Mi madre, mi amante, mi esclava
La vida da muchas vueltas, y mi madre lo tendria que saber.
Mi madre se quedó embarazada de mí con 15 años, y me parió con dieciséis. Mi padre, al que no he visto jamás, se desentendió totalmente del embarazo, del parto y del niño. Además, mis abuelos la echaron de casa y tuvo que refugiarse en un piso de acogida, de una ONG para madres solteras. Ellos la ayudaron a terminar sus estudios y a entrar en la universidad, donde termino la carrera de económicas. Siempre me cuido bien, en eso no tengo queja, pero siempre se mostró distante y fría conmigo. Yo no veía en mi madre las muestras de cariño que si veía en la madres de mis amigos. Ya adolescente comprendí, que de alguna manera, ella me culpaba de esos años que la destrozaron la vida, aunque no parece recordar, que gracias a ese infortunio, termino una carrera que ahora la permite vivir muy bien. Trabaja en una consultora internacional y ni siquiera tiene que ir a la oficina. Trabaja online, en su despacho de la planta superior del adosado donde vivimos junto a Conan, nuestro pastor alemán. Además, si yo estoy aquí es porque ella se abrió de piernas de una manera demasiado alegre. Mi relación con ella se fue deteriorando lenta, pero paulatinamente. Había días enteros que ni nos dirigíamos la palabra. Cuando estaba en casa, me encerraba en mi habitación y después de hacer las cosas del insti, me pasaba horas y horas en Internet, metiéndome en páginas guarras, y matándome a pajas. Me empecé a aficionar a las páginas de sado, de las que me hice un experto. Mucha teórica, y nada de práctica. Mi única experiencia sexual se limitaba a una vecinita, un par de años más joven que yo, a la que convencí para que me tocase la polla, y me hiciera una paja, mientras la morreaba en lo oscuro de un parque cercano a casa. Cuando eyacule, se asustó tanto, que salio corriendo hacia su casa. Yo regrese a la mía, acojonado por si la cría se lo contaba a sus padres, y estos a la mía.
El caso es, que cuando cumplí los 16 años, comencé a percatarme de que mi madre se interesaba mucho por saber cuando iba a entrenar y a que hora volvería, y siempre con explicaciones bastante peregrinas y absurdas. Yo tenía la sospecha de que se veía con alguien, que tenía un rollete con algún tío. Y no, no me hizo gracia. A ver si esta gilipollas me iba a traer un hermanito a estas alturas.
Una tarde, después de comer, cuando llegue al colegio, estaba cerrado. Se había inundado por una rotura de no sé que y no sé podía dar clase, por lo que nos mandaron a casa. Cuando llegue, y sospechando que a lo mejor mi madre estaría con el novio, entre con sigilo, en plan furtivo. Subí las escaleras despacio y me aproxime a la puerta de su habitación que estaba ligeramente entreabierta. Mire por la abertura y lo que vi me dejo de piedra. Mi madre estaba desnuda sobre la cama. Por cierto, con sus 31 años mi madre esta muy buena. Tenía varias pinzas de la ropa pellizcándola los pezones, mientras Conan la daba lametones en el chocho que previamente se había embadurnado de mermelada de higo. Pasada la sorpresa inicial, la visión me provoco una erección fulminante. Seguí mirando unos segundos más y me baje a la planta de abajo.
— ¡Mama! Ya estoy aquí, —grite después de dar un portazo a la puerta de la calle.
Unos segundos después, mi madre bajo descalza, cruzándose la bata y con las mejillas visiblemente encarnadas. La seguía Conan, que no debía entender lo que pasaba porque intentaba meter el hocico por debajo de la bata, seguramente buscando más mermelada de higos. La explique lo que había pasado en el colegio y me fui a mi cuarto conde me hice una paja de campeonato con el recuerdo de la visión de mi madre. Durante la cena, salio el tema de las notas, que no eran nada espectaculares, pero suficientes, y mi madre me dio una charla de narices. Me llamó inútil y no sé cuantas cosas más. Yo creo que la sentó mal que la interrumpiera. Terminamos a voces y me mando castigado a mi habitación. En ese momento, más cabreado que una mona, tome una decisión trascendental en mi vida. Conseguí una par de cámaras Web y junto con la mía, las instale escamoteadas en el dormitorio de mi madre. Le dije a mi madre que tenía que entrenar hasta tarde, que no me esperara para cenar y me fui. Desde el parque de enfrente, estuve vigilando la cama de mi madre con la imagen que me mandaban las cámaras a mi tableta. Por supuesto, todo estaba quedando debidamente grabado. Cuando por fin apareció, se subió a la cama y se quitó la bata quedándose desnuda. Se colocó las pinzas en los pezones y en las tetas, y empezó a estimularse con la mano la vagina. Unos largos minutos después, en los que yo ya tenía la polla a reventar, cogió un látigo y comenzó a fustigarse el chocho mientras de retorcía de placer. Bañada en sudor dejo el látigo y cogió el tarro de mermelada mientras llamaba a Conan. Llego como una bala. Luego dicen que los perros son tontos. Se puso a lamerla el chocho con su larga lengua y un rato después, colocándose debajo de él comenzó a chuparte la polla al perro. Yo estaba flipando con mi madre. Se puso a cuatro patas y Conan se puso a dar salto detrás de ella intentando penetrarla. Cuando lo consiguió, empezó a culear frenético hasta que se cansó y girándose se quedaron pegados. Comprendí que ese era el momento para actuar. Entre en casa sigilosamente y subí a su habitación. No me oyó entrar y cuando se percató de mi presencia ya estaba a su lado. Intento reaccionar pero la sujete cogiéndola de la nuca con la mano y apretándola contra el colchón.
— ¡Ni se te ocurra moverte! —la amenace. Desde abajo mi madre me miraba con ojos de terror, mientras que el perro seguía pegado—. Lo tengo todo grabado, y vas a hacer todo lo que yo te diga si no quieres que lo envíe a tus jefes, a tus patéticos amigos, y lo cuelgue en Internet. ¿Me has entendido?
Mi madre estaba aterrorizada, incapaz de decir nada. Empezó a llorar mientras asentía con la cabeza. Me saque la polla y mama me la miro con ojos de pánico intentando zafarse, pero no pudo.
— No te resistas zorra. Si te folla el perro, también tu hijo. Así todo queda en familia, —la dije sonriendo. La agarré del pelo y subiéndola la dije—. ¡Vamos, chupa!
Seguía llorando y no quería abrir la boca. En ese momento, Conan se soltó y se puso a lamer el coño de mi madre.
— ¡Vamos, abre la boca! —la ordene dándola un fuerte azote en el trasero. Cuando chilló, se la metí dentro—. Chupa, zorra, chupa, —insistí con más azotes mientras Conan seguía a lo suyo chupándola.
Finalmente, comenzó a chupar sin parar de llorar. Cuando Conan se cansó, se tumbó en su rincón de la habitación, la baje de la cama y poniéndola de rodillas se la volví a meter en la boca.
— Trágatelo, venga trágatelo, —la ordene cuando me corría y obedeció de inmediato. La empujé y cayo al suelo, donde la deje, desnuda, sudada y llorando, mientras me sentaba en la descalzadota. Mi primera mamada y me había gustado. Lo cierto es que iba a ser lo primero de todo, porque mi experiencia sexual, como ya he dicho, era casi cero. Pero estaba seguro de que eso iba a cambiar gracias a mi querida madre. Pocas veces un chico de 16 años tiene a su disposición una mujer de 32, para hacer con ella lo que quiera. La miraba mientras lloraba en el suelo y no sentía nada por ella.
— ¡Ven aquí de rodillas! —la ordene autoritario. Lo había visto en una peli en Internet. Al principio se resistió a obedecer, pero al final lo hizo. La puse entre mis piernas y la contemple detenidamente mientras la colocaba las manos a la espalda. La enseñe durante un rato, lo que había grabado en la tableta, obligándola a mirar. Deje la tableta a un lado y la bese en la boca, Recorrí su interior con mi lengua hasta alcanzar todos sus rincones—. Ya sabes lo que te he dicho antes. Si no me obedeces en todo lo que te ordene o me causas problemas, difundiré el video. ¿Me has entendido? Y no te molestes en buscarlo, lo estoy guardando en la nube.
Asintió con la cabeza. Me volví a sacar la polla y estuve restregándosela por la cara, mojándola con sus lagrimas mientras la informaba.
— Mañana, te entregaré una lista detallada de obligaciones a la que estarás sujeta. Por ninguna circunstancia la incumplirás, —me quede mirando como lloraba mientras seguía restregándola la polla por la cara. Sentía unos deseos casi incontrolables de follarla, pero me contuve. Seria por la noche. Quería que mi primera vez fuera especial. La metí la polla en la boca y la ordene que chupara. Poco a poco fue chupando ella sola, hasta que volví a correrme. Después la mande a la ducha y a preparar la cena, pero la prohibí vestirse. Quería verla deambular por casa desnuda, delante de mí.
Cuando salio del baño lo hizo con el albornoz puesto, desobedeciendo mi orden.
— Mira, vamos a aclarar esto, —me dijo intentando imponerse—. No estoy dispuesta a…
— Te dije que no te vistieras, —la interrumpí al tiempo que la daba una bofetada que la tiraba al suelo. Desde allí, mi madre me miro aterrorizada mientras se tocaba la mejilla—. ¿A qué esperas? ¡Que te desnudes! —la grité.
Mi madre se quitó el albornoz y se levantó del suelo. Se quedó quieta en el centro del dormitorio, retorciéndose las manos sin saber lo que hacer.
— ¡Que bajes a la cocina, hostias! —la grite dando un paso hacia ella. Mi madre salió corriendo por la puerta y oí como bajaba corriendo por las escaleras, y eso que iba descalza. Me quede solo en su dormitorio, sorprendido de mi reacción. Lo que más me sorprendía es que un chico de 16 años, se comportara como un cabrón de 25 ó 30 ó 40, con semejante facilidad. Cualquiera que me conozca sabe perfectamente que no soy nada violento. Pero no sé que me pasa con ella, posiblemente sea mucha tensión acumulada a lo largo de los años. Además, me ha gustado que me la chupe, y ardo en deseos de tenerla después de cenar, en la cama para mi solo. Con todos esos pensamientos en la cabeza, baje la escalera con la tableta de la mano y entre en la cocina. Mi madre se afanaba con la cena. Me senté en una silla y la mire mientras se movía de un lado a otro bamboleando sus tetas en todas direcciones. Se la notaba muy tensa, y pensé en darla un porro después de cenar, a ver si se tranquilizaba. Seguramente su cerebro estaba en plena ebullición, haciéndose miles de preguntas y reproches. Mientras terminaba de preparar la cena, fui trabajando en la lista de deberes y obligaciones para ella.
1º. En casa siempre estarás desnuda, cuando no haya visitas.
Me fije que tenía unos pies muy bonitos y sensuales.
2º. En casa siempre alternaras chanclas y sandalias con mucho tacón.
También me fije que tenía pelos en el chocho y no me gusto. Quería que lo tuviera como las actrices de las pelis porno que me bajaba de Internet.
3º. Siempre estarás perfecta y totalmente depilada.
Deje de escribir y me puse a observarla. Veía en su cara que estaba aterrorizada. Buenas piernas, buen culo, y de tetas no estaba mal. La verdad es que estaba muy bien, pero podía estar mejor. Me gustan mucho las chicas muy delgadas. Me levante y subí a su cuarto de baño a por la bascula. La puse en el suelo de la cocina y la dije que se subiera en ella. Mi madre me miro sin entender nada, pero obedeció. 57,400. Como mínimo la sobran 5 Kg.
4º. Todos los días a primera hora, y en mi presencia, te pesaras. No puedes pasar de 52. Si lo haces, serás castigada.
“Castigada”, se me acaba de ocurrir, no había pensado en ello. La mire el trasero y al pensar en darla unos azotes, mi polla dio un respingo. El deporte en bueno y mi madre no hace nada de nada. La bici de spinning que tiene en el ático, esta muerta de risa. Eso hay que remediarlo.
5º. Todos los días, sin excepción, harás una hora de spinning, 200 abdominales y 50 sentadillas. Yo te supervisaré personalmente.
Esta lista me está quedando chula. Me siento poderoso al poder organizar la vida de mi madre de esta manera. Terminó de preparar la cena y un poco temerosa se sentó despacio en la silla.
— Ya te estoy preparando la lista, pero no te la daré hasta mañana.
— Hijo, yo creo que…
— Mama, tú no crees nada. A partir de hoy solo creerás lo que yo crea, —la interrumpí pero sin gritarla, con mucha suavidad.
— Yo estoy dispuesta a olvidar todo lo que ha pasado, —insistió llorosa.
— Pero yo no estoy dispuesto a olvidar, ni la última bronca, ni todos estos años de indiferencia.
— Pero hijo…
— No te preocupes mama, todo está solucionado. A partir de hoy vamos a estar muy unidos, te lo aseguro. Tanto, que incluso vamos a dormir juntos todas las noches.
— Hijo, lo de antes ha sido un accidente. Puedo explicártelo.
— Puede ser una explicación fascinante, —la dije mirándola con sorna—. Empieza. Explícame por qué extraño accidente, estabas a cuatro patas, con pinzas en las tetas, y con la polla de Conan en tu coño. ¿Por qué antes te has dado latigazos en el chocho y luego, accidentalmente, Conan te ha chupado el chocho?
Mi madre guardó silencio y siguió llorando mientras mordisqueaba la cena. Cuando termine de cenar, la hice una indicación para que se acercara y se sentara sobre mis piernas. Lie un porro, lo encendí y después de dar una calada, se lo pase. Al principio lo rechazo, pero la anime y al final lo acepto. Lo estuvo fumando y se fue tranquilizando poco a poco.
6º. A partir de ahora dejaras de fumar. Solo fumaras porros y cuando yo te los de. Si te sorprendo, o sospecho que fumas o has fumado, serás castigada.
7º. A partir de ahora solo beberás alcohol cuando yo te autorice. Si lo incumples, ocurrirá lo mismo que en el punto anterior.
— Mira mama, tu vida es una puta mierda, —la dije con suavidad mientras la acariciaba la espalda—. Casi no sales a la calle, fumas como una bestia, que tienes la casa ahumada. Bebes como un animal, no tienes casi amigos, y tu vida sexual se reduce a follarte un perro, —termine de liar otro porro, lo encendí y se lo puse en los labios. No dijo nada, pero ya no lloraba. Fue fumándose el porro con tranquilidad, mientras yo cogí otra vez la tableta.
8º. Tienes prohibido cualquier hombre que no sea yo. Solo follaras conmigo, y cuando yo lo autorice, con Conan
9º. Siempre estarás a mi disposición, para lo que yo quiera, cuando quiera y como yo quiera. Jamás te negaras a un deseo mío, sea de la índole que sea. Todos tus orificios están a mi entera disposición en todo momento.
— Hare por ti lo que nunca me has dejado hacer, cuidarte. Estarás bien, te ofrezco una calidad de vida mejor, y una vida sexual mucho más ordenada y satisfactoria. Solo tienes que ser sumisa, obediente y servicial con tu hombre, que soy yo, y que yo sé que en el fondo, es lo que deseas, —menuda comedura de coco, no me podía creer lo que estaba diciendo, aunque reconozco que tengo mucha labia. Para mi sorpresa, parecía que mi madre lo asimilaba, y asentía levemente con la cabeza. La mano que acariciaba su espalda fue bajando hasta su trasero, mientras la otra empezaba a acariciar su muslo—. Si eres mala y no me obedeces, tendré que castigarte y hacer publica la grabación. Yo no quiero hacerlo, pero la culpa será tuya. Tú serás la única responsable, —la mano del muslo subió por su vientre y se dedicó a acariciarla los pechos unos segundos para luego bajar hasta alojarse entre sus muslos a escasos centímetros de su vagina. Estire el pulgar y acaricie levemente la raja a todo lo largo mientras mama apoyaba su cabeza en mi hombro. Con la seguridad que da la victoria, seguí hablando—. Yo te daré todo el amor que sé que necesitas y que deseas. A partir de este momento eres mía, eres de mi propiedad. Serás mi esclava. ¿Estas de acuerdo?
Respondió con una clara inclinación de cabeza. Introduje definitivamente el pulgar en su vagina, que encontré muy lubricado y cálido, mientras mis labios buscaban los suyos. Sentí como empezaba a gemir y como su respiración se hacía más profunda. Su excitación iba en aumento. En ese momento la separe un poco y la entregue la tableta.
— Mama, escribe lo que te voy a decir.
10º. Siempre dormiré con mi hijo desnuda y con las manos atadas a la espalda.
Termino de escribir lo que la dicte, y no hizo ningún comentario. La quite la tablet y cogiéndola en brazos, la subí a su dormitorio, que desde ese día es el mío. La deje sobre el suelo y la ordene arrodillarse. Me senté en una silla delante de ella, la volví a entregar la tableta y la dicte otra norma.
11º. Jamás miraré a mi hijo por encima de los hombros, y cuando hable con el lo haré con las manos en la espalda y las piernas separadas.
Reconozco que no recuerdo si esto lo vi en la peli, o lo leí en la novela “Historia de O”.
12º. Siempre que le chupe la polla a mi hijo, lo haré con las manos en la espalda y me tragaré su semen.
Intentaba forzar una reacción adversa por su parte, pero sin resultado. La quite la tableta y me desnude. Me acerqué a ella, me senté de nuevo en la silla, y sin resistencia, la metí la polla en la boca. Se puso a chupar con las manos a la espalda.
— Quiero que chupes muy despacio. Ya veras que bien lo vamos a pasar, —seguí hablándola mientras chupaba—. Saldremos al cine, o al teatro, y a cenar por ahí. Iremos de compras, te compraré vestidos bonitos para que tires esa ropa que usas de vieja. Los findes que no tenga partido, saldremos fuera de Madrid, de turistas. Y cuando podamos, saldremos fuera de España.
La incorporé, la cogí la cara con mis manos y la bese con detenimiento en la boca.
— ¿Qué te parecen mis planes? —la pregunte mirándola fijamente a los ojos, y sin dejarla contestar, añadí—. Serás mi nena. Mi putita caliente, y serás muy feliz.
La volví a inclinar para que siguiera chupando. Mis pensamientos se disparaban. ¿Es posible que se me haya ido la pinza? ¿O a mi madre? ¿O a los dos? No me reconocía a mí mismo diciendo todas estas burradas. Esta comedura de tarro empezó con el fin de hacerla daño, pero ahora tenía a mi madre chupándome la polla con una docilidad, y una sumisión total. Y las expectativas de futuro eran acojonantes. Si esto me sale bien, me va a cambiar la vida que te cagas. Y a ella también. Note que me iba a correr, a agarre por el pelo y sacándola la polla de la boca me corrí en su cara, como en las pelis. Con el dedo fui rebañando todos los restos de semen hasta su boca.
— ¿Quieres tocarte el chocho? —asintió con energía—. Primero tráeme el látigo que estabas usando antes.
Se levantó y se apresuró a por el látigo. Cuando lo trajo, se arrodilló y me lo entregó.
— Separa las piernas y empieza a tocarte, —la ordene. Inmediatamente se puso a jadear. Apoyé su cabeza sobre mi vientre, y sujetándola por el pelo, comencé a golpearla en la espalda y el trasero con el látigo. El furor de mi madre iba en aumento. La incorpore, la ordene que pusiera las manos en la espalda y con mi mano izquierda la masturbé con mi dedo medio en el interior de su vagina, mientras con la otra mano seguía utilizando el látigo. Instantes después se corrió en mi mano mientras me la apretaba entre sus muslos. La enseñe la mano empapada con sus jugos y la dije que me la limpiara con la boca. Luego, la apoyé sobre mi pecho mientras acariciaba su cuerpo sudoroso. Creo que hasta ese momento, este había sido el momento más feliz de mi vida. Mi madre, sumisa, derrotada, corriéndose en mi mano como una perra. Comencé a notar una oleada de ternura hacia ella. O de amor, no sé, luego lo decidiré. La subí en brazos y la deposite sobre la cama. Mañana tengo que comprar cuerda sin falta, pensé. Me senté sobre los talones, junto a su cara, y la ofrecí la polla, aceptándola de inmediato. Mientras chupaba, con la mano la acariciaba su empapado chocho. Pasado un tiempo, me tumbe entre sus piernas y me dedique a saborear su coño. Fantástico. Mi primer coño y es genial. Me encanta como sabe. No me va a costar trabajo aficionarme a comérselo. La polla la tenía tan dura y tiesa que parecía más grande de sus 18 cm. Me coloque sobre ella y la penetre mientras observaba detenidamente sus reacciones. Con los labios entreabiertos, mostrando levemente sus dientes, y los ojos cerrados, comenzó a gemir y suspirar al instante. El deseo y la pasión me pudieron. Quería follarla despacio, pero termine fallándola como los conejos, frenéticamente. Culminamos al mismo tiempo, y me corrí mientras mi madre chillaba como una demente con un orgasmo descomunal. Seguí en su interior mientras la besaba los labios, la cara, el cuello y todo lo que estaba al alcance de mis labios. Me levanté, la entregué de nuevo la tableta y comencé a dictar.
13º. A partir de este momento serás mi esclava incondicionalmente. Los doce puntos anteriores se resumen en este.
Cuando dejó de escribir, besó la tableta y me la entregó.
— Hijo, ¿puedo fumar?
— Si mama puedes fumar, pero saboréalo bien, será tu ultimo cigarrillo.
Terminó el cigarrillo, y después de asearnos nos metimos en la cama y apagamos la luz. Con mi madre entre los brazos y mi polla contra su trasero, me quede dormido pensando en el día siguiente, que necesariamente iba a ser vital.
¿Cómo despertaría mi madre? ¿Seguiría asumiendo su nueva condición de esclava de su hijo, o por el contrario, se despertaría con la mente despejada y se revelaría? Llevaba un rato largo despierto, sumido en un montón de reflexiones, cuando decidí tomar el toro por los cuernos. La pase un brazo por debajo de su cabeza, la atraje contra mi pecho y subiéndola la pierna sobre mi costado, la penetre. Mi madre abrió los ojos y me miro fijamente. Después los cerró, y junto sus labios con los míos. Esta vez la folle como hubiera querido la noche anterior, muy despacio. Mi victoria sobre ella era total. Un chico de 16 años, con la mente muy retorcida, follándose a una mujer de 32, que además era su madre. Que lastima que no lo pueda contar a los colegas. Que sensación tan extraña. Me sentía poderoso, era propietario de un ser humano. La provoque un par de orgasmos, antes de correrme. Me duché, y mientras lo hacia ella, fui a mi dormitorio e imprimí las normas que tenía que cumplir mi madre. Lo prepare como si fuera un contrato, encabezado por su nombre y en el que decía que aceptaba cumplir todos los requerimientos que en el se reflejaba. Finalizaba con la fecha y su nombre para que firmara de bajo. Fui a su dormitorio y la encontré sentada en la cama, envuelta en la toalla de baño y cepillándose el pelo. Me senté en la silla y la indique que se sentara sobre mis piernas. La quite la toalla, termine de secarla, y después de besuquearla un ratillo, la entregue el documento.
— Quiero que lo leas detenidamente, —la dije con suavidad. Comenzó a leerlo y cuando termino levanto la vista y me miro—. Ahora quiero que lo leas en voz alta, punto por punto, despacio, y lo comentamos.
Comenzó a leer, y siempre que terminaba un punto, yo se lo explicaba para que no tuviera ninguna duda, y la preguntaba si lo tenía claro y estaba conforme, y ella siempre contestaba que sí. Finalmente, la di un boli y firmo el documento.
— Voy a necesitar dinero, tengo que comprar algunas cosas para la casa. Las compraré después del insti.
— Hijo, se me ha olvidado decirlo antes, para trabajar tengo que estar vestida, por si conecto con un cliente.
— No hay problema mama, pero luego ya sabes.
— Si hijo, —contesto con la mirada baja, cumpliendo la regla 11.
Desayunamos juntos, nunca lo habíamos hecho. La bese y nos despedimos hasta por la tarde.
Regrese a eso de las siete, cargado como una mula. Lo estaba amontonando todo en el recibidor, cuando mi madre, desnuda y con chanclas, seguida de Conan, salio a recibirme. Era la primera vez que lo hacia.
— Ya tenemos trabajo para el finde.
— Si me hubieras avisado, podía haberte ido a buscar con el coche, hijo, —me dijo con la mirada baja.
— No es necesario, no te preocupes, —la subí la barbilla y la bese en los labios mientras la ponía ambas manos en el trasero—. ¿Has sido buena?
— Si, lo he sido, —contesto bajando la mirada.
— ¿Has bebido?
— No hijo.
— ¿Has fumado? —no me contesto. Yo sabía que lo había hecho, porque olía a tabaco. Subimos al dormitorio donde sujeta en la pared, había una copia del contrato.
— ¿Qué norma has incumplido? —la pregunte acariciándola el trasero.
— La 6ª
— ¿Y que tengo que hacer por tu culpa?
— Castigarme.
— Efectivamente, tengo que castigarte por haberme desobedecido, y la culpa es solo tuya, —la dije mientras continuaba con las caricias—. ¿Estas de acuerdo?
— Si hijo, —respondió.
— Por cierto, ¿te han dado alguna vez por el culo? —la pregunte.
— No hijo, nunca.
— Sube al desván y espérame allí, —la ordene. Obedeció al instante mientras yo bajaba a por algunas de las cosas que había comprado. Cuando subí al desván, mi madre me esperaba con la mirada baja, las manos a la espalda y las piernas separadas. De la bolsa, saque unas muñequeras de cuero y se las puse. A continuación, saque una madeja de cuerda de montaña, y un extremo lo ate a las anillas de las muñequeras. El resto de la cuerda lo pase por una de las vigas del tejado. Por último saque una mordaza de bola y se la coloque. Tiré de la cuerda, la eleve medio metro y la ate a una columna. Mis manos la recorrieron por completo, pero centrándose en sus pronunciadas costillas. Descubrí que mi madre tiene muchas cosquillas. Empezó a berrear mientras pataleaba descontrolada, tanto, que temí que se hiciera daño. Corte más trozos de cuerda y la ate los tobillos a las columnas dejándola con las piernas muy abiertas. Entonces saque un dilatador anal inflable y un bote de lubricante. La aplique un poco en el ano y se lo introduje. Mi madre apretaba el culo mientras se quejaba levemente. La di un fuerte azote en una nalga provocando un grito en ella. Seguí empujando hasta que por fin entro. Lo saque y lo volví a meter tres o cuatro veces mientras oía sus lamentos.
— No pienses que este es el castigo, —la dije separándome un par de metros para contemplarla mejor, en conjunto y con el tubo de la pera del dilatador colgando de su ano. La enseñe las manos para que supiera que la iba a hacer cosquillas—. Eso es para prepararte para esta noche.
Cuando me acerque otra vez a ella, intento decir que no, pero no pudo por la mordaza, pero lo hizo negando con la cabeza. La puse los dedos en los costados y empezó a retorcerse presa de una risa histérica mientras babeaba caudalosamente. Me cebe con ella. Tenía previsto azotarla con su látigo, pero esto me gusto más. Cuando me canse de hacerla cosquillas, ella ya casi no se movía agotada, pase mi mano por su cuerpo sudoroso hasta que se la ubique en la vagina tapándoselo por completo. Empezó a gemir instantáneamente. Insistí hasta que al final me baje los pantalones y la metí mi polla por el chocho. Empecé a follarla con furia, mientras mama berreaba completamente poseída por el placer. Tuvo un orgasmo tremendo mientras yo me corría y la llenaba el coño con mi semen. Cuando la saque, todo, junto con sus jugos, salieron resbalando por sus muslos o directamente al suelo. Saque una cámara de fotos y la hice una fotografía, había decidido empezar un álbum. La baje y se quedó agotada tirada en el suelo. Otra foto. Me senté a su lado y la atraje hacia mí, apoyándola sobre mi pecho mientras la abrazaba.
— Estas cosas no te las hace Conan, —la dije con suavidad mientras la acariciaba el pelo—. Te dije que conmigo ibas a estar bien.
Un rato largo después, di un toque a la pera del dilatador, nos levantamos y bajamos. Hasta la hora de cenar, estuve estudiando con mi madre, con el collar y la correa de Conan, tumbada a mis pies. Mía fue la idea de ponerla el collar, se me ocurrió en ese momento, pero ella, por iniciativa propia se tumbó a mis pies. Estonces con un trozo de cuerda la ate las manos a la espalda, la di otro toque al dilatador y la saque más fotos. Solo se levantó del suelo para preparar la cena, La desate las manos y apreté otra vez la pera. Ya la empezaba a molestar. Me percate cuando vi que tenía dificultades para andar con normalidad y lo hacia un poco despatarrada. Para cenar, casi no se pudo sentar en la silla, lo hizo de lado. Cuando terminamos, subimos al dormitorio, la di un par de toques más al dilatador y desconecte el tubo. La mande a la ducha mientras lo preparaba todo. Cuando regresó, la coloque un arnés que me permitía sujetarla las manos a media espalda y la senté sobre mis piernas. Abrí la válvula del dilatador para que se desinflara, y empecé a meterlo y sacarlo de su ano mientras la besaba ignorando sus gestos de dolor.
— Mira mama, te voy a enseñar las cosas que te he comprado, —la dije dejando de jugar con el dilatador—. Te van a encantar.
Primero la enseñe un maletín donde había diez vibradores de distinta longitud y grosor, tanto vaginales como anales.
— ¿Te gusta mama? Solo tenias uno. Pienso utilizarlos todos, ya veras que bien lo vamos a pasar, —mi madre asentía a todo.
Después la saque un vibrador con la cabeza redonda y grande del tamaño de una batidora. También dos esposas, una metálica y otra forrada de terciopelo rosa. Unas pinzas para los pezones, y por último unas bolas chinas.
— ¿Qué te parece mama, te gusta?
— Si hijo, me gustan mucho, —respondió con un hilo de voz y mirada sumisa.
— Cuando empecemos a jugar con ellos, lo vas a pasar pipa, te lo prometo, —la dije con una sonrisa mientras reanudaba mi juego con el dilatador—. Pero todas estas cosas especiales las reservaremos para el fin de semana. A diario tenemos muchas cosas que hacer, —mi madre empezaba a reaccionar a mi estimulación de su ano. Cerro los ojos, se relajó y noto que todo iba mejor—, tú tienes que trabajar y ocuparte de la casa, yo tengo que estudiar y entrenar.
La bese mientras con la otra mano acariciaba sus tetas, disparadas hacia delante a causa de sus brazos sujetos a media espalda. Empezó a gemir y a respirar agitadamente mientras la seguí estimulando. Pero no la deje culminar. La lleve a la cama, la tumbe bocarriba con la cabeza colgando por el borde y la penetre la boca a fondo. La folle la boca sin tocarla, solo sujetándola los pies. Me estaba viniendo bien mi extensa experiencia con pelis porno de todo tipo que me bajaba de Internet. Mi madre babeaba caudalosamente cuando me corrí en su boca. La coloque la mordaza de bola, tome su viejo vibrador y empecé a estimularla en clítoris directamente y a máxima potencia, Fue como un chispazo eléctrico. Se contraía, berreaba y pataleaba hasta que se quedó rígida y se corrió. Con la mano, recogí lo que salía de su coño y se lo eché sobre la bola para que entrara por los agujeros.
— Muy bien mama, te has corrido muy bien, —la dije mientras seguía en éxtasis. Siempre la hablaba con suavidad y con ternura.
Me puse sobre ella y la empecé a mordisquear los pezones mientras con mi muslo la apretaba la vagina. Mi madre gemía mientras iba bajando hacia abajo en busca de su delicioso chochito. Cuando llegué, me tumbe cómodamente y me puse a chupar ignorando los chillidos y los movimientos de mi madre. La forcé un par de orgasmos más mientras incansable seguía chupando. Finalmente, la saque en dilatador. De rodillas entre sus piernas, con mucha tranquilidad me estuve untando la polla de lubricante ante la atenta mirada de mi madre, que no la quitaba ojo. La pasé las piernas por mis hombros y la coloque en la entrada de su ano. Fui presionando lentamente hasta que note como penetraba. Mi madre empezó a gemir de inmediato mientras seguía babeando copiosamente. Cuando la tuvo toda dentro, empecé a follarla lentamente provocándola gritos que no eran de dolor precisamente. Será por mi espíritu deportivo, pero lo cronometre. La estuve dando por el culo sin parar, durante 19 minutos, durante los cuales mi madre se corrió otra vez e incluso pareció que se quedaba en trance. Cuando me corrí, la llene de besos y caricias, que desde luego ella agradeció. Aun la tuve unos minutos penetrada mientras mi polla perdía consistencia. Con una toalla del cuarto de baño la estuve secando el sudor, estaba empapada. También comprobé que tenía el ano irritado y la puse una pomada que teníamos en el botiquín. La quite la mordaza y el arnés, y la deje ir al baño. Cuando regresó, la espose las manos a la espalda, nos tumbamos en la cama y después de apagar la luz, nos dormimos con la cabeza de mi madre apoyada en mi brazo.
Aunque era sábado, me desperté por la mañana temprano, tenía muchas cosas que hacer. La desperté y después de chupármela, la quite las esposas y la mande a la cocina a preparar el desayuno. Mientras lo hacíamos, la expliqué lo que íbamos a hacer en la casa.
— Quiero tenerte vigilada y saber lo que haces. Quiero saber si cumples las normas, —la dije acariciándola la mejilla—. Vamos a instalar cámaras en todas las habitaciones de la casa. Así podré ver lo que haces desde mi tableta o el iPhone, cuando no este en casa. ¿Te parece bien?
— Si hijo, me parece bien.
Estuvimos todo el sábado currando. Colocando las cámaras lo más ocultas posibles, conectando cables, instalando conectores bluetooth, montando la terminal que estaría en su despacho. Lo pasamos bien, incluso nos gastamos bromas y nos reímos mucho. A la más mínima oportunidad la metía mano, y ella coqueteaba feliz. En un par de ocasiones a lo largo del día, la follé sin importar el lugar. Incluso Conan apareció por allí metiendo el hocico entre las piernas de mi madre.
— No Conan, ahora no, —dije apartando al perro—. Esta noche te toca a ti, te lo prometo.
Y así fue. Después de cenar subimos al desván los tres. Mientras instalábamos las cámaras había encontrado un viejo tabule, como un banco pequeño y se me ocurrió una idea. Puse a mi madre de rodillas en el suelo, con el vientre apoyado en el banco. Con cinta de embalar la sujete las manos a las patas y las piernas, muy abiertas también. Ate la correa de Conan a una columna de tal manera que solo alcanzaba a mi madre con la lengua. Rápidamente se puso a lamerla el chocho, mientras yo, a su lado, arrodillado sobre mis talones la acariciaba la espalda y el trasero. Conan parecía una maquina de chupar, y mi madre empezó suspirando y termino chillando. La puse la mordaza de bola para que ella misma viera caer sus babas al suelo. Cogí un plug anal, lo unte de lubricante y se lo introduje en el ano. Seguí acariciando a mi madre, que ya estaba cardiaca, mientras iba formando un charquito de babas en el suelo. Cuando lo creí conveniente, solté a Conan que como una bala montó a mama. Estaba muy excitado y tenía dificultades para penetrarla, por lo que tuve que guiarle. Te cagas, de mamporrero de mi perro y mi madre. Conan se puso a culear mientras los gemidos de mi madre eran escandalosos. Al rato, el perro se quedó pegado y se giró, momento en el que la quite la mordaza y la metí la polla en la boca. Por el momento no la folle, solo la tuve dentro mientras Conan estuvo pegado. Cuando se soltó, entre yo en acción y un par de minutos después la llene la boca de semen.
Pasado el frenesí de los primeros días, la cosa se normalizó. Todas las mañanas al despertarnos, y antes de desatarla, me la chupaba. Después desayunábamos, yo me iba al instituto y ella se ponía a trabajar, mientras la chica que hacia las cosas de la casa, hacia su trabajo. En todo momento la tenía controlada por la tableta. Me gustaba espiarla en plan voyeur, y estar al tanto de su actividad. A la hora de comer, tanto si lo hacia sola o conmigo, solo tomaba verdura y fruta. La puse a régimen para que cumpliera la 4ª norma, y solo bebía agua o infusiones, para que cumpliera la 7ª. A eso de las cinco llegaba a casa, y lo primero que hacia era follarla. Después subíamos al desván, donde estaba la bici de spinning, para que cumpliera la 5ª norma. Gracias a todo lo anterior, y posiblemente a su nueva e intensa actividad sexual, bajo de peso hasta los 50 Kg en ocasiones incluso 49. Ahora estaba muy buena, cuando antes era una mujer del montón. Mientras ella hacia los ejercicios yo estudiaba, había montado un pequeño estudio en el desván. A continuación, jugueteábamos hasta la hora de cenar. Lo hacíamos a las nueve de la noche, casi horario europeo, y era muy ligera. Luego veíamos la tele un rato, o navegábamos por Internet, o leíamos, y a las once a la cama. Follábamos y a dormir. Los fines de semana salíamos fuera de Madrid, donde nadie nos conociera. Aprovechando que yo aparentaba más años de los que en realidad tenía, y mi madre menos, nos hacíamos pasar por novios y la exhibía, la tocaba el culo en público o la morreaba. Cuando terminé el instituto, vendimos el chalet de Madrid y nos fuimos a Málaga, donde me matricule en económicas. Quería vivir en una ciudad con playa, para llevarla con minúsculos tangas, y hacernos pasar por pareja. Termine la carrera y después de hacer un par de máster, me puse a trabajar con mi madre.
Todo me iba de maravilla, a los dos, hasta que un infortunado día, en que mi madre había salido con el coche, un camión sin frenos aplastó su vehiculo, y murió. Desde entonces estoy solo, rodeado por su recuerdo. He salido con otras mujeres, pero no es lo mismo. Incluso he contratado los servicios de sumisas profesionales, sin resultado. Lo que te da una madre no te lo da nadie más.