Mi luna de miel con eva- 4
Carlos eyacula en la cara de mi mujer, a pocos centímetros de la mía mientras Carlos la bombea. Eva asume que no puede resistirse a los dos machos.
Eva abrió mucho la boca, como en una “o” muda, boqueando en busca de aire, y no se resistió cuando Carlos bajó una de sus manitas a su polla, haciendo que la moviera a lo largo de su palo. Ramiro le abrió la blusa, sin dejar de mirar a la puerta, como ofreciéndome el espectáculo y vi cómo le introducía el cabezón unos centímetros. Se movió unos instantes, y luego la sacó lentamente, para volverla a meter, un centímetro más.
La hizo avanzar un paso hacia donde yo estaba, a solo un metro, pajeándome mientras soportaba como la sometían.
- Donde la quieres, zorrita? –preguntó el chulo, regodeándose.
- No…me…metas…tu…pollaaammmmmmmmmmmmmm
Contrariando sus palabras, Eva movía ya su pelvis, buscando el contacto, y Carlos ya no tenía que sujetar su manita, que estaba engolfada, pajeándole. Empezó a inclinarse, lentamente, dejándose llevar, Carlos soltó una de sus tetas para colocar su manaza en la cabeza de mi mujercita y hacerla descender un palmo más.
En esa postura estaba ya totalmente expuesta a Ramiro, que de un empellón le metió la mitad de la verga, obligándola a dar otro paso hacia delante.
- No…no…. ahhhhhhhhhh…no… mmmmmmm… intentó resistirse aún pero fue un último resquicio de voluntad, que se quebró cuando la clavó entera, obligándola a dar otro paso hacia delante.
Carlos se apoyó en la puerta para pasarle el rabo por la cara, dándole golpecitos en los labios a los que mi mujer respondió ladeando la cabeza. Me retiré a la cama, y aunque estaba convencido de que Ramiro se había dado cuenta de que les miraba sin rechistar, me hice el dormido.
Eva se apoyó en lo que tenía delante, los muslos de Carlos, y empezó a convulsionarse en movimientos eléctricos cuando Ramiro empezó a bobearla.
- Esta zorrita se está corriendo –se rio Ramiro, dirigiéndose a su compañero, pero luego continuó, preguntándole claramente a mi mujer
- ¿Quieres que te la saque? – le preguntó mientras hacía un movimiento de retirada
- No…ahhmmmm…. –susurró Eva con el capullo aún dentro de su vagina
- ¿Qué quieres, putita? –volvió a preguntarle entrando de nuevo con todo, llenando cada centímetro de la vagina de mi esposa.
- Fó…lla…me…ahhhhhhhhhhhhhh
Carlos se apartó, pajeándose, mientras el chulo la bombeaba, a un ritmo cada vez más rápido. Eva me miraba, pero ya era incapaz de resistirse, ni siquiera cuando la empujó aún más, hasta conseguir que su cara quedara a centímetros de la mía.
Noté su aliento en la cara y supe que ya no podía disimular más. Abrí los ojos,
- Perdona… aahhmmmmm, perdóname…ahhmmmmm no puedo… ahmmmm… evitarlo….mmmmmmmmmmmm.
- Te gusta lo que ves? –inquirió el corneador, mientras la empalaba contra mí.
Me quedé mudo, aunque acaricié los labios de Eva con los dedos para sentir su aliento cálido. La otra mano la tenía escondida, dentro de las sábanas, en una paja frenética. Ramiro aceleró las embestidas y Carlos ladeó la cabeza a mi niña, que gritaba con los ojos en blanco, en un orgasmo incontenible.
- Me llena…ahhh…siiiiii..assiiiii….ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Entonces Carlos le levantó la cara y le clavó su pollón en la boca, a escasos centímetros de mi cara. Eva abrió mucho los ojos, tuvo arcadas, intentaba escapar, se ahogaba, pero el cerdo aguantó así unos segundos. La sacó, para dejarla respirar, y me impactó el gesto de Eva, siguiendo el movimiento, como buscando engullir ese rabo, con la saliva cayéndole por la comisura de los labios.
El ritmo de Ramiro era ahora más pausado, pero las embestidas eran profundas a las que mi mujer, con la boca llena, respondía con sonidos guturales.
- Ya está bien por favor, no me la follen más – supliqué, y respondieron con carcajadas y acelerando las embestidas.
Pero mi ruego pareció animarles. Tuve que ver como el pollón de Carlos entraba y salía de su boca, húmedo, reluciente por sus babas, y tragué saliva cuando vi su capullo gordo saliendo y entrando de la boquita
- Come, zorrita –le dijo- una putita tan complaciente no debe pasar hambre.
Estaba asombrado por su aguante. Llevaban más de una hora sometiendo a mi niña, que había tenido cinco o seis orgasmos. Yo me había corrido dos veces pajeándome y ellos la seguían dando, con todo. Cambiando el ritmo, jugando con su deseo.
Ramiro imprimió a su movimiento el ritmo de la chapa y Eva grito de nuevo, todo el cuerpo en espasmos, los ojos en blanco, mamando ahora con torpeza a Carlos, de tal manera que la polla se le salió de la boca y me golpeó en la cara en dos ocasiones. Noté entonces como se desmadejaba en un nuevo orgasmo.
Ramiro la clavó profundamente, bien sujeta de las caderas, elevando su culito para facilitar la penetración.
- Tomaa… zorra….tomaaaaaaaaaaaaaaaa
Carlos le sacó la polla de la boca y le soltó un chorro en la cara. Algunas gotas fueron a la mía, pero no me aparté. Cuando se incorporó dejó a mi mujercita con el pelo bañado en semen blanquecino, y Eva, casi desmayada, lamía las gotas que tenía en los labios, en un gesto inconsciente. La leche de Ramiro le cayó en gotas espesas del coñito.
- Ya me dirás dónde quieres que te demos la comida este mediodía, putita -se burló mientras salía guardándose de forma metódica una verga que, en reposo, después de haber descargado, aún era más largo que el mío.
Atraje entonces a mi mujercita a la cama y la abracé. Temblaba, exhausta. La besé en los ojos, en los labios y los noté calientes.
- Te amo –le dije.
- No estás.., .enfadado? – contestó abriendo los ojos con un esfuerzo.
Creo que no me escuchó cuando le dije que sabía que no había podido evitarlo, que eso no cambiaba nada entre nosotros, Eva acomodó su cuerpo, buscando el contacto con el mío y entró en un sueño profundo, del que no despertó hasta dos horas después.
Me desperté caliente. Había vuelto a soñar con las pollas de aquellos tipos sometiendo a mi mujercita y con ese recuerdo, le coloqué mi polla en el culito, todo lo dura que podía estar, aunque de un tamaño muy inferior a los palos que se había comido unas horas antes.
- Ábrete perra –le dije, utilizando un lenguaje que nunca había usado con ella hasta ese momento.
- Nommmm, estoy muy cansada…mmmm, -contestó sin abrir los ojos, pero no se resistió cuando le introduje mi pene entre las piernas, acariciando la raja del culo.
- He dicho que te abras, puta¡¡¡ -me sorprendí por la ira que había en mi orden, y más cuando noté que mi mujer separaba las piernas, sumisa.
Fue un polvo poco satisfactorio para mí, y mucho menos para ella, que se dejó hacer como una muñeca pese a que estaba casi seca cuando la clavé. Cinco o seis embestidas y me corrí irremediablemente. Me miro con ojos tristes y confesé:
- Lo vi desde el principio, amor mío, vi cómo te sobaban en la puerta y cómo te usaban esos cerdos y no fui capaz de defenderte. Me escondí como un cornudo cobarde,
Me abrazó, con todo su cariño.
- No fue culpa tuya, mi vida, no sé qué me pasa cuando se me acerca Ramiro, es verle y empiezo a mojarme.
- Le amas?
- No… Te quiero a ti… Esto es sólo sexo.
No tuve valor sin embargo para reconocerle el impacto que me causaron las vergas de esos dos tíos. Tenía grabadas en la cabeza la de Carlos, a solo unos centímetros de mi boca, y el cabezón de la de Ramiro, lubricado y brillante.
Permanecimos un rato abrazados, hasta que ella me susurró al oído, con un deje de picardía:
- Así que te excitó ver cómo me usaban?
No me dio tiempo a contestar y se levantó. Tenía en los ojos una mirada de picardía.
- Vamos a comer o prefieres que me traigan la comida a la cama? –añadió desde la puerta del lavabo.
- Pervertida¡¡¡ -intenté agarrarla entre risas, pero fue más rápida y se encerró, fuera de mi alcance.
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