Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 13)
Relato corto en el que Juan despierta sabiendo de la nueva infidelidad de Alba e intenta parar todo aquello. Alba tendrá que tomar una determinación.
-¿Me lo vas a explicar? –inquirió Juan.
-No me chilles, ¿quieres? Me duele mucho la cabeza, joder –respondí sintiendo que la cabeza me iba a explotar entre el ruido y la luz que entraba por la ventana.
-¡Ah! Te duele la cabeza… ¿Me vas a decir qué hiciste ayer para que te duela tanto la cabeza? ¿Y por qué cojones has guardado tu anillo de bodas en un condón usado?
-No lo guardé yo, ¿vale?
Metí la pata. No mejoraba la situación diciendo que otra persona lo había hecho. Que alguien me había quitado en anillo de matrimonio y lo había introducido en un preservativo usado y yo lo había consentido. Pero no tenía la cabeza para pensar astutas mentiras. Al contrario, no tenía la cabeza para absolutamente nada. Anoche acabé tremendamente borracha. Hacía mucho tiempo que no bebía como lo hice aquella noche, posiblemente desde mi etapa universitaria. Ya no estaba acostumbrada a beber y además ya iba tenía una edad donde no soportaba el alcohol y la noche como cuando tenía 20 años.
La noche anterior acordé con Maribel que quedaríamos con Joel. Tenía muchas ganas de liarme con él y por cómo se comportaba últimamente Juan sabía que no me iba a dejar. Ya ponía pegas a follar con Fernando que en principio era considerado como amigo, como para decirle que también quería follar con el socorrista. Aún así le engañamos para salir de fiesta y poder verle. Y acabamos follando. No recuerdo ahora mucho de aquella noche, tengo algunas lagunas importantes y no recuerdo exactamente todo lo que pasó, pero recuerdo que no fue un polvo para enmarcar. No estaba en condiciones, demasiado borracha para controlar. Recuerdo que me vomité encima. Aún así, Joel no perdió la oportunidad y me folló. Creo que no estuvo mal del todo, aunque ahora no me acuerdo de mucho la verdad. Pero si recuerdo un tirón de uno de mis dedos y ahora comprendo a qué se debía. Me debió de quitar el anillo para luego, una vez que acabamos, meterlo en el condón usado lleno de su corrida, a modo de trofeo de caza. Había conseguido que le pusiera los cuernos a mi marido con él y eso le debía de hacer sentir orgulloso.
-Entonces dime quién fue –insistió Juan
-¡Qué más da! Fue una broma, ¿vale? Ahora por favor, déjame dormir un poco más a ver si se me puede ir este dolor de cabeza. Luego lo hablamos todo bien, ¿quieres?
-Joder Alba, no te reconozco. Te vas de fiesta y acabas llegando de madrugada borracha, llena de vómito y sin bragas. A saber con quién cojones has estado follando. Me has vuelto a engañar y encima de cachondeas de mí metiendo nuestro anillo de bodas junto a la corrida del tipo ese. Te parecerá a ti muy gracioso, pero a mí no. Mira haz lo que quieras, quédate ahí si quieres.
Y diciendo eso salió de la habitación. Me hubiera gustado haberle parado, pero por otro lado lo único que quería era dormir e intentar recuperarme. Fui al baño y me quité la ropa sucia que aún llevaba puesta. Me lave un poco. Recogí el anillo y lo puse bajo el chorro de agua del lavabo para limpiarlo. Volví a la cama bajando a persiana para dejar la estancia a oscuras. Algo hizo que no volviera a ponerme el anillo, únicamente lo dejé sobre la mesilla de noche y volví a dormirme.
Desperté al cabo de un rato. No sé cuánto había conseguido dormir. Miré el reloj del teléfono móvil. Eran las cuatro de la tarde. Busqué a mi alrededor, pero no encontré a nadie. Seguía sola y con el cuarto en penumbras como lo dejé. Aún me dolía algo la cabeza, pero había mejorado mucho respecto a la anterior vez que desperté. Vi que tenía un mensaje de WhatsApp en el teléfono y me puse a leerlo. Eran de Maribel que me preguntaba cómo había pasado la noche y acompañaba su pregunta con un emoticono que guiñaba un ojo. Lo había mandado a primera hora de la mañana.
Respondí a su mensaje. Le dije que acababa de despertar. Rápidamente contestó preguntándome que si podía llamarme. Dije que sí. El teléfono comenzó a sonar.
-Hola guapa, ¿cómo has despertado?
-No muy bien, la verdad –confesé. –Tengo una resaca terrible.
-Bueno eso se pasa rápido. ¿Qué? ¿Cómo fue la noche?
-Bueno hubo de todo. Joel bien. Se le veía con muchas ganas. Aunque en el fondo es un poco niñato y le falta madurez y experiencia, pero para una noche no está mal.
-¿Madurez y experiencia? –preguntó Maribel. –Bueno eso luego lo tenemos que hablar…
-¿Qué pasa?
-Nada, nada. Luego te lo explico. Sígueme contando.
-Bueno. Pues eso, Joel bien. Muy buen cuerpo, una buena polla, pero demasiado impulsivo. Salimos de la discoteca y me llevó a la playa y allí es donde follamos.
-Y bien, ¿no?
-Sí, bien. Al menos lo que recuerdo –reí.
-¿Tan borracha ibas? –preguntó jocosa Maribel.
-Pues sí, bastante. Me pasé bebiendo. Yo no estaba acostumbrada a tantas copas cuando salgo.
-Bueno si te consuela todas acabamos un poco piripis anoche. Sobe todo Encarni. Esa acabó bien perjudicada. Pero se llevó a uno de los niños a casa. Así que también tuvo su gran noche. El otro pobre esperaba acabar con alguna de nosotras dos también, pero entre que a mí no me apetecía y Tamara le juró fidelidad eterna a su marido, el pobre se quedó viéndolas venir. –rió.
-Bueno, Encarni ya iba predispuesta a ello –reí. –Bueno, la cosa es que con Joel bien, pero lo que te digo. Iba demasiado borracha. Y allí en la playa fue un espectáculo. Vomité, me meé encima… un cuadro.
-¡No jodas! –comenzó a reír. – ¿Y cómo llegaste al hotel?
-Pues llegué como pude. Me tuvo que ayudar Joel. Aunque no recuerdo mucho. Lo peor ha sido por la mañana.
-¿Qué ha pasado?
-Pues que Juan se ha enfadado. Imagínate. Se despierta y me encuentra oliendo a alcohol, manchada de vómito y sin tanga.
-¿Ibas sin nada?
-¡No! Llevaba mi tanga, pero Joel me lo hizo quitar y lo perdí.
-¡Joder! –exclamó Maribel mientras reía. –Sí que ibas fina.
-Ya… Lo peor no fue eso. Es que encontró en mi bolso el condón con el que me folló Joel.
-¡No jodas!
-Sí. Y no solo eso. El cabrón de Joel me quitó la alianza de matrimonio y no se le ocurrió otra cosa que meterla en el condón con su leche, hacerle un nudito y guardármelo en el bolso.
-Alucino…
-Así que normal que se enfadara. Me ha pillado pero bien. Encima cuando quería discutir, le he dicho que no me molestara, que me dolía la cabeza, así que se ha marchado indignado y yo me he quedado aquí durmiendo hasta ahora.
-¿Y no está ahí?
-No. No sé dónde está. Ahora intentaré llamarle.
-Ya… Es que… A ver. Ha venido a casa, preguntando por mí. Ha venido de muy malos modos para saber qué había pasado. Así que Fernando ha tenido qué echarle diciendo que yo estaba durmiendo y que no eran formas de ir a una casa.
-¿Ha ido a tu casa? ¿Para qué?
-Pues para eso. Para saber qué pasó anoche. Imagino que piensa que he sido en parte culpable de que te follaran y quería saber lo ocurrido. A ver, es verdad que la idea era que amaneciera con unos buenos cuernos, pero joder no sabía que ibas a ser tan descarada al volver al hotel y dejar que te pillara de esa forma. Yo te hubiera defendido de todos modos, pero ha sido una cagada muy grande.
-Ya… ¿Entonces no sabéis dónde anda?
-No. Por eso quería saber qué había pasado.
-Pues voy a intentar localizarle a ver si logro convencerle de algo.
-No sé. Estaba muy enfadado. Creo que esto le supera. Va de liberal pero en el fondo no lo es. Hay gente que aunque le guste la idea no puede llegar a serlo nunca. Y eso de que vayas por ahí follándote gente no le gusta por mucho que él diga. Además creo que Fernando y yo no le caemos bien y menos ahora si piensa que te hemos llevado por el mal camino. ¿Qué piensas hacer?
-No lo sé… Voy a llamarle a ver qué ocurre.
Nos despedimos e intenté llamar a Juan. No cogía el teléfono. Tras intentarlo en un par de ocasiones sin éxito, le mandé un mensaje diciéndole que quería hablar con él. Mientras esperaba su contestación, bajé a la piscina. Quería encontrarme con Joel y preguntarle el motivo de meter mi alianza en el condón.
Estaba ya recogiendo, porque la piscina estaba cerrando. Esperé a qué se fuera, no quería armar un numerito delante de otros huéspedes. Estando solo en el cuarto que utilizaban como almacén de material, le abordé:
-Hola. Quería hablar contigo.
-¡Anda! Mira quién está aquí, mi putilla favorita… -e intentó rodearme con sus brazos para besarme, pero me opuse.
-Ahora no, ¿quieres?
-Vaya. Ahora te han venido los remordimientos por ponerle los cuernos a tu marido, ¿no?
-No. No son remordimientos. Pero quiero saber por qué hiciste lo del condón y el anillo.
Joel rió.
-¿No te gustó? Me pareció divertido. Era una forma de simbolizar esos cuernos. Seguro que te hubiera gustado que él estuviera delante mirándonos y que me hubiera corrido encima de ti y luego él te limpiara con la lengua –dijo riéndose a la vez que me abrazaba y conseguía besarme en el cuello.
-Pues la has cagado-dije.
Pero esos besos conseguían arrancarme unas leves cosquillas y lo que contaba mientras se rozaba contra mí me conseguía excitar. Al menos hacerme notar un pequeño cosquilleo. No podía imaginar lo que estaba pasando. Parte del lío que tenía montado con mi marido era por culpa suya y aunque estaba enfadada con él, me estaba besando y tocando y a mí no me importaba. Al contrario. Me gustaba. ¿Tan puta me había vuelto? Aunque quería negarlo era evidente que algo en mí había cambiado. Tanto que el pobre Juan importaba poco en aquellos momentos a pesar del cabreo monumental que tenía hacia mí.
Podía notar como la polla de de Joel crecía por debajo de su bañador y la frotaba con intensidad sobre mi pierna.
-¡Para! –dije con nada de convicción mientras acariciaba el trozo de carne que le había crecido entre las piernas. -¡Ahora no! –logré decir mientras ahogaba mis palabras con su lengua mientas me besaba.
Había conseguido meter la mano por dentro de los shorts que llevaba puestos y acariciado mi coño.
-¡No, para! –dije apartándole con un empujón. –He dicho que ahora no puedo. Tengo cosas qué hacer.
Joel provocador, se llevó el dedo con el que acarició mi raja a su boca y lo chupó. No había podido evitar excitarme y mi coño respondió humedeciéndose. Joel notó mi flujo. No pude evitar que pese al enfado, él me encendiera y lo peor, que lo supiera.
Me fui de allí suspirando. No podía controlarlo. Ver como se relamía llevándose mi flujo a la boca me había puesto a mil. Era una nueva muestra más de lo zorra que me había vuelto. Cachonda por un niñato mientras mi marido estaba desaparecido.
De repente mi teléfono vibró. Era un mensaje de Juan:
“Estoy en la habitación. ¿Dónde estás?”
Le respondí que andaba buscándole por el hotel y que ya subía. Me dirigí a la habitación. Bastante nerviosa, la verdad. Entré y allí estaba él, sentado al borde de la cama.
-A ver, escúchame… -comencé a decir.
-No, escúchame tú a mi –me interrumpió. –Creo que estas vacaciones han sido un error. Creo que deberíamos volver a casa.
-¿Qué? Sí aún nos queda un día antes de irnos. Aún podemos aprovechar…
-Aprovechar el qué. ¿Aprovechar para follarte a alguien más quieres decir?
-No he dicho eso.
-Pero lo piensas.
-¿Qué estás insinuando, que soy una puta o una guarra y que me tiro a todo el que pillo por delante?
-Yo no he dicho que seas una puta o una guarra, pero a las pruebas me remito que te has follado a todo el que has podido. Empezando por Fernando y acabando con quien cojones pasaras la noche ayer, que aún no me has explicado quién es.
-A ver, hemos compartido sexo, tú también has follado con Maribel….
-Mira, da igual. No quiero hablar de eso. Solo quería decirte que volvemos a casa.
-No.
Yo misma me sorprendí de la brusquedad con la que le respondí. Fue algo que salió dentro de mí, algo que instintivamente pensaba pero que la racionalidad evitaba que lo dijese. Pero esta vez se impuso el impulso a la razón. En el fondo y siendo tremendamente egoísta, no quería irme. Me lo estaba pasando bien y quería aprovechar al máximo aquellos días de playa. Quería que él disfrutara como lo hacía yo, pero egoístamente, si él no quería seguir allí, no me iba a privar a mí de disfrutarlo. Posiblemente no era lo que convenía. Era, sin duda, la peor respuesta que podía dar en aquel momento. Pero algo en mí evitó que mintiera y permitió que saliera lo que verdaderamente quería hacer. Seguramente en cuanto se enfriara la situación me arrepentiría de haber dicho aquello, pero ya no había marcha atrás. Ya lo había soltado. Y le había explotado a Juan en toda la cara, quedándose mudo por unos instantes sin saber qué decir. Mirándome muy fijamente. Tras aquellos instantes de shock, giró la cabeza y miró hacia donde estaba la mesilla de noche. Sin duda vio el anillo que no me había vuelto a poner y agachó la cabeza.
-Está bien –dijo Juan. –Si tú no quieres irte, perfecto. Puedes quedarte, el hotel esta pagado hasta pasado mañana. Yo me voy.
Quería haberle contestado. Aunque no sé muy bien el qué. Por una parte le hubiera retenido. Pero no hubiera sabido qué decirle en realidad. Porque en el fondo seguía convencida en que quería quedarme y disfrutar de mis vacaciones a mi modo. Y eso incluía sexo con otros hombres. Y si él se quedaba sabía que no iba a poder hacerlo o si lo hacía iba a ser a regañadientes y viéndole la cara torcida continuamente. ¡Joder estaba siendo tremendamente egoísta! Pero era lo que en el fondo quería hacer. Durante meses había follado con su jefe, con el mío, con amigos… Todo aquello hizo que descubriera un mundo del que no quería desprenderme. Así que me quedé mirando como recogía sus cosas en silencio y se marchaba.
Ya sola no pude evitar echarme a llorar. Él era mi marido había dejado que se marchara así. Lloraba mezcla de pena, rabia e impotencia. ¿Por qué no podríamos haber sido un matrimonio convencional como éramos antes? No, tuvo que permitirme poder estar con otros hombres, disfrutar de esa libertad, pero luego él me la negaba, para volver a dármela y continuar en ese eterno tira y afloja que me volvía loca. Había probado lo que era aquello y no quería perderlo.
Cuando me tranquilicé un poco, llamé a Maribel para contarle todo lo que había pasado.
-¿Quieres venir a casa y así estás con nosotros? –me ofreció una vez le conté lo que había pasado.
-Lo agradecería.
-Claro mi amor. Ahora va Fernando con el coche y te recoge.
Al cabo de unos diez minutos, Fernando me avisó de que estaba abajo esperando con el coche. Recogí mis cosas y bajé. Me monté en el coche y nos dirigimos a su casa. Una vez allí, Maribel me recibió con un abrazo.
Tras pasar al comedor, nos sentamos en el sofá y les relaté con detalles todo lo que ocurrió y sobre todo, lo que pensaba, mis dudas y mis inseguridades.
-Cariño, no debes preocuparte –dijo Maribel. –Te vuelvo a decir lo que te dije el otro día. Debes pensar en ti. ¿Tú qué quieres? Tener la libertad de follar con quien te plazca, ¿no? Él no hace nada más que marearte, ahora sí, ahora no… Tienes que pensar en tu felicidad y si eso es lo que te hace feliz, el debería hacer lo posible por hacerte feliz. Y más cuando él lo ha hecho con anterioridad, por lo que es absurdo que ahora te lo niegue.
-Claro. ¿Qué diferencia hay entre que él te lleve a un tipo a casa o que te lo encuentres tú? ¿Qué así él piensa que controla la situación? Si al final tú vuelves a su lado, eso es lo de menos. Lo mismo da que folles tú con alguien que él encuentra a que folles con quien tú encuentras. Al final acabas follando igualmente. He igualmente acabas al final a su lado. Por lo tanto quién lo encuentre da igual. Lo que él no soportaba era verte con otros hombres. Se mostró como un celoso desde que nos conocimos.
-Ya. Imagino. Por eso cuando me dijo de irnos me negué. Quería que entendiera que la puerta que abrió no era justo cerrarla ahora de golpe.
-¡Eso es! –me animó Maribel. –Mira, no tienes que darle más vueltas. Lo hecho, hecho está. Ahora vamos a cenar y ya verás que te sientes mejor. Además puede que esto sea un berrinche tonto que luego se solucione.
-Claro. Aún vas a estar aquí estos días. A lo mejor os viene bien a ambos estar estos días separados el uno del otro –comentó Fernando.
Algo más relajada, comenzamos a hablar de otros temas y las risas comenzaron a fluir. Lo cierto es que Fernando y Maribel consiguieron que olvidara los problemas que había tenido con Juan y para ser sinceros, no echaba de menos a Juan en aquellos momentos. Cenamos y tomamos y par de copas de vino. Comenté que ya se hacía tarde y que debía irme al hotel a dormir.
-No, nada de eso –comentó Maribel. –No vamos a dejar que duermas esta noche sola.
-No quiero ser una molestia, de verdad.
-No eres ninguna molestia –dijo Maribel dándome un tierno beso en los labios mientras acariciaba mi pelo. –Si quieres dormir vamos a la cama.
Y tiró de mí poniéndome de pie. Me llevó hacia el dormitorio y me empujó con suavidad hacia la cama.
-Anoche me quedé con ganar de probar ese chochito recién depilado. Solo le di un par de lametazos y eso es poco
Sonreí mientras Maribel se colocaba encima de mí. Nos besamos uniendo nuestras lenguas que jugueteaban enrollándose la una sobre la otra. Evidentemente si aún quedaba algún rastro en mi mente del conflicto con Juan, ahora acababa de desaparecer. De rodillas, Maribel se retiró el top dejando que sus enormes tetas cayeran pesadas sobre su tripa. Alcé mis brazos y agarré una de aquellas tetas. La amasé y noté su peso antes de llevármela a la boca y chupar aquel ancho pezón. Maribel sonreía satisfecha viéndome como lamía sus tetas acariciaba todo mi cuerpo y me urgía para quitarme la ropa. Nos desnudamos completamente. Ella miró mi coño depilado y con delicadeza se recostó en la cama colocándose entre mis piernas y comenzó a lamer.
-Así depiladito se come mucho mejor –bromeó.
Su lengua se deslizaba con maestría por toda la longitud de mi raja, encontrando mi clítoris y jugando con él, dándole pequeños golpecitos y lametones. Es cierto aquello que dicen de que las mujeres saben comer mejor un coño que los hombres, que tienes esa sensibilidad especial. Rápidamente comencé a arquear la espalda notando aquella sacudidas de placer que Maribel lograba arrancarme con su lengua.
Por la puerta apareció Fernando, que se había entretenido lavando los platos de la cena, dejándonos así a nosotras intimidad para poder jugar. Apareció solamente cubierto por el calzoncillo y se apretaba la polla por encima de la prenda, que ya mostraba signos de estar dura. Se acercó a nosotras y que colocó de pie, a mi lado. Se retiró el calzoncillo y su polla rebotó tiesa, libre de la cárcel de algodón que la aprisionaba. En cuanto la vi enfrente de mí no pude evitar agarrarla y llevármela a la boca.
Así estuvimos los tres Fernando recibiendo mi mamada y yo los lametones de Maribel que me aproximaban rápidamente a un orgasmo. La polla de Fernando me llenaba completamente la boca, lo que ahogaba el sonido de mis gemidos. Y es que Maribel, ansiosa por conseguir que me corriera, coordinaba las lamidas a mi clítoris con un metisaca frenético con los dedos en mi coño. Bastaron solamente unos segundos para que me corriera con violencia. Maribel y Fernando me miraban sonriendo, mientras yo intentaba contener los espasmos producto de aquel orgasmo.
No me dieron mucho descanso, ya que Fernando, agarrándome de las piernas, tiró de mí hasta el centro de la cama, se colocó encima de mí y clavó su polla que, entre mis flujos y la saliva de su mujer, entró sin ningún tipo de dificultad ni resistencia hasta la base se sus huevos. Comenzó con envestidas suaves que fueron ganando en intensidad. El anterior orgasmo me había dejado muy sensible y cada envestida suponía una verdadera tortura de placer. Notaba que me volvía a correr. Posiblemente excitada por el anterior orgasmo lógicamente, pero también por la liberación que me había supuesto todo aquel día. Agarré sus nalgas y clavé mis uñas cuando notaba que sus envestidas eran más fuertes. No podía contener mis gemidos y chillaba con cada golpe de cadera. Se venía otro orgasmo, esta vez más fuerte que el anterior. Pero también parecía que venía en de Fernando. Al ver el volumen que habían tomado mis gritos, Maribel, que se había dedicado a lamerme las tetas y a acariciarme el cuerpo, se colocó de rodillas sobre mi cara, acallando mis gemidos colocándome el coño en la boca para que se lo comiera.
Hice lo que pude. Intentaba comérselo, pero las potentes envestidas de Fernando y los gemidos que no lograba controlar, dificultaban la tarea, pero al menos, sus coño en mi boca había conseguido silenciarme en gran parte, sobre todo cuando volví a correrme. En ese momento Maribel me aplastó la cara con su coño. No quería armar un escándalo y que los vecinos murmuraran.
Yo me había corrido nuevamente, pero Fernando aún no. Por lo que seguí penetrándome. Estaba muy sensible y ya eran un poco insufribles sus embestidas. Pero por suerte terminó pronto. Con un gruñido que acalló Maribel besándole Fernando se corrió.
Y así estuvimos los tres unos instantes, en silencio. Fernando mantenía su polla dentro de mi coño, dando las últimas sacudidas mientras descargaba todo su semen en mi interior; yo tumbada bocarriba respirando entrecortadamente sintiendo las últimas sacudidas de la polla de Fernando, mientras terminaba de lamer el coño de Maribel; y Maribel de rodillas sobre mi cara besando con pasión a su marido. Maribel se retiró de encima de mí, y de acercó a observar como Fernando sacaba su polla de mi interior. Salió con signos de flacidez y untada de nuestra mezcla de fluidos, algo a lo que su mujer no hizo ascos y se metió la polla en la boca para limpiársela. Una vez limpia, Fernando se acostó a mi lado y me besó. Maribel por su parte se volvió a colocar entre mis piernas y se dedicó a lamer mi coño limpiándolo de todo el semen que su marido había descargado en mí. Cuando acabó se acostó también a mi lado.
Estuvimos los tres tumbados en la cama recobrando el aliento y volviendo a la tranquilidad. Fernando se levanto a por cigarrillos para todos, y muy relajados los tres, nos los fumamos en la cama.
-Oye, una cosa. ¿Qué me tenías que explicar sobre algo de madurez y experiencia? –pregunté a Maribel.
La pareja rió a la vez. Fernando me contestó:
-Anoche dejaste una muy buena impresión a alguien. Y le gustaría conocerte… un poquito más –dijo guiñándome un ojo.