Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 14)

Alba, sola después de la marcha de Juan, pasa sus últimos días en la costa junto a Fernando y Maribel mientras busca una forma de volver a casa.

-A ver, ¿en quién? Sorpréndeme –dije mirando a Maribel. -¿En quién dejé esa buena impresión?

Maribel me miró sonriendo. Miró también a Fernando que también le sonreía.

-¿Te acuerdas que me comentaste que uno de los amigos de Fer te gusto?

-¿Gabriel? –pregunté. Miré a Maribel que amplió la sonrisa.

-Sí. Pues resulta que le dio la tabarra a Fernando hablando luego de ti.

-Sí, no paró de escribirme todo el rato –confirmó Fernando. –Que sí “menuda tía tiene ese cabrón”, que si “mira que está buena”, que si “me la follaba hasta quedarme seco”… Pues así todo el rato. Luego cuando me dijo Maribel que también te había llamado la atención le dije que a lo mejor tenía una posibilidad remota de probarte… -dijo sonriendo.

-¿Le dijiste eso? ¿Que a lo mejor tenía una oportunidad? ¡Joder! Acabo de romper o no sé coño he hecho con mi marido y ya me estáis liando con uno por ahí.

Estaba enfadada. Es cierto que Gabriel era un hombre que me excitaba, madurito y con pinta de empotrador. Pero no pensaba que la situación fuera la más idónea. Había discutido con mi marido. Me había abandonado en mitad de nuestras vacaciones justo antes de dejar el hotel y ellos ya me estaban buscando hombres para que me follaran.

-Ya lo sé- se intentó disculpar Fernando. –En ese momento, cuando se lo dije, no sabía lo que había pasado entre vosotros. Sé que puede que no sea este el momento, pero también pensábamos que podía ser una forma de subirte el ánimo.

-Es verdad, a lo mejor no hemos pensado bien las cosas al decírtelo. Solo queríamos animarte –se disculpó Maribel.

-Ya, lo sé. Sé que lo habéis hecho por mi bien y que no queríais hacerme daño. Pero ahora estoy hecha un lío. Además tengo que pensar cómo volver a casa. Ya mañana acaba nuestra reserva…

-Por eso no te preocupes. Te puedes quedar con nosotros. Sabes de sobra que no nos importa.

-Ya lo sé. Pero tampoco quiero ser una molestia. Y en cualquier caso quiero volver a mi casa. Ya sea para bien o para mal, tendré que volver –suspiré.

En ese momento tenía ganas de llorar. Todo había cambiado tan rápido. Mi vida, mi forma de ser, mi relación de pareja… Estaba disfrutando mucho de todo esto, pero también estaba sufriendo. No sé si estaba haciendo las cosas bien o mal, si dejándome llevar por lo que me pedía el cuerpo y por mis deseos estaba yendo por el camino correcto o justamente lo contrario y me dirigía a un gran abismo. Tenía muchas dudas de todo lo que estaba haciendo.

Maribel se sentó a mi lado en la cama. Con ternura, me cogió de la barbilla y me giró la cara hacia la suya. Me besó con cariño en los labios y secó con su otra mano una lágrima que se me había escapado de los ojos.

-Escúchame, –me dijo – todo va a salir bien. Te quedas de momento con nosotros hasta que soluciones el cómo volver a casa. Aquí nosotros tenemos sitio y espacio suficiente. Así que no te preocupes por eso. Además en el peor de los casos cuando acabemos nuestras vacaciones y volvamos a la ciudad puedes venir con nosotros, ya sabes que vivimos relativamente cerca. Además tanto Fernando como yo sabes que vamos a ayudarte en todo lo que necesites.

Sonreí. Me sequé las lágrimas que humedecían mis ojos y comenté intentando mostrarme jocosa a Fernando:

-Bueno, ¿y qué más te ha dicho tu amigo sobre mí?

Quería mantener mi cabeza alejada de mis preocupaciones, así que un maduro salido, alabando lo mucho que le gustaba era lo único que tenía a mano para desconectar de mis problemas.

Fernando salió corriendo de la habitación buscando su móvil. Cuando volvió comenzó a revisar sus conversaciones de WhatsApp.

-Bueno. Básicamente es lo que te he contado. Desde que te vio le gustaste. Siempre le han vuelto loco las mujeres y desde que se separó está más salido que nunca. Y cuando te vio pues bueno, se encaprichó, digámoslo así.

-Que le puso muy cachondo, no des rodeos –le corrigió Maribel.

-Bueno sí, que si por él fuera te hubiera follado allí mismo –reímos. –En fin que el hecho de que os fuerais de fiesta sin tu marido, le hizo fantasear, pensando que estarías zorreando mientras el paleto de tu marido te esperaba jugando unas partiditas…

Maribel me miró y no pudimos evitar una sonrisita cómplice. En el fondo así fue. Gabriel no se equivocaba. Aunque ahora pudiera arrepentirme de lo que hice, eso fue justamente lo que ocurrió. Y encima a este tipo eso le ponía cachondo. Básicamente porque piensa en mí como si fuera una putilla más. Y en el fondo, que ese hombre pensara así de mí, me gustaba y excitaba. Seguramente este momento fuera el menos idóneo para eso, pero me gustaba que Gabriel me quisiera tratar como una putilla más.

-En fin, -prosiguió Fer –ya a partir de aquí comenzó con sus “menudas tetas tiene”. “me gustaría saber cómo tiene el coño” “con gusto pagaba los 500€ que pedía su marido”…

-¿Qué? –dije arqueando una ceja.

Fernando abrió mucho los ojos al darse cuenta de lo que había dicho. No había sido consciente hasta que le interrumpí.

-¿Lo de los 500€? Bueno… nada… fue solo una broma. Durante la noche Gabriel que seguía obsesionado contigo bromeó con Juan sobre por cuánto dinero te vendería y Juan dijo que por 500€ te cedía. Evidentemente era una broma…

-Ya… -No sabía cómo tomármelo. Pero aquello abrió una oportunidad. Si Juan quería venderme a Gabriel por ese precio, entiendo que no le hubiera importado que el otro me follara si hubiera puesto los billetes sobre la mesa. Es decir, no le importaba que otro hombre me follara y encima con dinero de por medio. Volvía a repetirse aquello de que en ocasiones me permitiera, o mejor dicho, permitiera a otros abusar de mí, y en cambio otras veces cogiera un berrinche por verme chupándose a otro. –Tranquilo, sigue – le animé a proseguir.

-Bueno no mucho más. Gran parte de la conversación continua ensalzando tus atributos –rió. -Luego hablando con Maribel esta mañana me dijo que comentaste que era un hombre que tenía su morbo para ti, así que siguiendo la conversación, le insinué que a lo mejor había alguna forma de que pudierais quedar.

-¿Y qué dijo? –pregunté.

-Se volvió loco. Ahí la cagué. Porque ya no paró de bombardearme el móvil a mensajes insistiendo a ver si conseguía convencerte. Tampoco sabía, como te he dicho antes, lo que había pasado entre Juan y tú.

-Tranquilo, no pasa nada. No es tu culpa. Así que está loco por follarme…

-Sí.

-Pásame su contacto –reí. –Puede ser divertido.

Fernando miró a Maribel como pidiendo opinión, dudando de darme el teléfono de Gabriel o no, ya que no sabía si en mi situación actual podía ser una buena o mala idea. Maribel se encogió de hombros, expresando así que si aquella era mi decisión entonces estaba bien.

Fer me mandó vía WhatsApp el contacto de Gabriel que registré en mi móvil. Tras levantarnos a beber agua, nos recostamos los tres en la amplia cama de matrimonio que la pareja tenía y nos quedamos dormidos. Tardé en conciliar el sueño. Mi cabeza no paraba de dar vueltas a todo lo que había ocurrido en tan pocas horas, pero finalmente el cansancio pudo conmigo y me quedé profundamente dormida.

A la mañana siguiente, tras tomar un café en la terraza junto a Maribel mientras Fernando aún continuaba durmiendo, me dirigí caminando hacia el hotel. Maribel insistió en que Fernando me acompañara con el coche, pero prefería andar a esas horas de la mañana, mientras el sol aún no calentaba mucho y así mientras poder estar sola y tener algo de tiempo para mí, para poder pensar en todo lo que me ha pasado últimamente e intentar averiguar qué hacer con mi vida.

Mientras me dirigía al hotel estuve observando mi móvil. No tenía ninguna llamada ni mensaje por parte de Juan. Desde que se marchó no había vuelto a saber nada de él. Tampoco yo le había escrito. Realmente tenía muchas dudas. No sé si era porque en el fondo habíamos tomado una decisión ya inamovible, tanto él como yo, o que el orgullo o la vergüenza nos impedía llamarnos. O una mezcla de todo o quizás nada de eso. Estaba hecha un auténtico lío. El único hecho verdadero es que él no me había escrito. Y yo a él tampoco.

Intenté omitir esos pensamientos. Ahora lo más acuciante era resolver cómo volver a casa. Algo de lo que carecía aquella pequeña ciudad era de una buena red de transporte, por lo que intentar volver a casa desde allí me iba a resultar toda una odisea, por no hablar del dinero que pudiera costarme y más a esas alturas del verano, donde muchos de los billetes ya estaban comprados. Por lo que me quedaba la opción de pedir ayuda a algún conocido para que viniera a recogerme y me volviera con él. El problema lo descubrí al abrir la lista de contactos de mi teléfono móvil. Iba a ser muy complicado encontrar alguien adecuado para que viniera a por mí. No porque mi familia o amigos no se fueran a prestar a ayudarme, sino porque justamente a mis amigos y mucho menos a mi familia me apetecía tener que explicar el motivo de verme así y tener que dar motivos de lo que había propiciado mi situación actual con Juan. Quería primero saber qué iba a pasar con mi vida para, si llegaba el momento, explicarles lo que había pasado entre Juan y yo. Así que la búsqueda de alguien que pudiera echarme una mano en aquellas circunstancias se antojaba muy complicada. Según iba leyendo nombres de mi agenda, se iban desechando. Era muy desesperante ver que cada vez la lista se acortaba y no podías avisar a nadie pidiendo ayuda.

Continuaba caminando por el paseo marítimo en dirección a mi hotel. A esas horas me cruzaba con gente que acudía a la playa a correr y hacer deporte y algunas personas, las más madrugadoras, ya comenzaban a bajar buscando los mejores sitios en la arena. Estaba ya frente a mi hotel, donde vi como los encargados de las hamacas las comenzaban a colocar por la playa para así empezar la jornada de trabajo. Justo en aquellas hamacas que ahora se repartían por todo lo largo de la playa, fue donde Joel abusó de mí mientras iba completamente borracha.  No sé si abusar es la palabra correcta. En parte sí, ya que se aprovechaba de mi falta de voluntad para hacer conmigo lo que le apetecía, pero a pesar de todo, yo tampoco puse impedimentos a nada, incluso existe algo de excitante en ser usada de aquella forma por un hombre.

Sacudí aquellos pensamientos de mi mente. Seguía en la búsqueda de algún contacto que me sirviera. En aquel momento vi uno que podía encajar con lo que buscaba. Dudé unos instantes en si debía escribir o no, pero tampoco tenía mucha más opción, posiblemente era de los pocos, si no el único al que podía contarle vagamente qué había pasado y pedirle que me reogiera, así que le escribí. Le comenté por encima cuál era mi situación y que necesitaba que viniera a por mí. Mientras entraba en el hotel y me dirigía a mi habitación ya tenía una contestación suya. Sabía que no dudaría en escribirme, pero me sorprendió la prisa que se dio en hacerlo. Suspiré de alivio. Se había ofrecido a recogerme, aunque hasta mañana no podría ser posible que apareciera. Sonreía. Noté como un peso se que quitaba de encima. Uno de los muchos problemas que tenía en mente, parecía que se había solventado. Ya tenía a alguien que vendría a por mí para llevarme a casa y aunque hoy terminaba mi reserva en el hotel tenía la casa de Fernando y Maribel para poder estar hasta que vinieran a por mí.

Recogí mis pertenencias y las metí en la maleta. Me entretuve doblando y guardando prendas, dejando aquellas que iba a usar estos dos días que me quedaba más a mano. Me di una ducha para lavarse y sobre todo intentar relajarme. Lo cierto es que mi humor había mejorado mucho al encontrar transporte a casa. Tras la ducha, me lancé desnuda sobre la cama. Pude estirarme completamente sobre el colchón la tener la cama doble de la habitación completamente para mí. Por la ventana me llegaban los sonidos de algunas gaviotas que sobrevolaban el hotel desde la playa. Me quedé tumbada bocarriba, mirando el techo. Me encontraba muy relajada tras la ducha, pero sobre todo por aquel pequeño quebradero de cabeza resuelto. Aún quedaban más de dos horas hasta la hora del check out, por lo que decidí que iba a quedarme en la cama hasta entonces, descansando y relajada.

Cogí mi teléfono móvil y escribí a Maribel. Había acordado con ella que Fernando acudiría al hotel en coche para ayudarme a volver a casa con las maletas. La escribí y le comenté que aún quedaba tiempo hasta que abandonara el hotel, por lo que le dije la hora a la que tenía que venir Fernando.

Iba a soltar el teléfono sobre la mesilla de noche cuando me detuve unos segundos. Recordé que tenía el contacto de Gabriel y antes de dejar el móvil lo busqué en WhatsApp. Amplié la foto que tenía de perfil. Era él, de lado con unas gafas de sol. Me apetecía jugar y viendo lo insistente que había sido con Fernando sobre mí, podía ser divertido pasar el tiempo hablando con él hasta que me fuera. Le escribí.

  • Hola! Qué tal? Soy Alba, amiga de Fernando. Nos conocimos la otra noche.

  • Hola gupa!! Cómo para olvidarte… jeje. ¿Qué tal?

  • Bien. Fer me dio tu teléfono el otro día, espero que no te importe.

  • Para nada!! Además ya mandó un mensaje ayer para decirme que te lo había dado.

  • Entonces estabas esperándome?

  • No sabía si me ibas a escribir.

  • Entonces no estabas esperándome… jo!  -añadí al mensaje el emoticono de una carita triste. Me apetecía jugar un poco, así que tampoco iba a andarme por las ramas con aquella conversación.

  • Noo!! Claro que quería hablar contigo. De hecho tenía muchas ganas.

  • De verdad??

  • Claro!! Me caíste muy bien la otra noche.

  • Jajajaja. Pero si apenas hablamos!

  • Bueno, ya me entiendes, fuiste simpática, se te veía maja…

  • Solo simpática y maja?? Eso es lo que piensas de mí?? Yo que pensaba que ibas a decir, que era muy guapa, que estaba muy bien… y me dices que soy simpática… Pues vaya!

  • Nooo. No pienses eso jejeje. A ver, que tienes un marido que me cayó muy bien también. No podía decirte así de primeras lo que pensaba de ti jejeje.

  • Pues aprovecha ahora. Dime lo que pensabas de mí.

  • De verdad?

-Sí.

-Pues que estás buenísima. Eso pienso de ti. Me molas un montón.

  • Sí?

  • Lo dudas?

  • No sé. Como no me lo querías decir de primeras, que te lo tengo que ir sacando yo…

  • A ver, te lo he dicho. No te lo digo porque eres una chica casada…

-  Bueno ya ves tú. Puedo estar casada, pero eso no implica que deje de estar buena jeje.

  • Bueno, eso es verdad jeje.

  • Además, que ahora estoy sola. Juan se ha tenido que volver a Madrid. Así que puedes hablar sin problemas jejej.

  • Ah sí? Estás sola??

Había conseguido llamar su atención.

-Sí. Ahora estoy alojada en casa de Fer y Maribel.

  • Pues si te apetece podemos quedar a tomar algo un día de estos.

  • Bueno yo estoy hasta mañana aquí, así que queda poquito tiempo jeje.

  • En serio??  Joder. Ya podías quedarte más días por aquí.

  • Ya… Pero es lo que hay. Tengo que volver a casa.

  • Ya, lo sé…

  • Entonces qué haces? Yo ando aún en la cama.

Acompañé al mensaje con una foto. Me coloqué bocabajo sobre la cama y me hice un selfie. Podía verse la mitad de mi cara, con los labios en posición de dar un beso, tras mi hombro se podía ver parte de mi espalda y mis nalgas. Así sabría que estaba completamente desnuda. Envié la foto esperando su reacción, la cual no se hizo esperar.

  • Joooooooooder!! En serio estás así?? Eres una auténtica diosa!

  • Jajajajajaj. Qué exagerado!

  • Tía estás buenísima!

  • Sí?

  • Sí.

  • Y qué harías??

  • Ahora mismo si te tuviera ahora así?? Te comía entera.

  • Mmmmmm jeje. No me parece mal.

  • Lástima que te vayas tan pronto…

  • Bueno, aún hoy estoy aquí jeje.

  • Ya, pero joder, hoy he quedado.

-Mmmm, me tengo que poner celosa?? Jaja. Es otra chica?

  • No.

  • Jajajaja, no me tienes que mentir, eh? Que haces muy bien si quedas con chicas jeje.

  • Jejeje. Ya... Es con una amiga que hace mucho que no nos vemos.

-Una follamiga? Jaja.

  • Jajajaja. Mira que eres mala!! Sí.

  • Y qué problema hay para quedar hoy?? Es que un macho como tú no puede con dos chicas??

  • Jajajaj. Imagino que sí.

  • Pues si a tu amiga no le importa… A mí menos.

  • Lo dices en serio?

Eso le pilló totalmente desprevenido. Hasta ese momento había un tonteo muy directo por mi parte que hasta cierto punto podía esperar ya que sin conocernos apenas había pedido su número de teléfono para escribirle. Pero sin duda no esperaría una proposición como aquella.

  • Sí, por qué no? Podemos pasarlo muy bien.

  • Joder tía y tu marido?

  • Ya te he dicho que no está aquí, que no hay problema.

  • Estoy alucinando ahora mismo jeje. Escribo a mi amiga a ver qué opina de todo esto, pero no creo que haya mucho problema. No me estarás engañando no?

Todo se le estaba poniendo demasiado bien a Gabriel, tanto que le surgían dudas. Pero yo tenía ganas de divertirme. Él me ponía desde que le vi. Ese rollo de madurito empotrador me excitaba. Tenía ocasión de follar con él. Juan no estaba. Además de que le puso a Gabriel precio por mi coño. Y estaba de muy buen humor desde que había solucionado el problema de volver a casa. Me apetecía divertirme y era mi último día en la playa. Había que aprovechar.

  • Claro que no. Me apetece quedar. A ver si consigues convencerla.

  • Ahora hablo con ella y te cuento.

Ahí acabó la conversación. Había sido excitante calentar a aquel hombre de aquella forma. En cualquier caso, los hombres son muy sencillitos de encender. Pero este seguro que tenía debajo del pantalón la polla completamente tiesa con la conversación y más aún después de que le enviara aquella foto. Eso si no se la estaba meneando ya.

Yo también estaba cachonda y pude comprobar que mi coño depilado (aún no me acostumbraba a verlo de ese modo) estaba ligeramente húmedo. Me recoloqué entre las sábanas y cerrando los ojos acaricié mi clítoris mientras notaba como aumentaba mi deseo y mi excitación. Estuve masturbándome un par de minutos más cuando escuché el sonido del móvil que anunciaba un nuevo mensaje. Era Gabriel.

  • He hablado con mi amiga. No ha puesto muchos problemas. Así que si te apetece podemos quedar.

Acordamos la hora y el lugar y tras despedirnos volví a hacerme una última foto más. En este caso, se veía mi boca y mi barbilla parte del pecho y se cortaba justo donde comenzaban las aureolas de mis pezones. “Joder, cómo me pones” fue su contestación.

Dejé el teléfono sobre la mesilla y continué con mi paja. A los pocos minutos me vine en un orgasmo que arqueó mi espalda. Relajada tras la paja y cansada por haberme despertado pronto me quedé inevitablemente dormida.

Me desperté sobresaltada cuando mi teléfono comenzó a vibrar y a sonar. Estiré el brazo y descolgué la llamada.

-Hola Alba. ¿Dónde estás? Yo ya ando en la puerta.

Era Fernando. Me había quedado dormida. Miré la hora y vi que era justo cuando había acordado con Maribel que viniera Fer a por mí.

-Perdona. Me quedé completamente dormida. Me visto y ya bajo.

Me puse unos pantalones cortos con una camiseta de tirantes. Cerré la maleta que previamente había dejado preparaba y bajé hacia la recepción del hotel para hacer el check out. Fernando recogió mi maleta y la llevo al maletero del coche mientras yo terminaba los trámites. Salí a la calle y me metí en el coche de Fer que me esperaba en doble fila para irnos a casa.

-Así que te has quedado dormida, ¿eh? –rió. –Es normal que estés cansada.

  • Sí, perdona. Pero ya me he recuperado del cansancio. Ya he solucionado el cómo volver a casa. Un amigo se ha ofrecido a venir a por mí.

  • ¡Ah! Genial. ¿Cuándo viene?

  • Vendrá mañana.

-¿Mañana? Eso va a disgustar a Maribel cuando te oiga.

  • Imagino. Pero tengo que volver a casa y a arreglar varios asuntos. Por cierto, esta tarde he quedado.

Fernando me miró con una ceja arquea da y una sonrisa en los labios.

-¿En serio?

  • Ya – reí. –Al final no he podido resistirme.

  • ¡Joder! Así que ese cabrón al final va a probarte.

  • Eso parece –sonreí.

Cuando llegamos a casa, Maribel nos esperaba preparando la mesa. Nos pusimos a comer y mientras lo hacíamos la puse al corriente de todas las novedades. De mi amigo que vendría a llevarme a casa, que ocurriría mañana (lo que como ya sabíamos Fernando y yo le entristeció) y sobre todo mi cita de por la tarde.

  • Serás guarra –dijo bromeando. –Al final vas a follarte a Gabriel.

  • Déjala que disfrute –comentó Fernando. –Mañana vuelve a casa, déjala que disfrute y se relaje estas últimas horas.

Seguimos comiendo entre risas y bromas. Yo me encontraba bien. Intentaba lo menos posible pensar en Juan. Ya habría tiempo mañana cuando volviera a casa de preocuparme.

Había quedado en un bar cerca de la casa de Fer y Maribel. Lo conocía porque había pasado por ahí cuando salí de fiesta con Maribel, así que unos minutos antes de la hora acordada me despedía de Maribel, ya que Fernando andaba durmiendo la siesta.

  • Pásatelo bien guapa. Ya me contarás qué tal Gabriel, que la verdad llevo muuucho tiempo queriendo catarlo –rió guiñándome un ojo. – Luego me cuentas si merece la pena… – y acompañó sus palabras mientras estiraba los índices de ambas manos y los separaba uno de otro para indicarme que se refería al tamaño.

Salí de casa. Me habían dado una copia de las llaves, para que no tuviera problemas la volver. Cuando llegué al bar, encontré a Gabriel sentado en la terraza. Estaba de espaldas, totalmente rapado, con su perilla corta y sus gafas de sol como en la foto de su perfil de WhatsApp. Me acerqué hacia él sin que se diera cuenta de mí. Cuando estuve detrás de él, coloqué mi mano en su pecho y acercando mi cara a la suya le salude.

  • ¿Llevas mucho esperando?

  • Hola guapa. ¡Qué va! He llegado hace unos minutos.

Se levantó para saludarme y nos dimos dos besos. Por su parte iban a ser besos en las mejillas, pero yo me ocupé en que acabaran rozando las comisuras de sus labios. Se quedó quieto mirándome a los ojos y con una sonrisa en los labios. Ya le había demostrado que no había venido a perder el tiempo.

-¿Estás solito? ¿No ha venido tu amiga?

-No aún no. Vendrá después. Así podemos estar solos un ratito. ¿Quieres tomar algo?

Él estaba esperándome tomándose un whisky. Tras pensarlo unos segundos me decidí a pedir lo mismo. Pareció sorprenderle que pidiera lo mismo que él, pero la sorpresa inicial viró a una sonrisa de satisfacción.

Comenzamos a hablar. La conversación rápidamente se animó y aunque estaba claro cuál era el propósito de todo aquello, nos encontrábamos cómodos y relajados hablando de cualquier cosa.

-¿Así que tu marido se larga y te deja aquí sola a merced de cualquier tiburón? –sonrió.

-Bueno es algo complicado, pero más o menos.

-Pues qué quieres que te diga... No será un poco marica, ¿no? Quiero decir, dejar una mujer así hay que ser imbécil.

  • Que yo sepa no es marica… ¿Y tú? –dije quiñándole un ojo.

  • ¿Yo? –soltó una carcajada. – ¿Qué opinas tú?

-No me lo pareces. Me pareces muy machito- reímos los dos.

-¿Fumas? –preguntó mientras rebuscaba en su pequeño bolso para sacar una tabaquera.

  • Sí, pero me he dejado el tabaco.

  • El problema es que yo solo puedo ofrecerte esto –me dijo mientras me mostraba los puros de su tabaquera.

  • Nunca he probado los puros.

-¿No? ¿Te gustaría? –dijo con una sonrisa burlona en los labios.

  • Bueno –respondí.

Gabriel cogió uno de aquellos puros y me lo preparó. Cortó con una pequeña guillotina la punta y sacando una cerilla lo encendió, girándolo suavemente. Cuando el puro estaba listo y dio la primera calada me lo pasó. Nunca me había visto con un puro así en mis manos. Me lo acerqué a la boca y di mi primera calada. Tosí. Es sabor era distinto a lo que estaba acostumbrada. Gabriel sonreía viéndome fumar. Poco a poco me fui acostumbrando a aquel sabor y fui disfrutando de mi puro. Gabriel me mira sin quitarme ojo. Sonriendo le pregunte:

-¿Qué te pasa, por qué me miras así?

  • ¿Sabes lo que me pones ahora así, con tu whisky y fumándote un puro? Me tienes cachondísimo.

La siguiente calada la di intentando ser lo más sensual que pude, sin dejar de mirarle a los ojos. Sin que él lo esperara, apoyé mi mano sobre su entrepierna para averiguar si lo que decía que le excitaba verme fumar puros era cierto. Y no mentía. Un duro bulto se adivinaba en su entrepierna. Él no se esperaba que le tocara, pero yo no esperé que respondiera tirando de mí para besarme.  No había exhalado aún así que aparte de lengua compartimos el humo de aquella calada.

-Vámonos a casa –me urgió.

Nos levantamos y sacando un billete de su cartera, pagó y nos marchamos. De camino, le vi escribiendo en el teléfono móvil.

  • Estoy escribiendo a mi amiga. Le he dicho que se vaya acercando, sabe donde vivo, que vamos a empezar nuestra fiestecita.

No vivía lejos, por lo que el puro no se había consumido aún ni un tercio de su longitud cuando entramos en su apartamento. La subida en el ascensor la hicimos sin parar de besarnos. Él ya había echado mano a mis nalgas, apretándolas con sus fuertes manos.

Dentro de su piso, sin parar de besarnos él se sentó en uno de los sillones de su salón dejándome a mí de pie. Sin perder detalle, me repasó con la mirada de arriba abajo. Yo sabía lo que quería, así que comencé a contonearme mientras seguía fumando aquel puro que me había ofrecido. A la vez que me movía y fumaba iba desprendiéndome de prendas de ropa. Él por su parte se puso cómo, quitándose la camiseta y los pantalones. Su torso era amplio y fuerte para su edad, con una amplia espalda y anchos hombros. Me gustaba que fuera un madurito bien cuidado. Yo seguía con mi particular strip-tease, dándole a él puro para que siguiera disfrutándolo viéndome. Solté mi sujetador quedándome solo con un pequeño tanga. Gabriel no dudó en retirarse el calzoncillo, quedándose sentado completamente desnudo en el sillón, con aquellos gordos huevos apoyados en él. Su polla estaba totalmente tiesa y era muy gruesa, más en la base que en la cabeza, aunque no por eso su glande era especialmente pequeño, muy al contrario. Tenía un tamaño normal, pero aquel grosor hacía que me mojara.

Seguía bailando para él, solo con el tanga. Gabriel se lamio la mano y comenzó a pajearse cuando vio que comenzaba a bajarme el tanga, enseñándole mi coñito totalmente depilado. Gabriel me miraba con auténtica lujuria, con su puro en la boca y sin parar de subir y bajar el prepucio por su glande. Me puse a cuatro patas en el suelo y gateé hacia él. Me agaché hasta uno de sus pies y comencé a besarlo. Agarré ese enorme pie entre mis manos y lo lamí. Lamí su planta hasta llegar a los dedos, los cuales comencé a chupar. Chupé todos, pero me entretuve con su dedo gordo. Gabriel me miraba sonriendo satisfecho mientras saboreaba su puro. Me lo tendió y yo di una calada para volver a centrarme en chuparle a él. Esta vez, en vez de retornar a sus pies, me centré en su polla. La agarré y me la metí en la boca. Gabriel se acomodó en el sillón mientras yo se la chupaba. Le miraba y le podía ver que estaba con los ojos cerrados, disfrutando de mis lamidas y chupadas a su polla. Así estuvimos varios minutos, yo de rodillas entre sus piernas, mientras él me cogía del pelo y guiaba mi mamada.

Agarrándome del brazo me incorporó y me guió hasta que me tumbó sobre su regazo. Empezó a sobarme las nalgas y como si fuera una niña mala que precisa de una reprimenda, comenzó a darme palmadas en las nalgas, cada vez más fuertes; cada vez más daño; cada vez más excitada.

Con una mano separó mis nalgas dejando expuestos mi ano y parte de mi coño. Sacó su puro de la boca, lo acercó a mí, y con delicadeza introdujo la parte por la que fumaba dentro de mi coño. Me masturbó muy suave con un rápido metisaca, sacándolo humedecido por mis fluidos y acercándomelo a la boca. Sabía qué quería y no iba a decepcionarle. Di una calada a ese puro, apurándolo ya, saboreando no solamente su sabor, también el mío, el de mi coño. Mientras, él se afanaba en meterme dos dedos en el coño y masturbarme con ellos mientras contemplaba como acababa con mi primer puro.

Estábamos excitadísimos y disfrutando de aquella manera, cuando se escuchó el telefonillo. Alguien había llegado a su casa. Gabriel me soltó una sonrisa cómplice. Sabíamos de quién se trataba y la estábamos esperando, pero ahora en ese momento no queríamos interrupciones de ningún tipo. Aún así me retiré de encima de él y se dirigió a puerta, colocándose los pantalones que recogió del suelo.

-Tú quédate así tal cual estás –me dijo.

Le obedecí y mientras esperaba a que abriese a su amiga apagué el puro en un cenicero que encontré en el salón y me recosté en el sillón mientras me acariciaba el coño para no perder la excitación.

Se abrió la puerta y pude escuchar cómo se saludaban y le indicaba que pasara, que yo ya estaba aquí. Entraron los dos al salón. La amiga de Gabriel sonrió al verme sentada desnuda en medio del salón con la ropa revuelta y tirada por el suelo. Era una sudamericana alta, casi tan alta como Gabriel, de rostro anguloso y exuberantes y muy marcadas curvas.

-Ya veo que habéis empezado sin mí –dijo la amiga.

-Sí –se intentó disculpar Gabriel. – Esta es Alba. Ella es Carla, la amiga con la que había quedado.

-¿Qué tal? Encantada –dije. –Espero que no te importe que te lo haya robado hoy un poquito y tengamos que compartirlo.

Carla rió.

-Tranquila no te preocupes. Me gusta más este plan.

Se acercó hacia mí aquella mujer tan grande y me dio dos besos. Agarrándome de la mano me hizo girarme sobre mí misma, para así poder observarme bien.

-Bueno, no te voy a negar que tienes buen gusto –le dijo Carla a Gabriel.

-Claro que sí cariño –le respondió acercándose desde atrás y agarrándole de las enormes tetas.

Carla comenzó a contonearse y echó una mano hacia atrás tocando el bulto que mantenía dentro del pantalón Gabriel. Éste con impaciencia se los bajó dejando al aire su polla tiesa, que Carla agarró y comenzó a masturbar. Gabriel seguía apretando y sobando las tetas de su amiga y con impaciencia le retiró el top con el que había venido. Dos inmensas tetas quedaron suspendidas en el aire. Estaban claramente operadas, pero aquel tamaño parecía volver loco a Gabriel.

Yo, que seguía observando desde el sillón, quise participar de aquello. Me acerqué a la pareja y poniéndome enfrente de Carla comencé a lamerle sus tetas. Ella me agarró de la cara y comenzó a besarme. Nuestras lenguas se cruzaban y entrelazaban mientras nuestras tetas se apretaban contra nuestros cuerpos. Mientras Gabriel se dirigió al sillón, recostándose en él, con las piernas abiertas y su polla tiesa apuntando al techo. Yo me aproximé primero hacia él y de rodillas comencé a chupársela. Carla se había quedado rezagada quitándose las prendas que aún le quedaban. Puede ver como Gabriel sonrió viéndola. Mientras seguía chupándose observaba el modo en la miraba a Carla, hasta que esta apareció de rodillas a mi lado. Saqué aquella polla de mi boca y se la ofrecí a Carla, que separando sus labios la engulló hasta donde su boca le permitió. Nos pasábamos la polla de Gabriel de una boca a otra mientras él disfrutaba de la visión de aquellas dos mujeres jugueteando con su falo y de la sensación que nuestras lenguas provocaban en su glande. La lamíamos a la vez, lo que hacía que las lenguas de Carla y la mía se rozasen al recorrer con ellas la longitud de aquel miembro.

Carla se incorporó. Lo que vi me dejó unos segundos sin saber qué decir o qué hacer. Me había pillado totalmente desprevenida. Hasta ese momento no había visto a Carla desnuda completamente. Y aunque era alta y tenía las facciones muy marcadas era lo suficientemente guapa y femenina como para no hacerme ver qué Carla era transexual. Al levantarse me quedé como hipnotizada al verla con su polla apuntando directamente a mi cara.

-¿Te gusta la sorpresa? –preguntó Gabriel sonriendo.

-¿No se lo habías dicho? –se asombró Carla -¡Ya te vale!

  • Quería que fuera una sorpresa –se justificó Gabriel entre risas.

No es que me disgustara ni nada por el estilo, simplemente me había pillado fuera de juego y no esperaba ver una polla entre las piernas de Carla.

Gabriel agarró la polla de Carla, se la meneó en un par de ocasiones y la dirigió hacia mí. Sin dudarlo, y para que Carla no pensara que no me gustaba, me metí su polla en la boca. Gabriel la sujetaba por su base y mientras me agarraba del pelo para guiar mi cabeza durante la mamada. La polla de Carla tenía una medida estándar y era más bien fina, con un pequeño glande en su punta. Aún así se agradecía al chupar, después del grosor de la polla de Gabriel que obligaba a abrir bien la boca.

Mientras seguía chupándosela, Gabriel se tiró al suelo y coló su cabeza entre mis piernas para, desde abajo, lamerme el coño. Mientras, Carla me pellizcaba un pezón a la vez que ahora era ella quien me agarraba del pelo. Tras un rato así, Gabriel se escurrió de entre mis piernas y se puso a mi lado, de rodillas también, Carla sacó su polla de mi boca y se la ofreció a él que la engulló. Mientras me secaba la saliva de la barbilla con el brazo, observaba como Gabriel chupaba la polla de Carla. Era la primera vez que veía a un hombre chupar una polla. Ver a un maduro como él, al cual se le presumía ser el macho de los macho, con una polla en su boca, moviendo la cabeza de delante a atrás y lamiendo sus huevos, me puso realmente cachonda. Me acerqué a él y como antes con Carla, compartí polla ahora con Gabriel. Estaba muy excitaba y mientras chupaba no podía evitar meterme dos dedos en el coño mientras con la otra mano me frotaba con fruición el clítoris.

Carla me colocó a cuatro patas en el suelo y se sentó en frente mía. Quería que siguiera chupando su polla. Desde atrás Gabriel se colocó de rodillas e intentando ser delicado, comenzó a meter su polla muy suavemente. En otra ocasión esa delicadeza sería de agradecer pro el grosos de su polla, pero en esos momentos, con aquella excitación que tenía mi coño estaba receptivo para cualquier cosa. Él lo noto y viendo que entraba sin ningún tipo de impedimento, dejó atrás aquella delicadeza para embestirme con fuerza mientras me agarraba de las caderas.

Y ahí estaba yo, como nunca lo había imaginado. Entre un madurito buenorro que demostraba que esa pinta de empotrador que tenía le hacía justicia, dándome desde atrás mientras acompañaba sus embestidas con palmadas en mis nalgas, y una transexual buenorra a la que le estaba comiendo la polla.

Al cabo de unos minutos, Carla se giró, poniéndose ella también a cuatro patas. Estaba claro lo que quería. Quería que pusiera a punto su culo para luego ella también recibir su ración de polla. Agarré sus nalgas y las separé. Ante mí estaba el ano de Carla, que ya se mostraba relajado y levemente abierto. Pasé mi lengua por él. Carla soltó un suspiro de gusto. Di una larga y lenta lamida desde los huevos, subiendo por le periné hasta alcanzar su ano. Y ya comencé a trabajarlo con empeñó. Pasaba mi lengua por él, rodeando aquel anillo rugoso que se relajaba al contacto con mi lengua. Apretaba con fuerza y comencé a penétralo con mi lengua. Su culo aceptaba mi lengua sin ninguna dificultad. Lamía y de vez en cuando escupía sobre aquel agujero. Froté con un dedo haciendo círculos y en cuanto hice un poco de presión mi dedo se perdió en el interior de su culo sin ningún tipo de esfuerzo. Sin duda Carla tenía muy bien entrenado su culo. De un dedo pasaron a dos. No existía dificultad ni impedimento para ellos.

Por encima de mi hombro Gabriel observaba y entendió que aquel culo estaba ya listo. Se levantó de suelo y se recostó en el sillón. Carla, de pie se colocó a horcajadas sobre él y agarrándole de la polla, la dirigió hacia su ano. Apoyó el glande de este sobre su culo y lentamente se fue sentando sobre ella. Sentada en el suelo observaba como aquella polla se introducía lentamente en el culo de Carla hasta que la tuvo dentro y sus huevos reposaban sobre los de Gabriel. Lentamente Carla se levanto para volver a sentarse sobre Gabriel a la vez que su culo se iba acostumbrando a la presión y el volumen que se alojaba en su interior. Poco a poco los movimientos de Carla ganaron en velocidad. La polla de Gabriel entraba y salía del culo de Carla mientras su polla tiesa rebotaba cada vez que se empalaba con el miembro de Gabriel.

Yo estaba totalmente extasiada viendo ese espectáculo. Pese a la feminidad de Carla, yo tenía dos pollas una muy cerca de la otra y los huevos de una que chocaban continuamente contra los del otro. Me acerqué y agarrando la polla de Carla me la metí en la boca. Se la chupaba a la vez que por su culo recibía polla. Yo apenas me movía, utilizaba los movimientos de Carla para realizarle la mamada.

Volví a mi posición sentada en el suelo delante de ellos. Me masturbaba viendo el espectáculo. Ahora, Gabriel agarraba la polla de Carla y se la meneaba a la vez que la follaba el culo. Carla chillaba. Veía que estaba cerca del orgasmo. Me acerqué a ellos, y me coloqué debajo de ellos, metiendo mis piernas entre las suyas. Estaba justo debajo de ellos. Carla chillo más fuerte bajando la velocidad a la que cabalgaba a Gabriel. Éste mantenía aún la polla de Carla agarrada cuando con una serie de espasmos de de la polla de ella, comenzaron a brotar goterones de semen que cayeron sobre mí que me encontraba debajo, pero que se deslizaron por su verga cayendo por los dedos de Gabriel. Yo me incorporé agarré la polla que acababa de soltar Gabriel y empecé a menearla utilizando como lubricante su propia corrida y a estrujarla con fuerza para sacar hasta la última gota mientras Carla suspiraba e intentaba recobrar el aliento.

Gabriel retiró a Carla de encima de él. Se pudo de rodillas en el suelo enfrente de mí y me beso. Colocándome bocarriba, colocó mis piernas sobre sus hombros. Carla se acercó a nosotros y agarrándole de la polla la dirigió hacia la apertura de mi coño. En canto notó la calidez y humedad de él, olvidándose de esa delicadeza que tuvo la primera vez que me penetró, la introdujo de un solo golpe hasta la base. No pude evitar que se me escapara un grito, mezcla de dolor y placer. Las embestidas eran rítmicas y duras. Él no estaba pensando en mí, solo en su propia satisfacción y en conseguir su orgasmo. Me follaba fuerte, casi hasta con desprecio, lo que hacía que me excitara. Arañaba su pecho que brillaba por el sudor mientras él, comprobando mi elasticidad se volcaba más sobre mí para intentar que nuestros labios se tocaran y poder besarnos. Notaba que Carla acariciaba desde atrás los huevos de Gabriel, ya que al hacerlo rozaba son sus dedos el inicio de mis nalgas.

Estuvimos así dos minutos a los sumo, aquella forma de follarme no le permitía aguantar mucho más, tampoco es que Gabriel lo quisiese. Él quería correrse y hacerlo ya. Se levantó rápidamente del suelo cuando notó que el orgasmo era ya inminente. Yo me incorporé como pude y casi sin tiempo alcancé a acercar la cara a su polla antes de que explotara en varios chorros de lefa que chocaron contra mis mejillas, mi nariz y alguno golpeó en mi lengua. Gabriel gruñía mientras sacudía su polla frente a mí para lanzarme las últimas gotas de semen a la cara. Carla se arrodilló a mi lado y lamió mi mejilla, llevándose parte del semen de Gabriel y su lengua acabó buscando mi boca para compartir lengua, saliva y semen. Tras un largo beso, Gabriel se agachó y satisfecho nos besó tanto a Carla como a mí, sin importar que hubiera semen de por medio. Me gustó mucho compartir semen con un hombre.

Tras lavarnos y asearnos un poco, comenzamos tanto Carla como yo a prepararnos para irnos. Carla fue la primera en irse. Tras despedirnos y quedarnos a solas, ya en la puerta antes de irnos pregunté:

  • Tanto que criticabas a mi marido diciendo que si era marica, y resulta que al final el marica vas a ser tú –dije guiñándole un ojo. –Yo que te tenía por todo un macho

  • Y lo soy.

  • Pues eres un macho que chupa pollas.

  • Pero nunca verás que me deje meter nada por el culo.

  • Bueno de chupar pollas a dejarte encular no hay tanto trecho –dije riendo.

Tras despedirnos, me dirigí hacia el apartamento de Fernando y Maribel. Aunque ya era de noche, aún era relativamente pronto y seguro que les encontraba despiertos a esas horas. Cuando llegué solo estaba Maribel en el sofá viendo la televisión. Fernando había salido con los amigos a cenar.

  • Bueno, ¿qué? Cuenta, ¿qué tal la cosa? –preguntó.

  • Muy bien. Ha sido una experiencia muy excitante. Me lo he pasado muy bien.

  • ¡Venga chica, da detalles!

  • ¡Vale! –reí. –Pues nada, quedamos en el bar, tomamos algo y cuando la cosa se puso calentita nos fuimos a su casa.

  • ¿Y? –insistió.

  • Muy bien –reí.

  • ¿Folla bien entonces?

-Sí. Un poco salvaje, en plan que va a lo que va y le da igual que te aplaste con su cuerpo o que folle rápido y con embestidas fuertes. Así que si lo que buscas en un momento dado es sexo duro y nada de arrumacos ni cursiladas está muy bien.

  • Y la polla…

  • Pues la polla bien. No es que sea muy grande, más bien normalita. Pero es muy gorda y eso está muy bien –reímos las dos. –Lo mejor para mí fue lo que hizo con la amiga.

  • ¿Amiga?

  • Sí había quedado por lo visto con otra chica para follar y al meterme yo por medio al final lo organizamos de tal forma que la cosa acabó en trío.

-¡Anda!

  • Sí. Pero la chica en realidad era una transexual.

  • Anda, mira que calladito se lo tenía. No sabía que le gustaban también las pollas. –sonrió Maribel.

  • Pues eso es lo que me excitó. Nunca había estado con nadie que tuviera un rollo bisexual que no fuera una mujer. Entonces verle chupando una polla me mojó mucho.

  • ¡Cuando se lo cuente a Fernando va a alucinar! –soltó entre carcajadas. – Nunca imaginé que Gabriel con lo machito que es al final fuera un chupapollas.

  • Sí. Por eso me sorprendió tanto cuando lo vi.

-¿Pero también se deja dar por culo?

  • No –reí. Eso no. Él solo toca, pajea y chupa. Pero por lo que me dijo nada entra por su culito de macho.

Pasamos un largo rato hablando de mi cita de aquella tarde, de Gabriel y de otras muchas cosas. Cuando ya fue tarde nos fuimos a la cama.

La mañana siguiente, tras desperezarnos de la cama y desayunar, me ocupé de preparar las cosas para mi viaje de vuelta. Ya tenía la maleta preparada, así que me di una ducha antes de comer. Tras la comida Fernando, Maribel estuvimos de cháchara hasta que sonó mi teléfono móvil. Tenía un mensaje de WhatsApp. Mi chófer, al que había enviado previamente la dirección, ya estaba abajo esperándome. Me fundí en un abrazo con Fernando y posteriormente otro con Maribel que acabó en un tierno beso en los labios. Tras las palabras de despedida, me desearon mucha suerte con lo que pudiera encontrarme al llegar a casa. De todos modos íbamos a seguir en contacto y cuando ellos terminaran sus vacaciones nos veríamos en la ciudad, lo que hizo que nuestra despedida no fuera tan amarga.

Bajé por el ascensor con la maleta y llegué al portal. Cuando abrí la puerta ahí estaba esperándome para llevarme de vuelta a casa

-Así que ahora Juan te ha dejado aquí tirada. Hay mucho que me tienes que contar durante el viaje.

Asentí mientras guardaba mi equipaje en el maletero y me sentaba en el asiento del copiloto. Había mucho que contar.

-Una vez más, gracias por haber venido a por mí -dije. -Gracias Pablo.