Mi jefe y yo

Lo que pasa cuando sueñas que tu jefe te come el coño, y luego te lo encuentras en la oficina cuando ya no hay nadie.

Él era mucho mayor que yo. Yo tenía apenas 25 años y él debía rondar los 45. No trabajábamos juntos directamente pero era uno de los jefes de departamento de mi empresa.

Alto, atractivo, con algunas canas pero en buena forma.

Me atrajo desde el principio, pero no fue hasta que soñé que me comía el coño maravillosamente en la sala de juntas, que ya no me lo pude quitar de la cabeza. Le observaba desde mi mesa trabajar en su despacho, con las paredes de cristal de la oficina todos estábamos a la vista, y me imaginaba muchas cosas.

Un día se me hizo tarde trabajando, y pensaba que me había quedado sola en la planta hasta que vi luz en su despacho.

Oí su puerta abrirse, levanté la mirada y me lo encontré mirándome desde su puerta.

-          ¿Estás trabajando todavía? – me dijo.

-          Sí, estoy acabando unos briefings para la campaña de la semana que viene.

-          Qué suerte tenemos de que seas una chica tan aplicada.

Lo dijo con un tono poco serio, y me quedé mirándole extrañada.

-          La verdad es que sí, tenéis suerte.

Intenté disimular lo nerviosa que me puso al hablar conmigo, no habíamos intercambiado más de tres palabras en todo este tiempo.

-          Si ya has terminado, ¿puedes venir a mi despacho? Quiero comentarte una cosa.

Me empezó a latir el corazón a mil, me levanté y le seguí.

-          Por favor – dijo, señalándome el asiento.

-          ¿Qué puedo hacer por usted?

-          No me llames de usted, que me haces parecer mayor de lo que soy.

-          ¿Sin formalidades, entonces?

-          Mucho mejor. De hecho, lo que quería es hacerte una pregunta.

-          Dime

-          ¿Tienes novio?

-          ¿Perdón?

-          Que si tienes novio.

-          No veo qué tiene esto que ver con mi trabajo.

-          Tiene que ver contigo y conmigo.

-          ¿Disculpa?

-          Quiero saber si puedo follarte ya o tengo que partirle la cara a algún niñato primero.

Me quedé con la boca abierta, y a la vez noté un pinchado en el clítoris, como un suspiro de anticipación, que me aceleró el pulso. Qué directo. Cómo me puso.

-          No entiendo a qué viene esto y por qué me hablas así, no es muy profesional.

Me miró detenidamente, pensó unos segundos y dijo:

-          Llevas volviéndome loco desde que llegaste aquí. Con esas falditas, esos tacones, con cómo mueves el culo al andar. No te hagas la sorprendida, sabes perfectamente el efecto que causas y creo que te encanta saber que me la pones durísima.

-          ¿Ah, sí?

-          Sí. Y tú también me miras, cuando estoy en mi despacho. Creo que te imaginas desnuda encima de esta mesa.

No supe qué decirle.

-          No sé si eres un maldito descarado o crees que te la voy a chupar para que me asciendas, pero estoy encantada con mi puesto actual y ni quiero ni necesito acercarme a ti.

-          Lo sé perfectamente, no quieres follarme por trabajo, quieres que te folle porque te pongo tan cachonda como tú a mí.

Me quedé callada y me sonrojé un poco. No me gusta no tener el control de la situación, ni me gusta que me digan lo que pienso ni lo que quiero. Pero este cabrón estaba jugando con fuego y yo sentía que ya me estaba quemando por dentro.

Respiré hondo e intenté tomar el control

-          Y si ese fuese el caso, ¿qué harías?

Se levantó de la silla en silencio y de manera pausada. Rodeó la mesa y se puso frente a mí.

-          Abre las piernas.

Separé los muslos lentamente. Los abrí todo lo que pude y me subí la falda para dejarle mis bragas de encaje a la vista.

-          Quítate esas bragas tan bonitas.

Levanté el culo de la silla lo justo para bajarme las bragas y deslizarlas por mis piernas hasta el suelo. Volví a separar las rodillas y quedé abierta para él.

-          Tienes un coño precioso.

Le aguanté la mirada. Se acabó la timidez.

-          Estás demasiado lejos para apreciarlo bien.

Se me acercó rápidamente, me cogió en volandas y me trasladó de la silla a la mesa con un movimiento rápido y ágil.

-          Estabas en una postura complicada.

Al tenerme sentada a su altura, me subió la falda hasta la cintura. Bajó una mano entre mis piernas abiertas. Primero hizo una caricia superficial, como quien quiere sentir el tacto de una seda, me rozó el clítoris levemente y ya sentí una punzada aguda de placer. Se entretuvo tocándolo suavemente mientras lo observaba, su vista iba desde mi coño y su mano hasta mis ojos, no quería perderse detalle de ninguna de las partes, quería ver mis reacciones a sus manos.

-          Quiero ver cómo te corres en mi mano.

Introdujo dos dedos en mi coño mientras con la otra mano me quitaba un botón de la blusa, bajaba mi sujetador y me dejaba un pecho al descubierto. Retorció mi pezón y se lo llevó a la boca, mientras tres dedos ya entraban y salían de mí cada vez más rápido.

Sus movimientos circulares y lo erótico de la situación hicieron que empezase a gemir.

-          Oh, sí… No pares, no pares, me encanta…

-          Sí, nena, dime cómo te gusta…

-          Me voy a correr…

Mientras entraba y salía de mí con maestría, con el pulgar empezó unos movimientos circulares en mi clítoris que hicieron que me corriese de manera espectacular en su mano mientras gritaba.

Él esperó a que parasen mis convulsiones y se llevó la mano a los labios, saboreando mi placer.

-          Estás tan rica como imaginaba.

Yo ya estaba fuera de control. Quería más. Me quité la camisa y el sujetador, me levanté y le hice apoyarse a él en la mesa.

-          Ahora es mi turno, jefe. Y no puedo esperar a meterme tu polla en la boca. Me pregunto qué aspecto tendrá – dije, mientras le acariciaba el paquete encima del pantalón- pero según el bulto que tengo aquí, creo que voy a estar muy contenta.

No me dijo nada, pero le estaba dejando alucinado. Hasta ahora él había controlado la situación. Pero ahora me tocaba a mí.

-          ¿Miro a ver qué tienes ahí? – dije, sin dejar de acariciarle.

-          Sí…

Le bajé la bragueta lentamente y liberé su erección. Tenía un tamaño magnífico. Se la toqué de arriba abajo mientras le miraba a los ojos.

-          Qué hambre me ha entrado de repente…

Me puse de rodillas, le miré desde abajo a través de mis pestañas, y empecé a darle suaves lametazos en la punta de su pollón.

-          Mmmm…

La cogí con la mano, escupí en la punta, y empecé a metérmela en la boca poco a poco hasta que entró entera.

-          Sí, cómetela toda…

-          Mmmmm…

Le lamí las pelotas, me las metí en la boca, me metí su polla hasta el fondo de la garganta, no le di tregua, a momentos más lentos y otros más rápidos.

-          Nena, qué bien lo haces… Me encanta cómo me la chupas…

Seguí y seguí hasta que vi que empezaban a temblarle las rodillas.

-          Espera, nena… No quiero correrme todavía…. Quiero follarte duro.

Me levanté suavemente, me relamí y me miré fijamente.

-          Fóllame encima de la mesa.

Me cogió y me empotró contra la mesa. Todavía tenía la falda enrollada en la cintura pero no me la quitó, había algo morboso en llevar la ropa doblada y mal puesta, era un polvo apresurado y caliente.

Me la metió de un golpe y puse los ojos en blanco. Me llenó entera. No estaba preparada.

-          Oh, sí… qué apretada estás…

-          Sí, fóllame papi, por favor…

-          ¿Te gusta? ¿te gusta que te follen duro?

-          Sí, papi, por favor…

-          Te voy a taladrar el coño, nena, te voy a dejar marca…

-          Me encanta… No pares…

-          Espera… Quiero ver ese culo en acción…

Me embestía sin piedad y yo estaba perdiendo la noción del tiempo. De repente, me levantó y me dio la vuelta. Me puso la cara contra el cristal, me agarró del culo y me la metió desde atrás.

-          Sí… Menudo culo tienes… Lo quiero partir en dos.

Mientras me follaba sin descanso contra la mesa, pasó una mano entre mis piernas y me empezó a masajear el clítoris, haciendo movimientos circulares sin dejar de taladrarme el coño desde atrás.

-          Oh… voy a explotar… me voy a correr otra vez…

-          Córrete, zorrita…

-          Ahhhhhhh!

Y me corrí de nuevo, más fuerte aún mientras gritaba. Me la siguió metiendo hasta que no pudo más.

-          Te voy a llenar de leche, zorrita…

-          Sí, papi, lléname…

Se corrió y se derramó dentro de mí, mientras me decía lo cachondo que le había puesto.

Nos quedamos así un momento, recuperando la respiración. Se separó de mí lentamente y me dijo:

-          Eres un polvo de primera. Ya lo sabía con esa cara de niña buena y ese culo.

-          Tú tampoco estás nada mal. Hacía mucho que no me corría así.

Me observó mientras me colocaba la falda bien y me ponía el sujetador y la camisa. Él también comenzó a vestirse.

Cuando ya estuve presentable, cogí las bragas del suelo, me acerqué a él y le dije:

-          Esto no debería pasar aquí la próxima vez.

-          ¿Habrá próxima vez?- me dijo, con una sonrisa.

-          Eso espero.

-          Y yo, quiero ese coñito cerca.

-          La próxima vez no me pillarás desprevenida, y haremos las cosas a mi manera.

-          ¿Y qué manera es esa?

-          Lo sabrás muy pronto.

Le metí las bragas en el bolsillo del pantalón, le di un lametón suave en los labios y salí del despacho.

La próxima vez que nos vimos… Fue en un sitio totalmente diferente y mucho más morboso. Quizá os lo cuente la próxima vez.

Fin