Mi madre es una puta

Jamás pensé que mi madre fuera una puta, pero lo he visto y no puedo dudarlo, ésta es la historia de como la pillé con uno de sus amantes.

Me lo he pensado muchas veces, pero tengo que decírselo a alguien, y como no puedo hacerlo a la familia he decidido hacerlo aquí. Es algo de lo que me he enterado hace unos días, mi madre es una puta, de lo más puta. Así de simple.

Lo he descubierto por una serie de casualidades de lo más inocente. Todo empezó una tarde que me dirigí como siempre a mi facultad y con mi mala memoria se me olvidó que había una huelga, así que todo cerrado. Deambulé un rato por el campus para ver si encontraba a mis amigos, pero se ve que ellos sí se habían acordado de la huelga y estarían por el centro de la ciudad.

Fui a llamarles, pero cuando estaba a punto de hacerlo decidí que era mejor volver a casa y ponerme al día con el temario, el ser buen estudiante fue también la causa de mi descubrimiento. Así que cogí el autobús de vuelta para mi casa.

Cuando llegué a la puerta de mi piso y la abrí me di cuenta de que algo raro pasaba, no estaban echadas todas las vueltas de la cerradura, nosotros tenemos siempre la costumbre de cerrar con todas y ahora no lo estaba. Yo estaba seguro que lo había hecho, así que con cierta extrañeza entré preguntándome que había pasado, pronto lo iba a descubrir.

No había dado más de dos pasos por el pasillo cuando oí un suspiro y varios gemidos. Sonreí pensando que había descubierto el motivo de la puerta mal cerrada. Mi padre debía haber vuelto también antes que de costumbre y al encontrar sola a mi madre habían decidido darse una fiesta. Menudo ingenuo era. Así que me di la vuelta para dejarles tranquilos y cuando había puesto la mano en el pestillo escuché algo que me dejó helado.

-Qué bien la chupas, puta.

Helado del todo, congelado, pues no sólo era que mi padre la llamara puta, sabía que algunos matrimonios adoptan roles para hacer el sexo más interesante, ni que mi madre se la estuviera chupando a mi padre, sino que ésa no era la voz de mi padre. No cabía duda, era más juvenil y con acento extranjero. Me resultaba familiar, pero no era la de mi padre.

-Así, así, hasta el fondo, trágatela toda.

No, no podía ser, tenía que comprobarlo, era imposible que mi madre le estuviera chupando la polla a otro hombre, que le estuviera poniendo los cuernos a mi padre. Así que me di de nuevo media vuelta y me dirigí al dormitorio de mis padres, de donde salían los gemidos. Fui andando lentamente mientras los suspiros golpeaban mi cabeza hasta que llegué a la puerta del dormitorio. Ésta es de corredera, de doble hoja, así que me puse de rodillas y sólo tuve que abrirla medio centímetro.

Y allí estaba mi madre, totalmente desnuda, de rodillas, chupando una polla, pero desde luego no era la de mi padre, sino la de un mulato brasileño que no hacía ni una semana que se había mudado al piso enfrente del nuestro. Con una mano le acariciaba la nalga mientras que con la otra le tenía fuertemente cogida la polla, haciéndole una paja al tiempo que le chupaba el capullo, se lo besaba, lo lamía, lo saboreaba. El tío no tendría más de 20 años, debía ser de mi edad.

-Mi nena, pero qué puta eres, qué bien sabes chupar una polla, se ve que te has tragado mucho.

Y vaya sí era puta mi madre, no podía tener más razón, ni una semana que lo conocía y estaba chupándole la polla. Y tenía razón el tío, sabía mamarla, como una profesional de película porno. Dando pequeños mordiscos y recorriendo el tronco con la lengua. Eso no se aprende con una sola polla, mi madre era una auténtica come pollas. En esa boca no había entrado sólo la polla de mi padre, desde luego que no.

-Hasta el fondo, nena.

Y le cogió la cabeza y la empujó hacía sí. A pesar de ser una gorda y larga polla mi madre se la tragó enterá, hasta los huevos, hundiendo su nariz en el vello de su amante, que echó la cabeza hacia atrás al mismo tiempo que lanzaba un largo gemido.

-Ahora los huevos, guarra.

Ni lo dudó, se la sacó y mi madre empezó a lamérselos, primero el derecho y después el izquierdo. Eran unos huevos gordos y a pesar de ello logró meterse uno en la boca mientra la enorme y venosa polla negra del vecino le recorría toda la cara. Deslizándose por la mejilla, esa mejilla que había besado no hacía ni una hora.Estuvo así un buen rato hasta que se la metió de nuevo y empezó a follarle la boca. Eso ya no era una manada, era una follada de boca, entrando y sacando la polla con fuerza de la boca de mi madre mientras le tenía bien cogida la cabeza.

-Me corro, me corro.

El tío ya no podía más y con un fuerte movimiento de cadera hundió toda la polla en la boca de mi madre. El tío se iba a correr en su boca. No podía creerlo, mi madre no podía ser tan puta, pero lo era. Y ahí estaba, con los ojos cerrados, gimiendo mientras descargaba toda su leche en la boca de mi madre. Y la muy puta no hizo nada por evitarlo, al revés, se tragó la lefada entera, sólo unas gotas se le escurrieron por la comisura de los labios. Cuando se la sacó durante unos segundos se quedó un hilo de leche que iba de la boca a la punta del capullo y mi madre con un dedo lo recogió y se lo llevó a la boca, relamiendo el dedo.

-Qué leche más rica, Mauricio.

El mulato sonrió y la levantó y tras limpiarle la boca empezó a besarle. Primero la boca y después fue bajando por el cuello mientras sus manos acariciaban sus pechos. Al llegar a ellos se los mordió, tirando de los pezones con los dientes suavemente y haciendo que mi madre gimiera de placer. Bajó por su abdomen mientras amasaba los pechos de mi madre y al llegar a su ombligo la empujó hasta sentarla en la cama, para estar más cómodo.

Siguió bajando hasta que hundió su cara en el coño de mi madre, que había separado bien las piernas para hacérselo más fácil. Empezó a morderle y chuparle el clítoris para llegar hasta el coño, lamiéndolo mientras con dos dedos jugaba con el clítoris.

-Qué coño más rico tienes.

Había alzado la cabeza y miraba sonriente a mi madre. La nariz, boca y barbilla estaban completamente mojadas con los jugos del coño de mi madre, que estaba completamente húmeda.

-Sí, pero no pares de comértelo.

Y le cogió la cabeza la volvió a hundir entre sus piernas. El tío continuó con la comida de coño mientras mi madre gemía cada vez más fuerte, era evidente que en cualquier momento iba a correrse. Y así fue, lanzó un fuerte grito mientras se dejaba caer en la cama.

Mauricio se levantó y le cogió las piernas para terminar de meterla en la cama. Se subió a la misma y se puso de rodillas, sonriente, con la polla bien tiesa, apuntando hacia el techo.

-Méteme ese pollón en mi coño, lo quiero bien dentro de mí.

-Me he follado a muchas tías casadas, pero ninguna tan puta como tú.

Y no podía tener más razón, pues mi madre en vez de enfadarse sonrió y alzó la cadera para ofrecerle más fácilmente su coño. Mauricio sonrió y se echó hacia adelante, apoyando una mano en la cama mientras con la otra guiaba su polla. Posó la punta en el clítoris de mi madre, volviendo a jugar con él provocando que su cuerpo se estremeciera. Lo bajó y apoyó el glande en el coño, echándose hacia adelante y entrando lentamente el capullo dentro del cuerpo de mi madre, que volvió a suspirar de placer.

Comenzó a entrar, lentamente, con pequeños empujones. A pesar del grosor de su polla entraba sin problemas en el coño de mi madre que suspiraba y gemía. Si el coño de mi madre se tragaba semejante polla con tal facilidad es que lo tenía bien dilatado y debía estar acostumbrada a más pollas que las de mi padre y Mauricio.

-¿Te gusta, puta? Quieres que le ponga unos buenos cuernos al cornudo de tu marido.

-Sí, Mauricio, me vuelve loca sentir como se abre paso tu polla dentro de mí, no pares, métela entera, quiero tenerte dentro de mí. Pónselos bien puestos, has le crecer los cuernos a mi marido.

Yo no creía lo que oía, no sólo era una puta, sino que se vanagloriaba de ello y le parecía poco con la cornamenta que le estaba poniendo a mi padre sino que se reía del pobre desgraciado.

-Sí, hasta el fondo, puta.

Y se echó hacia delante y le introdujo el resto de la polla, casi la mitad que quedaba. Mi madre dio un fuerte grito y rodeó con sus brazos la ancha espalda de su amante.

-Así, así cabalga, mi semental, cabalga.

Y Mauricio comenzó la cabalgada. Su culo subía y bajaba con frenesí, cada vez más rápido mientras las manos de mi madre empujaban sus nalgas para meterse más profundamente la polla. Desde donde estaba podía ver perfectamente la escena. No podía dejar de mirar la polla de Mauricio entrar y salir del coño de mi madre, completamente humedecida por sus jugos, cada vez a un ritmo más frenético. Estaban desatados, sólo se oía el crujido de la cama de matrimonio, los suspiros y gemidos de los dos amantes que se besaban y mordían como locos.

-Te voy a follar todos los días, todos los días.

-Sí, todos los días, fóllame todos los días. Necesito una buena polla al día dentro de mí, que mi marido no sabe follar.

Mauricio sonrió y se la folló aún con más ímpetu, temiendo que rompieran la cama. He de reconocer que es una auténtica máquina pues parecía no cansarse, a pesar de estar completamente cubierto de sudor, como mi madre, que lanzó otro grito mientras se volvía a correr.

-Me corro, me corro. -Ahora era Mauricio el que se corría.

-Sí, Mauricio lléname el coño de tu leche, que siento como ya cabecea.

Empujó con fuerza mientras se alzaba y curvaba su espalda señal de que se se estaba corriendo.

-Qué caliente, qué caliente y abundante la tienes, llénamelo, llénamelo.

Y así era, pues del coño de mi madre empezó a rebozar la leche de Mauricio, deslizándose entre la polla y el coño. Mauricio empujó varias veces más, arrancando más suspiros de mi madre, hasta que tras un gemido se dejó caer sobre el cuerpo de mi madre, que lo abrazó y le besó en los labios.

-Menudo semental eres, te juro que eres el mejor amante que he tenido, la mejor follada que me han dado, he temido que me sacaras la polla la boca. -Mauricio alzó la cabeza y lanzó una carcajada.

-Ya sabía yo que ese coño tenía muchas pollas metidas. Pero no me importa compartirlo, al fin y al cabo los cuernos los lleva tu marido.

Se levantó y le dio una palmada en la nalga.

-No te laves el coño, quiero que esta noche lo tengas bien lleno de mi leche cuando estés con tu marido.

Mi madre sonrió y le dijo que sí con la cabeza. Me di media vuelta y casi me caigo mientras me dirigía a la puerta pensando en mi pobre padre, los cuernos que le ponía mi madre, y con más de uno, como había reconocido. Cuando llegué a la puerta me miré en un espejo que tenemos y me pregunté si me parecía mucho a mi padre o no, pues ya dudaba de quién sería mi padre y si incluso mi madre lo sabía.