Mi madre llega borracha a casa

Mi madre llega borracha a casa tras una fiesta con amigas. Yo me aprovecho de que mañana no recordará nada.

Mi madre llevaba ya cuatro años divorciada, y no levantaba cabeza. Estaba a base de antidepresivos, psicólogos y depresiones continuas. Yo me quedé a vivir con ella, mi padre era un granuja que le gustaba ir de flor en flor y el matrimonio terminó rompiéndose, era de preveer. Pili, mi madre, tenía 55 años, aún era hermosa, pero tal vez le sobraba algún kilo. Era menudita, pero tenía unas tetas grandes y hermosas, y un culo que era la envidia de sus amigas. Morena, de pelo liso. Mi madre era chapada a la antigua, muy conservadora, pero su vida había dado un drástico cambio desde que, por fin, descubrió las infidelidades contínuas de mi padre. Desde entonces, vivía en una depresión contínua.

El año pasado comenzó a salir con un muchacho casi de mi edad, su fisioterapeuta. Pero, no sé por qué, ella lo dejó y se deprimió aún más. Nunca quiso contarme nada por mucho que le pregunté. Yo soy universitario, 22 años, estudio Ingenieria Aeronáutica en Madrid, mi ciudad. No os voy a aburrir con datos innecesarios que, por desgracia, suelen haber en casi todos los relatos. Y, así, una vez realizadas las presentaciones, os contaré algo que creo os gustará.

Era junio, yo estaba de exámenes, era sábado por la tarde. Las amigas de mi madre se iban de fiesta a una discoteca para cuarentonas y demás. Mi madre se negó a ir, "¡cómo voy a ir a una discoteca a mi edad!" decía. Y con la depresión pues parece que no estaba para irse de juerga. Pero Mónica, su mejor amiga, le dio la tabarra para convencerla, que si te vendrá bien, que si te hace falta cambiar de aires, que si anímate, etc.

Mi madre me preguntó a mí, le dije, sinceramente, que debería ir y dejar de estar en casa llorando metida todo el día (mi madre es médico y está de baja por depresión). Ella no quería, pero, al final, y gracias a Mónica y su empeño, se decidió. Estaba yo estudiando en mi cuarto cuando mi madre vino a despedirse de mi con un beso. Cuando la vi me asusté, ¡iba a la discoteca con una ropa de cincuentona!

-Mamá, no puedes ir con esa ropa, parece que vas a un velatorio.

-¿Por qué? Yo visto siempre así.- Me respondió ella.

-Déjame elegirte la ropa para que no hagas el ridículo, por favor.- Le insistí.

-Si es que yo no pinto nada en una discoteca, no tengo ánimos para nada, debería quedarme en casa. -Y comenzó, de nuevo, a llorar.

-Te vendrá bien, ya verás como te diviertes. -Le dije mientras la abrazaba consolándolo. (Y tanto que lo pasaría bien).

Llegó su amiga Mónica (que tenía un buen polvo, aunque estaba muy estropeada, tanto carrusel de rabos le ha acabado dejando factura en las arrugas). Entre ella y yo le elegimos mejor ropa. Pero, a mi juicio, Mónica fue demasiado radical en la elección de ropa para mi madre. Ambas comparten medidas de ropa, y Mónica le trajo ropa suya, pero parecían de puta: superminifalda, escote muy pronunciado, tacones. En fin, así se fue mi madre a la fiesta, como si fuese un putón. Aunque su amiga Mónica también iba igual, por lo que preferí no darle importancia. La cuestión es que mi madre se desahogara y se divirtiera un rato. Así podría yo estudiar tranquilo para mis exámenes.

La cuestión es que... de madrugada, muy tarde me preocupé, mi madre no venía. La llamaba al móvil y estaba fuera de cobertura o apagado. No podía dormirme, ¿dónde estaba mi madre?

De repente, sonó el porterillo de la puerta:

-¿Sí?

-¿Es usted el hijo de Pilar Vallejo?- Me dijo el anónimo.

-Sí, soy yo, ¿qué pasa?

-Soy el taxista, le traigo a su madre, no se encuentra muy bien, ¿puede bajar a recoger a esta gordita tragona?- Me respondió el taxista.

Sin pararme a reflexionar ese atrevimiento hacia mi madre bajé las escaleras todo lo rápido que pude asustado. Ví a mi madre totalmente borracha, no se mantenía en píe. El taxista la agarraba para que no se cayera.

-¡Gracias! ¿Qué ha pasado? - Le pregunté al taxista.

-Tu madre, que es viciosilla y ha bebido de más.- Me respondió mientras ponía en marcha el taxi.

-Gracias, ¿le ha pagado el viaje mi madre? - Le pregunté.

-No, si ha perdido el bolso, no ha pagado nada, pero no te preocupes, chaval, me lo ha pagado... de otra forma. - Me respondió mientras sonreía mirando el gordo culito de mi madre.

Me enfadé por ese comentario, pero me centré en coger a mi madre y evitar que se cayera. El taxista se marchó con mucha rapidez, yo ni siquiera me fijé en la matricula, estaba conmocionado, ¡si mi madre nunca bebe alcohol!

-Mamá, ¿qué te ha pasado? Me tenías asustado, ¿qué ha pasado con tu bolso? ¿dónde están tus amigas, y Mónica? - Le pregunté.

Pero ella no tenía la lengua en condiciones, me respondía, pero no podía comprenderla. La subí a casa llevándola en brazos. Ya en casa, me di cuenta que llevaba un pecho fuera del escote, se lo metí dentro.

Ella tuvo razón, parecía una puta madura, pero hasta me daba morbo, he de reconocerlo.

Le quité los tacones, y la limpié un poco. Ella me abrazó llorando, gimiendo borracha. Indicándome que el taxista le había obligado a mamarle la polla. ¡Con razón no le cobró el servicio! Me di cuenta que tenia las tetas muy marcadas, el taxista le había metido mano. Me tranquilicé, ya no podía pillar a ese imbécil.

-Relájate, mamá. Mañana intentaremos dar con él. ¿Te ha pegado? - Le pregunté.

-No.

-¿Y tus amigas? - Le pregunté.

-Se han ido con unos magrebíes jovencitos a follar. - Me respondió entre palabras que me costaron comprender.

¡Qué víboras sus amigas! Y yo dejando que mi madre fuera a esa discoteca. Sus amigas estaban con unos moros que las estaban poniendo a 4 patas. ¿Será posible? Menos mal que mi madre se quedó en la barra bebiendo...

El caso es que tenía que quitarle el vestido de furcia que llevaba. Se lo quité, sin perder la ocasión para contemplar sus enormes pechos, generosos y aún follables. Mi madre no se mantenía en píe, la desnudé, ella estaba adormilada, sabía que al día siguiente no iba a recordar nada de lo que en ese momento sucediese. La duché, y le enjaboné los labios, que le olían al pene del taxista.

Acosté a mi madre desnuda en su cama. La contemplé, desnuda, acostada hacia abajo, al día siguiente no se acordaría de nada. No aguanté más y comencé a tocarle el culo a la puta de mi madre, seguro que disfrutó mamándole al verga al taxista, va de monjita muerta, pero bien que ha ido a la fiesta y bien que se la mamaría al fisioterapeuta de mi edad. Lo cual siempre me encolerizó. Le sobé bien el culo, de arriba a abajo, se lo comí a besos, con mi lengua. Me aseguré que ella no se enterase, estaba medio dormida, algo despierta, gimiendo. Puse las luces tenúes, casi en penumbra. Ella se imaginaría que estaría con algún amante, porque me respondía:

-Sí, cómeme el culo, cabrón. Comele el culo a tu putita.

Yo le di la vuelta, y comencé a comerle el coño medio peludito que tenía, con énfasis, casi extasiándome en ello. Ella estaba entre dormida y gimiendo, apenas era consciente. Me llamaba por varios nombres, a ninguno de ellos los conocía. La cosa iba muy bien para mí.

-Mamá, te quiero. No sabes cuántos años he fantaseado con tenerte así, inconsciente, para aprevecharme de ti. ¿te gusta que tu hijo te meta mano, zorra?- Le decía mientras le sobaba las tetas a consciencia.

Me desnudé, le pasé el pene por todas las tetas, masturbándome entre sus pechos. Después, se la metí, de una sola vez, y comencé a metérsela una y otra vez, sin compasión, como si fuese una prostituta; aunque, pensándolo bien, para mi, sí lo era, pues necesitaba cariño y esta noche lo había encontrado en ración doble.

Antes de correrme en su coño, le dí la vuelta y se la metí por el culo. Lo tenía muy cerrado, tal vez nunca le habían dado por atrás. Me recreé en romperle el año a consciencia, notaba su dureza atrapando mi polla sin condón. Al final, no pude más y me corrí dentro de su culo...

La limpié como pude para que no sospechara nada al día siguiente. Le puse su pijama y la arropé.

Encontré su bolso, no se lo había llevado, estaba en la entrada.

Al día siguiente se despertó con una fuerte resaca. No recordaba nada.

-Cariño, ¿cómo llegue ayer? No recuerdo nada.- Me preguntó.

-Me llamó Mónica y fui en coche para recogerte. Bebiste más de la cuenta, pero no te preocupes, te hacía falta.-Le respondí.

-Gracias, mi amor. Creo que Ahmed (¿?) fue demasiado brusco conmigo, debería haberme quedado en su casa.-Me respondió.

¿Ahmed? ¿Mi madre también estuvo follando con magrebíes?

Pero esa historia la contaré en la próxima entrega.