Mi madre. Capítulo 2. La llamada

Madre e hijo continúan lo que el padre interrumpió.

Cuando mi madre decidió contestar la llamada entrante en el móvil, mi polla ya estaba dentro de su coño húmedo y caliente, sus tetas botaban alocadas fuera de su sujetador negro y sus braguitas habían volado al otro sofá.

Unos minutos antes, ella llegaba del trabajo, a las 4 de la tarde, como siempre, cargada con algunas bolsas de la compra y su habitual aire cansado de oficina. Lo que hacía especial ese día era, precisamente, lo que había pasado el día anterior, durante la siesta en el sofá (ver Capítulo 1).

Cuando entró por la puerta, volé a ayudarla con las bolsas y un beso en la mejilla.

Fuimos a la cocina, lo dejamos todo y ella se apoyó en la encimera. Aun estando cansada, estaba preciosa. Un elegante traje de chaqueta con falda de tubo por encima de las rodillas, medias oscuras hasta medio muslo, una blusa blanca que transparentaba algo su sujetador negro, desabotonada hasta justo el lugar en el que la cosa podría ponerse peligrosa, porque las grandes tetas de mi madre se dibujaban claramente en su blusa y sujetador.

Ella resopló y fue a decirme algo:

-Cariño, ayer…

La interrumpí rápidamente apretando mis labios contra los suyos. Ella pareció resistirse durante unos segundos, como queriendo seguir hablando, pero en seguida sucumbió a lo que en realidad estaba deseando. Sus labios se pusieron blandos y se dejaron hacer por los míos y. nos empezamos a besar cada vez más apasionadamente. Nuestras lenguas se buscaban, se entrelazaban, se intercambiaban saliva. Nos mordíamos los labios, las lenguas y pronto nuestros cuerpos empezaron a responder. Mis manos buscaron sus tetas sobre la blusa. Ella me acariciaba el pelo, la nuca y me lamía también las orejas. Nos fuimos comiendo a besos, dando tumbos de vuelta al salón. Como pude, fui desabotonando su blusa, liberando su sujetador, sacando sus tetas, que saltaron libres, grandes, carnosas… Ella me fue desabotonando el pantalón y quitándome mi camiseta.

Llegamos al sofá resoplando, nerviosos, acelerados, deseándonos y ahí caímos.

-Mamá, me gustas, mmmm, te quiero comer.

-Sí, hijo mío, hazlo, quiero que me uses, darte placer...

-Mami, no sé si está bien, pero es que no puedo parar de besarte, de desearte…

-Tranquilo, cielo, está bien. Papá no debe enterarse, mmm, pero no pares…

En el sofá, levanté su falda hasta la cintura y bajé apresuradamente sus braguitas negras de encaje. Las lancé y contemplé su coño desnudo ante mí. Un coño oscuro, retocado, maravilloso. El coño de mi madre. Hundí ahí mi cara, para absorber su olor y su sabor. Estaba húmedo, olía fuerte. En seguida empecé a jugar con mi lengua sobre sus labios carnosos, a lamerlos, pellizcarlos y morderlos. Mi madre, de puro placer, cayó sobre el sofá tumbada boca arriba.

-Sigue así Luis, sigue así, cariño, mmmmmm, chúpale el coñito a tu mami.

-Mmmmm, sí, mami, lo tienes tan mojado…

Seguí comiéndole el coño a mi madre, mientras ella me acariciaba el pelo y se manoseaba las tetas.

Al rato la miré.

-Mamá, necesito que te olvides de que soy tu hijo.

Y ella respondió la frase más bonita y excitante que me han dicho hasta hoy:

-No, no. Quiero que me folles sabiendo que eres mi hijo.

Dicho y hecho. Me lancé sobre ella y la comí a besos, manoseé sus tetas y le mordí los pezones con una violencia y un deseo que hicieron que mi madre gimiera de placer y de dolor. Azoté sus tetas, que rebotaban y sonaban, plas plas plas y empezaban a enrojecerse.

-Fóllame, hijo mío, fóllame-acertaba a decir mi madre, entre suspiros, medio ida entre el placer y el vicio.

La coloqué a cuatro patas en el sofá, con sus tetas colgando y su redondo culo en pompa. Podía ver el maravilloso espectáculo de sus muslos enfundados en sus medias negras, su falda recogida y su culo y su coño entregados. Cogí mi polla y la guié a la entrada de su coño. La restregué un poco sobre la entrada. Ella suplicaba.

-Vamos, Luis, vamos. Métemela, ya, hijo mío. Fóllate a mamá.

No pude retrasarlo más y la penetré. De golpe. Sin poder pararme en prolegómenos. Una embestida en la que mi polla entró de golpe en el encharcado coño de mi madre. Casi nos hizo daño a los dos. Pero dio igual, porque enseguida empezó el ritual de meter y sacar, de meter y sacar. Mi cadera golpeaba sobre la carne blanda de su culo, que rebotaba con vicio con las embestidas. Ella gemía, gritaba y miraba desde delante, viéndose violada por detrás por su propio hijo. Eso la encendía aún más. Sus tetas iban locas con las acometidas. Yo a veces las cogía, las estrujaba las azotaba, sin dejar nunca de bombear.

Fue en ese momento, como dije al principio, cuando empezó a sonar el móvil de mamá. En la pantalla apareció claramente “Papi Móvil”. Era mi padre, que llamaba, como siempre a estas horas, para ver qué tal iba todo. Yo me temí lo peor. Que habría que parar, contestar y que todo se pasaría. Pero no me esperaba lo que en realidad ocurrió. Mi madre, sin dejar de lanzar su culo hacia atrás para meterse bien dentro toda mi polla, dijo:

-Es tu padre, aaahhh, mmmmm. Voy a coger, pero tú no pares de follarme, joder, no pares.

-Pero, mami, es una locura, lo va a….

No me dio tiempo a acabar la frase. Mi madre cogió el móvil y contestó.

-Hola, cariño, ¿qué tal?

  • Bien, Carmen, bien. ¿Qué tal tú? ¿Qué tal va todo?

  • Pues bien. Acabo de llegar a casa. Me ha dado tiempo a pasar, aahhhh, mmmmm, por la compra y coger algunas cosas. Luis me está ayudando, ahhhh, uuufff, con las bolsas.

  • ¿Estás bien, cielo? Suena como que estás resoplando.- Mi polla seguía golpeando sin parar, entrando y saliendo del cada vez más mojado coño de mi madre. Decidí azotar un poco su clítoris excitado.

-Aaaah,, ufffff, sí. Estoy bien, estoy bien, es que la bolsa de la leche pesa mucho y hace calor y me ha dado un bajoncillo. Menos mal que aquí está nuestro Luis, que me está ayudando mucho. Menudo hijo tenemos. ¡Cómo ayuda a su mamá! ¿A que sí, Luisín?

Y me miró con lascivia desde delante, viendo cómo yo seguía penetrándola por detrás y me guiñó un ojo.

-Claro, sí, papi. Estoy ayudando mucho a mamá.-Y mientras decía esto, le empecé a manosear sus enormes tetas.

La conversación siguió, entrecortada por los gemidos y los suspiros de mi madre, hasta que se la saqué de su coño empapado. Me senté en el sofá y ella se arrodilló delante de mí, sin dejar de hablar con mi padre por el móvil. Se acercó mi polla dura a su boca, mojada de sus flujos y se la metió poco a poco, lamiéndola con una cara de vicio que nunca había esperado ver en mi madre.

-Sí,  cielo, enseguida empiezo a hacer la cena.- Se sacaba mi polla de la boca para poder hablar y en seguida se la volvía a meter y a chupar.

-Aaghhhh, mmmmm, ahhhaaaa. No, cariño, es que me estoy comiendo una zanahoria, que es muy sana….Mmmmmm, agggggghhhhh, mmmmm. Sanísima. Mmmm, agghhh. Pienso comerme una dos veces al día. – Y me volvía a guiñar el ojo. ¡Qué morbosa es mi madre!

Yo no podía más. La imagen de mi madre arrodillada ante mí, con su coño goteando, sus tetazas al aire, caídas, haciéndome una mamada mientras hablaba con mi padre por teléfono disimulando, era demasiado para mí y noté que estaba cerca de correrme.

-Sí, Andrés, sí. Te esperamos para cenar. Ahora voy a darme una ducha y luego, si no te importa, le voy a decir a Luis que me dé un masaje en la espalda, que la tengo echa polvo. ¿No te importa, no Luis?- Y se volvió a meter mi polla en la boca.

  • No, mami, claro que no.

  • Lo que pasa, cielo.- Dijo volviendo a hablar con mi padre, - es que es mejor que el masaje me lo dé estando yo desnuda de cintura para arriba, así es mejor. Espero que no te importe, ¿verdad, cielo? Que mi hijo me dé un masaje teniendo las tetas de su madre al aire, desnudas…¡Menuda zorra! Estaba calentando a mi padre por teléfono usándome a mí, a la vez que me hacía una mamada real.

-Claro que no, jajajaja, Carmen. ¡Cómo me va a importar! Eres su madre, no creo que el niño se nos ponga…”tontito”, jajajaja

Pobre padre…si él supiera.

Mi madre se metía tanto mi polla en su boca que casi se atraganta y vomita varias veces. El maquillaje ya le resbalaba de los ojos por las mejillas de las arcadas, pero ella quería más y más, como si quisiera meterse también mis huevos.

-Adiós, Andrés. Luego, nos vemos. ¡Te quiero, cielo!- se despidió mi madre. Y tiró el móvil por ahí, justo en el momento en el que mi polla no aguantó más y empezó a escupir semen a borbotones. La mayor corrida que haya tenido jamás. Voló mi leche caliente y espesa hacia el pelo de mi madre, dejando varios pegotes, hacia sus enormes tetas, donde resbalaba hacia sus pezones y hacia su vientre, explotó también contra su cara, mezclándose con el rímel y recorriendo sus mejillas, y parte entró en su boca, donde mi madre no tuvo reparo en saborear y tragar. Su lengua también exploraba el exterior, tratando de alcanzar algunas de las gotas que resbalaban hacia su barbilla. La leche de sus tetas se la untó apasionadamente con sus manos, quedando así brillantes, suaves, bañadas del semen de su hijo.

Una vez terminado y cuando conseguimos que nuestras respiraciones se atemperasen, mi madre se sentó junto a mí en el sofá, con las piernas recogidas, medio desnuda, con la blusa desabotonada y desordenada y sus tetas por fuera del sujetador. Estaba deliciosa.

-Bueno, cielo. Pues ya has oído lo que le he dicho a tu padre. Me voy a dar una ducha y luego tú me vas a dar un masaje….Aunque me gustaría que participases de la ducha también…- y me dio un apasionado beso en la boca, con sabor a mi semen y a su saliva. Se levantó y se dirigió a su baño, despacio, sabiendo que yo la estaba mirando alejarse.

Continuará…