Mi madre, mi hermana y la fiesta de cumpleaños (6)

Mi extraordinaria fiesta de cumpleaños ha llegado a su fin, pero a mi, francamente me sabe a poco, porque no puedo quitarme de la cabeza todas las imágenes vividas con mi madre y mi hermana.

Mi madre, mi hermana y la fiesta de cumpleaños

CAPITULO 6 (Con sabor a poco)

Ahí sigo tumbado en mi cama, desnudo, rememorando las imágenes que tanto me han impactado en este día tan maravilloso y extraño, ¡El día de mi dieciocho cumpleaños!

Mirando al techo veo pasar esas escenas tan difíciles de olvidar y tan impensables apenas un día atrás. Recuerdo vivamente los momentos de descubrir esos atuendos tan sexys de mis chicas, sus vestidos que nunca antes les había visto o esa lencería tan sexy, por lo hablar de cuando ellas se desnudaron ante mí o el momento en el que yo lo hice ante ellas, las oportunidades gloriosas de acariciar sus magníficos cuerpos, poder besar sus respectivas bocas, sentir por fin el cuerpo soñado de mi hermana abrazado a mí, ese momento inolvidable de tenerlas a ambas arrodilladas a mis pies haciéndome una soñada mamada o sin duda, lo más fuerte, cuando tuve la oportunidad de follarme a mamá. Joder, no puedo creerme que mi polla reviva de nuevo tras tanto desgaste, pero es inevitable volver a empalmarme recordando cada uno de esos momentos.

Así estoy durante más de una hora, incapaz de conciliar el sueño y entonces recuerdo que mamá debe de tener el teléfono cargando sobre la mesa del salón. Aprovecho que ambas estarán ya dormidas y voy a comprobarlo. Me levanto sigiloso, sin vestirme, caminando lentamente hasta llegar al salón. Efectivamente allí está el teléfono de mamá con la carga completa. Me siento en una de las sillas y comienzo a visionar las fotos, son increíbles, incluso habiéndolo vivido, me parece todo una locura o un sueño. En unas salgo yo en primer plano desnudo, en otras los pechos perfectos de Carla, o el chochito de mamá cuando se lo estoy comiendo, luego hay videos increíblemente eróticos o más bien de carácter porno, con escenas imposibles, en las que ni me parece que yo haya sido el protagonista de todas ellas… Vuelvo para atrás, para disfrutar de cada imagen, pudiendo disfrutar de lo mejor de esta noche, como ese coño de mi hermana en primer plano que ha sacado mamá cuando yo le metía el consolador plateado. El cuerpo de Carla es increíble. Amplío la foto con mis dedos para recrearme en cada centímetro, en cada recoveco, especialmente en su rajita, que aun inexplorada, será la delicia de la primera polla que entre ahí. Ahora que me doy cuenta, la cámara del móvil de mamá saca una resolución increíble, pues ampliando el coño de Carla se ve claramente su clítoris, su deliciosa abertura y sus fluidos brillar alrededor. Es inevitable que mientras con una mano paso las imágenes en la pantalla, con la otra comience a pajearme ante tan impresionante show.

De pronto me doy un susto de muerte pues noto que alguien me da un coscorrón en la cabeza a mi espalda. Giro la cabeza. Es mi hermana Carla que ha venido sigilosamente y ahora está detrás de mí. Lleva una camiseta de tirantes corta y ceñida en donde se remarcan sus pezones y unas braguitas blancas tipo tanga.

−    ¿Qué haces? – me pregunta.

−    Nada. – respondo admirando de nuevo su figura con ese atuendo que me parece tan provocador.

−    ¿Nada? Pues ese parece mi coño en primer plano… - dice dándome otro pequeño golpe en mi cabeza.

−    Bueno sí, estaba repasando tranquilamente las fotos de esta noche.

−    ¡Y desnudo! – exclama observando mi polla que está de nuevo en su máxima expresión.

−    Joder, no pensé que me ibas a pillar.

−    ¡Y masturbándote! – añade fijándose en mi mano que mece suavemente mi verga. - ¿Si se levanta mamá?, ¿Qué?– añade.

−    Tampoco creo que se asuste por verme desnudo, después de lo de esta noche.

Me giro lo suficiente para verla de nuevo. Es realmente alucinante. Se da cuenta de mi embobamiento, Me sonríe y esta vez no me da un coscorrón sino un leve beso en mi cabeza.

−    ¡Qué buena estás, Carla! – le digo observando su cuerpo de arriba abajo.

−    ¡Calla, bobo! – dice pasando su brazo por mi cuello y pegando su cabeza a la mía para observar las fotos junto a mí.

Joder, siento su olor, el cosquilleo de su pelo sobre mi cara y me entran unas poderosas ganas de besarla.

−    ¿Recordando lo vivido? – me dice.

−    Sí. ¿Tú tampoco podías dormir?

−    La verdad es que no, no me puedo quitar de la cabeza todo lo sucedido.

Paso otra foto en donde aparece mi polla en primer plano.

−    ¡Qué fuerte! – dice al verla y luego a admirarla en vivo allá abajo.

−    ¡Schsss, calla o despertarás a mamá! – le advierto viendo que está hablado demasiado alto.

−    Es verdad. – me dice y se encoje de hombros tapándose la boca.

−    Espero que no te haya oído, porque la liamos.

−    ¿Vamos a otro sitio a verlas?

−    ¿A dónde?

−    Vamos a mi cuarto. – me dice, arrebatándome el móvil en su mano y dándome la otra para que la acompañe hasta allí.

Salto como un resorte de la silla tirado por su mano. Ya dije que observar a Carla es un ejercicio del que nunca se cansa uno, pero verla caminar delante de mí con esa pequeña camiseta que usa para dormir y sus braguitas diminutas en un culo que es la máxima perfección, es algo que me supera. Se gira un instante para observa cómo voy detrás de ella, flipado, completamente desnudo y con mi rabo cimbreante.

Llegamos a su cuarto y me ordena que cierre la puerta con cuidado. A continuación nos quedamos uno frente al otro, observándonos. Yo no pierdo detalle, pero ella tampoco, echándome un buen repaso por todo mi cuerpo, haciéndolo lentamente, explorando con más detenimiento mi polla tiesa que queda delante de sus ojos.

−   ¿Cómo hacemos para verlas? – me pregunta con cierta ingenuidad sin quitar la vista de mi tremenda empalmada.

Se me ilumina la bombilla y sentándome en la cama ahora soy yo el que estira la mano para invitarla.

-       Ven, siéntate sobre mí. – le digo.

-       ¡Nacho! – protesta como si aquello fuera una locura, que en cierto modo lo es, pero después de lo de esta noche, me resulta hasta inocente.

-       ¿Qué pasa? No nos vamos a asustar por eso ahora, Carla.

-       Ya pero…

-       Me porto bien, tú tranquila. – le confirmo por si le queda duda de que quiera romper el trato con mamá.

Podría haberme dicho que no, que se sentaba a mi lado para ver las fotos, pero no, lo que ocurre a continuación vuelve a sorprenderme a pesar de haberlo vivido ya, pero el cuerpo precioso de mi hermana se pone delante de mí, ofreciéndome de nuevo un primer plano de ese culazo de diez apenas cubierto por la fina tira del tanga. Recuerdo las muchas veces que ido a verla jugar al vóley con mis amigos y todos flipan cuando la ven embutida en sus pantaloncitos negros de lycra tan ceñidos y que forman esas curvas perfectas de sus posaderas. Ahora tengo ese culo delante y ni me lo creo. Se inclina levemente hacia delante y puedo ver por debajo el dibujo de su raja asomando entre sus glúteos. ¡Qué portento! Ella vuelve su cabeza y me sonríe, sabe que estoy alucinando.

−   ¡Vamos, hazme un sitio! – me dice sonriente abriendo más sus piernas y bajando su culo lentamente hasta que se sienta sobre mi regazo nuevamente. Podría haberlo hecho también sobre mis rodillas, pero no, se sienta poniendo su entrepierna justo sobre mi polla.

−   ¡Joder! – digo en un suspiro alargado al sentirla.

−   ¡Calla tú ahora o despertarás a mamá!

−   ¡Carla, esto es una pasada!

−   No te hagas ilusiones que ya sabes que mamá nos dijo que todo se había acabado. – me dice poniendo morritos mirándome a los ojos.

No sé si eso es lo que ella quiere realmente, porque de otro modo no hubiera colocado su portentoso cuerpo sobre el mío, pero yo prefiero no decir nada, sino sentir esa sensación nuevamente. Vuelve a fascinarme el hecho de tener ese calor sobre mi cuerpo desnudo y como la tela de su braguita apenas puede cubrir el contacto de nuestros sexos. Me agarro a su estrecha cintura y es ella la que empieza a pasar las fotos, mientras yo sigo admirando su espalda, su estrecha cintura, su culo, sus muslos y sobre todo el calor que emana su chochito sobre mi dura polla. Casi lo que menos me importa son las fotos del móvil.

−    ¡Vuelves a tenerla durísima! – me anuncia en voz baja con su boca muy cerca de la mía.

−    Sí. – contesto entrecortadamente.

−    Te recuperas mucho más rápido de lo que me había dicho mamá.

−    Contigo es fácil volver a estar a tope.

−    Jeje… ¿Te inspira mi coño? – me pregunta lascivamente al tiempo que se mece sobre mí polla repetidas veces haciendo que el bultito de su sexo acaricie toda la largura de mi miembro.

−    ¡Me inspiras toda tú! – le digo suspirando mientras pellizco sus pezones por encima de su fina camiseta.

−    ¡Oye, no te pases! – protesta, como si eso fuera un atrevimiento por mi parte, teniendo en cuenta que hemos sobrepasado ya todos los límites.

−    Perdona – digo retirando mi mano de sus pechos.

−    ¡Ha sido todo increíble!,  ¿verdad? – dice en voz baja.

−    ¡Y tanto! – respondo sin dejar de acariciar su cintura y caderas. No me atrevo a volver a sus tetas, aunque lo estoy deseando.

−    No me puedo creer todo lo que hemos hecho, Nacho. – advierte a medida que va viendo las fotos.

−    ¡Ha sido maravilloso Carla! – le repito y mi polla pega una sacudida bajo ese calor que emana de su rajita. Puedo notar la humedad que desprende su pequeña braguita.

−    ¡Y una locura!

−    ¡Y tanto!

−    ¿Qué es lo que más te gustó, Nacho?

−    Dirás qué fue lo que no me gustó, porque todo me ha parecido flipante, hermanita. Desde el principio poder veros desnudas, acariciar vuestros cuerpos, comerte ese conejito… que sabe delicioso.

−    ¿En serio te gustó chuparme ahí?

−    Joder, me pasaría horas.

−    Lo hiciste muy bien.

−    ¿Te gustó?

Carla me afirma moviendo su cabeza y mordiéndose el labio inferior. Después suelta su risita nerviosa que me maravilla, halagada y excitada sin duda, porque se gira para darme un beso en la mejilla.

−    A mí también me gustó comer tu polla. Sabe muy rica. – añade.

−    Lástima que esta noche haya durado tan poco. – añado, besando su hombro.

−    Sí, pero la verdad es que ha sido muy fuerte, era todo fuera de lo normal.

−    ¿El qué?

−    ¡Nacho, pues todo…! ¿No te parece muy heavy?

−    Pues sí, la verdad es que todo es increíble.

−    Ni yo me lo creo y eso que estaba más concienciada que tú.

−    ¡Y yo sigo sin creérmelo! – afirmo entusiasmado

−    ¡Calla, baja la voz! – me advierte.

−    Ha sido la mejor experiencia de mi vida. – añado.

−    Para mí también fue todo mucho más fuerte de lo planeado, pero llegó un momento en el que me sentí muy extraña, como si hiciéramos algo muy malo. Algo me decía que teníamos que parar…

−    No sé por qué, Carla…

−    ¡Joder, Te has follado a mamá!

En ese momento la imagen del teléfono ofrece la escena de el polvo sobre la silla con mi madre y lo cierto es que aun viéndolo tampoco lo creo. Mamá se mueve en la imagen, acompasada sobre mí, haciendo que toda mi virilidad la penetre, algo que para mí fue prodigioso, incluso viéndolo ahora, pero por la cara de nuestra madre, tampoco parece estar pasándoselo nada mal.

−    Y tú porque no me has dejado. – agrego jugando con su pelo.

−    ¡Idiota!

−    Es la verdad.

−    ¿Te hubiera gustado? – pregunta y hace un movimiento con el que noto más su culo contra mi pelvis.

−    Joder, sabes que sí, hermanita, hubiera dado lo que fuera. – añado volviendo a acariciar sus pechos sobre su top pero esta vez no me quita las manos.

−    Bueno, me metiste el consolador, era casi como follarme, ¿No? – comenta ella medio ronroneando.

−    Sí, casi, jeje… pero no es lo mismo. Después de follar con mamá he visto que no es parecido a nada. No niego que me gustó meterte ese cacharro por tu chochete o correrme sobre tu cuerpo.

−    Ya, es verdad, me dejaste bien pringada. ¿Siempre sueltas tanta cantidad?

−    Bueno, depende, pero sí, me recupero rápido y ahora podría darte otro baño de leche, si quieres – le digo bromeando sin dejar de acariciar sus tetas y apretar mi pelvis contra su culo.

−    ¡Bobo! – me dice y me retira las manos de sus pechos.

−    Aunque me hubiera gustado correrme dentro de ti. – añado.

Carla guarda silencio durante unos instantes, parece pensativa, pero yo no dejo de disfrutar de su cuerpo, sus caderas, su cintura… Tenerla así encima es para quedarme de por vida.

−    Bueno, lo de follar no niego que me hubiera gustado, pero había algo que me lo impedía. Lo siento, Nacho, no estoy preparada. – añade volviendo su carita de pena, mirándome fijamente a los ojos.

−    Ya lo sé. No te preocupes. Mamá me enseñó la maravilla que es follar.

−    Yo preferí que lo hicieras con mi juguete. Me gustó mucho más que hacerlo yo sola. – me interrumpe.

−    Me imagino, pero no creo que sea igual que tener una polla dentro

−    Supongo… ¿Qué sentiste al follar a mamá? – me pregunta volviendo a ver en la pantalla la escena de ambos echando el polvazo sobre la silla.

−    Bufff, no sabría expresarlo. Fue algo único. Siempre había soñado con ese momento y no tiene nada que ver con lo imaginado.

−    ¿Con follar con ella?

−    Sí, y contigo.

−    ¿En serio?, ¿Has pensado antes de hoy en follar conmigo?

−    ¿Bromeas Carla?, ¡Millones de veces!

Me encanta ver su sonrisa, esa que forma un rostro aun más bello cuando se ilumina su cara con su blanca dentadura. Además su timidez, no sé si intencionada, le hace parecer más sensual.

−    No te creo. – me dice desafiante.

−    Te lo juro, Carla. Me hago mil pajas pensando en ti desde hace mogollón de tiempo. Siempre soñando con poder follarte y hoy he estado tan cerca…

−    Pero soy tu hermana, Nacho, ¿Cómo puedes pensar eso?

−    ¿Y qué? ¿Acaso tú no has pensado en algo así?

Hay un momento en el que Carla se calla y sigue pasando fotos en silencio, supongo que dándole vueltas, pero me da que no se atreve a reconocerlo. Yo estoy seguro de que sí que lo ha pensado.

−    De todos modos lo de hoy tampoco es muy normal – añado queriéndome poner de su parte y apoyar su incertidumbre.

−    Es verdad, es una noche especial, sólo eso. No debemos pensar nada fuera de esta noche. Ya sabes que mamá no quiere que esto se repita.

−    ¿Y tú? – me atrevo a preguntarle.

−    ¿Yo, qué?

−    ¿Quieres que se repita?

−    Pues tampoco, Nacho, ya no somos unos críos para andar jugando o para seguir teniendo sexo entre nosotros. Supongo que todo esto nos ha servido como primera experiencia, al menos eso es en lo que mamá me ha ido instruyendo y formando, estar preparada para mi futura pareja, pero no llevarlo más allá.

−    Menos follar, tú no lo has hecho.

−    ¡Nacho! – me recrimina, porque parece sentirse al repetirle tantas veces ese hecho y no haberse atrevido.

−    Vale, perdona, hermanita, pero me hubiera gustado tanto…

−    Ya lo sé, a mí también.

Hay otro silencio largo en el que ambos seguimos viendo fotos y mis manos siguen avanzando por sus muslos finos y robustos. De vez en cuando subo a sus tetas y las acaricio con parsimonia, sabiendo que ella no parece disgustarse por ello. Pellizco sus pezones que están duros, acaricio su ombligo, la cara interna de sus muslos…

−    Venga Carla, ¿Has pensado alguna vez en hacerlo conmigo? – le pregunto.

−    ¿En follar contigo?

−    Sí, claro que lo he pensado.

Nuevamente pensativa tarda en reaccionar o quiere buscar la manera de reconocerlo. Hasta que por fin confiesa:

−    Reconozco que últimamente sí. Desde que mamá me propuso lo de la fiesta y me fue avanzando en detalles, me transformé. Nunca te había mirado de una forma que no fuera la de hermanos.

−    Seguimos siendo hermanos. – digo riendo.

−    Ya lo sé, pero ha aparecido otro componente sexual extraño desde que emprendimos el plan con mamá. Empecé a verte más guapo, me fijaba más en tu cuerpo, estás muy bueno y ya cuando mamá me decía como me ibas a comer ahí abajo o como tenía que chuparte la polla… y todo lo demás, pues entonces sentí deseo y tenía muchas ganas de que me acariciaras...

−    Buff, como sigas así, me voy a correr debajo de ti. – le digo animado y acariciando una teta nuevamente.

−    ¡Calla! – me riñe dándome un codazo para que baje la voz.

−    Bueno ¿y qué más has sentido estos días con mamá pensando en mi fiesta?

−    Pues eso, el poder prepararme para chupar una polla por primera vez, cuando mamá me ayudaba con el consolador y eso.

−    Y no es lo mismo, claro.

−    Pues no, por supuesto, es mucho mejor chupar una de carne y hueso.

−    ¡Lo mío es todo carne! – respondo riendo.

−    Jajaja… ¡Qué idiota eres!

−    Y dime ¿qué era diferente al consolador? – le insisto.

−    Pues todo, la tersura, la forma, el calor que desprendes, su sabor… todo. Te aseguro que al principio pensé que me iba a resultar asqueroso.

−    ¿Y no ha sido así?

−    En absoluto. Al contrario.

Vuelvo a pensar en la mamada que me pegó mi hermana y más contrastándola con alguna de las fotos en la que se ve como intenta tragarse mi rabo con dificultad.

−    ¿Y lo del consolador? ¿Cómo perdiste la virginidad? – le pregunto.

−    Bueno sigo siendo virgen.

−    Ya, Carla… pero me refiero a que te dolería la primera vez.

−    Pues a base de probar y probar, menos de lo que creía. Lo cierto es que mamá se ocupó de que no me doliera, me fue dando masajes, cremas y yo me iba relajando mucho, hasta que se rompió esa pequeña tela. Ella me confesó que no tuvo esa oportunidad y al hacerlo con su novio inexperto la primera vez, lo pasó algo mal, por eso quería prepararme a mí y tener mi vagina dispuesta para recibir un pene por primera vez sin que me resultase incómodo y disfrutando completamente.

−    ¡Joder, qué putada no haberlo completado! – añado pellizcando de nuevo sus pezones,

Carla me mira de nuevo, y siento que le molesta mi insistencia, pero es que me resulta hasta frustrante haber estado tan cerca sin conseguirlo. Supongo que para ella también es extraño y en cierto modo tiene sentimientos encontrados. La entiendo.

−    ¿Y tú con mamá? ¿Qué sentiste al correrte dentro? – me pregunta, mientras sigue pasando imágenes, deteniéndose en una en la que mamá está con la boca abierta y los ojos cerrados.

−    Pues una maravilla. Yo tampoco pensé que era así, pero el calor que emite su coño es increíble, se siente cada rugosidad, como un abrazo muy distinto a una mano o a cualquier cosa, pero lo de correrme dentro fue increíble. Nunca hubiera imaginado que mamá me permitiese hacerlo.

−    Mamá toma la píldora, así que por eso no hay problema, además supongo que ella quería hacerte ese regalo.

−    ¿Y tú?, ¿Me hubieras dejado hacerlo dentro de ti?

Carla guarda silencio, incluso se detiene en su involuntario movimiento de su cuerpo sobre el mío, pienso que sigue molesta por mi machacona petición, pero le quito importancia:

−    Ya sé, hermanita, perdóname, no es por agobiarte, solo quería saber si en el caso de dejarme entrar en tu preciado coño, me hubieras permitido llenártelo de mi semen.

Al decir eso, ni me creo haberlo pronunciado y ese solo hecho produce un estremecimiento en mi cuerpo y creo que en el de ella también, noto como tiembla.

−    En ese caso, supongo que sí, de hecho me entrené para ello.

−    Entonces ¿Tú también tomas la píldora?

−    Claro. Yo también la tomo desde hace un par de meses, preparada para lo de hoy.

−    Lo de ayer, dirás.

−    Eso, jeje.

Aprovecho para acariciar de nuevo sus muslos, mientras empujo con mi pelvis clavando aun más debajo de ella mi abultado mango. Me encanta sentir su cuerpo que no me pesa en absoluto sobre mí. Al levantar la mirada me doy cuenta de que enfrente se ven nuestros cuerpos reflejados en el espejo de su armario

−    Carla, ¿Te has fijado en nuestro reflejo?

−    ¿Qué? – pregunta y sonríe al descubrir nuestra imagen en el espejo.

−    ¡Es verdad!, ¡Parece que estemos follando!

−    Bueno, para eso tendrías que estar desnuda tú también… - añado con total seguridad, besando su suave cuello.

Mi hermana vuelve su cara y me mira fijamente como si hubiera dicho la mayor barbaridad del mundo y puede que lo sea.

−    ¡Estaríamos de foto los dos desnudos aquí! – digo eufórico.

−    ¡No podemos, Nacho! – responde sin dudar, ante esa alternativa, pero en cambio me parece tan absurda su negativa...

−    No, sólo decía para hacernos un selfie en el espejo para ver cómo queda, seguro que es chula la foto – añado pareciendo natural en una petición alocada.

−    ¿Un selfie?, ¿Con el móvil de mamá?

−    Claro, es para vernos, luego lo borramos.

−    Pero, si me desnudo…

−    Vamos, no te voy a penetrar, Carla, quiero respetarte, solo es una foto. – le interrumpo serio.

−    ¡Joder, Nacho! – protesta pero sin mucho avidez.

−    ¡Por favor!

En ese momento, asombrosamente, Carla se pone de pie entre mis piernas, de espaldas a mí, ofreciéndome su precioso culo a pocos centímetros apenas cubierto por la tira de su tanga que se cuela por sus glúteos. Se vuelve ante mi aturdimiento y me dice.

−    ¡Vamos!, ¿A qué esperas? – me pregunta en una clara invitación para que le baje el tanga.

Joder, esto sí que es fuerte. Antes de que se arrepienta, agarro las braguitas por los costados y las bajo de un tirón, dejándome anonado una vez más al tener ese culo en vivo y en directo ante mis narices. Carla mientras tanto, se apoya en mi hombro y termina de sacarse el tanga. Se vuelve lentamente dándome el primer plano de su coño rasurado. Es una visión colosal, a pesar de haberlo visto más de una vez más en esta fantástica noche.

−    ¿El top también? – pregunta inocentemente sabiendo que mis ojos están clavados en su rajita.

−    ¡Claro! – digo entusiasmado.

Así lo hace, de una forma extremadamente sensual, sacándose la camiseta por su cabeza y ofreciéndome su cuerpo totalmente desnudo. Ni qué decir tiene que mi polla da uno de sus respingos. Ella me dedica otra de sus seductoras sonrisas y lentamente se gira hasta quedar de nuevo de espaldas a mí. Sostengo sus caderas y le ayudo para que vuelva a sentarse sobre mi verga, esta vez, ambos desnudos al completo. ¡Dios por un momento me parece que  la voy a penetrar!

−    ¡Ah! – gemimos al unísono cuando entran en contacto nuestros sexos.

Cierro los ojos durante unos instantes captando con todos mis sentidos esa increíble sensación de tenerla encima.

−    ¡Qué dura la tienes! – dice moviendo ligeramente su pelvis haciendo que su rajita abrace mi tronco.

−    ¡Y tú estás empapada! – añade.

−    ¡Joder, tampoco soy de piedra! – afirma.

Esta vez no digo nada, pero nos miramos a los ojos durante unos segundos a través de nuestro reflejo en el espejo. Comienzo a disparar fotos y ella hace un movimiento arriba y abajo como si realmente estuviéramos echando un polvo. ¡Qué sensación más maravillosa!

Mi hermana me mira de reojo sabiendo lo excitado que estoy, aunque mi polla habla por mí, todo mi cuerpo se estremece al sentirla. Sus carrillos están sonrosados y sus pezones más duros, por lo que aprovecho para pellizcarlos oyendo un nuevo gemido salir de su garganta.

−    ¿Ya has  hecho las fotos?

−    Sí – contesto con la voz entrecortada al sentir el coño de mi hermana embadurnando con sus fluidos toda la largura de mi polla.

−    Déjame verlas – me dice arrebatándome el teléfono y admirando las instantáneas, momento que aprovecho para acariciar sus pechos desnudos con mis dos manos.

−    ¡Bueno, ya está!, ¡Bórralas! – dice de pronto levantándose de mi cuerpo que se queda huérfano al dejar de sentirla.

−    ¡Pero Carla!

−    Nada, ya lo dejamos claro. – afirma arrepentida.

−    Sí, pero mira como estoy. – digo con cara de pena y acariciando la dureza de mi polla entre mis dedos.

Por un momento Carla se queda ahí de pie, mirándola fijamente, como hipnotizada ante esa visión y es entonces cuando aprovecho para retarla, sabiendo que también está enormemente excitada. Yo miro su chochito que está mojado, mezcla de nuestros respectivos lubricantes naturales.

−    ¡Chúpamela, Carla! – digo de pronto envalentonado.

−    ¿Qué dices?

−    ¡Vamos, no puedo quedarme así!

−    Yo también estoy excitada, Nacho, pero no puedo hacer eso.

−    Ya lo hiciste.

−    Pero era solo esta noche.

−    Pues por eso, una chupadita y los dos salimos contentos, sé que te apetece…

Es cierto, no hace falta más que ver el brillo de sus ojos. Está tremendamente cachonda.

−    Me gustaría que lo hicieras otra vez. – añado.

−    ¡No puedo chupártela, Nacho! – me dice seria.

−    ¿Por qué no?

−    Sabes que no podemos hacer eso, Nacho. Se lo prometimos a mamá. Es un trato.

−    Vamos, una última vez. – le ruego impartiendo mis caricias por doquier.

−    Pero, mamá…

−    Mamá está dormida. No se va a enterar.

Tiro de su mano y la obligo a que se arrodille entre mis muslos. Yo sigo sentado sobre su cama esperando con ansia que su boca abrace mi miembro.

−    Esto no es lo que estaba en el plan.

−    Lo sé, pero es el último favor que te pido.

−    Nacho…

−    Vamos, Carla, por el polvo que no pudimos echar. Chúpamela, al menos. – ruego con cara de niño bueno.

Me observa de nuevo y agarra mi polla que está a tope. Me encanta sentir su mano y sus largos dedos rodeando mi bálano.

−    ¿Estás seguro de que no me vas a pedir nada más? – me pregunta mordiéndose el labio inferior sin dejar de masturbarme lentamente.

−    No. – respondo con la voz entrecortada.

−    Lo haré pero baja, la voz, no quisiera que mamá entrase y…

−    ¿Lo dices en serio, Carla?, ¿Me la vas a chupar? – pregunto entusiasmado sin pensar que la haya convencido tan rápidamente.

−    Si sigues preguntando igual me arrepiento.

No insisto más, le acaricio su pelo y ella hace lo propio con mi glande, lo que provoca que un primer líquido pre seminal quede colgando unos centímetros de la punta. No puedo creer que ella saque su lengua y recoja ese néctar para degustarlo. Me mira a los ojos, me sonríe y cogiendo con su mano mi cimbreante miembro me pajea mucho más deprisa. Me encanta ver su rostro tan bello ahí abajo, mientras de vez en cuando me mira y sonríe. Le hago un gesto con la cara para que se la meta en la boca. Tras humedecerse los labios, los apoya ligeramente en mi glande y ese calor me embriaga, noto su aliento abordando la punta y como poco a poco se mete todo el capullo, para volver a mirarme, acomodar su lengua por debajo y seguir tragando. Llega a la mitad y no sigue, pues debe haber rebasado su límite. Sé que le gustaría tragarla entera como su madre, pero no puedo pedir nada más. ¡Estoy en el mismísimo cielo!

−    ¡Dios, Carla! – alcanzo a decir cuando noto su lengua y sus labios aprisionando mi trozo de carne ardiente.

Es increíble, pero mi hermana me está mamando la polla por segunda vez en esta noche y ahora fuera de guión. Abre la boca cuando se la saca por entero y vuelve al ataque, apretando los labios, siguiendo las indicaciones que le dio mamá. Después de varios mete-saca dentro de su boca, la retira, la admira y juega con ella con sus  labios, dando besitos, pequeños mordiscos, dando golpecitos en su cara. He descubierto el sexo en este día en varias ocasiones y sigo reviviéndolo como si fuera la primera vez.

−    ¡Carla, qué maravilla!

Ella me vuelve a sonreír, halagada por su buen hacer y continúa con su labor, metiendo la polla hasta más allá de la mitad, la saca, la chupetea y hace algo que también copió de mamá y es cuando llega a la punta, succiona con fuerza para apretar mi capullo entre sus labios.

−    ¡Qué bien lo haces, hermanita!, ¡Me encanta!

−    Gracias. A mí también hacerlo. Me pone cachondísima.

No podré aguantar mucho con esa boquita de mi hermana apretándose contra mi barra de carne, voy a explotar en cualquier momento y hago los mayores esfuerzos para evitarlo, intentando soportar sus succiones por el mayor tiempo posible, pero ella se esmera cada vez más, aplicándose de lleno a ese aprendizaje que domina ya a la perfección y sé que también disfruta a medida que avanza.

−    ¡Carla, me corro! – le aviso porque ya no aguanto más.

−    Hazlo en mi boca. – me dice sin que yo acabe de creerlo.

Pone el capullo entre sus labios y con su mano empieza a pajearme cada vez a mayor velocidad. El primer disparo sale con fuerza y ella cierra los ojos al sentirlo entrar hasta su garganta pero hace el esfuerzo de no retirarse. Una lágrima sale de uno de sus preciosos ojos, pero continúa absorbiendo y masturbándome mientras yo sigo soltando chorros de semen que invaden su garganta hasta que mis piernas tiemblan.

Ella me mira fijamente a los ojos y me muestra con la boca abierta todo mi semen depositado sobre su lengua. Juega con ese líquido blanco que se mece por toda su cavidad, impregnando por entero cada resquicio y ofreciéndome un espectáculo propio de la peli porno más increíble que pueda vivir, pero no es una peli, es mi hermana que juega con mi semen en su boca. Cierra sus labios y traga hasta la última gota, mientras sigue acariciando mi polla que ha quedado bastante floja después de la descarga.

−    ¡Carla, eres genial!

−    Gracias. – dice incorporándose y dándome un beso en los labios.

Me gusta sentir de nuevo su boca y también el hecho de que perciba el sabor de mi néctar mezclado con su saliva.

−    Gracias a ti. No sé como pagártelo. – digo.

Ella me mira y ve cuales son mis intenciones, pero lo responde directamente.

−    No, Nacho. Dijimos que solo una mamada.

−    Vamos hermanita, te pago el mismo favor y estamos iguales. Te hago una chupadita y te quedas como nueva. Seguramente apagaría este calor que tienes.

−    No, ya es demasiado. – dice resistiéndose a ella misma y tumbándose en la cama mirando al techo como si pidiera clemencia al cielo.

Acaricio su pecho, bajo por su cintura y rozo el palpitante sexo de mi hermana con mis dedos. Abrazo su cuerpo con fuerza para continuar besándola, jugando con nuestras lenguas, bajando mi mano hasta su pecho, metiendo mis dedos en su cuevita. No se retira, sé que está a mil.

−    Estás muy caliente, hermanita, tienes que apagar eso. ¿Te vas a masturbar sola?

−    ¡Joder, Nacho, no me hagas esto!

−    ¿No quieres que te vuelva a comer ese coño? Te mueres porque lo haga.

Noto que su coño y todo su cuerpo está al máximo de calentura. Hago que se siente al borde de la cama y empujándola queda su coño expuesto con sus piernas abiertas. Ella permanece tumbada, se tapa los ojos con las manos, no puede creerse que esté haciendo esto una vez más… yo tampoco.

Me arrodillo entre sus muslos y comienzo a jugar con mis dedos en esos labios húmedos que rodean su preciosa rajita, me entretengo con ellos, dibujando círculos a su alrededor, mientras observo como se muerde los dedos, en señal de su tremenda calentura. A continuación beso la piel de la cara interna de sus muslos, que está extremadamente suave, como si fuera de terciopelo, aspiro el olor que emana su sexo y por un momento me detengo a observar su rajita, ahora la tengo tan cerca que vuelvo a alucinar dudando si realmente me está pasando. Carla abre los ojos y nuestras miradas se cruzan durante unos segundos. Entonces empiezo a posar los labios en sus ingles, acercándome cada vez más a ese sexo que está esperando ser recompensado. Los jadeos de mi hermana se hacen cada vez más fuertes y yo no  puedo aguantar más sin pasar la lengua por esa húmeda raya vertical que me reclama. Le doy una buena lengüetada y ella gime mucho más fuerte. Estiro mi mano y le advierto que está haciendo mucho ruido, que mamá nos puede oír.  Ella es ajena a todo y solo gime poniendo el dorso de su mano en la boca, pero es inevitable que sus jadeos sean cada vez más fuertes, sobre todo cuando mi lengua sigue trabajando por esos labios mayores, los menores e introduciéndose de vez en cuando en su agujerito virgen. Ella sigue con los ojos cerrados y aprovecho para acariciar sus pechos, hasta que mi lengua llega a su clítoris y es entonces cuando emite un gemido muy profundo y elevado. Me asusto y me incorporo poniéndome encima de ella tapándole la boca con mi mano.

-      ¡Schssss, Carla, estás haciendo mucho ruido! – le digo mientras ella está todavía con los ojos en blanco, presa del placer.

Me muerde los dedos, está incontrolada y vuelve a cerrar los ojos cuando mis manos pellizcan sus duros pezones, pero no retiro la mano de su boca, pues sigue gimiendo y no quiero que mamá pueda descubrirnos.

En un momento de movimiento de sus piernas, de mi cuerpo sobre el suyo, mi glande se posa accidentalmetne sobre su rajita y me parece un instante increíble, al poder sentir ese abrazo de su rajita, como lo hiciera cuando estuvo sentada sobre mí, pero esta vez, mi glande está apoyado a la entrada de su cueva. Un solo movimiento podría conducir a mi glande en su interior.

Carla abre los ojos asustada y yo me detengo, pudiendo notar las pulsaciones de su corazón bombeando sobre mi capullo. Su sexo está mojado y ardiendo. Mi polla a punto de reventar nuevamente.

−    ¡Nacho, no lo hagas! – me dice retirando mi mano de su boca.

−    No, tranquila, no te la voy a meter, pero me gusta sentirte así, estás ardiendo allá abajo.

−    Tú también, noto tu polla, pero no me la metas, por favor.

−    No, descuida. Déjame jugar un poco solo…

Apoyo mi mano izquierda en el colchón y nuestros cuerpos se separan ligeramente, pues quiero ver ese contacto de mi polla sobre su sexo. Es una visión preciosa, sus labios mayores están acariciando como pétalos de una flor, toda la largura de mi polla. Ella también mira allá abajo levantando la cabeza y luego se echa para atrás, cuando recorro mi glande por toda esa rajita húmeda. Ambos gemimos y ya no sé si es alto o bajo el volumen de nuestros jadeos, pero lo que sí sé es que es maravilloso. Carla se muerde el labio, cuando mi glande choca por primera vez contra su clítoris y en un segundo impacto su gemido es prolongado y sus ojos vuelven a ponerse en blanco.

−    ¡Dios que gusto! – dice ella.

−    ¡Es una pasada, Carla! – le contesto mientras sigo apretando con mis dedos mi verga contra ese carril que forman sus labios vaginales y toda la largura de mi miembro es como un cuchillo caliente avanzando por la mantequilla.

Mi glande juguetea con esa ardiente entrada y también besándose directamente con su pequeña bolita, el clítoris, cuando escucho de pronto:

−    ¡Métemela, Nacho!

Me quedo quieto durante unos segundos y ambos nos miramos. No acabo de comprender bien lo que me ha dicho, aunque no parece que haya dudas.

−    ¿Qué? – pregunto con mi respiración agitada.

−    ¡Métemela!

−    ¿Segura?

−    ¡Fóllame, Nacho! – dice casi gritando.

Para evitar ruidos, pongo de nuevo mi mano sobre su boca y al hacerlo mi glande se cuela directamente en su raja. Es impresionante ese momento y ambos estamos de nuevo con los ojos abiertos, al notar ese primer contacto que ya es una pre-entrada al paraíso, solo me hace falta un empujón. Carla retira mi mano de su boca y mis labios se apoderan de los suyos, como visado previo a traspasar la frontera. Nuestras lenguas juegan mientras nuestros sexos también quieren participar.

Entonces las manos de Carla son las que se apoderan de mi culo y me araña y aprieta fuertemente, lo que hace que el primer impulso sea echarme un poco para atrás y el glande salga ligeramente, entonces me agarra del cuello, no quiere que me escape, ahora estoy seguro que no hay marcha atrás y desea con todas las ganas ser penetrada y yo loco por hacerlo.

−    ¡Fóllame, por Dios! – reclama en voz alta.

Con todas las ganas, embisto a mi hermana haciendo que toda mi polla entre en su coño, que está ardiendo por dentro. Los dos gemimos en ese abrazo maravilloso. Noto las paredes de la vagina atenazando mi polla, el camino ha sido muy estrecho, muchísimo más que cuando se la metí a mamá. Por un momento nos quedamos completamente empalados y no soy capaz de reaccionar, tan solo veo el temblor de la boca de mi hermana y me preocupa.

−    ¿Te ha dolido? – le pregunto.

Niega con la cabeza, parece que a ella le ha pasado igual, estábamos tan preparados para este momento que ni somos capaces de creerlo, es el momento más maravilloso que podamos imaginar. Entonces retiro el camino andado de mi polla y me encanta la sensación de estar atrapado en ese agujero que se aprieta con fuerza a medida que salgo. Entonces embisto de nuevo y la clavo con la misma fuerza, haciendo que ambos nos tambaleemos y emitamos un nuevo gemido, así comienzo a entrar y salir, viendo la preciosa cara de mi hermana totalmente desencajada y emitiendo suspiros y jadeos cada vez que mi polla se clava en el fondo de su útero. Cuando sus manos vuelven a apretar mi culo y entonces me doy cuenta de que llega al orgasmo de una forma alucinante, me siento feliz de estar haciéndola correrse así, soy feliz bombeando sin cesar y ella sigue suspirando largamente en un jadeo intenso, abre la boca y me acaricia la espalda y los brazos. Yo no dejo de meterla en su coño que sigue atenazado a mi polla, noto sus músculos aferrados haciéndome sentir esa estrechez caliente, blanda pero tersa a la vez. Su coño es increíble, porque tiene mucha más fuerza que el de mamá, que ya era maravilloso, pero este es mucho más estrecho, supongo que el hecho de que ella haga deporte le hace tener los músculos más desarrollados, o al ser virgen ser más estrecho, no sé, pero es algo maravilloso y yo sigo metiendo y sacando mi polla de ese magnífico lugar.

Ver a mi hermana debajo de mí, gimiendo sin parar en una corrida que no parece acabar nunca, su boca abierta, sus ojos cerrados, su temblor, sus pezones completamente duros, obligan a que mi orgasmo no se haga esperar. Es increíble que tenga algo que soltar a estas alturas y que mi verga se haya recuperado de nuevo, pero mi hermana es mucha mujer para mí y esta ocasión es tan maravillosa...

Vuelvo a besarla, sentir esos labios en los míos mientras estamos follando es algo único también. No quiero que acabe sin embargo no aguanto más y de pronto doy cuatro embestidas más dentro de ese increíble coño, hasta que me tenso y con mi polla totalmente metida, me corro dentro de ella, sintiendo como invado su interior con todo mi semen por primera vez. Mis gemidos son también intensos y se hacen más fuertes cuando ella me besa y me acaricia a la vez.

Nos quedamos unidos por un buen rato, sin decir nada, con nuestros sexos ensamblados y disfrutando del momento sin querer abandonar ese agradable cobijo. Cuando me retiro, mi polla ya se ha aflojado bastante y me siento vacío al sacarla por completo. Supongo que a ella le pasa igual.

Me quedo mirando la vagina inflamada de mi hermana de la que sale un reguero blanco, mientras ella sigue allí tumbada exhausta.

De pronto se oye una voz detrás de nosotros.

−    ¡Hijos, por Dios!

Me vuelvo y quedo de rodillas en el suelo advirtiendo la presencia de mamá que está allí plantada observándonos. Sin duda, nuestros jadeos y prácticamente gritos la han despertado. La observo y está preciosa allí de pie con sus brazos cruzados y ese camisón blanco tan fino, casi transparente, donde se vislumbran sus pezones… Cuando intento sonreírle, ella me corta.

−    Habíamos quedado en que esto terminaba a las doce y no habéis respetado el pacto.

Carla y yo nos miramos y mi hermana se incorpora quedando sentada en la cama. Ahora es ella la que habla.

−    Lo siento mamá, no hemos podido evitarlo.

−    Sí, si habéis podido, pero no habéis querido. Esto no era como estaba pactado.

−    Bueno, después de lo de hoy, supongo que esto no es más que lo mismo… y Carla tenía una asignatura pendiente  - intervengo yo, medio bromeando, queriendo quitar hierro al asunto.

−    ¡Cállate, Nacho! – responde enérgica.

Noto el enfado de mamá y en parte entiendo que esté disgustada, porque es cierto que habíamos prometido que la noche se iba a quedar en eso, en una fiesta especial y que no debíamos continuar con algo que era eso, excepcional, pero también tiene que entender que ambos estábamos demasiado desbocados.

−    ¡Nacho vete a tu cuarto! – me ordena y sigue con su cara seria.

−    ¡Mamá! – intento pedir clemencia.

−    Vamos, quiero hablar con tu hermana.

−    Lo siento… - digo al fin saliendo desnudo y preocupado por haber fallado a nuestra madre, pues no pensé que eso le afectara tanto, después de tanta locura acumulada.

Desde la puerta veo de nuevo el cuerpo desnudo de Carla que me sonríe, pero forzadamente sabiendo ella también que hemos cometido un error, con el que nuestra madre no contaba y le preocupa que esto se desmadre.

−    Mama… yo. – empiezo a decir antes de abandonar la habitación.

−    ¿Qué? – me contesta secamente.

−    Perdona, no volverá a ocurrir.

−    Eso espero. – añade y se sienta junto a mi hermana haciéndome un gesto para que cierre la puerta detrás de mí.

Me meto en mi cuarto y soy incapaz de entender que es todo lo que ha ocurrido, cómo hemos follado sin pensarlo, dando cierto atisbo de cordura a todo, aunque no lo consigo, como tampoco entiendo que nuestra madre se haya enfadado de esa manera, ya que ha sido ella la que nos ha metido en todo este lío, por mucho que se empeñase en dejarlo en una velada única y especial. Quizá no contaba con que tanto Carla como yo, pudiéramos tener otros arrebatos fuera de las doce de esta noche y nos dejáramos llevar por la pasión y el deseo.

Me siento mal y me cuesta conciliar el sueño,  por un lado recordando el maravilloso momento vivido con mi hermana, evocando cada escena… por otro viendo el enfado de mamá al descubrirnos, pero es que todo sucedió tan deprisa, tan involuntariamente… ¿realmente fue involuntario?

Juliaki

CONTINUARÁ…