Mi madre, mi hermana y la fiesta de cumpleaños (7)
Mi madre está preocupada porque hayamos roto el pacto fuera de mi cumpleaños, pero también sabe que es lógico que lo sintamos así y que no podamos olvidar nada de lo sucedido.
Mi madre, mi hermana y la fiesta de cumpleaños
CAPITULO 7 (El acuerdo)
Hoy me levanto contrariado, intentando asimilar en mayor o menor medida lo sucedido, aunque realmente no estoy seguro del todo si realmente lo he soñado y punto.
Me pongo mi bóxer nuevo y salgo al salón. Allí está mamá. Se encuentra atareada recogiendo las cosas de la fiesta. Lleva puesto uno de sus camisones que anteriormente me parecían sugerentes pero ahora viéndola ahí de espaldas, me parece hasta desafiante, la cosa más bonita que pueda uno soñar. Noto como mi polla se rebela y se empieza a hinchar como un globo.
Ella se gira y me observa de arriba abajo. Yo hago lo mismo. Disfruto con sus pechos, especialmente de sus pezones ligeramente transparentados bajo la tela y abajo no adivino a ver su braguita, pero la intuyo. Miro a su cara y veo, por sus ojos rojos, que ha estado llorando.
Está mirando mi evidente empalmada bajo mi nuevo slip. Parece pensativa, como queriendo poner en orden su cabeza, como también lo quiero hacer yo. Me siento mal por verla así. Es todo tan complicado…
− Hijo, ¿aun estás así? ¿No tienes que ir a clase? – me pregunta con la vista clavada en mi descarado bulto.
− Sí, mamá, ahora mismo me ducho y me cambio. Quería ver como estáis.
− Bien. – contesta secamente continuando con la limpieza de los restos del cumple.
Me pongo a su lado ayudándole a recoger. Estamos unos largos segundos en silencio, pero no se me ocurre qué poder decir.
− ¿Mi hermana? – pregunto, intentando romper el hielo.
− Se ha ido al gimnasio muy pronto. Estará a punto de llegar.
Joder, yo estoy reventado después de la velada de anoche y mi hermana ha salido tempranísimo a mover su cuerpecito. ¿Será realmente que lo he soñado todo?
Mi madre va a la cocina con unos cuantos platos, mientras yo recojo las copas. Nos cruzamos en un par de ocasiones, nos miramos, pero no hablamos. Creo que ninguno sabe muy bien qué decir. En un momento dado ella está quitando unos globos que hay colgados en la pared y estira su brazo para alcanzar la cuerda que los sostiene. Al hacerlo el camisón sube ligeramente por sus rotundos muslos, ofreciéndome una visión que vuelve a ponerme como un burro. No sé por qué pero avanzo hasta ella y me abrazo a su cuerpo pegando el mío por detrás. Inconscientemente, mi mano abarca su pecho derecho y lo amasa ligeramente mientras que mi bulto se pega rotundamente contra su culo. ¡Es una maravilla de trasero el que tiene mi madre!, ¡La dureza de mi polla no debe pasar en absoluto desapercibida!
− ¡Mamá! – le digo al oído nervioso y excitado intentando besar su cuello.
Ella se zafa de mí y me empuja bruscamente para que me separe de inmediato y me mira con cara de susto.
− ¡Nacho, por favor! – me recrimina como si todo lo sucedido horas antes hubiera sido realmente pura fantasía.
− Pero, mamá, yo…
− No, por favor, no me lo pongas más difícil. Esto no puede seguir así. Vete a cambiarte o llegarás tarde a clase. – añade con su voz de mando de madre y alejada de aquella sugerente y sensual voz de anoche.
Noto en sus ojos las lágrimas a punto de brotar sin despegar su vista fija en la empalmada que llevo bajo mis bóxers. Me giro, totalmente desconcertado dispuesto a ducharme, buscando algo de entendimiento en mi aturdida cabeza.
Cuando ya me he cambiado, cojo los libros y oigo a mamá en la cocina. Me acerco y sin pegarme esta vez, la doy un beso en la mejilla, como hago siempre. Me sonríe pero muy forzadamente, está tan descolocada como yo. La situación, sin duda, nos supera.
− ¡Adiós, mamá, te quiero! – le digo.
− Yo también, cariño. – me responde estirando algo más su sonrisa.
Me dispongo a salir de casa, justo momento en el que aparece mi preciosa hermana entrando por la puerta.
- ¡Carla! – le digo admirando las curvas de esa diosa que se dibujan a la perfección en un top blanco y unas mallas de color lila. ¡Está para comérsela!
Ella también me sonríe pero cortada y sigo sin asimilar que anoche me follé ese cuerpazo. Me abrazo a ella y palpo su culo, sobándolo durante unos segundos, pero ella me empuja de la misma forma en que lo hiciera mamá unos minutos antes. ¡Joder, no entiendo nada!
− ¿Qué haces, Nacho? – me recrimina.
− Yo…
− ¿No crees que ya la hemos liado bastante? – añade.
− Sí, pero esto no ha sido culpa nuestra.
− ¿Tú crees?, ¿Acaso lo ves normal?
− Normal no, más bien extraordinario. ¿O acaso el polvo que echamos anoche fue normal? – añado para que no me arrincone como si yo fuera el culpable de todo.
Mi hermana silencia durante unos segundos y me mira de arriba abajo, entreteniéndose en mi entrepierna más de lo normal.
− ¿Te gustó o no, hermanita? – le pregunto.
− Sabes que sí… me encantó, pero no seas cabrón. A veces, no pareces tener fin.
− ¿Entonces?, ¿Así se quedó todo?
− No lo compliques Nacho. Esto se nos ha ido de las manos.
− Es verdad, pero…
− ¿Has visto como está mamá? – me recrimina marchándose a su cuarto mientras yo sigo admirando su cuerpo y cómo avanza en andares sensuales sin poder despegar la vista de ese culo perfecto embutido en las ceñidas mallas.
Definitivamente ha habido un antes y un después desde mi fiesta de cumpleaños. ¿Será que ser mayor de edad conlleva complicarse la vida hasta ese punto?
Me paso toda la mañana con la mente en otro sitio, con la intención de serenarme ante tanto agobio. Es verdad lo que dice Carla, todo se nos ha ido de las manos, hasta límites insospechados, pero al fin y al cabo esa era la intención de nuestra madre, que aquello fuera algo especial y realmente lo fue. ¿Ahora tenemos que borrarlo de nuestra memoria para siempre? Yo, francamente no puedo. Aun estoy viendo los cuerpos de mis dos preciosidades, cada vez que cierro los ojos, son dos bellezones más que soñados, a los que me he follado, sí, tanto a mi madre como a mi hermana. Algo como esto, no se me podrá olvidar jamás. No creo que sea fácil borrarlo.
En el comedor del instituto, tampoco estoy para nada ni para nadie. No hago caso de las habituales bromas de mi amigo Rafa, o de las hermosas curvas de algunas de mis compañeras. Hoy estoy off, ya no jugamos a saber el color de las braguitas de las que van pasando por los pasillos, o como le han crecido las tetas a la rubia empollona. Sólo miro a través del ventanal el movimiento de los árboles con mi mente en otro momento, en otro lugar, junto a mis dos adoradas musas.
Por la tarde, me toca entrenamiento, pero tampoco estoy para fiestas y de hecho el entrenador se mosquea conmigo por no hacer ni una canasta. Me manda a las duchas al tercer despiste. Es entonces cuando aprovecho para ver el entrenamiento de las chicas del vóley en el otro pabellón. Me fijo en todas las jugadoras, ataviadas con su top de lycra y su nombre a la espalda, sus culitos enfundados en un mini short de la misma tela elástica, pero hay una que destaca enormemente por encima de todas: Es mi hermana Carla. Ella es la más alta, la que tiene las piernas más torneadas, la que sobresale en el juego y en el culo más perfecto de la cancha. No niego que sus compañeras tienen un polvazo, joder diez o doce chavalas altas y estilizadas de diecinueve, entrenando con esas prendas ceñidas no pasan desapercibidas, pero ella es diferente, especial, única… No me ha visto, pero yo sigo pensando en que ese cuerpo lo he tenido desnudo debajo y le he penetrado ese coño que dibujan sus pantaloncitos azules. Creo que soy un depravado al pensar así, pero no lo puedo remediar.
− ¡Vaya polvazo que tiene tu hermana, tío! – es la voz de mi amigo Rafa a mi lado, dándome una palmada en la espalda.
− ¿Qué? – pregunto aturdido.
− Sí, hombre, ya sé que no lo puedes reconocer y tu fijas en las otras, pero yo no puedo quitar los ojos del culo de tu hermana Carla. Si fuese la mía me la follaría… - añade.
− ¡Calla, gilipollas! – le digo bruscamente dándole un fuerte codazo, dejándole allí plantado y sorprendido por mi reacción pues otras veces no me ha molestado tanto que me vacile con eso.
Decido ir a la biblioteca, así no habrá nadie que me esté torturando con cada cosa que diga. Necesito reflexionar en silencio por todo lo ocurrido e intentar asimilarlo. Creo que en el fondo mamá y Carla están acertadas, que todo esto es una sinrazón, algo inmoral, no sé, creo que me he dejado llevar y ellas también y ahora nos vienen los remordimientos.
Prefiero esperar hasta última hora en la biblioteca y cuando llego a casa es casi de noche. Al entrar en la cocina veo a Carla y a mi madre que están preparando la cena y hablando pero dejan de hacerlo cuando aparezco por la puerta. Me miran, se miran entre ellas y siguen preparando cosas, intentando disimular. Están serias, sé que están hablando del tema, al fin y al cabo ellas son mujeres y se entienden mejor en esas cosas. Yo sigo hecho un auténtico lío.
− Nacho, aliña tú la ensalada – me ordena mamá, como en otras muchas ocasiones.
Me fijo en su cara y la sigo notando preocupada, creo que ni ella misma ha valorado lo que ha podido salir de todo esto. Mi mente sin embargo, no puede evitar seguir fijándose en ella como la hembra excitante que me sigue pareciendo, a pesar de no ir con ropas excesivamente sexys aparentemente, pero a mí me sigue pareciendo deslumbrante y muy atrayente. En este caso lleva un vestido azul claro de estar por casa, algo gastado. Le llega por encima de la rodilla, pero al quedarle algo pequeño sus tetas quedan más marcadas, incluso sus pezones. Luego está Carla, que va con su pijamita de dos piezas, en la que la de arriba es una ajustadísima prenda donde se recalcan sus turgentes pechos y la de abajo, unos pantaloncitos de algodón que dibujan su redondísimo culo a la perfección. ¡Dios, ¿por qué me haces esto?! – me pregunto a mí mismo.
Termino de preparar la ensalada y me cambio para cenar. No puedo evitar dar un par de meneos a mi polla que se ha puesto morcillona ante la visión de mis dos mujeres que no sólo me siguen atrayendo, sino que ahora me obsesionan. Al final me decido por ropa cómoda, pero cuando regreso al salón veo que Carla me observa detenidamente. No me percato que mi ajustadas mallas de gimnasia dibujan mis muslos y un paquete que sin estar a tope se dibuja bastante, además llevo una camiseta muy ajustada donde se perfilan mis pectorales, no fue a propósito pero parece que a ella le gusta mi indumentaria. Noto cómo se humedece los labios y el hecho de que me mire así, más su figura con ese pijama tan ceñido, hace que mi bulto cobre vida. Ella sopla, no sé si molesta o excitada cómo lo estoy yo, pero me encanta esa forma de mirarme.
Nos sentamos en la mesa y curiosamente nos pasamos casi todo el tiempo en silencio. Ninguno de los tres nos atrevemos a decir ni palabra. Las chicas se miran, cómplices de haber hablado entre ellas, aunque lo intuya no adivino exactamente lo que ha podido ser. Supongo que han debatido lo bueno y lo malo de la fiesta, el hecho de haber convertido una clase práctica en algo mucho más fuerte, sobre todo cuando mi madre se dio cuenta de que había follado con su propio hijo o cuando nos pilló en la habitación haciendo lo propio entre hermanos, totalmente entregados en un polvo magnífico y fuera de lo planeado. ¿Algo insensato? Por supuesto que sí.
Me dispongo a recoger la mesa, pues es mi tarea de siempre al terminar de cenar, pero es mamá la que me detiene, sujetándome por la muñeca.
− Deja eso para luego, cariño.
− ¿Qué ocurre mamá?
− Tenemos que hablar. Venid, sentémonos en el salón.
Las dos chicas se sientan en el sofá y yo lo hago en el sillón que está a un lado. Trago saliva, porque entiendo que nos espera una reprimenda. Noto a mamá nerviosa, como que no quiere asimilar todo lo ocurrido o no sabe cómo demonios enfocarlo. Tras apretar sus puños y acariciar sus rodillas con inquietud, se decide a hablar.
− Veréis hijos, no sé qué os parece todo esto, pero supongo que tenemos que ponerle freno ahora, antes de que sea demasiado tarde.
− No entiendo, mamá. ¿A qué te refieres? – le contesto mirando a esas rodillas que me parecen preciosas, mucho más resaltadas al haberse subido algo más el vestido y mostrando una buena porción de su seductor muslo.
− Carla y yo hemos estado hablando, pero ella también está muy confusa con todo esto, supongo que tú también. – comenta.
− Sí, claro.
− Pues eso, yo no tenía previsto que todo saliera así. De hecho quería que fuera sólo algo muy puntual. Había preparado la fiesta especial de tu cumpleaños, pero todo se ha enredado y no veo salida.
Desde luego las palabras de mamá me confunden más que otra cosa, porque precisamente ha estado preparando durante semanas todo este tinglado como para decir que no tenía previsto que saliera así. Sonrío intentando restar seriedad.
− Hijo, mi intención era que aprendierais. No desde el punto de vista sexual, que eso lo iréis practicando con vuestras respectivas parejas. No sé si me entiendes…
− Francamente no. – respondo contundente, pero es que es verdad.
− Verás, se lo he intentado explicar a tu hermana, pero le pasa igual, tiene unos sentimientos encontrados, que no entraban en el juego.
− Sigo sin entender.
− Mira, yo planeé esto, primero porque sé que pronto encontrareis a alguien con quien tener sexo y disfrutar plenamente de él. Ya hemos hablado de las precauciones a tomar y todo eso, pero mi idea era la de crear una clase en la que nosotros compartiésemos por un día algo para lo que no estáis entrenados y en mi caso fue casi traumático, allá en mi primera vez, por eso no quería que la cosa fuera más que lo del día de tu cumpleaños. Cuando os vi en la habitación de Carla, me di cuenta del tremendo error que había cometido.
− Bueno, para eso habías organizado todo, no creo que sea un error. No te tortures, mamá, tú lo hiciste con la mejor intención y te aseguro que nos ha servido de mucho– digo yo tratando de ser práctico dentro de la locura que es todo esto.
Carla está en silencio, supongo que no sabe qué aportar a lo sucedido, pero noto como de vez en cuando su mirada se dirige a mi cuerpo y la mía también al suyo. ¿Será eso a lo que se refiere mamá? Ella lo intenta explicar
− Mira Nacho, yo quería que este día de tu cumpleaños, además de regalarte algo muy especial, fuera algo que os sirviera a los dos de ayuda, que fuera una experiencia totalmente sexual, como un libro abierto que os explicara qué os podíais encontrar, evitar errores futuros y que yo os echara una mano y asesoramiento.
− Y nos has ayudado mucho, mamá – añade mi hermana.
− Lo sé cariño, gracias, pero me refiero a lo que viene después. He sido una ingenua al pensar que todo podía quedar en una fiesta loca, sin darme cuenta de las consecuencias que podría acarrear.
− Pero ¿qué consecuencias? – pregunto insistente.
− Pues que no quiero que veáis la posibilidad de querer seguir con esto porque eso no forma parte del plan. – dice poniéndose en pie y sirviéndose una copa, algo que hace solo cuando está realmente nerviosa.
− Bueno, es algo irremediable que no volvamos a sentir algo después de lo de anoche. ¿No crees?
− Eso es lo que yo no quería, hijo. Esto se tiene que detener aquí y ahora. Era solo un día. ¡Nada más! – responde muy seria.
− Si te refieres a cuando Carla y yo…
− Sí, pero no es por ese momento en concreto solamente. Yo entiendo que ambos necesitabais sentir lo que era, eso no os lo reprocho, pero quizás debíamos haberlo enfocado de otra manera, o simplemente haberos dado solo la teoría… No sé, estoy hecha un lío, fui muy a tiro hecho, sin pensar que no sois de piedra y que la tentación os puede traicionar.
− ¿Arrepentida?
− No, no exactamente. Ya sabes que no me arrepiento nunca de lo que hago, pero si estoy mal por lo sucedido y no quiero que esto os provoque situaciones complicadas.
− ¿Situaciones complicadas? – vuelvo a cuestionar.
− Sí, lo mismo que el otro día estuvisteis en el cuarto de tu hermana, ¿Quién me dice que no vais a volver a intentarlo? ¿Qué en cualquier momento os deseéis como hombre y mujer que sois y no como hermanos? ¿Entiendes lo que quiero decir?
− Sí, claro. Pero eso no tiene por qué ocurrir – digo con poco convencimiento.
− Pero os vais a sentir atraídos sexualmente o que lo sintáis conmigo y eso es lo que quiero evitar a toda costa.
− ¿Quieres decir que no sintamos atracción?
− Hijo, eso no se puede evitar, más después de haber vivido tantas experiencias, pero sí que lo controléis como adultos y sobre todo porque... ¡Sois hermanos y yo vuestra madre!
Joder, todo esto es un lío más enrevesado de lo que pueda imaginar, ya no sé si lo ocurrido era lo que tenía que ocurrir o simplemente mamá no ha contado con esos daños colaterales que son el deseo, los impulsos carnales y la lujuria más salvaje.
− Pero mamá, tú estabas tan dispuesta, tan decidida… disfrutando de todo… ¡Incluso lo grabaste!
En ese momento Carla levanta su mirada, que tenía clavada en el suelo para dirigirla a los ojos de mamá, intentando también entender algo más y por qué nuestra madre lo grabó todo como si fuera una fiesta normal y corriente.
− Mi idea de dejarlo grabado, era precisamente por eso, para que quedara constancia de lo que pasó, de un día especial para todos y recordarlo dentro de… ¡yo qué sé!, unos cuantos años, pero nada más, quizás no debí grabarlo pero me dejé llevar por la emoción… no sé. La idea era recordarlo, además de cómo aprendizaje, como algo anecdótico, que nos hiciera hasta gracia, pero ahora veo que es mucho más serio y más complicado.
− ¡Mamá, estás arrepentida! – le digo pareciendo el más adulto de todos, siendo el menor.
− No hijo, no es eso. Lo hecho, hecho está, pero quiero que me digáis lo que sentís, si esto va a llevaros a algo de lo que sí nos podamos arrepentir después. ¿Me entendéis?
− Bueno… ¿no pretenderás que olvidemos todo? – añado muy seguro.
− Claro que no. Ya digo que es un día muy especial para los dos y que lo debéis recordar con cariño, por eso también quise guardarlo en imágenes, por si algún día teníamos que volver a recordarlo como un día muy importante, pero nada más.
− ¿Entonces?
− Mira, Nacho, yo sé que deseas a tu hermana y ella a ti. Algún momento os llevará a los dos a tener sexo de nuevo. Incluso que me desees a mí, y no quiero que pase nada más. – afirma seria, bebiendo un trago a su copa a continuación.
Me quedo callado unos instantes, pensando en la palabra sexo y no follar, como cuando hablaba en la fiesta de cumpleaños, pero hay otra cosa que ha hecho que mi polla se ponga rebelde otra vez y es la de pensar en la posibilidad de que mi hermana me desea a mí.
− Bueno, eso es inevitable. – afirmo.
− ¿Inevitable?
− Si, no puedo controlar ese deseo. ¿Carla tú también lo piensas? – pregunto a mi hermana de pronto para asegurarme que es recíproco.
Los carrillos de Carla se encienden y noto a mamá que la mira, sabiendo que se confirman sus sospechas, pero en cambio mi polla parece crecer bajo mi pantalón de deporte al saber que mi hermana también está con el cosquilleo en sus partes. ¡Joder, esto es muy fuerte!
− Es normal que sintáis cosas, sois muy jóvenes, tenéis las hormonas revolucionadas, unos bonitos cuerpos, ganas de explorar… es normal que veáis sexo por todas partes, de hecho yo también lo siento, no puedo evitar sentirlo… y desearlo.
Alucino más, al saber que mamá también siente ese deseo y esas ganas de follar en otro trío maravilloso. ¿Qué problema hay en que podamos tener un amor libre de verdad?, por lo que sé hay algún caso que lo llevan en práctica, aunque no conozco a ninguno cercano, esa es la verdad.
− Una cosa es que puedas sentirte tentado, pero otra es que no podáis dominarlo. Sé que eso va a poder con vosotros. – nos dice.
− Pero mamá, ¿cómo lo vamos a hacer? – pregunta Carla esta vez.
− He pensado que lo mejor es separarnos.
− ¿Separarnos? – cuestiono confuso.
− Así es. Al menos vosotros dos o quizás los tres sería lo mejor...
− ¿Pero cómo, mamá? – pregunta Carla con cara de susto.
− Alguien tendrá que irse a vivir con la abuela y el otro pues a casa de la tía Julia, por ejemplo, para evitar lo que llamáis inevitable. Dejar pasar el tiempo y que eso cierre cualquier herida abierta y cualquier deseo carnal entre nosotros tres.
Joder, mamá se incluye, por lo que deduzco que ella es una de las que no puede refrenar esos instintos, pero lo dice convencida y hasta con un tono de cierto enfado. No quiero ni pensar que pueda irme desterrado a casa de la abuela o de la tía Julia, que vive a más de cien kilómetros de distancia o que se vaya Carla y no la pueda volver a ver cada día. Eso sería una putada gordísima.
− ¿No hay otra opción? – añade Carla. - a la que también preocupa esa posible separación.
− ¡Qué me deis vuestra palabra que no haber más sexo entre nosotros!, pero eso es algo de lo que no puedo estar segura.
Reina un eterno silencio sin que nadie aporte nada, estamos en shock. Carla me mira, yo la miro y no sabemos cómo poder comprometernos.
− ¿Y bien? – pregunta de nuevo - ¿Vosotros estaríais dispuestos a firmarlo por escrito?
Carla y yo nos miramos, sabemos que lo que propone mamá es algo rarísimo, pero no queremos bajo ningún concepto tener que separarnos, de modo que cualquier alternativa será bienvenida.
− Por mí de acuerdo. Lo intentamos – dice Carla forzando una sonrisa.
− Y yo. – afirmo con ella.
− No. No vale con intentarlo. Lo firmado tiene que cumplirse cláusula a cláusula.
− ¿Pero qué firmamos? – pregunto.
− Redacto un acuerdo y todos nos comprometemos. Sé que cuando lo hemos hecho otras veces para las obligaciones de cada uno, ha funcionado.
− ¡Mamá, cuando hacíamos eso éramos unos críos! – afirma mi hermana.
− Razón de más. Ahora sois adultos, tú a punto de matricularte en la facultad de derecho y el documento dejará clara cualquier duda y si no cumplís, no habrá más remedio que nos tengamos que separar. Esto no era lo acordado. Si alguien no cumple con su parte, tendremos que distanciarnos irremediablemente.
− ¿Pero qué tipo de acuerdo? ¿Un contrato? – pregunto.
− Más o menos. Lo tengo redactado. Voy a imprimirlo que está medio terminado.
En ese instante mamá se dirige a su cuarto, supongo que para sacar del ordenador un escrito que tiene, según dice, medio hecho.
− ¿Lo tiene preparado? – le pregunto a Carla cuando mamá se mete en su cuarto.
− Sí. Está muy afectada por todo, no se imaginaba que todo fuera así. – responde encogiéndose de hombros.
− Es que es todo tan extraño. – le comento pero ella no acaba de mirarme a los ojos.
− Sí. – responde tímidamente.
− ¿Mamá cree que no vamos a poder controlarnos de ninguna manera como para hacernos firmar un contrato?
− Supongo que sí. Ella pensaba que todo se iba a quedar en la fiesta y ahora no se fía. Yo tampoco… - añade cabizbaja.
Me quedo pensativo, pero con mi vista clavada en el cuerpo de Carla. ¡Está tan guapa!, con ese pijama tan ceñido, donde se marcan las redondeces de sus pechos, así como el pantaloncito tan corto que revela el pubis remarcado.
− ¿Qué miras? – me pregunta.
− ¡Lo buena que estás hermanita! – afirmo.
− ¡Joder, Nacho, ya te vale!
− ¿Por qué? Es la verdad.
− Mira como está mamá con todo esto, intentando arreglarlo y tú dale que te pego.
− ¿Acaso no sientes tú lo mismo? – pregunto y en ese momento aprieto mi polla por encima del pantalón para que quede constancia de lo que ha aumentado de tamaño.
− ¡Eres un cerdo!
− Lo sé, no puedo evitar sentirme atraído por tu cuerpo y por el de mamá, todavía noto el cosquilleo en mi polla de cuando estuvimos follando anoche tu y yo, supongo que eso no lo has podido olvidar, ni yo tampoco sentir la estrechez de ese maravilloso coño que tienes.
− ¡Calla, por favor! – me dice, restregando sus muslos, en señal de que a ella le pasa igual.
− Me gustaría volver a follarte, volver a sentirte desnuda contra mí.
− ¡Nacho!
− Y que me comas la polla como sabes hacer tan bien… y yo a ti.
− ¡Ya vale! – dice levantándose con intención de abandonar el sofá e irse a su habitación supongo que apurada, pero evidentemente excitada.
Justo en el momento en el que pasa por mi lado, me agarro a su cintura y tiro de ella. ¡Joder me encanta asirme a esa estrechez. Entonces hago fuerza y ella cae sobre mí, justo como la primera vez que sentó su culo sobre mi polla. Ahora estamos igual, con mi polla totalmente tiesa debajo de su hermoso pandero y sintiendo completamente la largura de su raja sobre mi miembro. La fina tela de nuestras respectivas prendas no deja lugar a dudas y el contacto es más que perceptible. Ella forcejea pero con poco convencimiento.
− ¡Para ya!, ¡Guarro! – me dice.
No soy consciente de cuanto puedo complicar todo, pero es que es demasiada la tentación, más aún sabiendo que ella siente lo mismo o peor aún si tuviera que separarme de ella y no verla en muchos meses, eso sería una tortura para mí. Cuando me agarro a sus tetas y empujo mi pelvis como si estuviera follándomela, noto cómo su respiración se agita, como su cuerpo va convulsionando y como no hace más esfuerzos por salir.
− ¡Nacho! – dice esta vez, pero no recriminando, sino jadeando.
Aprovecho la ocasión para alargar mi mano y meterla en la fina tela de su pijama y avanzar por su pubis para encontrarme con su rajita. ¡No lleva braguitas!, ¡Que piel tan suave!, ¡Joder, está encharcada!
En ese momento Carla se levanta de sopetón, dándose cuenta de lo complicadas que ponemos las cosas, aun más de lo que ya están. Me echa una mirada de arriba abajo pero la tela dibuja claramente sus pezones marcados, los carrillos encendidos y un brillo en los ojos difícil de disimular.
En el momento en el que Carla vuelve al sofá, roja como un tomate, regresa mamá de su cuarto con los papeles que deben ser el famoso contrato. Tampoco puedo evitar observar el balanceo de sus tetas al acercarse. Espero que no haya notado nada raro a su vuelta aunque entre los pezones marcados de Carla y mi polla que parece querer salirse de mi pantalón de deporte…
− Bueno, aquí lo tengo. – dice mamá.
− Lo tenías bien preparado. – afirmo.
− Pues sí, hijo, le he estado dando vueltas todo el día y creo que es mejor así. Yo también sufriría mucho teniéndonos que separar y como sé que vosotros vais a respetarlo como buenos hijos que sois, la firma sentenciará que a todos nos obligue a cumplirlo. Quién lo incumpla pagará las penas de los tres. Ya que somos una familia tendremos que comprometernos a ello.
− ¿Todos? – pregunto.
− Si, Nacho, yo también quiero obligarme, porque sé que también puedo caer en esa tentación.
− De modo que también sigues excitada. – añado sonriente.
Mamá me mira, después lo hace con Carla y no contesta, pero no hace falta que lo haga, pues su cara es de pura evidencia.
Allí nos planta el contrato que leo por encima, aunque Carla parece hacerlo con más devoción, será que este año va empezar la carrera de derecho y como futura abogada, quiere ser estricta.
− No me parece justo – digo tras leerlo de un tirón.
− ¿Por qué? – pregunta mi madre – es tan solo un compromiso firmado.
− Pues por eso, un compromiso sobre algo que se ha quedado a medias. Yo estoy excitado todavía.
− Ya lo sé hijo, pero… estoy intentando aclarare que todo esto debe detenerse… No sé qué parte no has entendido.
− Carla también lo está – le interrumpo, al tiempo que mi hermana levanta la cabeza con su cara sonrojada.
Mi madre mira a su hija y luego frunce el ceño, no sin antes echar una buena ojeada a mi polla que sigue enhiesta bajo el pantalón.
− Y tú también lo estás, mamá. – añado.
− ¡Hijo!, por favor…
− Vamos, mamá, no te hagas ahora la dura.
− Verás, ya te dije que todo esto no es fácil y el hecho sentir excitación es lógico, teniendo en cuenta que ayer vivimos demasiadas experiencias y todos hemos pasado por momentos extraordinarios y muy agradables que no vamos a borrar, de hecho, esa es una de las principales razones para tenerlo grabado, es nuestro día, pero continuar con esto sería un tremendo error, hijo. ¿No te das cuenta?
Sin duda mamá es la más sensata, primero por ser la más adulta, segundo por ser nuestra madre y darse cuenta de que sus buenas intenciones llevan a dos jóvenes inexpertos a querer comerse el mundo y sobre todo entre ellos.
− Pero el contrato dice que todo se limita a la fiesta de cumpleaños y que fuera de eso no podemos a volver a tener ningún tipo de relación carnal. – añado.
− Pues sí, eso dice, hijo. ¿No era así?
− Por eso no es justo – añado. – si se limita al día del cumpleaños, la fiesta empezó a las seis de la tarde y acabó…
− Dos horas después de las doce cuando os pillé dale que te pego a tu hermana y a ti. – afirma seria.
− Pues entonces, no es el día de mi cumpleaños son solo seis horas.
− Bueno, no vamos a estar las veinticuatro horas de sexo. Hay más cosas en la vida.
− Claro que sí, pero no limitarlo todo a seis.
− Entonces, ¿No estás dispuesto a firmar? – dice quitándome el contrato de las manos algo decepcionada por mi actitud.
− Sí, mamá, sí que lo estoy, pero no limitado a ese corto tiempo en el que no hemos tenido tiempo de aprender lo suficiente.
Creo que esa última frase mía ha sido brillante, pues mamá tarda en reaccionar y en contestar.
− Entonces, ¿qué propones?
− Pues alargarlo en el cumpleaños de Carla, por ejemplo.
− ¿Dentro de un mes? – pregunta mi madre.
− ¡Cuándo cumpla los diecinueve! – afirma esta vez Carla ilusionada con esa idea en un brillo especial en sus ojos.
− Claro. – me explico – hasta ahora la cosa se había basado en que lo íbamos a celebrar en mi cumpleaños, pero que era de los dos, por eso no me parece justo doblemente, primero porque mi regalo solo duró unas horas y además mi hermana no tuvo su fiesta igual que yo, creo que es lo equilibrado. Además no estamos lo suficientemente preparados, seguro que hay cosas que tendremos que aprender y que tú nos puedes enseñar, creo que el entrenamiento que nos tenías preparado se ha quedado demasiado corto y eso nos puede llevar a errores en nuestras futuras parejas. ¿Es lo que quieres?
Lo que he dicho no hay por donde cogerlo, además de resultar más egoísta que justo, pero aun así me quedo bastante convencido, seguro de mi discurso y mirándolas con cara de autosuficiencia.
− Pero eso estaría fuera del trato. – añade mamá.
− Bueno, míralo como una pequeña ampliación. Faltan dieciocho horas de mi fiesta, las podemos pasar a ese día.
Sé que a mamá le gustan las cosas justas, incluso aun firmadas, por eso ser justos, equilibrados y sensatos, son tres cosas a las que no podría negarse, al menos eso pienso.
Ella se queda pensativa, primero mira a su hija, que está expectante esperando su respuesta y debe notarle la excitación que tiene encima. Luego me mira a mí, notando le brillo de mis ojos y la erección que se reprime bajo la tela de mi pantalón.
− No, ya hemos tenido suficiente, Nacho. – responde nerviosamente.
− Bueno, doce. – digo intentando regatear las horas.
Mamá deja el escrito sobre la mesa y cruza los brazos. Me parece una pose tan sexy, viéndola ahí, que mis ojos recorren sus pantorrillas y luego intento adivinar que se esconde bajo lo que tapa la falda, aunque lo tengo grabado a fuego en mi memoria y también en su Smartphone.
− Creo que Nacho tiene razón mamá, hay cosas que se nos han quedado sin aprender del todo.
− ¿Cosas? – vuelve a preguntar mamá, con sus brazos cruzados y zapateando nerviosamente con su pie derecho.
− Sí, bueno, no sé, saber cómo actuar… - añade mi hermana queriendo aportar su granito.
− Sí, mamá, alguna postura que nos ayude en nuestras relaciones futuras. – intervengo efusivamente como si fuera la cosa más normal del mundo.
Nuestra profesora sigue dudando, eso es bueno y al fin vuelve a mirarnos, para recoger el contrato sobre la mesa y decirnos levantando su dedo índice:
− ¡Doce horas en el cumpleaños de Carla!
− ¿En serio? – pregunto sin creerlo y veo de reojo la gran sonrisa de mi hermana.
− Pero nada hasta entonces. ¿Estamos de acuerdo?
− ¡De acuerdo! – afirmamos mi hermana y yo efusivos a la vez.
− Como ese día del cumple de Carla cae en viernes, yo saldré de trabajar a las nueve. Así que la fiesta especial empezará a las 11 de la noche y acabará a las 11 de la mañana del día siguiente. ¿Todos de acuerdo? – reafirma para que no haya ningún género de duda.
Ambos certificamos eufóricos y aunque Carla quiera disimularlo, está tan cachonda como yo y seguro que quiere volver a follar conmigo. ¡Dios, estoy cachondísimo con sólo pensarlo?
Mamá se agacha y sobre la mesa añade una nueva cláusula en el contrato, esta vez escrita de su puño y letra. Mientras la redacta veo que en esa postura se ve gran parte de su muslo y mis ojos adivinan el color de sus braguitas, que son negras con encajes. Se nota hasta su monte de venus y los pliegues de sus ingles. Ella levanta la vista un momento.
− ¡Nacho, hasta el cumple de Carla, nada! – añade cerrando sus piernas dejándome sin panorámica sabiendo que he tenido una buena panorámica.
La última cláusula dice algo así: “Se amplia para completar la fiesta de Nacho a la del cumpleaños de Carla, en otras doce horas. Y nos comprometemos a que no habrá nada de sexo, ni cualquier comportamiento puramente carnal entre nosotros, fuera de estas dos fiestas especiales de cumpleaños”
Todavía no acabo de creerme que mamá haya aceptado, porque yo sé que Carla está igual de interesada ante su nueva fiesta y creo que ambos nos merecemos ese momento, aunque solo sean doce horas más, pero espero aprovechar a tope.
Después de firmar el acuerdo, incluso dándonos la mano, como si hubiéramos firmado el contrato de nuestras vidas, y de hecho lo es para mí, nos vamos a nuestras respectivas habitaciones.
Sobra decir que no consigo conciliar el sueño y mi cabeza no deja de dar vueltas, pensando en que soy el más afortunado del mundo, por tener a dos mujeres preciosas y que quiero tanto, pero además, haberlas convencido de poder volver a tener otro encuentro como el de mi fiesta de cumpleaños.
Juliaki
CONTINUARÁ…