Mi lugar en su cama (2)

Un joven mantiene a su madre en una situación de sumisión sexual. La aparición de su padre, provoca extrañas reacciones.

A partir de entonces todo fue distinto.

Pasados unos días mi madre y yo, nos fuimos una semana de viaje a la costa. Se me antojaba una especie de viaje de novios, para enamorados sin amor, a la búsqueda hambrienta de más sexo con decorado distinto.

Nos inscribimos como el Sr. Y la Sra. Gxxxxxxxx, y a pesar de la diferencia de edad, en apariencia ésta no era tan visible.

Follamos incansablemente llenos de deseo, saboreando esos días de ocio y tranquilidad, fuera del tiempo, como dos personas que por casualidad se hubieran encontrado, y decidieran explorarse en profundidad.

Fue un momento de tregua.

En ningún momento se planteó el dilema madre-hijo, no se mencionaron los tristes antecedentes que nos llevaron a ésta situación, ni de las vejaciones, ni de mi padre... Parecía como si todo el Universo, se hubiera puesto de acuerdo para envolver la realidad con una patina, que nos permitiera estar momentáneamente ausentes, darnos una segunda oportunidad.

Fuimos mucho a bailar y a la playa. Algunas noches nos bañamos desnudos, y le hice el amor a Sara sobre la arena, con suavidad y delicadeza.

Sin embargo, conforme pasaban los días y la pequeña rutina se instalaba lentamente, más me convencía que por mucho que lo deseáramos, ese no sería jamás nuestro camino, y que pasados unos momentos de calma volveríamos a ser arrastrados en busca de placeres oscuros.

Volvimos a nuestra casa, Sara estaba morena, carnal y exuberante

A la mañana siguiente me levanté para ir a trabajar. Sara, mi madre, también lo hizo, sin decir nada empezó a prepararme el desayuno.

Recuerdo que la agarré por el pelo, hasta obligarla a ponerse de rodillas, después abrí la cremallera de mi pantalón y le introduje el miembro en la boca. Empecé a moverme rítmicamente y con fuerza, al tiempo que hundía su cara en mi sexo. Al cabo de un rato me corrí, diciéndole:

Trágatela toda y límpiala bien con la lengua.

Una vez lo hubo hecho, la levanté agarrándola nuevamente por el pelo, para "morrearla" con violencia, introduciendo mi lengua en su boca todo lo que pude.

El semen le había dejado la boca espesa y salada.

Cuando la aparté de mí, le desgarré el camisón, y le dije que volviera a la cama.

Recuerda que eres mi madre, pero sobre todo eres mi puta.

Si bien la vida cotidiana de Sara era normal, en el tema del sexo había renunciado a mi favor, dejándose hacer a voluntad. Personalmente me excitaba más dominarla que tenerla, ser al fin y al cabo, amo de sus deseos.

Como dije en mi anterior relato, la violación de Sara, tuvo una primera y inesperada víctima: el matrimonio de mis padres.

Totalmente de todo aquello que sucedió un día de agosto de 1975, mi padre nunca acabó de entender la frialdad y lejanía , que de un día para otro se instaló entre él y mi madre.

Unos meses más tarde se separaron y el marchó a trabajar a Alemania.

Pasado un tiempo, una vez asumido el dolor y la perplejidad, los contactos con él, primero esporádicos, luego más cotidianos se fueron sucediendo.

A modo de cartas, primero; llamada telefónicas, después, mi padre manifestaba casi desde el primer día su voluntad de volver con su familia, su esperanza de poder volver a empezar de nuevo al lado de Sara. En sus cartas reclamaba una segunda oportunidad.

Mi madre siempre había conservado en su mesita de noche, la foto de bodas con mi padre, al igual que su vestido de novia, cuidadosamente envuelto en papel de seda y guardado en una caja de cartón.

Una noche estábamos mi madre y yo tomando unos gin-tonics, sentados en el sofá del salón viendo la televisión. Puse mi mano sobre su rodilla y empecé a acariciarle los muslos. Lo que más me excitaba de ella, era que nunca se negaba, no había un no, fuera para lo que fuera, donde fuera o como fuera. Sin voluntad, se entregaba a fondo.

Le levanté el vestido hasta las caderas, apartándole las bragas le empecé a tocar el coño. Introduje mis dedos en el gin-tonic y la mojé, empezando a masturbarla. Cogí un trozo de hielo deshecho y le acaricié el clítoris, empezó a gemir y a moverse como si por su cuerpo pasara electricidad. Luego le saqué el vestido dejando sus pechos al aire, y con el hielo acaricie sus aureolas y luego sus pezones, hasta ponerlos erectos.

Cogidos de la mano, la llevé a su (nuestra) habitación y la derribé sobre la cama. Me fui hasta el armario y saqué la caja con sus vestido de novia, y le ordené que se lo pusiera:

Vamos a ver como te sienta, tengo ganas de follarme a una novia. Póntelo sin ropa interior.

Salí del cuarto y volví a entrar al cabo de un rato, completamente excitado. Le estaba un poco apretado, pero le quedaba bien. Se había puesto unos zapatos blancos de tacón.

La "morree"levantándole el velo, al tiempo que la agarraba fuertemente por las nalgas, apretándola hacia mi.

Le subí el vestido hasta la cintura, su sexo estaba húmedo, goteante. Le introduje mi dedo pulgar y empecé a masturbarla, al tiempo que le ponía el dedo corazón en el ano. Cuando me cansé, la penetré de pie, contra el armario de la habitación, obligándola a girar su cara y mirar fijamente el retrato de su boda, mientras me la jodía.

Una noche que llamó mi padre, cogí el teléfono y empezamos ha hablar de cosas intrascendentes: como iba en el trabajo, como estaban las cosas en casa, si tenía novia...

Mi madre estaba en la cama sentada a mi lado, me bajé el pantalón del pijama y sosteniendo el teléfono con una mano, agarré la cabeza de Sara, para que me hiciera una mamada, al tiempo que seguía hablando con mi padre. Era excitante. Hubo un momento que me preguntó, si estaba cansado, que parecía que me ahogara, le respondí que no, cosas del tabaco y subir deprisa la escalera. Colgué antes de correrme

Al cabo de unas semanas, Sara me dijo con seriedad:

-Tu padre va a venir unos días a la ciudad, y me ha dicho que le gustaría vernos.

A mi me parece muy bien, le dije.

-En cambio a mí no me apetece. Han pasado tantas cosas que no se si podría mirarle a los ojos, dijo Sara.

-No se porque lo dices: ¿Por haber pasado de mano en mano con un montón de hombres? ¿Por dejarte follar por dinero por su hermano y sus amigos? ¿O por joder en su cama con vuestro hijo?.

Se quedó callada y pensativa

Llegó el día y nos vimos los tres como una familia al uso: feliz por fuera y vacía por dentro. Ninguno de nosotros hubiera pasado el detector de mentidas.

Me levanté con la excusa de hablar por teléfono, y así dejarlos asolas. A lo lejos los observaba: él, ansioso; ella, nerviosa.

Al volver dije:

-Bueno, así ¿cuándo quedais a cenar los dos solos?.

Sara, se puso lívida. Mi padre dijo que por él esa misma noche.

Perfecto, dije, yo he de salir, tengo una cita y volveré tarde o ya no volveré has la mañana siguiente.

Sara, balbuceaba. Entonces mi padre dijo que pasaría a recogerla hacia las 10 de la noche.

Cuando él se marcho, mi madre tenía los ojos llenos de lágrimas, y con rabia me dijo:

-No iré. Ya basta, no participaré en esta farsa.

Si irás, le dije, quedarás con él a cenar.

-No puedo¡¡. No ves que aún me desea¡¡¡

Pues si es así, llévalo a casa y folla con él.

  • No lo haré.

  • Si. Lo harás por dos razones: porque me da placer, y porque eres una ramera .

Quedaron a cenar, yo me despedí de ellos.

Volví hacia las 4 de la madrugada. La situación me producía una gran excitación.

Olía el tabaco de mi padre, la puerta de su cuarto estaba entornada.

Me desvestí y me fui a la cama. Empecé a masturbarme

Pude oír al cabo de unos minutos, voces apagadas,besos, pasos inseguros y al cabo de un instante abrirse el pestillo de la puerta y volverse a cerrar.

El se había marchado.

Sin darle tiempo, ni tan siquiera para ir al baño, completamente desnudo, entre en la habitación de mi madre.

Sara, me rechazó con violencia, yo insistí. Con fuerza la penetré, pasándole mientras lo hacia la lengua por su mejilla y cuello, oliéndola a otro hombre.

Me corrí en seguida.