Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 3)

Por error le confieso a Alba que sé lo que ha estado haciendo con mis compañeros de trabajo. Esta confesión y el impactó que supuso en ella lo aprovecho para dar un poco la vuelta a la situación

Salí de mi oficina y me dirigí al bar como todas las tarde después del trabajo. Las imágenes del último vídeo que me había mandado Pablo aún continuaban rondando por mi cabeza. Mi esposa se había follado a tres compañeros de trabajo. Y no solo eso, sino que había quedado bien claro que era su puta. Reconocido por ella.

La mezcla de excitación y rabia aumentaba según me acercaba al bar. ¿Me encontraría a los tres que se habían follado a mi mujer? Entré. Pude distinguir al grupo al final de la barra. Estaban Arturo, Gonzalo y Narciso. Ni rastro  ni de Pablo ni de Abraham.

-¿Qué tal, cómo vais? –saludé.

-Aquí, hablando del partido de ayer –comentó Arturo.

¿No hablaban de mujeres? Puede que fuera porque no estaba Abraham y eso hacía que la retroalimentación con Narciso no desembocara en el tema de las chicas y el sexo. Pero por otro lado es verdad de Narciso no necesitaba ayuda de nadie para hablar de sexo. Y este fin de semana le había dado una excusa buenísima para tener tema de conversación. Aunque puede que hablar de haberse follado a mi mujer junto con más gente del grupo no fuera el tema más idóneo, sobre todo al implicar a más gente del trabajo. Aún así se le veía muy tranquilo para lo que es él.

-¿Qué tal os fue el fin de semana?- pregunté.

-Bueno, como todos, con la parienta –soltó Narciso.

¿Con la parienta? Sí claro, pero ¿de quién? La suya no, eso estaba claro. Más bien tendría que haber dicho que estaba con mi parienta. Una sensación de rabia me recorría el cuerpo. Tenerle delante me hacía recordar las imágenes que había visto momentos antes en el ordenador. Podía recordar nítidamente como se la follaba y al momento de correrse Alba le detenía para quitarle el condón y que de esa forma eyaculara en su interior. Recordaba cómo se besaban y él le lamía la cara, el muy cerdo. Cómo la obligaba a comerle su culo peludo o cómo al final acabó meando sobre ella. En ese momento, recordando esas humillaciones le partiría la cara, pero a la vez, notaba unas ganas irrefrenables de masturbarme de nuevo, porque recordar todas esas vejaciones hacia mi mujer y tener delante a quién las había llevado a cabo me ponía cachondo.

Intenté indagar un poco más, a ver si soltaba algo que de alguna manera insinuara lo que hizo el sábado por la noche, pero no hubo forma. En su mentira mantenía la historia de que había pasado el fin de semana con la aburrida compañía de su mujer. Pregunté por Pablo y Abraham.

-A Pablo por lo visto le ha surgido no-sé-qué de una venta y ha tenido que salir fuera. El otro no ha podido venir hoy. Por lo visto ha tenido un fin de semana movidito –sonrió Narciso.

¿Se estaría refiriendo a la noche con Alba?

Tras tomar algo me marché antes que de costumbre. Me dirigía a casa, pero no podía parar de pensar en el vídeo. Tenía que hablar con Pablo ya que todo se había ido de las manos. Cogí mi móvil y le llamé.

-¿Sí? Hola Juan, ¿qué tal?

-¿Qué cojones hicisteis el otro día? –le increpé. –Os habéis pasado.

-Lo sé, lo sé. Todo se me escapó un poco de control…

-¿Un poco? ¿Por qué tuviste que llevar a esos dos a que se la follaran también?

-Tranquilo Juan, cálmate. Te lo explicaré todo –Paró unos segundos, quizás para ordenar su argumento.  -Durante este tiempo, no solamente he quedado con Alba la vez que te mostré en el vídeo. Alguna tarde más nos vimos. Y por supuesto nos hemos mantenido en contacto y hablando por WhatsApp a diario. Por lo que hemos hablado de todo, entre otras cosas de nuestros vicios y fantasías.

›› Así ella me contó que le excitaría mucho verse rodeada de hombres que quisieran follarla y acabar liada con todos. ¿Nunca te lo había dicho?

-No –dije secamente. –Se ve que la conoces tú mejor que yo en ciertos aspectos.

-La cosa es que eso me dio una idea. Pensé que sería buena idea matar dos pájaros de un tiro. Por un lado cumplía su fantasía y por otro seguro que a ti te gustaba muchísimo ver eso que no follando solo conmigo. Porque te gustó, ¿no?

Durante unos segundos intenté hacerme el duro y no contestar, pero finalmente tuve que reconocerlo:

-Sí. Pero os pasasteis muchísimo con ella.

-Bueno, puede que un poquito, pero recuerda que muchas de las cosas las aceptó ella libremente. Por ejemplo, fue ella quien quiso que Narciso se corriera dentro de ella. Nadie le obligó, de hecho nosotros estábamos preparados con nuestros preservativos – Eso era cierto, todos se los habían puesto al principio de la noche. –Sí es verdad que Narciso se pasó un poco, sobre todo con el tema de mearla por encima. Pero no pareció que a ella le importara mucho. Mira lo que hizo conmigo. Fue ella la que me cogía la polla para que la meara. Y nadie le dijo que se lo tragara. Y la idea de que Abraham meara dentro de su coño fue de ella…

-Vale, vale, lo pillo… –estaba ya cansado de escuchar lo que yo en el fondo ya sabía. Puede que se pasaran con ella en ciertos momentos, pero la gran mayoría de situaciones las había provocado ella. De algún modo quería defenderla y culpar a los otros, pero sabía que no podía. –Lo que me jode es que hayas tenido que elegir a ellos dos. Con la de tíos que conocerás tienes que elegir a dos que conozco.

-Bueno eso le daba más gracia, ¿no? –rió. – Yo no les he dicho nada sobre ti. No saben con quién han follado. Así que tranquilo que tu reputación está a salvo conmigo.

›› Narciso ya sabes cómo es. No paró de preguntar sobre ella desde que conté que habíamos follado. Entre bromas le dije que un día se vendría conmigo a follársela y estuvo entusiasmado. Así que cuando vi que esto podía producirse pensé en él. Además me hacía gracia que un guarro como él se la follara solo por ver qué podía pasar.

›› Y pensando en quién más podría venir pensé en Abraham. Quería ver cómo se acobardaba, para demostrar que su chulería se basaba en una mentira, pero estaba equivocado…

Era cierto. En el vídeo quedó demostrado. Era un follador nato. Además que no mentía en las dimensiones de su polla. Vi gozar a Alba como nunca gracias a él.

-Eso sí, –continuó Pablo – llevar a Abraham fue un error.

-¿Por?

-La he perdido.

-¿A qué te refieres? –pregunté.

-Pues eso, que la he perdido. Ella ha perdido todo el interés ya en mí. Desde que vio a Abraham ha quedado como hipnotizada. ¿No la viste gritar? –rió. –Después de lo que viste en el video nos fuimos al baño a ducharnos. Ellos se ducharon juntos y estuvieron frotándose y besando continuamente. Una vez limpios, Narciso se fue a su casa, pero como Alba iba a pasar la noche en la mía, me pidió si Abraham podía quedarse. Yo no me negué, pero ella me pidió la habitación para ellos. Yo tuve que conformarme con irme a  la de invitados. ¡En mi propia casa!

¡Vaya! De alguna forma, notaba a Pablo celoso. Abraham le había robado la amante. Lo extraño de la situación es que me lo estaba contando a mí que era el marido.

-Pasaron la noche follando. No se escuchaba otra cosa que los movimientos de la cama y los gritos de Alba. Ya era cerca de la madrugada cuando pararon y se durmieron. Yo en venganza me corrí en su cara mientras dormía –dijo entre carcajadas. Lo recordaba bien, ya que se había molestado en grabarlo. – Se despertaron cerca de la hora de comer y se marcharon juntos. Según dijo Abraham iba a acercarla a tu casa, pero por un mensaje que me mandó por la tarde se entretuvieron follando dentro de su coche en un parque. No sé qué es lo que hicieron.

Ahora entiendo el mal aspecto que tenía Alba cuando por fin apareció en casa. Había tenido un auténtico maratón de sexo durante la noche y parte de la mañana. Normal que lo único que quisiera nada más entrar en casa fuera dormir y reponerse.

  • Ahí es donde pierdo la pista a tu mujer. La escribí por la tarde para preguntar. Solo me mandó un mensaje para agradecerme la noche y poder haber cumplido su fantasía. No ha vuelto a escribirme. Entiendo que me ha cambiado por el jovencito musculoso de la polla grande –rió.

-¿Entonces no vas a volver a quedar con ella? –pregunté.

-No lo sé. No parece que ahora le interese yo mucho. Con el tiempo intentaré volver a quedar con ella, no me gustaría perder a esa fiera.

El que Alba quedara y follara con Pablo me daba cierta seguridad. Estando con él podía saber más o menos que ocurría con ella y dónde estaba. Si Pablo la perdía, no podría controlar sus movimientos, por no hablar de que me quedaba sin vídeos…

Llegué a casa y como en las anteriores ocasiones, Alba no daba muestras de haberme sido infiel en ningún momento. Dentro de casa todo parecía como siempre. Eso me hizo replantearme algo. Que ella dominara tan bien la situación, como si no hubiera pasado nada, ¿se debía a que tenía unas muy buenas dotes como actriz y mentir se le daba muy bien, o por el contrarío significaba que mucho antes de que pasara esto con Pablo, ella ya me había engañado con otros y por tanto este era el estado natural en ella?

Tras la cena, se marcho rápidamente a la cama. Alegaba estar cansadísima ya que hoy en el gimnasio había hecho más ejercicio del que acostumbraba. Pude notar que tenía una ligera dificultad para andar con normalidad. Le pregunté:

-¿Y esa cojera?

-¡Ah! Son solo agujetas. Ya te he dicho, hoy me he pasado un poco en el gimnasio.

Estaba convencido de que esas agujetas eran por la sesión  de sexo duro que le dieron estos el otro día, que hoy han salido a la luz. O incluso puede que haya vuelto a ver a Abraham hoy en vez de ir al gimnasio, ya que acababa de recordar que hoy Abraham no había ido a trabajar. Todo podía ser…

Al día siguiente me encontré con Pablo en el trabajo. Me confirmó lo que yo ya suponía, que no había vuelto a tener noticias de Alba.

En la hora de las cervezas, nos juntamos todos. Hoy sí estaba al completo el trío que se folló a mi mujer. Pese a que hoy el tema de conversación volvía a tratar de sexo, ninguno de los tres hizo ninguna insinuación a la pasada noche con Alba. Me asombraba lo bien que fingían todos, parecía que lo que vi en el vídeo nunca se había producido en la realidad.

Abraham miraba y contestaba continuamente a los mensajes que le llegaban al móvil. Por curiosidad miré el mío. Dentro de los diferentes chats de WhatsApp entré en el de mi mujer. Puede ver que aparecía como “en línea”. ¿Estarían los dos en ese mismo momento hablando?

Nada más pude sacar de esa tarde. Era muy irritante comprobar que ninguno de los amantes de mi mujer daba aunque fuera la más mínima pista sobre lo que pasó el otro día.

En casa, mientras cenábamos, el móvil de Alba no paraba de vibrar. Estaba seguro de que Abraham era el que mandaba esos mensajes.

-¿Quién te escribe tanto?

-Nada, las chicas del trabajo. Ya están planeando otra quedada –seguramente fuera otra mentira para poder así tener una excusa para quedar, muy probablemente con Abraham.

-¿Otra? ¡Pero si hace nada saliste con ellas! Trae déjame el móvil que las contesto de que no puedes salir tanto y desatender así a tu marido…

Mientras lo decía agarré el móvil de la mesa y me giré para intentar desbloquearlo. Evidentemente no pude. Primero porque en cuanto agarré el móvil ya tenía a Alba sobre mí intentándomelo quitar. Segundo porque, aunque ambos conocíamos nuestros patrones de desbloqueo, pude comprobar que ella había cambiado el suyo, impidiéndome entrar en sus conversaciones.

Con el móvil en la mano y visiblemente nerviosa, Alba me miraba con los ojos muy abiertos, como si yo la hubiera pillado en un renuncio o sospechara de algo. Esa muestra de “miedo” vamos a llamarlo así, me gustó.  Verla en esa situación de cierta inseguridad he de confesar que me agradó.

-¿Te tengo desatendido? –dijo Alba rápidamente para cambiar el tema.

  • Sí, hace mucho que no tenemos sexo –dije como si no diera importancia a lo que había pasado antes con el móvil.

-Tienes razón, estas últimas semanas no te he hecho mucho caso. He tenido un poco de lío en el trabajo y además las salidas los fines de semana con las chicas… ¿Tienes ganitas?

-Claro –respondí, como si no supiera que el lío en el trabajo y las salidas con las chicas eran en realidad los cuernos que me había puesto.

Nos fuimos a la cama. Comenzamos a besarnos y a acariciarnos. Yo tenía muchas ganas. Aunque había estado pajeándome todos estos días como un loco con los vídeos, no había podido estar con mi mujer así, por lo que volver a tocar sus tetas y acariciar su coño era algo que echaba de menos.

Rápidamente nos desvestimos. Y ella se sentó en mi cara para que pudiera comerle el coño. Comencé a lamérselo. El que ella estuviera encima de mí, sentada en mi cara era algo que me excitaba muchísimo. Estaba totalmente supeditado a ella. Ella controlaba el tiempo que quería que se lo lamiera, ella dominaba y eso me gustaba. Mientras metía mi lengua en su coño y la punta de mi nariz se apoyaba en su ano, me venían a la mente las pollas que en ese coño que estaba lamiendo habían entrado. Mi polla que ya había comenzado a crecer, rápidamente reaccionó a las imágenes que veían a mi mente. Imágenes de Alba con Pablo, con el pervertido de Narciso y con el pollón de Abraham.

No sé si Alba pensaría algo parecido ese instante. ¿Ella también estaría recreando lo que había vivido los anteriores fines de semana? ¿Mientras le comía el coño fantasearía con que otro, tal vez Pablo o quizás Narciso, era quien estaba lamiéndola en vez de yo?

Viendo el tamaño que había adquirido mi polla, Alba se inclinó para llevársela a la boca. Comenzó a mamármela y durante unos minutos disfrutamos de un excitante 69. Mientras ella chupaba mi polla y jugueteaba con mis huevos, una idea recorrió mi mente.

Nunca lo había hecho Alba conmigo, pero ahora mismo tenía grabada la imagen a fuego en mi mente de Alba con la cara entre las nalgas de Narciso, lamiéndole el culo. El beso negro era algo que Alba nunca había querido practicar conmigo, pero que no dudó en hacerlo (y disfrutarlo) con desconocidos.

Me moví un poco para indicarle a Alba que quería salir de entre sus piernas, pero le agarré suavemente del pelo para indicarle que no parara de chupármela. Ella se recoló entre mis piernas. Estando en esa posición, aproveche y elevé las piernas, exponiéndole mi ano. Ella se quedó parada unos segundos, como si no entendiera lo que estaba haciendo. La miraba directamente a los ojos, observando su reacción. Sabía que había entendido perfectamente lo que quería que hiciera, pero ella, como si no supiera de qué iba la cosa continuó chupando mi polla.

La volví nuevamente a agarrar del pelo y tirando de ella, llevé su cara hasta mi culo.

-¿Qué haces? –protestó.

-Quiero que me comas el culo.

-Pero qué…

No dejé que hablara, no me interesaba. Apreté su cara contra mi culo. Ella se resistía pero finalmente noté como sacaba la lengua y la pasaba alrededor de mi ano, haciendo círculos con ella siguiendo el contorno de mi agujero. Yo estaba en ese momento en la gloría. No dejaba de apretar su cabeza contra mi culo con una mano, mientras que con la otra me pajeaba la polla que resbalaba sin ninguna dificultad gracias a las babas que había dejado en ella antes cuando me la estaba chupando. Alargué ese instante todo lo que pude. Esa sensación tan placentera no entiendo por qué me la había negado durante tanto tiempo, pero en cambio la regalaba sin ningún esfuerzo a cualquier otro.

Yo notaba que ella quería protestar. Cada vez que intentaba parar o decir algo volvía a aplastar su cara contra mi ano, dejando caer mi escroto sobre su nariz. Me encantaba tenerla así. No solo por el gusto físico que me producía su lengua en mi culo, sino por poder castigarla de alguna manera por los cuernos que me había puesto.

Cuando creí oportuno, pasaron varios minutos más así, le solté la cabeza. Ella se incorporó jadeando y con la boca y la nariz llena de saliva.

-¿Pero a qué coño juegas? –protestó.

-¡Calla!

Tiré de ella y la tumbé en la cama, bocabajo. Me incorporé y me tumbé encima de ella, intentándola aplastar con mi peso. Ella forcejeó, pero no le di opción a más, ya que la agarré por las muñecas inmovilizándola. Moví las caderas buscando con mi polla la entrada de su coño. Noté la humedad y el calor de él y con un fuerte movimiento de cadera introduje mi polla hasta la base. Tuvo que ser molesto para ella la rapidez con la que entró pues se quejó y chilló, pero en ese momento a mi me daba igual. Quería darle un escarmiento por lo que había hecho, por lo puta, como ella decía, que había sido follándose a empleados de mi oficina, además que en ese momento estaba tan cachondo que no pensaba en otra cosa que no fuera correrme.

Comencé a follarla con envestidas duras y profundas. Ella gemía, no sé si de placer o dolor, o tal vez una mezcla de ambas. Comencé a aumentar el ritmo. Estaba siendo un polvo violento pero no me importaba. Estaba muy cachondo, fuera de control. Las imágenes de los vídeos acudían a mi cabeza, lo que me hacía aumentar el ritmo. Además tenerla así, supeditada a mí y dominada me excitaba aún más.

En un momento dado se resbaló la polla y se escapó de su coño. La agarré para volver a meterla, pero me frené. ¿Por qué follarme su coño si tengo su culo? Coloqué el glande en su ano y empujé. Ella no lo esperaba y no estaba preparada. Chilló de dolor. La cabeza había entrado, pero aún era pronto para meterla entera. La saqué y volví a meterla en el coño, para lubricarla bien con sus fluidos. Nuevamente volví a sacarla y a presionar en su culo. Esta vez entro un poco más. Volví a repetir la operación entre los gritos de Alba. Poco a poco, la polla fue abriéndose camino en el recto de mi mujer hasta que la tenía dentro. Tardó en entrar menos tiempo del que yo esperaba. Seguramente, a pesar de todo, la agresividad de este polvo también ponía muy caliente a Alba.

Comencé a follarme su culo con rapidez y furia. Me daba igual acabar en dos minutos. Solo quería correrme. Follarme a mi mujer, a la que hace tiempo no probaba pero que sin embargo había sido usada por otros en más de una ocasión. Y así fue. La excitación hizo que en cuestión de minutos me corriera dentro del culo de Alba. Caí exhausto sobre ella, aplastándola nuevamente con mi peso. Así estuvimos unos instantes respirando entrecortadamente. Finalmente saqué mi polla de su culo y me tumbé en la cama mirando al techo, satisfecho por el polvo.

-Eres un cabrón –se quejó Alba mientras se tocaba el culo, posiblemente algo dolorido. –Voy al baño a limpiarme.

-Espera que voy contigo, tengo que mear.

Ella se sentó en la taza del baño y con un trozó de papel comenzó a limpiarse el culo del cual comenzaba a gotear mi semen. En mi menté volvió otra imagen del último vídeo. La vi sentada en la taza del wáter y sin dudarlo me acerqué a ella con la polla en la mano.

-Abre la boca, que tengo ganas de mear.

-¿Qué dices? –dijo ella mirando primero a mi polla que la apuntaba directamente a la cara y después a mí. -¿Vas a mear? Pues espera a que acabe.

-No, quiero mear encima de ti.

-¿Pero qué dices? Ni se te ocurra.

-Pues piensa que soy Pablo. O Narciso, o Abraham. Quien prefieras.

Lo dije sin pensar. Salió solo. Mi intención solo era hacer con ella lo mismo que la había visto hacer con otros hombres. Pero su negativa conmigo a hacer ciertas cosas que con otros sí hacía me había molestado. ¿Por qué me negaba a mí, que era su marido, lo que a desconocidos lo hacía sin rechistar? Esa irritación hizo que salieran de mi boca esas palabras. Palabras que brotaron sin control, sin pensar. Me había descubierto. Acababa de confesar que conocía sus infidelidades.

Alba se quedó pálida y muda. Me miraba fijamente intentando decir algo pero solo salían sonidos balbuceantes.

-¿Qué has dicho? –dijo con un hilo de voz.

Ya era tarde para disimular. Me había puesto en evidencia yo solo. No tenía sentido disimular.

-Sé lo que has estado haciendo con esa gente.

-Te lo puedo explicar… –su voz comenzó a temblar -¡Lo siento mucho! He sido una imbécil. Yo no quería, pero me dejé embaucar y perdí el control… -comenzó a llorar.

Me rompía el corazón verla así. No quería verla llorar. No era algo que yo buscara. Muy al contrario, me encantaba verla gozar con otros hombres. Ella lo disfrutaba y yo lo disfrutaba viendo. Pero veía una oportunidad en esto. Podíamos continuar disfrutando ambos, pero llevando yo las riendas de la situación. Aunque para ello, Alba tuviera que sufrir un poquito…

-No parecía que te embaucaran lo más mínimo. Por lo que sé no hacía falta obligarte mucho para que le chuparas la polla a mi jefe o a cualquier otro –continuaba intentando mostrarme severo y sonar afectado.

-¿Cómo lo has sabido?

-Porque lo he visto. Pablo el muy cabrón me lo enseñó. Lo sé todo. Es más lo tengo en vídeo grabado.

-¿Cómo que está grabado?

-Sí él lo grabó para enseñármelo y restregármelo por las narices. Se encaprichó contigo y me aseguró que podría acabar follando contigo sin ningún problema. Yo le reté pensando que él no se atrevería y sobre todo porque confiaba en ti… - Volvió a llorar. Me dolía ser tan duro con ella y hacerla sentirse culpable por algo que yo había propiciado y sobre todo, que había disfrutado. Pero confiaba en que esta jugada me saliera bien.

-Pero entonces, ¿entre vosotros..?

-Ya no hay nada. Corté mi amistad con él –mentí. -¿Cómo podría seguir teniendo una amistad después de lo que hizo? Tampoco puedo hacer nada más, porque en el vídeo se ve claramente que tú lo haces por tu propia voluntad. No es violación ni nada por el estilo. Lo peor es que ahora, cada día, tengo que aguantar ver al tipo que se tiró a mi mujer.

-Cariño, de verdad, lo siento mucho. No sé qué me ha pasado…

-¿Y ahora ese Abraham?

-Lo siento Amor, no volveré a hablar ni a quedar más con él, de verdad. Todo esto se me ha ido de las manos. Solo ha sido sexo. No ha habido nunca ningún tipo de sentimiento. Lo juro.

-Dejémoslo por hoy. Mañana tenemos que trabajar y yo estoy cansado de darle vueltas a este tema. Mañana lo hablaremos con tranquilidad.

Ahí acabó la conversación. Sigo pensando que fui duro con ella, pero también reconocía que disfrutaba de verla sometida. Podía sacar un gran provecho de la situación. Me dirigí a la cama y aprovechando que ella se quedó un rato más en el baño lavándose la cara después de haber estado llorando, cogí mi móvil y mandé un rápido mensaje a Pablo:

“Mañana te cuento todo. Si Abraham te escribiera di que no sabes nada. Si lo hiera Alba  dile que discutimos después de que me enseñaras el vídeo y ya nonos hablamos. Mañana te cuento todo. Confía en mí.”

A la mañana siguiente, en la oficina, Pablo acudió a mi despacho para saber qué había ocurrido.

-¿Pero qué ha pasado? Me tienes en ascuas. Abraham no deja de darme la murga con Alba. Dice que ya no le contesta a los mensajes y me pregunta que si sé algo. Ya le he dicho que a mí tampoco me contesta y que no sé nada de ella en días. ¿Qué has hecho?

-¿Yo? Solo le dije que sabía lo que había hecho con vosotros.

-¡Joder! ¿Y por qué lo has hecho?

-Simplemente se me escapó. No era mi intención decirlo, pero se lo dije.

-¿Y le has dicho también que lo he grabado y lo has visto?

-Sí. Te he puesto de amigo cabrón que me ha intentado robar la esposa y que lo grabaste para restregármelo por la cara. Ahora mismo ella cree que no nos hablamos.

-Así que la estás mintiendo, ¿no?

-Solo un poco. Ella ya me mintió antes. Ahora quiero sacar provecho de esto. Y tú podrías volver a recuperarla.

-¿Cómo? –preguntó Pablo visiblemente emocionado.

-Ha sido vuestra puta, ¿no? Ahora quiero que sea la mía. Y si es mi puta follará con quién yo quiera.

-Y con quien tú quieres me incluye a mí, ¿verdad?

-Según cómo te portes. De momento sigue con la historia de que no sabes nada de ella. Y si Alba quisiera hablar contigo le dices que tras enseñarme los vídeos, yo dejé de hablarte. Te tengo que soportar en el trabajo porque no me queda otra opción, pero nuestra amistad se acabó. ¿Lo has entendido?

-Sí, perfectamente –respondió Pablo con una sonrisa. –Joder tío, estás irreconocible –rió.

La tertulia en el bar fue como habitualmente solía ser antes de que ninguno de mis compañeros se hubiera follado a mi mujer. Por fin podía estar tranquilo y confiado en esas reuniones. Sentía que había recuperado de alguna forma el control sobre mi esposa. Al que vi diferente fue a Abraham que miraba continuamente el móvil. Imagino que esperaría algún mensaje de Alba que no llegaba. Tampoco me compadecí mucho de él. En un día o dos volvería a ser el mismo de siempre, después de hablar con alguna otra chica que caería rendida a sus brazos y se olvidaría de mi mujer. No había que darle más vueltas. De todos modos, no sería muy duro con Alba y muy seguramente en poco tiempo le daría permiso para volver con quien tanto le había hecho gozar.

Volví a casa. Alba me esperaba en el sofá. A pesar de que se había recompuesto en relación a la noche de ayer aún se podía ver en su cara cierta amargura y tristeza. Imagino que la idea de que pudiera dejarla y su vida cambiara por completo la martirizaba. En el fondo sabía que me quería y que lo que tuvo con ellos únicamente fue sexo, aunque en ocasiones, como ocurrió con Abraham, esa frontera pudiera ser algo más confusa. Pero la veía realmente afectada. Pronto eso iba a cambiar, no quería que sufriera más de la cuenta. Pero aún debía mostrarme serio y afectado.

Cenamos prácticamente sin hablar. Tras la cena  busqué en el bolsillo de mi chaqueta y extraje la última memoria USB que me dio Pablo. La conecté en la televisión y comenzó a verse el vídeo con el que tanto me había masturbado. Alba lo veía con los ojos muy abiertos. Verse en la televisión comenzando a besar a Pablo delante de mí, hizo que se sonrojara de vergüenza. Pude notar como se le humedecían también los ojos.

-Esto es lo que tuve que ver. Esto es lo que vi de ti –dije.

-Lo siento, de verdad… –Alba intentaba mirar hacia otro lado debido a la vergüenza que le producía verse en pantalla.

Avancé un poco más la película. Ahora veíamos la escena donde Pablo le comía el coño mientas ella estaba con la monstruosa polla de Abraham en la polla. Seguí avanzando más la película, viendo distintas escenas. Alba no decía nada, veía, o mejor dicho, se veía follando y chupando a otros hombres. Por mi parte, las escenas que habíamos visto habían conseguido su efecto y bajo el pantalón mi polla ya había adquirido un tamaño considerable. Me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos y comencé a masturbarme muy lentamente. Alba me miró asombrada. No daba crédito a que estuviera pajeándome viendo como ella, en la pantalla del televisor, aparecía siéndome infiel con otros hombres.

-¿Pero qué...?

-¡Calla! –la interrumpí.

Seguí masturbándome y cambiando de escenas. Cada vez estaba más cachondo. Miraba a Alba y no sabía descifrar qué estaría pensando en ese momento. Parecía algo menos nerviosa que cuando comenzamos a ver la película, pero el hecho de tenerme al lado en el sofá pajeándome debería de parecerle extraño.

Finalmente, ya casi acabando el vídeo, apareció la famosa escena donde era meada por Narciso.

-Eres nuestra puta, ¿no? –se escuchó decir a Narciso en la pantalla.

-Sí –respondió Alba en el televisor.

Paré el vídeo y la miré. Ella estaba roja por la vergüenza de haberse declarado la puta de mis compañeros. Me levante. La agarré por el pelo y presioné mi polla contra sus labios. Finalmente ella tuvo que abrir la boca y recibir mi polla hasta su garganta. Agarrada del pelo, comencé a follarle la boca.

-Así que eres la puta de todos ellos, ¿eh? – pregunté sin esperar contestación. Alba continuaba con mi polla follándole la boca de donde solo salían ruiditos guturales e hilos de saliva caían por las comisuras de sus labios. –Pues mira lo cachondo que me pone que seas así de puta. Pero si eres su puta, también serás la mía. Y yo seré tu chulo. ¿Lo has entendido?

Saqué mi polla de su boca. Alba dio una gran bocanada de aire, ya que con mi polla en la boca le resultaba difícil respirar. Largos hilos de saliva unían mi polla con sus labios.

-¿Lo has entendido? –repetí.

-Sí –dijo Alba tímidamente.

-Dilo –inquirí.

-Sí, seré tu puta.

Me agaché agarrándola por la nuca y nos besamos. Fue un beso apasionado. Era un beso de reconciliación, pero además un beso que sellaba el pacto tácito al que habíamos llegado, donde yo asumía que ella iba a acostarse con otros hombre y que además yo lo disfrutaba y me excitaba; y ella asumía el rol de puta, el cual había descubierto que tanto le gustaba.

-Vístete –le dije. –Vamos a salir.

Alba me miró asombrada, pero no se atrevió a decir nada. Fue a coger una sudadera, pero la paré. Mire en su armario y saqué un vestido.

-Este –dije.

Y ella obedeció.

Cogimos el coche y en silencio atravesamos la ciudad. Ella no sabía a dónde nos dirigíamos y miraba constantemente las calles por las que pasábamos a ver si podía distinguir algo que le diera una pista de cuál era nuestro destino.

Finalmente llegamos a una gasolinera de las afueras de la ciudad. Rodeamos la gasolinera hasta llegar al aparcamiento que había detrás. Era una zona amplia, de asfalto que en los últimos meses se había utilizado como una improvisada área de descanso para camioneros, donde aparcaban sus camiones, descansaban, comían y dormían hasta el día siguiente que continuaban con su ruta. Paré el coche en un extremo del aparcamiento y apagué las luces. Pudimos ver que había cuatro camiones aparcados. No había mucha actividad a esas horas de la noche salvo por dos hombres que sentados en sendas sillas plegables bebían cerveza a la luz de una farola junto a sus camiones. Yo sonreí.

-Ahora vas a volver a demostrar lo puta que eres. Sal del coche y ve allí. Quiero que te los folles.

-¿Qué? –preguntó Alba sin salir de su asombro.

-Lo que has oído. Estoy harto de ver como follas con otros por un ordenador. Ahora quiero verlo en vivo. Ve con ellos, ponles cachondos y fóllatelos.

Alba me miraba fijamente a los ojos, como si evaluara la situación. Imagino que follar con esos dos desconocidos no le haría especial ilusión, o tal vez sí. Puede que follar con desconocidos delante de su marido le gustase. En cualquier caso, sin decir nada, abrió la puerta del coche y salió del él. De pie, en la calle, se arregló un poco el vestido y comenzó a andar hacia donde estaban los dos hombres.

Podía ver como andaba contoneándose mientras se acercaba a los dos tipos. Uno de ellos, muy moreno y con barba de tres días, que se encontraba de frente a nosotros hizo un movimiento con la cabeza para alertar a su compañero de que Alba se dirigía a donde estaban ellos. El compañero se giró para ver lo que su amigo le decía. Era bastante corpulento y tenía algo de barriga, con el pelo rapado, aunque se podía ver que lo tenía rubio. Por el aspecto de ambos debían de ser rumanos.

Ambos miraban de arriba abajo a la mujer que se aproximaba. Podía ver como una sonrisa aparecía en la boca de ambos mientras, sin duda, estaban desnudando mentalmente a mi mujer. Eso me excitaba sobremanera. Bajé la cremallera del pantalón y saqué mi polla.

Pude ver que Alba se paraba delante de ellos. Compartieron algunas palabras que desde el coche no llegaba a escuchar. Los tres rieron. Uno de ellos sacó un paquete de tabaco. Ofreció un cigarrillo a su compañero y otro a Alba. Nunca había visto a Alba fumar, salvo en el primer vídeo con Pablo, pero no delante de mí. Me excitó verla. Ella se acercó al rubio que le ofrecía fuego. Tras la primera bocanada, volvieron a hablar. Señalaban a los camiones, seguramente les había preguntado por ellos. Siguieron hablando y los rumanos le ofrecieron cerveza de sus botellines. Ella inesperadamente se sentó a horcajadas sobre el rubio corpulento. Le agarró el botellín, dio un trago y seguidamente le besó. El moreno sonreía al verlos y se frotaba el bulto que había comenzado a crecer en su entrepierna.

Tras un largo beso con el rubio, el cual desde que ella se sentó encima de él no había parado de sobarle el culo, se levantó y se acercó al moreno. Se sentó sobre sus piernas e igualmente le beso. Este rápidamente echó mano a sus tetas, bajándole un tirante del vestido y del sujetador, dejando su pecho al aire. El rubio, dio una última calada a su cigarro y lo arrojó al suelo, se incorporó y se acercó a donde estaba mi mujer con el moreno. Podía ver como Alba, mientras besaba al camionero moreno, no paraba de sobar la zona del pantalón de este donde estaría su polla.

El rubio, se desabrochó el pantalón y sacó su polla. No era una polla excesivamente larga, pero sí se veía gruesa desde donde yo estaba. Cogiendo a Alba por los hombros la giró hacia él. Ella se acuclilló en el suelo, tiró el cigarro y agarrando la polla que el rumano le ofrecía comenzó a chupársela. El otro por su parte se levantó de la silla y se sacó igualmente la polla. La suya sería más o menos de la misma longitud, pero mucho más fina.

Alba chupaba la polla del rumano corpulento, mientras este se apoyaba en sus hombros. No lo debería hacer muy mal, ya que podía ver como el rubio cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás. El moreno, mientras esperaba su turno, se pajeaba para no perder la erección y se agacho detrás de Alba metiendo la mano por debajo del vestido. Podía observar que movía el brazo, por lo que supuse que una vez dentro del vestido, habría buscado el coño de mi mujer y apartando las bragas, estaría masturbándola con los dedos.

Alba hundía la cara contra el pubis del rubio, intentando meterse la polla de ese rumano lo más profundo que su boca permitiera. Mientras ella misma se bajó el otro tirante del vestido quedándose con las dos tetas al aire, oportunidad que aprovechó el rubio para magrearle los pechos.

Alba giró sobre sus talones, enfrentándose al jovencito moreno. Este se levantó colocando su polla a la altura de la cara de Alba. Sin perder un instante se llevó su polla a la boca. Con este chico tenía más facilidad para metérsela en la boca, al ser más fina podía chupársela más rápidamente.

Estuvieron así unos minutos. El chico sacó su polla de la boca de mi mujer. La empujó suavemente hacía atrás y colocó su polla entre las tetas de Alba. Ella envolvió entonces la polla del chico con sus tetas y comenzó a moverse haciéndole un cubana que el chico parecía estar disfrutando.

En ese momento el rubio se dirigió hacia las sillas donde habían estado anteriormente sentados y recogió un botellín que aún no había terminado de beberse. Se acercó a Alba y cogiéndola por las caderas la levantó. Ella de pie, seguía inclinada comiéndole la polla al moreno. El rubio se agachó, bajó sus bragas hasta la atura de las rodillas y hundió su cara en el culo de Alba. Comenzó a comerle el coño y el culo a mi mujer, mientras veía que con la mano que no sostenía el botellín se pajeaba su gorda polla. Tras unos minutos de comida de coño paró y dio un trago a la cerveza acabándola. Se incorporó, cogió a Alba del pelo tirando de él, lo que la obligo a sacarse de la boca la polla del moreno. Volcó el botellín y las últimas gotas de cerveza cayeron en la lengua de Alba, que las esperaba con la boca abierta. Una vez vacío el botellín se lo acercó a la boca y como si de una polla se tratara, lamió y chupó el cuello de la botella. Tras esto, tirándola nuevamente del pelo, la acercó a la polla de su compañero, el rumano joven, para que siguiera con la mamada que le estaba practicando. Entonces él cogió el botellín que había estado chupando Alba y le metió el cuello de la botella por el coño. Comenzó a moverlo y a masturbar a Alba con el botellín. Podía ver como Alba movía las caderas para acompañar el movimiento del improvisado consolador.

Estuvieron un tiempo largo. Podía ver que Alba ya no chupaba la polla del joven, solo la agarraba con la mano, mientras apoyaba la cara sobre el pubis de pelo negro del chico. Estaba con los ojos cerrados y la boca abierta. Seguramente la follada que le estaba propinando el rubio con el botellín de cerveza le había hecho tener algún que otro orgasmo. Satisfecho el rumano rubio paró, dio una fuerte cachetada a la nalga de mi mujer y sacó el botellín de su coño. Dijo algo que no pude entender, el moreno rió, seguramente alguna propuesta de brindis, ya que posteriormente elevó el botellín y chupó él el cuello de la botella de cristal saboreando los fluidos de Alba. Ella por su parte continuaba apoyada en el pubis del joven, seguramente reponiéndose después del orgasmo recibido.

El moreno se agachó y terminó de retirarle las bragas que lanzó hacia las sillas. Él se bajó los pantalones hasta los tobillos y se tumbó en el suelo. Alba entendió lo que le estaba pidiendo el chico, así que a horcajadas sobre él se colocó. Agarró la polla del joven y la guió hacía la entrada de su coño. En cuento el otro notó que se acercaba a su coño movió con fuerza la cadera, metiendo de un solo empujón la polla hasta los huevos. No tuvo que costar meterla ya que Alba para entonces estaría bien húmeda y la delgadez de la polla de este hacia que no fuera para nada molesta. Comenzaron a follar. Alba cabalgaba al joven el cual no paraba de dar azotes a las nalgas de mi mujer mientras se metía de manera intermitentemente las tetas de ella en la boca.

Prosiguieron así durante varios minutos. El rubio veía la escena sin parar de pajearse, igual que hacía yo dentro del coche viendo la escena. El rumano corpulento  le decía cosas al joven en su idioma que no podía entender. Pero al parecer lo que le pedía es que parara, que él también quería follársela, ya que el joven en cuando el otro le dijo lo que fuera que le diría, paró de moverse. El rubio agarró de la mano a Alba y la levantó, acercándola hacia su camión.

Ella se apoyó contra el camión y el rubio, por detrás, agarrando su gruesa polla la introdujo en el coño de mi esposa. Pude ver cómo Alba abría la boca cuando la polla del rumano rubio entró en ella. Seguramente el mayor grosor de esta polla sí que hizo que la notara y reaccionando así, con un grito,  cuando esta le taladró. Alba apoyada sobre el camión luchaba por mantener la posición, ya que el rumano la follaba con mucha fuerza, empujándola contra el camión que, de no tenerlo delante para poder apoyarse, hubiera mandado al suelo a mi mujer con sus fuertes envestidas.

Estaban así follando los dos de pie contra el vehículo cuando apareció otra persona más. Otro camionero que por los ruidos que estaban montando y los gritos de mi mujer, se había acercado a mirar. El espectáculo pareció gustarle, ya que no tardó en sacarse la polla y pajearse. Se acercó al rumano moreno, que de pie también se pajeaba viendo como su compañero se follaba a Alba. Ambos disfrutaban de la paja mientras hablaban, comentando tal vez lo guarra que era aquella desconocida que se había acercado a ellos para follar.

Con rapidez el rubio sacó su polla del coño. Empujando por los hombros a Alba la hizo ponerse de rodillas. El moreno comprendió que iba a correrse, así que se acercó para acabar junto a su compañero. Alba se encontraba entre las dos pollas de los camioneros con la boca abierta. El primero en correrse fue el rubio, que apuntó hacia el interior de la boca de mi mujer. Dirigiendo la polla para que ninguno de los chorros de semen cayeran fuera, fue llenando de leche la boca de Alba. Ante tal espectáculo, el moreno no tardó en acabar. Siguió la misma técnica de su amigo, pero para asegurarse de que no se desperdiciaba nada, metió la polla directamente en la boca de Alba, la cual cerró sus labios en torno a su glande, sellando así cualquier posible salida al semen. Cuando sacó la polla, Alba abrió la boca para mostrar su contenido blancuzco y grumoso a sus amantes. Cerró la boca y volvió a abrirla para mostrar que el contenido había sido ingerido. Los dos rumanos sonrieron y se estrecharon la mano, seguramente felicitándose por la follada que habían tenido y la suerte de haber encontrado esa noche a una mujer así.

Pero aún faltaba uno por acabar, el mirón. Se acercó hacía donde estaba el grupo y eyaculó sobre las tetas de mi mujer espesos y gruesos chorros de semen. Los tres rumanos habían sido bastante generosos con la cantidad de leche. Se ve que estar tanto tiempo en carretera sin mujeres con las que desahogarse hacía que sus huevos guardaran una gran cantidad de esperma, que esa noche habían podido liberar sobre mi mujer. Cuando terminó de echar la última gota, el mirón se sacudió la polla y la restregó por el pecho y el cuello de mi mujer, esparciendo el semen. Alba agarró la polla del mirón, que ya comenzaba a ponerse flácida y le dio un tierno beso en la punta del glande.

Alba se incorporó, no tenía con qué limpiarse el pecho, por lo que miraba alrededor en busca de algo que le pudiera servir. Los rumanos se rieron divertidos al ver así a mi mujer. El rubio se acercó y sin darle tiempo a Alba de nada, le colocó el vestido y el sujetador sobre el pecho manchado de semen. El resto volvió a reír. Parecía que les hacía gracia que ella se fuera sucia de allí, con el “premio” de la leche de sus chicos en el cuerpo y la ropa. El mirón se acercó a las sillas. Recogió las bragas que anteriormente habían lanzado y usando la parte interna de estas, se limpio los restos de leche que le quedaban en la polla. Les pasó las bragas al resto de rumanos que repitieron la acción, limpiándose sus pollas con las bragas de mi mujer. El último en hacerlo fue el rubio, que posteriormente se las entregó a Alba. Ella las miró viendo el interior sucio y mojado de sus bragas. Se inclinó y se las colocó. El rubio se acercó y golpeó suavemente sobre la zona que tenía los restos de semen para que de esta forma Alba pudiera notar la humedad en su coño.

Se despidió de ellos con un beso en los labios a cada uno de ellos, incluido el mirón y se alejó de la zona de los camiones hacia el coche. Entró y se sentó en el asiento del copiloto.

-¿Qué tal?

-Muy bien –dijo Alba.

-¿Te has sentido muy puta?

-Mucho –dijo con una sonrisa en los labios. –Y a ti, ¿te ha gustado lo que has visto?

-Mucho, eres toda una zorra calientapollas –le contesté.

Alba sonrió. Miró la polla que tenía fuera del pantalón y sin decir nada se la metió en la boca. La mamada duró solo un par de minutos. Estaba caliente después de haber visto a mi mujer follada por dos desconocidos. Incluso cuando me corrí Alba no se sacó mi polla de la boca en ningún momento. Mi polla comenzó a desinflarse y ya totalmente flácida es cuando Alba la escupió.

Nos miramos y nos sonreímos. Arranqué el coche y nos fuimos a casa para que se pudiera duchar. El olor al semen del mirón que aún llevaba en el pecho comenzaba a inundar el coche. Mientras conducía pensaba en el cambio que había ocurrido en nuestra relación. Pablo, mi jefe, había conseguido emputecer a mi mujer, pero ahora era yo quién llevaba las riendas de la puta de mi mujer.