Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 6)
Mi mujer continúa quedando con mi jefe a mis espaldas. Es hora de darle un escarmiento.
Así que lo que acababa de pasar aquella noche, aquella especie de intercambio de parejas entre mi jefe Pablo y su amiga Sofía y Alba y yo, de alguna manera había sido ideado por mi mujer. Y Pablo había jugado a dos bandas, por un lado organizando el fingido perdón entre nosotros para poder así sellarlo con un trío, como si en parte hubiera sido idea mía, pero por otro lado también lo estaba planeando con Alba, solo que en este caso, para intentar compensar que mi mujer planeaba el follar con Pablo, ésta introdujo a Sofía en la ecuación, en un intento de que si yo follaba con otra no caería en la cuenta de que ella estaba planeando esto con mi jefe.
Es decir, cuando Alba se preocupaba en que recuperásemos Pablo y yo nuestra amistad puede que lo hiciera sinceramente, pero ahora es evidente que por encima de eso estaba el volver a encontrarse con Pablo. Y eso que en su día se olvidó de él para cambiarlo con Abraham. Quizá ahora con perspectiva, ella sepa que en el fondo Abraham se olvidara rápido de ella, no así Pablo, el cual al volver a escribirla y retomar de nuevo las conversaciones se la volviera a camelar con bonitas palabras y con promesas y juramentos de lo mucho que la extrañaba y lo que deseaba volver a estar con ella. Pablo sabía hacer eso muy bien. Yo había leído las conversaciones y ya había constatado que él es muy bueno consiguiendo lo que quiere y convenciendo a la gente. De hecho consiguió ser el primero en follarse a Alba, ¡y lo consiguió con mi consentimiento! Además él me había enseñado las conversaciones que él había querido. Nada le impedía haber borrado conversaciones que hubieran tenido ellos dos y que él no quisiera enseñarme.
De nuevo volví a sentir esa punzada en mitad del estómago que hacía mucho tiempo que no sentía. Desde que todo esto comenzó. Pensaba que había conseguido que Alba disfrutara del sexo con otros hombres bajo mi consentimiento, cosa que hicimos con Tafari, pero parece que de nuevo volvía en engañarme. Y aunque me gusta verla follar con Pablo, y debo de reconocer que yo también a sus espaldas había intentado orquestar aquel trío, no me gusta que ella intente llevar esa doble vida sexual a mis espaldas. Y por alguna razón, tal vez sean celos o tal vez no, me gustaba mucho menos que encima fuera con Pablo con quien la tuviera. Posiblemente con Tafari me importase menos, incluso la parecería bien. Pero tal vez es la actitud de Pablo en ese sentido lo que no soporto. Es mi amigo, es verdad, pero siempre consigue salirse con la suya, y ya respecto con mi mujer van unas cuantas ocasiones.
Acudí al dormitorio donde estaban todos. Intenté aparentar normalidad, como si Pablo no me hubiese contado nada y siguiera pensando que aquel cuarteto que se formó fue simplemente debido a la casualidad de que aquella chica hubiese acudido a echar una mano a Pablo con la cena de aquella noche y seguidamente las cosas hubieran fluido en aquel sentido.
Estuvimos sentados en la cama desnudos durante un rato, hablando y charlando, contando tonterías y riendo. Alba disfrutaba mucho de las bromas de Pablo, se les veía una gran complicidad. También con Sofía, no lo voy a negar. Se las veía como si fueran amigas desde hace mucho tiempo. De hecho, Sofía estaba sentada detrás de Alba y la rodeaba con los brazos desde atrás apoyando la cabeza en uno de los hombros de mi mujer. Habían hecho muy buenas migas. Y aunque seguí pensando en el doble juego de Alba, también es verdad que en ese momento, viendo a las dos amigas en la cama, no podía dejar de pensar que también yo podía sacar beneficio de esa nueva amistad de Alba. Hoy ya había disfrutado de Sofía, pero en el futuro, aprovechando que tenía ya la certeza de que a Alba no le importaba compartir la cama con otra mujer, podía beneficiarme de ello e incluir a nuevas “amigas” en nuestras relaciones.
Ya sobrepasaban las dos de la madrugada, y tras un par de copas y risas más, todos mostrábamos signos de cansancio. Hoy éramos muchos para quedarnos en casa de Pablo y aunque ofrecía generoso la habitación de invitados yo insistí en que Alba y yo nos marchábamos. Prometí y viendo lo bien que lo habíamos pasado esa noche los cuatro seguramente lo repitiésemos en el futuro, y con aquella promesa de volver a follar entre todos nos marchamos.
De camino a casa Alba, intentando que no se le cerrasen los ojos del sueño a causa del cansancio y la bebida intentaba mantener una conversación conmigo.
-Bueno, ¿qué tal? Ya todo arreglado, ¿no?
-Sí, eso parece.
-Me alegro por ti. Pablo es tú amigo y él te aprecia. Todo esto fue un malentendido y me alegra que por fin esté solucionado.
-Sí, ya está solucionado –mentí. En la cabeza no dejaba de acordarme de los mensajes que Alba le escribió a Pablo. –Aunque tanto como malentendido… Te acostaste con él.
-¿Vas a volver a sacarlo? Pensaba que ya se había enterrado el hacha de guerra.
-Y así es. Lo único que tratarlo como un malentendido... No creo que sea la palabra que lo defina. Pero bueno, olvidémoslo. Por cierto esto también te viene a ti bien. Así has vuelto a verle y te lo has vuelto a follar.
-Te noto un poco susceptible. Que yo sepa tú también te has follado a otra tía.
-Sí, es verdad. Yo simplemente he dicho que te lo has vuelto a follar. Nada más. Imagino que lo echabas de menos, ¿no?
-Bueno a ver, ¿qué te pasa?
-Nada, nada. Solo que Pablo me ha enseñado la conversación que habíais tenido para que ocurriera lo que hoy ha ocurrido.
Alba abrió mucho los ojos. No se esperaba aquella afirmación por mi parte.
-¡Joder!- exclamó.
Durante unos segundos no dijo nada, miraba al frente, pensativa. Posiblemente porque no esperaba que Pablo fuera tan bocazas como para contarme aquello o enseñarme los mensajes que habían mantenido él y mujer. La había cazado y ahora no lo podía negar.
-Lo hice porque quería que arreglaseis las cosas…
-Y así poder follar con él, ¿no? –la interrumpí.
Alba solo abrió la boca sin llegar a pronunciar ninguna palabra. Seguramente estuviera intentando pensar cómo salir de lío.
-Bueno, en el fondo llevas semanas follando con otras personas. Que una de esas personas sea Pablo es indiferente –dije intentando demostrar indiferencia. Cambié de tema, ya que aunque todavía pensara en lo que había hecho, no quería que las cosas se torcieran entre nosotros y acabara la noche en discusión. –Por cierto, no sabía que te gustaran las mujeres. Fue muy excitante verte con ella –dije para intentar rebajar la tensión del momento.
-Bueno. No es que me gusten con tal. Puedo ver a una chica y decir qué guapa es o qué mona, pero nunca me había sentido atraída. También es verdad que era algo nuevo y me picaba la curiosidad de ver qué tal era.
-¿Y qué tal?
-Muy bien. No me lo esperaba así. Tras los nervios iniciales por verte con alguien de tu mismo sexo con quien no estás acostumbrada a estar, luego ya una vez relajada es muy excitante.
-Me alegro.
-Además como el coño muy bien. Eso que dicen de que las mujeres lo hacen con una sensibilidad especial es totalmente cierto. Ella tocaba y estimulaba zonas que ningún hombre lo había hecho antes o al menos no de esa forma.
-Vaya, gracias por lo que me toca –dije bromista.
-¡No! Tú lo haces muy bien –rió. –Es verdad. Solo que ella lo hace… diferente.
El cambio de conversación había conseguido su efecto. Había rebajado la tensión que minutos antes había aparecido al tratar el tema de los mensajes de Alba. Eso no significaba que yo lo hubiera olvidado. A partir de ahora vería sus intenciones seguramente desde otro prisma diferente. No podría evitar pensar que entre ellos dos algo podía estar pasando en cualquier momento. Además ahora seguramente tendría menos información, ya que es más que seguro que entre ellos tendrían una conversación donde Alba le recrimine a Pablo lo que había hecho al contármelo. Y a partir de ese momento, Pablo lo más seguro es que Pablo se contuviera en contarme ciertas cosas si es que le interesaba conservar a Alba y seguir de ese modo follándose a la mujer de su subordinado, algo que sin duda le excitaba y le causaba morbo; y por su parte Alba sería mucho más cuidadosa en sus conversaciones o gestos a fin de que no la volvieran a pillar en un renunció como el de esta noche.
El lunes, estando en el trabajo, me encontré con Pablo junto a la máquina de café.
-¿Qué tal? Lo del sábado fue brutal, ¿eh?
-Sí –se le notaba cortante al hablar. -¿Por qué le has dicho nada a Alba? Era algo que te contaba para que únicamente lo supieras. Un secreto si prefieres.
-¿Por? ¿Se ha enfadado contigo?
-Sí. El domingo me escribió para ver qué pasaba, que por qué te había dicho a ti nada.
-¿Y qué querías que hiciera? Mi mujer quiere que lo arregle contigo solo para follarte.
-Bueno, pero tú también querías que pasara. Querías que acabáramos follando todo, ¿no? Entonces, ¿por qué te molesta que ella también quiera lo mismo? Además yo nunca le he dicho nada de ti. Si te lo cuento es porque eres mi amigo.
-Pues claro que quería que ocurriera y nos folláramos a Alba…
-Encima ella se preocupó por ti y quiso que trajese a Sofía –me cortó.
-Lo cual estuvo muy bien. Pero se te olvida una cosa es mi mujer. Yo quiero que otros hombres se la follen. Sabes que me gusta. Pero quiero saber cuándo lo hace y con quién. No quiero que me mienta. No me importa que te la folles, de hecho es sábado quedamos para eso, ¿no? Pero no me gusta que ella me mienta si quiere hacerlo. Entonces, ¿ya no os habláis?
-Sí, seguimos hablando –contestó.
-¿Ves a lo que me refiero?
-A ver, no siempre estamos planeando citas para follar. Tampoco te obsesiones. Después de todo lo que hemos hecho se puede decir que somos amigos. Y como tal hablamos. Hablamos de todo no solo de follar. Así que tranquilízate. Y confía un poco en ella. Ella te quiere, eso lo sé.
Eso también lo sabía yo. Pero eso no quita que el saber que ellos siguen hablando, incluso después de lo que hablamos de camino a casa la otra noche, hacía que me tranquilizara. Era inevitable que pensara en todo momento que ella podía estar quedando con alguien sin yo saberlo. Y aunque me sigue excitando pensar en mi mujer follada por otro u otros hombres, ya que es algo que me gusta, no me agrada que ella lo haga por su cuenta. Me gusta ser yo quien controle la situación, saber lo que hace o con quién lo hace, ser yo quien le lleve hombres a ella. Lo descubrí cuando la hice follar con aquellos rumanos en el área de descanso para camiones. Aunque fueran desconocidos y aunque yo no participara, solamente mirando desde el coche, yo había sido quien había propiciado aquel encuentro. Del mismo modo que yo le encontré a Tafari, el amante negro con el que en varias ocasiones habíamos follado. De alguna forma, el rol proxeneta y puta es lo que me excitaba, además por supuesto de verla con otros hombres. También compartirla con Pablo, por supuesto, pero al menos, saber que yo se la entrego y dejo que haga con ella lo que quiera, no que ella por su cuenta y sin decirme nada, pudieran verse.
Durante aquella semana, mis dudas de si seguían viéndose a mis espaldas se acrecentaron. El miércoles Pablo faltó al trabajo y era inevitable que pensara que tal vez hubiera quedado con Alba para follar. Tal vez se encontrara mal o simplemente fuera por motivos de trabajo, pero yo que ya estaba sugestionado por lo que ocurrió semanas atrás no podía dejar de imaginármelo yendo a recoger a Alba al trabajo y acompañándola a casa y tanto en el trayecto como en nuestro piso no parar de tocarla y besarla. Incluso me los imaginaba en mi cama follando. Al pensar en ellos follando acudían a mi mente imágenes del primer vídeo que me pasó Pablo donde ellos follaron por primera vez después de que Pablo consiguiera conquistarla y convencerla para que me pusiera los cuernos. Recuerdo perfectamente aquel polvo. Y acompañando aquellos recuerdos sendos estrujones en mi polla que había crecido dentro del pantalón para calmar la excitación que estaba sintiendo. Ya lo he dicho antes, no me gusta la situación de no conocer lo que ocurre, pero me excita mucho que se follen a mi mujer.
Además no solo la falta de Pablo al trabajo aumentó mis sospechas. Por su parte Alba parece que verdaderamente hizo buenas migas con Sofía tras nuestro encuentro aquel sábado. Se mandaban mensajes constantemente por WhatsApp como si fueran dos amigas que se conocían desde hace mucho y se contaban todos sus secretos e intimidades. De alguna forma esto me confirma que siguió hablando con Pablo, porque aquel sábado no hubo intercambio de números de teléfono, al menos que yo hubiera visto, tampoco dejamos tanto tiempo solas a las chicas. Y si en ese momento no se dieron los teléfonos, significa que gracias a la mediación de Pablo, éste le había facilitado el número de Sofía a Alba, por lo que habían hablado. Existe otra posibilidad y es que ya lo tuviera antes de aquel sábado, es decir, que ya se conocieran Alba y Sofía, lo que hacía mucho más compleja la situación demostrando que antes de la “reconciliación” de Pablo y mía, los tres ya se tenían que haber visto con. En cualquier caso, Alba me comentó que el miércoles (justo el miércoles que Pablo no fue a trabajar), que al día siguiente, el jueves iba a quedar con Sofía para pasar una tarde de chicas. Que le iba a presentar a unas amigas e iban a ir de comprar y a cenar. Evidentemente no pude negarme.
Ese jueves estuve todo el día con la mosca detrás de la oreja. Estaba saliendo de la oficina sobre las cinco de la tarde y me mandó un mensaje. Me decía que ya se había preparado y ya se marchaba. Que aunque no llegaría muy tarde porque al día siguiente debía trabajar, que no la esperara despierto. La escribí y le deseé que lo pasara bien. A pesar de mi aparente tranquilidad, no podía dejar de pensar que era la excusa para irse con Pablo.
Sin prisa por llegar a casa, ya que me la encontraría vacía me fui al bar a tomar algo con los chicos. Me sorprendió ver allí a Pablo hablando tranquilamente con Narciso. Si Pablo estaba en el bar, significaba que Alba no me mentía. Noté como todo mi cuerpo se relajaba y dejaba atrás la tensión que mantenía desde que Alba me mandó el mensaje anunciándome que se marchaba para quedar con sus nuevas amigas. La tarde en el bar pasó entre risas y las típicas anécdotas sexuales de Abraham y las bromas de Narciso. Sobre las siete de la tarde nos despedimos. Nos habíamos separado cada uno en una dirección diferente en busca de su coche, salvo Pablo y yo que íbamos juntos ya que habíamos aparcado ambos muy cerca el uno del otro.
-¿Has habado con Alba estos días? –pregunté.
Pablo m miró con recelo. Imagino que después de chivarme a Alba no querría darme información de ningún tipo.
-Si te cuento algo, ¿vas a ir corriendo a decírselo a Alba? –dijo con media sonrisa en los labios.
-¡Venga ya! No seas estúpido. No le contaré nada. Y si se lo cuento no lo hago para generar una nueva crisis entre los tres –mentí. No sabía lo que podía contarme, pero aún así debía mostrar una cara amable para convencerle y así poder enterarme de lo que pasaba.
-Pues sí, hemos seguido hablando.
-Ya. ¿Y habéis quedado?
Me miró unos segundo sin decir nada, como sopesando el impacto y las consecuencias que podía tener aquello que quisiera contarme. Sonrió.
-No sé, lo que te ha contado o ha dejado de contarte Alba, pero sí. Ayer mismo.
¡Lo sabía! Ayer cuando Pablo no acudió al trabajo sin duda era para quedar con Alba. Aquella confirmación, aunque me dolió había conseguido que mi polla se hinchara dentro de mi calzoncillo ante la nueva infidelidad de Alba. Intenté mantener la compostura y no mostrar ningún gesto que Pablo pudiera interpretar como una preocupación por mi parte y que pudiera convertirlo en un triunfo por su parte. Como una victoria al haber emputecido a mi mujer y conseguir que me sea infiel.
-No, no me dijo nada –respondí con toda la naturalidad que podía. –Pero me lo imaginé.
-No te molesta, ¿verdad?
-¡No! Tranquilo. Si me parece bien. No es la primera vez que folláis juntos. Yo he permitido a Alba follar con otros hombres y la he compartido contigo. No hay ningún problema. –mentí.
Nos despedimos cuando encontramos nuestros coches. Arranqué y me dirigí a casa. Mientras conducía pensaba en toda aquella situación. Empezaba a pensar que Alba disfrutaba siéndome infiel con Pablo. Creo que aquello le daba morbo. Había olvidado a Abraham. A Tafari solo se lo folla cuando yo le invito a casa. Parece que solo es con Pablo con quien tiene esa inclinación a ocultármelo y a seguir follando con él a escondidas y a mi espalda. Comenzaba a hacerme la idea de que a Alba le ponía especialmente que Pablo fuese mi jefe. Ese debía ser el morbo que a ella le generaba. Es verdad que Pablo es atractivo, pero tampoco es algo fuera de lo normal. Tiene un buen cuerpo, pero nada espectacular. Y aunque tiene una buena polla no tiene nada que ver con las de Abraham o Tafari. Además no es que tenga unas cualidades amatorias extraordinarias. Solo con Abraham y Tafari la he visto gozar de una manera exagerada. Por tanto, aunque en conjunto Pablo se lleva buena nota, no se puede decir que sea el mejor amante que Alba ha tenido. Debía ser otra cosa lo que hiciera que ella tuviera tanto enganche con él. Lo único que se me ocurría es que él era mi jefe. Y el que fuera mi jefe es lo que le deba ese puntito morboso. Alba disfrutaba con él porque sabía que a parte de mi amigo, era mi jefe, mi superior. Y había algo humillante en todo aquello. Tendría que verle en el trabajo diariamente, recordado que él se follaba a mi esposa. Aquella situación de superioridad sobre mí creo que es lo que convertía los encuentros con Pablo en algo sumamente excitante para Alba. Si es así, a Alba le gustaba de algún modo humillarme.
Llegué a casa. Me preparé algo rápido para cenar y mientras me lo tomaba acompañado de una cerveza recibí un mensaje de Alba. Era una foto, un selfie que se había hecho con Sofía y una chica a la que no conocía en un restaurante. Al menos sabía que hoy no me había engañado y estaba realmente con sus amigas. Me acosté siguiendo el consejo que me dio de que no la esperara despierto. Serían las 4 de la mañana aproximadamente cuando me di cuenta que estaba en la cama junto a mí. No sé a qué hora llegó, tal vez en ese mismo momento se metió en la cama y por eso me despertó. En cualquier caso, me giré para abrazarla. Estaba desnuda. Su pelo olía a perfume de mujer y tabaco. Ella no se inmutó cuando la toqué, estaba profundamente dormida. Así dormimos hasta que sonó el despertador.
Al día siguiente Alba me explicó qué tal su noche de chicas:
-Pues estuvo muy bien. Primero fuimos de compras. Estuvimos de tiendas mirando modelitos. Me compré una blusa muy mona, a ver si te la enseño, porque se la quedó Sofía.
-¿Y eso? –pregunté.
-Porque después de cenar, como íbamos a tomar algo, por no ir con las bolsas cargadas, lo dejamos en el coche de Sofía y allí se quedaron. Así que ya me la devolverá.
-Ya. Entonces, ¿compras, cenas y copas?
-Sí. Después de comprar nos acercamos a un italiano que conocía Marta. Marta es la otra chica que sale en la foto que te envié, amiga de Sofía. Cenamos allí y luego decidimos tomar algo por la zona de pubs. Tomamos un par de mojitos y sobre las dos a casa. Entre lo tarde que me acosté y el madrugón de hoy, más aguantar a los niños del colegio, hoy estoy que no aguanto más.
Es cierto que se la notaba cansada. Así que pese a ser viernes noche, ese día nos acostamos pronto.
La siguiente semana se desarrollo con relativa normalidad dentro de lo que se había convertido nuestra vida en aquellos días. Durante la semana, los escaqueos de Pablo en el trabajo me indicaban que había quedado con Alba. Posteriormente él mismo se encargaba de confirmar que habían quedado y habían follado. Yo había mantenido el secreto de Pablo y no había comentado nada a Alba, dando normalidad a la situación, haciéndola ver que estaba completamente ajeno a sus engaños con mi jefe. Sí que es cierto que los días que sabía que quedaba con Pablo, por la noche insistía yo en tener sexo. Normalmente alegaba estar cansada, pero ella, también para intentar demostrar normalidad y que no había pasado nada finalmente acababa claudicando y acabábamos follando. A pesar del cansancio de la sesión de sexo previa con Pablo, Alba rendía muy bien después conmigo. El sábado quedamos con Tafari como empezaba a ser habitual.
Llegó el lunes. Aquella semana la tenía de vacaciones. Eran unos días que me debían y que debía cogerme en aquel mes. Así que los reuní en aquella semana. Lo malo de tener una semana libre fuera del periodo habitual de vacaciones es que no podía compaginarlo con Alba, la cual debía seguir trabajando en el colegio. Al no poder coincidir en días con ella, no podíamos hacer planes para irnos de viaje o hacer algo juntos. Así que aquella semana iba a ser una semana de relax en casa, sin hacer nada, únicamente las labores del hogar. Había algo bueno en todo ello. Al estar en casa y con la excusa de mis vacaciones estaría podría estar más tiempo detrás de Alba, lo cual sin que me quepa la menor duda, desbarataría todos sus planes de quedar con Pablo a escondidas.
Aquella tarde, me acerqué al colegio donde trabajaba Alba. Aparqué el coche y esperé a que terminaran las clases para recogerla y llevarla a casa. La vi bajar las escaleras que bajaban a la calle. Iba acompañada de una mujer de unos cincuenta años, con el pelo rojo rizado y un hombre también cincuentón, con algo de barriga, gafas, una incipiente calva y una barba entrecana recortada.
-¡Hombre Juan! ¡Hola! –me saludó Alba al verme. Me dio un beso en los labios. -¿Has venido a recogerme?
-Sí. Así llegas hoy prontito a casa –contesté.
-Gracias. Mira, os presento. Ella es Carmen. Es profesora como yo, ella lleva a los de segundo de primaria –dijo mientras presentaba a la mujer del pelo rojo. –Y él es Juan Carlos, el jefe de estudios.
-Encantado –dije dando dos besos a la mujer primero y la mano al hombre después.
Tras hablar un poco de trivialidades entre los cuatro. Nos despedimos y nos marchamos a casa.
Al día siguiente volví a pasarme por el colegio para recoger nuevamente a Alba. al llegar me encontré con Juan Carlos.
-Hola, ¿qué tal? –me saludó.
-Hola. Aquí, que he venido a recoger a Alba.
-Muy bien. Ella saldrá un poco más tarde hoy. Por lo visto una madre de uno de chicos ha ido a hablar con ella.
-Vaya. Me tocará esperar –comenté.
-Bueno no creo que se alargue mucho. ¿Un cigarrillo? –me ofreció mientras el sacaba uno de un paquete y se lo encendía.
-No, gracias. No fumo.
-Haces bien. Eso es lo que le digo a Alba, que lo deje.
-Bueno, ella dejó de fumar hace ya tiempo. Pero de vez en cuando, en según qué situaciones se fuma alguno.
-Sí –dijo riendo. –Eso es que aún tiene mucho vicio –comentó soltando una carcajada.
Por el tono que uso para decirlo parecía que estaba utilizando un doble sentido. Podía haberme sentido ofendido por su comentario. Pero lo dejé estar, haciendo como que no me había dado cuenta de nada.
-¿Lleváis mucho tiempo juntos? –preguntó.
-Sí, siete años.
-Bueno, una pareja consolidada. Eso está bien. Yo con la mía duré nueve años. Nos divorciamos hace ya cinco. Y desde entonces nada. Que tampoco me quejo. Estoy muy bien así, sin dar explicaciones a nadie de cuándo salgo o cuándo entro. Espero que lo vuestro os dure. Alba es una chica que merece mucho la pena. Y muy guapa además. Tienes mucha suerte.
-Gracias. Intentaré que no se me escape –dije bromeando.
-No la sueltes. Llevo mucho tiempo solo, como te descuides y la dejes te la robo –dijo bromeando mientras apagaba su cigarrillo y despidiéndose se metió en su coche y se marchó.
Tras un cuarto de hora esperando, apareció Alba. La recogí y nos fuimos a casa.
Durante los días que restaban a esa semana seguí recogiendo a Alba a la salida del trabajo. Continué encontrándome con Juan Carlos, pero también conocí a otras compañeras de trabajo.
El sábado estábamos en casa comiendo. Alba me preguntó:
-¿Esta noche vamos a hacer algo? ¿Has invitado a Tafari?
-Justo ahora te lo iba a decir. No, esta semana no viene Tafari. Pero te tengo una sorpresita.
-¿Otra sorpresita de las tuyas? ¿De qué se trata esta vez? –preguntó pícara Alba.
-Un amigo. Creo que este te va gustar.
-¿Sí? ¿Cómo es?
-No anticipes nada. Si te lo cuento ya deja de ser una sorpresa. Eso sí, me gustaría que te pusieras guapa para él.
-¿Quieres que le reciba en lencería? –comentó divertida mientras se mordía el labio inferior.
-Eso sería genial. Seguro que le gusta el recibimiento.
-¿Cuándo viene?
-He quedado con él a las once y media. Así que podemos cenar tranquilamente y luego prepararte para él.
-¿De verdad que me va a gustar?
-Yo estoy convencido de ello. ¿Alguno de los que te he traído no te han gustado?
-Bueno, realmente solo me has traído a Tafari. Pero sí, él me gusta. Confío entonces en ti –dijo guiñándome un ojo.
Alba se duchó, cenamos y comenzó a prepararse. Decidió que para sorprender a mi amigo le iba a esperar en sujetador, tanga, unas medias sujetas con ligero, todo ello negro, y zapatos de tacón. Estaba realmente guapa de aquella forma. Se había quitado las gafas y esperábamos a que llegara sentados en el sofá tomando unas copas de vino.
Diez minutos después de la hora acordada sonó el telefonillo. Alba se incorporó de un salto. Se la veía nerviosa. No es la primera vez que le sorprendo con un desconocido para ella, pero es comprensible que siempre exista ese nerviosismo por la incertidumbre de ver a quién se va a encontrar. Me dirigí a la entrada de casa y abrí la puerta del portal. Volví al salón donde estaba Alba que me sonreía. Sonó el timbre. Alba suspiró a causa de los nervios. Me acerqué y le di un beso en los labios. Sonriendo me dirigí a abrir la puerta, dejándola esperando en el salón. Abrí la puerta y saludé a mi amigo invitándole a entrar. Nos dirigimos al salón y entramos en él.
-¿Juan Carlos? –preguntó asombrada Alba.
Sin duda no esperaba que la sorpresa fuera por aquellos derroteros. Se había quedado con la boca abierta, los ojos muy abiertos y visiblemente pálida. Al darse cuenta de cómo se encontraba, únicamente en lencería delante del que era su jefe de estudios en el trabajo, hizo el intento de cubrirse con los brazos, intento inútil por otro lado.
Yo sonreía detrás de Juna Carlos. Aquello no se lo esperaba para nada Alba. Después de aquella conversación con el jefe de estudios mientras esperaba a que Alba saliera del trabajo, comprendí que Juan Carlos llevaba muchos años de sequía desde que se divorció. Y por algunos comentarios que hizo, entendí que no le desagradaba Alba, al contrario, le gustaba mi mujer. Así que los siguientes días que fui a recogerla volví a conversar con él. Con la confianza que íbamos cogiendo comenzamos a hablar sin muchos problemas de sexo y viendo el cariz que tomaba la conversación me atreví a comentarle lo que mi mujer y yo hacíamos con otros hombres. La idea le entusiasmó a Juan Carlos. Le había invitado a follarse a mi mujer. A una mujer con la que al parecer llevaba fantaseando desde hace bastante tiempo. Iba a consentir que un superior de su trabajo se la follara. Ella buscaba mi humillación utilizando para ello a Pablo. Ahora las tornas se habían dado la vuelta. Hoy iba a ser ella la que iba a ser humillada por su jefe, con todo lo que aquello podía suponer en su día a día en el trabajo. Estábamos en un empate.
-¡Joder! Eres justo como te había imaginado. Estás muy buena Alba.
-¿Qué haces aquí?
-Juan me ha invitado. Me ha dicho que sois una pareja abierta, que hacéis tríos e intercambios. Y le pareció divertido que me pudiera unir a vosotros.
Alba me miró por detrás de Juan Carlos. Si las miradas matasen yo ahora mismo estaría ya bajo tierra.
-¿Quieres algo de beber? –pregunté a Juan Carlos.
-Un poco de ese vino que bebéis no estaría mal.
-Muy bien, ponte cómodo que ahora volvemos –dije mientras me acercaba a Alba y cogiéndola de la mano la llevé a la cocina.
-¿Pero a qué coño juegas? –me espetó Alba. -¡Joder! Es mi puto jefe, ¿en qué piensas? ¿Y si se enteran en el colegio?
-¿No te gusta follar con mi jefe con todo lo que supone para mí en el trabajo? Pues ahora te ha tocado a ti. Ahora vas a follar con tu jefe. Así sentirás un poco lo que es ir al trabajo y saber que un superior tuyo te ha humillado. Sé que has seguido hablando y quedando con Pablo a escondidas, así que de alguna forma tenía que castigarte.
-¡Joder pero a ti te gusta que folle con tu jefe!
-Sí. Y a ti te va a gustar también follar con el tuyo.
Salimos de la cocina con la copa de vino para Juan Carlos que esperaba sentado en el sofá. Se la entregué a Alba, para que fuera ella quien se la entregara. Al dársela pude comprobar cómo éste hacía un repaso de arriba abajo a mi mujer. Tener a Alba semidesnuda delante de él era un espectáculo con el que había soñado durante mucho tiempo. Después de darle la copa, Alba intentó alejarse, pero Juan Carlos se lo impidió. La agarró por el brazo y la hizo sentarse a su lado.
-Eres realmente bonita. No es lo mismo verte en el trabajo con ropa que así como estás ahora. Tu marido me había hablado muy bien de ti y no mentía. Si todo lo que me ha contado de ti es igual de cierto que lo buena que estás, entonces hoy lo vamos a pasar muy bien.
Alba estaba realmente incómoda en aquella situación. No creo que fuera tanto que Juan Carlos le repugnara, ella había estado con personas mucho más repulsivas como Narciso y de hecho, eso la hacía sentirse más puta y la excitaba más. No, no era eso. Le incomodaba la situación de que aquel hombre fuera su jefe y las repercusiones que luego pudiera tener en su trabajo.
Juan Carlos apoyó su mano en el muslo de Alba y comenzó a acariciar su pierna. Él sonreía.
-No estés tan tensa. No te preocupes. Yo he venido aquí para que todos lo pasemos bien. Si te preocupas por el trabajo, tranquila. Esto queda entre nosotros y nunca se me ocurriría decir nada en el trabajo. Nadie se va a enterar.
Su mano pasó de su pierna, a rodearla la cintura para atraerla hacia él. Estaban ahora los dos sentados juntos, uno al lado del otro, muy pegados. La mano de Juan Carlos comenzó a bajar de la cadera hasta la nalga que dejaba al descubierto el tanga de Alba. Acarició y agarró la nalga. Alba dio un respingo. No porque se sorprendiera de que le tocaran el culo, sino de que en esa ocasión fuera su jefe quien lo hiciera con la mayor naturalidad del mundo, mientras que a los ojos de ella, él era un compañero de trabajo al que tendría que ver el próximo lunes cuando entrara a las ocho de la mañana a trabajar.
Viendo la pasividad que mostraba Alba claramente incómoda con la situación, Juan Carlos agarrándola por la barbilla giró su cara para enfrentarla a la suya y la besó. Juan Carlos luchaba por introducir su lengua en la boca de mi mujer, ella intentaba cerrar la boca para evitar que eso sucediera. Estaba con los ojos muy cerrados y apretando los labios. Tras varios segundos de forcejeo, Alba entendió que era inútil y relajó sus labios. La lengua de Juan Carlos finalmente pudo entrar en la boca de mi esposa buscando su lengua con la que juguetear. Alba mostraba signos de haber abandonado un poco su oposición inicial y se recolocó en el sofá. Ya que tendría que besarse con su jefe al menos hacerlo en una posición cómoda para ella.
Mientras se besaban, Juan Carlos aprovechó para acariciar por completo el cuerpo de Alba. Pasó de sus nalgas a sus muslos y de estos subió a los pechos de Alba. Con impaciencia estrujó una de las tetas de Alba y la sacó por encima del sujetador. Paró en ese momento de besarla, solo para observar la teta de Alba. Sonriendo, pasó delicadamente dos dedos por el pezón de mi mujer comprobando como poco a poco, este se endurecía. Satisfecho de la reacción del pezón lo pellizcó. Alba hizo una mueca de dolor y seguramente iría a protestar pero la lengua de su jefe volvió a entrar en su boca acallando las posibles quejas.
Juan Carlos, que había dejado la copa de vino que le ofreció anteriormente Alba en la mesa del salón, teniendo la otra mano libre, ya que con la derecha continuaba con el pellizco al pezón de Alba, aprovechó para sacar el otro pecho que le quedaba a Alba tapado por el sujetador. Viendo que la prenda ya no servía para nada, me acerqué por detrás a Alba y se lo desabroché, dejando a mi mujer completamente desnuda de cintura para arriba. Su jefe, agarró la otra teta y comenzó a estrujarla con fuerza, sin nada de delicadeza. Dejó de besarla la boca y comenzó a darle a Alba tiernos besos por el cuello hasta llegar al hombro. La ternura de aquellos besos contrastaba con la dureza con la que trataba, o maltrataba, las tetas de Alba. Desde la base del cuello, Juan Carlos sacó la lengua y lamió todo el cuello, subiendo por él hasta alcanzar la cara. Siguió lamiendo la mejilla hasta casi llegar al ojo. Esta vez la cara de Alba no escondía lo que sentía, un profundo asco al verse baboseada por su jefe. Pese a que intentaba retirar la cara de Juan Carlos, éste lamió también la otra mejilla. Alba contestó con un pequeño azote en el hombro de su jefe a modo de protesta, la cual desoyó Juan Carlos y se agachó para lamerle las tetas.
Mientras Juan Carlos jugaba con las tetas de mi esposa, comencé a desnudarme. Me quedé únicamente con el calzoncillo, el cual no podía ocultar la erección que guarda dentro de él. Mientras me daba apretones en la polla para rebajar la tensión, Juan Carlos jugueteaba con se lengua con el pezón erecto de Alba. Dedicaba lamidas a un pezón mientras que al otro le propinaba leves pellizcos. Pude notar como Alba empezaba a soltar leves suspiros, casi imperceptibles, que se sincronizaban con los pellizcos en su pecho. Cuando su jefe creyó oportuno que ya se había entretenido demasiado son sus pechos, zanjó el acto un mordisquito en la teta que hizo chillar de dolor a Alba. Él se incorporó y agarrándola del pelo la atrajo hasta donde yo me encontraba y aplastó su cara contra mi entrepierna restregándola contra mi polla.
-¡Venga! Cómesela a tu marido, que para eso lo tienes.
Sin rechistar, Alba me bajó el calzoncillo y agarró mi polla que rebotó al verse liberada. Abrió la boca y se le introdujo. Iba a comenzar ella a mover el cuello para hacerme la mamada, pero de repente Juan Carlos volvió a cogerle del pelo y a moverle la cabeza para que iniciara la mamada. La trataba con violencia, obligándola a tragarse mi polla casi sin que pudiera coger aire, golpeando su frente contra la parte baja de mi tripa y su barbilla chocando contra mis pelotas. Alba comprendió que ese era la forma que su jefe quería que chupara las pollas, así cuando este soltó su cabello, Alba continuó comiéndome la polla a igual ritmo. Solo paró para dar una bocanada de aire y limpiarse los hilos de saliva que le colgaban por la barbilla y caían en sus tetas.
Mientras me chupaba la polla, Juan Carlos comenzó a desnudarse. Se iba quitando la camisa y los pantalones mientras no perdía detalle de la mamada que me estaba regalando. Cuando estaba en calzoncillo, viendo los goterones que saliva que tenía en las tetas, se agachó detrás de ella para esparcir por todo su pecho la saliva que había caído mientras me la chupaba.
Terminó de desnudarse. Su polla tendría una longitud similar a la mía, 18 o 19 centímetros, pero en la base era mucho más gruesa. De hecho, su polla era ancha en la base y se iba afinando hacía la punta. Agarrando su polla por los huevos se acercó a mí, y apuntó con su polla a la cara de Alba que seguía chupando la mía. Bajó el ritmo de la mamada para mirar la nueva polla que le ofrecían. La miró y luego levantó la vista para ver a Juan Carlos. Imaginé lo que estaba pensando. Era la polla de su jefe la que ahora iba a lamer. Un jefe al que tendría que ver a diario en el trabajo. Un jefe que la había visto desnuda y al que se la iba a chupar. Aunque actuara con normalidad en el trabajo, sabía que Juan Carlos pensaría en aquella mamada cuando la viera por los pasillas del colegio. Entrecerró los ojos cuando pasó de mirar a Juan Carlos a mirarme a mí. Supongo que eso denotaba cierto odio que en ese momento sentía hacia mí por lo que le estaba haciendo pasar. Se sacó mi polla de la boca, giró la cara hacia la polla de su jefe y soltó un escupitajo contra su polla. Miró a los ojos a Juan Carlos y sin parar de mirarle comenzó a masturbarle usando el escupitajo de saliva como lubricante. Al cabo de unos segundos, se metió la polla en la boca
Sabiendo la forma que le gustaba que le mamaran la polla a Juan Carlos por cómo le había tratado éste anteriormente en mi mamada, Alba comenzó a chupar a un ritmo frenético sin dejar de pajearle, coordinando la mano con sus labios. Hilos de saliva se escapaban por las comisuras. Alba presionaba la cabeza para intentar introducirse aquella polla en la boca. Al ensancharse en la base hacía que se complicara un poco el que pudiera meterse toda la polla en la boca. En cualquier caso, la nariz de Alba se apoyaba en el peludo pubis de Juan Carlos, hundiéndose entre los pelos y la lengua de Alba rozaba los huevos de éste.
Alba se sacó entera aquella polla de la boca mientras cogía una gran bocanada de aire. La saliva quedaba colgando en hilos de saliva que unían la polla con su boca. Juan Carlos no perdió la oportunidad de recoger aquellos hilos de baba con su mano y restregárselos por la cara a Alba. Con los ojos aún cerrados por lo que acababa de hacerle su jefe, Alba alargó la mano para coger la polla de éste. Juan Carlos agarró por la cara a Alba con una mano, haciendo pinza en las mejillas, lo que obligó a Alba a abrir la boca. Juan Carlos lo aprovechó para escupir un salivazo dentro de la boca de mi mujer y sin darle tiempo a nada, la agarró del pelo, la atrajo a su polla que tuvo que tragarse y moviendo las caderas comenzó a follarle la boca.
Alba agarró mi polla y me atrajo hacía ella. Junto nuestras pollas, apoyando ambos glandes uno junto al otro, y se las metió ambas en la boca. Comenzó a lamer las dos pollas a la vez, frotando mi glande contra en de Juan Carlos. No había tocado de una manera tan directa la polla de otro hombre, salvo tal vez en aquella ocasión cuando junté la mía con la de Tafari para enviarle la foto a Alba.
Alba jugueteaba con nuestras pollas. Pasaba de una a otra, intentaba meterse ambas a la vez. Juan Carlos agarró la suya y golpeó la cara de mi mujer con ella mientras me la chupaba a mí. Alba pasó a la polla de su jefe sin dejar de masturbar la mía. Lamió el troncó de su polla y bajó hasta sus huevos. Les dio un primera lamida desde abajo hacia arriba y luego se metió uno en la boca. Jugueteó con él y su lengua dentro de la boca durante un rato. Luego paso al otro huevo. Juan Carlos echaba la cabeza hacia atrás de puro gusto. Alba volvió a lamer los huevos desde abajo hacia arriba, pero continuó por todo el cuerpo de la polla hasta llegar a la zona del frenillo, donde se detuvo y presionó su lengua contra él. Juan Carlos hacía espasmos cada vez que Alba presionaba su frenillo. Luego esta siguió subiendo hasta que llegó al agujero de la uretra, y divertida lo lamió e intentó meter la lengua con él mientras reía. Parecía que Alba había suavizado su distante y frío comportamiento inicial y empezaba a disfrutar y divertirse de la situación.
-¡Joder! –exclamó Juan Carlos. –Soy un desconsiderado. He venido aquí invitado para follar y mira como vengo –dijo señalándose la polla y metiendo los dedos entre los pelos de su pubis. –No vengo nada arreglado. Juan, busca una palangana con agua, cuchillas y espuma de afeitar. Quiero estar guapo para Alba. Quiero que ella me afeite –sonrió.
Alba le miró a él y luego a mi extrañada. Pronto su cara de enfado volvió a aparecer. Yo me dirigí rápido al baño a buscar lo que había pedido el jefe de Alba. Me parecía divertido como él intentaba humillarla. Cuando reuní todo, la espuma, las cuchillas, una palangana con agua tibia y unas tijeritas que también pensé que podían ser útiles, regresé al salón donde Juan Carlos se divertía sentado en el sofá, con Alba arrodillada a sus pies, a la cual tenía cogida del pelo, con el que había hecho una especia de lazo que rodeaba su polla y con el que se masturbaba.
-Me hacía gracia hacerme una paja con su pelo –dijo mientras seguía pajeándose con Alba de rodillas ante él, mirando hacia el suelo, sumisa mientras su jefe usaba su melena para masturbarse. -¡Ah! ¿Has traído todo? Muy bien, déjaselo ahí al lado, que ella ya sabrá qué hacer.
Dejé las cosas junto a Alba. Ella me miró con una cara llena de odio. Pero rápidamente apartó la mirada para ver los utensilios de afeitado. Juan Carlos se recolocó en el sofá. Alba le separó las piernas y sin querer mirarme, cogió las tijeras y comenzó a recortar el vello del pubis de Juan Carlos. Los pequeños mechones los iba recogiendo y apartando. Cuando tuvo el pelo recortado, mojó sus manos en la en agua de la palangana y con las manos húmedas acarició toda la zona de iba a depilar. A la vez que lo hacía propinaba suaves caricias a la polla y los huevos. Una vez humedecido. Cogió el bote de espuma. Lo agitó y echó un buen pegote es su entrepierna que luego extendió dejándola completamente blanca. Cogió una de las cuchillas desechables y con suavidad comenzó a rasurar toda la zona. Había algo muy sensual en todo aquellos, algo que me excitaba muchísimo. Me comencé a masturbar viendo como Alba ejercía de peluquera de bajos y me apunté mentalmente que aquello debería hacérmelo ella en algún momento.
Una vez que el pubis quedó liso y rasurado, comenzó con los huevos. Alba lo hizo con una delicadeza y un cuidado extremo, por lo delicado de la zona. Casi podría decirse que lo hacía con ternura. Juan Carlos sonreía en todo momento, pensando seguramente en cómo tenía sometida a una de sus profesoras. Seguramente había fantaseado con follarse a Alba en alguna que otra ocasión y por fin ese día había llegado y sin duda lo estaba aprovechando y disfrutando.
Cuando acabó de afeitarle, mojó de nuevo la zona para retirar los restos de pelo y espuma que pudieran quedar. Juan Carlos miró satisfecho el trabajo de Alba.
-Habrá que probar si realmente está bien afeitado –dijo.
Y sin dar tiempo a nada, agarró la cabeza de Alba, la cual frotó contra su polla y sus huevos, mientras él reía.
Alba intentó levantarse después de haberle afeitado, pero Juna Carlos se lo impidió, obligándola a permanecer de rodillas entre sus piernas. Se recostó más en el sofá, levantó las piernas agarrándolas por los muslos y dijo:
-No has terminado. Ahora el culo.
Pude notar la rabia que sentía en ese instante Alba. Rabia por verse así tratada y humillada. Pero en el fondo algo la mantenía ahí. Ella podía irse y acabar con todo esto, pero decidió permanecer quieta y acatar lo que su jefe le ordenaba. En el fondo, pese a que no le gustase que Juan Carlos fuera un compañero de trabajo, su jefe concretamente, sí que le gustaba él trato humillante que él le estaba dando.
Metió de nuevo las manos en el agua y humedeció la zona del periné y el ano de su jefe. Puso espuma en la zona y comenzó nuevamente a rasurar allí donde le había pedido Juan Carlos.
-Mucho mejor así –dijo su jefe una vez Alba terminó. -¿A que así te gusta más? –preguntó a Alba.
Ella no respondió, simplemente le miraba. Él sonrió y poniendo una mano en su hombro dijo:
-Ya sabes lo que te toca.
Alba se acercó hacia su ano, sacó su lengua y comenzó a lamer la zona. Juan Carlos disfrutaba con el beso negro que le regalaba Alba. Poco a poco, fue ganando en intensidad y Alba solo paraba de lamer para escupir la zona. En ningún momento dejó de masturbarle. Juan Carlo permanecía con los ojos cerrados. Sin duda gozaba con lo que Alba le hacía. Viendo que estaba próximo a correrse se incorporó. Dio la mano para levantar a Alba y la colocó tumbada bocabajo sobre el sofá.
-Venga, entretente un poco con tu marido, que lo tienes a dos velas.
Yo me acerqué a uno de los extremos del sofá donde Alba tenía la cabeza y le acerqué mi polla que comenzó a chupar.
Juan Carlos se sentó en el otro extremo del sofá para recuperarse y rebajar un poco la excitación para evitar de ese modo correrse y terminar antes de lo que él tenía pensado. Estando en ese lado del sofá tenía una vista inmejorable del culo de mi mujer. Agarró sus piernas y le retiró los tacones que lanzó al suelo. Tomando sus pies empezó a besarlos y lamerlos por encima de las medias. Luego los dirigió hacia su polla, colocándolos cada uno a un lado de ésta. Comenzó a moverlos, cogidos por los tobillos de tal forma que Alba le hacia una suave paja con los pies mientras él veía como me la chupaba.
Estuvimos así un rato. Yo agarraba la cabeza de Alba para que sus mamadas fueran más profundas y él se masturbaba con los pies de mi mujer. Cuando le soltó los pies, era Alba quien sin mirar buscaba la polla de Juan Carlos con los pies. Finalmente dio con ella, y con la planta de uno de ellos acariciaba sus huevos.
Juan Carlos se incorporó hacia delante, hacia el culo de mi esposa. Comenzó a masajear las nalgas y acompañaba los magreos al culo con azotes, que iban incrementándose en fuerza. Cada vez las palmadas resonaban con mayor fuerza. Agarró el tanga de mi mujer y se lo retiró bajando por sus piernas. Hasta ese momento, Alba aún no había enseñado su coño y parecía que su jefe ya se impacientaba por ver la única parte del cuerpo de mi mujer que aún era un misterio para él. Juan Carlos se levantó y pude ver como se dirigía a sus pantalones que se encontraban tirados en el suelo del salón. Los recogió y vi como guardaba en uno de sus bolsillos e tanga que acababa de quitarle a Alba. No dije nada. Me gustó la idea de que se quedara el tanga de mi mujer como recuerdo de aquel encuentro. Seguramente aquel trofeo de caza lo usase para masturbarse cuando estuviera en su casa y para recordar aquella noche.
Volvió hacia el sofá donde nos encontrábamos. Agarró las nalgas de Alba y las separó para ver así el coño de Alba que aún no había conocer. De pie, recibiendo la mamada de Alba podía ver también lo que veía su jefe. Al separar las nalgas el ano de mi mujer se abrió un poco y los labios de su coño se separaron mostrando hilos de flujo, lo que demostraba que en el fondo estaba cachonda. Juan Carlos sonrió satisfecho y hundió su cara entre las nalgas de Alba. Comenzó a lamerle el culo, haciendo círculos con la lengua siguiendo la circunferencia del ano de mi esposa. Luego pasó a intentar penetrarla, sacando la lengua todo lo que podía, hundiéndola en el interior del culo de Alba, separando las nalgas todo lo que podía para abrir más su ano y profundizar de ese modo más.
Tras trabajar su ano, pasó a su coño. Recorrió con la lengua toda la longitud de la raja de mi mujer que aquella posición le permitía. Era poco realmente. Así que su jefe decidió que cambiáramos de posición. Giró a Alba y la incorporó, sentándola en el sofá. Él se arrodilló en el suelo, frente a ella, separando sus piernas. Por mi parte, yo me subí de pie en el sofá, en frente de ella. Volví a meter mi polla en su boca y agarrándome del borde del sofá para no perder el equilibrio y para tener un punto de apoyo comencé a follarle la boca. Alba se agarraba a mis nalgas, hincándome las uñas cuando profundizaba más de la cuenta con la polla en su garganta y ella sentía que le faltaba el aire. Así sabía yo en qué momento bajar el ritmo y aflojar la presión contra su garganta.
Juan Carlos se dedicaba a comerle el coño. Disfrutaba realmente del sabor del coño de mi mujer. Lamia con desesperación los labios de Alba, metía la lengua en el interior de su coño y chupaba el clítoris, mientras acariciaba el vellos del pubis. Paraba de vez en cuando para masturbarla, frotando con fuerza su clítoris, a lo que Alba respondía retorciéndose en el sofá y dando violentos espasmos. Mientras lamía su clítoris y se entretenía con él, metió uno de sus dedos en el coño, comenzando un mete saca, en un principio lento pero que rápidamente comenzó a ganar velocidad, que hacía suspirar a Alba. Yo saqué mi polla de la boca de Alba y me senté en uno de los extremos del sofá para ver como Alba se retorcía de placer con el cunnilingus de su jefe mientras me masturbaba aprovechando la gran cantidad de saliva que tenía mi polla a causa de la mamada. Pronto el dedo que le introducía Juan Carlos pasaron a ser dos. Sacó los dedos del coño de Alba, brillaban por la cantidad de flujo que los cubría. Se los acercó a los labios y Alba agarrando la mano por la muñeca, comenzó a lamer aquellos dos dedos. Los lamía con absoluto placer, deleitándose y saboreando sus propios fluidos. Cuando estuvieron bien limpios, volvieron al interior de su coño. Ahora Juan Caros la masturbaba con tres dedos. Alba suspiraba y se retorcía. Tanto se retorcía que en ocasiones impedía que su jefe siguiera masturbándola, por lo que tuve que agarrarla de las piernas para evitar que se moviera con tanta violencia y así pudiera seguir pajeándola.
Juan Carlos seguía forzando a Alba, ya tenía dentro de ella cuatro dedo y parecía que quería meter el quinto, agrupando todos los dedos. El objetivo final parecía ser meter el puño entero. Alba gritaba, no sé si de placer, dolor o mezcla de ambos. Se veía muy dilatada la vagina y no paraba de retorcerse. Juan Carlos no paraba de masturbarla intentando meter más y más los dedos. Tras un minuto así, finalmente sacó los dedos del coño de Alba y llenos de flujo se los restregó por la cara. Alba no protestó. Estaba tirada sobre el sofá, con los ojos cerrados, jadeando.
Aproveché que se encontraba tumbada en el sofá, casi indefensa para acercarme y metérsela en el coño. Comencé a follarla. Alba prácticamente ni se movía, era completamente pasiva, aún recuperándose de la anterior paja. Poco a poco fue despertado del trance y me rodeó la cintura con las piernas. Me rodeaba así mismo el cuello con los brazos y podía notar como acompañaba con movimientos de cadera mis embestidas. La follaba con fuerza y velocidad, estaba realmente cachondo después de todo lo que había visto hacer hoy a Alba. Además para mí estaba el morbo de que su jefe la sometiera de aquel modo, por lo que mi excitación estaba por las nubes.
Mientras, Juan Carlos, volvió hacia sus pantalones. Esta vez no para guardar nada, sino para sacar un paquetito, el de un preservativo. Desenvolvió el condón y se lo colocó en su recién afeitada polla.
-Con estas zorras siempre hay que poner precauciones, a saber con quién han follado antes –dijo bromista cuando vio que le observaba mientras se ponía la funda.
Me levanté para dejarle a él que se la follara antes de que yo me corriera, ya que la excitación me hacía estar a punto de hacerlo. Él se colocó de rodillas en el sofá, entre las piernas de Alba. Colocó su polla a la entrada del coño y agarrándola por las caderas la atrajo hacía sí clavándosela. Pude ver como Alba se sorprendía al notar como aumentaba el grosor de la polla de su jefe según se iba introduciendo. Por suerte la excitación, la cantidad de fluidos que hacían brillar el interior de los muslos de Alba y la dilatación conseguida con aquel intento de introducirle el puño en el coño, hizo que Alba no tuviera problemas en aceptar aquella polla hasta su base y gozar con ella.
Juan Carlos, mientras la follaba, agarraba los pelos del coño de mi mujer y tiraba de ellos. Con la otra mano, se agarraba en una de sus tetas. Se inclinó sobre Alba, apoyando su barriga sobre ella. Acercó mucho su cara a la de ella y sudante unos segundos se miraron a los ojos mientras él seguía haciendo movimientos de cadera, follándosela. Sin decir nada, Alba rodeó con sus brazos el cuello de su jefe y le besó. Estuvieron varios minutos así, follando y besándose.
El jefe de Alba se incorporó y sacó su polla del coño de ésta. Le cogió la mano para ayudarla a incorporarse y así cambiar de posición. Estando los dos de pie, me la ofreció a mí para que ahora continuara follándola yo. La coloqué en el suelo, apoyada en sus rodillas y sus manos. Me puse detrás de ella y se le metí. Juan Carlos aprovecho nuestra posición follando para ponerse también a cuatro patas delante de Alba. Alba comprendió lo que su jefe buscaba y no perdió tiempo en satisfacerle. Mientras yo la follaba, Alba lamía el culo a su superior. Yo estaba muy excitado. Entre lo que ya guardaba de antes más ahora verla comiéndole el culo a su jefe, estaba a punto de explotar. Y no quise contenerme más. Aceleré el ritmo de las embestidas y agarrando por el pelo a mi mujer, empujaba su cabeza contra el culo de Juan Carlos. Notaba que me iba a correr pero no quise parar. Con fuertes espasmos me corrí dentro del coño de mi mujer.
Juan Carlos y Alba se percataron de que me acababa de correr al notar que disminuía mis embestidas. Juan Carlos se levantó para comprobar dónde me había corrido y comprendió que lo había hecho dentro de ella ya que aún mantenía mi polla dentro de ella. La saqué y el semen comenzó a aflorar hacia el exterior desde el interior del coño de Alba. Juan Carlos con una sonrisa maliciosa, incorporó a mi mujer, dejándola de rodillas. Él de cuclillas metió dos dedos por el coño de Alba. No le importó que allí estuviera mi corrida. La masturbó unos segundos y sacó sus dedos empapados en aquella mezcla de fluidos, entre flujo y semen. Sin dudarlo llevó los dedos a la boca de Alba que chupó sin decir nada.
-¡Vaya! Así que a Albita le gusta el sabor de la leche –comentó con una sonrisa Juan Carlos.
Volvió a meterle los dedos en el coño, sacándolos nuevamente manchados en semen y fluidos. Untó aquella mezcla de fluidos en su polla, sobre el condón y acercó su polla a la boca de Alba, que la engulló.
-¿Ves? Si la polla le sabe a semen la chupa con más ganas –me dijo mientras me guiñaba un ojo. – Sigue, déjala bien chupada. Juan, ¿no me dijiste que a la niña le gustaba por el culo?
Ya sabía lo que iba a venir ahora. Era único agujero que Juan Carlos aún no había probado. Volvió a colocarla como antes, a cuatro patas. Se colocó detrás de ella y escupió en su culo. Con un dedo introdujo el salivazo al interior de su ano. Su culo tragaba sin dificultad el dedo primero y los dedos después de su jefe, debido a la excitación y al entrenamiento de Alba, la cual ya había probado varias pollas por detrás. Así que viendo que su culo aceptaba todo lo que le metieras, Juan Carlos no tardó en colar su polla en él. Alba gemía. Su coño muy dilatado no tenía problemas ser follado, pero su culo sí notaba la polla que entraba en él. Alba notaba como su culo se dilataba con la curiosa forma de la polla de Juan Carlos, más ancha en la base que en la punta. No tenía problemas para que entrara, pero según profundizaba notaba como se incrementaba el diámetro del trozo de carne que la perforaba y eso le hacía gritar, mezcla de placer y dolor.
Poco a poco su culo se fue adaptando. Y lo que era una mezcla de placer y dolor, ahora solo era placer. Alba estaba disfrutando con aquella polla metida en su culo. Juan Carlos fue incrementando el ritmo a la vez que iba viendo como Alba disfrutaba y gemía con más fuerza. Él también estaba disfrutando. La estrechez del culo de Alba volvía loco a Juan Carlos y notaba que pronto se iba a correr. Comenzó a aumentar el ritmo, lo que hacía que en ocasiones perdieran la coordinación entre sus movimientos y los de Alba. Estaba desatado. Comenzó a acompañar sus movimientos con azotes a las nalgas de Alba. Eran azotes fuertes, que hacían escapar suspirosa Alba. Las nalgas estaban a esas alturas rojas de las palmadas. Agarró con fuerza el pelo de Alba, obligándola a echar la cabeza hacia atrás, mientras él se inclinó sobre ella agarrando con fuera una de sus tetas y mordiendo uno de sus hombros. Con un gruñido que se acompaño de un grito de mi mujer seguramente por el dolor del mordisco y del apretón del pecho, Juan Carlos anunció que acababa de correrse.
Ambos acabaron tumbados en el suelo, jadeando y sudorosos, Alba bajo el peso de Juan Carlos que respiraba entrecortadamente sobre ella. Estuvieron en aquella posición un minuto, recuperándose. Juan Carlos finalmente rotó sobre sí mismo, quedando tendido bocarriba en el sobre la alfombra del salón, liberando de su peso a Alba, que continuó bocabajo recuperando el aliento.
Juan Carlos se levantó del suelo. Agarró su polla que comenzaba a dar signos de flacidez y estirando de él, se retiró el condón. Se acercó a Alba y ayudándola a sentarse en suelo le dio el preservativo usado.
-Se una buena niña y bébetelo todo –dijo con una sonrisa burlona.
Alba sonrió. Inclinó la cabeza hacia atrás y agarrando el condón por la punta, lo dejó colgado sobre su boca, la cual esperaba abierta el semen que cayera de él. Poco a poco el semen fue escurriéndose por las paredes del preservativo, hasta llegar al borde, desde el cual, un gran goterón de esperma cayó hacia la boca abierta de Alba. Después una segunda gota de menor tamaño también se descolgó cayendo sobre su lengua. Con ayuda de los dedos, mi mujer fue exprimiendo aquel condón para aprovechar toda la leche que hubiera dentro de él. Unas últimas gotas se desprendieron de él. Alba cerró la boca y tragó la corrida de su jefe. Relamiéndose divertida mientras nos miraba. Aquello de vaciar el condón le había parecido realmente divertido, y metiendo la lengua en el interior del condón trató de rebañar los últimos restos. Juan Carlos aplaudió la ocurrencia de Alba y se acercó para darle un pequeño beso en los labios.
Alba comentó que iba a ir al baño a limpiarse un poco.
-No te preocupes, que te acompañamos –dijo Juan Carlos.
Los tres nos dirigimos al cuarto de baño. Alba se lavó la cara mientras Juan Carlos contemplaba desde atrás el cuerpo desnudo de mi esposa.
-¿Vas a mear? Me gustaría verte hacerlo –dijo el jefe de Alba.
Alba le miró extrañada un segundo, pero visto lo pervertido que había sido su jefe aquella noche, tampoco lo pensó mucho. Juan Carlos le ayudó a entrar en la bañera. Una vez allí, Alba de cuclillas, separando los labios de su vagina comenzó a orinar ante la atenta mirada de Juan Carlos, el cual, puso su mano bajo el chorro para notar la calidez de aquella dorada orina.
-Juan, comentaste que ella la se había bebido algún que otro meado, ¿verdad? –preguntó. Yo asentí. –Pues vente que vamos a mearla un poco.
Alba abrió mucho los ojos. No esperaba otra vez recibir una lluvia dorada. Pero no se atrevió a decir nada. Yo sonreí, ya que nunca había tenido ocasión de orinarla encima, iba a ser algo nuevo. Solo había hecho el amago de hacerlo en una ocasión, la vez que confesé que sabía que había follado con mis compañeros de trabajo, pero nunca llegué a echarle ni una gota. Hoy eso iba a cambiar.
Juan Carlos ya apuntaba con su polla flácida hacia mi mujer y las primeras gotas que gotearon desde la punta de su miembro anunciaban que ya venía el chorro. De repente, un fuerte chorro de orina impactó contra la cara de mi mujer. Ella giró la cara ante lo inesperado de aquel chorro de orín. Juan Carlos jugueteando con su polla, hizo que aquel chorro recorriera las tetas de Alba y bajara por su vientre hasta su coño, empapando los pelos de su pubis. Cuando acabo un pequeño charco amarillo se encontraba a los pies de Alba y toda ella estaba salpicada de gotitas doradas.
Juan Carlos entro con cuidado en la bañera y se colocó de rodillas detrás de Alba. Desde atrás, metió ambos dedos índices en la boca de mi mujer, separando sus mejillas y obligando a Alba a abrir la boca.
-Ahora te toca a ti, Juan –anunció.
Apunté con mi polla a Alba. Notaba que ya llegaba la orina y dirigí el chorro contra su cara. Le dio en el cuello, así que con los dedos levanté mi polla para que de esa forma el chorro acertara en el interior de su boca abierta. Comencé a llenarle la boca de orines. Cuando estuvo llena, la orina se derramaba por sus labios y su barbilla. Se acabó el chorro. Juan Carlos, que seguí detrás de ella abriéndole la boca, el cual inevitablemente había sido también salpicado por mi meada aunque al él no le pareciese importar, colocó una mano en su boca, impidiendo que la abriese. Alba no tuvo más remedio que tragar la orina que le quedara en la boca.
Satisfechos por el comportamiento de Alba, los chicos nos dimos una ducha rápida, dejando luego a Alba que tranquilamente se duchara y limpiara. Nos acercamos al salón a terminar aquellas copas de vino que teníamos a medio empezar. Cuando Alba salió de la ducha, Juan Carlos estaba terminado de vestirse. Ya se iba a ir ya que era tarde. Se acercó a Alba y la besó en los labios.
-Nos vemos el lunes en el trabajo –dijo alegre guiñándola el ojo y se marchó.
Una vez solos, Alba se giró y me miró. Notaba el enfado en su mirada.
-¡Eres un cabrón! –me espetó.
-¿Yo? ¿Por? Yo juraría haberte visto gritar como un perra mientras él te follaba –sus ojos echaban chispas. –No mientras y reconoce que te ha puesto cachonda ser la puta de tu jefe.
-Sí me ha gustado, pero eso no quita el marrón en el que me has metido. Es mi jefe, joder. Que se pueden enterar en el colegio.
-Lo sé. Por eso mismo lo he hecho. Tú has seguido hablando y quedando con Pablo sin decírmelo. Poniéndome en una situación comprometida en el trabajo. Así que ahora te toca a ti sufrirlo. Tenía que castigarte. –dije guiñándole un ojo para rebajar tensiones.
Alba no dijo nada. Cogió su copa de vino y la apuró de un trago.
-Eres un cabrón… -dijo mientras se dirigía al dormitorio.
Su tono había cambiado, ya no había tanto enfado en su voz. Comprendía el motivo del “castigo”. El haberla hecho follar con su jefe, no solo tenía el morbo de la dominación por parte de un superior. También para Alba existía la vergüenza de follar esta vez no con un desconocido con el que no existía ningún tipo de vínculo, sino con un compañero de trabajo y la posibilidad de que otros compañeros pudieran conocer intimidades de ella. Yo solo deseaba que llegase el lunes y comprobar cómo pasaba aquel día Alba en el trabajo.