Mi madre me enseñó el Anal (parte II)

Ya soy “post-iniciada” y mi relación materno-filial se consolida. En vista de que algunos lectores me han pedido una segunda parte (y yo lo agradezco de corazón), aquí la tenéis, espero que os guste tanto como la primera ;)

Recordaréis que hace poco mi madre, una prostituta de lujo, me inició en el sexo anal con uno de sus clientes, un hombre mayor. Aquella era mi primera vez, y también era la primera vez que veía a aquel hombre. Pero la historia no acabó ahí....

Yo seguía a cuatro patas, mi ano estaba recién desflorado y húmedo por el lubricante y mis flujos vaginales que se derramaban entre mis muslos, el semen de aquel hombre seguía caliente en mi boca y lo tragué, era la primera vez que probaba el semen y sinceramente he de decir que me gustó su sabor y esa sensación de algo tibio bajando por mi garganta; seguí lamiendo la polla del hombre mientras poco a poco iba disminuyendo de tamaño y mis ojos todavía un poco enrojecidos y llorosos por las lágrimas que se me escaparon en los primeros momentos en los que su enorme polla rompió mi ano, en aquel momento el hombre me acarició la cara se giró y se fué hacia el baño que hay en la habitación, yo seguí unos momentos a cuatro patas cuando mi madre se sentó a mi lado, entonces me relajé y me senté junto a ella que me abrazó y me dijo:

“Muy bien mi amor, has sido una buena chica, ahora ve a ducharte...”

Me fui a mi habitación, las dos tenían baño pero en el de mi madre estaba el hombre, me metí en la ducha y me duché con agua templada, seguía excitada y a la vez confundida en realidad aunque lo había estado deseando desde mi adolescencia todo aquello era nuevo para mi.

Estando en mi baño, mientras me secaba el cuerpo oí como la puerta de la entrada se cerraba, el hombre acababa de marcharse, yo seguí secándome, primero una pierna, luego la otra, los pechos y mmm entre las piernas seguí un poco caliente y lo pude disfrutar. Mientras secaba mi pubis todavía húmedo por dentro y por fuera se abrió la puerta de mi baño y mi madre me dijo que en cuanto acabara saliera a cenar, yo, a pesar de todo lo que acababa de acontecer al verme acariciándome entre las piernas mientras mi madre me decía lo de la cena me ruboricé, creo que nunca dejaré de ruborizarme ante la lujuria que en mi despierta mi madre, cada gesto, cada mirada, cada roce me ruboriza y me excita de una manera que no soy capaz de controlar.

Salí a la cocina unos minutos después, mi madre había preparado un pescado a la plancha con patatas fritas, me encantan las patatas fritas, nos sentamos en silencio y comenzamos a comer, mi madre rompió el silencio:

Madre - ¿Cómo estás mi amor?

Yo – Bien, gracias mamá....

Madre - ¿Te ha dolido mucho?

Yo – No mamá, solo un poco al principio cuando me comenzó a penetrar pero luego ya comencé a encontrar en el dolor algo placentero y ya casi al final hasta me excité, creo que me gusta, al menos me excita mucho..

Madre – Te gustará, la primera vez siempre duele un poco pero cuando te gusta muchas veces lo disfrutas más que el sexo tradicional, ya me entiendes... el vaginal.

Yo – Si mamá aunque lo que más me gustó fue que tu estuvieras ahí para acariciarme.

Habíamos acabado de comer y mi madre no me respondió pero me miró dulcemente a los ojos y dejó escapar una bonita sonrisa, me llegó hasta la boca del estómago ¿es posible que me estuviera enamorando de mi madre o simplemente es lujuria?

Mi madre preparó unos cafés, sinceramente lo necesitaba, algo caliente y reconfortante después de un día repleto de emociones, no me había dado cuenta pero estaba realmente cansada y los párpados se me caían como si tuvieran vida propia.

Yo – Buenas noches mamá estoy muy cansada y voy a la cama.

Madre – Buenas noches mi amor, descansa.

Me dio un beso en la mejilla, me acarició el pelo, puso su mano suavemente entre mis nalgas y me dio un pequeño empujón hacia mi habitación.

Madre – Buenas noches mi amor....

Llegué a mi habitación, me desnudé, me lavé los dientes y me puse unas braguitas muy cómodas de algodón  ¡por fin algo que no se me metía en el culo!

Me puse la camisa de botones de un pijama que me encanta dejando mis pechos libres pues no eran tan grandes y todavía la gravedad ni la edad habían hecho que necesitaran estar sujetos para no caerse.

Me acosté, me tapé con una sábana de seda blanca que mi madre había puesto para mi y por mi cabeza pasaron cientos de cosas, de momentos, repasé una y otra vez las caricias, los besos, la mirada y el cuerpo de mi madre y me quedé profundamente dormida.

Al día siguiente sentí como entraba una tenue luz por la puerta de mi habitación y una preciosa figura la cruzaba hasta la ventana. Mi madre entreabrió la persiana y dejó que los rayos de luz cruzaran la habitación, yo todavía tumbada en la cama y medio tapada por la sábana miraba con los ojos entreabiertos y medio dormida dije:

Yo – mmmm buenos días mamá.

Madre – Buenos días cariño ¿cómo has dormido?

Yo – Mmmmuy bien … gracias..

Madre – Te traigo el desayuno, incorpórate.

En aquel momento me incorporé quedando sentada en la cama, mi madre me había traído una bandejita con un café con leche caliente y un croissant todavía humeante por dentro.

Sonreí y cogí la bandejita poniéndola sobre mis muslos, entonces me fijé en cómo iba vestida mi madre y de nuevo no pude dejar de mirarla.

Se había puesto un camisón negro transparente y debajo no llevaba nada, podía ver sus enormes senos dibujando su silueta y esos pezones oscuros y redondos que llamaban a ser adorados, ella estaba de pié en mi lado de la cama y su pelvis con ese triángulo negro perfecto que era su bello púbico y sus labios vaginales depilados un poco abultados como fruta madura que pedían morderlos me dejaron absorta durante unos segundos pero tenía que desayunar.

Tomé un sorbo del café y me comí el croissant como si no fuera a comer en días, entonces me quedé con la taza en la mano y mi madre cogió la bandejita y la dejó sobre la mesilla de noche, se sentó en la cama a mi lado y simplemente me miraba mientras yo sorbía el café y mis ojos se quedaban clavados en los suyos sobre la taza, como si de una pared se tratara.

Comencé a ponerme un poco nerviosa, tengo un amanecer mimoso y aquellas miradas me recordaban al día anterior y con la mano un poco temblorosa fui a dejar lo que quedaba del café en la mesilla pero se me derramó un poco sobre la camisa.

Madre – No te preocupes mi amor, yo lo lavaré.

Yo – Si...mamá...

Entonces mi madre acercó su mano a la mancha de café, la rozó con la punta de su dedo índice y de una manera natural desabrochó el primer botón de mi camisa, con la otra mano comenzó a acariciar mi pelo yo sentía como si mil ángeles estuvieran volando en mi cabeza, mi pecho, mi estómago y entre mis piernas, ella siguió acariciándome con una mano mientras con la otra seguía desabrochándome la camisa, su mano llegó cerca de mi boca y comencé a chupar su dedo, era como chupar el dulce néctar de los dioses, mi boca se llenó rápidamente de saliva fluida como el agua y mientras yo seguía inmersa en chupar su dedo la otra mano apartaba hacia los lados mi camisa ya totalmente abierta y acariciaba mis pezones tan duros en aquel momento que casi dolían..

Su mano bajó hasta mis muslos, los apartó el uno del otro y comenzó a acariciarme, mis bragas se mojaron casi al instante y abrí mis piernas pidiendo más, mientras ella sin prisas me quitaba las bragas yo comencé a buscar su vagina con mis manos de una forma casi desesperada.

Madre (en voz baja y suave) – Tranquila mi amor, relájate, tenemos mucho tiempo.

Yo me relajé un poco y abrí los ojos, ella comenzó a desnudarse, primero se quitó los tirantes del camisón dejando al aire sus hombros, fue la visión más erótica que nunca he visto, cuando los tirantes ya no soportaban nada su camisón cayó al suelo dejando ver su cuerpo desnudo, yo me puse de rodillas sobre la cama y mi madre se acercó a mi rodeando mi cabeza con sus manos entonces comencé a chupar sus pezones, sabían a miel y mi lengua los quería chupar pero mi boca los quería morder y así lo hacía los besaba con mis labios hechos agua, mi lengua intentaba atraparlos y mi boca los mordía conteniendo la fuerza mientras mi madre gemía con cada mordisco que yo le daba, me senté para poder llegar a su vagina, pegué mis labios a sus labios vaginales y lamí con fuerza su clítoris, sus gemidos hacían que yo cada vez sintiera más ansias por comerla viva y entonces ella se tumbó en la cama junto a mi, nuestros ojos se miraban fijamente mientras nos besábamos apasionadamente en la boca, nuestras piernas se cruzaban y nuestras vaginas se buscaban, nuestros flujos se mezclaban una y otra vez y yo bajé mi cabeza la puse entre sus piernas y comencé a beber de su dulce néctar, escuchar los gemidos de mi madre y beber de sus flujos que inundaban no solo su vagina sino también sus muslos era increible.

Ella me apartó dulcemente la cabeza y se puso de lado, espera un segundo mi amor, me dijo, y yo me aparté y me tumbé hacia el otro lado de la cama, ella se levantó.

Madre – Vengo en un segundo...

Yo – Ven rápido mamá...

Salió de la habitación, yo comencé a acariciarme, metí dos de mis dedos en mi vagina y mientras me masturbaba ella apareció al instante por la puerta con un arnés de cuero negro alrededor de su cintura y un enorme consolador pegado a el, en cuanto lo vi retorcí mi cuerpo mostrando mi culo y levantandolo tanto como podía dando a entender que quería que me  follara, ella se puso tras de mi y comenzó a acariciarme el clítoris con su mano, a penetrarme con sus dedos y cuanto más lo hacía más trataba yo de acercar mi culo a mi madre pidiendo en un grito sordo que me follara, sentí sus manos en mi cintura y aquel enorme consolador entró en mi vagina, no pasaron más de diez segundos cuando tuve mi primer orgasmo, parecía que había orinado en la cama de la enorme cantidad de flujo que entre mis piernas corría y gemí como una perra en celo y mi cuerpo disfrutaba tanto como mi mente, tuve un segundo orgasmo y un tercero era fácil de adivinar que los tenía pues mis gemidos y gritos subían de intensidad cada vez que aquello se producía.

Ella mientras me follaba ya más suavemente, introdujo su dedo en mi ano, esta vez estaba naturalmente lubricado de tanto gozo que hasta el momento había sentido entre mis piernas, me follaba lentamente y un segundo dedo penetró en mi ano, esta vez el placer era más suave pero mucho mucho más intenso, me estaba gustando y giré mi cabeza para ver el rostro de mi madre, se la veía disfrutar tanto como a mi, un hilo de saliva salia de su boca, sus ojos eran pura lujuria, se clavaron en los mios, sacó sus dedos de mi ano, su consolador de mi vagina y mirándome a los ojos me penetró analmente, los 20 cm de aquel consolador entraron por mi ojete hasta el fondo, apreté los dientes y sin apartar la mirada de la de mi madre mojé mis labios con mi lengua húmeda dando a entender a mi madre que comprendía el placer que a ella le daba follar mi culo de aquella manera tan brutal, aunque he de confesar que a mi también me encantó.

Cuando sacó su enorme consolador de mi culo yo estaba casi exhausta, me quedé unos instantes boca abajo y entonces mi madre se quitó el arnés y me lo ató a mi cintura.

Madre – Fóllame ahora tú a mi, méteme el arnés por el culo mi amor, hasta el fondo, házmelo duro, fuerte, mmmmmmmmmm por favor....

La miré y estaba de rodillas abriendo sus nalgas con ambas manos dejando todo lo abierto posible su ano, la miré, puse el consolador en su ano y empujé con todas mis fuerzas, ella soltó un grito corto pero seco pues no se había lubricado aunque no tardé en adivinar que ese dolor es lo que a mi madre realmente le causaba el mayor placer y seguí moviendo mi pelvis lo más duro y fuerte que me era posible, cambió varias veces de postura, boca arriba con las piernas en alto, de lado, y yo la follé en todas ellas lo más duro que podía, en cuanto adiviné que el dolor le causaba el mayor placer combiné el meterle los 20 cm de consolador por el culo con fuertes pellizcos en sus pezones y cachetes en sus nalgas y pechos, cada vez que le pellizcaba ella gemía como una puta y descubrí que me causaba tanto placer como cuando el consolador me follaba o mi madre me lamía el clítoris.

Después de varias horas follando sin parar el cuerpo nos pidió parar, era la experiencia más fuerte que había tenido hasta el momento, mucho más fuerte que la del hombre desflorando mi culo o mis aventuras como voyeur viendo como uno tras otro se follaban a mi madre en su habitación.

Nos tumbamos una al lado de la otra unos minutos hasta que mi madre se levantó, salió un momento de mi habitación y volvió con un fajo de billetes en la mano.

Madre – Toma, el dinero que ganaste anoche y el de hoy.

Lo tiró sobre la cama, a mi lado,  yo la miré ella me miró pero de una forma fría que nunca antes yo había visto, se giró y dijo, ya sin mirarme: “ahora eres una puta”

Lo comprendí al instante, desde aquel momento en que toqué esos billetes con mis manos adolescentes y tiernas: ya nunca volvería a ser la de antes. Ahora ya tenía un oficio. Era una puta. Como mi madre.

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