Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 5)

Mi jefe, tras mucho insistir, consigue que orquestemos un perdón fingido de cara a mi mujer con el fin de volvérsela a follar.

-¡Joder! ¿Habéis follado con un negro? – Pablo comenzó a reír. –Sí que te has tomado en serio que se follen a tu mujer. ¿De dónde ha salido?

Había comenzado a relatarle a Pablo lo ocurrido durante el fin de semana.

-Es un chaval que pide a las puertas del centro comercial que está junto a la gasolinera.

-Así que un mendigo… Tratas a Alba como la puta de los necesitados –comentó chistoso.

¡Eh! No te pases. Alba no es ninguna puta. Y Tafari no es mendigo. Tiene un trabajo, solo que por las tardes se gana unas monedas de ese modo. Además, ¿crees que dejaría a Alba con cualquiera?

-Tranquilo Juan, solo bromeaba. Sabes que tengo un gran aprecio a Alba y la echo de menos.

Pronunció las últimas palabras con un tono especial, buscando una respuesta por mi parte. Desde hace unas semanas, primero por el interés de Alba por Abraham que eclipsó totalmente a Pablo y después, cuando Alba  supo por mí que sabía todo lo que había hecho por las grabaciones de éste, mi mujer llevaba tiempo sin dirigirle la palabra. Y por supuesto sin follar con él. Pablo en un principio se mostraba indiferente, feliz por haberla pervertido y haber sido él el primero en probarla fuera de su matrimonio, pero parecía que la echaba de menos. Cuando supo lo de las grabaciones, Alba mandó le mandó un mensaje para recriminarle su comportamiento, intentando zanjar el tema, aunque tras la respuesta de Pablo, siempre zalamero y embaucador, Alba había respondido con un nuevo mensaje que daba cierta esperanza a un perdón por su parte.

-¿Te ha vuelto a escribir? –pregunté.

Pablo sonrió. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y extrajo su teléfono móvil. Buscó la conversación de chat y me la mostró.

“Ya veré si te perdono en algún momento. De todos modos tendría que pensar el modo de que me compensaras. Además has dicho que harías cualquier cosa, así que tendré que meditarlo con calma…”

Ese fue el último mensaje de Alba del que tenía constancia. Luego la conversación seguía:

“Bueno cariño, tú piénsalo con calma y ya me dirás qué piensas ;)”. Había respondido Pablo.

“Joder, tío. Es que has sido un cabrón. Lo que hicimos sabes que estuvo mal. Yo he traicionado a mi marido. Por suerte me ha perdonado y seguimos juntos. Y tú has traicionado a tu amigo follándote a su mujer y encima lo grabas y se lo enseñas. ¿En qué pensabas?”. Contestó Alba.

Noté una punzada en el pecho. Podía notar el arrepentimiento de Alba, pero por otro lado, ella volvía a tener una conversación con Pablo a mis espaldas. Tampoco podía echarle nada en cara. Yo seguía siendo en parte el instigador de todo lo que ha pasado, así que ha engaños estamos empate.

“Lo sé, se me fue la olla. Pensé que la apuesta que hicimos había que demostrarla con pruebas. No pensé lo que hacía. Estaba cegado por tú culpa. Tía, estás muy buena y follar contigo era una locura. Me cegaste y no pensé... XP”. Pablo es un cabrón y sabe muy bien lo que hace y cómo lo hace. Parece que tiene un don especial para llevarse las cosas a su terreno y obtener lo que quiere.

“Jajajaja. ¡Capullo! Mira, ya he pensado lo que puedes hacer para que te perdone. Arregla las cosas con Juan. Si volvéis a ser amigos, tú y yo también ;)”

“Jajajajaja. Hecho. Me pondré con ello.”

Ahí terminaba la conversación por WhatsApp entre ellos dos. Ahora me surgían dudas. La petición de Alba sería un intento sincero de arreglar la supuestamente rota relación entre Pablo y yo, o por el contrario lo que esconde es el intento de retomar su “amistad” de una forma, digámoslo así, legal para evitar de este modo remordimientos y engaños.

Algo me hacía inclinarme por la segunda idea. No sabía cómo sentirme. Si era así, me estaba utilizando. Pero vuelvo a pensar que no puedo reprocharle nada. Yo también la utilicé. Pablo se aprovecho de la situación que yo permití. Es cierto que luego él se pasó en algunos momentos. Pero yo lo permití. Además la utilicé para que se follara a dos camioneros rumanos. Y la utilicé también para que se follara a un negro, aunque yo participara de ese trío. Con Pablo parecer ser que le vincula un tipo extraño de relación. Él fue quien le inició en todo este camino de sexo que hemos comenzado a recorrer. Supongo que eso hace que él sea de alguna forma especial. Y si, aunque sea de manera secundaria para ella, existía y existe una relación de amistad entre él y yo, eso hace que el retomar la relación pueda ser importante para Alba.

-¿Así que habéis hablado? –la pregunta era obvia.

-Sí. Y hay un modo de arreglar todo, ya lo ves. –sonrió. –Podemos volver a estar como al principio. Y eso a ti te facilitaría las cosas. Ya no tendrías que seguir fingiendo que no nos hablamos. Te ahorraría estrés de pensar que te puede pillar en un renuncio y adivinar tu mentira.

-Tranquilo que no me estreso por eso. Directamente no hablamos de ti –dije divertido.

Pablo sabía cómo darle la vuelta a la tortilla para que las cosas se pongan a su favor. Lo cierto es que así podríamos normalizar las cosas entre los tres. Aunque he de ser sincero. Me daba un poco de rabia que Pablo consiguiese las cosas tan fácilmente.

-Entonces, ¿qué? ¿Volvemos a ser amigos? –dijo riendo.

-¿Así, tan fácil? ¿Qué vas a hacer escribirla ahora y decirle que somos amigos? Eso quedaría poco creíble. Hay que darle tiempo, para que piense que estamos conversando, intentando aclarar lo que pasó. No puede ser todo de la noche a la mañana. –Así podía hacerle sufrir un tiempo al obligarle a tener que esperar para ganar su recompensa.

-Tienes razón –dijo a regañadientes. –Habrá que dar un par de días.

-O semanas. Que una traición de este tipo no se perdona tan fácilmente –dije riendo.

Pablo abrió los ojos viendo como yo alargaba en el tiempo lo que él quería que ocurriera ya.

-O semanas… -dijo finalmente con tono lastimero aceptando la situación y mis condiciones. –Entonces con el negro, ¿qué?

-Bueno, pues más o menos lo que ya te he comentado. Le conocí, hablamos de que viniera a casa a follar con Alba, y el sábado, sin que ella supiera nada, se presentó en casa.

-¿Y a Alba le gustó?

-¿El negro o la follada? –pregunté divertid. –Pues se quedó bastante impresionada con él. No sabía reaccionar, supongo porque tampoco se esperaba que apareciera un negro en casa un sábado por la noche. Pero sí le gustó. Y la follada más. Se quedó en casa a dormir. Por la mañana antes de despedirse echaron otro polvo y luego se ducharon juntos. Mientras me afeitaba veía como Alba se empeñaba en limpiar bien a aquel negro. Se afanaba bastante en que su polla quedara reluciente.

Ambos reímos.

-¡Joder con Albita! –exclamó Pablo. – En poco menos de dos meses lleva un buen currículum. Conmigo, con el viejo de Narciso, con el pollón de Abraham, con dos rumanos desconocidos, con un negro…

-Ya. Nunca pensé verla así. Y creo que ella tampoco se ha imaginado nunca llegar a esta situación. Pero creo que le gusta. Creo que está disfrutando de todo esto.

-No lo dudes –sonrió Pablo. –La están follando de lo lindo y está descubriendo cosas que tú nunca le podrías dar. No te lo tomes a mal, no digo que contigo no disfrutara. Pero ahora está conociendo nuevas cosas, a una gran variedad de hombres que le aportan cosas diferentes. Seguro que si la preguntas ahora, su sexualidad es mucho más completa.

Me quedé con esa idea en la cabeza. Es cierto lo que decía Pablo. No creo que antes Alba estuviera insatisfecha ni mucho menos. Creo que el sexo entre nosotros era bueno. Pero como dice Pablo, hay cosas que yo no podía ofrecerle. No podía ofrecerle el musculado cuerpo de Abraham. Tampoco la experiencia de desagrado que le generaba Narciso, lo que hacía que se sintiera sucia y puta, lo que hacía que se excitase. Tampoco podía ofrecerle sentirse así de puta de conquistar y follar con dos desconocidos como aquellos rumanos. Ni podía ofrecerle la enorme polla de Tafari. Eso, eran cosas que no podía experimentar conmigo. Ciertamente su sexualidad se estaba expandiendo. Yo no se lo podía dar, tendrían que dárselo otros. Pero sí que podían dárselo permitiéndoselo yo, lo que al final hacía que la experiencia fuera tanto suya como mía.

Además, el sexo entre nosotros había mejorado mucho. No existían tabúes entre ella y yo. Y hablábamos de todo sin tapujos. De hecho, comenzó a coger confianza y si paseábamos y veía a un chico que le gustaba me lo decía sin ningún pudor, incluso me daba detalles de lo que haría con él si lo tuviera delante y pudiera follárselo. Eso a mí me excitaba mucho, tanto que según llegábamos a casa corríamos al dormitorio a follar como salvajes y le pedía que me contara qué quería hacer con esos chicos que tanto  le gustaban. Eso ayudaba a que me corriera.

Otra cosa que cambió fue el sexo anal conmigo. Como ya dije anteriormente, el sexo anal era una especie de premio que ella me dejaba probar en contadas ocasiones, en días o momentos especiales. Después de que ya prácticamente todos sus amantes se la habían clavado en el culo, la práctica se normalizó entre nosotros. Prácticamente cada vez que follábamos acababa siempre dándole varias embestidas por detrás.

Lo cierto es que ahora estábamos mejor que nunca.

Durante todo este tiempo Tafari también fue protagonista de nuestros encuentros sexuales. Seguía viéndole después del trabajo, algunos días que acudía al centro comercial. Allí comentábamos recuerdos de aquella noche. Nos excitaba tanto la situación que en una ocasión ambos nos pusimos cachondos recordando a Alba, por lo que aprovechando la oscuridad de la tarde y colocándonos detrás del coche para que las transeúntes no pudieran vernos, nos sacamos nuestras pollas que ambos teníamos tiesas y enfrentados, las colocamos una al lado de la otra para sacar una foto. Tafari se apoyó en mi hombro para acercarse para la foto, lo que hizo que nuestras pollas se juntaran. Nunca había tocado la polla de otro hombre. Noté el calor que irradiaba aquella barra de carne negra en el lateral de mi polla.

Con el flash, mi polla se veía más clara, tirando a blanquecina lo que contrastaba con el color marrón oscuro del senegalés. Pero no era ese el único contraste. Sin duda el tamaño era el contraste principal. No es que tenga una polla pequeña, al contrario, tengo una polla normal, de unos 18 centímetros, pero junto a ese rabo, mi polla quedaba ridícula a su lado.

Mandé la foto a Alba con el siguiente texto: “Tafari y yo nos acordamos de ti”. Ya con las pollas guardadas en el interior de nuestros pantalones, aunque todavía abultando dentro de los calzoncillos nos reíamos de nuestra ocurrencia cuando vibró mi móvil. Era un mensaje de Alba. Al entrar en el chat con Alba solo había una foto, sin texto. La foto estaba dominada por el dorso de una mano en primer plano, cuyos tres dedos centrales se encontraban en el interior de un coño de labios peludos. Era sin duda el coño de Alba que nos contestaba al pequeño regalito que le habíamos hecho con un regalito para nosotros. Tafari y yo nos reímos. Le reenvié la imagen al móvil de Tafari, ya que el regalo había sido para ambos y tras hablar un poco me despedí.

Al llegar a casa, me encontré a Alba del mismo modo que estaba en la foto que minutos antes nos había mandado, desnuda de cintura para abajo. Solo tenía una camiseta puesta, sin sujetador abajo. Se acercó para besarme y al darme la mano la noté cálida y mojada. Instintivamente y aprovechando su desnudez, pasé la mano por su raja comprobando que estaba muy mojada. La mano sin duda, estaba impregnada de los flujos de su coño, ya que seguramente, se estuvo masturbando desde que envió la foto hasta que abrí la puerta de casa. Llevó la mano a mi entrepierna y notó el bulto que iba creciendo a cada segundo. Comencé a desnudarme con premura y mientras me retiraba la chaqueta y la camisa, ella desabrochaba mi pantalón y sacaba mi polla fuera. Comenzó a andar hacia el dormitorio. Me tenía agarrado por la polla y tiraba de ella como si fuera mi particular correa y yo fuese el perro al que pasear. De este modo me llevó a la cama y me tumbó en ella.

-¿No has traído a Tafari? –preguntó poniendo voz lastimera.

-¿Te hubiera gustado? –pregunté.

-¡Claro! Ojalá hubiera estado en el momento en el que os hicisteis esa foto. Así, tal cual estabais, con vuestras pollas juntas, una al lado de la otra. Si hubiera visto eso no hubiera dudado en metérmelas las dos en la boca –rió.

Comencé a reír, pero rápidamente fui acallado cuando su coño se sentó en mi boca.

-¡Calla! Has sido malo calentándome con mi negro y luego no trayéndomelo para que me folle. Así que vas a chupar hasta que yo quiera que pares.

No me pareció mal castigo. Comencé a chuparle el coño con verdadero gusto. Estaba más que empapado por lo que no era capar de distinguir la saliva que yo dejaba con mis lengüetazos del flujo de su coño. Ella a modo de castigo bajaba las caderas, de modo que aplastaba con fuerza su coño contra mi cara, tanto que en ocasiones me costaba respirar ya que presionaba con tanta fuerza que taponaba mi nariz, la cual estaba alojada en su culo. Alba comenzó a hacer movimientos circulares con las caderas. De este modo estimulaba otras zonas de su coño mientras yo lamía, ya que con ella encima presionando me era difícil moverme.

Hice el intento de masturbarme, pero ella me dio una palmada en la mano para que no me tocara.

-Te he dicho que es un castigo. Yo diré cuando te puedes tocar.

Me divertía mucho ser castigado de esta forma por mi mujer, pero la excitación era enorme y necesitaba que alguien me tocara la polla. Ella sabía que acabaría haciéndolo, pero estaba disfrutando retrasando todo lo que podía ese momento.

Con los diferentes movimientos de cadera, había ya restregado todo su coño por mi cara. Hasta en la frente tenía flujo. Se reclinó un poco hacia delante, lo que me dejaba al alcance de mi boca su culo. Comencé a lamerlo, intentando penetrarla con mi lengua su culo. Ella por su parte, parecía haber levantado el castigo, ya que se llevó mi polla a su boca. Con movimientos de cuello comenzó a mamármela. Sabía que iba a durar poco, primero por lo bien que me la chupaba y segundo por toda aquella excitación retenida. Mientras me la chupaba y jugueteaba con su lengua me acariciaba los huevos. Se metió un dedo en la boca y con él bien empapado en saliva comenzó a jugar con mi ano. Simplemente me frotaba el ano con él, presionando levemente. Eso, junto con su mamada hacía que desembocara en un fuerte orgasmo. Notaba que estaba a punto de correrme y justo antes de hacerlo, saqué mi lengua de su culo y rápidamente metí un dedo en él. Entre la saliva, la excitación y lo domado que tenía ya Alba el culo, el dedo entró hasta su base sin problemas. En ese mismo instante mi polla explotó en varios chorros de esperma que chocaron contra los labios y barbilla de Alba. Ella siguió chupando, centrándose en mi glande, el cual de lo sensible que se encontraba, hacía que sus lamidas fueran casi una tortura para mí. Solo cuando mi polla comenzó a perder consistencia y empezó a desinflarse, Alba dejó de chupármela, para levantarse e ir al baño a limpiarse.

Evidentemente la semana no terminó sin que Tafari no se presentara por casa. El sábado le llame para invitarle a tomar algo y ya de paso follarnos a Alba. Esta vez, no fue una sorpresa y mi mujer estaba avisada. Es más, fue ella la que insistió para que llamara a nuestro amigo negro y subiera a casa. En esta ocasión, Alba no se mostró tan tímida como la otra vez, muy al contrario. Según le vio entrar por la puerta se encaramó a su negro y prácticamente no le soltó. Costó mucho tomarse una copa antes de pasar al dormitorio, ya que continuamente Alba toqueteaba y besaba a Tafari. Tenía muchas ganas. Se ve que la foto que le mandamos aquel día le despertó el deseo por Tafari y hasta que no pudiera follárselo no iba a pasar. Efectivamente fue un polvo memorable. Alba no deseaba otra cosa que clavarse esa polla negra hasta los huevos. Tras varios orgasmos, parece que Alba pudo calmarse por fin e irnos todos a dormir, eso sí, agotados.

Por su parte, mi jefe continuaba insistiendo para ver si ya había pasado tiempo suficiente como para haberle “perdonado”. Durante esa semana le di largas, intentándole explicar que aún era pronto para eso, pero a la vez, mandábamos algún mensaje a Alba para que Pablo fuera comunicándole los pequeños avances que queríamos simular para dar veracidad a la historia.  Eran mensajes en tipo “Hoy nos hemos visto y nos hemos saludado cordialmente”, “Nos hemos encontrado en la máquina de café y le he preguntado qué tal todo”, pequeñas cosas que dieran la idea que poco a poco se iba recuperando la relación y que todo volvía lentamente a la normalidad. Alba por su parte respondía con mensajes de ánimo para que continuaran así las cosas. La verdad es que eran mensajes algo escuetos, lo que daba la idea de que sí podía ser que lo hiciera para que Pablo y yo solucionáramos nuestros “problemas”, en vez de ser la excusa para follar de nuevo con Pablo. Aunque para ser sinceros, si Alba quería follar con Pablo lo podía hacer de nuevo a mis espaldas sin más.

La siguiente semana nuestra relación había “mejorado”. Parecía que las supuestas tiranteces entre mi jefe y yo habían ido desapareciendo. No solo por la buena voluntad que supuestamente había puesto Pablo en recuperar nuestra amistad, sino también por las conversaciones que en casa Alba y yo habíamos tenido al respecto.

-Últimamente Pablo está demasiado amable conmigo –le comenté una noche a Alba.

-¿Sí? ¿Y eso?

-Parece que quiere que volvamos a ser amigos y perdone lo que hizo.

-Ya… ¿Y tú qué opinas?

-Hombre, lo que hizo contigo estuvo fatal –mentí.

-Ya… Pero, ¿tú qué quieres? Sinceramente.

-Pues no lo sé –volví a mentir. –Me molestó mucho lo que hizo. Pero por otra parte hemos sido muy buenos amigos y ha sido una amistad muy larga…

-Lo sé. Yo también tuve la misma culpa que él en lo que pasó. Y a mí me has perdonado. Incluso has hecho lo más difícil que ha sido perdonar la infidelidad de tu mujer.

-Ya. Pero es que tú, eres tú…

-Da igual, te engañé y te puse los cuernos. Y me has perdonado. Sí él es sincero y quiere pedirte perdón y tú en el fondo quieres retomar su amistad…

Me hacía gracia. Al saber toda la verdad, era gracioso ver como ella, intentaba reconducir mis palabras a una reconciliación con Pablo. Puede que estuviera siendo sincera y quisiera mi felicidad, pero yo mientras en el fondo pensaba en que lo que andaba buscando era la polla de Pablo y eso me excitaba.

-Bueno, veré cómo va transcurriendo todo y según las sensaciones que vaya teniendo así haré –de esa forma zanjé la conversación.

Un par de días más tarde, siendo ya un miércoles, Pablo y yo conversábamos sobre dar el último paso antes de nuestra reconciliación oficial. Habíamos acordado que él nos invitaría a su casa a cenar para poder así solucionar todo. Esa noche le di la noticia a Alba.

-Hoy Pablo me ha dicho que quiere que solucionemos las cosas de una vez por todas. Quiere, como muestra de buena fe, invitarnos este sábado a su casa a cenar y zanjar esto de una vez. Así se disculparía ante los dos. ¿Tú qué opinas?

-¿Yo? Pues no sé. Depende más de ti que de mí. ¿Tú quieres volver a tenerle de amigo?

-Puede. Ha sido una relación de mucho tiempo.

-¿Ves? Pues tú mismo te estás respondiendo –sonrió. –Si para ti es importante, no me importará acompañarte. En cualquier caso, si no te gusta o no estás cómodo es tan sencillo como levantarse e irnos.

-Vale. Entonces le escribiré y le digo que sí vamos este sábado.

Llegó finalmente el sábado. Lo cierto es que estaba algo nervioso. Nervioso por ver la reacción de Alba cuando viera de nuevo a Pablo. Él y yo lo habíamos hablado en la oficina los días previos. Hoy se iba a firmar la paz entre nosotros y habría que celebrarlo como se merece. Y viendo las circunstancias y cómo habíamos llevado nuestra relación desde entonces Alba y yo, lo que tocaba era con un polvo. No solamente Pablo recuperaría a Alba, o viceversa, sino que en esta ocasión yo participaría.

Pero a pesar de todo esto y que era algo que más o menos ya estaba planeado, la reacción de Alba ante Pablo aún me hacía ponerme nervioso por ver cuál sería.

No sé si Alba se olería algo de lo que pensábamos hacer Pablo y yo con ella, pero sea porque lo intuyera o no, lo cierto es que se puso verdaderamente guapa para la ocasión. Se puso un vestido azul muy bonito que se había puesto en muy pocas ocasiones y entre el peinado y el maquillaje, estaba realmente preciosa. ¿Preciosa para mí o para él? No lo podía saber. Quizá para ambos.

Llegamos a casa de Pablo a la hora acordada. Llamamos al portero y nos abrió Pablo. Mientras subíamos por el ascensor hasta el piso de este, Alba me apretó la mano.

-¿Nervioso? –preguntó.

-Un poco –respondí.

Ella me sonrió para tranquilizarme. Aunque responder que estaba nervioso formaba parte de mi actuación para intentar dar credibilidad a la situación, lo cierto es que en esa ocasión no fingía. Estaba realmente nervioso por volver a hacer coincidir a Alba con mi jefe.

Llegamos a su planta. Tras abrirse el portero, Alba me guió hasta la puerta del piso de Pablo y llamó al timbre. Ella ya había estado allí y recordaba perfectamente qué piso era. ¡Cómo para que lo olvidara después de lo que allí vivió! La puerta se abrió y para mi sorpresa no era Pablo quien nos abrió la puerta, sino una guapa morena. Me quedé un poco sin saber reaccionar, ya que no me esperaba a nadie que no fuera Pablo.

-¡Hola! Pasad, Pablo está ocupado preparando las cosas. Soy Sofía.

Según pasamos al interior del piso son saludó con dos beso a casa uno de nosotros. Por detrás de ella y saliendo de la cocina con un plato con diferentes quesos cortados, apareció Pablo.

-¡Hola! No he podido abriros que andaba ocupado con los aperitivos. ¿Qué tal? Bueno, ya conocéis a Sofía. Ella es amiga mía y ha venido a echarme una mano con la cena, ya que yo no soy muy buen cocinero –se disculpó. –Había pensado que si no os importa se podía quedar a cenar, por las molestias que se ha tomado en ayudarme.

Aunque estaba un poco descolocado por la presencia de Sofía, por cortesía respondimos que no había ningún problema en que ella se quedara a cenar.

-Muy bien, pues dejad las cosas por ahí. Si quieres Juan, échame una mano ahora con las bebidas –me dijo Pablo.

Me dirigí a la cocina con él. Las chicas se fueron juntas al salón. Cuando estábamos dentro y ya no podían escucharnos le pregunté:

-Bueno, ¿y está?

-Tranquilo, solo ha venido a echarme una mano. Después de cenar se irá. No nos va a estropear la noche, tú hazme caso.

Salimos de allí con cuatro copas de vino. Ya en el salón, tras repartir las bebidas. Nos sentamos y comenzamos a hablar de diferentes temas. La verdad es que Sofía hacía muy amena la velada. Era muy extrovertida, lo cual permitía que los temas fluyeran y el ambiente fuera muy relajado para todos. Tanto es así que parecía que éramos todos amigos de toda la vida. Además Alba y Sofía parecían entenderse muy bien. Comenzaron a hablar de vestidos y parecía que ambas compartían los mismos gustos con lo que pronto sintonizaron. Por nuestra parte, los chicos al encontrarnos excluidos de esa conversación, empezamos a hablar de deportes. Comenzaron las risas y las bromas y finalmente Pablo anunció nos fuéramos preparando para la cena, por lo que del sofá pasamos a la mesa del comedor. La cena que preparó Pablo con ayuda de Sofía (más bien al revés, Sofía con ayuda de Pablo) estaba realmente buena. Comimos de maravilla. Y tras los postres volvimos al salón para las copas. Preparamos los primeros gin-tonics de la noche. Siguieron las risas. Y en un momento dado, Pablo levantó su copa y dijo:

-Para que todos los errores que hemos podido cometer sean perdonados. ¡Viva la amistad!

Todos reímos. Yo brindé con él, formando de este modo nuestro perdón a ojos de Alba y Sofía. Ya era oficial, para Alba ya habíamos retomado nuestra amistad y no había motivo para poder fingir en casa que odiaba a Pablo por lo que hizo.

Las copas se terminaron, así que dejamos a las mujeres que mantenían la enésima conversación sobre vestidos para ir a la cocina a preparar una nueva ronda.

-Bueno, ya podrás respirar tranquilo. Ya no tienes que fingir más –dijo Pablo con una sonrisa.

-Es verdad. Ya a ojos de Alba volvemos a ser amigos.

-Sí. Ahora hay que firmar la paz como es debido –dijo divertido quiñándome un ojo.

Salimos con las copas en las manos. Cuando llegué al salón por poco no suelto ambas copas de golpe. Alba y Sofía estaban besándose mientras se hacían carantoñas y caricias. Era un beso dulce, tierno. Las lenguas de ambas jugueteaban entrelazándose. Era una visión realmente bella. Pero eso no quita para que aún tardara un par de segundos en reaccionar a consecuencia de lo que vi.

-Bueno, bueno… -dijo Pablo.

Ambas abrieron los ojos que mantenían cerrados mientras se besaban y nos miraron pícaras mientras nos sonreían. No dijeron nada. Solo nos miraron y volvieron a besarse. Durante ese beso Alba mantuvo los ojos abiertos unos segundos solo para mirarme, para cerciorarse de que la estaba mirando. Cómo no iba a hacerlo. Era maravilloso ver ese espectáculo. Pablo me dio un codazo para que espabilara, ya que seguía petrificado justo en el mismo sitio en el que me había sorprendido la escena, y con la cabeza me indicó que nos sentáramos enfrente, en unas sillas para seguir contemplado la escena.

Las manos de Sofía y Alba comenzaron a moverse por sus cuerpos, dejando atrás los hombros y los brazos que habían sido objeto de sus caricias. Ahora las manos bajaban por sus pechos, acariciándolos y agarrándolos. Sofía apretaba las tetas de Alba a través del vestido y ésta comenzó a bajar sus besos por el cuello de Sofía, mientras sus manos alcanzaban sus nalgas.

Nunca había visto a Alba con ninguna mujer y nunca me había hecho ninguna insinuación de que le gustara gente de su mismo sexo, pero ahí estaba besando y tocando a otra mujer. Para nada esto estaba en mis planes. Empezaba a sospechar que sí en los de Pablo, por eso la había hecho venir en una cita, en un principio privada, ya que el motivo era la reconciliación entre nosotros. Podía haberlo imaginado, pero la excusa que puso era convincente. De cualquier modo, ahora eso no me importaba. Ver a mi mujer besándose con otra me gustaba y ya mi polla luchaba contra la prisión que se había convertido el pantalón.

Sofía, tomó la iniciativa y comenzó a desnudar a Alba, que no tardó en colaborar y hacer lo mismo con ella. Rápidamente los vestidos de ambas estaban tirados por el suelo y ambas mujeres estaban únicamente cubiertas por su ropa interior. Alba agarró uno de los pechos de Sofía y lo sacó por encima del sostén. Mirándome a los ojos se agachó para meterse en la boca el rosado pezón de Sofía. Ésta suspiró y echó la cabeza hacia atrás, mientras que con una mano agarraba la cabeza de Alba para empujarla contra su pecho y con la otra se sacaba la otra teta que aún tenía cubierta. Alba jugueteaba con el pezón de Sofía que en respuesta a sus mordiscos y lametones se endureció rápidamente. Mientras mi mujer le chupaba las tetas, su amante aprovechó para desabrocharse el sujetador y también el de Alba, cuyas tetas se bambolearon al sentirse libres, y  lanzar ambos sostenes hacia donde estábamos nosotros sentados, que mirábamos absolutamente embobados la escena mientras bebíamos muestras copas.

Sofía recostó sobre el sofá a mi esposa. La besó y comenzó a bajar por su cuelo, pechos en los que se entretuvo unos minutos, tripa… Hasta que llegó a la zona de la braguita. Sofía miró a los ojos a Alba y la sonrió. Alba le devolvió la sonrisa como dándole autorización para lo que iba a pasar a continuación. Agarrando la goma de las bragas de Alba por la zona de las caderas, Sofía retiró las bragas de mi mujer y las lanzó hacia nosotros. Acarició el pubis de mi mujer y exclamo:

-¡Vaya! Uno peludito. Hacía tiempo que no veía uno así –dijo sonriendo.

Alba sonrió. Sofía lo había dicho divertida, casi con ternura. Con la misma ternura que aplicó a los besos que de dedicó a las ingles de mi mujer. Alba suspiraba y la respiración se le aceleraba. Como he dicho antes nunca había estado con una mujer y tener a una entre sus piernas, seguramente la hacía estar nerviosa. Sofía debía de saberlo porque en todo momento la trato con ternura y cariño y comenzó a comerle el coño son suaves lamidas. Alba no tardó en suspirar y comenzar a gemir.

Pablo se había agachado a recoger la braga de mi esposa que le había lanzado Sofía. Olió el interior de esta y sonrió, como recordando un olor al que echaba de menos. Sin dudarlo, se desabrochó el pantalón y se sacó la polla totalmente tiesa. He de reconocer que la situación me parecía rara. Ya había estado con otro hombre desnudo y follando, con Tafari, e incluso había visto a Pablo desnudo en los vídeos que me había mandado. Pero estar junto a mi amigo y él con la polla fuera que había comenzado a pajear viendo a la pareja de mujeres que follaban frente a nosotros, me parecía extraño. Pero mi polla pugnaba por salir también y la molestia de estar encerrada hacía que no me pensara mucho el si me sacaba la mía o no. Ahora es salón lo componían dos mujeres follando y dos hombres frente a ellas masturbándose.

Sofía continuaba lamiendo y chipando el coño de mi mujer. Los delicados lametones bajaron hasta su culo y lamieron también su ano. Todo esto lo acompañaba de un dedo que entraba y salía sin cesar del coño de Alba. Alba gemía y no abría los ojos. Pronto comenzaron las convulsiones indicativas de que se estaba corriendo. Fue realmente rápido. Posiblemente la situación, su marido y un amigo mirándolas y pajeándose con el espectáculo y la nueva experiencia de una mujer lamiendo su coño, hizo que el orgasmo viniera relativamente pronto. Sofía lo notaba y comenzó a apretar aún más fuerte el clítoris de Alba con su lengua con cada lamida, a la vez que aumentaba el ritmo de la follada con el dedo. Alba soltó un grito que consiguió ahogar a la vez que sujetaba la muñeca de Sofía para detenerla mientras se corría por primera vez. Debió de ser un orgasmo muy fuerte, ya que estuvo varios segundos con pequeños espasmos mientras intentaba recobrar el aliento.

Eso fue mucho para nosotros y tuvimos que entrar en acción. Nos levantamos con las pollas totalmente tiesas y ya sin pantalones ni calzoncillos. Mientras nos acercábamos nos quitamos el resto de la ropa que nos quedaba. Pablo se acercó hacía la convulsionada Alba y acercó su polla a su boca, la cual Alba engulló sin rechistar. Volvían a encontrarse.

Yo por mi parte me di cuenta en ese momento de algo. Si Pablo estaba con Alba, eso significaba que la única que estaba disponible era Sofía. Yo ya había compartido, queriendo o sin querer a mi mujer con otros hombres. Ya la había visto comiéndose la polla de otro. Pero en cambio yo no había estado nunca con otra mujer que no fuera Alba desde nuestro matrimonio. Mientras estaba con estos pensamientos descubrí que Sofía ya había agarrado mi polla y se la llevaba a la boca. Comenzó una muy buena mamada. Diferente a cómo me la chupa Alba. Imagino que cada mujer tiene su técnica y su forma de hacerlo, del mismo modo que cada hombre comerá el coño de una forma diferente o follará distinto. Posiblemente eso, la variedad de pollas, de hombres y las distintas sensaciones que cada uno de ellos genera es lo que ha hecho que Alba haya descubierto esa afición a follar con otras personas distintas a mí. La miré, estaba chupando con verdadero deleite la polla de Pablo. Abrió los ojos y me miró. No sabía que podía pensar al verme mientras me la chupaba otra mujer, pero en ese instante, sin sacarse la polla de Pablo de la boca, me sonrió mirándome a los ojos. Una sonrisa que sin duda significaba “relájate y disfruta”. La devolví la sonrisa y aparte cualquier pensamiento de mi cabeza para centrarme únicamente en la mamada que, hasta hace un par de horas, aquella morena desconocida me estaba ofreciendo.

Durante unos minutos continuamos así, en la misma posición, cada uno a un lado del sofá. Luego las chicas se arrodillaron en el suelo, muy juntas la una de la otra. Nos acercamos a ellas apuntándolas con nuestras pollas. Sofía volvió a chupármela a mí, mientras que Alba trabajaba la polla de Pablo. Mi mujer se sacó la polla de mi jefe de la boca y sin dejar de pajearla, acercó la cara a la de Sofía para compartir mi polla. Durante unos minutos ambas chupaban y compartían mi polla. Sofía lamía mis huevos, mientras que Alba se afanaba con el glande. Juntas recorrían el tronco de mi polla con sus labios. Luego le tocó el turno a Pablo, en este caso sin que en ningún instante Sofía soltara mi polla.

Pablo agarró a ambas mujeres del brazo y las hizo levantarse.

-Vamos al dormitorio que estaremos más cómodos –anunció.

Desnudos nos dirigimos los cuatro al dormitorio. Encabezaba la fila Pablo, le seguían las dos chicas cogidas estas de la mano y cerraba el grupo yo. Al entrar en el dormitorio, varias imágenes llegaron a mi memoria. Conocía perfectamente ese dormitorio. Era la habitación que tanto había visto en los vídeos que hace semanas me entregó mi jefe. En este caso, lo estaba viendo desde otro ángulo, otra perspectiva. Pero podía visualizar perfectamente a Narciso o a Abraham follando sin ningún miramiento a mi mujer. O ver el primer polvo que le echó Pablo, el que desencadenó todo. Sin duda, sin esa follada, hoy no estaría en esa misma habitación desnudo follando con otras tres personas más, entre ellas mi mujer.

Pablo acostó de lado a Alba en la cama. Él por detrás y sin perder ni un segundo buscó el coño de Alba. Mi mujer agarró la polla de éste por la cabeza y la dirigió a la entrada de su vagina. Cuando Pablo notó que su polla comenzaba a introducirse con un fuerte movimiento de cadera penetró a mi mujer. No hizo falta lubricar ni estimular nada, de eso ya se había encargado Sofía, por lo que comenzó a follarla con velocidad. Se le veía ansioso. Realmente tenía ganas de follarse a mi esposa.

Sofía se colocó de rodillas y apoyada por los codos, dejando su culo en alto para que yo la follara desde atrás. No dudé en hacerlo. Me posicioné detrás de ella, coloqué mi polla en su coño y empujé. Al igual que ocurre con las mamadas también cada mujer genera diferentes sensaciones con su coño. Mientras la follaba Sofía se encontraba en la cama enfrentada al coño de Alba. Tenía una visión privilegiada del coño abierto de ésta recibiendo la polla de Pablo, cuyos huevos rebotaban con cada envestida. Sofía acercó la cara un poco más y comenzó a lamer el clítoris de Alba mientras recibía polla. Pablo bajó el ritmo y sacó la polla del coño para ofrecérsela a Sofía que comenzó a mamar, limpiándola de todos los fluidos que en ella había del interior del coño de mi mujer. Cuando estaba limpia, Pablo volvió a introducírsela y continuó con la follada.

Saqué mi polla del interior de Sofía y cambiándome de posición en la cama, también pretendía que me la limpiaran, en este caso mi mujer. Me puse de rodillas junto a la cara de Alba y se le ofrecí. Ella la recibió en su boca y comenzó a saborear los jugos de Sofía. Nunca había probado los fluidos de otra mujer, solo los suyos propios, pero no pareció importarle. Sofía se acercó también para ayudar a Alba en la mamada a mi polla.

Pablo cambió de mujer. Colocó a Sofía bocarriba y él, colocándose encima, comenzó a follarla. Por nuestra parte, Alba y yo, nos recolocamos en la cama, subiéndose ella encima de mí. Estando así vi que Alba se sobresaltaba, giraba su cabeza a sonreía a Sofía. Ésta, a traición, aprovechando que se encontraba entre mis piernas y casi bajo el culo de Alba, había introducido un dedo por el ano de esta. Alba no se lo esperaba, de ahí el sobresalto, pero no pareció importarle que su nueva amiga le follara el culo con el dedo.

Seguimos así durante un tiempo. Con Alba encima de mí, con mi polla clavada en su coño y el dedo de Sofía, que ya habían pasado a ser dos, en su culo. De lo que no me había dado cuenta, es que Sofía, masturbando a mi mujer por el culo, en realidad estaba preparándoselo para lo que venía ahora. Pablo se incorporó y colocándose detrás de Alba colocó su polla en la apertura de su culo y lentamente comenzó a apretar, introduciendo más y más su polla en el interior del culo de mi mujer. Ahora ambos, Pablo y yo, nos follábamos a la vez a la misma mujer. A mi mujer. Y así comenzó la experiencia de mi primera doble penetración. Arriba Pablo es quien llevaba el ritmo y follaba casi con desesperación en culo de Alba. Ella, en medio de nosotros dos, intentaba moverse para acompañar el ritmo de las penetraciones, pero lo hacía torpemente. La sensación que debía sentir era demasiado intenta, tanto que apenas le permitía abrir los ojos. Se mantenía gimiendo y bufando sin apenas moverse. Y yo, bajo el peso de Alba y el de Pablo y los movimientos de este, me mantenía prácticamente quieto. Intentaba mover las caderas, pero Alba se estaba totalmente tirada sobre mi me lo impedía. A pesar de eso, no significa que no gozara. La experiencia de ver la cara de Alba de auténtico placer a escasos centímetros de mi cara era muy excitante y aunque mi polla estuviera prácticamente quieta en el interior del coño de mi mujer, podía notar desde dentro como era penetrada por Pablo y a través de la pared de tejido que separaba su coño de su culo, notaba las embestidas de este que frotaban mi polla. Mientras, la cuarta participante de esa noche, Sofía, se dedicaba o al menos lo intentaba, ya que los movimientos de Pablo lo dificultaban, a comerle el culo a mi jefe e intentar comerme los huevos a mí.

Pasaban los minutos y Pablo, completamente brillando en sudor sacó la polla del culo de Alba y se puso en pie. Alba sabía lo que significaba que la sacara con tanta urgencia, así que se desembarazó de mi polla y de rodillas se colocó a su lado. Viendo lo que iba a ocurrir yo también me levanté, pajeándome con fuerza y rapidez, mientras Sofía se acercaba a mí. Pablo no tardó en correrse. Con la urgencia de inminente corrida, el primer chorro no alcanzó su objetivo y salió despedido hacia las sábanas. Los otros dos chorros sí acertaron y entraron en la boca abierta de Alba. Esa imagen de mi mujer con la corrida de mi jefe en su boca hizo que se disparara mi excitación y notaba como me iba a correr en cuestión de segundos. Agarré la cabeza de Sofía ya que yo no quería errar en mi disparó y apuntando con mi glande contra su lengua me corrí descargando cuatro chorros de semen en su boca. Alba se había acercado para no perder detalle y se sonreía divertida aún con grumos de semen descolgándose por su barbilla. Ambas chicas se miraron, sonrieron y sellaron sus labios con un beso, mientras sus lenguas compartían el semen mezclándose en sus bocas.

Tras recuperar los cuatro el aliento, las chicas fueron al baño a limpiarse un poco. Pablo y yo fuimos al salón en busca de las bebidas que nosotros habíamos empezado y las que ellas ni siquiera habían probado. Teníamos que hidratarnos todos. De camino al salón. Pablo me sonrió.

-No ha estado mal, ¿verdad?

-No, nada mal –reconocí. –Además la presencia de Sofía ha sido toda una sorpresa.

-¡Claro! –dijo riendo. –Agradéceselo a tu mujer.

-¿Cómo?

Se acercó a recoger su móvil y me enseñó el chat que mantenía con mi mujer. El primer mensaje que me enseñó lo enviaba Alba.

“Hola. Juan ha debido de escribirte ya para decir que el sábado al final vamos a tu casa a cenar. He pensado que qué mejor reconciliación que un buen polvo, ¿qué opinas?”

¿Qué? Ella antes que nosotros había pensado en hacer un trío. Otra vez vuelta al punto de partida. ¿Se preocupaba por mí en esta fingida reconciliación o es que tenía ganas de follar?

“Lo cierto es que no se me ocurre ninguna forma mejor de hacerlo. Te tengo muchas ganas…” Decía en su contestación Pablo.

“Jejeje. Oye una cosa. A ver qué te parece la idea. Seguro que tienes una amiguita especial con la que follas alguna que otra vez. Qué te parece si la invitas también. Seguro que así Juan te perdona antes… ;)”

No podía salir de mi asombro. Me había quedado sin palabras. La aparición de Sofía esa noche, en el fondo había sido cosa de mi mujer.

-Tienes una mujer increíble… –dijo sonriendo Pablo mientras se alejaba con las bebidas hacia el dormitorio donde esperaban las chicas.