Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 11)

Continúan nuestras vacaciones en la playa junto a Fernando y Maribel.

-¿No le hubiera importado? –preguntó Alba.

-¡No! Para nada. No es la primera vez que hacemos algo así. Lo único que esta vez, las cosas han surgido de esta manera y ella no ha podido estar aquí –respondió Fernando. –Además no pensaba que pudierais responder de esta forma así tan pronto –comentó divertido.

-Bueno… –rió Alba. –Las cosas han pasado así. No te voy a engañar que me apetecía esa polla desde el momento que te vi –dijo entre risas señalando la polla ya flácida de Fernando. -¿Verdad que te lo dije Juan?

-Eh… sí. Es verdad que me lo dijo.

-Gracias –dijo Fernando y en compensación dio un beso en los labios a mi mujer.

Una sensación que hacía mucho tiempo que no aparecía volvió a mí. Era la misma sensación que sentí cuando vi por primera vez a Pablo con mi mujer. Esa sensación como de hormigueo e intranquilidad cuando la vi tonteando con mi jefe. Ya habíamos pasado por esto muchas veces. Había compartido a Alba con un número importante de hombres. Pero hoy volvía a aparecer esa sensación extraña. Notaba una especie de complicidad rara entre ellos. Fernando sin dudas quería follar con Alba, ya lo había confesado cuando anteriormente había explicado que se sorprendió de lo rápido que se habían precipitado los acontecimientos, por lo tanto, ya en su cabeza tenía la intención de follársela. Alba por su parte también tenía esa idea en mente. No sé si desde el momento en que se encaprichó de la polla de aquel tipo, pero sin duda desde que vio cierta predisposición por su parte, ella no hizo el menor intento por detenerse. Yo en cambio, en un principio, llevado por el morbo de la situación había dejado que aquel hombre, desconocido unas horas antes, “conquistase” a mi mujer y follara con ella y no solo eso, él sin consultar siquiera, nos había conducido a una zona de dogging para que otros mirones pudieran disfrutar del espectáculo que ofrecían e incluso apuntarse a él. Y yo había consentido y permitido todo aquello. No es que no haya sido excitante, pero no tuve voz ni voto en las decisiones que se tomaron. Además habíamos decidido irnos de vacaciones para tener tiempo para nosotros, para estar juntos. Por eso habíamos decidido no ver a Pablo o a otros amantes de Alba y en cambio, ya había compartido a Alba con un grupo de tíos. De nuevo aquellas ideas sobre el emputecimiento de Alba habían vuelto.

La voz de Alba me sacó de mis pensamientos.

-Bueno, se está haciendo tarde. Creo que es hora de que empecemos a recoger.

-Sí, tienes razón. Habrá que comenzar a irse –dijo Fernando.

Empezamos a recoger las toallas y guardarlas en la mochila. Nos pusimos la ropa y emprendimos la marcha por las dunas de camino a la carretera para dirigirnos al hotel. Al llegar al borde de la carretera Fernando se separaba de nosotros, para dirigirse a su apartamento.

-Bueno, ha sido un verdadero placer el conoceros. Ha sido una tarde divertida.

-La verdad es que sí –respondió Alba con una sonrisa picarona, a la que Fernando respondió sonriendo y entrecerrando los ojos.

-Habrá que repetir –dijo el nuevo amante de Alba. -¿Os parece bien que mañana volvamos a vernos?

-Buen… -comencé a decir.

-¡Claro! Mañana podemos volver a vernos en el mismo sitio –exclamó Alba interrumpiéndome. –De todos modos, nos cogemos los teléfonos y así estamos en contacto.

Alba parecía muy emocionada por volver a encontrarse con Fernando. Se intercambiaron los números de teléfono y tras despedirnos, Alba y yo nos encaminamos hacia nuestro hotel.

-Ha sido alucinante, ¿no crees? –comentó Alba.

-Bueno, no ha estado mal.

-¿Qué te pasa? Antes te vi muy entusiasmado meneándotela mientras veías como me follaba Fer y como los otros miraban y me tocaban.

-¿Fer? –pregunté. –Vaya confianza tienes con él después de solo un día…

-¿Estás celoso?  A ver, no es la primera vez que hacemos esto, no entiendo cómo puedes comportarte ahora así después de todo lo que hemos hecho.

-No es que esté celoso. Pero hemos venido de vacaciones para estar juntos…

-Y juntos estamos –me interrumpió Alba.

-Sí. Pero me refiero a estar solos. Tú y yo. Tener tiempo para nosotros. Y ya es segundo día de estar aquí te encaprichas de un tío y acabas follándotelo. Al final es como si no hubiéramos salido de casa.

-¡Joder Juan! Tampoco es para tanto. Las cosas han surgido así. Cuando llegamos a la toalla después de bañarnos dio la casualidad que ellos estaban allí sentados a nuestro lado. No fue algo buscado. Luego las cosas por la tarde pues han salido así.

-Ya sé que han salido así, pero tampoco he visto por tu parte ninguna intención de intentar pararlo.

-¿Por qué iba a querer pararlo? Ya hemos follado con otra gente en otras ocasiones. Te recuerdo qué fuiste tú quien me llevó a una casa para que una manada de negros me follara –remarcó mucho aquel “tú” para dejar bien claro quién era el culpable. –Tú fuiste el que hizo que mi jefe me follara en casa, permitiendo que luego abusara de mí en el trabajo cada vez que el apetecía. ¿Por qué ahora iba a ser distinto?

-Porque dijimos de venir de vacaciones para estar solos tú y yo.

-Pues si tanto te ha molestado no sé porqué no has dicho nada en toda la tarde y solo te has limitado a meneártela como un puto pajillero mientras otro hombre se follaba a tu mujer.

Aquellas palabras mi hirieron. Nunca había visto a Alba tan enfadada conmigo. Remarcó mucho el insulto de “pajillero” contrastándolo con “hombre” en referencia a Fernando. ¿Sería a consecuencia del enojo que había dicho aquello solo para herirme o realmente me veía así, como un pajillero que no era lo suficientemente hombre para follarla y por eso se veía tan atraída por otros hombres?

Alba estaba visiblemente molesta. No hablamos más hasta que llegamos al hotel.

En la cena intenté rebajar un poco la tensión que había surgido entre ambos. Habíamos comenzado las vacaciones y aún quedaban un par de días por delante. No era bueno estar así. Además la idea principal del viaje era descansar y darnos tiempo a ambos, por lo que enfadarse iba en contra de todo lo que queríamos.

-Oye, perdona. Es cierto que he estado un poco celoso. Pero entiéndeme, quería que estas vacaciones fueran para nosotros, para desconectar de todo. Y después de lo que ha pasado era como seguir con aquellos que llevamos haciendo todos estos meses. Además que Fernando y Maribel son gente muy agradable. Y hacer amigos aquí nunca  está mal.

-Ya, te entiendo. Yo también me he pasado un poco. No tenía que haber dicho lo que dije. Pero es que estaba enfadada. Hay veces que no te entiendo. No sé cuándo te gusta que follemos con otras personas y cuándo no. En ocasiones es muy complicado entenderte.

No supe muy bien qué contestar. Tenía razón. Me gustaba verla follar con otros hombres. Pero me gustaba llevar el control y ser yo quien organizara los encuentros o controlarlos de alguna manera cuando estos se producían. Lo que no me gustaba es que ella, por su cuenta y a mis espaldas lo hiciera. Pero esta vez, no hubo engaño, fue todo delante de mí. No podía recriminarla nada. Todo lo que había sentido fue una especie de impulso o intuición, una mala vibración que me dio aquella situación desde que los vi juntos en la toalla. Pero lo cierto es que nos habíamos conocido aquella mañana y simplemente estaban hablando. Todo lo que me pudo molestar ocurrió realmente después, estando yo presente.

Cogimos nuestras copas y brindamos zanjando la conversación con un beso en los labios. A pesar de aquella tregua que acabábamos de firmar, el ambiente aún se mantenía algo tenso y frío.

La mañana siguiente prometía ser un día caluroso y perfecto para darse un chapuzón. Bajamos al restaurante del hotel a desayunar y tras tomarnos unas tostadas con una buena taza de café subimos a la habitación a preparar las cosas para bajar, según habíamos decidido, a la piscina. Estábamos en la habitación, ampliamente iluminada por el sol de la mañana, desnudándonos para ponernos nuestros bañadores. Me encontraba al lado derecho de la cama y me giré para mirar al otro lado de la cama. Allí estaba Alba, completamente desnuda, con el ventanal que daba al balcón completamente abierto y las cortinas corridas, extendiéndose la crema solar por sus tetas. El ventanal abierto del balcón, permitía que si algún inquilino del hotel que se alzaba justo enfrente del nuestro, se hubiera asomado al balcón, hubiera podido disfrutar de unas espléndidas vistas de mi mujer desnuda sobándose las tetas. La idea me excitó y ver a mi mujer desnuda mucho más. Me quité el bañador que justo acababa de ponerme y me acaricié la polla que se comenzaba a hinchar. Me acerqué a ella por detrás y cuando estuve a su altura la agarré por las caderas y restregué mi rabo contra su culo mientras besaba su cuello.

-¿Qué quieres? –preguntó Alba.

-Me has puesto muy cachondo viéndote así desnuda y con las ventanas abiertas. Cualquiera podría verte. ¿No te apetece follar con las ventanas así por si algún vecino mirón se asoma y nos ve? –dije mientras besaba y mordía el cuello de mi mujer. Mi polla ya estaba completamente dura para entonces.

-No es mala idea, pero ahora no. No tenemos que me perder tiempo en bajar para poder coger sitio en la piscina, que ya sabes que luego se llena.

Lo dijo apartándome suavemente de ella, pero apartándome al fin y al cabo. Ella continuó untándose crema por el resto del cuerpo. Yo me agaché para recuperar mi bañador y volver a ponérmelo aún con la polla tiesa.

Bajamos a la piscina. Como decía Alba el resto de inquilinos ya habían comenzado a apoderarse de tumbonas y sombrillas. Aún era pronto por lo que pudimos hacernos con un par de tumbonas no muy lejos del chiringuito de la piscina. Una vez ya colocado sobre la toalla, miré hacia la piscina. Allí volví a encontrarme con el socorrista mulato del primer día. No me hacía falta nada para saber que Alba también lo había visto.

La mañana transcurrió entre largos en la piscina y baños de sol. Fui al chiringuito y tras hacerme con un par de bebidas para Alba y para mí, seguí contemplando al socorrista que se había retirado la camiseta y en una de las duchas de la piscina, se había refrescado para poder soportar el intenso calor que aquel día hacía. Con disimulo miré de reojo a Alba. Una leve mueca en la comisura de su labio mostraba una disimulada sonrisa de aprobación hacia el cuerpo musculoso del socorrista, al cual seguía con la cabeza mientras este volvía a su silla. Él miraba hacía donde nos encontrábamos nosotros. Podría pensarse que simplemente miraba a la piscina cumpliendo su cometido de vigilar, pero después del juego de miradas del otro día y que hoy había continuado, ya que no perdí detalle en todo momento, sabía que miraba a mi mujer. Y la sonrisa burlona de aquel mulato lo confirmaba.

Por la tarde, tras una breve siesta, nos dirigimos a la playa. Alba había escrito a Fernando para ver si era posible que nos viéramos hoy también. Al parecer él iba a escribirla también para vernos, pero Alba se adelantó. El lugar sería el mismo del anterior día y la hora la acordaron ellos dos. Yo no tenía excesivas ganas por volver a ver a Fernando. Después de la discusión que tuve con Alba la tarde anterior en parte motivada por él, verle no era una de las cosas que más me apeteciera.

Estábamos de nuevo en las toallas, desnudos en aquella playa nudista, cuando vimos que se acercaba Fernando, pero esta vez acompañado de su mujer. Tras los saludos y los besos, se acomodaron a nuestro lado y comenzaron a desnudarse. El más rápido fue Fernando que se quitó rápidamente el bañador, dejando al aire su gruesa polla que balanceaba con el movimiento. Alba sonería mirando aquel miembro. Hice un esfuerzo por no enojarme, recordando lo que pasó ayer, y centré mi atención en Maribel. Se retiró la parte superior de bikini y aquellas enormes tetas cayeron pesadas una vez libres. Sus enormes pezones apuntaban hacia abajo.  Luego se retiró la parte inferior. Estaba dándome la espalda, por lo que aquel culo regordete quedó a escasos centímetros de su cara. Miré con disimulo intentando distinguir su coño, pero noté como mi polla comenzaba a reaccionar y no me pareció apropiado que se me pusiera tiesa en aquel momento, por lo que miré hacia el agua e intenté pensar en otra cosa. Se sentaron ambos a ambos lados de mi mujer. Yo quedaba un poco más separado del grupo. Sacaron de su bolso de playa una cajetilla de tabaco, cogieron dos cigarros para ellos y nos ofrecieron. Alba aceptó uno y tras encenderlos comenzaron a fumar relajadamente. La conversación empezó sobre nuestra estancia en el hotel, la ciudad y sitios a los que ir y visitar. Tras una larga charla hablando de varios temas Maribel preguntó de forma socarrona:

-Bueno, así que ayer hubo fiestecita, ¿no?

-Bueno, algo así… -respondió entre risas Alba.

-Ya me estuvo contando ayer Fer. Me dio una envidia terrible cuando me dijo que pasó eso. Vosotros follando aquí en la playa y yo tomando café con las amigas... ¡No hay derecho! –exclamó divertida Maribel.

-¿No te molesta? –pregunté.

-¿A mí? ¡No! Nosotros somos liberales como vosotros – tuve que tragarme el orgullo ante aquello. Éramos supuestamente liberales, pero ciertas cosas no me gustaban, pero ahora no era momento de decir nada, por lo que asentí. –Así que no hay ningún problema. Ya lo hemos hecho más veces. Fer puede follar con quien le interese, igual que yo. Habiendo confianza no hay problema.

Maribel dio en la clave. La confianza. Posiblemente no confiaba plenamente en Alba después de su interés por Pablo o Abraham a mis espaldas.  Por cómo escribió a aquel tipo de el área de servicio y jugó con él por teléfono. Por cómo miraba al socorrista. Puede que no confiara ciegamente en Alba. Puede que sea lo que me ha pasado a mí con ella, que mi confianza fluctúa por momentos.

-Claro –respondí.

-Además, ya hemos follado ahí atrás en más de una ocasión… –dijo indicando a las dunas por las que nos perdimos la tarde anterior – ¡y menudas fiestas se organizan!

Fernando, Maribel y Alba rieron. Yo me limité a sonreír de una manera algo forzada para no quedar descolgado del grupo.

-Lo cierto es que fue una experiencia súper excitante –comentó Alba. Y apoyando su mano sobre el muslo de Fernando añadió –Además que tu marido sabe cómo usar esto –y riendo agarró la polla de Fernando y la meneó para que todos nos fijáramos en ella.

Todos rieron. Volvía a fingir que me divertía, pero de alguna forma un pesimismo me había invadido.

  • No me voy a quejar. Mi marido siempre ha sabido cómo complacer a una dama –y apoyó su mano en la polla que aún mantenía agarrada mi mujer.

-Creo que debemos irnos ya al agua, si seguís así voy a tener que ponerme bocabajo en la toalla su no queréis que se me apoyen las gaviotas –soltó chistoso Fernando.

Lo cierto es que los meneos de Alba y la mano Maribel, habían conseguido que la polla de Fernando comenzara a despertar y ganara en grosor. Nos levantamos y nos dirigimos al agua. Estuvimos nadando y dejándonos mecer por las olas. La verdad es que aquella última conversación había encendido los ánimos de todo el mundo y en un momento dado vi que Alba se quedaba a solas con Fernando. Aunque disimulaban podía ver el movimiento del brazo de ambos. Alba masajeaba la polla de Fernando y éste acariciaba el coño de mi esposa. Estaba parado mirándoles cuando desde atrás, dos manos agarraron mi polla.

-¿Tú también quieres que te toquen?

Era la voz de Maribel. Notaba sus grandes tetas pegadas a mi espalda y mientras con una mano masajeaba mis huevos con la otra retiraba y volvía a subir mi prepucio que se deslizaba por mi glande, a cuyo tacto mi polla comenzó a ganar tamaño.

-¿Qué te pasa? Has estado muy callado toda la tarde –preguntó Maribel.

-¿Yo? ¡Qué va! Estoy bien, no me pasa nada.

-Bueno yo te he notado algo serio. No estarás celoso porque tu mujer esté ahora pajeando a mi marido, ¿no?

-No. No es la primera vez que la veo pajeando a otro hombre. Y haciendo otras cosas peores también –sonreí. –Además ahora me estás pajeando tú.

Y giré y me puse frente a ella. Agarré una de sus enormes tetas y con la otra mano la atraje hacia mí para besarla en un intento de mostrar que nada me perturbaba y que disfrutaba de aquella situación. y aunque no me gustara demasiado la relación que existía entre Alba y Fernando, tendría que mentir si digo que no me excitaba verla así o que no me excitaran las enormes tetas de Maribel. Mientras la besaba, mi polla totalmente tiesa se apretaba contra el abdomen de Maribel.

-¡Sed más discretos! –la voz de Fernando terminó con el beso que en ese momento manteníamos Maribel y yo. – Que puede estar por ahí su marido mirando –bromeó.

Esperamos un poco los cuatro en el agua hasta que las pollas bajaron y pudimos salir del mar y secarnos en nuestras toallas. Tras un nuevo cigarro Maribel suspiro:

-Pues me ha puesto cachonda tu maridito con ese beso. Se le veía con ganas.

-Imagino. Desde que vinimos aquí aún no hemos follado. Solo se hizo una paja ayer viéndome.

Y era verdad. Desde la mamada en el área de servicio no había vuelto a hacer nada con Alba, solo una paja. Nada de follar. De hecho, cuando por la mañana lo intenté, ella me paró en seco.

-¡Vaya! Te tiene a régimen –bromeó Fernando.

-Bueno, las cosas se han dado así –tuve que defenderme esbozando una sonrisa como si no diera importancia a todo aquello.

-Pues me ha despertado las ganas –insistió Maribel.

Y pasándose un dedo índice por su rajita, desde la zona posterior hacia delante, acabado donde comenzaba aquella fina hilera de pelitos que se había dejado en el coño, apretó el dedo contra el pulgar y al separarlos nos mostró cómo se formaba un hilito de flujo que unía ambos dedos. De esta forma Maribel quería darnos a conocer que estaba mojada porque andaba muy cachonda después del mini-intercambio de parejas que habíamos protagonizado en el mar.

-¿Os apetece que vayamos ahí atrás? –sugirió Maribel.

-¡Sí! –exclamó con alegría Alba, dando pequeñas palmadas.

Los cuatro nos levantamos y ellas, cogidas de la mano se adelantaron por las dunas. Yo no tenía claro sí realmente quería hacer aquellos, si quería ver a Alba deseosa otra vez de follar con Fernando, pero mis ganas de follar que acumulaba desde por la mañana hacían que tuviera que seguir a aquellas dos hembras. Pero al hacerlo una mano me agarró del brazo y me detuvo. Era Fernando.

-¿Dónde vas tan rápido?

Me quedé quieto sin saber qué decir. No esperaba que me fuera a detener.

-Dale su tiempo a las chicas, no seas impaciente. Así es más excitante. Vente, vamos a esperar un poco.

Se tumbó de lado en la toalla. Sacó un cigarrillo y lo encendió. Yo me senté a su lado. Mientras él fumaba comentó:

-Tienes suerte de tener a una chica así contigo. Ahora mismo está súper cachonda. Cuando estábamos en el agua solo quería que la follara. Menuda golfa tienes contigo.

-¿Por qué no podemos ir a ver qué hacen? ¿O a unirnos nosotros?

-Déjalas que se relajen y disfruten ellas solas. Seguro que no nos necesitan. Para cuando lleguemos ya verás qué bien se lo están pasando.

Nos quedamos unos minutos en silencio. Mientras apuraba su cigarrillo, Fernando había comenzado a pajearse con suavidad, haciendo que poco a poco su polla ganara en tamaño. Me miró y sonrió:

-Puedes pensar lo que quieras, pero ahora mismo me estoy imaginando a tu mujer comiéndome el rabo.

Se sacudió un par de veces la polla mostrándomela. Enseñándome lo que le esperaba ahora a Alba. Aquella polla que tantas ganas tuvo de probar en su momento y que parecía que le había sabido a poco.

-Creo que podemos ir ya para allá.

Se levantó y yo le seguí. Volvimos a adentrarnos en las dunas como la tarde anterior, acercándonos a la zona donde acabamos ayer. Vimos a dos hombres parados de espaldas, uno de pie y el otro de cuclillas.

-Esto ya se ha puesto interesante –me dijo en voz baja Fernando con una sonrisa en los labios.

Al acercarnos a la pareja de hombres vimos que los dos tenían sus pollas duras y se masturbaban mirando a lo que había delante. En frente dos mujeres, una tumbada boca arriba y otra, más rellenita, colocada sobre ella, se lamían y frotaban los coños. Eran Alba y Maribel.

Me quedé unos segundos parado analizando la situación. El espectáculo lésbico que estaban ofreciendo era espectacular y el dúo hombres que allí se agolpaban estaban deseosos de poder ver en su esplendor a mi mujer o jugar con las tetas de Maribel. Instintivamente me agarré la polla. Aquella situación y ver al resto de hombres pajearse me obligaba a agarrarme el rabo y comenzar a meneármela yo también.

-Menudas dos guarras, ¿no crees? –dijo uno de los mirones que tenía al lado. – ¡Menudas tetas que tiene la mayor! Y la jovencita tiene una follada…

Por supuesto, el tipo aquel no sospechaba que hablaba así al marido de una de aquellas dos mujeres. Maribel levantó la vista del coño de mi mujer y nos vio a su marido y a mí. Sonriendo se retiró de encima de mi esposa y agarrándose las tetas con ambas manos, las ofrecía sonrientes al grupo de hombres como una señal para que se acercaran. Los hombres que allí se agolpaban no dudaron y se acercaron hacia ellas. Alba se incorporó del suelo, limpiándose con el brazo los restos de flujo de Maribel de la barbilla. Mientras se incorporaba y se ponía de rodillas, uno de los hombres se acercó a ella y le agarró fuerte ambas tetas, su polla quedaba a escasos centímetros de la cara de mi mujer y con los movimientos del hombre o de ella misma, su polla le golpeaba suavemente en la cara, como llamando su atención, cosa que consiguió ya que Alba no dudó en abrir la boca y alojarse aquel rabo en su interior. Miré al otro grupo y vi a Maribel chupándole la polla a su marida, mientras el otro tipo se volvía loco amasando las enormes tetas de ésta. Ella me vio e hizo un gento con su dedo para que me acercara. Fernando al ver que venía hacia ellos sacó su polla de la boa de su mujer y se alejó al otro grupo formado por mi mujer y el chico que recibía su mamada.

-¡Joder! Menuda polla calzas, ¿no? –oí que decía el chico que estaba con Alba a Fernando. –Seguro que una polla así vuelve loca a una zorrita como esta.

Miré a Maribel que sonreía ante aquellas palabras sobre su marido. Quise girarme para comprobar lo que pasaba en aquel otro grupo, pero Maribel agarrándome de la polla dio un suave tirón de ella, reclamando atención. No quería que me distrajera viendo lo que pasaba en el otro grupo, quería que me centrara en ella y el otro tipo. Cuando nuestras miradas se encontraron, tras sostenerlas un par de segundos y asegurarse Maribel que no iba a distraerme mirando a mi mujer, abrió la boca y se metió mi polla en la boca, acomodándola como podía hasta que prácticamente la tenía toda entera hasta los huevos. La sacó de su boca con un hondo suspiro. Eso me volvió loco. Estaba necesitado de follar y aquella madurita rellenita iba a ser quien se iba a llevar mi calentón. Oía los gemidos de Alba al otro lado, pero me dio igual, no quise mirar. Quería centrarme en follar con Maribel.  El otro tipo seguía loco con las tetas de ésta y perdía la cabeza metiéndose entre ambos pechos. Yo seguía disfrutando de aquella mamada, agarrándola del pelo para poder llevar el ritmo, mientras ella ofrecía una de sus inmensas tetas al otro chico. Tras unos minutos el chico se levantó y se puso a mi lado. Las dos pollas ahora apuntaban hacía la cara de Maribel que sonreía satisfecha ante la visión de aquellas dos piezas de carne que la miraban fijamente. Agarrando ambas pollas a la vez comenzó a masturbarlas de manera coordinada mientras nos miraba a los ojos y nos sonreía. El chico se agachó para poder besarla y jugueteó con su lengua.

Tirando de nuestras pollas, nos acercó hacia ella. Las acercó tanto, que el chico aquel, sin ningún tipo de reparo, me rodeó con su brazo por el hombro, como si fuéramos grandes amigos, y los dos juntos por las caderas, manteníamos nuestras pollas muy cerca la una de la otra. Maribel juguetona se metió mi polla en la boca y solo necesitaba abrir un poco más la boca y girar la cabeza muy poquitos grados para meterse la otra de lo cerca que estábamos. Ella seguía acercándonos, cerrando tanto en grupo que efectivamente teníamos que apoyarnos unos sobre otros para no perder el equilibrio. Ahora nos había colocado al chico y a mi enfrentados y muy juntos. Tanto que su polla descansaba sobre la mía. Agarró la polla del chico y golpeó juguetona con ella a la mía. Maribel se reía y al chico no pareció importarle aquella particular lucha de espadas. Parecía divertirle ver como jugaba con ellas Maribel. Volvió a colocarlas una apoyada en la otra y aprovechó que así estaban para meterse ambos capullos a la vez en la boca. Era complicado realizar así la mamada, pero la excitación de ver a aquella mujer con las dos pollas a la vez en la boca compensaba el que la mamada no fuera tan efectiva.

Maribel cambiaba de una polla a la otra y cuando quería jugar nos acercaba y colocaba una polla encima de la otra y como podía intentaba pajear a las dos a la vez, rodeando con sus dos manos ambas pollas y meneándolas a la vez, una sobre la otra. Ella se divertía de aquella forma. Yo nunca había tenido la polla de otro hombre tan en contacto conmigo, pero al otro tipo parecía no importarle, incluso parecía que le gustaba rozar su polla contra mí.

En un momento dado, Maribel tiró de mí y me hizo agacharme. Estando de cuclillas frente a ella, me empujó cayendo de espaldas sobre la toalla. Ella se acercó a mí de rodillas, se puso a horcajadas sobre mí y agarrando mi polla la fue introduciendo suavemente en su coño. Notaba la calidez y la humedad de aquella vagina. Llevaba varios días queriendo follar con Alba y por unas cosas u otras no lo había hecho y ahora enterraba mi polla entre las carnes de Maribel. Tenía ganas y sin perder tiempo comencé a mover las caderas con ansiedad. Ella comenzó a soltar pequeños gemidos. Tus enormes tetas se apoyaban en mi pecho. Mientras seguía recibiendo mis pollazos agarró una de sus ubres y me la puso en la cara. Empecé a chupar aquella teta sin parar ni un momento de follarla. El otro tipo mientras tanto se había puesto de rodillas detrás de nosotros y acariciaba el ano de Maribel. De vez en cuando sus caricias bajaban más de la cuenta, no sé si por el movimiento o de manera intencionada, pero sus caricias acababan en mis huevos. Era algo que me incomodaba un poco, pero la excitación que sentía en aquel momento hacía que obviara el hecho de que otro tipo me estaba acariciando las pelotas.

Lo peor de llevar esas ganas de follar es que hay algo que te impide para y sigues hasta el final. Tanta era mi excitación que notaba que me iba a correr en cuestión de segundos. Maribel debió de notarlo y en vez de parar lo que hizo fue aumentar el movimiento de sus caderas. Quería que me corriera y lo iba a hacer. Agarré con fuerza tus tetas y acabé eyaculando dentro del coño de mi amiga. La corrida fue continuada por un par de espasmos mientras los últimos chorros terminaban de inundar el coño de Maribel. Mientras, yo hundía la cara entre las tetazas de ésta.

Cuando me relaje un poco miré a Maribel que sonreía satisfecha. Notaba que mi polla se desinflaba dentro de su coño, pero aún no había llegado a salir de él. De repente noté que una mano agarraba mi polla y la sacaba de dentro del coño. Era el otro tipo, que ni corto ni perezoso, viendo que yo ya había terminado, estaba ansioso porque dejara hueco para poder follarla él y había sacado de allí mi polla. Noté como esta caía muerta sobre mi muslo e incluso noté como parte de mi corrida comenzó a gotear desde el coño de Maribel hacía mí. Pero eso no le importó al otro tipo, ya que metió su polla dentro de ella y comenzó a follarla.

Yo seguía debajo de Maribel e intenté moverme para salir de ahí y dejarles follando. Pero ella lo impidió. Me retuvo. Quería que estuviera allí mientras el otro la follaba encima de mí. Ella agarró sus tetas y me las colocó en la cara, ahogándome en ellas. Quería que estuviera entretenido mientras esperaba a que ellos acabaran.

Mientras chupaba sus pezones y Maribel suspiraba en mi cara, intenté alzar la vista para ver cómo iba el otro grupo. No los vi. No estaban. Es cierto que hacía rato que no oía gemir a Alba, pero estaba tan cachondo con Maribel y tan centrado en follar con ella, que había perdido la noción de todo lo demás. Busqué con la mirada a Alba, a Fernando y al otro chico, pero no les vi. En aquel sitio solo estábamos nosotros tres. Maribel se dio cuenta y me besó tiernamente en los labios mientras seguía recibiendo las embestidas del otro chico. Quise protestar y preguntar qué había pasado, pero ella me acalló metiéndome una teta en la boca. Parecía no importarle que su marido hubiera desaparecido con mi mujer, pero si ella estaba tan tranquila sería porque conocía lo que había pasado y no había que preocuparse. Intenté relajarme hasta que aquellos acabaran de follar encima de mí, pero mi cabeza no paraba de divagar sobre dónde estaría Alba.

Un fuerte azote en la nalga de Maribel, anunció que el chico estaba a punto de terminar. La agarró por lo hombros y tirando de ella para que la penetración fuera más profunda, aquel tipo se corrió entre ahogados gruñidos y exclamaciones de “¡joder!”. No tardó en sacar su polla del interior del coño de Maribel. Yo noté como caliente goterones caían sobre mi polla y mis huevos. Maribel relajada se recostó sobre mí, impidiendo que pudiera moverme o levantarme, mientras la corrida que salía de su coño caía sobre mí. Así estuvimos un rato, dando tiempo a que el chico se marchara. Ya solos, Maribel se retiró y pude levantarme. Tenía los huevos y la polla húmeda y llena de lefa de la corrida de aquel chico. Divertida, Maribel restregó aquella corrida por toda mi entrepierna, antes de que pudiera limpiarme.

-Es solo semen –rió. Ahora vamos al agua y los limpiamos. Así al menos ya no se te ven los grumos, así que no te enfades –dijo guiñándome un ojo.

-¿Dónde están Alba y Fernando?

-Ni idea –dijo encogiendo los hombros. –Pero no hay de qué preocuparse. Seguro que se lo están pasando bien. ¿Tú no lo has pasado bien?

-Eh… ¡Claro! –respondí. Aunque no me hacía mucha gracia haber perdido de vista a mi mujer.

Nos dirigimos a la playa y nos metimos en el agua para limpiarnos. Al volver a las toallas encontramos a Fernando recostado apoyado sobre sus codos mirando al horizonte. Sobre su muslo descansaba la cabeza de Alba que estaba tumbada junto a él.

-¿Dónde habéis estado? –pregunté intentando mostrar indiferencia.

-Fuimos un poco más lejos. Quisimos daros intimidad –respondió Fernando.

-¿Lo habéis pasado bien? –preguntó Maribel.

-¡Mucho! –Exclamó Alba- Cada vez me gustan más estas playas.

Todos rieron. Tras un poco de descanso comenzamos a recoger las cosas y nos despedimos hasta el día siguiente. Alba había propuesto que en vez de playa fueran a nuestro hotel. Nadie sabría que no eran huéspedes y así podríamos estar los cuatro en la piscina. Alba y Maribel se miraron y soltaron una sonrisita cómplice.

La vuelta al hotel la hicimos en silencio. A mitad de camino pregunté:

-¿Dónde os fuisteis?

-Ya te lo dijo antes Fernando. Nos adentramos un poco más en las dunas.

-Ya, pero ¿por qué? Estábamos todos en el mismo lugar.

-Ya. Fue idea de Fernando. Me llevó a un sitio mucho más tranquilo. Allí pudimos estar los dos a solas.

-¿A solas? ¿No iba un chico con vosotros?

-Sí, pero lo despachamos rápido. Le molaba ver cómo me follaba Fer. Así que una chupada rápida y se fue. Luego nos fuimos nosotros solos.

-¿Y por qué solos? ¿Qué necesidad había?

-Bueno, queríamos daros vuestra intimidad. Así podrías follar tranquilo sin que te estuviera mirando.

-¿Y eso qué más daba?

-No sé –dijo indiferente. –Según me dijo Fer conocían al tipo que estuvo con vosotros de otras ocasiones similares. Al parecer es un poco de la otra acera. A lo mejor no querías que te viera como mariconeabas con él.

-¡Pero qué dice! –no quise contarle lo que parecía disfrutar rozando su polla contra la mía o cómo me acariciaba los huevos, pero eso demostraba mis sospechas de que aquellos roces no eran simplemente fortuitos. –Ese tipo no me hizo nada.

-Bueno, lo que tú digas, pero vamos, que me da igual. Yo también me he comido un coño, así que si a ti te apetece comerte una polla adelante. Eso sí, yo quiero hombres muy machos conmigo –No sé si lo decía en serio o bromeaba, pero no me estaba gustando cómo decía todo aquello. –De todos modos, si me fui con Fer a solas es porque nos apetecía follar con algo de intimidad y tú andabas bien entretenido con Maribel, así que no había problema de ningún tipo.

El resto del camino lo hicimos en silencio.

Al día siguiente invitamos como acordamos a Maribel y Fernando a nuestro hotel. Tras desayunar, subimos a preparar las cosas y un mensaje en el móvil de Alba nos avisaba de que la pareja estaba llegando e iba a entrar en la recepción del hotel. Alba tecleó rápidamente el número de nuestra habitación y se lo envió a Maribel, ya que era ella quien nos había escrito. Al cabo de unos minutos llamaron a la puerta. Me acerqué a abrir y allí estaban ellos, Fernando y Maribel esperando.

Tras hacerles pasar comenzaron los saludos. Yo estreché la mano de Fernando y di dos besos en las mejillas a Maribel. Por su parte Alba besó en los labios tanto a Fernando como a su mujer. Nos sentamos en el borde de la cama esperando a que Alba terminara de prepararse. Para ello tuvo que desnudarse delante nuestra para colocarse el bikini. Al verse observada por los tres, Alba empezó a bromear bailando para nosotros desnuda, como si de una bailarina de striptease se tratara. Reímos su gracia. Lo cierto es que verla completamente desnuda y contoneándose como lo hacía era todo un espectáculo. Fernando no se lo pensó mucho y alargó su mano para dar una palmada en la nalga a Alba. Se giró y se acercó a él, que la recibió agarrándola por las caderas. Al estar él sentado, su cabeza quedaba a la altura de sus tetas. Alba agarró con ternura la cabeza de Fernando, metiendo los dedos entre los rizos de éste, y acercó su cabeza a su pecho, hundiéndole la cabeza entre sus tetas. Fernando abrió la boca y se metió uno de los pezones en su boca. Maribel que se encontraba a su lado, se acercó igualmente al cuerpo de Alba y aprovechando la teta que quedaba libre también se la metió en la boca. Ambos lamieron las tetas de mi mujer. Maribel acabó primero y buscó la parte de arriba del bikini de Alba mientras Fernando seguía enganchado a su teta. Tras recibir la prenda que le entregaba Maribel, Alba dijo:

-Venga, eso luego, que nos quitan el sitio –dijo riendo.

A regañadientes Fernando se separó del pecho de Alba y permitió que se terminara de vestir. Una vez todos listos, pudimos bajar a la piscina.

Pese a que ellos no eran huéspedes de aquel hotel, no existía ningún control en la piscina que vigilara quién tenía acceso a ella y quién no, por lo que los cuatro nos encaminamos hacia un grupo de tumbonas que quedaban libres y allí nos colocamos. Alba se colocó junto a Maribel, ya que querían cotillear y hablar de sus cosas, después estaba Fernando y finalmente, más alejado del grupo estaba yo.

Alba y Maribel no paraban de charlas ambas tumbadas en sus respectivas tumbonas. Fernando había sacado un diario deportivo y se entretenía leyendo los resultados de los últimos partidos, por lo que yo estaba completamente aburrido tomando el sol. Así que hurgué en mi mochila y saqué mi reproductor de música, me coloqué los auriculares y me dispuse a cerrar los ojos y relajarme escuchando música y tomando el sol.

Tras un rato con los ojos cerrado, donde parece que di una pequeña cabezada, vi que estaba solo en las tumbonas. Miré a mi alrededor y tras buscar un rato finalmente encontré a Fernando sentado en el chiringuito tomando una cerveza a la sombra. Seguí buscando para encontrar a las mujeres y al final las vi metidas en la piscina, de espaldas a mí, por lo que solo veía la parte posterior de su cabeza, por eso me había costado tanto localizarlas. Estaban apoyadas en el borde de la piscina y hablaban con alguien que estaba frente a ellas sentado en una silla bajo una sombrilla. El socorrista mulato. Vi que los tres charlaban y el mulato sonreía de vez en cuando. Estuvieron así varios minutos. Me moría por saber de qué hablaban, pero mis pensamientos se interrumpieron cuando apareció Fernando a mi lado con una cerveza en cada mano.

-Toma –me ofreció uno de los vasos.- ¿Qué? ¿Ya andan de caza? –dijo bromeando mientras miraba a donde estaban nuestras mujeres.

Aquel comentario no me tranquilizó en absoluto. Intuía que Alba se sentía atraída por aquel socorrista desde el primer día que llegamos al hotel, pero verla ahora bromeando y hablando con él, me ponía bastante nervioso. Y la broma de Fernando no ayudaba a mejorar la situación.

-Tranquilo. No hacen nada malo. Solo hablan. Para ser liberal te noto algo tenso en algunas situaciones –dijo con algo de sorna.

-No, estoy bien. Solo que no encontraba a las chicas y me había parado a buscarlas.

-Pues ahí las tienes –comentó señalándoles. –Y además, ya vienen para acá.

Las chicas se acercaron y salieron del agua. Estrujaron sus cabellos para escurrir el agua que acumulaban y se echaron sobre sus tumbonas.

-Podíais traernos unas cervezas a nosotras también –pidió Alba.

Me levanté de la tumbona y cogiendo algo de dinero me acerqué al chiringuito. Mientras esperaba a ser atendido vi que los tres hablaban y reían. Cuando me acerqué ya con las bebidas para Maribel y Alba, pararon la conversación y cambiaron de tema.

-Tú no te has bañado, ¿no? –preguntó Alba.

-No. Me he quedado aquí en la tumbona tomando el sol y escuchando música. Ahora me daré un baño que ya noto el calor.

La conversación entre los cuatro cambió de tema y se empezó a hablar de asuntos triviales. Me di un baño y nos fuimos a la habitación para prepararnos para comer. Fernando y Maribel se despidieron, ya que ellos se iban a su apartamento.

Comimos y volvimos a bajar a la piscina. Mientras tomábamos el sol después de un baño, Alba jugueteaba con su teléfono móvil, tecleando sin parar. Estaba teniendo una conversación con alguien.

-¿Con quién hablas tanto? –pregunté intentando mostrar indiferencia y solo preguntaba por sacar un tema de conversación.

-Con Maribel.

-Pero si os acabáis de ver, ¿qué más podéis contaros? –bromeé.

-Dice que nos invitan esta noche a su apartamento. Como sabe que nos queda poco tiempo de estar en la playa dice que vayamos a su piso. Así cenamos con ellos. Dice que luego hagamos noche de chicos y de chicas

-¿Cómo?

-Sí. Por lo visto van a ir unos amigos de Fernando que viven por aquí. Dice que puedes quedarte tú con ellos que por lo visto organizan partidas de póker y que Maribel me saca a mí de fiesta con las suyas.

-¿Y a ti te apetece?

-Sí. De hecho ya le he contestado. Le he dicho que sí. No te importa, ¿verdad? Es solo una noche. De todos modos aún nos queda mañana para disfrutar de la playa antes de irnos.

-Claro. ¿Por qué me iba a importar? –dije con cierto desdén.

No me apetecía nada pasar una noche con Fernando y sus amigos. No me apetecía que ella saliera de fiesta con Maribel y sus amigas. No me apetecía pasar unas vacaciones que en principio era para nosotros dos compartidas al final con más gente. Si Alba notó tono al decir aquello, no le hizo caso.

Cuando empezó a anochecer comenzamos a prepararnos para acudir al apartamento de Fernando y Maribel. Reconozco que no me apetecía nada ir a aquella cena. Otro día más que no lo pasábamos juntos y a solas. Encima ella luego se iría de fiesta y a mí me tocaría quedarme con un grupo de personas que no conocía, únicamente a Fernando, pero debido a la complicidad que había entre él y mi mujer no es que me hiciera especial gracia pasar la noche juntos.

Ya me había preparado y estaba sentado en el borde de la cama leyendo mis correos a través del teléfono móvil mientras esperaba a que terminara de maquillarse Alba. Se había puesto una blusa negra a juego con la faldita corta del mismo color que llevaba. Me asomé a la puerta del baño y observé cómo se daba los últimos retoques con el lápiz de labios. Estaba realmente guapa.

-Ya casi estoy. Me perfumo y listo –comentó.

Ya teníamos todo listo cuando al salir de la habitación, al dejarla pasar delante de mí, apoye mi mano en su espalda. Noté su espalda. Lo que no noté fue el sujetador.

-¿No llevas sujetador? –pregunté.

-No. Da mucho calor. Además con esta blusa no se transparenta nada, así que no hay peligro.

No me convencía la explicación que me daba, pero no iba a discutir con ella. También es verdad que no se le notaba nada, por lo que si le apetecía ir sin sujetador porque le resultaba más cómodo, no se lo iba yo a impedir.

Fuimos andando hasta la dirección que nos habían mandado por WhatsApp. Cuando subimos al piso nos abrió la puerta Maribel.

-¡Madre mía! ¡Pero qué guapa estás! –dijo refiriéndose a mi mujer mientras le daba un beso en los labios. –Bueno y tú también, Juan- a mí me dio dos besos en las mejillas.

-Tú también te has puesto muy guapa –respondió mi mujer. Maribel llevaba un vestido playero blanco con finas rayas azules.

-Pasad, pasad. Fernando está preparando algo de picar mientras yo remato la cena.

Pasamos al salón donde encontramos a Fernando. Estaba sacando unos platos a la terraza donde tenía una pequeña mesa preparada con algo de picoteo.

-¡Dios! Menuda mujer tienes, ¿eh Juan? No te podrás quejar de lo bella que viene –y saludó a Alba con otro beso en los labios.

-No, no puedo quejarme –dije mientras nos dábamos la mano.

-Bueno, ¿preparados para esta noche? –rio. -¿Qué os apetece tomar?

Tras pedirles unas cervezas, nos ofreció que cogiéramos sitio en la mesa y se marchó a por las bebidas. Volvió con las bebidas y con Maribel y juntos los cuatro comenzamos a charlar mientras tomábamos aquel aperitivo. Tras las cervezas vino la cena. Lo cierto es que Maribel cocinaba de forma exquisita y tanto la ensalada que había preparado como el plato principal a base de rollitos de berenjena rellenos de queso y miel estaban espectaculares.  Por no hablar del postre, una tarta helada de limón y leche condensada del que no pude resistirme y pedí repetir. Todo ello regado con un buen vino. Durante toda la cena no paramos ni un minuto de hablar. Es verdad, que pese a mí reticencia en un primer momento, el ambiente de aquella velada era ameno y distendido, por lo que poco a poco me fui sintiendo más cómodo, además que las cervezas del aperitivo y el par de copas de vino también ayudaban a ver las cosas de otro modo.

Estábamos tomando un gin-tonic después de la cena cuando llamaron al telefonillo.

-Eso serán los chicos –anunció Maribel saliendo de la terraza para abrirles la puerta.

Tras unos minutos se abrió la puerta de casa y aparecieron los tres amigos de Fernando con los que iba a pasar parte de la noche. Fernando se ocupó de presentárnoslos.

-Estos son los amigos de los que os he hablado que hemos conocido estos días. Él es Juan y ella Alba. Estos son Miguel, Luis y Gabriel.

Según fueron pasando fuimos besando y dándoles la mano.

-Encantado –dijo Gabriel, un madurito de una edad parecida a la de Fernando, calvo y con perilla, pero con un físico espectacular para la edad ya que al parecer pasa varias tardes de la semana en el gimnasio.

-Lo mismo digo –dijo Luis. –Fernando nos ha hablado de vosotros. Menuda casualidad que allí donde vivís no os encontréis y os tengáis que conocer a tanto kilómetros de distancia.

-La verdad es que sí –dijo Alba. –Ha sido toda una casualidad.

-¿Y lleváis mucho aquí? –se interesó Miguel.

-Hoy es nuestra cuarta noche –respondió mi mujer.

-Venga no la molestéis mucho a mi chica. Decidme qué queréis que os ponga de beber que nosotras tenemos que arreglarnos que ahora nos vamos de fiesta.

-¿Os vais de fiesta? ¡Huy qué peligro! –bromeó Luis.

Maribel trajo las bebidas que habían pedido los amigos de Fernando y cogiendo de la mano a Alba la llevó a su dormitorio para prepararse antes de salir. Yo me quedé con los chicos preparando la mesa en donde íbamos a echar nuestras partidas y nos fuimos acomodando. Ya colocados y con nuestras bebidas listas en las mesas, aparecieron tras varios largos minutos desde el dormitorio Alba y Maribel. Se habían retocado el maquillaje y estaban dispuestas para salir.

-¡Madre mía! Yo las ataría en corto a esas dos –dijo dirigiéndose a Fernando y a mí entre bromas Gabriel. –Dos hembras así de hermosas van a ser la locura de los hombres que las vean.

-Tranquilo, que son mayorcitas y saben defenderse –dijo Fernando.

-Nosotras nos vamos ya –anunció Maribel. –A ver cómo os portáis vosotros, ¿eh? ¡Y quiero todo recogidito para cuando venga!

-Tranquila cariño. Vosotras pasadlo bien y disfrutad –se despidió Fernando.

Tras besar para despedirse a todos los hombres allí reunidos, Alba se acercó a mí y con un corto beso en los labios me dijo:

-Pórtate bien.

-¿Vas a llegar muy tarde?

-No lo sé, pero por si acaso no me esperes levantada. Pásalo bien.

Y acercándose a Maribel, ambas se marcharon por la puerta.

Ya solo quedábamos hombres en la casa. Empezaron a sacar sus paquetes de tabaco y encender sus cigarros, salvo Gabriel que se encendió un puro.

-Joder cómo está tu mujer ahora que no nos oye –dijo Gabriel.

-Sí, está muy bien.

-Te envidio. Yo desde que me divorcié de esa bruja que tenía por esposa, las únicas que me he follado que estén así de buenas han tenido que ser pagando.

-Pues pídele precio a Juan, –bromeó Fernando –a lo mejor te la deja barata.

No me hizo gracia ese comentario. Pero algo dentro de mí, se removió. Que hablaran de Alba como una puta tenía un punto excitante. Y lo peor de todo es que, conociendo a Alba por cómo se estaba comportando últimamente, sabía que aquella conversación la excitaría.

-¿Le pondrías un precio? Puede… Todo en esta vida tiene un precio –concedió Gabriel.

-¿Sí? ¿Por cuánto te dejarías dar por culo? –preguntó riendo Miguel.

-¡Calla hostias! ¡No seas maricón! Sabes que eso ni pagando –gruñó Gabriel.

-Ya ves que Gabriel es todo un macho –me explicó Fernando.

-Venga, di. Cuánto por darle una follada a esa monada.

Todos me miraban divertidos. Estaban de broma, pero yo mantenía ese sentimiento mezcla de enfado por cómo hablaban de mi mujer como si fuera una puta cualquiera y cierta excitación porque en el fondo algo de puta tenía.

-No sé. Tendría que pensarlo. Así de golpe… ¿500€ por una noche?

-¡Joder! ¿Qué tienes, una puta de lujo por esposa?

-Bueno ella lo vale –saltó Fernando.

Todos lo entendieron como una broma de Fernando que salía en defensa de su amiga. Pero la rápida mirada furtiva que me hecho me hizo entender que lo decía en serio y con conocimiento de causa.

-En la vida te vas a encontrar una mujer así, así que yo pagaría-continuó Fernando con la broma.

-Cómo esta noche gane, te juro que te pago lo ganado para follarme a tu mujer, ¿trato?

-¡Claro! –respondí siguiéndole la broma y dándole un apretón de manos.

-¡Venga! Reparte ya que aquí hemos venido a jugar –interrumpió Luis.

Y de esa forma comenzamos a jugar. Pasamos gran parte de la noche jugando al póker, en donde perdí casi 80€ apostando. No soy muy buen jugador. Entre el humo del tabaco y los cuatro whiskies que llevaba, más todo el alcohol que había tomado en la cena, estaba en un estado bastante perjudicado. Había conseguido disfrutar de aquella noche y hasta cierto punto me lo estaba pasando bien. Pero ya eran cerca de las 4 de la madrugada y no había sabido nada de Alba en toda la noche. Por más que miraba el teléfono móvil no había tenido ningún mensaje de mi mujer. No sabía nada de ella. Aunque era de suponer que si iba a salir de fiesta no iba a estar atenta al móvil y más si estaba con Maribel y sus amigas.

Decidí que ya estaba lo suficientemente borracho y era ya bastante tarde como para continuar allí. Todos estábamos en una situación similar. Cansados y borrachos por lo que decidimos dar por concluida la noche. Me despedí del grupo de amigos de Fernando y después de él. Como pude y dando tumbos debido al mareo del alcohol, me dirigí al hotel. Cuando llegué a mi habitación, mantuve la esperanza de abrir a puerta y encontrarme a Alba ya tumbada en la cama, pero al hacerlo vi que la habitación estaba tal y como la dejamos. No había vuelto y no sabía nada de ella. Me lancé sobre las sábanas mareado por la borrachera y en cuanto me tumbé cerré los ojos y me quedé dormido.