Mi madre en busca de un nuevo sexo (4)

El amor entró en mi vida y descubrí otra forma de sexo, con la ayuda de las enseñanzas de mi madre.

Mi madre en busca de un nuevo sexo IV.

Después de aquella mañana en que mi madre me enseñó cómo tenía que hacer feliz a Yolanda, me sentí algo preocupado, como si hubiera engañado a mi prima. Realmente la quería, la amaba y en secreto tenía relaciones sexuales con mi madre.

Por la tarde mi prima y yo nos marchamos a dar una vuelta por la playa, a caminar mientras la tarde caía y el sol se ahogaba en la inmensidad del mar. Caminamos un buen trecho, jugando con las pequeñas olas que mojaban nuestros pies. ¡Era preciosa! La miraba casi furtivamente y cuando mis ojos coincidían con los suyos, sentía como mi garganta se oprimía… quería decirle que la quería, pero los nervios, el miedo al rechazo y mi timidez no me lo permitían.

El sol estaba medio hundido en el mar, de un rojo anaranjado. Algunos pájaros volaban para retornar. La brisa del mar movían sus cabellos negros… ¡Estaba enamorado de aquella joven!

-¡Mira, ya se va el sol! – Me dijo y se paró para despedirlo. Lo miraba, estaba delante de mí. - ¡Hace un poco de frío!

Sin pensarlo me acerqué a ella por detrás y la abracé, mi corazón latía acelerado al sentir su hermoso cuerpo cálido, su piel suave… Ella agarró mis brazos y se acurrucó contra mí.

-¡Así estoy mejor! – Me dijo. Yo no contesté, sólo la abrazaba y con ello quería demostrarle todo lo que la quería. - ¡No te parece preciosa la puesta de sol!

-¡Para mí el sol está eclipsado por tu belleza! – Respondí sin pensar en lo que decía. - ¡Yolanda, me he enamorado de ti! – Sentí como su cuerpo se estremecía entre mis brazos.

-¡Yo también te quiero! – Me contestó y se giró para pasar sus brazos por mi cuello.

Nuestros labios se unieron en un beso de amor, sin pensar en sexo, sólo amor. Rodeaba su cuerpo con mis brazos y me sentía el hombre más feliz del mundo por tener el amor de aquella mujer. Permanecimos abrazados por unos minutos mientras el sol acababa de morir y daba paso a la luna llena que iluminaba nuestro recién nacido amor.

Caminamos de regreso a casa en silencio, abrazados y felices. Llegamos al bloque y tomamos el ascensor para subir al apartamento. Allí nos besamos, en la leve intimidad que nos daba… nos separamos al salir para entrar en casa y encontrarnos con nuestras madres y mi primo. Y allí estaban los tres, recién duchados y preparados para salir.

-¡Por fin llegáis! – Comentó mi tía. - ¡Venga, ducharos que vamos a salir por el pueblo! ¡Tenéis algo de comida en la mesa!

-Yo no tengo ganas de salir hoy… - dijo mi prima mientras nos mirábamos – Prefiero quedarme aquí para ver una película.

-¿Tú también te vas a quedar? – Me preguntó mi tía.

-Sí, - respondí – tendría que correr para comer y vestirme… y no tengo ganas de correr… veré la película que diga Yolanda.

-¡Pues nada! – Dijo mi madre saliendo de la habitación. - ¡Vamos Roque, Amalia! ¡Dejemos a estos dos que se lo pasen bien aquí! – Me miró y me guiñó un ojo. – Tened cuidado y si decidís salir, estaremos por el paseo marítimo.

-¡Yolanda, tu padre vendrá mañana para que pases unos días con él! – Dijo mi tía.

Los tres salieron y nos quedamos totalmente solos. Me acerqué a ella y nos abrazamos. Le di un beso en los labios.

-No me acordaba que mañana venía mi padre… tendré que pasar el fin de semana con él. – Me comentó un poco apenada.

-¡Entonces aprovechemos esta noche juntos y solos! – Le dije y la volví a besar.

Nos sentamos en la mesa y empezamos a comer, charlando, bromeando. ¡Era demasiado preciosa! Después de comer, recogimos todo y ella se puso a fregar los pocos platos que habíamos ensuciado. Me acerqué por detrás mientras fregaba y pegué mi cuerpo al suyo. Podía sentir su hermoso culo contra mi polla que estaba endurecida… y ella me podía sentir. Aparté el pelo de su cuello y lo besé.

-¡Tonto, no me hagas eso! – Me decía.

-¿Por qué? – Le respondí. – Eres mía y quiero mostrarte todo lo que te quiero… ¿O no te gusta?

-¡Me encanta, pero antes tenemos que ducharnos! – Y movió su cuerpo, con un golpe de su culo me separó de ella.

-¿Quieres que te bañe? – Le pregunté en broma, pero con el inmenso deseo de hacerlo.

-Creo… - Se giró y me miró muy seria. – Creo que vas muy deprisa… pero me encantaría que lo hicieras… - Y me dio otro beso de aprobación.

Acabamos en la cocina y nos metimos en el baño. Nos abrazamos y le quité el pantalón corto que llevaba, dejándolos caer por sus piernas hasta el suelo. Podía ver su sexo cubierto por el bikini. Ella agarró mi camiseta y me la quitó, se pegó a mí y me acarició el pecho, yo besé su pelo sin soltarla de la cintura.

Tiré de su camiseta y se la quité. Sus pechos desnudos aparecieron, redondos, firmes, con aquellos dos pezones erectos, oscuros y de aureolas pequeñas. Mi polla creció bajo mi bañador. Las agarró por debajo con sus manos y las elevó un poco para que se juntaran y mostrarme el precioso y excitante canalillo que formaban.

-¿Te gustan mis pechos? – Me preguntó. - ¿No son muy grandes?

-¡Yolanda, creo que eres una diosa! – Me separé de ella y contemplé todo su cuerpo cubierto tan solo por las bragas del bikini.

Me arrodillé delante de ella y puse mis labios en su vientre. Le besé la barriga y sentía sus manos que me acariciaban la cabeza. Los dos ardíamos de pasión. Nuestros jóvenes cuerpos bullían con nuestro amor, con nuestra pasión, con nuestra joven lujuria.

-¿Lo has hecho alguna vez? – La pregunta me llevó a la mañana anterior, en la que mi madre me había enseñado lo que tenía que hacer para satisfacer a mi prima.

-¡Sólo una vez! – Le comenté. - ¿Y tú? – Le devolví la pregunta.

-¡También una sola vez!

-¡Pues hoy lo haremos juntos! – Empecé a bajar sus bragas para dejar el tema pues no quería darle más explicaciones sobre mi primera vez. Ella dejó de pensar en el pasado y se concentró en aquel momento.

Delante de mí iba apareciendo su joven sexo. Poco a poco le bajé el bikini y allí tenía su coño totalmente depilado. Podía ver su raja. Ella sacó primero un pie y después el otro… estaba totalmente desnuda. Me abracé, de rodillas, a ella y en mi cara sentí la suave piel de su vientre. Ella me acariciaba de nuevo la cabeza y miré hacia arriba. Podía ver sus dos voluptuosos pechos y como desde arriba me miraba con una dulce sonrisa.

Volví la cara y besé su vientre, bajando hasta llegar a su sexo. Lo besé y mis manos acariciaban su prieto y redondo culo. El dulce aroma de sus flujos llegó a mí, provocándome más aún.

-¡Desnúdate y duchémonos ahora! – Me dijo con la voz más dulce y sensual que nunca había escuchado. - ¡Ya jugaremos después con nuestros cuerpos!

Me levanté y ella se giró para entrar en la ducha. Pude admirar su hermoso cuerpo, era la diosa Venus hecha realidad… ¡Era mi diosa!

-¡Vamos, ven que me tienes que bañar! – Me llamó desde la ducha y me miraba impaciente por verme desnudo. - ¡Muéstrame que guardas para mí!

Me puse de pie. El bulto que formaba mi polla en el bañador no se podía esconder. Me lo bajé y la dejé libre para que ella la pudiera mirar.

-¡Oh Dios mío! – Dijo. - ¡Todo eso es para mí!

-¡Todo esto es tuyo para que hagas lo que quieras! – Le contesté y me acerqué a la ducha.

Desde dentro de la ducha alargó la mano y me agarró por la polla sintiendo su dureza. Tiró para meterme dentro con ella. Nunca había visto una mujer tan preciosa, tan sensual y tan apetecible en toda mi vida.

Se giró y me dio la espalda, allí estaba su redondo culo. Me acerqué a ella y mi polla se estrujó contra aquel redondo culo. La abracé y mi polla quedó entre los cachetes. Besé su cuello y ella suspiraba y se retorcía entre mis brazos.

Con un brazo rodeé su cintura y la empujé contra mí, mientras la mano libre acariciaba su cuerpo hasta llegar a sus pechos. Ella gimoteaba y suspiraba por el placer. Se giró y me rodeó con sus brazos por el cuello. Sentía sus pechos en el mío y mi polla estaba en su barriga.

-¡Espera un poco más cariño! – Me dijo con un susurro. – ¡Después de la ducha me tendrás por completo! – Su boca se unió a la mía y su lengua buscó la mía.

Nos separamos un poco mientras caía el agua en nuestros cuerpos. Tomó jabón y empezó a frotármelo por el pecho. Hice lo mismo y nos acariciábamos mientras nos lavábamos, por todas partes, admirando y disfrutando nuestros cuerpos.

Cuando estuvimos bien limpios, ella salió del baño y la contemplé con deleite mientras se secaba su joven cuerpo. Después me pasó una toalla y se cubrió con su corta toalla aquel cuerpo de diosa.

-¡Te espero en la habitación! – Se volvió y salió del baño.

Su pelo húmedo, sus hombros perfectos… aquella toalla que marcaba su figura y me mostraba sensualmente parte de su cuerpo, su redondos pechos que asomaban por lo alto queriendo salir de allí… el comienzo de sus cachetes que apenas cubría aquella tela… aquellas piernas de muslos bien formados, de finos tobillos… ¡Mi diosa me esperaba y tenía que ir a adorarla!

Me sequé todo lo rápido que pude y salí de allí para buscarla. Entre en su habitación y allí estaba, tumbada en la cama, con una camiseta y una bragas. Me quité la toalla que cubría mi sexo y mi polla la apuntaba acusadoramente, culpándola de aquella erección y pidiendo que ella le diera una solución.

Me subí en la cama enloquecido por la hermosura de su cuerpo, embriagado por las curvas de aquel cuerpo. Me coloqué sobre ella y la besé sin poder contener todo el deseo que me invadía. Ella se abrazó a mí y su boca acogió a la mía, su lengua jugó con la mía mientras sus manos me acariciaban.

Estaba en una nube mientras mi cuerpo se movía involuntaria mente sobre ella, mis manos acariciaban todo su cuerpo. Sobre la tela de su fina camiseta podía sentir sus erectos pezones. Mi boca los chupó por encima de la tela mientras mi mano acariciaba su muslo, subiendo hasta llegar a su sexo. La acaricié y la miré a los ojos, sentía en mis dedos sus labios y la tela mojada por sus flujos. Volví a besarla apasionadamente.

Bajé por su cuerpo con mi boca. Besando y mordisqueando por encima de las tela hasta llegar a su sexo. Podía olerla, el olor de su intimidad me llamaba a gritos, deseando que la poseyera, pidiendo que entrara en ella y la llevara hasta encontrar el placer inmenso de un orgasmo.

Puse mi boca sobre su sexo, sentí como la tela se humedecía aún más con mi contacto. Moví los labios para acariciarla y su cadera respondió, moviéndose involuntariamente… gemía y suspiraba por el placer.

-¡Oooh, qué me gusta! – Decía sin dejar de retorcerse. - ¡Sigue no pares, por favor!

Me coloqué entre sus piernas y abrí las suyas como mi madre me había enseñado. Yo estaba de rodillas delante de ella y la contemplé, voluptuosa, sensual, hermosa… y preparada para que yo la amara.

Me incliné y podía ver la mancha en sus bragas, mezcla de sus flujos y mi saliva. Mis manos fueron subiendo su camiseta, abriendo camino para que mi boca la besara. Besé su mojado sexo y subí por su suave vientre. Acariciaba su delicado cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel mientras mi boca le arrancaba gemidos de placer al besarla por donde iba pasando. Sentí como sus pechos quedaron al descubierto y los miré. Allí estaban, esperándome erectos. Subí un poco más y mi lengua jugó con uno de ellos.

Sentí como sus caderas se movían bajo mi cuerpo rodeado por sus muslos. Se frotaba contra mí para darse placer mientras mis labios rodeaban tan lujurioso pezón y mamaba sobre él.

-¡Te quiero! – Me decía. - ¡Dame más placer! ¡Tómame!

Con mis manos sujetaba sus dos pechos, juntándolos y apuntando tan desafiantes pezones a mi boca. Mamaba uno y pasaba al otro, gozando de su joven cuerpo. Mi endurecida polla se colocó sobre su mojado sexo y la moví como si la follara. Ella gimió y sintió un primer y leve orgasmo con mis caricias. Yo quería correrme de placer, pero tenía que aguantar hasta que ella estuviera totalmente satisfecha. Paré.

Bajé de nuevo besando su cuerpo hasta que mi boca llegó de nuevo a su sexo. Agarré sus bragas y se las quité todo lo rápido que mi ansioso deseo quiso. Allí delante tenía a mi deseada Yolanda… a mi amada diosa del amor.

Su coño estaba totalmente mojado… Me agaché y separé sus labios para poder ver su rosado interior. De nuevo me invadía su embriagador aroma. Me lancé contra su raja. Mi lengua lamió su interior, libó su néctar de hembra sedienta de sexo… y encontré su endurecido clítoris. Lo ataqué sin piedad, sintiendo como todo su cuerpo se retorcía de placer, como sus caderas empujaban su flor contra mi boca para que le diera todo el placer.

No tardaron sus gemidos, mientras ella gritaba de placer y sus manos arañaban y agarraban las sábanas desesperadamente al sentir aquel orgasmo, mi boca se inundaban con su néctar. No paré de acariciar con mi lengua su intimidad hasta que una de sus manos me empujó la cabeza pidiendo piedad para que no la matara de placer.

-¡Para, para! – Me suplicaba. - ¡Me voy a desmayar, párate por favor!

Me levanté y sentí la humedad por mi boca. Estaba completamente mojado de ella. Me subí sobre su cuerpo y ella me abrazó con ansiedad. Nuestras bocas se unieron y puse mi polla sobre su mojada raja.

Sentí como mi polla se mojaba y la moví. Pasaba por encima de su clítoris y volvía a darle placer.

-¡Me vas a matar! – Su cara mostraba una indecorosa lujuria. - ¡No me puedo parar! ¡Quiero más!

Me empujó y me tiró en la cama. Me colocó, enloquecida por la pasión, boca arriba en medio de la cama. Abrió sus piernas y se sentó sobre mi polla. Pero no se la metió en su calido y húmedo coño, no, se abrió sus labios y la colocó en medio. Empezó a moverse para que su clítoris se machacara contra mi endurecida polla.

Estaba sentada sobre mí, moviendo sus caderas para darse placer. Su camiseta cubría su cuerpo hasta la cintura. Podía ver como se marcaban sus pezones en la tela. Mis manos acariciaban sus muslos, sintiendo los movimientos de sus caderas. Podía ver como entre sus labios asomaba y se escondía el glande de mi polla que tanto placer le estaba dando. Quería correrme, necesitaba correrme, pero ella aún se daba placer y no paraba de moverse sobre mi polla. Agarré su culo y la ayudé con su movimiento, empujándola contra mí para que el roce fuera más intenso. Sus ojos se abrieron de par en par, su boca entre abierta… se iba a correr.

-¡Dios, están entrado! – Le dije en un susurro al escuchar que abrían la puerta de la calle. - ¡Bájate, nos van a pillar! – Le supliqué.

-¡No puedo, ahora no puedo! – Ella estaba poseída y no dejaba de moverse sobre mí. - ¡Me estoy corriendo! ¡Estoy en la gloria! ¡No puedo pararme! – Susurraba pidiendo perdón por no poder evitarlo.

Miré a la puerta mientras Yolanda seguía moviéndose y corriéndose. Apareció mi madre y una sonrisa inmensa se dibujó en su cara. Rápidamente cerró la puerta de la habitación para dejarnos acabar sin que nos molestaran. La escuché hablar con mi tía y mi primo en el pasillo, distrayéndolos.

Yolanda seguía moviéndose sobre mí y me dejé ir. Mientras mi grande se deslizaba entre los labios de su coño, mojado y caliente, sentí como mi semen empezaba a salir. Agarré sus caderas y la moví para que me diera más placer. Mi semen salía y se mezclaba con sus flujos. Nuestros sexos se frotaban y nuestros flujos con ellos. Yolanda cayó sobre mí exhausta.

-¿Qué hacemos ahora? – Me preguntó.

-¡Yo te amaré toda mi vida! – Le respondí.