¡mi jefe me tenía ganas y me cogió! 3

El tiempo pasa, yo sigo cogiendo con mi jefe, mi marido cada vez más lejano y entre el miedo de cometer un error o el acierto de mi vida, gozo como loca de la virilidad de Carlos que me instruye en el sexo y yo soy una alumna destacada.

Continuando con mis relatos, agradeciendo de antemano sus visitas y desde luego, sus comentarios, continuaré reseñando lo que ha seguido en mi relación con Carlos (mi jefe).

La mayoría nosotras, tenemos nuestras propias fantasías, que van desde un encuentro sexual, simple y sin compromisos hasta, quizá, una violación tumultuaria plena de gozo y satisfacción, sin embargo, lo que en realidad ambicionamos, es una noche de una buena cena, en un lugar agradable y romántico, con un hombre refinado, pulcro, caballeroso, bien vestido, con un aroma nada exagerado pero con esa mezcla de erotismo y misticismo, que nos traten como en esos cuentos de hadas que leíamos cuando éramos niñas, (como Reinas) nos invite a bailar música invitante y calmada y después susurrándonos al oído los deseos que despertamos en él, nos lleve a la habitación, delicadamente nos excite y provoque nuestros deseos más escondidos de ser tomadas y amadas hasta el éxtasis en todos nuestros sentidos, descubriendo todas nuestras zonas calientes, (no sólo la vagina y los senos son zonas erógenas o sensibles de ser estimuladas).

De verdad, hombres, no sólo se concentren en nuestra rajita, el culo o las tetas, existen otras partes que nos llevan al cielo, entiendo que para la mayoría de ustedes, el pene lo sea todo, pero nosotras somos distintas, los besos atrás de las orejas, son excitantes, pero por favor, no los laman, a veces es tan burdo y lleno de baba, que resulta repulsivo, besen con delicadeza, recorran las partes interiores de los antebrazos, de las piernas, la espalda, las costillas y qué decir la parte trasera de las rodillas, simplemente son sensacionales.

Lamentablemente, la mayoría de los hombres no lo entienden, pero que le vamos a hacer, si les decimos, lo primero que preguntan es ¿Quién te enseñó? O piensan que somos unas putas por desear más imaginación y juegos previos al acto sexual, entonces mejor callamos y nos distraemos en pensamientos eróticos de que al estar haciendo el amor con nuestra pareja, cerramos los ojos y nos imaginamos que lo hacemos con Brad Pitt o algún otro galán platónico para satisfacernos, a veces incluso fingimos los orgasmos y ¡ni siquiera se dan cuenta!

Cuando me case con Alberto, la verdad, quizá por m juventud e inexperiencia, estaba impactada y creo (ahora tengo mis dudas), hasta enamorada, les contaré que cuando nos casamos, la famosa “noche de bodas”, se convirtió en aguantar a un tipo apestoso de tanto alcohol que terminó durmiéndose, para despertar al día siguiente con una resaca enorme, que sólo se dispuso a tratar de curársela y dormitar tanto en el camastro de la alberca en Acapulco, como en el cuarto del hotel, yo llegue a pensar que esta situación era normal, total que hasta la tercera noche, me hizo el amor, que en verdad, no lo disfrute, primero porque no hubo estimulación previa, por lo cual estaba seca de fluidos, segundo, porque era virgen, pero a Albert (mi marido) no le importó, me penetró y al cabo de unos diez minutos, terminó, se volteó a su lugar de la cama, encendió un cigarrillo, prendió la tele y mientras veía un “estúpido” partido de fut bol, le daba bocanadas a su cigarro, con la mano izquierda me estrujaba un seno, ¡Dios, me dije! ¿Esto es hacer el amor?

Las cosas en realidad no han mejorado mucho, yo he tratado de tomar la iniciativa, pero su desinterés es patológico, al tal grado que me hizo sentirme fea, por lo que recurrí a vestirme de una manera más provocativa, haber sí así, despertaba al buen amante que yo esperaba, sin embargo no fue así.

Pero cuál fue mi sorpresa, que al vestirme con trajes sastre de faldas cortas, o minifaldas, blusas ajustadas, sin sostén la mayoría de las veces, perfectamente maquillada y peinada, siempre bien perfumada, cuidando con esmero y dedicación mis zonas íntimas, para evitar que despidan olores que pienso son desagradables , con pantimedias vanisadas, de esas que brillan, las miradas de mis compañeros de trabajo no tardaron en ser atraídas, comenzaron los halagos, piropos, regalos e invitaciones a salir, entonces me di cuenta de que no estaba tan tirada a la calle como me había hecho pensar mi marido.

Invariablemente, desdeñé, con amabilidad las invitaciones y muestras de afecto de compañeros de trabajo y de desconocidos que en la calle, también me mostraban sus elogios y, aunque en mi casa mi marido no me toma en cuenta, el sentirme deseada y admirada por otros, me reconfortaba, pero nunca pensé en serle infiel, no obstante que yo siempre he sospechado que Alberto, cuando llega a la casa, por cierto muy tarde, “ya viene cenado”.

Desde luego que el sentirme poco valorada y falta de atenciones de mi marido, no justifica en nada la infidelidad, pero si la atenúa, pues créanme muchas ocasiones le reclamé su falta de interés e incluso, le dije que hiciera con mi cuerpo lo que quisiera o fantaseara, me ofrecí a mamarle el pene, pero cuando lo hacía, en realidad no se lo mamaba, él se cogía a mi boca y llegó a provocarme hasta el vómito, a lo cual sólo decía, ¡Ya ves, eres una pendeja, ni siquiera sabes mamar bien una verga, mejor si quieres satisfacerte, mastúrbate, me ordenó!

El tiempo pasó y yo me refugiaba efectivamente en masturbarme, en realizar lo mejor posible mi trabajo y dedicarle tiempo a esculpir mi cuerpo en un Gim, al extremo que en ese gimnasio, se llevó a cabo un concurso de “Las mejores piernas del Gim”, el cual, modestia aparte, lo gané.

La llegada de Carlos (mi jefe), despertó en mí, nuevas sensaciones tanto románticas como eróticas, sin pensar a cristalizarlas, hasta el momento en que como lo comenté en mi primer relato, se hicieron realidad.

Carlos, es todo un hombre, caballeroso, delicado, bien vestido, de esos que usan pañuelo en el saco, tiene una gran colección de corbatas, siempre bien combinado, de zapatos lustrosos, cabello perfectamente cortado, con algunas canas en las sienes, manicurado, con un aroma embriagador, de buena dentadura y con olor a menta, de manos suaves, cejas pobladas, ojos negros penetrantes y misteriosos, de torso plano, sin ser atlético, es decir, está marcado, pero no demasiado, sin panza, con pelo en pecho, caderas duras y firmes, piernas largas y velludas, de pies bien recortadas las uñas y un pene de unos 15 centímetros (no muy grande, pero tampoco muy corto, mi marido parece burro), pero sobre todo, es admirable los conocimientos que tiene de cultura en general, pues pese a ser abogado, sabe de todo y su conversación es amable, diligente, e interesante hasta la hipnosis, amable y compasivo, seguro de sí mismo, firme y con ambiciones en todos los sentidos, divertido sin exagerar o payasear, incapaz de hacer o tolerar bromas a expensas de otros y con su situación económica resuelta, divorciado con dos hijos (uno de 19 y otro de 17), vive solo en una casa en el sur de la Ciudad de México, bonita, grande, bien amueblada, con varios baños, incluyendo uno en la biblioteca y con madera ( no piso laminado) en los pisos, en fin, qué más puedo decir de él.

Simplemente, entre mi marido y Carlos, no existe punto de comparación, además de que Carlos si quiere tener hijos, Alberto, mi marido, en seis años de matrimonio, no ha querido, o tal vez alguno de los dos no puede, porque aunque escasa veces, sí hemos tenido relaciones sexuales en las que yo no me he cuidado.

Estas cosas me han hecho pensar la propuesta de Carlos que retumba en mi cabeza desde que me dijo:

-Luisa, cariño, en verdad, me gusta mucho tu cuerpo, tu cara preciosa y tu forma de hacer el amor y de complementarme, eres la mujer que yo siempre soñé y esperé, quiero que te cases conmigo.

Sin embargo, sigo pensando en Alberto, es cierto que no tiene nada de lo que le sobra a Carlos, que toma mucho y hasta me ha llegado a pegar, pero lo sigo queriendo, o ¿será costumbre?, no lo sé, la verdad es que estoy muy confundida.

El jueves 25 de febrero de 2011, al llegar al trabajo, ya estaba Carlos, me saludo y me dijo:

-¡Hola preciosa!, como siempre te ves hermosa, oye, prepara el informe de avance de actividades, ¿tienes inconveniente en ir a comer conmigo?

-Claro que no mi amor, enseguida te preparo los datos de avances y nos vemos a la hora de la comida.

-Me contestó, (ene se momento llegó Lupita su secretaria), Luisa, por favor, pase para que me explique unas diferencias que no me cuadran.

Siempre guardamos las distancias y la formalidad ante los demás, por aquello de las habladas, yo casada y él un funcionario.

Entonces pasé a su privado, un poco desconcertada, pues no sabía que estaba mal, al mismo tiempo le pidió a Lupita un café y cerró la puerta, lo que necesitábamos checar, era un apasionado beso que me plantó en la boca y me dijo;

-Mi amor, apenas puedo aguantarme de las ganas de besarte y tenerte en mis brazos.

-Mmmmmmhhhh, apenas atiné a susurrar y le correspondí el beso, al tiempo que le acaricié su pene por encima del pantalón, sintiendo de inmediato un palo duro que creció de inmediato al conjuro de mi mano, por lo que le dije:

-Al rato, ¡te voy a dar una mamada que vas a explotar de felicidad!

Solo pudo decir:

-Claro mi amor, yo también ¡te voy a dar una cogida a tu tamaño!

-Tan chiquita, coquetee (aludiendo a mi estatura)

A lo que me contestó

-Tu estatura se mide de tu cabeza al cielo, no de la cabeza al piso

-¡Dios conteste!, entonces va ser una gran cogida

Ene se momento fuimos interrumpidos en nuestros magreos verbales, por Lupita que llegó con la tasa de café, que había pedido, diciendo, Licenciado, aquí esta su café, ¿Usted Licenciada, quiere uno?

-No, gracias Lupita voy a preparar la información que me pidió el Licenciado, con permiso Lic.:

-Pase Luisita, no se le olvide que la espero con sus datos a las tres en punto, ¿ok?

-¡Ok!

Al llegar las tres de la tarde, previamente preparada, es decir, fui al baño me perfumee las piernas, las nalgas y delicadamente me pasé un algodón con perfume en mi conchita, retoque mi maquillaje y me observé al espejo, llevaba un traje sastre de minifalda azul rey, con pantimedias vanisadas (que enloquecen a Carlos), una pantaletita verde agua, sin sujetador, blusa blanca y zapatillas del mismo tono de mi traje, me veía la verdad bien, me dirigí a la oficina de mi jefe, él ya me esperaba en la puerta y me dijo:

-No vamos a regresar, así que llévate todas tus cosas:

-No me hace falta nada, le dije

Salimos del edificio en su auto y se enfiló por avenida Reforma y al llegar al Hotel Grand Marquis, salimos del auto, sin pedir la habitación (ya traía su tarjeta de acceso), nos dirigimos a la Suite Castillo, la cual es muy bonita y llena de detalles para sus huéspedes, con una gran tina de hidromasaje.

Después de cerrar la puerta, de inmediato, me empezó a besar, me despojó de mi saco, por encima de la ropa, me acarició las nalgas y el busto, me volteó, yo de espaldas, con las manos le empecé a tocar el miembro, que rogaba por salir del pantalón, me le repegué a su pene, rosando con mis nalgas su verga, yo sintiendo su virilidad al 1000,  me quitó la blusa, me empezó a besar la espalda desde la nuca, hasta las caderas, luego me volteó y comenzó a mamar mis tetas y yo le decía:

-No se van a ir mi vida, no se van a ir

No contestó nada, simplemente me miró con esos ojos que te hipnotizan y me desabrochó la falda, al tiempo que él se quitaba las mancuernillas de la camisa y después se quitó la propia camisa, quedando desnudo del torso, nos fundimos en una abrazo en el que nos restregamos nuestros torsos, luego bajó su cabeza, me despojó de mi falda y de mis pantimedias, luego me quitó las pantaletas y empezó a besarme todo el cuerpo, me lamió las piernas, los costados de los brazos hasta llegar a mi vagina, yo ya explotaba de placer, me cargó me llevó a la cama y recostada boca arriba, comenzó a meterme la lengua en mi hoyito, con dulzura me lamió el clítoris, lo mordisqueó suavemente y no puede más ¡me vine!, pero él siguió chupando, succionando y lamiendo mi vagina hasta hacerme enloquecer de tanto placer.

Después, se volteó de tal forma que su verga me quedó en la cara y su cabeza, en mi rajita, él siguió mamándome la concha y yo, tome mi helado y lo empecé a besar y chupar haciendo que gimiera de satisfacción, lo que sumado a sus mamadas me puso más caliente y pensé ¡dios me podría pasar la vida cogiéndome a este hombre, gracias por habérmelo mandado!

Sin terminar, se paró y poco a poco, me penetró por la vagina, se volteó y quede de frente a él, ¡estaba cabalgando a mi macho!, él subía y me arremetía y yo lo disfrutaba, en ese momento me dijo:

-Cosita, ahora yo me voy a quedar quieto y tu, apóyate en mis rodillas y sube y baja en mi verga.

Yo cumplí con su instrucción y ¡Madre Mía! Como aprendo con Carlos, a coger y disfrutar, en esa posición yo controlaba la penetración, subía y bajaba a mi antojo, me lo metía hasta la empuñadura y lo sacaba casi hasta la punta, me rosaba el clítoris y gritaba de placer, no pude más, tuve ¡DOS ORGASMOS SEGUIDOS!, me recosté y le supliqué que me dejara descansar.

¡Dios, es la primera vez en que tuve que descansar!, no pude seguirle el ritmo a Carlos, quien cargado de amor y sensibilidad, me dijo:

-Claro mi vida, descansa, pero todavía no acabamos, falta que te enseñe algo nuevo-sentenció-

Qué será que quiere hacerme, ya me cogió por el culo, me dije ya se la mamé y obvio por la vagina ya me había cogido, ¿Qué será? Quedé intrigada mientras él se dirigía a la mesa a traer unas bebidas y queso, y yo observaba ese pene erecto apuntando al cielo, sin disminuir su tamaño ni la erección y de inmediato ya estaba otra vez caliente y dispuesta a experimentar otra forma de coger.

Me ofreció un poco de queso y vino blanco, la combinación resultaba muy sabrosa, era un entremés, previo a lo que me esperaba.

Me volvió a besar y me recorrió las piernas, me bañó con vino blanco y me empezó a beber las piernas, después me metió en la tina de hidromasaje, sentí su pene en mis nalgas, que las empezó a lubricar, me metió el pene, pero ¿Qué es lo que hace?, me coloca de tal forma, que una vez me mete el pene en el ano y otra en la vagina, se turna de una y una, y yo siento como si fueran dos penes los que me penetraran, que maestría ¡Dios Santísimo!, yo gimo, grito y exijo ¡MÁS, MÁS, POR FAVOR, SIGUE, SIGUE, CÓGEME, PENETRAME, ASÍ, ASÍ!, y él continua culeándome y metiéndome el pitote en el culo y en la vagina, él complementa mi éxtasis diciendo:

-¡Putita te encanta la verga, estas muy buena, te voy a coger hasta que te mueras de placer, mira nada más que nalgotas y que pucha tan rica y apretadita tienes, comete mi verga!

Esas palabras vulgares y soeces, lejos de ofenderme, me calientan más y sin más ni más, perdí la cuenta, tuve por primera vez lo que se llama ¡MULTIORGÁZMOS!, me dije sí se puede tener varios orgasmos ¡madre mía! Que feliz soy.

Enseguida, sin dejarme respirar, prácticamente me tomó en vilo, me cargó y yo en sus brazos, fui penetrada y me campaneaba mientras yo me aferraba a su cuello, el me besaba y sentía su pecho mientras yo restregaba mis tetas, así me llevó a la cama, me puso en cuatro y me penetró por el culo, ¡que delicia! Ya ha dejado de dolerme, ahora yo soy quien lo pide o casi lo exige, me abre la cola, me da el beso negro y me la vuelve a meter yo me mantengo en un orgasmo permanente, hasta que en un grito de placer, el se viene y yo lo acompaño, quedamos tendidos en la cama, sudorosos, plenos y satisfechos, yo desde luego contentísima.

Reposamos, ordenó la comida, cuando terminamos, nos bañamos, me acarició tiernamente todo el cuerpo y me volvió a penetrar de manera dulce, de tal forma que sin movernos, permanecimos así como media hora, es decir, su verga dentro de mi vagina, bien parada, mis tetas bien erguidas, señal de que estaba otra vez caliente, pero sin movernos ni un ápice, nada más nos mirábamos y nos besábamos, en ese momento me dijo:

-Mi diosa, no te muevas

En ese momento, el pene empezó a palpitar ¡SOLO!, sin que yo lo estimulara o que Carlos, lo meneara, ¡caray! ¿Qué pasa?, ¿qué hace? se siente riquísimo, ya no pude más  le dije:

-Déjame menearme, por favor, suplique-

-Él contestó, es todo tuyo.

Después de un rato, ambos nos venimos, vimos el reloj y ¡ya era tarde!, así que sin volvernos a bañar, sólo me lave un poco, sólo para quitar el olor a sexo, pero en realidad quería perpetuar esos momentos para siempre.

Nos vestimos, salimos del hotel y se enfiló a mi casa para dejarme, yo llevaba mi maletita del gimnasio, por lo que le dije, déjame en el Gim, ahí me baño y parecerá que vengo de hacer ejercicio (¡Más me dije a misma!).

Carlos accedió, me dio un beso apasionado y tierno a la vez y nos despedimos, con la promesa de vernos al día siguiente.

Una vez que se alejó, entre al Gim, me encontré con Maricela, una amiga que es la única que le he confiado lo que me ocurre y de inmediato me dice:

-¿Vienes de coger con Carlos verdad?

Como crees, -le conteste

-No te hagas, se te ve la cara de satisfacción y sumamente contenta

-Así es, es maravilloso, un cogedor de primera

-Pues decídete, ya deja a tu marido, el te ha seguido ofreciendo matrimonio, ¿no?

-Sí, pero no se qué hacer, déjame bañarme, después platicamos, ¿Vale?

-Ok

Mientras me baño, pienso en todo lo sucedido hoy, las palabras de Maricela y en la propuesta de Carlos, pero no pienso en Alberto, bueno después veré como lo resuelvo, Carlos me ha pedido que vea la forma de pasar unos días con él en la playa, necesito idear un pretexto para mi marido, es lo que tengo más urgencia de resolver, pero eso será otra historia.