¡Mi jefe me tenía ganas y me cogió! 5
La colegiala feliz, cumpliendo la fantasía de Carlos y recibiendo satisfacción absoluta, con un fin de semana lleno de amor, pasión y cogidas a todo dar y por todos lados, con un inicio de semana insesperado.
Mientras cenábamos, yo dejaba volar la imaginación, pensaba en cuál sería su fantasía de verme vestida de colegiala; en comentarios con amigas y algunos compañeros, siempre me han contado, los hombres desde luego, que una de sus mayores fantasías es la de tener relaciones con una colegiala, de preferencia de secundaria, es decir, de chicas que están despertando a toda su sexualidad y tienen deseos de averiguar, conocer y satisfacer sus instintos naturales, pero les he preguntado;
¿Por qué una colegiala?, a lo que invariablemente me responden, que les excita las falditas cortas a cuadros, las calcetas, los suéteres escolares, lo virginal de sus senos, las nalgas paraditas, duras e inexploradas, unos muslos deliciosamente carnosos y una puchita con escasos vellos, cerradita y apretadita, que les estruje la verga, adicionado con unas coletas en el cabello y en sí, la imagen contrastante de inocencia y perversión unidas, los pone a divagar y a fantasear con una chica colegiala.
Sin embargo, por los problemas que pudiese ocasionar el meterse con una colegiala, ambicionan a poder tener a una mujer que les cumpla su fantasía, pero tienen temor de expresar su deseo, por que los vayan a tomar por pervertidos, o simplemente sus parejas no acepten.
Bueno yo creo que todo está en la forma de pedir, de sugerir e insinuar, una no es tonta y tal vez nos convenzan, después de todo, pensándolo bien, es el usar momentáneamente una prenda que ustedes los hombres nos terminarán por quitar, no es tan aberrante, a lo mejor les recordamos a su adolescencia, cuando le traían ganas a alguna compañera y por temor o vergüenza nunca lograron su objetivo.
Nosotras también fantaseamos y, a veces somos más atrevidas, por ejemplo, nos imaginamos que se descompone algo en la casa y le pedimos al plomero que llegue a repararlo, o al empleado de cable o hasta un albañil, sin embargo, nuestra fantasía es más elaborada, pues en el rostro del plomero, albañil o empleado de cable, le ponemos la cara de Brad Pitt (por lo menos) y con un cuerpo escultural de buen torso, marcado sin exagerar, los tipos que creen que nos gustan los hombres con cuerpo de HULK, están equivocados, normalmente son individuos fatuos, narcisista, ególatras, enamorados de sí mismos y que piensan que se ven bien, (¡amigos que les pasa! se admiran tanto que a nosotras nos parecen grotescos) además comprobado por algunas amigas que han querido tener relaciones con este tipo de individuos, al parecer el exceso de ejercicio y crecimiento de pectorales, piernas y brazos, ha ocasionado el empequeñecimiento de su miembro, al grado tal, que una amiga me dijo en una ocasión que salió con un individuo que tenía buen cuerpo y de glúteos prominentes, ¿ya ves a Juan?, ¡pues su pene parece un salero!. Refiriéndose a lo diminuto de su miembro.
No dudo que haya excepciones, pero en su mayoría así son, bueno ya lo dice el refrán, dime de qué presumes y te diré de qué padeces, ¿o no?
Bueno volviendo al tema, nuestra fantasía no consiste en el simple hecho del coito, nos gusta ser seducidas, cautivadas, embelesadas y hasta fascinadas, pero como de por sí, es difícil que nuestra pareja lo haga, ya parece que vamos a encontrar a un artesano, guapo, inteligente y diligente para cumplir nuestra fantasía y que además tenga la discreción de no difundirlo a los cuatro vientos y si le decimos a nuestra pareja, lo primero que nos dicen es
¿Quién te enseño eso?, seguramente ya andas de puta.
Ellos seguramente le dan vuelo a la hilacha y hasta se satisfacen con otras relaciones, pero el error está en que a nosotras, nos tratan como “la esposa”, “la madre de mis hijos” y hasta “nos santifican” en algún momento o de plano, ya no les interesamos, ya somos aburridas y por el tiempo transcurrido, nos convertimos en reliquias, piezas “valiosas” decorativas, que no deben tocarse.
Pero las mujeres, somos seres vivientes que sentimos, que amamos y que también deseamos ser tratadas con lujuria, desenfreno, obscenidad y apetito impuro, que nos demuestren que aún nos apetecen y somos capaces de despertar sus bajas pasiones, después de todo, en el sexo, nosotras, somos igual o más calientes que los hombres, lo que pasa es que somos más discretas, mientras los hombres se quedan embelesados con alguna parte de nuestro cuerpo, nosotras, de una mirada rápida, de inmediato vemos ¡todo!, incluso si tienen aseados los zapatos, si la corbata (si llevan) la tienen bien anudada, si la combinación es correcta, las facciones de su rostro y desde luego, dos cosas que no pasan inadvertidas, sus manos y su trasero (también nostras les vemos las nalgas), después, con el tiempo, apreciamos su boca, su dentadura, su voz y la inteligencia es muy importante.
En fin, tal vez nosotras seamos las culpables por no decirlo abiertamente, o por abandonarnos, no hacer ejercicio y mantener nuestros músculos fuertes, sanos y tonificados, pero el hombre también, se casa y a darle a la comida y a hacer una panzota, digna de un pulquero y nos desatienden, es decir, es mutuo el desinterés y por eso al cabo del tiempo, terminan las parejas siendo “amigos”.
Inmersa en esos pensamientos estaba, mientras terminábamos de cenar, Carlos me ofreció un digestivo, un Beylis que realmente me supo muy rico, lo sirvió con hielos, lo que le dio un sabor refrescante, realmente delicioso, me condujo a la terraza de su casa, que da al jardín, nos sentamos y permaneció un buen rato sin pronunciar una palabra, sólo se limitaba a mirarme, hasta que por fin rompió el silencio, conversamos de diversas situaciones, de viajes, lugares, de la situación en el país, en fin de muchas cosas que ni venían al caso, entre conversación y conversación, me daba un beso tiernísimo, me susurraba cuanto me amaba y lo que representaba para él, mientras yo pensaba, todo está muy bien, ¿pero, y el uniforme?
Paso un tiempo y, yo creo que el efecto de tres Beylis, empezó a causar estragos, pues me sentí aletargada y sumamente relajada, él se dio cuenta y me preguntó:
-Pequeña, ¿tienes sueño? Se te ve cansada.
Yo sólo asentí con la cabeza y me recosté en su pecho, él me levantó en sus brazos, y me llevó a la cama, me recostó con tal dulzura que yo me sentí seducida por la ternura, gentileza y afabilidad con que me trataba, le di un beso profundo apasionado y lleno de amor, que fue igualmente correspondido, me cobijó y me acarició el cabello hasta que me quedé dormida en sus brazos.
A eso de las ocho de la mañana, me despierto, todavía adormilada y veo que sale “espléndido” de la ducha, ya se ha levantado hizo su ejercicio matutino, preparó el desayuno y hasta se baño, ¿Qué bárbara, eres una floja? Pensé.
Un poco ruborizada y apenada, le pregunté:
-¿Qué haces amor levantado tan temprano?
Cargado de paciencia, me respondió
-Tu sigue en la cama, por favor, no te levantes -¿Ok? Agregó
Con la cabeza dije sí, mientras él se metió en unos jeans, se colocó unas sandalias y bajo las escaleras, mientras yo pensaba, ¿me levanto o no?, mejor espero, de repente se aparece en la recamará, con una mesa de alimentos, para la cama, sobresaliendo un florerito delgado de cristal, con un tulipán de color rosado, mi flor preferida, en la mesa había un plato de yogur, con cereal, un vaso de leche, unos huevos a la mexicana que olían exquisitos, pan de caja con linaza recién tostado y una olorosa taza de café.
Carlos me colocó una almohada en el respaldo, para que estuviera más cómoda, para después ofrecerme la mesita del desayuno, yo agradecí el gesto y le pregunté:
-¿Y tu mi amor?, ¿no vas a desayunar?
Él me respondió.
-Claro mi vida, yo te acompaño con una taza de café y pan con mermelada.
Mientras desayunábamos, le pregunte ¿Y tú fantasía?
-Desayuna, te bañas y si te animas, la llevamos a cabo, ¿Sale?
-Claro que sí- respondí.
Presurosa, termine de desayunar, me levanté y me metí en la ducha, y ¡Oh sorpresa!, estaban dispuestos en la regadera, mi jabón de esencias que utilizó, una botella de mi fragancia favorita y todo lo necesario para mi higiene personal, la pasta dental que uso regularmente y un cepillo de dientes nuevecito, bueno en realidad eran cuatro, así que escogí el que tiene la graduación que uso, y bueno, hasta mi desodorante vaginal, este hombre sí que me conoce, pensé, ¿Cómo diablos no se va una a enamorar de semejante individuo, que te mima al extremo? pensé.
Y medito, es buen tipo, se viste de maravilla, es limpísimo, pulcro al extremo, huele de maravilla, tiene buen cuerpo, su pene es de buen tamaño, es un maestro en el arte de la seducción, tiene un autocontrol que te traslada al paraíso, me hace el amor como loca, lo disfruto al máximo, me complace en los mínimos detalles, es atento, me quiere, me ha ofrecido matrimonio, tiene su situación económica resuelta, es todo un caballero seguro de sí mismo, ¿Qué esperas? me dije, además no tiene compromiso ¡burra de mí, si se te escapa! Concluí.
Con estos pensamientos en la mente, salí apresuradamente del baño, dispuesta a cumplir su fantasía, y veo sobre la cama, tres uniformes de colegiala, él me observa y me dice:
-De vera quieres hacerlo
Su duda, me excita más y le contesto -Por supuesto cariño, ¿Cuál quieres que me ponga?
-El que te agrade más- respondió y salió de la habitación.
A lo lejos escucho como baja las escaleras y yo escojo un uniforme que tiene una falda a cuadros escocesa color rojo con líneas negras, antes me coloco una tanga blanca transparente, me veo al espejo y se alcanza a traslucir el vello púbico, que lo tengo perfectamente recortado, me pongo una blusa blanca que amarro a mi cintura, sin brasier, se me notan las tetas, paraditas, erguidas, como saludando a todo el mundo, me meto unas calcetas blancas que llegan deliciosamente un poco más arriba de las rodillas, resaltando mis muslos, que compruebo efectivamente se ven sumamente apetitosos, carnosos y muy suavecitos, me pongo unos zapatos escolares negros, que también él ha comprado de mi medida, pero ya no me sorprendo, pues con él, lo sorprendente es que no cuidara cada detalle, es decir, a él le gusta el numerito completo, me meto la minifalda escocesa de uniforme de colegiala, que me ajusta a la perfección, pero en realidad no es una minifalda, es una putifalda, por lo cortita, apenas si cubre mi rajita, pero casi deja al descubierto mi culito, pero me veo la verdad muy bien, por último, me hago unas coletas con el cabello y me maquillo ligeramente para dar la impresión de que realmente soy una niña y no una vampiresa vestida de colegiala, me vero al espejo y me gusto, realmente si parezco una colegiala, a no ser por mis piernotas y mis senos, que, aunque cubiertos por la blusa, se aprecian voluptuosos, a diferencia de la mayoría de las púber, y pienso lista, ¿A ver qué opina Carlitos?
En cuanto aparezco bajando las escaleras, Carlos se me queda mirando, abre la boca como incrédulo, yo me siento satisfecha de haber logrado esa respuesta, realmente es la segunda vez que le veo esa cara, la primera vez fue cuando me vio desnuda y ésta la segunda, ¡uf que calor sentí!
Llego hasta él y “cándidamente” le pregunto ¿Así está bien profesor?
Él sonríe y me dice:
-Chiquita, ¡estas para comerte!
Me toma por la cintura y me besa, me sienta en el sillón grande, el también se sienta al lado mío y comienza a acariciarme las piernas, las recorre lentamente, palpando cada centímetro de ellas, yo me caliento más, el me besa el cuello y me tentalea los senos, ya para entonces mis tetas están durísimas y paraditas, él las acaricia por encima de la blusa, mientas una de mis manos llega hasta la entre pierna de él, y le siento el pene, durísimo, erguido, queriendo salir de su prisión que lo acorrala en el pantalón de mezclilla, lo manoseo y le digo:
-¿De quién es esta verga papito, que quien es?
Él me responde diligentemente:
-Tuya mi amor, nada más tuya y de nadie más.
Entonces -dámela, -le exigí.
Pero él, me siguió manoseando las piernas, las tetas ya habían aflorado una vez que desabotonó la blusa, las chupaba con vehemencia, las besaba y mamaba como hipnotizado, yo sólo atinaba a decirle:
-Son tuyas papito, son tuyas, no se van a ir, son tuyas, cómetelas.
De pronto, siento como poco a poco, desliza sus dedos por mi cintura y me empieza a bajar la tanguita lentamente, que no cede fácilmente por estar muy ajustada, para ponerle un poco de imaginación y subir la temperatura, aprieto las piernas y no le permito que me las baje y le digo:
-No profesor, por favor no me quite el calzoncito
Él ríe un poco y yo lo interrumpo y le digo al oído:
-Quiero que ¡me violes!, como si deberás fuera una chamaca que te quieres coger, con todas tus ganas, ¡dime peladeces!, ¡cógeme sin ternura!.
Él voltea y me dice, -¡Ok!
Con cierta violencia, toma mi tanga y de un fuerte tirón, ¡me la arranca!, la rompe, la desgarra y termina por exhibir mi panochita, esto me pone súper caliente, al tiempo que me dice:
-Mira escuincla canija, te gusta andar de calienta vergas, con esas falditas cortitas, enseñando las nalgas, con esas piernotas y esas chichotas, como no quieres que te cojan, ¡pues yo te voy a meter toda la verga!.
El oír esas palabras, soeces me calentó y excito aún más y para seguir estimulando esa situación, le respondí.
-¡No por favor, profe, no me coja!- le digo
-Como no, mi putita, te voy a meter todo el pene, te voy a dar pito por todos tus hoyitos, hasta sacarte las lagrimitas
De plano, ya no pude más, me empecé a mojar, mis jugos iniciaron su danza frenética, mi vagina palpitaba, latía en realidad, se mojaba, se humedecía, el clítoris se puso erecto, mis nalgas acompasadamente con sus manoseos, se meneaban, subían y bajaban, mi respiración se agitaba, sus manos recorrían impetuosamente mi cuerpo, me lamía las piernas, me chupaba los senos, me daba de nalgadas que yo disfrutaba como poseída y cuando metió uno de sus dedos en mi vagina, no pude más, di un grito de placer ¡ahahahahahahah! Que rico papito, cógeme ya por favor- exclame.
La representación se había acabado, ya quería ser penetrada, cogida, masturbada, que me hiciera nuevamente suya, que barbaridad, con Carlos soy una auténtica puta pensé.
Como lo supuse, en pocos minutos,(tarde más en vestirme), ya estaba desnuda, solo conservaba las calcetas y los zapatos escolares, el cabello ya estaba suelto, caía sobre mis hombros, Carlos también, no sé en qué momento, se desnudo, vi su verga grande, apuntando al cielo, babeando, soltando ese líquido pre seminal o lubricante, lucía hermoso, apetecible, delicioso, así que lo tomé con mis manos, lo empecé a masajear, suavemente hasta llevarlo a mi boca, lo lamí mmmmmmmmmmmmmm, qué rico, esta vez, mi cabeza subía y bajaba por ese pene, lo chupeteaba, lo lamía, él gemía de placer, yo me esforzaba por meterlo entero a mi boca, sentí como se hinchaba la vena trasera del miembro, me concentré en lamerla y estuvo a punto de venirse, fue entonces cuando me dijo:
-¡Para bebe!, sino, me voy a venir sin haberte penetrado.
Por mi parte, sin soltar esa macana dura, le respondí:
-¡Vente cariño! ¡Vente mi amor!, quiero ver que por primera vez tú seas el que se viene y no yo.
Creo que me he convertido en una experta mamadora de vergas, he aprendido a verlas no como el miembro feo que los hombres usan para orinar, ahora comprendo, ¡es un ser vivo! Con su propia calentura, que normalmente está atrapado en un calzón y tiene que disimular su erección, es el extremo más varonil del hombre, el más sensible y desde luego el que los hace más vulnerable.
El pene es en sí, no solo un instrumento de procreación o de desagüe, es algo hermoso, si logras ver como toma vida después de estar adormilado, recargado en su muslo (todos los penes descansan en algún muslo), como empieza a parase a ponerse en un ángulo recto de 45 grados, como palpita, se llena de sangre se engrosa y aflora la cabeza y sigue creciendo hasta apuntar al cielo, el espectáculo sencillamente es maravilloso, entre tanto, los testículos, se endurecen, como cargando una batería de un barco, dispuesta a disparar, o a rellenar los depósitos que se vacíen una vez que el “arma” ha sido disparada, se antoja apretarlos, chuparlos y mamarlos, cuando lo tomas con la mano, tu hombre, se estremece de placer, lo miras y ves como cierra los ojos, como suplicando, le recorres con las manos, dando un breve masaje de arriba abajo, él gime de gusto cuando le beso la cabecita del pene, le doy unas cuantas lamidas, le recorro el glande, con mi lengua abrazo cálidamente el miembro, paladeo su grosor, levanto aún más la verga, hasta pegarla con su abdomen, para exponer su vena principal, la lamo y chupeteo hasta llegar a sus huevitos, que succiono, lamo y meto en mi boca, los saco para seguir lamiendo y besando ese pene hermoso, sus manos se agitan, me agarran de la cabeza, se enredan con mis cabellos, me presiona la cabeza de tal forma que introduce su verga en mi boca, yo coloco una mano en la base del pene, para controlar la penetración, ¡se está cogiendo a mi boca!, que delicia, meto su pene y saco con dulzura, luego aplicó más velocidad y más velocidad, se convierte en un mete y saca esplendoroso, ya quité la mano de la base de la verga, él la introduce hasta mi garganta, me retiro un poco para no provocarme nauseas, no por el miembro, sino porque ha llegado hasta lo más profundo de mi boca, la vuelvo a besar, chupo y lamo repetidamente, ya no aguanto las ganas, ya quiero ser penetrada por ese pene, mis ansias las aplicó en una ligera mordidita en la cabecita del miembro, el grita estrepitosamente, y con el espectáculo que tenía de ver sus ojos cerrados, gimiendo de placer, haciéndolo gozar como loco, continúe besándole el pene, acariciándolo, mordisqueándolo y de repente hice algo que no estaba programado, que ni siquiera sabía que lo excitaría al máximo, por la necesidad de respirar, tratando de no dejar mi caramelo, brevemente lo saque de mi boca, para tomar aíre y sin querer le eché un poco de vaho, es decir, un poco de mi aliento, no se la sople, simplemente sintió mi respiración cálida en su pene y se vino a borbollones, con un gran grito, como si lo estuvieran lastimando, me tomo de la cabeza y me dijo:
-¡Así mamita, que rico me mamas la verga, cómetela es toda tuya!
Era tanto el semen, que no pude tragarlo entero, me limpie el exceso y continué quitándole el exceso de su cabecita, con lamidas y besos, quizá por eso el pene no se le bajó, lo que aprovecho, para de un tirón levantarme del suelo donde me encontraba, adorando a mi pene, para penetrarme por la vagina, pero el muy malvado no la introdujo de un solo tajo, fue metiéndola lenta y suavemente, pude apreciar como mi vagina excitada y húmeda, cedía fácilmente a su pene, pero él la penetraba con toda la calma del mundo, lo que me hacía enloquecer, fue entonces que le supliqué:
-Papito, ¡no me hagas sufrir!, ¡penétrame!, ¡cógeme de una vez!, ¡te necesito!, ¡lo quiero!, ¡lo deseo!, ¡no me lo niegues!, ¡métemela toda!, ¡méteme hasta los huevos!, ¡cógeme!, ¡cógeme!, ¡méteme la verga papacito!, ¡soy tuya!, ¡quiero toda tu verga!, ¡dámela!, ¡por favor ya cógeme!, ¡hazme lo que quieras!
Pero él seguía empeñado en enloquecerme de deseo y de pasión, sentía como mis labios vaginales, temblaban, palpitaban se abrían implorando verga, por su parte mi ano, ya estaba también jugando en esta situación, se encontraba muy caliente, ¡Dios!, también estaba palpitando, se abría y cerraba, como queriendo atrapar aunque fuera un pedazo de pene, hasta que por fin, me penetró totalmente, yo se lo agradecí, pues estaba muy caliente, pero al mismo tiempo, siento su dedo entrando en mi ano, lo que me enloqueció, no sabía que apretar, si las nalgas o la vagina, no pude más, apenas me penetró por completo y tuve un orgasmo, apreté con fuerza el cojín del sillón tanto, que hasta me dolieron las manos, pero seguí disfrutando de esa gran penetración, ¡Dios, cómo me vine, mis jugos salieron como nunca!
Enseguida me volteó, me seguía penetrando por la rajita y embestía con gran fuerza y yo lo disfrutaba, porque además me decía:
-¡Lusita!, ¡que sabrosas estas!, ¡mira nada más como me cojo a esas nalguitas!, ¡qué rica estas!, ¡qué culo!, ¡qué tetas!, ¡qué piernotas!
Yo le respondía, -¿Soy tu puta? ¡quiero ser tu putita!
Él me decía:
-Si mi amor, ¡eres mi putita rica!, ¡mi putita sabrosa!, ¡eres putísima! y te mereces ¡una buena penetrada!.
-Una nada más-respondí
-Una ahorita y más hasta que ruegues que ya no te coja- reveló
Eso, nunca va a suceder, pensé. Yo ya estaba al mil, me vine una y otra vez, me hace gozar y deleitarme con su miembro y él, es todo un hombre y un amante perfecto.
Después, me recorre todo el cuerpo, lame cada centímetro de mí, lo mordisquea, lo besa, lo succiona, llega a mi vagina y la lame con dulzura, yo le acomodo la cabeza, indicándole que continúe, (apenas recuerdo cuando me daba pena que siquiera se acercara a mi rajita), me lo besa y lame, le da golpecitos en el clítoris, éste crece y mi vagina pide ser penetrada, él se concentra en disfrutarme, pero me enloquece como me chupa y succiona el clítoris, realmente lo disfruto.
En tanto, sus manos se adueñan de mis tetas, las acaricia y se ponen súper calientes, súbitamente baja las manos hasta mis nalgas, me las aparta, retira su cabeza de mi vagina, ya estoy muy caliente, quiero verga, pero él sigue masajeando mi culo, de repente me empieza a hacer cosquillitas en mi ano, éste se dilata y contrae, el culo también quiere ser penetrado, me lame las nalgas, las recorre como si fueran dos montañas, de arriba abajo, me besa el culo y le da unas mordidas que disfruto al máximo, yo siento exquisito, llega a mi anito, que está calientísimo y húmedo y lo lame y besa desenfrenadamente, yo solo alcanzo a gritar:
-¡Uyyyyyyyyyyyyyyyy! ¡Qué rico! ¡Cógeme Carlitos! ¡Penétrame!, ¡méteme la verga!, ¡culéame! ¡Móntame! ¡La quiero!, ¡la necesito!, ¡cógeme!, ¡cógeme por favor!, ¡cógeme por el amor de dios! ¡Méteme todo el pito!, ¡ya por favor!, suplique y termine gritando, casi ordenando ¡COGEME CABRÓN!
Entonces, suelta un chorro de saliva que cae sobre mi ano y me penetra con tal fuerza que la sorpresa y la excitación, me hizo levantarme en vilo, quedando ensartada en su verga, que digo ensartada, empalada más bien, de un golpe me llenó todo el ano, me sentí feliz, plena, satisfecha, excelente, ya mi ano se acostumbró a ser penetrado, ya no me duele tanto y he aprendido a disfrutarlo, (más bien a necesitarlo).
Tuve un orgasmo nada más con la penetrada, pero Carlos siguió bombeando y bombeando, me la hundía hasta lo más profundo de mi culo, yo gozaba como loca, después, realizó lo que yo he llamado ya, su “Obra Maestra”, la sacaba por completo del ano y la introducía de igual manera en mi vagina, juro por mi madre, que nunca había sido tan feliz, nunca me habían cogido de esa forma, (Realmente nunca lo permití) no solo me penetra, me lo hunde hasta el fondo y la saca igual casi hasta dejarme vacía, pero es que, al mismo tiempo, se menea de un lado al otro, de arriba abajo, de izquierda a derecha, adentro afuera, rítmicamente agarra mis caderas y las mueve al compas de sus embestidas, tenemos movimientos circulares, somos uno sólo, no sé cuánto tiempo pasó, pero lo que para mí eran segundos, el reloj marcaba minutos, me penetraba y me penetraba, deje de contar los orgasmos ya eran tantos que la verdad me concentré en disfrutarlos y deje de maravillarme por tener tantos.
Después, me levanta, es tan fuerte, que me ensarta de frente, ambos acostados, de repente me di cuenta ¡estaba montándolo yo!, la penetración era total, mi vagina lo abraza y siento el poder de mis piernas controlando la penetración, yo soy quien sube y baja, subo y me dejo caer en ese pene erecto, perfecto y todo mío, cuando me dejo caer, siento hasta las entrañas lo grande y grueso de su verga, me llena completita, me satisface totalmente, quiero estar así por siempre, ¡me vengo otra vez! Es un orgasmo delicioso, por primera vez veo mis jugos escurriendo por mi vagina y llenando su pene, ¡que delicia!
Seguimos cogiendo por largo rato, hasta que los dos tuvimos un largo orgasmo, yo para entonces estaba penetrada por la vagina, mientras le lamía los dedos de su mano derecha que intercalaba con besos en la boca.
Cuando nos dimos cuenta, ya eran las doce y media del domingo, espantada le dije:
-Carlos, mi marido está por llegar, vámonos por favor, suplique
Él un poco molesto, me respondió:
-¿Por qué tenemos que pasar por esto, yo te necesito, te amo, ya por favor decídete, ¡cásate conmigo!
-Ya pronto mi amor, ya pronto, tenme paciencia, ¿Sí? -le contesté
-Está bien, pero ya no me hagas sufrir cariño- respondió
-No mi amor te lo prometo, además nadie como tú para coger, pero vámonos por favor- implore
-Está bien, bañémonos. -me dijo con mucha paciencia y comprensión.
Nos dimos un beso largo y apasionado, nos metimos a la regadera juntos y estuvimos a punto de coger nuevamente en la ducha, pero se hacía tarde, así que solamente nos acariciamos y terminamos de bañarnos.
Me alisté, me puse solamente crema para suavizar mi piel, omití el perfume pues seguramente mi marido se daría cuenta, así que solamente seguí la rutina que adopto cuando voy al gimnasio, es decir, nada más me baño sin perfumar la piel, pues se supone que estoy por acostarme a dormir.
Total que me enfundo en unos pants, nada sugestivos, discretos para nada entallados, por aquello de que ya hubiese llegado mi marido, cuando yo llegue, mientras tanto, Carlos me espera abajo, salgo y le digo:
-Perdón mi amor, pero tengo que irme.
Él me responde.
-Si mi vida, perdóname tú, ya fue bastante el tiempo que me diste y lo disfrute al máximo, además me hiciste muy feliz con mi fantasía.
-De veras te complací, que bueno mi amor, la verdad es que yo también lo goce y me encantas como me coges, me penetras riquísimo, pero todavía hay que usar los otros uniformes, el de la faldita azul a cuadros y la gris ¿Vale?-le dije.
El sonrió comprensivo y me dijo:
-Cuando tú quieras mi amor, cuando tú quieras.
Salimos y nos dirigimos a mi casa, en cada semáforo, nos dábamos besos e intercambiábamos caricias, así fue hasta llegar a casa, unas cuadras antes de llegar, como siempre en el gimnasio, me dejó, yo lo despedí con la promesa de vernos el lunes o sea, mañana, se alejó y yo caminé a mi departamento, cuando llegue, estaba Alberto, mi marido, me sorprendí, pero mantuve la calma, le dije:
-Que pasó, no ibas a llegar hasta las tres de la tarde.
Mi marido respondió:
-Pues si ya son las tres de la tarde, pero llegué hace como dos horas, donde estabas-me contestó
Un poco asustada le contesté:
-En el gimnasio, como siempre, ¿ya comiste? Lo interrogue
Él me respondió:
-No, y tengo mucha hambre, pero de otra cosa, ven estas de suerte, mira mi verga está bien parada y te traigo ganas.
¡Dios santo!, estoy irritada de tanto coger y con lo brusco que es, seguramente me va a lastimar, así que le dije:
-Mejor otro día, estoy cansada de tanto ejercicio y la verdad no tengo ganas
Esto lo hizo enfurecer y me dijo:
-¿Qué acaso no la tengo tan grande como tu amante?
¡Diablos! Ya se enteró y ahora que hago, una cosa es decir que me voy a divorciar otra es llevarla a cabo, desde luego que lo voy a hacer, pero tiene que ser en el mejor momento, no bajo estas circunstancias, por supuesto que la circunstancia era tentadora, a lo mejor, sí era el tiempo para confirmarle sus sospechas, pero, como para variar, está borracho, temí su respuesta y mejor, cargada de valor, le contesto:
-¡Por favor!, si tuviera un amante, ni estaría aquí, ¿Por qué crees que hago tanto ejercicio? Pues para sacar toda la tensión acumulada.
-Pues no te tenses más, mira te repito estas de suerte, veme la verga la tengo lista para cogerte.
En ese momento comprendí que lo mejor no era enfurecerlo, ya de por sí está borracho, mejor le doy largas al asunto, ¿Qué hare? ¡Dios mío, ayúdame, dame inteligencia para salir de este momento!
Entones le respondí:
-Haber, cálmate, no hay por qué ofuscarse, ¿quieres tener sexo conmigo?, ok, espérame mientras me baño para estar a tono, ¿Vale?
El me respondió:
-Sale, ¡pero te apuras!
En ese momento, pensé, bueno al menos ganaste un poco de tiempo, total que me metí a la regadera, la verdad no sé cuánto tiempo permanecí en ella, hasta que el agua terminó por enfriarse y pues ni modo, me tuve que salir.
Me seque lentamente con una toalla, contrario a mi costumbre, deje pasar más tiempo, me puse mi clásica pijama mata pasiones y me dije, ¡Luisita, ni modo!, cuando salí, él ya se había dormido, estaba tan inconsciente con lo borracho que estaba, que no se percató de mi presencia, yo solo atiné a pensar, ¡Gracias Diosito, me salvaste!, lo empujé un poco para poder recostarme y al intentar hacerlo, el hedor a sudor y cerveza realmente era repugnante, así que de inmediato me levanté, casi vomitando y me fui a la sala del departamento, que debo de decir es de esos de interés social de apenas 60 metros, que aunque no quieras, todo se escucha y desde luego los olores también transitan felizmente, por lo que abrí las ventanas para airear el ambiente.
Yo la verdad, no tenía nada de sueño, por lo que con volumen bajo, veía la televisión, nada en particular, creo que estaba un capítulo más de “Extranormal” un programa de la televisión mexicana, al cual por cierto, ni le ponía atención, yo sólo pensaba en cómo librarme de mi marido, de esa situación tan embarazosa, claro que yo sabía que en algún momento yo tendría que “cumplirle”, pero hoy estaba la verdad cansada de tanta cogida y mi panochita, estaba un poco irritada por el mete-saca continuo.
Lo que más me crispaba, era el tener que coger con él, sin ganas, sin deseo y además soportar su suciedad pues estaba todo sudado y esa pestilencia de la cerveza, ya fermentada en su estómago que emana de su boca, la verdad me da asco.
Será porque yo no tomo y menos cerveza, que su sabor y olor me resultan repugnantes, pero, que de veras no se dan cuenta que no es agradable ese olor, es tan apestoso y escandaloso, que en una ocasión, me consta, mi marido se tomó una sola cerveza y no más, porque no lo dejé, salimos y tomamos el coche y por mala suerte nos tocó el alcoholímetro, y no obstante que venía sobrio, el aparato registró más de lo permitido y el policía hasta le dijo, ¡que juerguita trae mi amigo!, “ni modo lo vamos a remitir al Torito”, él ya iba a ponerse a pelear, como es su costumbre, pero no lo dejé, simplemente, le dije-espérate, déjame tratar de solucionarlo.
-Oficial, le dije al policía-le juro que mi marido viene bien, mire yo no he tomado una sola copa, si usted nos permite, yo me llevo el coche y aquí no ha pasado nada, por fis- agregue con una sonrisa coqueta.
-Mire señito, nomás por usted, pero que no se vuelva a repetir, ya lléveselo-respondió el policía- muchas gracias, ¡dios se lo pague!-conteste.
Regresé al coche y le dije -dame las llaves, yo me llevo el auto.
A regañadientes aceptó, no sin antes proferir diversidad de insultos desde el jefe de gobierno hasta las progenitoras de los policías que efectuaban el operativo, por mi parte, preferí no responder nada, pero es una muestra de que con una sola cerveza, el efecto que produce es pésimo y no es agradable, ese olor de plano, no sé como lo soportan, bueno también sé que algunos les parece sabrosa y hasta estimulante para el sexo, pero sería bueno que lo comentaran con sus parejas, haber que opinan, es tanto como si una les propusiera hacer el amor con una mascarilla de aguacate y pepinos, ¡A ver si se animaban!
Inmersa en mis pensamientos, me doy cuenta que ya son las once de la noche, ya estoy súper cansada y tengo sueño, así que decido acostarme, mi marido ronca como león, pero está profundamente dormido, en fin me meto a la cama y poco a poco me voy quedando dormida.
No sé qué hora era, cuando advierto un jalón fuerte en la cintura, era mi marido que se había despertado y me quiere coger. El olor ha disminuido pero todavía se percibe, resignada me voltee para quedar de frente a él, me bajó el pantalón de la pijama, se colocó entre mis piernas en posición de misionero (no se sabe otra), me penetró en mi vagina, me dolió muchísimo, no estaba lubricada y por el temor estaba totalmente seca, él siguió sin decir una sola palabra, solo gemía, yo podía sentir lo grande y extremadamente grueso de su pene, mismo que antes yo anhelaba, lo comparé con el de Carlos y me di cuenta que el de mi marido es de mayores dimensiones y más grueso, pero es un pendejo, no sabe menearlo, ahí comprendí que en realidad el tamaño no importa, si tu hombre sabe hacer el amor y te sabe coger rico, te lleva la paraíso, además el clítoris está a la entrada no al fondo, pensé, solo se satisface él, es el simple mete y saca, no tiene inspiración y mucho menos imaginación para coger a una mujer ¡pinche macho estúpido! Concluí.
Me estorba su panza chelera, su aroma a cerveza barata, es insoportable, en ese momento creo que si me comporté como una puta barata, que inerte espera a que el cliente termine, para cobrar su paga y seguir con el que sigue, después de apenas unos cinco minutos de mete y saca, ya harta de él y de su pene, menee las caderas y apreté las piernas, lo que provocó que se viniera de inmediato, con un chorrito que de cualquier manera, me empapó y llegó a las sábanas de la cama.
Asqueada, lo hice a un lado, y me fui nuevamente a bañar, no soportaba ya definitivamente su presencia, todo me choca de él, seguramente es por Carlos, pues es inevitable que yo haga comparaciones, total me duché nuevamente, me lavé exhaustivamente mi vagina y dejé correr el agua por mi cuerpo, me sentía sucia, como si me hubieran violado, sí, pensé, esto fue una violación, consentida puesto que no puse oposición, pero no quería arriesgarme a recibir una golpiza y más que estando ebrio, seguramente se le pasaría la mano, para después como siempre hace, disculparse al otro día, argumentando no acordarse de nada.
Cuando salí del baño, él ya estaba otra vez bien dormido, con el asco que sentía, tome una cobija y me acosté en el sofá de la sala, hasta que dieron las seis de la mañana, tome mi maleta del gimnasio, me puse unos pants flojos, elegí para cambiarme después del ejercicio, un conjunto de faldita y saco negro, pantimedias color juvenil vanisadas, una tanga negra de encaje, un brasier negro también, blusa verde limón, mis zapatillas negras y mi bolsa.
Regresé a la recamara, mi marido dormía aún, vi un espectáculo caricaturesco, desnudo, panzón, babeando y borracho, o a la mejor tal vez crudo, respiré profundo y le dije, casi le grite:
-Alberto, ya me voy, levántate, ya no sigas dormido, no se te vaya a hacer tarde para irte a trabajar, nos vemos en la noche.
El medio despertó y somnoliento me dijo -“YA VOY, NO GRITES QUE ME DUELE LA CABEZA”
-Pues como no, si te pusiste ayer una borrachera a tu tamaño, como las que acostumbras-conteste.
-Alberto, necesito hablar contigo, esta situación no puede seguir así, entonces te espero en la noche para que le pongamos un remedio ¿Vale?-agregue.
-Está bien, está bien, pero ya lárgate y déjame dormir-respondió.
Yo solamente menee la cabeza y ya de salida le alcancé a gritar -no te vayas a quedar dormido, tómate un café para que se te baje la cruda ya está preparado en la cafetera, me oíste-le dije.
-Sí, sí, carajo, ya te oí-contestó.
En ese momento no pude pensar en otra cosa más que repetirme -Luisa, y sí Carlos te desea y te busca tanto y te llena de atenciones, no será porque eres el fruto prohibido, que pasará cuando en realidad dejes a tu marido, a lo mejor se acaba el juego.
Mientras me ejercito, estoy en la bicicleta y no dejo de hacer comparaciones entre Carlos y Alberto, son tan distintos, trato de recordar que fue lo que me entusiasmó de mi marido, quiero encontrar en él, los detalles que quizá por el tiempo y la costumbre se han olvidado, quisiera recordar algún detalle en especial, unas flores, chocolates, un paseo por el parque que se yo, algo que hubiéramos compartido y no lo encuentro.
De cualquier manera pienso, que si no sólo estaré buscando los defectos de mi marido, para justificar tanto mi infidelidad, como la inevitable separación, seguramente yo también tengo mi porción de culpa o al menos de responsabilidad, ya lo dicen las palabras “casados”, “peleados”, “divorciados”, es decir, en todas las palabras existe la palabra “dos”, o sea, se necesitan dos para todo.
Cuando pienso en las veces que le pedí, que le rogué, que me embarazara, que quería tener un hijo de él, y como me rechazaba, argumentando que no teníamos dinero, que estábamos muy jóvenes, que la casa era muy pequeña, que yo perdería mi figura, que deberíamos consolidar nuestro matrimonio, que se yo, eran tantas las escusas, que llegue a pensar que tenía razón, hoy le doy las gracias, pues en realidad una separación no afectará a otras personitas y sobre todo no quedará ningún vínculo para tener que vernos.
¿Qué falló? Me repito ¿en donde falle?, ¿que no hice bien? La verdad, no alcanzo a despejar esta incógnita, he repasado toda mi vida a su lado y desde luego que existen errores de él y míos, pero no a tal grado como para que no me tome en cuenta.
Total termino de hacer mi ejercicio, me doy una ducha rápida, salgo y me empiezo a vestir, inicio con aplicarme mi crema suavizante, me perfumeo el cuerpo, me deslizo la tanga suavemente hasta llegar a mis caderas, me ajusta perfectamente, me colocó el brasier, acomodo mis senos que resaltan dentro del brasier y mis tetas se delinean coronando el sujetador de nylon negro, me seco el cabello con secadora, lo plancho, me delineó los ojos, me aplico una sombra en tono verde pastel, combinada con un poco de blanco, lo que le disminuye la intensidad del color, me aplico rímel, me pongo rubor, esta vez un poco más de lo acostumbrado para disimular las ojeras que traigo por la falta de sueño, me peino y aliso el cabello, me introduzco en las pantimedias, las subo por mi entre pierna y las voy jalando, para que se ajusten a la forma de mis piernas, las continuó subiendo hasta llegar a la cadera, doy unos saltitos para ajustarla y me veo en el espejo para comprobar que me han quedado perfectas, sin arrugas o partes más oscuras que otras, se ven bien las piernas, brillan y se me ven bien torneadas, me coloco la blusa, la abotono, pero dejo abiertos los primeros dos botones, lo que hace que se vea sexy, me meto la minifalda negra, que me acomoda bien y me queda apretadita, la ajusto, subo el cierre lateral, la acomodo y finalmente me pongo las zapatillas y me pongo el saco, me reviso y me digo
-Bien, te ves bien un poco ojerosa, pero bien.
Cuando salgo del gimnasio, digo-¡madre mía!, por andar pensando en tantas babosadas, ya se te hizo tarde, ¡apúrate!, en ese momento veo un taxi, le hago la parada, lo abordo y le doy la dirección de mi trabajo, mientras el taxista inicia su camino, saco mi espejito para ver si no me hacía falta nada y me doy cuenta de que no me puse labial, saco el lápiz color carmín que llevo en la bolsa, no es muy de mi agrado, pero ni modo, es el único que llevo, mientras me lo aplico, alcanzo a percatarme como el taxista me ve por un espejito que trae en e, tablero del vocho, se me queda mirando fijamente a las piernas, normalmente llevo conmigo una gabardina ligera, no tanto por las lluvias, sino para evitar las miradas lascivas y libidinosas de tipos como el taxista, ya que me cubren poco más allá de las rodillas, pero con las prisas, se me olvidó, sin decirle nada, giro la cabeza para ver hasta dónde me veía y logro apreciar, que se me ve hasta los muslos, pero como traigo bien cerradas las piernas, por más que lucha por ver algo más, simplemente no puede.
Además pensé, baboso, como todos los hombres que hacen este tipo de maniobras, que rayos pueden ver, es más en el último de los casos, lo más que podría ver sería un pedacito de la tanga o de la pantaletas, es decir, apenas un triangulito y nada más, entonces que los excita.
Pero nosotras tenemos un truquillo para estos individuos, además de cerrar las piernas y colocar una o las dos manos, encima de la falda, lo que impide cualquier vista, más si es negra, fijo la mirada en la del taxista, él apenado, la retira y de vez en cuando, hace otro intento por tratar de verme las piernas, pero como no le quito la mirada de encima, lo avergüenzo y desiste de su intento, hasta que llegamos a la oficina, le pregunto qué cuanto le debo, y él responde:
-Para usted, nada damita, si me lo permite, es el sueño de cualquier varón, es usted bellísima y si me lo permite-repitió- está usted buenísima, que diera por traerla siempre, ya me hizo mi día.
Sonrojada no atine a decir otra cosa que –Muchas gracias- y salí del coche no sin antes recibir del taxista una última mirada a mis piernas y ¡cómo iba a faltar!, me propinó una nalgada y avanzó de inmediato.
-Baboso, le alcance a gritar- ¡Que les pasa!, cuando dan una nalgada corriendo, ¿de veras creen que una lo disfruta? ¿Ustedes los hombres lo disfrutan?, por ustedes no puedo hablar, pero por nosotras sí, ni nos agrada, ni nos excita, por el contrario, nos da coraje y hasta nos duele.
Bueno, al menos esta situación me ayudó a olvidarme por el momento de mis pensamientos y entro al trabajo, desde luego aprecio las miradas de mis compañeros, sus saludos y les veo la lujuria que despierto, eso me pone de buen humor, claro también observo a mis compañeras cuchichear y señalarme, pero ya es costumbre, nosotras nos vestimos y arreglamos para sentirnos bellas en primer lugar, en segundo para agradar a los hombres, ver su baba caer, mientras se dice una misma “de estas pulgas no brincan en tu metate”, pero también lo hacemos por las mujeres que son nuestras principales críticas.
En fin, me siento aliviada, porque llegue a tiempo y porque en ese momento se sube al elevador Ana, mi compañera de oficina más inmediata y puedo observar como los hombres y mujeres no saben a quién ver, ella viste una minifalda muy cortita amarilla que la verdad se le ve muy bien, tiene buenas piernas, muy bien torneadas, aunque es de estatura bajita, pero se ve muy bien, llegó a mi cubículo, me empiezo a preparar un café, mientras saco mis reportes, cuando tocan la puerta y se asoma un mensajero y me dice:
-La señorita Luisa Castillo-
-Sí- le respondo- y alcanzo a ver un arreglo floral de 24 tulipanes de color rojo, mientras el mensajero me dice:
-Me puede firmar, por favor.
-Claro-respondo,- mientras veo la tarjeta y le doy una propina, los comentarios de mis compañeros no se hacen esperar:
-Órale, ¿son de tu marido? ¿O de algún enamorado?
Sin responder, leo la tarjeta que dice así:
-“PARA EL AMOR DE MI VIDA, UN PEQUEÑO TRIBUTO A MI DIOSA, A LA QUE HE JURADO VENERAR SIEMPRE”, CON TODA MI DEVOCIÓN, CARIÑO Y ADMIRACIÓN” CON TODO EL RESPETO Y AMOR QUE MI SER PUEDE SENTIR Y EXPRESAR…… ¡YO!
Quedo sorprendida, cuando me sobresalta el timbre de la red, -buuenno, -contesto un poco aturdida por el momento, del otro lado de la línea, me dicen, -¡Buenos días mi amor!, ¿te gustaron las flores?
Yo solo alcanzo a contestar -sí por supuesto. Voy para allá.
Bueno, hasta en eso es discreto, no puso su nombre y la tarjeta está llenada a máquina, o sea, no se pueden imaginar de donde viene, la gente siempre murmura, pensé.
Le digo a mi secretaria,-ponles un poco de agua, ahorita regreso, me llama el jefe.
Salgo de mi oficina, atravieso toda la oficina hasta llegar al privado de Carlos, me anuncio con Lupita, su secretaria y me da el paso, entro y cierro la puerta, me le quedo mirando, lleva un traje azul marino, con una camisa azul Francia, con una corbata azul a rayas, su calzado perfectamente lustrado y oliendo a vetiver, que solo alcanzo a suspirar, me adelanto hasta su lugar y le digo:
-Gracias mi amor, están bellísimas y lo que me dices en la tarjeta, me enamora más de ti,
El me responde dándome un beso, me abraza, yo le tomo su mano derecha y la conduzco hasta mis nalgas, pidiéndole que las estruje, el lo hace y me pregunta;
-Chiquita, como te fue ayer.
-Luego te cuento, ¿Vale?, ¿me invitas un café?
Mientras el ordena que nos sirvan dos cafés, medito sobre lo que debo contarle y qué no, por supuesto que no le voy a decir que mi marido se aferró y me cogió en la madrugada, pero ya veré que le comento, traen el café, nos sentamos en su sala de estar, me ve y me dice:
-Que linda estas mi amor, me muero de ganas con amanecer contigo, pero no una vez, ¡sino siempre!
Yo le contesto -¡Ya pronto cariño, ya pronto!
-Hoy te voy a llevar a comer al Balmoral, es un pequeño restaurante que está en el Hotel Presidente Chapultepec, te va a gustar el ambiente y la comida, ya verás- prometió.
-¿No vamos a regresar a trabajar en la tarde? Pregunté,
-Si mi amor, pero quiero que comamos rico, ¿te parece?
¡Vale! Conteste.
-Necesito llegar temprano a casa hoy, ¿me puedes dejar ir antes?, le pregunte.
-¿Tienes algún problema?, ¿te puedo ayudar?, se trata de tu marido, ¿verdad?- me respondió
-Sí, se trata de Alberto, pero no te preocupes, es algo que tengo que resolver, por favor no te preocupes ¿Vale? Le dije.
-Está bien, pero no me tengas con pendiente, ahora mismo te asigno a Don Jesús para que te lleve y te pongo a tu disposición mi vehículo personal, no quiero que vuelvas a trasladarte en peseros o taxis y no acepto un no, por respuesta, ¿Ok?,- contestó.
¡Vale!, respondí con una sonrisa, y le dije, mi vida, ¿Cuándo me vuelves a coger como ayer?
-Cuando tú lo ordenes, yo soy tu esclavo y tu obediente servidor- puntualizó
Me muero por ponerme otra vez de colegiala, me excita muchísimo, termino el café y regreso a mi oficina, doy algunas órdenes respecto a los trabajos a realizar y en la soledad de mi cubículo, pienso lo que voy a hacer con Alberto, en la noche cuando llegue, por el bien de los dos esto tiene que terminar.
Bueno pero eso es parte de la siguiente entrega.
Hasta la próxima, con un poco de paciencia ¿VALE?