Mi jefe me hizo su puta

Como pase en un día de chica normal en la puta del director del departamento, y como me hizo de todo ese mismo día...

Me llamo Ana, Ana Martínez Rabasa. Trabajó para una gran empresa española de tecnología. A pesar de lo que voy a contar en este relato, tengo que decir en mi vida siempre ha sido muy normal. Tengo 29 años mi estudiado una carrera de ciencias en la ciudad del mediterráneo donde nací.

De un tiempo a esta parte me he convertido en (digamos) la esclava sexual de un hombre poderoso en la empresa. Como digo, hasta ese momento yo tenía una vida bastante convencional: vivía con mi novio, con el que salía desde hace 5 años. No tenía ningún problema con él. Disfrutábamos de todos los aspectos de la vida, y no estaba en nuestro planteamiento de futuro casarnos, a pesar de la insistencia de su madre. Yo, de jovencita, había tenido una vida bastante disoluta. No es que haya dado grandes disgustos en casa, pero lo cierto es que he sido bastante (podríamos decir) puta con los chicos. Sin embargo, cuando conocí a Jesús (ni pareja) todo ello cambió. Su personalidad me fascinó. Jesús es un chico alto delgado y sobre todo muy culto. Algo bohemio y un poco monótono en el sexo, pero me encantaba estar a su lado. Eramos una pareja moderna. Decíamos esas tonterías de que nuestra relación era libre y, para nada éramos celosos etc etc.

Pero bueno. Me desvío de lo que tengo que contar. Mi trabajo era principalmente técnico-administrativo. Daba soporte técnico a los proyectos tecnológicos que nos encargaban otras grandes empresas, redactaba informes, preparaba propuestas de oferta, asístía a reuniones… lo normal en estos casos.

En este tipo de empresas existen una serie de reglas no escritas, como la del vestuario formal, especialmente cuando vamos a tener reuniones con clientes. Yo esa regla siempre me la había saltado. Quizá por mi dejadez, pero voy más cómoda y mejor con vaqueros y camiseta que con vestidos o ropa más formal. Debido a ello, ya alguna vez me habían llamado la atención. En concreto, el director del departamento, Carlos, ha sido siempre muy incisivo en ello y una vez se cabreó exageradamente y me echó una gran bronca en público. Desde ese momento y algún otro episodio de que no le gusten documentos míos, me la tiene jurada. Sé que si por él fuera estaría despedida. Por suerte, Carlos, rara vez aparece por la oficina en el edificio que ocupamos. Podriamos decir que pertenece a las altas esferas de la empresa y aunque aquí tiene un despacho gigante, suele estar en las oficinas centrales.

Físicamente soy una chica normal, de 29 años, ni alta ni baja y de complexión normal algo delgada. Lo que más destaca de mí es mi piel, bastante pálida por algún antepasado alemán que hay en mi familia. Mi pecho es generoso sin ser exageradamente grande. Siempre es alabado por todo el mundo. Soy de pelo castaño, con un ligero toque anaranjado, largo por debajo de los hombros, y ojos castaños. Mi piel es súper suave, mi trabajo me cuesta que la cuido con mil cremas, y por debajo de mi cabeza no hay ningún cabello en mi cuerpo… jaja. Tengo que decir que mi piel es mi punto débil.

Todo ocurrió sin esperarlo. Esos días la empresa estaba negociando un proyecto importantísimo para una gran compañia francesa cliente nuestra. Llevábamos meses elaborando ofertas y contraofertas y parecía que iba a salir. La semana que viene vendría la comitiva francesa a cerrarlo y había cierta tensión en a oficina. Nos jugábamos mucho. Del paquete documental yo había hecho una de las partes técnicas, y su presupuesto.

Carlos y tres directores más estaban en la sala de reuniones, revisando la oferta conjunta. Nos habían reunido a varios compañeros pero discutían entre ellos. No he descrito a Carlos: es muy muy parecido a uno de los actores de mentes criminales. Es de alto, sin exagerar, y delgado. Tendrá unos 42 años, moreno con entradas, siempre de traje oscuro y corbata y, lo que destaca brutalmente de él, es su mirada. Una mirada intensa, fija, autoritaria… agresiva y a la vez pausada. De estas personas que tienen claro lo que piensan, que su autoestima es enorme. Ojos oscuros, cejas pobladas, y unas manos grandes y anchas, con dedos largos. Síii, reconozco que esas manos siempre me han atraído.

Carlos es el tipico tío que no sonríe jamás. Desde luego a mí nunca. De hecho en esos momentos tenía la mirada fija en mí. Hablaba con los demás y trasladaba su mirada de los papeles y de mí a los papeles. Su mirada era agresiva, inquisitiva, podría decirse que poderosa. Parecía que había algo mal en los papeles. Con toda mi personalidad (la gente que me conoce sabe que tengo mucho carácter), en ese momento me temblaban las piernas. Revisaba mis documentos en el portátil porque estaba segura de que Carlos había encontrado un error en ellos, pero no encontraba nada. Joder, me miraba de tal manera que me empezó a entrar miedo de ser despedida de la empresa. Pensaba en mi novio, en nuestro apartamento… en las vacaciones que teníamos pensadas… jodeeer…

Para más inri, ese día yo iba vestida como siempre cuando no esperaba reuniones: vaqueros una camiseta y deportivas, mientras que los subordinados de los otros directores iban impecablemente vestidos de traje ellos y formales ellas. Sabía que eso también le molestaba especialmente. Ya habíamos tenido movidas por ello. Estaba muy serio. Hablaba con los otros directores y volvía a clavar su mirada en mí… esa forma de mirar…

Realmente no puedo decir que esa sensación de ser taladrada con la mirada me excitase. No sé por que, pero tenía más miedo que otra cosa. Me producía un nudo en el estómago y me empequeñecía. Pero a la vez, sólo con esa mirada me sentía dominada. Era una sensación extraña, y sí, me producía un cosquilleo. Supongo que una sensación animal: Como si fuera una hembra joven de una manada de lobos y él fuera el macho dominante.

Se hacía tarde. Aparte de los reunidos no quedaba nadie en la oficina. Se levantaron todos. Carlos serio y amable se despidió de todos. Yo también aunque mis piernas seguían tembando. Sabía que me iba a decir que fuese a su despacho, y así fue. Dijo con voz tempada “ Ana, por favor, espéreme un momento en mi despacho ”. Mi estado era tal que sólo sus palabras me hicieron efecto en mi interior. Un escalofrío. La conciencia… no sé. Es difícil de explicar que una chica como yo, brillante, preparada y de fuerte personalidad, me sintiera así.

Entré en el despacho mientras él sujetaba amablemente la puerta para mí. Me senté en una silla alejada en la mesa que tiene para reuniones en su despacho. Carlos cerró la puerta, depositó los papeles en el otro extremo de esa misma mesa y dijo con cara extremadamente seria: “ ven aquí que contento me tienes… ”.

Me levanté y me acerqué despacio. Se le notaba muy cabreado. Yo no sabía si era por algún error en mis documentos, si era por la indumentaria… era toda inseguridad. Él, sin embargo, sabía de su seguridad en si mismo y de su poder sobre mí. Eso yo también lo sabía. Normalmente ese tipo de hombre me derrite literalmente. Quizá sea una de las razones por las que siempre me han gustado tios mayores que yo. Pero en ese momento estaba muerta de miedo. Estábamos sentados y él repasaba otra vez la documentación. Me clavó la mirada:

- ¿Es usted mínimamente consciente de lo que nos estamos jugando? –dijo clavándome los ojos a centímetros de mí-

-         … -no sabía que contestar-

- ¿Eh? ¿Es usted mínimamente consciente de lo que nos estamos jugando?

- Yo… yo … -balbuceaba-

Él mantuvo su mirada unos segundos que se me hacían eternos. Yo cada vez estaba más nerviosa. No aguantaba más la tensión y dije “ Carlos… perdóname…lo siento ”. Pensándolo ahora puede resultar absurdo lo que cuento, pero en ese momento supe que la había cagado aún más llamandole por su nombre y tuteándole. Y aún no sabía ni lo que había hecho mal. Dije “¿pero hay algo mal?” .

De repente él se levantó y me cogíó de improviso. Seleccionó un papel de los que había dejado en la mesa y con él en la mano lo acercó a mí.... ¿qué es esto??... ¿eh? ¿qué es esto?” . Había levantado la voz. No había nerviosismo en sus palabras, sólo dureza. Bajé la ojos. No aguantaba la intensidad y no le miraba a los ojos. Miraba a su pecho y apreciaba que su camisa estaba tensa por su complexión muscular.

Pasaban los segundos. Yo permanecía sentada mientras él, de pie y situado a milímetros de mí, tenía el papel del mi informe delante de mí.No me atrevía a hablar. Mantenía la cabeza agachada. La tensión persistía. Su tono de voz era cada vez más alto:

- ¿Eres consciente de lo que supondría esto si lo ofertamos a los franceses? ¿Eres consciente?.............. ¿o no va contigo esto? ¡joder!

- Lo.... lo siento... no volvera a pasar…

Con la cabeza agachada percibía como el miraba al papel y luego a mí. Insistía “¡¡JODER!!”. Yo me atrevia ni a mirarle ni a hablar. Esperaba a que pasase la tormenta. Tenía miedo a que me despidiese pero jamás imaginaría lo que me iba a pasar. Súbitamente Carlos se levantó y me tomó del brazo con violencia. Con su mano grande atrapó la parte superior de mi brazo y me levantó casi en volandas haciéndome ponerme de pie. Continuaba gritando:

- Eres una una incompetente… si te crees que con ser mona te vale estás muy equivocada… -gritaba-

-

- Muy equivocada

-

- Tú sabes lo que podías haber ocasionado… ¿eh??" –insistía cada vez más cabreado y sin soltar mi brazo-

- ... yo... es que... yo yo –no sabía ni qué decir, tenía la piel de gallina y temblaba bastante, porque ya me veía en la calle. Él estaba casi encima de mí-

Entonces pasó algo que me descolocó completamente. Sin soltar mi brazo y empujándome de él me hizo caminar. Parecía un niño al que habían pillado robando en una tienda y él era el dueño. Me empujaba. Mejor dicho, me guiaba sin soltarme del brazo. Me dolía. Llegamos a la pared. Tuve que poner las manos en ella para no chocarme. Me mantuvo ahí. Él detrás de mí. No me atrevía ni a mirar. Tenía la sensación de que va a azotarme. Yo sabía que la había cagado en algo importante. Un extraño mecanismo se pasaba por mi mente en ese momento que hacía que casi deseara que se desahogase. Sí, deseaba que me azotara, que me castigara. Que hiciera conmigo algo que supusiera saldar mi deuda.

Fue muy extraño. Difícil de explicar para una persona con mi carácter. Y jamás nadie que me conozca lo creería. Jamás. Pero en ese momento quiero pensar que quizá tenía miedo a que me despidiera, y pensaba que si me castigaba azotándome, de alguna manera, habría pagado mi falta. Porque si no fue por esa razón, la otra razón que queda es que soy una putita deseando ser sometida. No sé cuál de las dos cosas pudo ser. De hecho ahora creo que fueron las dos cosas porque es cierto que lo deseaba. Lo deseaba casi con todas mis fuerzas. Estaba ahí, quieta, sentía que empezaba a sentir cierta excitación… cosquilleo… estaba inmóvil, salvo mi temblor, esperando a que él dispusiera de mi cuerpo e hiciera lo que estimara oportuno.

Y él ya no me dio más explicaciones. Desde detrás de mí me envolvió con sus brazos y soltó mi cinturón y el botón de mi pantalón. Lo bajo de un tirón hasta las rodillas. Con violencia. Yo temblaba. Apareció mi tanga color naranja intenso y dijo:

- Si no tienes clase ni para llevar un tanga, joder… ZASS! -Y ahí recibí mi primer azote-.

- Ummmm –traté de cerrar la boca para no gritar-

- ZASSS

- Ummmm

- ZASSS

- Ummmmmm gemía, con cada azote, bajaba la cabeza y gemía como hacen las jugadoras de tenis-

- ZASSS

- Ummmmmm

- ZASSS

- Ummmmmm joder… Carlos… lo siento

- ZASSS Zorra… estabas pidiendo esto a gritos

- Ummmm

- ZASSS… esa actitud mascando chicle y recostada en la silla… zorra… todos los días

- Uffffffffffffffffffff perdón

- ZASSS

- Ummmm

- ZASSSSSS Te tenía que hacer contarlos… por zorra

- Ummmmmmm ¡nueveeeeeee! -Dije instintivamente-

- ZASSSSSSSSS Pues te faltaba uno! zorra

- Ummmm

Las lágrimas inundaban mis ojos. Nunca me habían hecho nada así. Una vez tuve un novio que siempre me amenazaba de broma con “ te voy a dar unos azotes…” pero yo siempre me lo tomaba a broma, hasta que me cansé de él y le abandoné por otro.

No sé qué me pasaba, pero a Carlos no le hacía falta ni sujetarme. Después de haberme azotado, sólo con decir “ ahí quieta ” era suficiente para que me portase obediente y sumisa. Sin embargo, algo se había desencadenado en mi cuerpo y no pasó desapercibido para él. Metió mi mano entre mis piernas desde atrás. Instintivamente cerré mis muslos.

- Abre las piernas zorra –dijo con dureza-

Lentamente las abrí. Temblando porque tenía miedo a las sensaciones que yo misma estaba experimentando. Sentía escalofríos. El cubrió mi sexo con su mano grande. Ejercía presión con esa mano sobre mi centro. Era una mano caliente. De hecho me había azotado con ella pero, a pesar del calor, lo que yo sentía eran escalofríos.

- Estás completamente empapada, zorra

- ¡No!

- ¿Qué no? Jajajjajajaa

Carlos tomó mi cabello con su otra mano, levantó mi cabeza y acercó la mano desde mi sexo hasta mi cara. Yo no me atrevía a abrir los ojos, pero percibía claramente el aroma que desprendía esa mano. Era olor a sexo. Puro olor a sexo.

- Abre los ojos, zorra

- Nooo, por favor…

- Ábrelos. Vamos. Obedece –Carlos no me perdonaba-

-

- Vamos, zorra –incrementó la presión que hacía sobre mi pelo y acercó mi cara aún más a su mano-

Finalmente accedí y abrí los ojos. Su mano, grande y brillante estaba a milímetros de mis ojos. Carlos llevó esos dedos a mis labios y yo abrí mi boca. Instintivamente mi deseo se impuso sobre mi pudor y comencé a lamerlos con fruición, mientras él sonreía satisfecho. Sonreía y me hablaba “ muy bien, Anita, muy bien… ahora vas a ser buena y vas a hacer lo que te manda tu director ”. Yo estaba completamente excitada chupando esos dedos. En unos minutos habían cambiado completamente todos los principios sexuales que había mantenido durante años. El tratamiento al que me sometía me fascinaba. A mi novio jamás se lo hubiera consentido.

Pero Carlos lo hacía de forma natural. Nada forzado. Él sabía que yo le pertenecía en ese momento y tomaba lo que era suyo. Así de simple. “ Yaaaa, yaaaa… ” dijo mientras separaba su mano de mi boca y la volvía a meter entre mis muslos desde detrás de mí. “ Esto te va a gustar más”.

Volvió a presionar mi sexo y ser me escapó un gemido “ Ooojjjhhhh ”. Comenzó a mover su mano adelante y atrás sobre el tejido de mi tanga, despacio, y mis escalofríos volvieron a aparecer. Sus palabras tampoco me ayudaban a calmarme. Era duro y me insultaba sin ningún pudor… “ puta ”, “ perra ”… “ zorra ”… “ esto era lo que necesitabas ”… “ ya sabía yo que detrás de tu aspecto de niña mona había una auténtica zorra ”…

Cuanto más humillante era su frase, más cachonda me ponía. Sólo quería que siguiese masajeándome. Frotando mi sexo que se lo había entregado sin objeciones. No me conocía a mí misma. Movía mis caderas. Tenía la cabeza gacha y los ojos cerrados. Avergonzada. Pero en mi mente sólo tenía la imagen de esos ojos mirándome inquisitivos. De esos dedos delante de mi cara. Y sentía como cada movimento de su mano, adelante y atrás me hacía realmente estremecer.

- ahora te vas a correr en mi mano como la putita q eres ¿eh?

- … síiii

- Lo vas a hacer, zorra, vas a ser de una vez una putita buena y vas a obedecer…¿entendido?

-         … ohhhh

- Vamos guarra… te he mandado que te corras para tu dueño -el movimiento de su mano se hacía más rápido e intenso… desde luego, ese hombre sabía exactamente como tocar a una mujer-

- Aaaaahhhhh

- Vamos ¡YA!

- AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH OOOOOHHHHHHH UUUUFFFFFFFFGGGG

Su orden lo hizo. Empecé a temblar. Mis piernas no me sujetaban y sólo me sostenía su mano que permanecía en mi sexo. Mi sexo se deshacía y espasmos incontrolables se extendían desde él a todo mi cuerpo. Desencadenó en mí el más intenso de los orgasmos que había tenido en muchos años. Posiblemente el mejor de mi vida. Había sabido acumular en mí una montaña de tensión y súbitamente, cuando él lo decidió, abrió la compuerta y me hizo desbordar.

Dejó pasar unos segundos mientras, yo, con mis manos en la pared, jadeaba y dejaba pasar mis espasmos tratando de sostenerme y de rehacerme. Él modificaba levemente la presión de su mano y se me reproducía un golpe de placer, ya más moderado. Era como una marioneta dominada por él.

- Muy bien, Anita… muy bien…

- Gracias

Me sentí ridícula diciéndo gracias, pero era lo único que me salía en ese momento. Poco a poco me iba calmando, aunque mi respiración aún estaba acelerada. Mi mente trabajaba frenéticamente. Quería pensar que había consentido toda esta situación para evitar un despido, pero en mi fuero interno sabía que no. Que había disfrutado como nunca en el sexo, y que había sido capaz de explorar un camino en mi ser que yo siempre había considerado prohibido. Su mano permanecía entre mis piernas. Yo estaba mucho más relajada. Me atreví a abrir los ojos e hice el gesto de intentar subir mi pantalón. “¿Pero qué haces? Zorra… aún no he terminado contigo… ¡vamos!  a la mesa ” y sacó la mano de mi coño y me tomó de nuevo de la parte superior del brazo guiándome algo forzada hacia su mesa de reuniones.

Se dio cuenta de que no podía caminar con el pantalón por las rodillas “Quítate el pantalón, zorra ”, dijo mientras se sentaba en un sillón con ruedas a medio metro de mí. Saqué un pié de los vaqueros que llevaba. No me atrevía a mirarle a la cara y tenía la mirada hacia el suelo. Entonces se levantó y me tomó un puñado grande de mi melena a la altura de la nuca susurrándome " pero mírame joder ".

Hice un esfuerzo por mirarle pero sólo pude durar unos segundos hasta que no pude evitar bajar los ojos. Él, que mantenía mi pelo en su mano, me levantó la cabeza de nuevo, pero yo mantenía los ojos cerrados. Normalmente soy una persona desafiante en esos casos, pero después de todo lo ocurrido no tenía fuerza para aguantar el "poder" de su mirada.

Que abras los ojos te digo… ” dijo jugando conmigo. Los abrí y los volví a cerrar. Entonces sentí como mi pezón izquierdo era atrapado por encima de la ropa. Sin soltar mi pelo, había acercado su mano a mi pecho y con el dedo pulgar y el lateral de su índice me pellizcaba por encima de la ropa de de mi sujetador. Me había tomado de sorpresa. No pude evitar gemir por la sensación placer/dolor que me estaba provocando con sus dedos  “ OOOGGFFFFFMMMM ”.

Él sabía perfectamente lo que hacía. Lo tenía bien pillado entre sus dedos y presionaba, tiraba y retorcía en el punto justo del límite del dolor y el placer. Lo hacía para que yo abriera los ojos, y yo los abría intermitentemente. En su mirada había cierto dominio, pero también un punto de sadismo. Como si quisiera castigarme. Había satisfacción.

Yo estaba frente a él. No hacía ni cinco minutos que me había corrido en su mano. Que me había desbordado en él. Y ahora le ofrecía una imagen de chica dominada. Desnuda de cintura para abajo. Con un pie aún metido en el pantalón. Sujetada del pelo y de un pezón, y gimiendo como una perrita. Si me lo hubieran contado una hora antes no me lo creería. Todo lo que él hacía me estremecía. Daba la medida justa a cada gesto. Por ejemplo, siempre he sabido que mis pezones son muy sensibles. Una vez intenté hacerme un piercing en uno de ellos y me tuve que retirar porque no lo podía aguantar. Pues bien, Carlos me tenía tomado de uno de ellos a través de la ropa y sabía darle el punto justo de presión para no llegar al dolor pero dominar todo mi cuerpo desde ese pellizco.

Dedico un minuto a contemplarme así. A sentir mi pecho y pellizcar mi pezón. Entonces decidió continuar con su juego. Yo no sabía lo que iba a hacer pero sabía que era suya y estaba a su merced. Se colocó detrás de mí y con las manos abiertas fue subiendo por mi abdomen, mis costados, hasta que llegó a mis pechos. Soltó mi sujetador, el contacto de mi piel con sus manos me produjo un nuevo escalofrío. Le gustó el efecto y susurró en mi oído: “ Ummm zorra, ¿esto también te gusta?... jajajaa ¿Quién iba a decir que la borde de la oficina era una putita deseosa de ser tratada con dureza ”. Tenía razón. Ambos sabiamos que tenía razón. Seguía " claro que a mí nunca me has engañado con ese aspecto de chica mona " Los susurros en mi oído y el roce de sus labios en mi oreja también hacían su efecto en mi ser. Él se deleitaba:

- ¿es así? Guarra…

-         …

- Lo es, jajajaja… vamos que aún tienes que satisfacer a tu nuevo dueño, zorra.

Me tomó de ambas muñecas y me impulsó a caminar el paso que me separaban de la mesa. Estaba prácticamente desnuda si no fuera porque mi camiseta verde de algodón se sujetaba arrugada sobre mis pechos. Al inclinarme sobre el cristal que cubría la mesa sentí los efectos del frío sobre mi piel que ardía. Me fui a levantar.

- Quieta ahí –otra vez esas dos palabras salidas de su boca me paralizaron al instante-

Esperaba paciente lo que haría conmigo. Inclinada sobre la mesa. Esperando. Él me volvió a poner la mano entre las piernas y comenzó a masajearme el coño de nuevo. Ya no había ningún obstáculo que le entorpeciera. Lo hacía bien. Sin saber como, percibí como, con la otra mano se estaba soltando su cinturón y su pantalón. Sentí como se estaba sacando la polla que seguramente usaría conmigo.

En ese momento no pude evitar girarme para mirarla. Y él se rio “jajajajaja, eres una guarra, Anita… te estabas haciendo la modosita, sin abrir los ojos mientras te dejabas hacer… pero cuando percibes que mi polla está fuera, te mueres por verla…”. Sus palabras eran completamente ciertas, y me asustaron. Hiceron que volviera la vista hacia la mesa sin apenas haber atisbado una milesima de segundo su sexo.

La verdad es que tenía una curiosidad tremenda por ver como sería el miembro viril de aquel hombre que me tenía subyugada. De saber como sería ese trozo de carne que estaba segura de que clavaría en mi coñito. Él lo estaba preparando. Cada movimiento de sus dedos producía efecto en mí. Yo sabía que me iba a follar. Por cómo lo me trataba, sabía que era inminente. Desde hacía 5 años no había tenido sexo con nadie que no fuera mi novio y, sólo de pensarlo, me notaba que estaba de nuevo lubricando descontroladamente.

Él hablaba: “ Llevas 3 años jodiéndome con tu actitud: provocando retrasos, hablando mal de la empresa con tus compañeros, sentada como una furcia en la silla…” y seguía:

- Ahora vas a saber como tratamos aquí a las zorras como tú.

- No –Una parte de mí aún quería oponer resistencia-

- Sí, así hay que tratar a las zorras como tú… yo sé que eres una zorrita. Hace tiempo que te observo y sabía lo que necesitabas… pero lo de hoy… hoy te has pasado. Hoy casi jodes la cuenta de la empresa con los franceses…

- Lo siento –dije aprovechando el diálogo para girar mi cabeza abiertamente hacia él-

Realmente suponía que había un fallo en el documento, pero no sabía qué era. Carlos había introducido su muslo entre mis nalgas y me mantenía contra la mesa. Seguía con una mano trabajando mi coño y otra en su polla que hagía tomado un tamaño considerable. Por fin la había visto. Era una polla hermosa. Con una forma bastante regular y sin excesivas venas. Se la veía tensa, dura, brillante de excitación… él seguía explicando: “ Te has pasado. Y me he dicho… o te castigo o te echo a la puta calle... pero ya no aguanto más con estas tonterías ". Yo no me atrevía a contestar. “ o te castigo o te echo de aquí... o las dos cosas, pero ya no aguanto más con estas tonterías ”.

Oír que pese a ello tenía la posiblidad de ser despedida me inquietaba. Seguía callada, medio gimiendo cuando sus dedos activaban algún punto hasta entonces desconocido en mi ser. Tenía la piel de gallina. Pensaba en decirle algo, pero sabía que si abría la boca habría riesgo de que me pusiera a llorar

Estaba asustada y cachonda a la vez. De repente sentí que sus dedos salían de mi sexo y rodeaban mi agujerito trasero. Sentí algo extraño. Me estremecí de nuevo. Nunca me había dejado ser penetrada por ahí. Tenía mucha curiosidad, pero alguna vez en que mi novio lo había intentado, me entró la neura y no se lo consentí. Desde luego, terminaciones nerviosas había en esa zona, porque me daba bastante placer físico lo que hacía de llevar el desbordado flujo de mi sexo a mi culito. Sentí mis pezones duros contra la mesa. Mis manos tambien estaban apoyadas, y mi cara también.

Su pierna, que estando entre las mías me empujaba contra la mesa, hizo un gesto de abrir las mías.

- ¿Qué vas a hacer?

- Nada que no estés deseando, Señorita Martinez.

No podía evitar sentirme cachonda. Muy cachonda y a la vez con mucho miedo. Era algo raro. Había introducido la falange de dedo en mi ano y lo metía y sacaba cada vez más profundo.

- No, por favor… -En realidad deseaba que siguiera pero aún algo en mí hacía que salieran esas palabras de mi boca-

- ¿No qué? Zorra… si encima te está gustando… es lo que tiene ser tan puta –él era cruel en sus palabras-

Hice ademán de levantarme pero sujetó mi pelo y me mantuvo contra la mesa. No podía luchar. Entre la posición contra la mesa que me tenía y que yo temblaba, no tenía fuerza suficiente. Me estaba follando el culo con su dedo y las sensaciones que sentía eran muy extrañas. Desconocidas para mí pero para nada desagradables. Me sorprendí a mí misma gimiendo con cada acometida de su dedo: “ umm… ohhh … umm… ohhh … umm… ohhh … umm …”

Él mostraba total dominio sobre mí. Me humillaba con sus palabras… “ Mírate, zorra… ofreciendo tu culo y tu coño al director… empapado como una esponja… deseando que te lo abran ”. Sabía que tenía razón. Me había puesto las manos delante de mi cara como si con eso dejase de pasar lo q estaba pasando. Como si fuera un sueño erótico de los que al despertar no puedes evitar masturbarte en un duermevela para relajarte y quedar dormida otra vez. Carlos acercó su rostro a mí y escupió directamente sobre su dedo. Sobre mi culo. Fue un gesto muy sucio, pero a la vez me fascinó. Estaba alucinada por todo lo que estaba pasando. Él ahora metía dos dedos en mi ser. Notaba tirantez en mi ano, pero a la vez me daba placer. Era extraño.

Pensaba en mi novio. En lo poco que había aprendido a tratarme después de 5 años juntos. En que jamás habría encontrado esa vena de placer en mí. En si lo que estaba haciendo allí en ese momento podía considerarse una traición o no. En como podía explicar que me gustase tanto que me tratasen con brusquedad y me tuviesen aprisionada contra la mesa…

Él rompió mis pensamientos. Sacó súbitamtente sus dedos y, sin mediar palabra, apoyó la punta de su capullo sobre mi ano. Puso sus manos sobre mis glúteos, abriéndome para él y, poco a poco, empezó a presionar sobre mí. A meter su polla unos milímetros para sacarla y empujar de nuevo unos milímetros más. Así una y otra vez. Invadiendo mi ser en el lugar que nunca nadie había accedido. Ya debía tener más de la mitad de su miembro dentro de mí, y comenzó a moverse más rápido.

- Aaahhhh…. Me duele – dije - para…

- Calla zorra… - contestó, y me sacudió un azote en la zona que ya anteriormente había azotado -

- Hazlo despacio, por favor… por favor…

- Eso está mejor, pero lo haré como me dé la gana ¿entendido?

-

Yo había asumido que iba a pasar dijese lo que dijese. Intentaba relajarme. Lo cierto es que estaba cachondísima. Notaba como mi vagina estaba segregando fluídos como nunca había estado antes. ¿Sería sangre?. Tanto daño no me había hecho. Llevé una mano a ella. Sólo para comprobarlo. Estaba empapada. No pude evitar mantener allí mis dedos y, siguiendo el ritmo de cada envestida suya, los movía adelante y atrás. Empecé a gemir. El placer me invadía todo el cuerpo desde mi abdomen. Desde mi culito… cada sacudida era una corriente eléctrica. Sabía que estaba completamente empalada por él.

- Oh, oh, ah, oh, oh…

- ¿Qué haces? Ana

- ... -no contesté-

- Te he dicho que ¿qué haces? Zorra – paró de súbito el ritmo de sus envestidas dejando su polla completamente dentro de mis entrañas-

- Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhmmmmm

- Sigue tocándote, guarra… no te he dicho que pares

- Ummm, ahhh, ummm. Ahhh joderrrrrr ¿qué me haces?

- Te estás tocando tu solita… Martínez

- Síiiiiiiii…. jodeeerrrrrrr

Zasss… me dio un azote fuerte. Yo incrementé el ritmo de mi mano. No podía evitar seguir tocando mi coñito mientras él había retomado su movimiento lento en lo más profundo de mi ser. Carlos seguía hablando.. me llamaba de todo: “ guarra... puta... zorra… cerda... mírate… mírate… tan orgullosa y tan borde y mírate ahora ”. Yo sabía que me merecía todo eso. Me estaba masturbando boca abajo contra la mesa del despacho de un director, mientras él me clavaba su verga hasta el fondo de mi culito.

Lo deseaba. Deseaba ser tratada así. Él era mi macho en ese momento. Quería sentirlo. Llevé las yemas de mis dedos hacia abajo. Hacia mi pelvis y seguí. Cada contacto me descubría un mundo que hasta entonces no conocía. Notaba su miembro a través de mi piel y seguí. Cuando mis dedos llegaron al tronco de su polla lo noté duro. Desafiante. Inmenso. Potente. Magnífico. Animal…

Él me concedió el último de mis deseos no expresados y comenzó a follarme con violencia. Sentí como sujetaba mis caderas con sus manos. Unas manos poderosas que tiraban de mí cuerpo hacia el para clavárme su polla hasta el fondo de mi anatomía. Sólo con ver sus manos, sabía que me sobrevenía un orgasmo inmenso. Lo sabía. Trataba de aguantar. Trataba de aguantar para sentir más sus movimientos, pero ya no pude más y estallé…

- AAAAAAAAHHHHHHHHHHGGGGGGGGGGJJJJJJJJJJJ……. JODEEERRRR OHHHHHH UMMM

- AAAAAAAAHHHHHHHHHHGGGGGGGGGGJJJJJJJJJJJ……. JODEEERRRR OHHHHHH UMMM

- AAAAAAAAHHHHHHHHHHGGGGGGGGGGJJJJJJJJJJJ……. JODEEERRRR OHHHHHH UMMM

- Joder… uuuuffffffffffffffffffffffff

Mis piernas no me sostenían. Carlos no paraba de meterla y sacarla, y mis contracciones seguían y seguían y el culito me escocía, me tiraba la piel, me quemaba, pero no me importaba en absoluto. Deseaba que él también se corriera. Que usase mi cuerpo… que lo disfrutase. Era mi macho y me sentía deseada… plena… ya me recuperaría… y él puso las manos sobre mis pechos y estrujándolos comenzó a gemir en un tono de voz muy elevado:

- OOOOOOOOOOOOJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJJ Zorra….. ufffffffffffffffffffff

- OOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHH

Yo sentía el calor ardiente de su semen dentro de mí y me sentía bien. Orgullosa. No sé muy bien por qué pero me sentía orgullosa de haber provocado el orgasmo de Carlos. Él se había desplomado encima de mí y me cubría con su cuerpo. Yo trataba de recuperar el aliento. Respiraba fuerte, por la boca, tomando aire. Él también. En mi espalda sentía su corazón palpitando a mil por hora…. Sí, me sentía orgullosa.

De forma oportuna sonó su teléfono móvil que estaba sobre su mesa. Lo cogió desacoplándose de mi culito y haciendo que ya le echase de menos. Yo me dejé deslizar hasta quedar sentada en la moqueta del suelo. Apoyada en las maderas de la mesa. La llamada debía de ser de su mujer:

- Sí… estoy en la oficina –decía-

- Corrigiendo un informe que me han hecho mal….

- Yaaaa, sé que dije que llegaría a cenar… si ya casi estoy saliendo….

Había tomado mi tanga que estaba en el suelo y se estaba limpiando la polla con él. Ni me miraba.

- Vale… vale, esperadme que en 15 minutos estoy ahí…

Ni siquiera me indigné cuando me lo tiró. Debía tener una sonrisa beatífica. Me habían follado bien follada. Quizá por primera vez en mi vida me habían follado con mayúsculas. Me había dejado deslizar al suelo… desmadejada. Ya casi con el aliento recuperado. Antes de salir por la puerta, dijo:

- Martínez, mañana quiero ese informe corregido… a primera hora…

Continuará...

Espero que os haya gustado. Siempre bien recibidos vuestros votos y comentarios (gracias!). Si queréis escribirme mi mail es: Mr_Hyde@hotmail.es