Mi madre entre sueños

Allí estaba yo, casi su sueño.

MI MADRE ENTRE SUEÑOS

Mi madre es pequeña. Cabellos crespos, rulitos que lleva en un castaño rojizo. Tiene una mirada risueña que alimentan sus ojos almendrados. Sus labios alargados y dentadura perfecta debieron dar a mi padre deseables besos. Mi madre es piel gitana y salpica su rostro con pecas seductoras. Tiene ella los senos mas lindos del planeta, tengo que decirlo primero. Grandes, duritos y tiernos. Increíbles a sus 42 años, hasta pienso que algún quirófano los moldeó, porque andan siempre dispuestos; ella los muestra a los ojos del pueblo. Su cintura se fue con el tiempo, pero su baja espalda todavía puede dar buenos polvos al viento.

Mi madre está sola pero es feliz. A mis 18 celebra siempre mis ocurrencias, las de mi hermanita de 10 y las de su peluquero. Es expresiva, espontánea, recibe con donaire los piropos de los hombres de la familia y, por qué no, de algún atrevido muchacho que se la come con ojos de hambriento. "Tienes un cuerpo de 30" le dijo mi tío, el hermano de mi padre ya lejano. Ella le sonrió, coqueta y amigable, mientras con un imperceptible movimiento de hombros regaló a sus ojos las curvas de sus deliciosos senos. Yo lo vi y me dije que sí, que ella es linda todo el tiempo.

Yo sospechaba que mi tío era su cabalgadura, ella no podía estar sola tanto tiempo. Alguna vez entre copas vi que de refilón le acarició el trasero. No ha sido el único que sucumbió a sus encantos, ella es chiquita, pero levanta todos los fierros. Ella bromea mucho y también he escuchado sus bromas de doble sentido, dichas a un auditorio masculino que se derretía ante sus gestos. La dulce voz de mi madre no se afea cuando dice bromas cargadas de deseo. Ante sus palabras siempre los hombres han sonreído y entre copas sé que alguno le declaró el amor que le guardaba en silencio.

Ella toma casi más de la cuenta. Reuniones, bailes, cantos con guitarra y ron añejo. Ella sabe mantener en línea a los hombres que ya bebidos no miden sus calentamientos. La desean, ella lo percibe, juega con sus deseos, pero no cae en sus juegos. Esta noche nos divertimos mucho en casa de los abuelos, ella danza con alegría, tanto le gusta bailar, y mi tío Alberto en una rumba le decía " si así bailas, quisiera saber como te mueves en el lecho ". Ella sabe que mi tío le tasa el trasero, que con su mirada se la come desnuda y con sus palabras la calcula, por eso esta noche ya le tiene miedo. Como ha bailado suficiente y tomado más de la cuenta me dice "es tarde, ven hijo, no quiero dormir sola con tanto hombre en la casa ", porque mi abuela le ha asignado un dormitorio para esta avanzada noche. Yo sigo despierto, y veo que se despoja de sus jeans apretados y se suelta el sostén por debajo de la blusa. Esta ebria, ha metido seguro a la puerta y me pidió que apague la luz, que me meta dentro. Yo la veo. Cubierta por una leve colcha, ella debajo con su prenda crema que suelta los senos. Un Calzón rosa pequeño y nada más, este verano me dio la suerte de ver lo que veo, pues ya está durmiendo. Se me levanta el miembro. Primera vez que la imagino como mujer para mí, antes era otro tipo de celo. Descubro por qué los hombres desean a esta menuda mujer, "parece de 30.." y qué hermosos sus senos.

No soy virgen. Mis 18 años me han dado más vida que verle el conejo esta noche a mi mamita. Pero esto es distinto. No lo pienso mucho y me quito el pantalón para meterme bajo la cubierta. Si ella se incomoda no pasará de lo anecdótico, si me lo permite tendré placer nuevo. La pequeñita está cerca, tumbada de lado, sus piernas recogidas me dan el trasero. Levanto un poco la colcha y veo sus nalgas, un par de redondeadas y musculosas carnes. ¿Están pidiendo sexo? ¿me están invitando al manoseo? Me acerco sigiloso y en la penumbra bajo mi calzoncillo y saco mi pene. Es agradable verlo, parado, a tres centímetros de sus nalgas. Pruebo con una mano, acaricio tímidamente su trasero, ella no se inmuta en absoluto, el ron Medellín ha sido mi cómplice secreto. No hay peligro, me acerco y mi glande aprende a sobarse en las nalgas de mi preciosa madre. Me hecho a su lado, gozando su espalda acomodo mi miembro entre sus carnes, allí donde hay algo tibio que deseo. Sintiendo su perfume delicioso mi mano busca su busto por debajo de la blusa. Se los acaricio tímidamente, un par de senos duros, muy juntitos, grandecitos, que tienen babeando a los hombres, a mi tío Alberto. Siento su pezón, no lo veo, lo imagino grande y aureolado, paradito como mi pene, de seguro también respondió al toqueteo.

No reaccionas mami, ¿de verdad estás tan durmiente? Ya casi estoy arrodillado a tu lado toqueteando tus senos y no te dices nada. Te descubro ya el pubis, mi mano acaricia tu frondosa cabellera baja, acerco los labios y los beso, tu calzoneta no es muy apretada mamacita, puedo tocar tus labios y estoy temblando de deseo. Me ahorco el fierro, no puedo evitar darle su atención con una mano mientras te chupo los vellos..

Ya lo decidí. O mejor dicho lo decidió mi sexo. Acabo de meter el dedo en tu caverna secreta y no diste señal de vida, humedecí el dedo con tus flujos y tus labios vaginales me apresaron la mano, estuvo delicioso, deben apresar mi miembro. Veo tu rostro perdido en el sueño, profundo y sin posibilidad de pronto regreso. Te acaricio la boca con los dedos, cada vez más fuerte. Ahora mojo mis labios con la lengua y tu boca beso. Te doy un segundo y un tercer beso, cada vez más fuerte, más sensual y con más deseo. Sigues durmiendo. Me bajo de la cama, camino en penumbras al lado donde está tu rostro, saco mi miembro y nerviosamente lo acerco a tu boca, lo sobo dulcemente, tus sabios entrecerrados se humedecen con mis fluidos previos. Estoy largos minutos así.. Qué rico es esto.

Sigue la música en la sala, sigue el baile allá afuera, yo tengo mi fiesta aquí dentro. Casi me vengo en tu boca, lo retiré a tiempo pero mojé mi mano, la almohada y hasta un poco sus cabellos. Me limpio con una punta de la sábana y me siento. La observo, alivio el cuerpo, la escudriño, no debí llegar tan lejos.. ¿o estoy a la mitad del trayecto?

Se me ocurre que no despertarás ni aunque se descalabre el edificio. Regreso a la cama y a la posición a tu espalda, donde mi pene es el dueño de tu trasero. Me acurruco, nos abrigo con la colcha y ya posicionado juego con tu pantaloneta, la estiro con un dedo, ya puedo tocar la raja que divide tus nalgas, ahora toco tu ano, y también tu sexo que sigue ardiendo. Bajo mi pantaloneta casi hasta la rodilla, estiro tu calzón, me posiciono, siento que la tela me raspa bajo el glande, pero mi pene feliz toca tu puerta, otra vez anda grueso.

"Déjame Alberto" dices entre sueños y te mueves en actitud evasiva, yo me asusto, te volteas pesadamente como quitando el trasero y me pones los senos a la altura de la boca. Yo suave e imperceptiblemente te los beso. "ya termina Alberto", dices con un tufillo de fastidio y siento que te mueves compulsivamente como teniendo un orgasmo secreto. Yo tengo el rifle afuera, pero siento tus piernas sobarse en mi pubis. Tus movimientos son sonámbulos, pero sonámbulo también es mi deseo, por eso me pego y con el rostro en tus preciosos y duros senos soy el Alberto de tus sueños.

Pienso que necesitas mas allí, bajo tu vientre, meto mi mano dentro tu calzón y capturo tu pubis, me recibes casi con agradecimiento, siempre durmiendo. Siento como lo meneas, húmedo como un manantial de lujuria, ardiendo como mil soles de deseo. Estás casi llegando en mi mano, la retiro y cojo mi miembro, lo acerco a tu orificio, jalando para abajo siempre tu prenda rosa, si bien bajaste las revoluciones, qué fácil fue metértelo.

Definitivamente me sentiste dentro, porque te agitaste y volviste a tus movimientos placenteros. Te lo clavaste sola, casi sin ayuda mía, cómo te aloca la polla de tu cuñado Alberto. ¿Ya lo tuviste o solo en sueños? Madre mía, no importa ya la respuesta, porque igual me estoy viniendo, contorsiones de placer que acompaño con babeos sobre tus amados senos. Ya no me importa el mundo ni el pecado del incesto, eres la mujer mas linda, mi chiquita, mi placer amado, mi Flor de María, contar que luego del orgasmo me retiré nervioso, que me escondí en el jardín y tomé dos cervezas abrumado ya no vale, ya no quiero, solo decir la verdad, que fuimos felices, yo robándote el placer, tú durmiendo.