Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 9)

Le envió la foto de Alba con los primos de Tafari a Juan Carlos, el jede de mi mujer y éste decide tomar cartas en el asunto.

No podía evitarlo. Era observar la foto que hice aquella tarde en casa de Tafari con sus primos y que mi polla comenzara a crecer pidiendo una paja o si tenía por suerte a Alba cerca de mí, follármela. La foto me recordaba todo lo que ocurrió aquella tarde. Cinco negros follándose todos a la vez a mi mujer, para acabar corriéndose en un vaso, del cual Alba bebió todo aquel semen que le proporcionaron sus amantes. Además la foto en sí era extremadamente morbosa. Alba agarrada por aquel grupo de negros, contrastando la palidez de la piel de ella con la oscuridad de la de ellos. Los negros con sus pollas colgando relativamente flácidas después de haberla penetrado por todos sus agujeros. Y ella lamiendo los restos de semen que quedaban en el vaso, en recuerdo de las cinco corridas que acababa de tragar. Cada vez que veía aquella foto no podía evitar sacudírmela.

Así pasé gran parte de la semana, follando con Alba recordando aquella tarde. Alba también se mostraba muy excitada cada vez que lo recordaba. Creo que verse rodeada de tantos hombres, de tantas pollas y sentirse deseada es lo que hacía que se mojara tan solo pensando en lo que ocurrió. El sexo que tuvimos cuando pasaba esto, cuando recordábamos aquella orgía de negros, era violento y salvaje. Ambos nos mostrábamos muy excitados y no perdíamos tiempo con arrumacos y besos dulces, solo queríamos corrernos con fuerza y si era posible retomar el aliento para un segundo asalto igual de duro y fuerte.

Estábamos ya en junio y dentro de poco acabaría el curso. Alba acabaría las clases y yo tenía un par de semanas de vacaciones, así que aprovecharíamos para irnos fuera de la ciudad. Aún quedaban una semana para acabar las clases y creo que había que agradecer a Juan Carlos cómo se había comportado con ella las últimas semanas. Se comportó como un buen amante, siempre pidiéndome permiso para usar a Alba, a diferencia de Pablo. Por mi parte nunca ha habido problemas en que usara a Alba en el colegio. Me resultaba muy excitante que me mandase algún tipo de vídeo o foto enseñándome lo que le hacía o que luego me relatará lo que había pasado. Del mismo modo que me excitaba muchísimo que al llegar a casa Alba me contara como su jefe la había humillado en el trabajo.

Ya llevaba Juan Carlos proponiéndome una cosa. Siempre lo que hablábamos por WhatsApp nos resultaba muy morboso y siempre acordábamos que en algún momento habría que llevarlo a cabo. Y creo que mi forma de compensarle por cómo se había portado con Alba y conmigo era dándole permiso para poder hacer aquello que él deseaba.

Era miércoles, a primera hora y estaba en la oficina. Cogí mi móvil para escribir a Juan Carlos, pero antes de hacerlo pasé por la galería de imágenes. Busqué la foto post-orgía de mi mujer con los primos de Tafari. Inmediatamente mi polla engordó dentro del pantalón. Tuve que estrujármela en un par de ocasiones para intentar liberar presión. ¡Cuánto me ponía esa foto! Sonreí. Podría convertirla en un pequeño regalo. Busqué entre las opciones de la imagen y la envié vía WhatsApp. Ya sólo quedaba esperar.

“¿Ya desde primera hora así andas? ¡No me jodas! ¿En serio?” contestó al cabo de un par de minutos Juan Carlos. Un nuevo mensaje apareció en mi teléfono móvil “¿Habéis hecho una orgía con cinco negros? Sois la hostia jajaja”.

“¿Te gusta?” pregunté.

“¿Tú qué crees? Tengo la polla que me va a estallar en dentro del pantalón. Voy a tener que hacer llamar a tu mujer a mi despacho por guarra jajaja”.

“Jajaja. ¡Claro! Toda tuya. Por cierto. Aquello de lo que hablamos si quieres puedes hacerlo. Confío en ti”

“¿De verdad quieres?” preguntó Juan Carlos.

“Sí. Creo que puede ser una muy buena forma de acabar el curso, ¿no?” respondí.

“Totalmente jejeje. Bueno en ese caso te tendré informado como siempre amigo”.

“Impaciente estoy de que me cuentes qué ha ocurrido” respondí.

Me encontraba realmente cachondo después de nuestra conversación de WhatsApp. Sabía que se follarían a mi mujer antes de que me fuera del despacho, era consciente de ello. Y sabía que luego recibiría material que lo demostraba. Pero además había expuesto a mi esposa enseñando a su jefe nuestras perversiones con la foto de los negros y Alba. Me iba a costar concentrarme en mi trabajo mientras esperaba aquellas fotos de Juan Carlos con mi mujer.

-Alba, te espera Juan Carlos en su despacho, me acaba de avisar –me dijo Begoña, la compañera que trabajaba como conserje en el colegio. –No sé qué pasa últimamente, pero te llama mucho a su despacho. Espero que todo vaya bien.

-Sí, tranquila Bego –respondí. –Es simplemente por tema de estudios y cierre de actas. Papeleo, ya sabes. Un aburrimiento –mentí.

Es cierto, las últimas semanas, desde que follamos en casa, me llamaba a su despacho más de lo habitual. Es verdad que era bastante discreto, no solía abusar de las veces que me hacía acudir a su despacho, para no levantar sospechas. Pero de llamarme aproximadamente una vez cada dos semanas a ahora de mínimo dos veces por semana, podía hacer que gente como Begoña se preguntara qué estaba pasando. Por suerte no éramos una pareja que hiciera sospechar a la gente que estábamos liados. Entre la diferencia de edad, que él no es que fuera muy atractivo y que a ojos de todos yo estaba felizmente casada con mi marido, no podía nadie pensar que éramos amantes, resultaría extraño. O al menos eso es lo que quiero pensar para tener la conciencia tranquila y no agobiarme pensando que alguien pudiera saber que Juan Carlos me follaba en su despacho y que yo le colocaba unos bonitos cuernos consentidos a mi marido.

Era raro que me llamara tan pronto. Las clases aún no habían comenzado y Juan Carlos siempre me llamaba a última hora, para que hubiera el menor número de gente posible en el colegio y así no pudieran pillarnos. Puede ser que esta vez me llamara por temas de trabajo realmente, ya que estaba terminando el curso y había que cerrar las actas para la entrega de notas y demás.

Con estos pensamientos me dirigí a su despacho. Puede ser que esta fuera la vez que más tranquila he ido a su despacho en las últimas semanas, ya que confiaba en que el tema a tratar fuera simplemente laboral. Llamé a la puerta.

-Pasa –se escuchó al otro lado de la puerta.

Abrí la puerta y asomé la cabeza al interior de la habitación.

-¿Me buscabas? –pregunté.

-Sí, pasa- contestó Juan Carlos.

Estaba sentado en su silla, girado hacia la pared, dando la espalda a los que entraban.

-Ven aquí, Alba –me indicó.

Me acerqué a él. Rodeé su escritorio y me puse a su lado. Tenía la bragueta del pantalón bajada y su polla asomaba tiesa por ella. Se pajeaba con rapidez, pero disminuyó la velocidad en cuanto me puse a su lado. Sé que no es el hombre más atractivo del mundo, ni mucho menos. También sé que una situación así, en el trabajo, puede no resultar cómoda. Pero yo ya me había acostumbrado a ese tipo de situaciones y que mi jefe me llamara y me lo encontrara pajeándose hacía que mi cuerpo respondiera humedeciendo mis bragas.

-Ya ves, ya estoy liado –rió. Agarró mi muñeca y la acercó a su polla. Yo la agarré y comencé con un lento movimiento de arriba abajo masturbándole con delicadeza. –No seas tímida. Hoy me ha pasado una cosa que me ha hecho venir con muchas ganas de ti –mientras decía aquello agarró con fuerza una de mis nalgas. –Hoy espero pasarlo muy bien contigo. Ya llegan las vacaciones y quiero llevarme un buen recuerdo tuyo.

En ese momento me di cuenta. No era la hora habitual nuestra para hacer aquellas cosas. Iban a ser las nueve, las clases estaban a punto de comenzar y en ese momento todos los trabajadores del colegio pululaban por los pasillos, clases y despachos. Alguien podría entrar y encontrarnos. Solté instintivamente la polla de Juan Carlos al darme cuenta de eso.

-¿Qué haces? He dicho que quiero un buen recuerdo tuyo –y diciendo eso me agarró del brazo y tiró de mí, poniéndome de rodillas enfrente suyo. Agarró mi cabeza por la nuca y acercó mi cara a su polla. –Ahora chupa, cerda.

Yo me debatía entre la vergüenza y el miedo a que nos pillaran y el morbo de aquella situación. Me daba miedo que alguien nos viera, pero a la vez, eso me ponía extremadamente cachonda. Tenía su polla a escasos centímetros de mi nariz. Quería contentarle, por lo que le di una rápida chupadita a su glande. Intenté levantarme, pero él me lo impidió empujándome por los hombros. Aquel forcejeo, ese intento de escaparme y él que me lo impedía hacía que me mojara aún más. Para él, aquel sometimiento también le excitaba. Me agarró del pelo para sujetarme la cabeza y agarrándose de la base de su polla, me la metió en la boca profundizando todo lo que podía, haciendo que se me saltaran las lágrimas mientras intentaba controlar las arcadas. Aflojó la presión y pude tomar una bocanada de aire. No volvió a forzarme, ya sabía lo que tenía que hacer. Así que comencé a chupársela. Juan Carlos se retorcía en la silla. Yo chupaba todo lo rápido que podía. Pese a que la situación me encantaba por lo morbosa que resultaba, no quería tener problemas y que nadie nos pillara, por lo que quería acabar cuanto antes. Parecía que estaba a punto de correrse, por lo que aceleré el ritmo. De repente, me agarró del pelo y tiró de mí, haciendo que se me escapara su polla de entre los labios.

-¡Para! No quiero correrme ahora. Ahora nos pueden pillar, hay demasiada gente. Además comienzan las clases. Ve a arreglarte un poco el pelo y el rímel, que se te ha corrido un poco. Luego después de clase ven y acabamos lo que hemos empezado. Esta mamada inconclusa me va a dejar todo el día con un calentón impresionante. Te espero luego. Ahora a trabajar.

¡Cabrón! Me tiene ahí, comiéndole la polla, obligándome a hacerlo mientras lo paso mal por si alguna compañera entra y nos encuentra y cuando más cachonda estoy y está a punto de acabar me dice que me largue. El cabrón sabe cómo jugar conmigo.

Me levante y me recoloqué el vestido. Intenté atusarme un poco el pelo para no llamar la atención y me dirigí a la puerta para irme.

-Espera –dijo Juan Carlos. –Ahora que te veo con ese vestidito se me ha ocurrido algo. Ya que me has dejado tan cachondo, para poder acordarme de ti hasta que vengas, ¿por qué no me dejas un recuerdo? Quítate las bragas.

El vestido que llevaba era un vestidito fino de tirantes, muy fresco para el calor que hacía ya en junio. La falda me llegaba casi a las rodillas. En principio no debería pasar nada, pero el ir sin bragas por el colegio era un riesgo. No creo que al agacharme se me viera nada, pero tampoco confiaba. Además podía haber un golpe de viento que me levantase un poco el vestido, aunque en esas fechas y con el clima que teníamos era bastante improbable. Lo que sí me daba miedo es que la fina tela del vestido clarease y se pudiera intuir más de lo que yo quería enseñar.

Me quedé mirando fijamente a Juan Carlos. Cuando quería podía ser todo un cabronazo. Él sonreía desde su escritorio y me tendía la mano pidiendo la prenda que me había reclamado. Resignada (solo en parte ya que debo admitir que ese juego me excitaba) levanté la falda de mi vestido para poder alcanzar mis braguitas. Tiré de ella y dejé que cayeran hasta los tobillos. Me agaché para recogerlas, sacando los pies. Me percaté de que su interior estaba húmedo, muestra de que por mucho que quisiera negarlo, todo aquello me ponía cachonda.  Hice una bola con las bragas y se las lancé a Juan Carlos. Él sonreía con su pequeño trofeo. Miró el interior y pudo ver la mancha de humedad.

-Vaya, vaya… -dijo sonriendo. Luego las acercó a su cara e inhaló con fuerza. -Me encanta tu coñito Alba. Te espero al terminar las clases.

Salí del despacho y corrí hacia la sala de profesores para buscar mi bolso. Rezaba para que no hubiera nadie dentro y así no tener que inventarme una excusa absurda del motivo de mi rímel corrido y mis pelos despeinados. Por suerte no había nadie dentro, ya se habían marchado hacia sus respectivas clases. Cogí el bolso y me dirigí al baño. Al andar deprisa, podía notar como el vestido se movía con el movimiento y como se pegaba en mi pubis, ahora libre de las bragas. Era una sensación placentera el ir sin ropa interior, pero me moriría de vergüenza si se notase algo.  Llegué al baño y me acicalé rápidamente. Tiré del vestido en todas direcciones mientras me miraba en el espejo, para comprobar si algo podía notarse. Si tiraba de él hacía atrás podía notarse el pequeño bulto que generaban los pelos de mi coño en el vestido totalmente pegado a la piel. Pero si no tiraba de esa manera, en principio, no debía de notarse nada. Algo más confiada corrí a mi primera clase.

La primera clase que di estaba totalmente intranquila pensando en que se me pudiera ver cualquier cosa. Por suerte el vestido era lo suficientemente largo y tras las comprobaciones en el baño andaba algo más tranquila. Pero una cosa es mirarte tú sola en el baño frente a un espejo y otro muy diferente enfrentarte a la gente y no saber en qué se pueden estar fijando. Por suerte los niños no se iban a fijar en esas cosas, en si llevaba o no bragas. Aunque estaba continuamente con la idea de que algún día viniera alguna madre a quejarse porque su hijo le ha dicho que su profesora va sin bragas.

Pero lo peor no eran los niños. Ya digo, ellos no se fijan en esos detalles salvo que sea algo muy evidente. Lo peor era estar con mis compañeros y cruzarme con ellos. Con las mujeres porque sabes perfectamente que siempre, por muy amigas tuyas que sean, te inspeccionan y revisan de arriba abajo, valorando tus modelitos o buscando imperfecciones de las que luego cotillear. Y los hombres porque, bueno, son todos unos salidos y no hay ninguno que en un momento dado no mire a tus tetas, más si vas con escote, o se fijen en tu culo. Por suerte chicos, aparte de Juan Carlos, solo está José, el profesor de Educación Física, pero él al estar en el gimnasio no coincidía con nadie. Así que cada vez que estaba con alguna compañera intentaba cubrirme con un cuaderno o con los libros para evitar que se notara nada o si estaba sentada intentaba colocar algo siempre en mi regazo con el mismo objetivo.

Las clases siguieron transcurriendo y según se iba acercando la hora del final de clases notaba como se iba incrementando mi nerviosismo. Nerviosismo acompañado de cierta excitación sabiendo lo que ahora me esperaba. Sonó la alarma que anunciaba el final del día. Los niños recogieron y salieron corriendo de clase. Me quedé sola en la clase. Notaba como el corazón empezaba a latir con mayor fuerza y rapidez. Metí una mano por la falda de mi vestido y con un dedo noté como mi coño se había humedecido ya. Sonreí para mí. Me había convertido en todo este tiempo en una auténtica guarra. A pesar de lo que me jugaba me encantaba ser follada y usada por mi jefe. Esperé sentada en clase un par de minutos más, esperando a que mis compañeros se fueran yendo a sus casas. Después de aquel tiempo prudencial acudí al despacho de Juan Carlos dispuesta a recuperar mis bragas.

Llamé a la puerta y entré. Juan Carlos estaba sentado en su silla, esperándome. A pesar de que el escritorio le tapaba, sabía por el movimiento del brazo que se la estaba meneando. Con la otra mano sostenía su teléfono móvil, al que miraba muy fijamente.

-Ven aquí bonita, no hace falta que te diga lo que tienes que hacer, ¿verdad?

No hacía falta. Lo sabía de sobra. Ya lo habíamos hecho en otras ocasiones. Me acerqué a él y rodeé el escritorio. Él giró su silla, para ponerla cara a la pared y que yo tuviera espacio para colocarme. Me sorprendió que en vez de verle únicamente con la polla por fuera del pantalón, que sería lo lógico por si había que esconderla rápidamente si la persona que hubiera entrado por la puerta hubiera sido otra persona en vez de yo, esta vez tenía tanto el pantalón como el calzoncillo por los tobillos. Era mucho más arriesgado así, pero supongo que la mayor libertad de la polla y los huevos harían que la paja fuera más placentera.

Dejó de masturbarse y señaló con su polla a mi cara. Yo me coloqué de rodillas en el suelo, pero me hizo levantarme y ponerme de cuclillas. Para poder hacerlo con comodidad tuve que remangarme la falda del vestido. Pude ver una sonrisa torcida en su rostro y comprendí lo que buscaba. Me subí mucho más la falda, hasta llegar prácticamente al ombligo. De esa manera, al no llevar bragas Juan Carlos tenía una visión fantástica de mi coño mientras se la chupaba. Agarré con una mano su polla y me la llevé a la boca. Con la otra que me quedaba libre, acariciaba y jugueteaba con los pelos de mi coño, para satisfacción de mi jefe. Según fue ganando en intensidad la mamada, pasé de acariciarme el pelo a frotarme el coño y masturbarme. Estaba muy cachonda. Siempre me pasaba en aquellas situaciones. La idea de que una compañera irrumpiera en el despacho y me pillara con la polla de mi jefe en la boca, a mí, una mujer casada y a ojos de todos mis compañeros fiel, me podía extremadamente caliente.

-¡Joder! Llevo desde esta mañana con un calentón insoportable. Sigue así… -exclamó Juan Carlos.

Y parecía ser verdad. Ya que rápidamente me agarró de la cabeza para conseguir una mayor velocidad y profundidad de mi mamada. Se le veía con deseo y eso me excitaba aún más. Estaba realmente mojada. Tanto que prácticamente no sentía los dedos al metérmelos en el coño de lo lubricada que estaba. Quise bajar un poco el ritmo dejando de chupársela para centrarme en sus huevos, los cuales reposaban sobre la silla.  Se recolocó en la silla, acercándose más al filo de esta, de tal forma que sus gordos huevos colgaran y así pudiera metérmelos con mayor facilidad en la boca. Mientras no dejaba de meneársela.

-¡Joder! Estás hecha toda una puta. Me tienes muy caliente desde que tu maridito me enseñó a lo que os dedicáis en vuestro tiempo libre –dijo él.

No sabía a lo que se refería. Pero que mi jefe me llamara puta me calentaba, por lo que no hice mucho caso en interpretar sus palabras y seguía centrándome en juguetear con sus pelotas en mi boca. Mientras el buscó de espaldas su teléfono móvil en el escritorio y una vez lo tuvo en sus manos, comenzó a buscar algo en él.

-¡Mira que eres zorra! No te vale con follarte a un negro pollón que te tienes que follar a toda una jodida tribu…

Y diciendo esto me enseñó la foto que hizo Juan aquella tarde con los primos de Tafari. Abrí mucho los ojos. No esperaba que Juan hubiera mandado esa foto a mi jefe. Juan Carlos captó mi sorpresa.

-¿Qué pensabas, que no estaba al tanto de las orgías que te montas? Pues sí, tu maridito me manda estas cosas para que me haga pajas pensando en lo puta y guarra que eres. Ven.

Y agarrándome del brazo me puso en pie. Yo tenía en ese momento una mezcla de perplejidad, ya que no esperaba que Juan le hubiera manado esa foto y por tanto que mi jefe supiera qué otro tipo de cosas hago, pero a la vez estaba tremendamente excitada. Excitada por la humillación que conllevaba que Juan Carlos supiera tanto de mi vida privada, pero también por todas aquellas cosas que me decía como “puta” o “zorra” que de su boca y siendo la persona que es, me excitaban tanto. Porque en ese momento me sentía así, toda una puta.

De pie, me retiró los tirantes y bajó el vestido hasta la zona de la tripa, que junto a la falta que la había subido hasta ahí también, hacía que todo mi vestido fuera un aro arrugado de tela en torno a mi ombligo. Sin delicadeza ninguna retiró el sujetador y mis tetas rebotaron al sentirse libres. Juan Carlos no dudó en meterse una de ellas en la boca, y sin dejar de chupar me fue dirigiendo hacia el escritorio y me sentó sobre él. Rebusco en uno de los cajones de su mesa y sacó un condón que desenvolvió y se colocó en su polla. Yo me había acomodado en el escritorio, tumbada y mientras esperaba masturbándome a que estuviera preparado. Agarró mis piernas por los muslos y las colocó en sus hombros. Con un movimiento de cadera clavó su polla en mi coño que de lo mojado que estaba la recibió hasta que su pubis chocó con el mío.

Comenzó a follar con envestidas breves pero fuertes y tras un par de ellas cogió su teléfono móvil y comenzó a trastear con él. No es la primera vez que lo hacía estando conmigo. Ya estaba acostumbrada. Siempre mandada alguna foto a mi marido en plena sesión o le escribía un mensaje. Así tenía informado a mi marido sobre lo que yo andaba haciendo en ese momento. Esta vez no sería  una excepción. Dejó de teclear y envió el mensaje. Me miró fijamente a los ojos y sonrió. Dejando el teléfono en la mesa comenzó a follarme ahora sí con fuerza y velocidad.

Los suspiros y gemidos se escapaban completamente sin control de mi boca. La evidencia de la proximidad de un orgasmo me hacía retorcerme encima del escritorio. No era el mejor sitio, ni el mejor amante, ni siquiera el mejor sexo; pero toda aquella situación era de lo más morbosa y excitante y yo estaba a punto de correrme. Notaba que ya me iba a correr con los pollazos de mi jefe cuando sonó un ruido, una puerta.

-Juan Carlos, he leído tu mensaje, ¿qué querí…? –no pudo terminar la frase.

La excitación del momento había conseguido que olvidara en dónde me encontraba y a lo que nos arriesgábamos. Estaba cachonda y eso me había hecho ser imprudente. Estaba completamente desnuda, sobre el escritorio de mi jefe mientras este me follaba y alguien había entrado. Pasé de estar a punto de correrme a un estado de nervios donde intenté inútilmente taparme con mis manos y brazos mi desnudez. Me retorcí e intenté incorporarme para huir pero Juan Carlos me agarraba fuerte por las piernas impidiéndomelo.

-Pasa José. Te llamaba para esto –dijo sonriente.

José, mi compañero el profesor de Educación Física, estaba en el umbral de la puerta, con los ojos abiertos como platos y la boca abierta, sin poder articular palabra. Estaba tan nervioso como yo, sin saber qué hacer o a dónde ir.

-Venga entra y cierra la puerta, no nos vaya a ver alguien, aunque supongo que ya somos los últimos por aquí –comentó Juan Carlos con toda la normalidad del mundo.

José, que no salía del asombro de lo que acababa de ver, terminó de entrar en el despacho y cerró la puerta. Nos miraba sin comprender nada. De pronto, se había encontrado a su jefe follando con otra profesora.

-¿Pero qué…? –intentó preguntar.

-¿No te gusta lo que ves? Alba es mi putita y estaba loca por follar contigo y he pensado, ¿por qué no darle el gusto?

Yo seguía sin poder moverme del escritorio. Aunque Juan Carlos ya me había liberado de su presión y me había soltado, incluso había sacado su polla de mi interior, lo único que había podido hacer yo era incorporarme en el escritorio y sentarme en él, de espaldas a José, muerta de vergüenza. En el fondo lo que acababa de decir Juan Carlos tenía algo de verdad. José era el único profesor varón del centro. Tenía mi edad más o menos, supongo que estaría entre los 35 y 38 años, nunca se lo he llegado a preguntar. Era un chico muy guapo y tenía una barbita muy mona. Siempre andaba haciendo ejercicio y deportes, por lo que sin ser exagerado tenía un cuerpo musculado y fibroso. Evidentemente era la comidilla en la sala de profesores. Todas las profesoras alabábamos lo bueno que estaba y lo mucho que nos alegraba la vista, lástima que estuviera en el gimnasio todo el día y no pudiéramos cruzárnoslo más por los pasillos. Evidentemente había fantaseado con follármelo, pero nunca imaginé que pudiera verme él así.

-¿No te gusta Alba? –le preguntó Juan Carlos.

-Sí, claro. O sea… quiero decir… -estaba realmente nervioso. Normal por otra parte.

-No hace falta que lo digas. Se te nota –dijo soltando una carcajada y señalando a su entrepierna.

Al ir siempre en chándal, el pantalón de algodón gris que llevaba le había traicionado y dejaba ver el busto que había crecido dentro de él. No pude evitarlo y giré la cabeza para comprobarlo. Él me vio y noté como se ruborizó e intentó cubrirse colocando los brazos por delante del cuerpo y las manos sobre entrepierna.

Juan Carlos se acercó a él desnudo de cintura para abajo con su  polla aún tiesa. Agarrándole por los hombros lo atrajo hacia el escritorio donde me encontraba yo.

-Venga, no seáis tímidos. Ambos lo estáis deseando.

José se mantenía quieto sin saber qué hacer. Yo había perdido algo de aquella vergüenza que momentos antes me había dominado y prácticamente sin ser consciente de lo que hacía, me vi con una mano apoyada en aquel bulto del pantalón de José. Juan Carlos sonreía satisfecho. Su plan había funcionado. Mientras me follaba había escrito a José para que acudiera al despacho y nos pillara y yo confiada de que estuviera escribiendo a mi marido. Desaté el nudo que sujetaba su pantalón. Metí la mano dentro y extraje a la culpable de aquel bulto que se había formado. En todo momento mi compañero de Educación Física no se había movido. Aquella polla con la que tantas profesoras habíamos fantaseado de depende brotó delante de mí. Era una muy buena polla. No era nada exagerada en cuento a tamaño, pero estaba francamente bien. Larga, grande y sobre todo, con un glande gordo que seguro haría las delicias de cualquiera. Sonreí  al verla. Ya había olvidado la vergüenza y el pudor. Se la masajeé un par de veces y le miré a los ojos sonriendo. Él me devolvió la sonrisa. Era la primera vez que reaccionaba desde que había entrado por la puerta. Me agaché, prácticamente tumbándome en el escritorio y me la metí en la boca. Escuché un suspiro que salió de la boca de José. Supongo que no imaginaba terminar así la jornada laboral. Por su parte, desde atrás y aprovechando que estaba casi completamente recostada sobre el escritorio, Juan Carlos separó mis nalgas y dio un largo lametazo a mi coño, subiendo por él hasta lamer mi ano.

José fue poco a poco sintiéndose más  cómodo en aquella situación. Supongo que el tener su polla en mi boca, jugueteando con mi lengua ayudaba. Se retiró el pantalón y comenzó a jugar con mi pelo y a sujetarme la cabeza. Por mi parte procuraba introducirme todo lo que podía aquella polla en mi boca hasta que mi nariz rozase los pelos de su pubis. Juan Carlos por su parte dejó de lamerme para comenzar a follarme. Debía de estar muy cachondo por cómo me penetraba, ya que lo hacía con bastante rapidez, tanto que en ocasiones perdía la coordinación de los movimientos al intentar ir tan rápido. Se había recostado sobre mí, con su barriga apoyada en la curva que se producía entre mi espalda y mis nalgas. Su cara estaba al lado de la mía, viendo como me comía la polla de mi compañero, mientras él gruñía y resoplaba en mi oído.

-Me corro… -gruñó Juan Carlos.

No es que hubiera aguantado mucho, pero supongo que el calentón que llevaba desde por la mañana hacía que estuviera tan excitado que un par de envestidas fueran suficientes para correrse.

Sacó con rapidez su polla de mi coño y tiró del condón. Se la comenzó a menear, pero un par de sacudidas bastaron para que el primer chorro de semen saliera de su polla estrellándose en una de mis nalgas y en mi espalda. Otro nuevo chorro brotó de su rabo, pero esta vez cayó en el escritorio. José miraba impresionado lo que estaba ocurriendo. Le resultaba totalmente fantástico que estuviera follando con una compañera y su jefe en aquel instante. Tras cesar los pequeños espasmos que acompañaron a la corrida de mi jefe, éste se acercó a mí y con la punta de su polla extendió la corrida que tenía en mi nalga por toda la superficie de mi culo mientras su polla se quedaba flácida.

Luego me hizo incorporarme y agarrándome del pelo me acercó la cara al escritorio.

-Limpia –dijo refiriéndose a las gotas de semen que habían caído sobre la mesa.

Eché una mirada a José y sonreí. Saqué la lengua y comencé a recoger los goterones de leche que habían caído sobre la mesa. José me miraba sorprendido, supongo que porque ignoraba lo guarra que podía ser. Limpié la mesa y jugueteé con el semen de mi lengua mientras mis dos hombres me miraban y para terminar mi show tragué lo que tenía en la boca. Ambos sonrieron.

-¡Joder! Que ganas de follarte tenía hoy –dijo Juan Carlos. –Hoy vas a tener suerte José, esta zorrita hoy no ha sido follada por el culo. Te dejo los honores.

José se mostró sorprendido. No creía que de verdad aquello estuviera pasando. Juan Carlos, me hizo tumbar sobre la mesa del escritorio bocarriba. Él desde atrás agarraba mis tobillos, dejándole a mi compañero completamente expuestos mi coño y ni culo. José agarró su pollo humedecida con mi saliva y apoyó su glande en mi ano. Empujó un poquito y mi culo se tragó por completo la cabeza de su rabo. José sonrió ante la facilidad de mi culo para ser follado. Sacó la polla y antes de volver a meterla la introdujo en mi coño, una envestida rápida, pero suficiente para llenarla de mis fluidos y que le sirviera de lubricante para volver a apoyarla en mi culo y enterrarla un poco más profunda que la primera vez. Repitió el proceso en repetidas ocasiones, recreándose en ello y cada vez iba profundizando más en mí. Cuando ya había introducido la totalidad de su polla en mi culo y sus huevos reposaban en mis nalgas, se acercó para darme un leve beso en los labios y comenzar a follarme el culo sin piedad. Imagino que no quiso besarme más por si se llevaba sin querer algún resto del semen de Juan Carlos que había tenido momentos antes en la boca.

Follaba con fuerza, debido a lo excitado que se encontraba y porque querría acabar aquello cuanto antes no nos fueran a pillar. Otra vez la excitación nos había hecho ser imprudentes y ni me había acordado del lugar en el que estaba y lo que podía ocurrir, ni tampoco me había cortado en gemir lo más mínimo. Estaba muy cachonda y ya que tenía la oportunidad de follarme al bombón del colegio no iba a desaprovechar aquella oportunidad. Mientras él seguía follándome el culo, yo  procuraba quitarle la camiseta. Quería ver aquel cuerpo con el que suspiraban la mayoría de mis compañeras. José sin dejar de penetrarme se retiró la camiseta. Su cuerpo era de infarto. No excesivamente musculado, pero con unos pectorales y unos abdominales bien definidos. Sus abdominales eran lo que más me volvían loca. Bien definidos, podía notar cómo se contraían con cada envestida, remarcadas además por el sudor que ya nos perlaba la piel a todos debido al esfuerzo de la follada y el calor que en junio ya comenzaba a apretar. Yo pasaba mi mano por su abdomen sintiendo su bien definida tableta de chocolate mientras me hacía gozar con su polla dentro de mi culo. No podía evitarlo y con la otra mano que me quedaba libre alternaba meterme los dedos en el coño con frotarme con fuerza el clítoris. Juan Carlos ya llevaba un rato que había soltado mis piernas, no iba a intentar escaparme, más cuando estaba disfrutando de todo aquello, y se sentó en su silla contemplando el espectáculo.

José aceleraba el ritmo. Todos sus músculos se tensaban con cada envestida. Notaba que se iba a correr y yo también, por lo que agarré sus nalgas y lo atraje más a mí, para que me la clavara bien dentro.

-¡Dios! –exclamó José, echando su cabeza hacia atrás para luego recostarse sobre mi apoyando su frente en mi hombro.

Se había corrido dentro de mi culo. Estuvimos en aquella posición unos minutos. Ambos empapados de sudor. Él recostado sobre mí y yo aún tirando de sus nalgas hacia mí para tenerle bien dentro. Cuando recobramos un poco el aliento, sacó su polla de mi culo. Estaba ligeramente flácida. Yo instintivamente me coloqué de cuclillas en el suelo. Agarré su polla y me la metí en la boca. Me afané en dejársela bien limpia. La sensibilidad que había adquirido en el glande después de correrse hacía que José diera espasmos cada vez que pasaba mi lengua por la cabeza de su polla. Poco a poco, su polla se fue desinflando dentro de mi boca. Mientras de mi culo comenzaron a gotear gruesos hilos de semen que caían al suelo. Al incorporarme el semen goteó por el interior de mis muslos. Busqué algo con lo que limpiarme, pero Juan Carlos me detuvo.

-No. Vas a ir así a casa. Así tu maridito tendrá una prueba para poder comprobar lo guarra que has sido esta tarde. Y las bragas se las voy a regalar a José, por haberse estrenado hoy contigo.

Se acercó a José que ya se estaba vistiendo y le dio mis bragas.

-Para que tengas un recuerdo –dijo.

José sonriendo las guardó en el bolsillo de su pantalón. Yo me recoloqué el vestido que durante toda aquella follada lo había tenido arrugado en torno a mi cintura. Me lo puse y pude comprobar lo estropeado y lleno de arrugas que estaba. Comencé a sentir vergüenza pensando en lo que la gente pudiera sentir al verme con esas pintas. Además notaba la humedad en mis muslos y mi sujetador también había desaparecido. Viéndome buscarlo, Juan Carlos soltó una carcajada.

-Si buscas el sujetado lo tengo yo. Me lo quedo. Así con las bragas que en su día me lleve ya tengo el conjunto completo.

Resignada, tuve que marcharme así tras despedirnos; con el vestido arrugado, sin bragas, los muslos húmedos por la corrida de José y las tetas rebotando al andar al no llevar sujetador.

Eran cerca de las cinco cuando vibró mi teléfono móvil. Estaba terminando un informe pero la curiosidad hizo que dejara todo de lado para poder observar únicamente el mensaje que acababa de recibir. Era de Juan Carlos. El texto se acompañaba de dos imágenes. En la primera se veía a mi mujer sobre una mesa agarrando de las nalgas a un chico joven mientras este desnudo la follaba. La siguiente era una de Alba de cuclillas en el suelo con la polla del chico joven en la boca.

“Tienes a una auténtica zorra en casa. En cuento vio al chaval no dudó en buscar su polla. Te la mando bien folladita y con alguna prenda menos… jeje. Por cierto, si quieres meterla mano en cuanto la veas, te aconsejo que primero le des un agua. Va algo sucia la muy cerda   ;P ”