Mi madre en el cine

Mi madre hace cosas de adultos en una función para niños.

Buenas a todos los que me leen. Este es un pequeño microrrelato que escribí como ejercicio para relajarme y ver si lograba que las ideas fluyeran de nuevo. Espero que les guste y gracias por leer. Si hay alguno que haya leído mis anteriores relatos, antes que nada gracias y pronto publicaré una nueva historia que espero les guste.


Esta historia transcurrió hace bastantes años. Tendría yo unos 18 años, y mi madre 34, blanca y con muy buen cuerpo.

A principios del verano se estrenó una nueva película de caricaturas. Yo quería ir al estreno el viernes, pero mamá no me llevó porque decía que no le gustaban las multitudes que se formaban. Fuimos a la función del sábado por la mañana y para compensarme me llevó a las salas en tercera dimensión.

Había una pequeña fila para comprar los boletos. Delante de nosotros estaba un muchacho de unos veinte años, alto, moreno, apuesto y bastante atlético. Recuerdo que me impresionaron sus fuertes brazos, ya que vestía una camisa sin mangas. Me fijé en que el joven miraba demasiado a mamá y en cuanto nos formamos comenzó a conversar con ella. Mi madre y él entraron en una amena plática.

Según nos dijo, llevaba a su hermanito, que era de mi edad. Yo hice buenas migas con él y nos fuimos a unas mesitas cercanas mientras los dos adultos compraban los boletos. Después de un rato tuvieron las entradas en sus manos y nos hicieron señas para que nos acercáramos.

Nos indicaron una mesa que estaba cerca de la sala donde proyectarían la película y nos pidieron que fuéramos a sentarnos allí mientras ellos compraban palomitas y refrescos. Así lo hicimos mi nuevo amigo y yo. Platicamos de lo emocionados que estábamos por la película y de nuestras respectivas escuelas.

También mamá parecía haber hecho un nuevo amigo. Ella se reía animadamente de las gracias del joven. Noté que de vez en cuando él se pegaba mucho a ella y le tocaba partes del cuerpo disimuladamente. Mamá se veía cómoda, le platicaba, se recargaba en su amplio pecho y le daba golpecitos en los brazos o en el pecho mientras reía sus gracias.

Tras varios minutos mamá regresó con el joven detrás. Él iba cargando una bandeja de palomitas y refrescos y caminaba detrás de mi madre. Mamá llevaba ese día falda junto con una blusa de botones y me pareció que el joven la miraba demasiado las piernas y el trasero, pero no dije nada.

Entramos a la sala. Para nuestra sorpresa, estaba sola. Temí que no proyectarán la película porque había oído a papá decir que cuando hay poco público cancelan la función. En eso empezaron los anuncios y mis temores se disiparon. Noté que mamá y su nuevo amigo hablaban en voz baja sobre la soledad de la recámara. Incluso él se asomó por la puerta para ver si no venía nadie más. Regresó y comentó que todas las demás funciones ya habían comenzado y el cine estaba solo.

Nos llevaron a la fila de enfrente y nos explicaron que en esas filas se veía muy bien la película y allí debíamos estarnos. Luego dijeron que ellos se sentarían atrás porque las butacas de adelante estaban reservadas para los niños. Mi compañerito se sentó alegremente en su silla y tomó las palomitas y el refresco que le ofrecía su hermano. A mi me extrañó eso, había ido antes al cine con mi mamá y siempre nos sentábamos en medio, y nunca había escuchado eso de filas reservadas. Pero mamá me dijo que era una situación especial. Colocó las palomitas que me había comprado entre mis piernas. Luego el joven nos colocó las gafas de tercera dimensión a su hermanito y a mí antes de que yo pudiera responder.

Subí los lentes hasta las cejas para observar a donde irían mi madre y el joven. Caminaron hasta la fila de atrás, para luego irse al rincón más alejado. Allí se sentaron. Comenzaron a charlar en voz baja.

El sonido de la película empezando llamó mi atención. Me coloqué bien las gafas y comencé a ver la película. Era muy entretenida y mi amiguito y yo brincábamos en los asientos, nos reíamos y dábamos pequeños grititos de emoción.

Llevaba ya un rato la película, no se cuánto, cuando me acordé de mamá y el joven. Volteé para observar. Me asusté porque pensé que mamá se había ido. Pero después de subirme los lentes, alcancé a divisarlos. Ella estaba reclinada en su asiento. El hermano de mi amiguito se inclinaba sobre ella, tenían los rostros pegados. Me pareció que ella lo envolvía con sus brazos mientras él le acariciaba el cuello. Se estaban besando como lo hacían los personajes que veíamos en las telenovelas mientras cenábamos. Mamá siempre me llevaba a dormir, diciendo que esas no eran cosas apropiadas para un niño. ¿Por qué lo hacía ella entonces?

Mi amiguito me palmeó porque el villano estaba tramando algo. Volví a ver la película. Pasó bastante tiempo cuando me dieron ganas de orinar. Nuevamente di la vuelta en mi asiento para observar hacia atrás. Ahora solo podía ver a mamá, el joven había desaparecido. Quise gritarle que tenía que ir al baño, pero recordé que me había dicho que en los cines no se debe hablar.

Bajé de mi asiento y caminé hacia arriba, por las escaleras. Pensaba subir hasta la fila y luego caminar hacia mamá, ya que yo estaba subiendo por el lado derecho. Mamá y el joven se habían sentado en el rincón de la izquierda.

Conforme fui subiendo iba escuchando extraños sonidos. Primero me pareció que alguien estaba llorando. Luego escuché claramente que eran respiraciones agitadas, jadeos, similares a los de ella cuando hace ejercicio. ¿Por qué jadeaba si estaba sentada en el cine? También me pareció oír murmullos y rechinidos, como si la butaca se estuviera moviendo.

Al llegar a la última fila pude ver a mamá y al joven. Mamá estaba sentada sobre él. ¡Por eso no lo veía! ¿Por qué hacía eso? Noté que ninguno de los dos estaba quieto. Mamá se movía arriba y abajo, con los brazos apoyándose en la butaca de enfrente. El cachas estaba sentado, detenía a mamá de las caderas y empujaba con sus caderas hacia delante.

La pantalla se iluminó más por un momento y pude ver con claridad la escena. Mamá tenía los ojos cerrados y sonreía, su cara era pura felicidad. Tenía abierta la blusa y se había bajado el sujetador. Sus enormes pechos brincaban arriba y abajo conforme lo hacía ella. En ocasiones las manos masculinas del joven los apretaban. Entonces mamá gemía un poco más alto y murmuraba algo. La falda y su ropa interior estaban en el piso. Los pantalones cortos del hombre estaban bajados hasta los pies, podía ver sus piernas completamente desnudas.

Distinguí los gruesos muslos del hermano mayor de mi amiguito, entre ellos estaba su pipí. Era muy grande y grueso, del tamaño de uno de mis bracitos. No cesaba de desaparecer entre las piernas de mamá cada vez que empujaba hacia adelante. Ella botaba cada vez más rápido.

Mamá se inclinó hacia adelante repentinamente. Mordió el respaldo de la butaca de enfrente mientras el joven continuaba empujando. Vi que su cuerpo temblaba. Se le escapó un gemido largo a pesar de estar mordiendo el respaldo. Su compaeñero le acariciaba los pechos.

Ambos estuvieron quietos un rato. Luego la atrajo hacia así de manera que ella se recargó por completo sobre él. La detuvo firmemente de las caderas, para luego continuar con sus embestidas. Pensé que mi madre estaba desmayada o algo así, porque no se movía. Estaba como una muñeca, apoyada en su pecho, con la nuca descansando sobre uno de sus hombros. Me alarmé y estuve a punto de ir a ver qué pasaba. No había avanzado más de dos lunetas cuando vi que mamá se movía nuevamente sobre su nuevo amigo, esta vez con movimientos suaves circulares y emitiendo pequeños jadeos ahogados.

Él joven aceleró nuevamente el ritmo, ahora era él el que jadeaba mientras estrujaba los pechos de mi madre. Jaló a mamá hacia abajo, de manera que su pipí entro completamente y comenzó a gruñir. Me asusté un poco, pensaba que solamente los animales gruñían y temí que hiciera daño a mamá. Tal vez se había vuelto alguna fiera salvaje, como ocurría en algunas películas. Por suerte su gruñido cesó tras unos segundos. Solo se escuchaban sus agitadas respiraciones de ambos. Los pechos de mamá movían la blusa cada vez que tomaba aire. Él le daba besitos en el cuello y le susurraba cosas. Escuché que “había acabado dentro”, pero no sé a que se refería.

Mi madre se levantó de la butaca y recogió la falda y las bragas. Se metió los pechos en el sujetador. El chaval se subió los pantalones cortos y murmuró algo. Escuché que ella soltaba una pequeña risa y se llevaba el índice a los labios, como para indicar silencio.

Una voz interior me dijo que debía regresar a mi butaca y así lo hice. Por suerte no me había orinado, eso le hubiera molestado mucho a mamá. El pipí se me había puesto grande, aunque claro que no tan grande como el del muchacho. Dolía un poco. Pero preferí hacer como que no había visto nada. Me senté y terminé de ver la película.

Ya estaban pasando los créditos cuando el joven nos quitó los lentes. Ambos brincamos de nuestros asientos, mi amiguito tomó la mano de su hermano mayor, yo la de mi madre. Caminamos a la salida mientras hablábamos de la película. No mencioné nada de lo que había visto hacer a mamá y al muchacho.

Nos despedimos afuera del cine. Le dije adiós a mi nuevo amigo con la mano y su hermano mayor se despidió de mí alborotándome el pelo. Mamá fue un poco más efusiva en su despedida, pude ver que le daba un beso en cada mejilla al cachas. Después fuimos cada uno a su autómovil.

Mamá me preguntó si me había gustado la película mientras me ponía el cinturón de seguridad. Respondí que sí y le pregunté si a ella le había gustado. Me contestó que se la pasó mejor de lo que hubiera imaginado. Yo, que quiero mucho a mi mamá, me alegré. De regreso a casa mamá se puso a cocinar y yo estuve contando a papá de la película, me gustó tanto que se me olvidó mencionar lo otro que había visto.