Mi Luna de miel con Eva-2
Los animadores seducen y usan a mi mujercita, que es cada vez más puta
- ¿La chapa?
- Sí, jajaja, al final me dijeron que lo hacía como una profesional.
La noté nerviosa, como si con las risas quisiera ocultarme algo, pero su mirada era tan cariñosa como de costumbre y deseché mis dudas al instante. Además, no quería estropear el día con otra bronca.
Tampoco discutí cuando se empeñó en quedarnos en la piscina en lugar de ir a la playa aunque me molestó ver que los dos animadores estaban allí, intentando organizar un partido de waterpolo. Sentí un ramalazo de celos cuando Ramiro se adelantó al vernos, y se la llevó de la mano, pese a sus protestas.
No me ayudó mucho ver su actitud sumisa, caminando a pasos cortos detrás de él, con sus tetas bamboleándose en cada movimiento en su minúsculo bikini. La metió en el agua sin miramientos, obviando sus grititos, pero mirando fijamente a sus tetas. Yo estaba seguro de que debía tener los pezones como piedras, aunque no estaba seguro de si era solamente por el frío.
- Mira a quien tenemos aquí -se acercó ramón a ella para darle dos besos, el segundo me pareció que demasiado cerca de los labios- esta mañana no pude saludarte como es debido.
- - Ho...la –le contestó Eva, casi balbuceando, mientras se apartaba un poco para evitar el roce de su mano.
El partido fue una pantomima en la que el único interés de los dos sujetos era acercarse a mi esposa, una y otra vez, para manosearla con descaro. Eva me miraba mientras intentaba eludir el acoso, con menos éxito cada vez, incapaz de resistirse.
La gota que colmó el vaso fue cuando Ramiro se colocó a su espalda, pegado a ella, con la aparente intención de enseñarle a disparar, una de sus manos en el brazo de mi esposa, pero el otro en su vientre, sujetándola contra él. No tuve ninguna duda de que le estaba haciendo sentir todo su pollón en el culito, y menos aún cuando vi como entrecerraba los ojos. Se desembarazó y vino hacia mí, pero su mirada era turbia, y se le notaba muy acalorada.
Su mirada era dubitativa y avergonzada cuando llegó a mi lado, y mucho más cuando le hice notar que tenía un poco descolocada la braguita del bikini. Se adecentó nerviosamente antes de echarse en su tumbona. Estuvo un buen rato con los ojos cerrados, en un sueño inquieto, hasta que llegaron los dos tipos de nuevo: habían olfateado una presa y no estaban dispuestos a dejarla escapar.
No tuve ánimos para echarle cuando nos ofreció una capiriña, y a la hora ya me había bebido tres. Pero mi mayor error fue quedarme amodorrado en mi tumbona.
Debí dormir un par de horas y al despertar Eva no estaba en su tumbona. La busqué por la piscina, en el restaurante, fui incluso a la playa. Sin resultados. Empezaba a desesperarme cuando llegué a la habitación. Iba tan obcecado que ni siquiera escuché los ruidos hasta encontrarme con la escena: Eva a cuatro patas, como una perra sobre la cama, con las tetas bamboleando mientras Ramiro le deba con todo desde atrás, bufando como un cerdo, y Ramón permanecía con los ojos cerrados, tumbado delante de ella, dirigiendo su cabecita en una mamada gloriosa.
Mi mujer solo gemia, con la boca llena y la tranca del chulo entando y saliendo a un ritmo vertiginoso. Ramiro le dio una palmada en las nalgas, y el plass fue con un estallido seco.
- Toma polla, zorra –espetó con voz dominante- vas a ser nuestra putita todas tus vacaciones. Carlos se la metió entera en la boca y mi amada esposa la engullía, entre toses y arcadas, con lágrimas en los ojos, pero sin dejar de chupar el banano.
Tendría que haberles echado de la habitación y haber dejado el hotel en ese momento, con o sin ella, pero lo que hice fue salir sin hacer ruido. Lo último que escuché fueron los jadeos de Eva mientras intentaba coger aire para meterse de nuevo ese pedazo entre los labios.
No sé dónde anduve, caminando ensimismado, recordando esa barra morena, venosa y gruesa entrando en mi niña, machacándola con sus más de 20 centímetros. No me podía sacar de la cabeza esa imagen de sus tetas bamboleándose, al ritmo frenético que le marcaba con cada bombeo. Ni su gesto sumiso, de zorrita entregada mientras chupaba como loca el pollón de Carlos, algo más delgado, pero igual de largo que el de su amigo.
Pero lo que más me sorprendió es que, al margen de la indignación por haberme convertido en un cornudo en mmi luna de miel, al salir del cuarto estaba tan duro que tuve que ponerme por delante la mano para disimular la erección.
Cuando regresé Eva me espera sentada en la cama, con cara de angustia y los ojos enrojecidos.
- Dónde has estado? –me preguntó con la voz temblorosa- llevo todo el día buscándote…pensé que te había pasado algo.
- Lo he visto – le contesté, y en ese momento se derrumbó.
- -Lo siento.., no sé qué me pasó.., me dejé seducir como una niña –dijo entre lloros.
Nunca he soportado vela llorar. Me acerqué a ella y la abracé mientras lloriqueaba.
- Fue un calentón.., no pude pararlo. Te quiero. Te quiero solo a ti.
Me gustó escuchar eso, después del soberbio polvo que la habían echado esos cerdos.
- Pero te trataban como si fueses su puta, ¿como dejaste que ocurriera?
- Mira, estabas dormido –empezó a contarme- y fueron muy amables al ofrecerse para extenderme la crema protectora. La verdad es que me estaba cogiendo el sol y no vi ningún problema en que empezaran a embadurnarme por la espalda.
Empezaron Carlos por los pies y Ramiro por los brazos, con mucha suavidad, con movimientos muy lentos, en un mansaje suave, que se prolongó mientras uno subía por la pierna y el otro recorría los brazos. Carlos llegó a los muslos, pero allí se detuvo, igual que Ramiro, que le manoseó la espalda y el costado, pero sin hacer acercamientos más peliagudos.
- Me pareció que no estaban intentando propasarse –continuó- aunque a lo cinco minutos ya tenía toda la carne de gallina. Entonces Ramiro me preguntó si teníamos una crema con más protección, que esa no sería suficiente. Se ofreció a venir a la habitación a buscarla y sin pensarlo le dejé la llave.
- Te excitó el masajito? –le pregunté con un deje de ironía y mi polla pegó un respingo en el pantalón cuando reconoció que sí,
Lo tenían todo planeado, sin duda. Ramiro llamó diciendo que no lo encontraba, y Carlos la acompañó a buscarlo.
- Pero al entrar en la habitación eran dos personas distintas –siguió Eva, mirándome a los ojos- Ramiro tenía las manos embadurnadas de crema y empezó a pasármela por el cuello, pero ya no eran esas caricias suaves. Intenté retroceder, pero Carlos estaba a mi espalda, y me retuvo de la cintura.
La besé en los labios para animarla a seguir y bajó los ojos mientras hablaba.
- Les dije que me soltaran, que ya estaba bien, que me quería volver contigo, pero las manos de Ramiro bajaban entonces por mi escote, y sentí todo el bulto de Carlos pegado a mi culito. Desde atrás me recorría el vientre con los dedos, en círculos, rozando el tanga, incluso metiendo dentro las yemas.
Se acercó más a mí, dejando que mi brazo le rozara el pecho, como excitándose mientras me contaba.
- Se lo pedí por favor, pero siguieron, y se me escapó un gemido cuando Ramiro me cogió un pecho. ¿Te has fijado en las manazas que tiene?, son enormes, intenté pararle, pero cuando me pellizcó el pezón fui incapaz de defenderme.
Entonces se incorporó de manera que me rozó el pecho con sus tetas. Me miró a los ojos. Los suyos estaban brillantes, y empezó a acariciarme el paquete con una ansiedad que nunca le había visto.
- A mi maridito le excita que le cuente como me follaron?
Se le salió un pecho en el movimiento y a mí se me fue la mano directa a acariciarlo. Se le escapó un gemidito, muy suave. Era como si repitiera la escena que me estaba relatando.
- Ya sabes como me pongo cuando me rozan las tetas, mi amor… y Ramiro es tan hábil. Me las amasaba con fuerza y yo me derretía y más cuando sentí que me daba golpecitos con su pene –a esas alturas mi mujercita ya me había sacado la mía, y la sobaba con las dos manos.
Le pellizqué el pezón con una mano y con la otra le fui bajando la cabeza, lentamente. Se dejó hacer, hasta que sentí el contacto de sus labios. Los abrió y se la fue tragando lentamente. No tuve que dirigirla mucho, parecía muy bien entrenada y empezó un vaivén acariciándome el rabo con la lengua mientras tragaba.
- Te han enseñado bien, verdad zorrita? – le pregunté, y ella me contestó con un suspiro. La chupaba con entusiasmo, con la dedicación de una buena puta y yo lleve la mano por su espalda hasta sujetar su tanga. Lo estiré, como masturbándola, y me recompensó con un jadeo y con un movimiento más rápido con la boca.
No tardé mucho en correrme en su boca. Ella me miró con lascivia mientras tragaba mi leche, y movía el culito como buscando también su orgasmo. Le cayeron unas gotitas de lefa por la comisura de los labios, y las lamió con gula mientras sonreía, con la boca y con los ojos.
- ¿Ya acabaste?, –se regodeó- ellos tardan mucho más, mi amor...
Picado, me eché sobre ella para abrirle las nalgas y ponerle la mano en el coñito. Estaba mojada, y mi dedo entró con una facilidad asombrosa. Pronto fueron dos. Movía la cabecita a uno y otro lado, el culito en pompa, entregada. Cuando le metí el tercero empezó a pedirme más, y aumente el ritmo.
- Qé rico, follame, así…mmmm…así…siiiiiiiiiiiiiii
Se corrió y sentí su eyaculación en mis dedos. Continué dándole, azuzado por sus jadeos, abría y cerraba los dedos, sujetando su clítoris, pellizcándolo, amasándolo mientras sentía como prolongaba su orgasmo.
Poco a poco sus jadeos se convirtieron en suspiros y sentí como se relajaba en esa postura, echada contra mí. Tenía el brazo tieso, de tanto moverlo, pero me quedé quieto, disfrutando de su piel desnuda pegada a la mía, hasta que me quedé dormido.
Me desperté al sentir un beso suave, en los labios. Eran ya las once de la noche, nos habíamos saltado la cena.
- Mi amor, ¿vamos a tomar algo a la disco?, me sugirió, y al instante vinieron las imágenes del rabo de Ramiro penetrándola.
- Te apetece?
- -bueno, una copita nada más
- Tenía los ojos brillantes, y una sonrisa en los labios cuando se incorporó para arreglarse.
Cuando salió del baño me quedé sin respiración. Llevaba una blusita de tirantes, absolutamente indecorosa, sin sujetador, con los pezones marcados ya, dejando ver mucho más de lo que ocultaba, y una mini escandalosa, como un cinturón ancho, que apenas tapaba su tanguita.
Abrí la boca para protestar, pero su mirada era entre divertida y expectante, y sentí que era incapaz de negarle nada.
El paseo hasta la disco fue un espectáculo. Yo alternaba mi atención entre el movimiento de sus pechos, que amenazaban con salirse en cualquier momento, y las miradas atónitas de los tíos que se nos cruzaban, vinieran acompañados o no. A más de uno le tocó sufrir un codazo de su pareja.
Cuando entramos, tardé poco en ver a los dos buitres en la barra. Eva también los vio, pero se hizo la despistada y nos encaminamos a un reservado. Carlos también nos vio, y avisó a su compañero. Sentí sus miradas recorriendo el cuerpo de mi esposa, que conocían tan bien.
Hicieron un comentario y noté como se reían, y también el estremecimiento de Eva, como si les hubiese escuchado.