar su “premio”.

-          Los cojones has ganado tú. ¡Mira que cuajarones de leche!, lo que pasa es que, al estar tan condensada, resbalan menos sobre los pantys.

-          Ya, pero la mía le llega por debajo de las rodillas y la tuya no.

Mi madre escuchaba aquello con rostro lascivo, pero sin intervenir de momento en la disputa.

Pasado un tiempo, sin llegar a un acuerdo, y temiendo que la disputa llegara a mayores, mi madre decidió terciar en la misma.

Cubierta de semen, y sin evitar demostrar cuanto la excitaba esto, dijo que, tomando de forma literal el juego, el ganador era mi primo, al sentirse más empapada por el suyo.

Nunca había discutido con mi madre y, ahora, con mi blanco y espeso semen destacando sobre sus pantys, no era momento de empezar a hacerlo, pero, aun así, debí poner cara de compungido y pesaroso.

-          ¿Cuál es el premio? –Preguntó mi primo con sonrisa triunfal-

-          Ufff… no se…. Si quieres…. Puedes refregarte un poco conmigo…–Su rostro reflejaba el deseo de que no tomara aquel “ poco” de forma literal-

Mi primo no se hizo de rogar, y se abalanzó a cobrar su premio. Aun habiéndose tratado de un pulpo, le habrían faltado manos para acariciar todo lo que deseaba.

El muy cabrón, intentaba sobar los pechos, el culo y el sexo de mi madre al mismo tiempo. Sus manos se ocultaban indistintamente bajo los pantys y las braguitas de su tía, tanto por la parte delantera como de la trasera.

Sentí cierta hilaridad al ver su famélico cuerpo refregándose con el de mi madre.

-          Luis, si quieres te pongo un taburete para que puedas besarla sin ponerte de puntillas.

-          Calla, envidioso. –Contestó con una mano bajo las braguitas de mi madre y la otra en su trasero-

Los gemidos fueron in crescendo. No se trataba solo de un virginal chico ansioso de sexo, mi madre también se mostraba enfebrecida por el deseo.

Poco a poco, y como si se trataran de un solo cuerpo amalgamado, se dirigieron al dormitorio de matrimonio.

Más que tumbarse sobre la cama, cayeron sobre la misma como dos fieras en celo.

El raquítico cuerpo de mi primo quedó sobre mi madre, dando la hilarante impresión de que ésta se abrazaba al palo de una escoba, y sin que Luis pudiera besarla más arriba de la barbilla.

Ninguno aparentaba desear seguir con los preliminares. Luis empujaba las caderas de forma inconsciente, impidiendo los pantys y las bragas de mi madre la penetración, y ésta se abría de piernas invitándolo a hacerlo.

Enfebrecidos, entre ambos lograron desprenderse de aquellos obstáculos. Mi madre me miró a los ojos mientras aquel alfeñique se colocaba en posición de penetrarla.

Pude ver cómo le introdujo la polla hasta hacer tope con los huevos.

-          Ahhh. ¡Me la has clavado!

-          Mmmmmm, que rica estas, tita.

Luis bombeó con ansiedad, tanto como para hacer creer que podría correrse en cualquier momento.

-          Despacio Luis, más despacio…

Mi primo, ajeno a cualquier razonamiento, continuó bombeando las caderas sobre mi madre, la cual encajaba cada sacudida con una exclamación de placer.

Puede que haberse masturbado antes ayudara a evitarlo, pero, increíblemente, a pesar de su virginidad y a bombear con aquella fuerza sin descanso, Luis continuó sin correrse.

Mi madre, extasiada de placer, entrelazó las piernas sobre el diminuto cuerpo de mi primo, hasta el punto de prácticamente hacerlo desaparecer de mi vista. Solo los gemidos dejaban clara su presencia.

Hubo momentos en los que el rostro de Luis, pareció indicar que iba a sufrir un sincope y fallecer entre los brazos de su tía.

No pude menos que sonreír imaginando la excusa que pondríamos a sus padres para justificar que hubiera fallecido empalmado y con la polla completamente lubricada.

Mi madre alcanzó el éxtasis pataleando sobre la espalda de su sobrino. De sus labios brotaron los gemidos más obscenos que pudiera escuchar jamás.

-          Luis, córrete ya, córrete de una vez, que te va a dar un patatús.

Mi madre pareció preocuparse realmente por su estado, ya que el rostro de Luis no podría encontrarse más desencajado mientras bombeaba sin cesar en sus entrañas.

Por fin se corrió. Sin fuerzas ni para gemir, lo supe escuchando las exclamaciones de placer de mi madre sintiéndose inundada de semen.

-          Joder. Luis… menos mal que ya te has corrido. Miedo me dabas….

-          Ufff. Que a gusto me he quedado. Es que estas muy buena, tita.

Con mi polla apuntando al techo, y excitado hasta el paroxismo, el espectáculo que se presentaba a mis ojos no podría ser más morboso.

A un lado de la cama, los encharcados pantys de mi madre, al otro sus braguitas tiradas en el suelo, mi primo completamente desfallecido intentando levantarse de la cama, y ella, tumbada sobre la misma. con el sujetador desmadejado, un pecho fuera y otro dentro, abierta de piernas, con su negro sexo rezumando semen a la vista, e intentando limpiarse con una toallita de papel.

Me acerqué a la cama, mis intenciones no podían ser más manifiestas.

-          Ahhh, ¿pero pretendes follártela? ¿a tu madre? –Me preguntó Luis como si aquello fuera algo disparatado-

-          ¡Serás cabrón!… acabas de follártela tú, que es tu tía, hermana de tu propia madre, y con un gran parecido a la tuya, y…. ¿me vas a reprender a mí? –Contesté casi enfadado-

Mi madre asistió sonriendo a la disparatada discusión entre el sobrino que acababa de encharcarle el coño de semen y el hijo dispuesto a follársela.

Me tumbé sobre ella. La besé con ansia. Nuestras lenguas se fundieron lascivamente. El beso no podría ser más húmedo y obsceno. El calor que desprendía su cuerpo y el contacto de sus mullidos pechos sobre mi torso, me provocaban un placer indescriptible.

Sin pretenderlo, mi polla, como si contara con vida propia, logró apuntar directamente al orificio de entrada a mi madre.

No tuve más que empujar un poco para lograr penetrarla por completo.

-          Ahhhhh. Me la has metido, hijo mío, me la has metido…

-          Te quiero mamá, si no lo hago reviento….

La lubricación de su sexo no podía ser más húmeda y evidente. Por estrecho que hubiese sido, con aquella lubricación, hasta la polla de un caballo hubiera logrado penetrarla sin dificultad.

Al contrario de mi primo, me quedé inmóvil por completo sin bombear las caderas sobre su cuerpo.

Con la polla en sus calientes y húmedas entrañas, continué besándola y abrazándola sin hacer amago de comenzar a follarla.

Mi madre ardía en deseos de que así lo hiciera, frotándose con mi cuerpo obscenamente.

Deshice el beso y me incorporé lo suficiente para poder ver su cara mientras la follaba. Sofocada, con el pelo alborotado, mordiéndose los labios, ojos enfebrecidos, y la barbilla colorada por algún que otro mordisco propinado por Luis mientras se corría en sus entrañas.

Su aspecto no podría ser más morboso o lascivo, y apartado del de la recatada, cariñosa y pudorosa madre que había conocido hasta entonces.

La estaba haciendo mía, y ella se entregaba abiertamente, siendo este “abiertamente” cada vez más explico, abrazándome la espalda con sus piernas.

-          Muévete, fóllame de una vez, hijo mío, ¡fóllame ya!

Atrapada bajo mi cuerpo, aun así, se las arregló para mover las caderas lo suficiente para sentirse perforada.

Insistí en recrearme con la polla dentro de su coño sin moverme. Ella, sin poder aguantar más, se las ingenió para voltearme sobre la cama, quedando en posición de cabalgarme a su antojo.

Sin darse un respiro, comenzó a cabalgar sobre mi polla. En aquella postura, y aun manteniendo el sujetador completamente desencajado, sus pechos quedaron a disposición de mis manos.

Si ser desproporcionados, sus voluptuosos pechos se mostraban mullidos al tacto, logrando que se le erizaran los pezones con mis caricias.

-          Te la estas follando, te estas follando a tu madre. –Escuché las incrédulas exclamaciones de Luis, el cual, por el tamaño de su nueva erección, lejos de horrorizarse por aquello, pareció provocarle un morbo brutal-

Los sonidos de una cama desvencijándose, y los procedentes del coño de mi madre siendo ensartada, no podían ser más obscenos.

-          Ñic, ñac, ñic, ñac. Shihss chop, chop chuis.

La vi deshacerse de placer. Puso los ojos en blanco, y comenzó a convulsionar manifiestamente.

Se había corrido follando con su propio hijo. A horcajadas sobre mi polla, mordiéndose los labios, y rostro desencajado, intenté alzar las caderas para seguir follándola.

Ajenos a la presencia de Luis durante los últimos minutos, ni nos habíamos percatado de que, excitado al máximo, se estaba masturbando a unos centímetros de la cama.

El muy cabrón, y sin pedir beneplácito alguno, apuntó el miembro a su tía, regándole los hombros y un brazo de semen, alcanzando con la última sacudida el desmadejado pelo de mi madre.

Con un cuajaron colgándole del pelo a la altura de la oreja. Mi madre no podía presentar un aspecto más obsceno, y más, cuando una vez recobrada, comenzó a refregarse con mi cuerpo para lograr que me corriera.

Al borde del paroxismo, me corrí como un salvaje, inundándole el coño de semen espeso y calentito.

Ni que decir tiene, que, cuando Luis regresó a su domicilio, le habían desaparecido gran parte de los granos de la cara.