Mi madre fue Follada por el diablo

Continuación de “UNAS JORNADAS EN EL CAMPO”.- Ahora sabrán como mi madre llegó a ser la amante del diablo, y comprenderán el por qué está ardiendo entre las llamas de la lujuria, condenada a ser fornicada durante toda la eternidad por el mejor de sus amantes.

Tras aquel último encuentro con John Thompson, mi madre y yo nos quedamos muy intrigados por aquella firma tan enigmática. Yo sabía que el significado de aquella cifra tenía relación con el Diablo, pero no era capaz de entender que relación había entre John, y el Señor de las Tinieblas. Así se lo hice saber a mi madre, que tras meditar largamente sobre lo que yo le expliqué, me dijo que le daba igual que aquel hombre fuese el mismísimo Demonio. Que aquel hombre la había atrapado y que estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de estar con él.

Desde aquel día, la correspondencia con mis tíos se hizo muy fluida. Realmente, lo que hacían era explicarles que ellos pertenecían a una corriente de pensamiento que estaba fuera de todo convencionalismo, y que si bien esa filosofía no contemplaba la posibilidad de la existencia de ningún ser superior o divino, por el solo hecho de revelarse contra toda manifestación religiosa contraria a la plena satisfacción de los instintos más primarios, representados por los pecados capitales de una religión muy extendida, tomaban la figura de Satanás como icono representativo de la complacencia en la satisfacción en la realización de todos esos pecados.

Mi madre no tuvo ninguna duda e hizo saber a mis tíos que estaba dispuesta a formar parte de esa comunidad, asumiendo voluntariamente y con plena libertad, todas las consecuencias derivadas de su decisión. Mi madre había roto con todos los estándares del convencionalismo social. Por ello, mis tíos prometieron a mi madre que pronto sería poseía por la fuerza más lujuriosa y perversa del universo. La fecha elegida: el día de navidad de ese año.

Tras convencer a mi padre para que nos autorizara a pasar esas fiestas en casa de mi tío Salvador, ya que él, por motivos de trabajo no podía acompañarnos, dispusieron lo necesario para que dicho encuentro se produjera. El lugar elegido: la casa del campo.

Ese señalado día organizaron una fiesta a la cual asistimos mi madre y yo. Mi tío Salvador nos dijo que no era una fiesta normal, que esta sería distinta a todas las demás, en ella se practicaría un ritual, en el que se invocaría a Satanás, para que viniera esa noche a tener sexo con mi madre.

Con otros miembros de dicha comunidad, organizaron la celebración de una misa negra. Para ello indicaron a mi madre que tenía que ir vestida con una túnica negra y le indicaron que solo llevara ropa interior debajo de esta túnica.

Mi madre llevaba puesto un sujetador negro, unas braguitas tipo tanga del mismo color y tacones muy altos. La vi especialmente excitante. A mi me vistieron con otra túnica negra y me cubrieron la cabeza con una capucha. Al entrar nos estaban esperando cinco hombres vestidos, igualmente, con túnicas negras y capuchas que cubrían sus cabezas.

La habitación estaba especialmente decorada para la celebración de un ritual de esas características. Grandes lienzos de terciopelo negro cubrían las paredes, y dos grandes lamparas de araña colgaban del techo con cinco grandes cirios negros encendidos cada una. En la pared sur, una gran cruz negra invertida presidía a modo de retablo.

Tumbaron a mi madre sobre una losa de mármol colocado a modo de altar. Le pusieron una mascara que le cubría toda la cara para impedirle que pudiera ver nada. Luego le ataron las manos a dos postes que había en las esquinas del altar.

Tras oír el sonido de unas campanillas se empezaron a oír letanías, y un tipo de oración en la cual se invocaba a Satanás. Aquella especie de sacerdotes continuaron con el ritual. Le acercaron a la boca cáliz de plata lleno de vino tinto que mi madre tuvo que tomar. Poco a poco el ambiente se fue rodeando de un ambiente muy oscuro, se sentía pesado, pensé que sería una orgía normal en la cual se la iban a follar todos los presentes y se acabó, pero de pronto le quitaron la bata y el sujetador, solo le dejaron las braguitas y los tacones.

Pude ver a mi madre, ahí, desnuda sobre una losa de mármol expuesta a cualquier cosa que quisieran hacer con ella. De pronto oí que ellos empezaron a elevar más y más sus oraciones y letanías generando un ambiente misterioso que me pusieron los vellos de punta.

En un momento dado uno de los celebrantes gritó con voz desgarrada “ ¡

Shemhamforashhh!

”, y al instante todos comenzaron a salir del cuarto arrastrándome con con ellos.

Antes de salir de la habitación, el último de los celebrantes que dio el grito, le advirtió a mi madre, que no podía quietarse la mascara de los ojos porque si lo hacía quedaría condenada eternamente a las llamas del infierno, y entonces la dejaron a solas.

Al cabo de un instante empezó a sentir como la piel se le erizaba, y durante un momento no se oyó nada, solo comenzó a sentir una presencia en la habitación.

De pronto notó como le tocaban las tetas, pero la sensación fue muy diferente a lo que ella ya había experimentado antes. Ese tacto era muy caliente y lleno de callosidad. Sentía como su cuerpo se iba llenando de lujuria y empezó a tener deseos de ser penetrada por todos los orificios de su cuerpo.

Comenzó a sentir como una lengua rugosa y áspera recorría su cuerpo desnudo, y sus pezones empezaron a ponerse duros. Su cuerpo comenzó a estremecerse, se sentía como si ardiera por dentro entre convulsiones de placer. Tenía la sensación de que ardiera en las llamas del infierno.

Sin esperarlo notó que de un solo tirón, le arrancaron las bragas. Mi madre, excitadísima, no podía soportar tanto placer. Esa lengua empezó a lamer su coño exageradamente humedecido haciéndola sentir un placer indescriptible. Era sensacional, los lengüetazos hacían que le ardiera el coño, y mi madre solo gemía estremecida de placer pues esa lengua se introducía profundamente en su vagina y hurgaba en las paredes de su cueva arrancándole un orgasmo bestial. Después de un tiempo, esa lengua se retiró dejándola extremadamente excitada. Jamás había sentido ese placer tan intenso y hermoso.

Le abrieron de piernas y las levantaron, mi madre comenzó a sentir el calor de un miembro que se dirigía a su coño, cuando, de un solo empujón, fue penetrada más profundamente de lo que jamás se lo habían hecho antes. Aquella polla que la taladró era muy grande, gruesa y rugosa, llena de vellosidad, y despedía un olor muy fuerte. Las embestidas eran tan brutales que mi madre sentía como la destrozaban por dentro, paro aún así sentía que su vagina pedía más y más.

Entonces fue liberada de sus ataduras y por fin pudo abrazar a aquel ser que la estaba follándo salvajemente. Sintió que su torso era bastante fuerte, ardiente, lleno de músculos. Mi madre se aferró a aquel ser, y él siguió con sus brutales embestidas convocándole una larga cascada de orgasmos. Curiosamente, en ningún momento pareció entrar en esa especie de trance que en ocasiones le produce el excesivo placer.

De pronto la cambió de posición, la colocó a cuatro patas, como una perra, y empezó a sacudirle de nuevo con fuerza. La penetraba con tanta intensidad que mi madre comenzó a sentir que su miembro le saldría por la garganta. Sin esperarlo, uno de sus dedos empezó a abrir y a penetrar su culo, era un dedo grande y con una gran uña, pero ella no sentía dolor, solo placer.

El tamaño de aquel dedo era muy parecido al de cualquier miembro que mi madre haya tenido dentro de sí. Entonces él sacó su hermosa polla de su chocho y lo dirigió a la entrada de su culo, y de un solo empujón la sodomizó. Para entonces mi madre ya había logrado bastantes orgasmos, pero aún quería más y más, no quería que esa follada terminara jamás.

Naturalmente ella no sabía quién la estaba follándo de aquella manera tan brutal, pero sin duda era el mejor de todos los amantes que había tenido. Después de sentir tanto placer mi madre quiso ver quién era él. Hizo un par de intentos pero él no dejó que se quitara la mascara. Después de sacarme la verga del culo la hizo arrodillar, la agarró del cabello con mucha fuerza y le introdujo su enorme aparato hasta la garganta. Le folló la boca con tanta intensidad que la hizo vomitar.

Aun así, mi madre no resistía más la incertidumbre de ver quien la estaba destrozando, y en cuanto tuvo una oportunidad se quitó la mascara. Para su sorpresa vio a un hombre enorme, lleno de vello. Lo miró a la cara y, vio algo indescriptible. Fue como un fogonazo, pero por un momento le pareció reconocer en aquellas facciones atormentadas el rostro de... John Thompson. En ese momento él la alzó, y entonces mi madre vio como sus ojos se le llenaron de ira, y flamas ardientes salían de ellos.

- ¡Te advirtieron que no podías verme, porque si lo hacías te condenarías por toda la eternidad en el infierno! - Dijo aquel ser con voz ronca y profunda que hizo retumbar las paredes de aquella habitación.

Mi madre quedó aterrorizada, pero el placer que sentía era muy superior a cualquier otro sentimiento y simplemente se tapó la cara con las manos.

Jamás había sentido tal mezcla de sensaciones. Y sin darse cuanta la volvió a penetrar, así como la tenía, pese a lo cual ella abrió las piernas y volvió a sentir su polla dentro de sus entrañas.

- ¡De hoy y para toda la eternidad serás mi amante permanente y follarás conmigo hasta que la eternidad nos alcance! - Volvió a decir con aquella voz que parecía provenir del más allá.

Entre las cuatro paredes de aquella oscura habitación, estuvieron follándo al menos dos días hasta que por fin aquella entidad eyaculó dentro de mi madre. Fue una corrida inmensa, mi madre sintió su semen abrasándole todo el interior de su cuerpo. Después la volvió a sodomizar y la hizo sentir nuevamente ese torrente de ardiente lava dentro de sus intestinos. Aquel ser del inframundo se corrió igualmente dentro de su boca hasta que la hizo vomitar su semen por la boca.

De pronto, y sin saber como, ese ambiente extrañamente hipnótico cesó cuando aquel ser demoníaco se esfumó de la misma forma que había aparecido, dejando a mi madre sumida en un profundo éxtasis que la dejó paralizada por más de una hora.

De aquel estado salió cuando los cinco sacerdotes entraron y tras recitar unas cuantas letanías en latín y proporcionarle un brebaje la hicieron despertar.

Cuando regresamos a casa mi madre iba destrozada. A mi padre le dijimos que se había intoxicado con el marisco del la cena de navidad y venía enferma.

Después de una semana, durante la cual no pudo levantarse de la cama, empezó a sentir la presencia de su amante. Una noche, en la que mi madre entró misteriosamente en un estado de delirio, él se le apareció y le dijo:

- ¡Ya es hora de que vengas conmigo al infierno, ahí serás mi puta y te follaré por siempre durante toda la eternidad! Ya me has entregado tu alma, ahora necesito tu cuerpo. Para ello tendrás que someterte al ritual de sometimiento y traspasar el umbral de la perversión absoluta.

Continuará...