Mi luna de miel con Eva y 7

La cena se convierte en una orgía salvaje

El orgasmo la dejó desmadejada, jadeando aún Pepe la levantó mientras Ramiro despejaba la mesa. La sentó en el borde e hizo que se echara hacia atrás, de tal forma que tenía su cara donde antes había estado mi plato. Me miraba con los ojos entreabiertos, gimiendo.

-      Mi amor…me…meemmmmmmmmmmm

No pudo seguir hablando, Pepe la abrió las piernas y metió su cabeza entre ellas para empezar a devorarla con ansiedad. MI mujer puso la mano en su cabeza, como para apartarle, pero a los pocos segundos era ella quien le atraía contra su vulva. Movía la cabeza a uno y otro lado convulsivamente mientras el tipo le metía la lengua, acariciaba el clítoris con los labios, los mordisqueaba. Se puso la mano en la boca para ahogar los gritos de placer. En vano

-      Ahhhh….siiiii…qué gussss…toooooo

-      Te gusta, putita? –se regodeó mientras le metía dos dedos

-      Mi esposa no es ..una…putita…don José…,solo es…, una mujer muy…, sensible- intervine con voz débil, aunque mi protesta quedó diluida entre los gemidos de Eva. Entonces Luis se incorporó, su polla a punto de reventar, y se la puso en los labios. Mi niña le lamió primero el capullo y luego abrió la boca todo lo que pudo.

Tragué salva al ver como entraba, poco a poco, centímetro a centímetro. Mi esposa tenía las mandíbulas desencajadas, abrió los ojos asustados, lagrimeó, pero tragó dos tercios de ese rabo antes de empezar a tener arcadas. Babeaba.

-      Aagghhhmmmm…mmmm..ahhmmmmgggmmmm.

Manché mis pantalones al ver la escena, y me sentí como adolescente pajillero viendo una peli porno. El problema es que la mujer que arqueaba el cuerpo en un nuevo orgasmo era mi mujercita. Sus tetas se movían en espasmos eléctricos. Luis le follaba la boca con una mirada salvaje en la cara y don José había apartado la boca de su coñito para sujetarse una polla no muy larga pero extremadamente gruesa, oscura, surcada de vello, con un cabezón desproporcionado, y ahora la pasaba por la rajita de mi esposa.

Ramiro le mantenía las piernas abiertas mientras le animaba. Sujetaba con una manita el pollón de Luis, mamando como un potrillo, y elevaba la pelvis, buscando el roce con el gordo, que empezó a ensartarla.

-      Agghhmmm.., me…llenaaaaaa –consiguió balbucear, abriéndose todo lo que podía para recibir ese pedazo. Cuando la clavó estalló en un nuevo orgasmo, que continuó mientras la empalaba y se prolongó cuando él empezó a bombear, a un ritmo brutal.

Luis se corrió entonces en su boca, y vi como le salía la leche por la comisura de los labios, aunque trataba de tragar todo, al tenor de los movimientos de su garganta. La sacó y le echó chorros de semen por la cara, por el pelo, por los pechos, que se bamboleaban al ritmo frenético que le imponían. Eva estaba como poseída, su cuerpo rígido, jadeando, los ojos vidriosos. Convulsionada en un orgasmo interminable.

Se desmadejó cuando don José se corrió dentro, gritando, mientras le mchacaba los pezones con los dedos.

-      Te preño…puta¡¡¡¡ toma¡¡¡¡, toma¡¡¡¡, tomaaaaaa –estaba desaforado.

Cuando salió de mi esposa, le cayó un borbotón de lefa de la vagina inundada, Eva solo movía a pelvis, como añorando la cabalgada, temblando, los ojos cerrados ahora, la boquita entreabierta en un gesto de entrega. Le acaricié los labios con los dedos, pero Luis me los apartó para abalanzarse sobre su boca. Le lamió los labios, con premura y vi como asomaba la lengua de mi niña.

Empezaba a recuperarse cuando Ramiro la levantó, como si fuese una muñeca, y la colocó sobre sus piernas, mirándome. Le pasó cuidadosamente su palo entre las piernas, de tal forma que asomara por delante. Y lo que asomaba era un capullo hinchado y morado y al menos cinco centímetros de rabo venoso. La masturbaba con su verga, mojándola con sus fluidos. No podía apartar los ojos del castigo a una vulva irritada y abierta

-      Es…, mmmmmmm…, mi vida..,  va a..., mmmm…., que…, gustooooo- Mi esposa me miraba ahora a los ojos, pero no vi en ellos dulzura, sino lascivia irreprimible. Se meneaba hacia delante, buscando el contacto. Ramiro estaba quieto, dejándola hacer, pero su polla palpitaba.

-      Esta zorrita lo está deseando – me dijo- ¿te importa que la empale?

Me di cuenta de que la pregunta sólo pretendía humillarme, pero aun así acepté lo inevitable. No defendía mucho mi dignidad la mancha en los pantalones, ni el hecho de que me sobara la pollita mientras el tipo manejaba a mi esposa como si fuera de su propiedad.

-      Acércate, cornudín, mira cómo se abre a una puta –continuó y yo le obedecí. Me acerqué como un autómata, sin poder dejar de mirar ese palo abriendo  a mi niña, masturbándose con su vagina mojada. Me pareció aún más gordo que en la playa.

-      Dé..., ja…, le –suplicó Eva entre gemidos, pero él soltó una carcajada. Echó hacia atrás su cabeza mientras me hacía un gesto con la otra mano para que me agachara. Lo hice sin apartar los ojos de ese capullo morado y brillante ahora con los jugos de mi esposa.

Le lamió el cuello, en un gesto obsceno y Eva gimió.

-      Calla, zorrita…, -le susurró al oído. Pepe se había acercado su lado con la polla en la mano y no tuvo oportunidad de decir más. No podía hablar  con la boca llena

Ramiro aprovechó la distracción y me llevó la cabeza hasta restregarme el pollón en los labios. Los abrí, no me sentí capaz de otra cosa, y sentí como me los recorría con ese nabo enorme.

Así sujeto no pude enderezarme cuando sentí unas manazas desnudándome, de un par de tirones, y Ramiro ahogó mis protestas en su pene cuando empecé a sentir unos dedos mojados jugando con mi ano. Luis no tuvo mucha deferencia y en unos segundos sentí como metía uno de esos dedazos, sin mucho miramiento. Abrí más la boca al intentar gritar pero no pude emitir más que un sonido ahogado.

Nos tuvieron así unos minutos, con ese dedo clavándose cada vez más dentro de mis entrañas mientras Eva chupeteaba el rabo que se le ofrecía. Al cabo, Ramiro la levantó, acomodó su verga humedecida en la entada trasera de Eva y la hizo descender de golpe. Empalándola hasta los huevos.

Fue el momento que aprovechó Luis para ensartarme un segundo dedo. No sé quién de los dos gimió con más fuerza. Pero Eva tenía ya el culto abierto desde la playa y al poco cabalgaba a ritmo salvaje sobre su enculador.

Entonces Luis se echó sobre mi.

-      Muerde algo, puto, y relájate…, así dolerá menos.

Fue de un solo golpe, y sentí que me rompía por dentro. La sensación de calor era abrumadora, pero el dolor fue dejando paso a una extraña sensación cuando permaneció quieto, manteniéndome empalado contra el suelo. Extrañamente noté que estaba muy, muy empalmado.

Eva a esas alturas gritaba de placer en un nuevo orgasmo, los ojos en blanco, la boca llena aún, aunque ella no hacía nada por mamar, ajena a todo salvo al pene enorme de Ramiro, que la taladraba sin descanso. Ahora era él quien marcaba el ritmo salvaje, haciendo que las tetas de mi mujer se menearan en círculos.

Luis empezó a moverse, primero en círculos, y para mi vergüenza empecé  a sentir destellos de placer que se fueron acentuando. Echó una mano hacia mi ingle y me oprimió el pene. Sacó su palo, lentamente, pero fue para volver a clavarla, si cabe con más fuerza. Repitió el movimiento una y otra vez. A los pocos minutos yo jadeaba de gusto y levantaba las nalgas para recibirle.

Mi esposa ni me veía. Cabalgaba de forma frenética, y a cada enculada respondía con un grito. Se corrió de nuevo, pero pedía más, enloquecida de placer. A gritos cada vez que sacaba la polla de su boca.

-      Másssss.., assssiiii..,,,ahhhhhhgggmmmmm

Y le dieron más. Me corrí ante las embestidas de Luis, que me siguió bombeando como un poseso, reteniéndome con una mano mientras la otra sobaba los huevos, y vi como don José –me costaba ya reconocerle como Pepe-se colocaba delante de ella y le pasaba su rabo por el coñito. Hicieron un bocadillo con ella, que se desmayó unos instantes.

Fue el momento que aprovechó Luis para regarme los intestinos. Gemí, agotado, con los ojos fijos en la carita ladeada de mi niña, que jadeaba con la boquita entreabierta, babeando de gusto, aun sacudida por los pollazos de los dos.

-      Buen puto –me soltó Luis al oído, y se incorporó, con una sonrisa triunfal en la cara.

Eva se fue deslizando hasta quedar tumbada en el suelo, y lo que hicieron los tres entonces me quedará grabado para siempre en la retina. Primero fue Ramiro que se levantó y apuntó hacia Eva con su polla. Cuando empezó a orinarle encima se le sumaron los otros dos. Le cayeron los chorros en la barriga, en las tetas, en la cara, y Eva boqueaba, incapaz de defenderse

Me puse sobre ella para protegerla, y porque conocía el significado del gesto. La estaban marcando como su perra. Noté los chorros calientes recorriéndome la espalda.

Los tres cerdos se fueron riéndose a carcajadas, dándose palmaditas en la espalda. Abracé a mi esposa, dejando que se relajara poco a poco. Luego la ayudé a vestirse (tenía rotos tres botones) y la llevé abrazada a la habitación.

Al día siguiente dejamos el hotel, y regresamos a España. Lo que ocurrió n nuestra nueva casa es otra historia….