Mi luna de miel con Eva- 5

Dos viejos nos dominan y enculan a mi mujercita en una cala solitaria. Contiene sexo anal, infidelidad y sumision

Tardó un buen rato en salir, pero mereció la pena la espera. El bikini era minúsculo, aunque tapaba el cuerpo con un pareo que le permitía mostrar las piernas en cada paso. No tenía ganas de ver de nuevo a la pareja de animadores y os alejamos de la playa más concurrida para entrar en una calita en la que solo había dos tipos mayores, de unos 50 años, sentados en sus toallas.

Embadurné a mi nena con crema antes de ir a darme un baño. El agua estaba caliente, y me relajé con las olas. Los dos viejetes se colocaron a la sombra de un árbol, mucho más cerca de nosotros, y se comían a Eva con los ojos. Ella estaba boca abajo, y parecía no haberles visto. Les dio la espalda, para quedarse de cara a mí, eso sí, dándoles una buena vista de su culito.

Uno de ellos se acercó al agua, sin obviar lanzar una detenida mirada a los encantos de mi esposa.

-      Estáis en el hotel? –me preguntó, dándome conversación con un acento claramente argentino. Era un tipo gordo, con una de esas barrigas cerveceras, con barba de cuatro días ligeramente canosa, pero alto, casi de dos metros, y muy fornido.

-      Sí, estamos de luna de miel.

-      Hola, soy Enrique

-      Javier, encantado, nos dimos la mano y noté como me la apretaba con fuerza, hasta hacerme daño. Hice un gesto de dolor.

La miró de nuevo, en esa postura de costado, el bikini se había descolocado y asomaba la aureola de su pezón izquierdo.

-      Es muy hermosa la mina –me dio con una sonrisa lasciva.

-      Sí. Mi mujer es preciosa –mi énfasis en el término “mi” ensanchó su sonrisa.

-      Está pidiendo que le rompamos el orto –me espetó a bocajarro en un tono asombrosamente calmado- y creo que se lo vamos a partir.

-      ¿Qué dices?, eso no te lo crees ni tú¡¡¡

Intenté apartarme, pero me sujetó del brazo, oprimiéndolo con firmeza, obligándole a mirarle de nuevo. Era mucho más fuerte que yo y me intimidó su comportamiento.

-      Escucha, mariquita, vamos a comernos el culo de tu esposita y si no te portas bien también te romperé el tuyo, comprendes?

Salió entonces del agua, dejándome mudo y acojonado. Esta vez pasó mucho más cerca de mi niña, recreándose la vista. Cuando reaccioné ya estaba hablando con su amigo, se reían a carcajadas sin dejar de mirarla.

-      Vámonos, mi vida-le dije apresurado mientras empezaba a recoger nuestras cosas.

-      ¿Tan pronto? –protestó- se está muy bien aquí.

Se desperezó con un movimiento sinuoso, ajena a la mirada de los tíos, ahora mucho más descarada. Empezaron a acercarse e intenté explicárselo.

-      Me ha dicho que te van  a romper el orto, mi amor –pero se me atropellaron las palabras, como siempre que me pongo nervioso y no me entendió. Cuando intenté repetirlo me interrumpió el cerdo.

-      ¿Os vais ya parejita?. Javi, no nos presentas a tu esposita?

-      Sí, claro, Eva, éste es Enrique, está alojado también en nuestro hotel.

Al incorporarse para darle dos besos les ofreció una vista inmejorable de sus tetas, Luis prolongó el segundo, sujetándola con la manaza por la cintura. Era tan grande que la habría podido sobar al mismo tiempo la tira del tanga y el comienzo de los pechos.

Casi la levantó en vilo para presentarle a su compañero, un tipo delgado, tan alto como él con bigote y ojos de zorro, fijos en los pezones de mi mujer. Se llamaba Luis.

-      Hemos traído unas cervecitas, están en la nevera, ¿por qué no tomamos una para celebrar que nos hemos conocido? –Enrique había tomado las riendas de la situación. Aunque habló bajito, su voz me sonó amenazante cuando me dijo que fuese a buscarlas, y su mirada era de las que no admitía réplica. Recordé el apretón de manos y fui a buscarlas, lo más deprisa que podía.

Pero no fui lo bastante rápido. Cuando me di la vuelta Eva intentaba apartar las manazas de Enrique de sus tetas, mientras Luis aplastaba sus labios cerrados con la boca. Mi mujer retorcía el cuerpo, intentando escapar, pero era la imagen de una muñeca en manos de dos sátiros.

-      Qué hacéis, os voy a denunciar¡¡ -amenacé, mientras intentaba apartarles, pero Ramiro sólo necesitó un empujón para lanzarme a dos metros.

-      - Calla mariquita, al final nos lo vais a agradecer.

Con una de sus manazas amasaba las dos tetas de mi niña estrujándolas, amasándolas, pegándolas una a otra, con movimientos lentos, pero rudos, e imparables. Con la otra empezó a quitarle el tanga. Eva se resistió y se lo arrancó de un tirón. Lo arrijó a un lado mientras su amigo acalló los sollozos de mi esposa metiéndole la lengua en la boca.

-      Por favor, déjenla, no diremos nada… -les supliqué acercándome de nuevo. Intenté apartar a Ramiro, pero me dobló el brazo hasta hacerme caer de rodillas, a los pies de la toalla.

Se volvió de nuevo hacia mi nena y le abrió las piernas al máximo, para empezar una comida de coño espectacular. Eva dejó de manotear,  y aferró los bordes de la toalla con sus manitas. La chupaba despacio, pero exagerando el ruido de su boca, y empezó  a meterle uno de sus dedos. Estuvo así unos minutos, y los sollozos de mi niña dieron poco a poco paso a gemidos inconfundibles, luego a suspiros de placer y finalmente a jadeos incontrolados. Me pareció que empezaba a mover la pelvis.

Luis empezó entonces a trabajar sus tetas con la lengua, con los labios, con los dientes. Mi niña se llevó una mano a la boca, como para contener los jadeos, echó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados mientras arqueaba el cuerpo.

Ramiro empezó a levantarla a pulso, como si fuese una pluma, sin dejar de comerla hasta erguirse por completo con mi mujer cabeza abajo, las piernas abiertas, incapaz de defenderse. En esa postura, tenía la polla del viejo a la altura de la cara, un bulto desproporcionado, que asomaba unos centímetros por encima del pantalón de baño. Le daba golpes en la mejilla con el glande, circuncidado era grande como un puño pequeño, morado.

La de Luis era otro monstruo, con venas gordas en todo el palo: Se lo masajeaba lentamente mientras miraba la escena.

-      ¿Ésta era tu mujercita fiel? –me soltó- mira su cara.

Y la carita de Eva era todo un poema, la había ladeado, para evitar que el pollón le rozara los labios, pero tenía los ojitos desencajados, en blanco, gemía cada vez más fuerte, con la boquita entreabierta, el ceño fruncido, concentrada en el trabajo que le estaban haciendo.

-      Tienes que probar esto, Luis, la zorrita está encharcada. Es el coño más estrechito que me he comido nunca – comentó antes de volver a la carga. Ahora succionaba, mordisqueando el clítoris, y le daba largos lametones, hasta acariciar el orificio del ano con su lengua.

Noté que mi mujer se ponía rígida, y de repente su cuerpo empezó a convulsionarse en latigazos eléctricos, jadeaba, moviendo la cabecita a uno y otro lado, como negándose al orgasmo.

-      Noooo…mmmm –gritó- Noooooooo…. Ohhhhhhhhh…. Síiiiiiii….ahhhhhhhhhhhh.

Fue un orgasmo largo, muy profundo, jaleado por los ruidosos lametones que continuaban a un ritmo rápido, y no se resistió cuando Luis le puso la cabecita en posición. Ahora tenía el glande pegado a sus los labios entreabiertos, me pareció casi natural que asomara la lengua y que empezara a deslizarse en ese cabezón.

Ramiro la follaba ahora con su lengua, endurecida al máximo, moviendo la cabeza hacia delante y atrás, penetrándola  a ritmo rápido y mi esposa dejo que la polla le recorriera los labios. Gemía más débilmente, desmadejada, y cada vez que le metía esa lengua su cuerpo respondía con un nuevo espasmo.

Luis siguió pajeándose, pero me obligó a arrodillarme para que mirara más de cerca la expresión de mi esposa, que parecía extasiada. Miraba el pollón de Ramiro con los ojos bizcos, y todos sus gestos expresaban un deseo incontenible. Empezó a mamar el cabezón con los labios muy abiertos, la boquita casi desencajada.

-      Ramiro, mira la pollita del niño –se río- y su compadre acompañó sus carcajadas, apartando la cabeza del coño de mi esposa. Para mi vergüenza a esas alturas estaba totalmente empalmado, pero mi pene no tenía ni comparación con los suyos, que incluso superaban en tamaño y grosor a los de los mulatos del hotel.

-      No me extraña que esté tan necesitada…, - agregó y siguió a lo suyo, ahora con más fuerza.

No se cómo, pero mi mujercita abrió aún más la boca y empezó a engullir ese pedazo. Ramiro la ayudó empujándole la cabeza, de tal forma que en pocos segundos tenía enterrados 20 centímetros de carne. No podía meterse más, debía de estar rozándole la garganta.

Abrió mucho los ojos, le caía la baba en goterones, pero él se la sacaba y metía, sin forzar más, a ritmo lento, follándole la boca con parsimonia.  El pollón la deformaba la cara pero Eva estaba frenética. La lamida estaba rompiendo todas sus defensas. Volvieron los espasmos, cada vez más fuertes hasta que quedó desmadejada, con la boca llena, soltando gruñidos guturales

-      Aggggghhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Ramiro levantó la cabeza un instante:

-      esta putita es una ventosa, jjeje

Tenía mojada toda la cara de los fluidos de mi niña, que se aferraba ahora con ambas manos a sus glúteos. Tenía arcadas, le lagrimeaban los ojos, se le caía la baba por la comisura de los labios, pero succionaba ese rabo como si fuese el último biberón sobre la tierra.

La depositó suavemente en el suelo, boca arriba y se arrodilló ante la cara para meterle y sacarle la verga, cada vez más profundamente. Eva abría los labios, aceptando más carne en cada empellón. El ceño fruncido, los ojos fijos en su amante. El la sacaba casi entera y la volvía a meter a un ritmo cada vez más rápido. De repente se quedó quieto, con el pollón metido hasta los huevos. Eva movió las manitas, intentando apartarle, pero la sostuvo así unos segundos.

El cerdo empezó a bufar

-      Me corro, zorra, ordéñame¡¡¡¡ - y le soltó una descarga de leche tras otra. La desbordaba, la lefa blanquecina le caía por las mejillas. Entonces la sacó y echó un nuevo chorro en su cara, en sus ojos, en el pelo. Mi mujer tosía, atragantada. Haciendo muecas con la boca, como si quisiese acomodarse la mandíbula.

Yo estaba alucinado, no podía apartar los ojos de esa verga. Entonces me agarró del cuello y me obligó a limpiar la carita de mi mujer con la lengua.

-      El cornudo está al palo –le dijo a Luis- parece que le ha excitado el espectáculo.

El otro se tumbó en el suelo, levantó a mi mujercita y la hizo sentarse sobre él, clavándola poco a poco, al ritmo que le marcaba, sujetándola por las caderas. Eva se mordía el labio inferior, mientras su coñito se adaptaba a ese nuevo palo, que le llenaba cada milímetro de la vagina. Movía la cabeza de un lado a otro, gimiendo de forma descontolada.

-      Me…me duele….ahhmmmm…es muy gran…deeeee... mmmmmmmmmmmm

-      Poco a poco, putita…toma…toma….

Me incliné a su lado y le sujeté una de sus manos entre las mías. Temblaba.  Eva me miró entonces, como con pena. Tenía los ojos entrecerrados, brillantes de deseo.

-      M amor… me llenaaammmmmmmm

El tipo tenía ya enterrada toda su verga y la retenía de la cintura. La mantuvo unos segundos ensartada,  y fue mi mujercita quien empezó a mover el culito en círculos. Cerró los ojos, sintiendo y se mordió la mano para no gritar. Entonces el tipo la levantó, lentamente, hasta dejarla solo con el glande masajeando la entrada. Eva forcejeaba, pero para sentir de nuevo ese pollón en las entrañas.

-      Mira y aprende, cornudo –me soltó, y se la clavó entera de un solo golpe. Escuche el plaff contra sus huevos pese al grito de mi mujer

-      -ahhhhhhhhhhhhhhhh. ..

La sacó de nuevo, con l misma lentitud, pero a mitad de camino se la empotró en un nuevo plaff, aún más poderoso. MI esposa movía la cabeza de un lado a otro, y gritó de nuevo cuando sintió la embestida.

-      Síiiiiiiiiiiiiiii

La tuvo así durante no sé cuantos minutos. Entrando y saliendo a un ritmo insoportablemente lento, riéndose ante sus súplicas.

-      Fo..lle..me.., por favor

-      Quieres más rabo, putita?

-      Sí…ahhhhhhh--….damela

-      Le metió entonces un dedo en la boca y Eva lo mamó. Acariciándoselo con los labios

Cuando lo tuvo bien ensalivado lo llevó a sus nalgas, y me estremecí al darme cuenta de que empezaba a presionar en su ano. Ramiro se sentó entonces a mi lado, demasiado cerca. Se masajeaba la polla mirando la escena.

Entonces cambió todo, como si lo hubiesen hablado. Cogió mi mano y la colocó sobre su polla en el momento en el que Luis aceleraba la cabalgada. Eva gritó de nuevo, pero en un quejido mezcla de placer y de dolor, al sentir como el dedo índice profanaba su culito. Yo no reaccioné, dejé que guiara mi mano de arriba abajo, sin voluntad ya para oponerme, con la mirada fija en los rebotes que daban las tetas de mi esposa con cada embestida.

-      Jejeje, esta zorrita tiene el coño de seda – se rió Luis, que aumentó el ritmo del bombeo.

-      Se está corriendo –anunció, ajnque no era necesario. Mi mujer cabalgaba descontrolada, con todo el pelo sobre la cara, los ojos en blanco.

-      -Asssíiiiii… siiii…. Mmmmmm… tomame…ahhhhhhmmmmm, me vengooooooooooooooooo

Se dejó caer sobre el cuerpo de él, lamiendo su pecho, entre jadeos. Vi claramente como tenía metidos dos dedos en el culito, hurgando, dilatándolo con movimientos expertos. La dejó descansar en esa postura surante unos minutos y volvió a la carga con un bombeo intenso. Mi esposa retorcía el cuerpo en un orgasmo continuado. Ya tenía tres dedos en el ano, moviéndose en su culito empinado.

Ramiro me obligó a echarme hacia él, moviendo cada vez más rápido mi mano sobre su palo. En esa postura, su pollón me golpeaba en el cuello, pero yo no podía parar de meneársela.

-      Así, puto, no pares, prepárame para el culo de tu mujercita.

-      Ya la tienes como querías Ramiro –le dijo su amigo- ya puedes romperle ese culito.

-      Por atrás no, por favor.. soy virgen –reaccionó Eva sin abrir los ojos, con voz aniñada.

Pero los dos estábamos entregados ya. No opuse resistencia cuando me inclinó más la cabeza, y cuando sentí ese cabezón en los labios los abrí, sometido.

-      Así, puto, muy bien…humedéceme la polla.

Me sentí degradado, pero no podía dejar de lamer ese cabezón palpitante, con la cabeza dirigida por una de las manazas del acosador. Se la chupeteé humillado, hasta que decidió incorporarse, y me acaricié los labios con los dedos cuando se apartó, sosteniéndosela con la mano. Luis apartó sus dedos cuando acercó el prepucio y Eva levantó la cabeza al sentir la presión.

-      No entra, esta putita es demasiado estrecha trae la crema, puto –reaccioné al insulto con una mirada feroz que le provocó una nueva sonrisa, pero me levanté de inmediato y le acerqué el bote.

-      No, no… extiéndela tú – continuó, y entendí que buscaba nuestro sometimiento completo.

Obedecí sin embargo, y extendí con cariño en el agujero trasero de mi esposa, que se estremeció al contacto. No se resistió, ni siquiera cuando el cabezón empezó a perforarla. Ramiro puso una manaza en la espalda y empujó de nuevo, pero con suavidad.

-      No te preocupes, zorrita, has tenido suerte en que sea yo quien te estrene. No te va a doler mucho.

Pensé entonces que no podría soportar esos dos pollones al mismo tiempo, pero me tranquilizó el gesto de Ramiro, que levantó sus caderas, para colocarla a cuatro patas. Y liberarla del rabo de su cómplice. Luis se apartó, y Eva quedó con la cabecita apoyada en la toalla. Los ojos cerrados.

Empujó un poco más, y a mi esposa se le escapó un gruñido de dolor. Lentamente fue introduciendo ese pedazo enorme de carne en el culito, aunque mi nena echaba a veces la mano atrás, como para detenerle. Le caían las lágrimas de los ojos cerrados, y mantenía la boca abierta, como buscando aire.

-      Es muy estrecha…bufff –bramó el cerdo, cuando le enterró toda la polla. La sujetaba con una mano en sus caderas, y la otra la pasaba suavemente por los pezones, que estaban completamente empitonados.

Acaricié la mano de Eva que me miró, con los ojos turbios.

-      Me rompe, mi amor…ahhhmmmmmm

El viejo empezó a moverse entonces, en círculos, ensanchando  a mi niña, abriéndola cada vez más. Los gemidos empezaron a ser de placer y el tipo se sonrió.

-      Así, putita, relájate… disfruta.

Le daba fuertes golpes en la cadera, sin sacarla, dejando que sus huevos rebotaran contra las nalgas de mi mujer. Eva aferró la almohada con las manos, con los diente, pero levantó su culito, entregándoselo. Lo que había empezado casi como una violación era ahora una sumisión absoluta.

Ramiro aceleró el ritmo, poco a poco, y mi mujer empezó a aullar.

-      Aggmmmmmm siiii…asiiiiiiiiii….aghhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Le sacaba la polla detrás cada embestida al menos un palmo y la volvía a clavar con fuerza. Cuando aceleró el bombeo, y Eva elevaba ligeramente el culito cuando sentía que la abandonaba. Una y otra vez. El movimiento era ahora brutal. Bombeaba como un salvaje. Mi mujer no pudo contenerse y se meó de gusto, un chorro largo, que empapó la toalla.

Luis le aproximó entonces la polla a la cara y la engulló, se la tragó entera, hasta los huevos.

-      Me ordeña –dijo- esta boquita es la mejor que me he follado nunca –le caían als lágrimas en los ojos,y empezaron de nuevo unos espasmos incontrolables, que le convulsionaban todo el cuerpo. Lamía, mamaba, chupaba la polla con un frenesí desesperado. El tipo le escupió un chorro de leche en la boca, que tragó como pudo, pero se la sacó para mancharle toda la cara con borbotones blanquecinos.

-      Me corroooooo….puta…toma…toma….tomaaaaaaaa

Ramiro la enculaba ahora con salvajismo, el movimiento era atroz, mi niña estaba desmadejada, los ojos en blanco, alternando gemidos, jadeos y gruñidos incomprensibles. Ya estaba quieta, pero sus tetas se bamboleaban en un movimiento frenético. Me incorpré y me corrí en su espalda, pero ella apenas fue consciente, ajena a todo menos l palo que la taladraba.

-      Asíiii… assiiiiii… ssiiiiii… maaaaaaaaassssss… to…ma..me… ahhhhhhhhhhhhhhhhhh

-      Toma zorra… toma… tomaaaaa –la corrida de Ramiro fue espectacular. Le llenó los intestinos de semen, y vi como caía a borbotones pr sus muslos.

Eva se desplomó, inconsciente, gimiendo, su culito enrojecido, abierto de forma brutal. Los viejos se incorpraron, sonrientes.

-      Acercaros a las seis por la dirección del hotel –me ordenó Ramiro- ahhh…y échale cremita ahí o no va a poder sentarse en una semana.