Mi leche diaria

Me apueto con mis amigas que puedo conseguir hacerle una mamada a mi profesor. Pero...

Estaba en clase de derecho fiscal, el hueso de la carrera, la típica asignatura de todas las carreras que siempre queda la última aunque lleves matriculada en ella desde el primer año. Este era el tercer año que yo la cursaba.

El profesor que la impartía era bastante joven (en comparación con el resto de los profesores), apenas llegaría a los cuarenta. Al contrario de lo que cabía esperar por su juventud, era uno de los profesores más serios y estrictos de la carrera, nunca lo había visto sonreír. En la clase mantenía una elevada disciplina, nadie hablaba, nadie entraba en el aula después que él, pasaba lista todos los días (a pesar de ser una clase de universidad), y no dejaba presentarse al examen a aquellos que no habían realizado los frecuentes trabajos que mandaba.

La cosa surgió en una conversación con dos amigas que compartían conmigo esta clase:

es que está tan tieso que parece que le han metido un palo por el culo. Yo dudo que ría alguna vez.

A este lo que le hace falta es una buena mamada para descargar tensiones, seguro que su mujer no se la mama, si es que está casado.

¿ese? Ese es tan estirado que no me extrañaría que una mamada le pareciera inmoral. Seguro que este, a parte del misionero, no ha probado mucho más. Si no hay nada más que verle la cara de amargado!

No digáis tonterías! A todos los tíos les gusta una buena mamada, y ese no es tan viejo como para no haberlo probado nunca. Además, seguro que fuera de la clase no es tan serio, y no está mal, físicamente me refiero. Yo estoy segura que si me lo propusiera, sería capaz de comerle la polla y él no pondría ninguna objeción.

Apuéstate algo, si eres capaz de mamársela te hago todos los trabajos de derecho fiscal que mande en lo que queda de año. Además de los míos.

Lo decía por decir, no es que yo vaya a ir a decirle: "señor profesor ¿se baja usted la bragueta?"

Pues si lo consigues, yo te hago el trabajo de derecho mercantil.

La proposición era de verdad para pensársela, supondría ahorrarme un montón de tiempo buscando información y otro montón de tiempo redactando. Si Luisa me hacía el trabajo de derecho mercantil, podía despreocuparme ya de la asignatura, ya que ésta se aprobaba simplemente con el trabajo. Y si, además, Ana me hacía los trabajos de derecho fiscal, podía concentrar todo mi esfuerzo en estudiar para los exámenes, lo que de seguro supondría aprobar más asignaturas de las que tenía pensado. ¡Con la de pollas que me había comido ya! tampoco una más tenía especial importancia. Además, me daba cierto morbo lograr traspasar la fachada seria y formal de mi profesor.

Está bien, lo voy a intentar. ¿pero como sabréis vosotras que lo he conseguido?

Muy fácil, si cuando salgas del despacho traes algún resto de su semen, habrás ganado la apuesta. Pero que conste que solo tienes un intento, tú decides el día pero solo podrá ser ese día.

De acuerdo, a final de esta semana os diré el día que lo intentaré. Mientras tanto no iré a su despacho.

Los siguientes días me senté en primera fila, quería estudiarlo. Me ponía escotes para intentar provocarlo, inclinando mi pecho sobre la mesa y dejando ver más de lo habitual mi canalillo, y lo miraba fijamente con la mirada más sensual que era capaz de poner. Esto siempre me daba resultado, pero con él era como si estuviera intentando provocar a una piedra. No percibía de él ninguna respuesta a mis estímulos. Se me pasó por la cabeza incluso abandonar la apuesta, pero pensé que en el fondo no tenía nada que perder.

El viernes les comuniqué a Ana y a Luisa que el martes siguiente lo intentaría, después de clase iría a su despacho con la intención de sacarle toda la "mala leche" que tenía en su interior. La verdad es que no tenía muchas esperanzas de llegar a conseguirlo.

Y por fin llegó el martes. Ese día me vestí más mona de lo normal, me puse una camisa de manga larga con tres botones cuidadosamente y una falda muy corta. Ir guapa ayudaría a mis objetivos. En general, a los tíos les gusta verte la cara cuando tienes su polla en la boca, así que me hice una coleta que me retirara todo el pelo de la cara.

Me pasé toda la clase nerviosa y, cuando acabó. Esperé unos minutos para darle tiempo al profesor a llegar a su despacho. Quedé con Ana y Luisa en verlas en el hall del edificio en una media hora.

Llamé suavemente a su despacho:

Adelante

Se puede? – lo dije mientras entraba.

Usted dirá señorita Lozano – a pesar de ser una clase muy numerosa, nos conocía a todos por nuestros apellidos.

Pues venía a que me explicara como se resolvería un caso conforme a la ley vigente.

Me acerqué a su mesa en la cual estaba sentado, pero en lugar de ponerme en frente de él, di la vuelta a la mesa y me puse junto a él, inclinándome de forma que le ponía las tetas prácticamente frente a su cara. Él, ajeno a todo eso, empezó a explicarme el ejercicio sobre el supuesto que yo le había puesto encima de la mesa. Yo decidí lanzarme a la piscina y le puse una mano en el paquete (no se me ocurrió una mejor estrategia, ya que él no se prestaba a entrar en mi juego). Me miró sobresaltadamente:

que hace usted señorita?

Le veo muy tenso Profesor, déjeme aliviar su tensión.

Y sin dejarle opción a contestar, me arrodillé delante de él y girando un poco su silla (era giratoria), lo puse con su bragueta a la altura de mi cara y empecé a desabrocharle el pantalón.

La cosa iba bien: no estaba protestando, había decidido dejarme hacer. Mirándole a los ojos le saqué el tallo del calzoncillo, que ya estaba preparado con una considerable erección.

Lo primero que me sorprendió de su polla es que tenía el capullo fuera, es decir, no tenía prepucio, estaría operado de fimosis. Nunca había visto una operada (y mira que yo había visto pollas). En cuanto a sus dimensiones, esta estaba bien sin ser exagerada. No destacaba especialmente por larga, pero tenía un ancho considerable, como a mí me gustaban para comerlas: no muy largas, para que me cupiera entera en la boca, pero anchas, para que me la llenaran.

Mamar una polla es un placer si sabes apreciarlo. Es la mejor forma de extraer la esencia de un hombre, de manejar su placer, de controlar sus orgasmos. Observando sus reacciones puedes llevarlos al éxtasis simplemente controlando la presión de la lengua, el ritmo de succión, la profundidad de engullido, etc. A mi me gustaba mamar pollas. Y, ya que estaba, me había decidido a hacerle a mi profesor una buena mamada, ¡a lo mejor así se le quitaba esa expresión de estreñido!

Cogí su pene por la base y comencé a soplar muy suavemente en su glande. Su miembro me respondió con unas leves contracciones: estaba preparado. Empecé a pasar la lengua con una suave presión por los laterales de su tronco, soplando alternativamente para darle una sensación fría. Luego, pasé a limpiar su capullo, empecé con lametones y continué con movimientos circulares, hasta acabar metiendo mi lengua por la hendidura que coronaba su capullo. Había llegado el momento de metérmela en la boca. Primero metí su capullo y lo succioné, como si se tratara de un chupa-chups, luego fui bajando lentamente hasta que toda su polla había desaparecido en mi cavidad bucal. La sentía tocándome la campanilla. Ahora sentía su grosor, que me obligaba a mantener la mandíbula muy abierta. Después de mantenerla unos segundos hasta el fondo, comencé un movimiento ascendente-descendente procurando que mi lengua nunca perdiera el contacto con todo el largo de su polla: primero despacio y aumentando el ritmo. Más tarde ese vaivén se convirtió en succión. Intentaba extraerle el jugo cada vez más violentamente, aspirando con toda la profundidad que podía. De pronto, sentí un fluido espeso en mi paladar, ¡el muy cabrón ni siquiera me avisó al correrse! Derramó toda su leche dentro de mi boca.

Yo, saque inmediatamente su polla y dejé resbalar su lefa por la comisura de mis labios. Me limpié la boca con mi manga, para dejar testimonio de que había ganado la apuesta. Limpié con mi lengua los restos que habían quedado en su miembro y se lo metí cuidadosamente en el calzoncillo, también le volví a abrochar el pantalón. En todo ese tiempo él ni siquiera movió un músculo.

Espero haberlo dejado un poco más relajado. Nos vemos en su clase.

Y me fui tras coger mi papel de encima de la mesa y sin obtener respuesta suya.

He de decir que mi proeza fue un éxito entre mis amigas. La mancha de mi manga no les dejó lugar para la duda. Me había ganado a pulso que ellas cumplieran su parte, me iba a tirar un curso bastante relajado. Esa noche me masturbé recordando la sensación de dominio que sentí con la polla de mi profesor en la boca.

Al día siguiente, antes de empezar la clase de derecho fiscal, el profesor se me acercó:

Señorita Lozano, pásese por mi despacho cuando acabe la clase.

¡Mierda! Seguro que me echaba el sermón de: "yo soy su profesor y usted mi alumna" o bien: "espero que esto no se vuelva a repetir", o lo que es peor: "entre usted y yo no puede haber nada porque yo estoy casado".

¿se puede?

Adelante señorita Lozano, siéntese.

Cuando me hube sentado se puso delante de mí y empezó a desabrocharse el pantalón.

perdone Profesor,…creo que usted se ha confundido conmigo.

No señorita, la que creo que se ha confundido es usted. Por la edad que tiene debería saber que toda acción tiene su reacción y esta es la reacción que ha tenido su numerito de ayer.

No,……no entiendo.

Pues se lo voy a explicar. Resulta que he decidido que si quiere usted aprobar mi asignatura va a tener que venir todos los días después de clase a …..¿como dijo usted ayer?....ah, si! A "aliviar mi tensión"

Pero usted no puede…..

Mira mocosa, tu viniste ayer creyéndote que podías manejarme a tu antojo y hoy soy yo el que te pone las normas. Tienes dos opciones, o comes o te vas y ni te molestas en presentarte a mi asignatura. Y no te hagas ahora la remilgada, que ayer bien que tragabas.

¡Que podía hacer! abrí la boca y dejé que me penetrara con su miembro, ya fuera y erecto. Esta vez fue él el que hizo el trabajo penetrándome a su ritmo. Me follaba la boca. Yo no hice nada por él, solo le presté mi boca. Estuvo follándola un buen rato hasta que se corrió dentro y su cálido y denso esperma corrió por mi garganta. Después de eso la sacó.

déjamela limpia – la lamí despacio hasta que no tenía resto de semen – está bien, ya te puedes ir. Te espero mañana.

Me sentía peor que violada, me sentía humillada. Me había salido el tiro por la culata. ¡Quien me mandaría hacer apuestas tontas! Estuve planteándome pasar de su amenaza y dejarme la asignatura para otro año, pero era una tontería, el año siguiente seguiría siendo él mi profesor. Decidí tragarme mi orgullo.

Las primeras visitas a su despacho transcurrieron como ese segundo día: yo, simplemente, prestaba mi boca. Me negaba a colaborar. No quería darle esa satisfacción. Más tarde empezó a llamarme la atención.

Señorita Lozano, como no se esfuerce usted en darme un buen rato, voy a tener que dar nuestro trato por zanjado y la espero el año que viene en mi clase.

No, por favor, tengo que aprobar su asignatura!

Pues eso depende de usted, y hasta ahora la única buena mamada que me ha hecho ha sido la que yo no le pedí. Se que puede hacerlo mejor.

Me arrodillé entonces frente a él y me dispuse a esforzarme.

muy bien señorita, ¿ve como cuando usted quiere sabe hacer las cosas bien? – me lo decía mientras tenía su ancha polla llenando mi boca – y ahora usted se lo va a tragar todo y no va a dejar ni una sola gota, que el primer día lo derramó usted casi todo.

Con el tiempo empezó a gustarme mi tarea. Empecé a masturbarme por las noches pensando en su polla, su cálida polla acariciada por mi lengua, con su olor dulzón y denso. Me excitaba recordar su olor mientras me masturbaba. Incluso me acostumbré a no cenar para mantener el sabor de su néctar por la noche. Me acariciaba pensando en como se la iba a mamar al día siguiente: algunos días se la mamaba con prisas, violentamente, para vaciarle pronto, y después, me entretenía en limpiarle con mi lengua durante mucho más tiempo del que hubiera hecho falta, proporcionándole suaves caricias con la lengua. Otras, sin embargo, me la metía simplemente en la boca mientras él hacía cualquier cosa en su escritorio, y la conservaba dentro durante más de una hora, manteniendo un leve movimiento de succión, hasta que él me daba la indicación de que "ya estaba terminando de corregir los trabajos", y entonces yo, succionaba con fuerza creciente hasta que me descargaba toda la leche que llevaba dentro.

A veces, yo me excitaba tanto mamándosela que empezaba a tocarme, introduciendo mis dedos en mi vagina y frotándome el clítoris, hasta que me corría. Él nunca llegó a tocarme, no entraba en nuestro trato. Yo seguía manteniendo relaciones sexuales con frecuencia, pero ninguna me llenaba tanto como su polla en mi boca. Me estaba convirtiendo en una adicta a su polla.

Pero sin duda lo que más me excitaba eran los escasos comentarios que él me hacía. Cosas como:

"venga señorita, abra bien la boca que hoy tiene mucho que tragar, que es lunes y llevo todo el fin de semana acumulando" o bien "las muchachas como tú tienen que tomar su ración diaria de leche para seguir creciendo, aquí tienes tu la tuya" o también "si sigues así de puta vas a tener una matrícula en mi asignatura".

Yo al principio no decía nada, pero el morbo me superó y comencé a hacer yo también mis comentarios:

"hoy tengo mucha sed, por favor, déme de beber" ……. "profesor, enséñale a esta niñata como tiene que chupársela" …… "vengo a por mi biberón de todas las noches"

Así, transcurrió todo el curso entre mamada y mamada. El último día de clase y, cuando faltaban 8 días para el examen, me dijo:

señorita Lozano, se ha portado usted muy bien este curso. Tenga por seguro que le pondré una buena nota. Tan solo tiene que presentarse al examen y ni siquiera se lo corregiré. Con que firme es suficiente.

Se supone que ya había conseguido mi objetivo, que era aprobar la asignatura, debería estar contenta, pero no lo estaba. Empecé a sentirme muy agobiada por el hecho de pensar que no volvería a tener ese duro trozo de carne entre mis labios. No soportaba la idea de irme a dormir por las noches sin su sabor dulzón. Me estaba planteando seriamente si realmente quería aprobar la asignatura, así que tras mucho pensar durante esos ocho días decidí no presentarme.

Cuando el profesor volvió de hacer el examen me encontró esperando en la puerta de su despacho:

Señorita Lozano, me sorprende que al final haya decidido usted no presentarse al examen.

Es que había algunas cosas que no tenía claras. ¿le importaría explicármelas en su despacho?

Por supuesto, espero que venga usted con hambre.

Y entré tras él a su despacho, con la boca hecha agua y el coño húmedo, pensando en el banquete que me esperaba. Ya aprobaría la asignatura en septiembre. Y si no, siempre podía matricularme al año siguiente.

Espero que el relato os haya gustado. Me encantaría recibir vuestros comentarios (buenos o malos) aquí o vía email así como vuestras sugerencias.