Mi Madre, Mi Mejor Amigo y Yo

Allí, en el sofá del salón, gozaba como una diosa romana en el templo, siendo ofrecido su cuerpo en...

6

Susana estaba sola en casa aquella tarde, viendo los chismes en la tele mientras tomaba un café. Sus tardes siempre eran solitarias, hasta que llegaba su hijo de la Universidad y entonces cenaban juntos y charlaban un rato.

Adri era muy buen hijo, siempre lo había sido, sobre todo se unieron más a raíz de la súbita muerte de su marido. Un ataque al corazón se lo llevó por delante, dejándola viuda con el pequeño Adri y desde entonces hasta hoy.

Cuando era pequeño Susana no tenía con quien dejarlo, así que no tenía oportunidad para salir y conocer a otros hombres. Luego, cuando creció, Susana ya no buscaba nada, se sentía a gusto con su hijo y por eso no se había vuelto a casar ni tener pareja.

Mientras recogía la ropa para la colada, de repente el llamó la atención que en su cuarto hubiese unos calzoncillos de Adri, allí en el suelo junto a su cama. Los cogió y extrañada se preguntó cómo habían llegado allí. Miró hacia un lado y luego hacia el otro y no supo dar respuesta el pequeño enigma planteado, así que se encogió de hombros y los metió en el cesto para lavar.

Tras poner la lavadora volvió al salón y siguió viendo la tele. Entonces recordó el incidente del probador en la tarde anterior…

Estaba probándose vestidos en una tienda, donde una joven dependienta la ayudaba a elegir el tono que mejor le sentaba. A Susana le gustaba probarse ropa así que se probó muchos vestidos y a la chica le gustaba servir, así que le ayudó durante mucho rato.

Ella se llamaba Isabella y era un encanto de chica. Sin duda hubiese sido una buena hermana para Adri —pensó la madre inevitablemente siempre preocupada por su único hijo—, pero como ya dije, no pudo ser, pues no dio tiempo.

Isabella ya le llevaba los vestidos al probador, mientras Susana se cambiaba, de modo que comenzó a verla en ropa interior y permanecía con ella en el probador mientras se quitaba uno y se ponía el nuevo que le había traído.

—¡Susana este te sienta muy bien! —dijo Isabella alisándole la falda por su trasero.

—¿En serio? Eres muy amable Isabella.

—¡Si, sí, definitivamente este es el mejor! —dijo cuando Susana se giró hacia ella—. Te hace un pecho muy bonito —añadió mientras cogía sus senos con ambas manos y se los subía suavemente.

—Eso sí, siempre he tenido unas buenas tetas —dijo Susana riendo mientras se giraba para verse en el espejo.

—De eso no hay duda —añadió la chica a su lado—. A mí me gustaría tener más pecho se lamentó mientras se cogía sus pequeños senos.

—Bueno Isabella, creo que tienes un pecho también muy bonito, tal vez nos sea muy grande pero las tienes bonitas —rio Susana.

—¿Tú crees? —preguntó ella acomplejada.

Entonces se quitó la camiseta con el nombre de la tienda y Susana descubrió que no llevaba sujetador, así que éstas lucieron al aire libre iluminadas por los fluorescentes del probador.

—Yo pienso que son pequeñas —dijo ella apesadumbrada.

—¡Oh Isabella! Definitivamente son pequeñas pero muy bonitas.

—¿No me enseñarías las tuyas? Sólo para ver cómo sería si yo las tuviese así.

Susana se sorprendió por su propuesta y ciertamente se sintió un poco incómoda por la misma.

—¡Oh qué locura verdad! Perdona Susana, no quería incomodarte —se apresuró a decir la chica.

—¡Oh tranquila no pasa nada! Será sólo un momento.

Entonces Susana se quitó el vestido, que tan bien le sentaba y luego se desabrochó su sujetador, sacándoselo por los hombros. Al momento sus dos grandes mamas resbalaron por sus costillas quedando a media altura. Sin duda un buen par de tetas.

—¡Oh qué hermosuras! —dijo Isabella nada más verlas.

Y sin cortarse un pelo las cogió y las juntó con sus manos frente al espejo.

—¡Son preciosas Susana! —añadió la chica y acto seguido las juntó con las suyas como si estuviese comparándolas.

Al notar el contacto de los pechos de la chica sobre las suyas Susana notó la intención de la chica, digamos que su sexto sentido se activó.

—Pues ya me gustaría a mí tener tus preciosidades Isabella —dijo Susana permitiéndose tocar aquellos pechos pequeños y redondos, como copas de champán.

—¿Tú crees? —preguntó Isabella muy melosa.

Su beso le supo bien, lengua incluida. Pero Isabella la sorprendió de nuevo con su acercamiento, así que Susana se quedó parada el tiempo suficiente para que esta reaccionara y bajando a sus pechos le capturase un gordo pezón con aquellos dientes tan pequeños y blancos, chupándolo suavemente.

—¡Oh Susana, qué deliciosa eres! —dijo Isabella tras mamar dulcemente su pecho.

Su mano bajó a sus bragas y acarició su vulva sobre la tela. Susana notó el vértigo del primer momento. Algo que hacía años que no había sentido y se dejó llevar.

Cogió la cabecita de la chica y la enterró entre sus mamas, ésta pareció gozar removiendo su carita entre tanta hermosura. Luego Susana tiró de su pelo hacia atrás y besó su boca, sintiendo la calentura de su sexo en su aliento.

Para este momento Isabella ya se desenvolvía entre los pliegues vaginales de Susana con soltura, deslizando sus pequeños dedos entre éstos, mojándolos en la entrada de su vagina.

—¡Todo bien ahí dentro! —preguntó uno de los dependientes desde fuera del probador.

—¡Oh si, dijo Susana! Todo bien —añadió sintiéndose un poco tonta por repetir la afirmación.

Isabella sintió miedo de ser descubierta y se apresuró a ponerse la camiseta de la tienda. Aunque ahora la erección de sus pezones era evidente e incómoda.

—¿Te gustaría verme fuera de aquí? —le preguntó la chica.

—¡Si claro! —dijo Susana.

—Vale, te apunto mi número —dijo.

Y sacando un rotulador lo escribió en uno de los pechos de Susana con grandes dígitos: 606 63…

Luego ser marchó del probador y dejó a Susana poniéndose su vestido para salir más tarde y pagar aquel que tanto le había gustado.

Ahora Susana se masturbaba con su recuerdo, aquella chica le había traído a la mente recuerdos de su juventud, de aquella maestra que la enseñó a amar a otra mujer. Algo que ella había tenido tanto tiempo enterrado en el baúl de los recuerdos y que había sido despertado de nuevo, por aquella chica atrevida en el probador de la tienda…

Su sexo palpitaba bajo la presión de sus dedos. Sus jugos manaban por entre sus labios, rebosantes de éxtasis. Mientras sus pezones gordos y duros se erizaban, recordando cómo los pequeños dientes de la dependienta los mordisqueaban aquella tarde en la intimidad del probador.

Susana arreciaba en sus caricias íntimas, con el dildo anal metido en su sitio, como parte disoluta de su íntima sexualidad. Lo cogió y lo movió con fuerza haciéndolo entrar y salir de su culo. Esto le produjo una deliciosa mezcla de dolor y placer, luego siguió frotándose su clítoris sintiendo que su orgasmo era inminente.

Allí, en el sofá del salón, gozaba como una diosa romana en el templo, siendo ofrecido su cuerpo en sacrificio sexual, poseído por un legionario romano antes de ir a la guerra. Aunque ella estaba pensando en aquellos momentos en una chica, en una joven atrevida que supo sacarle de sus entrañas su parte lésbica, tan largo tiempo olvidada.

Y ahora volvió a sacarse y meterse su plug anal, provocándose gran placer mientras se masturbaba, tanto que su cuerpo temblaba anhelando el final desenlace.

Con un estruendo gruñó, jadeó y bufó, su cuerpo se estremeció, implosionó y finalmente explotó entre estertores, apretando con fuerza los dientes mientras se pellizcaba decidida los gordos y excitados pezones, se frotaba con fuerza su clítoris erecto allá abajo y su ano se contraía rítmicamente en torno al dildo que lo atravesaba.

¡Qué buena paja! —dijo en voz alta exteriorizando el único pensamiento que cubría su mente al final de aquella tarde en la intimidad de su salón.

7

Adri llegó de casa de Marcos a la hora de la cena. Pues la cena con su madre era sagrada y cada día se repetía como un ritual a la misma hora.

La saludó con un beso al entrar en la cocina, luego pasó a la ducha mientras esta terminaba de prepararla y para cuando salió ya se encontró con todo puesto en la mesa del salón. Sí, su amorosa madre tal vez le malcriase, pero después de todo era su único hijo…

—¿Qué tal la tarde? —preguntó su madre tras sentarse a comer.

—Pues muy bien, he estado con Marcos en clase y luego hemos ido a su casa —dijo Adri.

Entonces Adri decidió hablarle del incidente de los pelillos y los shorts de Mónica, la hermana de Marcos.

—¿En serio? —sonrió Susana.

—Sí y verlos me ha excitado, no te creas —afirmó su hijo.

—Claro Adri, imagino que tu imaginación ha volado, ¿me equivoco?

—No, efectivamente así ha ocurrido. Aunque luego mamá, en el cuarto con Marcos hemos seguido jugando y hoy hemos practicado un juego nuevo.

—¿Nuevo, cómo? —preguntó su curiosa madre.

Adri se lo explicó con pelos y detalles y le contó también lo mucho que le había gustado a pesar del zafio final que había tenido.

—Luego nos hemos limpiado y de ahí que necesitase una ducha cuando he llegado —rio Adri.

—¡Oh si claro, no me extraña! Oye, ¿sabes que he encontrado unos calzoncillos tuyos en mi cuarto? —preguntó la madre a un Adri sorprendido e incomodado por dicha pregunta.

—¡Ah sí! Pues no sé cómo han llegado allí —dijo Adri sin dar más pistas.

—¡Eso mismo he pensado yo! —rio la madre respetando la intimidad del muchacho.

Siguieron comiendo y entonces fue ella la que le confesó a Adri lo ocurrido en el probador aquella tarde con Isabella.

—¿En serio? —dijo ahora el hijo.

—Sí, sé que te parecerá increíble, pero la chica se me insinuó, me enseño hasta sus preciosos y jóvenes pechos y luego me pidió que le mostrara yo los míos, que al parecer la atraían mucho.

—¡Jo mamá! Pues no te imagino yo en una situación así.

—Yo tampoco me lo imaginaba hasta que me vi envuelta en ella —dijo la madre disoluta.

—¿Y te ha gustado mamá?

—Sí Adri, tanto que esta tarde me he estado acordando de la situación y ahora estoy en que no sé si llamarla o dejarlo ahí.

—¡No seas tonta! ¡Llámala! —dijo Adri al momento.

—¿Tú crees? No sé la chica es joven, probablemente no sea mucho mayor que tú.

—Bueno y qué, es sólo sexo, ¿no?

—Ahí tal vez tienes razón. El caso es que Adri, también me acuerdo de la herramienta de tu amigo Marcos, ayer aquí en el sofá.

—¿Se la viste?

—Como para no verla hijo —dijo la madre.

—Sí, Marcos tiene una buena polla, sin duda —dijo Adri sin tapujos—. ¿No me digas que también te gusta Marcos?

—Pues desde que me dijiste que tenía fantasías sexuales conmigo, no te digo yo que no le hago caso.

—Pues si quieres se lo pido, yo creo que él también se siente atraído como yo por el otro lado.

La madre del chico quedó pensativa.

—El otro lado, una forma bella metáfora para referirse a eso, sin duda —dijo la madre con admiración.

—Sí, aquí estamos, cada uno por nuestro lado explorado el otro lado… —dijo Adri a modo de trabalenguas provocando las carcajadas de su madre al otro lado de la mesa.

Y de forma tan amena y entrañable terminaron la cena el hijo y la madre. Retiraron los platos y Adri los lavó en la cocina, mientras ella se duchaba para acostarse.

Luego se desearon buenas noches, se besaron y cada uno por su lado, se acostaron.


Mi Madre, Mi Mejor Amigo y Yo es mi nueva novela. Aquí os dejo su sinopsis:

La madre de Adri no podía sospechar la escena que se encontraría en el salón de su casa al llegar. ¡Una perturbadora escena donde su hijo y su amigo serían cómplices de algo más que una amistad! Pero esto le trae sus propios recuerdos, recuerdos de una juventud pasada donde ella también fue protagonista de una historia similar...

La bisexualidad, presente en sus vidas, ahora será compartida y ambos compartirán experiencias e íntimos pensamientos.