Mi madre. Capítulo I. El sofá

De cómo mi madre y yo empezamos una placentera relación incestuosa de años.

Hola, me llamo Luis y tengo 40 años. Mi madre se llama Carmen y ahora tiene 62. Los dos vivimos en Madrid y sin problemas reconozco que llevamos 20 años follando apasionadamente, como amantes.

Creo que lo mejor es que empiece por el principio, por cómo empezó todo, aquella tarde calurosa de julio de hace 20 años. Mi madre tenía 42 años y yo 20. Por aquel entonces, mi madre ya lucía las cualidades que me han hecho disfrutar de ella muchos años: unas tetas grandes, caídas por el peso, de generosos pezones rosados, un bueno culo redondo, carnoso, apetecible, unos ojos castaños, vivos, risueños y su tradicional costumbre de llevar su pelo moreno cortito y liso, por encima de los hombros. Además, entre ella y yo tenemos mucha complicidad. Será porque soy hijo único. Tonteamos, jugueteamos... De toda la vida hemos jugado a las peleas, a hacernos ataques de cosquillas y, claro, yo siempre tocando y manoseando lo que podía. Lo cual me hacía ir cachondo por casa todo el día. Alguna vez temí que me regañara o se diera cuenta, pero a ella no parecían importarle mis sobeteos y siempre sonreía. Hasta mi padre alguna vez, viéndonos empujarnos y decirnos cosas al oído nos decía en broma “anda que…parecéis novios”. Fíjate lo cierta que ha sido esa broma con el tiempo. Y él sin enterarse nunca de nada.

Pero volvamos a aquella tarde de julio y a aquel sofá. Tras la comida, estábamos los dos medio adormilados en el sofá, viendo una etapa del Tour en la tele. Ella estaba tumbada de lado, con una camiseta azul amplia y la parte de abajo del bikini. Sus piernas reposaban sobre mis muslos (yo estaba sentado) porque le gustaba para dormirse la siesta qu yo le hiciera un masaje en los pies. Y en eso estábamos. Yo reconozco que bastante cachondo, toqueteando los pies de mi madre y ella ronroneando y quedándose dormida. Al rato, empezó a resoplar más fuerte y pude comprobar que se había dormido del todo.

En ese momento, me asaltó una idea loca, aprovechar que estaba dormida para manosear su cuerpo a mi antojo. Mi corazón empezó a latir muy rápido y me puse muy nervioso, pero estaba tan excitado que me decidí a hacerlo. Empecé a subir las manos por sus piernas, sus muslos carnosos, a acariciarlos. Empecé a notar cómo mi polla se ponía más dura cada vez, así que acomodé sus pies sobre ella, para darme más placer. Mis manos siguieron tocando sus muslos y, como vi que no reaccionaba, me envalentoné y seguí hacia arriba. Llegué a su entrepierna, donde noté la tela de la braguita del bikini. Estaba caliente y creo que hasta húmeda, blandita. Mmmm, era una delicia estar acariciando el coño de mi madre. Mi mano derecha cambió su rumbo y se dirigió sobre su camiseta, para intentar tocarle las tetas, que ahora reposaban sobre el sofá. Mi mano lo consiguió y en seguida encontró la carne blanda de los pechos de mi madre. Como no llevaba nada más que la camiseta, en seguida noté sus pezones. Mmmmmm, mi polla estaba a reventar y mis manos, una acariciando coño y otra acariciando teta. La gloria. Subitamente, mi madre se movió. Casi me muero de un paro cardíaco. Retiré mis manos rapidamente. Noté como ella, sin despertarse, se acomodaba de nuevo y se ponía boca arriba, con las piernas un poco separadas.

Pasado el susto morrocotudo, decidí volver a la carga. Además, la nueva postura lo hacía más apetitoso. Ella tenía un brazo por encima de su cabeza y el otro colgaba por el lateral del sofá hacia el suelo.. Esta vez quise ir más allá e introduje una mano bajo su camiseta. Quería tocar sus tetas directamente sobre la piel, sin intermediarios. Y eso hice. Poco a poco llegué a su carne blanda y excesiva y empecé un suave manoseo, notando cómo sus tetas se adaptaban a mi mano. Me pareció notar sus pezones duros, erizados, como si lo estuviera gozando. Eso, y una leve sonrisa de su boca de finos labios hizo que me envalentonara más y empezara a manosearla con menos disimulo. Mi polla iba a reventar, y empecé a frotarla con sus pies desnudos e inertes.

Y de pronto, mi madre abrió los ojos. Tímidamente, somnolienta, pero los abrió. Mis manos volaron y mi corazón casi estalló.

Ella, medio dormida, preguntó:

-¿Qué haces?

Yo mentí:-

  • Nada.

  • ¿Nada?- preguntó ella. No sabía si se había dado cuenta. Yo proseguí:

  • Nada, ver la tele.- Ella, distraída, giró su cabeza hacia la tele y preguntó, como sin querer:

  • ¿No me estabas…toqueteando las…tetas?”

Pues sí, se había dado cuenta. Mi garganta se secó de golpe. Ella insistió, medio dormida, medio divertida. Desde luego, enfadada no.

  • Me ha parecido sentir unas manos acariciando mis tetas…y por aquí no hay nadie más, así que debían ser las tuyas….

Yo no sabía qué decir, así que balbuceé - eeeh, bueno, no, es que….en fin…- Mi madre me cortó:

  • Y dime, cielo, ¿te han gustado? ¿Te han gustado las tetas de mamá?.

Joder, ¡pero qué pregunta es ésa! Pero desde luego mi madre parecía de todo menos enfadada.

  • Pues la verdad es que sí. Sí me han gustado.

Ella volvió a mirarme.

  • ¿Quieres seguir? ¿Quieres seguir tocándome las tetas?

Me quedé helado. Me esperaba de todo menos eso. Mi polla saltó como un resorte, respondiendo antes que yo. Obviamente, a mi madre eso no le pasó por alto y, moviendo sus pies sobre mi endurecido pene, dijo:

  • Ella parece que quiere seguir…

Solo con ese movimiento de pies, casi consigue que me corra. Solo se me ocurrió preguntar:

  • Pero…y papá…¿no se enfadará?

  • No, tonto. No le diremos nada. Solo jugaremos un rato. Será nuestro secreto.

Dios mío, mi madre se ofrecía a que le manoseara sus enormes tetas. Aún estaba en shock. Ella, más activa que yo, desde luego, arqueó la espalda y, hábilmente, se quitó la camiseta, quedándose con las tetas al aire tumbada en el sofá, mirándome ya con cierta picardía.

  • Ahí las tienes, hijo mío. Son todas tuyas…

Lentamente, sin creérmelo aún, avancé mis manos hacia sus tetas y las empecé a manosear, tímidamente.

  • Vamos, no te cortes. Como hacías antes. ¿O es que sólo vas a abusar de mí cuando esté dormidita?

Me envalentoné un poco y empecé a acariciar con más fuerza, notando su blanda carne deformarse en mis manos, pellizcando sus endurecidos pezones, tocando y tocando las tetas de mi madre.

Ella empezó a gemir, a contonearse, a entornar los ojos.

-Mmmm, lo haces muy bien, cariño. Me gusta cómo me acaricias las tetas, mmmmm, sí. Sigue.

Yo empecé a ponerme cachondo perdido y empecé a mover mi cadera para que mi polla se frotara más fuerte sobre sus pies. Ella lo notó y empezó a mover sus pies también, para favorecer la maniobra. Los dos empezamos a gozar abiertamente, sobre el sofá, manoseándonos mutuamente cada vez con más pasión.

  • Sí, tócame, tócame más, cariño…mmmmm…haz feliz a mamá…

  • Sí, mami, sí, mmmmmm, cómo me gusta manosearte las tetas….

  • Tu padre no lo hace tan bien, mmmmmm, me gusta cómo lo haces tú, mmmmmm

El calor y la pasión hizo que empezáramos a sudar y a movernos más. Mis manos estrujaban las tetas de mi madre y estiraba de sus pezones hasta que ella casi se quejaba. No pude más y en un nervioso movimiento, me bajé el bañador y dejé mi polla dura al aire. Mi madre en seguida la agarró con una mano y la empezó a menear, arriba abajo, arriba abajo.

  • ¡Cuánto tiempo deseando esto, mi vida!- acertaba a decir ella.

Sus tetas estaban muy sensibles, sus pezones hinchados y mi polla a punto de reventar cuando, de pronto, se oyó la puerta de la calle. Mi padre volvía del trabajo y, mierda, antes de lo normal.

Los dos nos apresuramos a ponernos la ropa caída y a recuperar una postura decorosa y una respiración relajada. Fue difícil, pero lo conseguimos justo cuando mi padre llegó al salón, a tiempo de vernos sentados en el sofá viendo la etapa del Tour.

  • ¿Qué tal, familia?. ¿Cómo van, Luisillo? ¿Hay fuga?

  • No, papi, de momento todo tranquilo.- dije mirando a mi madre con una sonrisa pícara que ella me devolvió.

Así comenzó todo. Y así hasta hoy. En el próximo capítulo os contaré lo que pasó al día siguiente, que mi padre salía de viaje.

Espero que os haya gustado.