Mi jefe emputece a mi mujer (Parte 1)

Tras una confesión en un bar mi jefe se encapricha de mi mujer y apuesta conmigo a que es capaz de hacer que ella me sea infiel. Primer relato de cómo mi jefe emputece a mi mujer y me hace un cornudo.

-Otra que está buenísima es Kayden Kross –apuntó Abraham.

-¡Sí, sí! –confirmó Narciso- Esa es otra que me follaría sin dudar.

El resto asentíamos divertidos a los comentarios de los dos. Normalmente cuando acabábamos hablando de chicas, sexo y porno, la tertulia acababa siendo un diálogo entre Abraham y Narciso. Bastante a menudo, al salir de la oficina, nos acercábamos unos cuantos al bar de enfrente a tomar unas cervezas antes de irnos a casa. Las conversaciones casi siempre empezaban tratando sobre fútbol o coches, pero a los pocos minutos la cosa se torcía para acabar hablando de mujeres y sexo. Nos lo pasábamos bien, aunque si empezaban a hablar de actrices porno Narciso acaparaba la conversación, seguido por Abraham. Eran auténticas enciclopedias del porno.

Abraham era uno de los técnicos de mantenimiento de la empresa. Su único afán una vez salía del trabajo era follarse a todo lo que se pusiera a su alcance y posteriormente presumir de ello. Es verdad que el chaval reunía todas las características para ser un follador nato. Era alto, guapo, tenía un cuerpo musculado y bien trabajado por las interminables horas que pasaba en el gimnasio tras el trabajo y sobretodo su juventud, sus 28 años ayudaban a estar en forma y ser apetecible a las mujeres.

Pese a todo eso, de lo que nos contaba nos creíamos la mitad, ya que según él ha estado con un número inimaginable de mujeres y todo gracias a los 22 centímetros de polla que calza, que hace las delicias de todas las chicas que la prueban. Nadie se lo cree. Todos pensamos que es su afán de pavonearse y darse importancia.

Por su parte Narciso lleva la parte de contabilidad de la empresa. Se podría decir que es todo lo contrario a Abraham. Con 61 años es gordo, sudoroso, bajito. Está prácticamente calvo salvo la franja que conecta sus sienes y el bigote cano está ligeramente amarillento por el tabaco. Si con Abraham teníamos claro que no follaba tanto como decía, de Narciso no había duda de que no follaba, al menos gratis. Sabíamos que era un putero. Además él nunca lo ha negado e incluso nos ha relatado alguna experiencia, seguramente más adornada de lo que en realidad fue. Era todo un guarro. Según nos ha contado en las charlas en el bar, le gusta cualquier tipo de perversión, no hace ascos a nada. Es un auténtico salido.

-Tú, Narciso, te follarías a cualquiera menos a tu mujer –comentó divertido Pablo. Todos soltamos una carcajada.

Pablo era mi superior en el departamento de ventas. Aunque era mi jefe, los años en la empresa habían hecho que poco a poco consolidáramos una buena amistad. Esto en parte se debe a que tenemos una edad parecida (él con 42 años es solo un poco mayor que yo, que tengo 39), pero sobre todo a nuestra afición común al fútbol. Ambos somos del mismo equipo y las largas charlas comentando jugadas y fichajes nos unieron con el paso del tiempo.

-Si mi mujer hiciera todo lo que hace la tipa esa, seguro que me la follaría más a menudo –respondió Narciso.

-¡Claro! Seguro que si tu mujer no te la chupa es porque la tienes tan pequeña que ni te la encuentra con toda esa grasa, ¡gordo! –añadió jocoso Abraham.

Todos nos reímos. En el fondo todos pensábamos lo mismo del pajero de Narciso. Seguro que la tiene pequeña. A pesar de que era habitual meterse con Narciso, el nunca se molestaba. Siempre continuaba la broma.

-Oye pues si tanto os preocupa que tenga desatendida a mi señora, os la podéis follar vosotros-.

-Seguro que con lo guarro que eres te pajeas mientras miras como nos la follamos-.

-¿Y qué problema hay? Sería como ver porno en directo –sonrió Narciso.

-¡Tío, pero es tu mujer a la que se estarían follando! –soltó Gonzalo, otros de los que se habían unido a la tertulia.

-¡Búa! Sois demasiados remilgados. Seguro que a más de uno os molaría mirar por un agujerito mientras vuestras mujeres gimen como perras mientras otro macho se las folla -.

-Bueno, a decir verdad a mí no me importaría –señaló Pablo.

-Eso no vale, ¡tú estás soltero! –apuntó Gonzalo entre carcajadas – Que opine Juan que él sí está casado.

-Bueno, eso hasta que no lo haces no puedes saberlo a ciencia cierta, pero así como idea, si es consensuado, tiene pinta de ser excitante –confesé.

-¿Veis? Este Juanillo es de los míos –sonrió Narciso –Quiere ver a su mujercita follada por otro.

-¡No he dicho eso! –protesté- Solo he dicho que como idea es bastante excitante.

La conversación continúo por otros derroteros, hablando de más actrices porno que únicamente Abraham y Narciso conocían, mientras el resto reíamos.  Finalmente me dirigí a casa para descansar.

Al llegar a casa me encontré a Alba, mi mujer, sentada con las piernas cruzadas cobre el sofá mientras veía una película. Estaba vestida con un pijama ancho y en el pelo llevaba enrollada una toalla, pues aún lo tenía húmedo después de haberse duchado tras regresar de sus clases de pilates y spinning. Ella era maestra de una escuela infantil y por las tardes aprovechando que yo estaba en la oficina acudía al gimnasio para tonificar el cuerpo. Lo cierto es que no le hacía falta, pero ella insistía en que al acercarse ya peligrosamente a los 40 años (ella tiene 38 años), debe cuidarse para no acabar echa un desastre.

Al verme, cogió el mando de la televisión y paró la película. Se quitó las gafas, unas gafas con forma de ojo de gato que tanto me gustan a mí ya que le dan un aire de secretaría porno que tanto me pone, y comenzamos a hablar de cómo habían transcurrido nuestros días. En un momento dado de la conversación pregunté:

-Alba, ¿te importa que el sábado traiga a un amigo a casa? Sería Pablo, para así poder ver el partido juntos-.

-¿Qué Pablo? ¿Tú jefe? –asentí –Vale, no hay problema. Así también le puedo conocer después de todo lo que me has hablado de él.

Continuamos hablando de otras cosas y finalmente tras picar algo para cenar nos pusimos a terminar de ver la película. Mientras la veíamos, yo aprovechaba para acariciarle una teta por encima del pijama aprovechando que no llevaba sujetador. Poco a poco iba notando como mi polla ganaba en tamaño, pero no solo yo lo noté. Alba también descubrió el bulto que asomaba por mi pantalón. Me miró, sonrió y nos fundimos en un beso.

Evidentemente la película se quedo inconclusa, pero qué más da. Nos dirigimos al dormitorio y allí, en nuestra cama, comenzamos a desnudarnos y con cierta impaciencia comenzamos a follar. Hasta aquí no hay nada raro que no hubiese ocurrido en otras ocasiones. Lo que hizo diferente esa noche fue un pensamiento que me corrió por la cabeza y se instaló. Recordé la conversación que habíamos tenido esa tarde en el bar sobre el hecho que de otra persona se follara a tu mujer. Imaginé que me encontraba que una esquina de la habitación y que otra persona era la que en realidad se estaba follando a Alba. Imaginaba que cuando ella me agarraba la polla y se la metía en la boca, era en realidad la polla de otro hombre. Fantaseé con que los gemidos que Alba soltaba los hacía  a consecuencia del placer que otro hombre le producía. Todos esos pensamientos generaban una gran tensión sobre mi polla, poniéndola durísima. Estaba realmente muy excitado.

El resto de la semana transcurrió como era habitual. Trabajo, unas cañas después en el bar hablando con los compañeros y vuelta a casa para estar con Alba. Le comenté a Pablo el plan del sábado. Le pareció una buena idea ver el partido en casa, por lo que solo hubo que acordar la hora, pactar las bebidas que compraríamos y apuntarle mi dirección.

El sábado por la tarde Pablo apareció en casa. Tras saludarnos le hice pasar y pude presentarle a Alba:

-Pablo, esta es Alba mi mujer.

-Encantado – Se dieron dos besos en las mejillas. –¡Ya era hora de verse! Juan me ha hablado mucho de ti, pero ha tardado en presentarnos- bromeó.

-Es verdad. Ya tenía ganas de poner cara al misterioso jefe de Juan –bromeó Alba también. –Seguro que te ha invitado para ganar puntos en la empresa –dijo guiñando un ojo mientras reía.

-Según como acabe la noche ya veré si le promociono o no… - continuó la broma Pablo.

La tarde fue transcurriendo muy agradablemente en casa. Cuando llegó Pablo a casa ya teníamos prácticamente la mesa puesta, con algunas cosas para picar, pero aún así él nos ayudo a terminar de montar y preparar todo. Pedimos unas pizzas, ya que acordamos que preferíamos no cocinar y así no complicarnos la vida. El partido acabó con empate, algo que nos dejó un sabor agridulce a los futboleros, pero rápidamente se olvido entre las risas y las conversaciones que iban surgiendo. Lo cierto es que estábamos muy cómodos los tres. Pablo y Alba parecían haber congeniado muy bien y la noche pasó entre anécdotas y bromas.

En un momento de la noche me levanté para ir a la cocina a preparar unos cócteles. No me preocupaba dejar a Alba y a Pablo a solas, ya que la conversación entre ellos fluía sin problemas y habían cogido bastante confianza, por lo que no resultaría incómodo para ellos si me perdía unos minutos en la cocina y les dejaba solos. Podía escuchar como hablaban entre ellos, aunque en un momento dado noté como la conversación bajó de pronto el tono. Estaba cortando en ese momento unos limones y paré para, silenciosamente, asomar un poco la cabeza por la puerta de la cocina y ver qué ocurría en el salón.

Les vi hablar. Alba se reía. Pablo estaba junto a ella (¿tal vez demasiado cerca?), hablándola mientras sonreía. No sé por qué habían bajado el volumen de la conversación, ya que parecía que seguían igual de animados que antes. Noté un extraño cosquilleo en el estómago. Rápidamente me sacudí cualquier tipo de pensamiento raro de la cabeza y continué preparando las bebidas. A los pocos segundos volví a escuchar como la conversación volvía a recuperar el volumen.

Aparecí en el salón con las bebidas. Pablo se recolocó en el sofá para poder alcanzar su vaso. Con ese inocente gesto me pareció que se despegaba un par de centímetros de Alba (¿estaría pensando más de la cuenta?). Por su parte, la entregarle el vaso a Alba, me pareció que estaba algo sonrojada. Volví a notar ese extraño cosquilleo en el estómago. Rápidamente se esfumaron esos pensamientos cuando Pablo comenzó con sus bromas. Además Alba solía ponerse algo roja cuando bebía y durante el partido habían caído ya algunas cervezas, así que cualquier otro pensamiento eran ideaciones mías.

No volví a pensar en ello el resto de la noche. Seguimos bromeando, hablando y bebiendo. Finalmente Pablo anunció que se tenía que marchar. Intentó ayudarnos a recoger todo, aunque Alba y yo le disuadimos de hacerlo, era nuestro invitado. Además estábamos tan cansados que lo íbamos a dejar así y  ya lo recogeríamos todo a la mañana siguiente.

Una vez se hubo marchado y ya solos en casa, Alba me dijo:

-Muy majo tu jefe. La verdad es que me lo esperaba de otra forma.

-¿De qué forma? –pregunté.

-Pues no sé. Más feo y soso –rió. –Ha sido muy majo y simpático.

-¿Pensabas que era más feo? ¿Es que te ha parecido guapo?

-A ver, es un hombre muy atractivo –Me miró y sonrió. –Ven aquí tonto, que ya veo que te pones celoso…

Sonreía mientras se acercaba más a mí y agarrando la cintura de mi pantalón, metió la mano para comenzar a masturbar lentamente mi polla. Yo que trataba de mostrarme levemente ofendido ante Alba no pude resistirme y más cuando mi polla me había traicionado y comentaba a crecer en su mano a cada instante. Besándonos, y yo con el pantalón y el calzoncillo por los tobillos, llegamos al dormitorio, donde tras echarnos en la cama, terminamos de desnudarnos y comenzamos una sesión de sexo rápido pero muy intenso. De hecho Alba se mostraba más apasionada y excitada que en otras ocasiones.

El lunes estando en la oficina, mientras tomaba un café a media mañana, se me acercó Pablo con una sonrisa. No le había visto aún desde que el sábado por la noche se despidió en mi casa.

-¿Qué tal Juan? Oye, me lo pasé genial el otro día en tu casa. Habrá que repetir. Por cierto, ¿por qué te has guardado a Alba para ti solo todo este tiempo? – comentó riéndose.

-Pues no sé. Nunca se había dado la situación para presentaros.

-Pues eso no se hace con un amigo – bromeó. –Por cierto, que buen gusto tienes para las mujeres, ¡Alba está tremenda!

-Sí, no me quejó –respondí.

-Oye, ¿sigue en pie eso que dijiste el otro día en el bar, que no te importaría verla follar con otro tío? Porque si es así, yo me la pido –comentó riéndose.

-¿Pero qué dices? –sabía que andaba de broma, por eso no me molestaba, pero esa insinuación hizo que algo dentro de mí se revolviera. –Además no creo que Alba pudiera hacer algo así. No creo que ella se fuera con otro tipo.

-¿Ah, no? Bueno yo creo que cualquiera, hombre o mujer, podría acabar follando con alguien que no sea su pareja si se dan las condiciones adecuadas. Además estamos hablando solo de tener sexo, no te robaría a tu mujer… -sonrió.

-Pero, ¿me lo estás diciendo en serio? ¿Quieres follarte a mi mujer?

-Hombre, si me lo preguntas así… Pues sí – rió. – Como dijiste eso el otro día, pensé que te molaría ver como alguien folla con tu mujer mientras tú lo ves. Y quién mejor que yo.

Otra vez las extrañas cosquillas en el estómago. Sentía rabia hacia Pablo por todo lo que estaba insinuando, pero a la vez un cosquilleo diferente, esta vez en mi polla, pugnaba por anular ese sentimiento de odio. El corazón empezaba a irme más deprisa. Aunque dudada si por algo negativo o positivo.

-A ver, este fin de semana he estado hablando con ella… -confesó.

-¿Cómo? ¿Has hablado con Alba?- le interrumpí.

-Sí, ¿no te lo ha dicho? Nos dimos los teléfonos y hemos hablado por WhatsApp –lo dijo sonriendo y pude notar una pizca de malicia al comentarlo. –Nada del otro mundo, “cómo te va el día”, “qué bien lo pasé ayer”, “me gustó mucho conocerte”…  Ese tipo de cosas -.

¿Entonces el momento que imaginé mientras preparaba las bebidas podía haber ocurrido y ser real? Ahí continuaban las cosquillas del estómago.

-Mira Juan, solo hablamos como amigos. No ha pasado nada… aún. –Pablo soltó una carcajada. –Es broma, solo te lo estaba comentando por lo que dijiste el otro día en el bar.

-De todos modos, no creo que Alba hiciera nada contigo –intenté mostrarme seguro y plantarle cara a mi jefe (¿amigo?).

-¿Apostamos? –otra vez, esa maldita sonrisa suya.

-¿El qué? ¿Ver si ella acaba en la cama contigo? No creo que lo consigas.

-¿Y si lo hago?

-Pues… No sé.

En ese momento no sabía qué podía significar eso. Algo dentro de mí quería comprobarlo, pero, ¿y si ocurría? Podría ser el fin de mi matrimonio. Aún continuaban las cosquillas en el estómago y el corazón iba disparado. Pero también notaba cierta tensión en la entrepierna…

-Y ¿cómo lo demostrarías? –pregunté.

-Pues tendría que entregarte pruebas, ¿no?

¿Pruebas? ¿Fotos? ¿Ver a mi mujer follando con otro? La polla volvió a sentir cosquillas, me mandaba una señal.

-Venga, inténtalo –me envalentoné. –A ver si es verdad que eres capaz de follártela y me lo enseñas.

-¡Vale! Pero no vale echarse luego atrás. Piensa que yo solo he pedido permiso y tú me los has concedido.

-Vale, sin ningún problema. Eso sí, no menciones a Alba que yo he participado de esto.

-De acuerdo. Así vemos por donde sale ella.

El día pasó con normalidad, pese a que yo no conseguía centrarme en nada de lo que hacía. Solo pensaba en lo que había hecho. Según pasaba el tiempo desde la conversación con Pablo, ya en frío, meditaba sobre lo que acababa de hacer. Había dado autorización a mi jefe para que intentara follarse a mi mujer. Era una locura. No podía decirle nada a Alba por lo que pudiera pensar de su marido, un tipo que apuesta con otros hombres a ver si son capaces de conquistar y follar con su mujer. ¿Qué pensaría de mí? Además, ¿en qué lugar la deja a ella? Por otro lado, mi situación en el trabajo se volvería muy tensa, mi jefe se quiere follar a mi mujer. Y si lo consigue, ¿cómo podría mirarle a la cara? Además de que sigue siendo mi superior y de una forma u otra dependo de él. Y si lo acaban haciendo ¿qué ocurrirá con mi matrimonio?

En la tertulia del bar, Pablo se comportaba con naturalidad, hasta que volvió a sacar el tema de los maridos cornudos y mirones. Sacó el tema como si nada, pero pude notar una ligera sonrisa a la vez que me miraba de reojo. No pude evitar sonrojarme cuando Narciso volvió a recordar que yo, que tengo una “mente abierta”, podría ver a mi mujer follar con otra persona. Todos reían. A mí, el corazón me iba a mil por hora.

Al llegar a casa Alba se comportaba como de costumbre. No quise mencionarle que había hablado con Pablo y que me había comentado que habían estado todo el domingo hablando por WhatsApp, cosa que ella me ocultó, ya que no quería que preguntara y tuviera que explicar la conversación que habíamos mantenido Pablo y yo esa mañana.

Los días fueron pasando, incluso las semanas. Poco a poco me fui relajando. Alba nunca me contó si hablaba o no con Pablo, y yo no le preguntaba a él por miedo a lo que pudiera decirme. Pero con el paso del tiempo, me fui tranquilizando e incluso me olvidaba del tema.

Un jueves tres semanas después, Alba me dijo que el sábado tenía planes. Había quedado con sus compañeras del trabajo para salir. No era la primera vez que las chicas salían, pero ya se dispararon en mí todas las alarmas. Cenando me mostró la conversación del grupo de WhatsApp, ya que habían mandado la dirección del restaurante al que iban a acudir y ella desconocía por dónde quedaba esa calle. Tras darle unas indicaciones para orientarla pude suspirar tranquilo. En la conversación que me enseñó pude ver a varias de las compañeras que yo conocía. Así que la cena con las compañeras era verdad.

Llegó el sábado. Ella se preparó para salir. Se puso una blusa negra y unos pantalones vaqueros ajustados. Se maquilló y cuando estuvo lista, en la puerta de casa, me pidió que no me aburriera mucho y yo le deseé que se lo pasara bien. Nos dimos un beso y ella se marchó corriendo ya que una compañera la estaba esperando en el portal.

A eso de las once de la noche, me llegó un mensaje de ella. Me decía que ya habían terminado de cenar y que se dirigían a un pub a tomar algo y bailar. Esa noche no volví a saber nada de ella, por lo que tras ver un poco la televisión me fui a dormir.

A las ocho menos diez de la mañana, escuché el sonido de las llaves. Acababa de llegar a casa. Escuché como dejaba el bolso y los tacones en la entrada y se dirigía a la cama. En la habitación comenzó a desvestirse en silencio y lentamente para no despertarme. Yo preferí hacerme el dormido, aunque vigilaba lo que hacía con un ojo entre abierto. Completamente desnuda, se metió en la cama y en cuestión de segundos se quedó dormida.

Se pasó la mañana durmiendo. A la hora de comer despertó y estuvimos hablando sobre su noche. Los cotilleos de las chicas, la cena en el restaurante y luego los bailes en el garito al que acudieron y lo pesados que se ponen algunos chicos que intentaban ligotear con ellas. Tras comer se echó una siesta ya que estaba agotada (ella decía que la edad ya no perdona). El resto del domingo fue un día hogareño, viendo la televisión tirados en el sofá.

El lunes en la oficina estaba revisando unos documentos cuando Pablo me mandó un mensaje: “Que guapa iba el sábado Alba con esa blusita negra.” De nuevo acudieron las cosquillas al estómago y el pulso comenzó a dispararse. ¿Cómo lo sabía? En ese momento entró Pablo en mi despacho riendo. Aún continuaba yo con el móvil en la mano releyendo aquel mensaje.

-¿La viste? –pregunte.

-¡Claro! Estuve con ella –rió.

-¿Cómo? – el mensaje me había pillado por sorpresa y me costaba reaccionar. -¿Entonces no estuvo con sus amigas?

-Sí que estuvo, pero se marchó antes… Para quedar conmigo –sonrió. – Eso imagino que no te lo contó. Todo lo de la cena y los bailes en la discoteca fue verdad. Solo que no duraron tanto como te dijo. Se marchó a mitad de la noche para verme.

Yo solo podía mirarle. No es que hubiera olvidado la apuesta y la conversación que tuvimos, pero con el paso del tiempo me fui relajando, pensando que no iba a ocurrir y ahora me había pillado con la guardia baja.

-Tranquilo Juan, que ella estuvo bien –dijo entre risas. – Recuerda lo que hablamos, no te puedes enfadar.

-Pero cómo…

-Todo este tiempo hemos seguido hablando y cuando me dijo que iba a salir con sus amigas le propuse de vernos. Ella aceptó encantada.

-Entonces vosotros… ¡No te creo! Dijimos de aportar pruebas y de momento no veo ninguna. Solo hablas.

-Mira.

Me alargó su móvil y me enseñó su conversación de WhatsApp con ella. Era justo la del sábado por la noche, donde ella le decía en que pub estaba y le decía a qué hora podía ir a recogerla. Continuaba la conversación con un mensaje de Pablo donde le decía que ya estaba en la calle esperando y Alba le respondía que se despedía de sus amigas y salía.

El corazón se me iba a salir del pecho. Alba no me contó todo lo que ocurrió esa noche y efectivamente se vieron. Comencé a sudar, pero a la vez esas cosquillas en la polla aparecieron.

-Vale, os visteis, pero eso no significa que follarais.

Pablo sonrió. Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó una memoria USB.

-Vale, hasta aquí solo han sido palabras. Ahora tocan los hechos. Aquí están las pruebas que pedías. Sí, me he follado a tu mujer. O ella es la que me ha follado, no lo tengo claro… -sonrió. - –Mira no quiero que te enfades. Tampoco quiero que pierdas tu matrimonio. Ella te quiere. Esto solo ha sido sexo y ya. No le des más vueltas. Si para ti esto va a ser malo prefiero no enseñarte nada. Sé que hemos llevado esto algo lejos, pero no quiero que la amistad que tenemos se vea perjudicada y mucho menos tu vida de pareja. Esto lo hicimos porque llegamos a ese acuerdo y a ti te apetecía ver a tu mujer en esa situación. Así que tú decides.

Lo decía con total naturalidad, como su fuera no más fácil del mundo. Él se folla a mi mujer, ella no me lo cuenta y encima yo debo de disfrutarlo. Debería odiarle por todo lo que ha pasado. Pero en el fondo tenía curiosidad. Yo había sido en parte el que había empujado a que ocurriera esta situación. A él lo envalentoné y le reté a hacerlo. A ella no le pregunté nunca y preferí callar para ver a dónde conducía todo. Además me daba morbo pensarlo y mi polla totalmente dura me había traiciona desde hacía un rato. Extendí la mano para recibir el USB.

-Esa cámara GoPRO que compré ha sido una gran inversión –dijo riendo a la vez que me entregaba la memoria USB. – Espero que lo disfrutes. Ya me darás tú opinión. ¿Nos vemos después de salir en el bar?

No dije nada, simplemente asentí. Pablo salió del despacho con una sonrisa de oreja a oreja cerrando la puerta al salir. Una vez solo, miré el USB que tenía en la mano. Iba a ver qué había en su interior, pero por alguna razón me resistía a hacerlo. Reconozco que estaba nervioso. Tuve que darme un apretón en la polla que al haber crecido y estar dura por la situación, se mostraba incómoda por el poco espacio que le dejaba el pantalón. Eso me hizo volver a la realidad y querer afrontar lo que me podía encontrar en esa memoria, ya que otra parte de mi, una parte más depravada, deseaba ver qué había pasado.

Coloqué la memoria en el puerto del ordenador. Se abrió una carpeta con un solo archivo de vídeo. El corazón volvió a acelerarse. Cliqueé sobre el icono y se abrió el reproductor de vídeo. La pantalla estaba en negro y de repente apareció la imagen…

Lo que se veía en un primer momento es una tela que ondulaba frente a la cámara. Está comenzó a alejarse y se pudo ver que era la camisa de Pablo, el cual estaba enfrente de la cámara colocándola en su posición y encendiéndola. Se podía ver una habitación con una cama. El ángulo de la cámara permitía ver la totalidad de la cama y gran parte del dormitorio.

Pablo se quitó los zapatos y se recostó en la cama con una sonrisa en los labios. Miró a la cámara y comenzó a hablar:

-Hola Juan. Lo prometido es deuda. Acabo de quedar con tu Albita y hemos venido a mi casa. Sí, nos hemos liado. Llevamos todo el camino desde el pub hasta casa besándonos. Se la ve con ganas. Ahora ella está en el baño y cuando vuelva empezará lo bueno –dijo mientras se frotaba las manos.

La puerta se abrió y apareció Alba. Estaba igual que cuando se despidió de mí el sábado antes de salir, con su blusa negra y los pantalones vaqueros. Se quedó de pie frente a la cama, sonriendo. Se quitó los tacones y se subió sobre la cama, de rodillas, gateando hasta donde estaba Pablo. Ambos sonreían mientras se miraban.

Yo en cambio mezclaba el odio con el arrepentimiento y con una excitación me obligaba constantemente a apretarme la polla por encima del pantalón para liberar un poco de tensión, ya que la situación me empezaba a excitar muchísimo.

Comenzaron a besarse. Él recostado en la cama, mientras que ella estaba sobre él de rodillas, agarraba su cara con ambas manos mientras le besaba. Era un beso apasionado, con ganas. Se ve que llevaban mucho tiempo conteniéndose, probablemente desde aquel sábado en casa cuando Pablo vino invitado a ver el fútbol. Él empezó siendo más atrevido que ella y rápidamente una mano suya acabó sobre su culo. Apretando la nalga, la trajo hacia sí, para tenerla más cerca. Ahora los dos acostados en la cama se besaban mientras que magreaba sus nalgas y ella recorría su pecho con las manos mientras desabotonaba la camisa.

Pablo ayudo a Alba a quitarse la camisa quedando con el torso al aire. Pablo tenía un buen cuerpo. No era especialmente musculoso, pero era atlético y fibroso. Alba jugueteaba con el pelo recortado de su pecho mientras acariciaba sus pectorales y pellizcaba con suavidad sus pezones.

Por su parte Pablo también había desabotonado la blusa de Alba y ya la había dejado en sujetador. Durante unos instantes, él se quedó quieto observando los pechos de Alba. La talla 95 de ella acaparaba toda la atención de Pablo en ese momento, que no tardo en agarrar una teta con una mano, mientras que con la otra intentaba desabrochar el sujetador. De repente, el sujetador se aflojó y las tetas de Alba rebotaron al sentirse libres. Pablo agarraba ambos pecho y acariciaba con suavidad los rosados pezones de mi mujer. Acomodándose en la cama Pablo metió una de las tetas de Alba en su boca. Comenzó a chupar y lamer el pezón de ella. Le daba pequeños mordisquitos para endurecer el pezón. Ella por su parte, suspiraba de placer y cerraba los ojos, mientras echaba la cabeza hacia atrás y apretaba con su cuerpo y su pecho la cara de Pablo.

Alba debía de estar muy cachonda porque no tardó en desabrochar el cinturón y el botón de pantalón de Pablo. Este la ayudo bajándose los pantalones y los calzoncillos todo en un movimiento. Su polla saltó completamente tiesa y dura. Alba agarro la polla por la base y sonrió al tomarla con su mano. Parece ser que le gustó lo que vio y la dureza de la polla era de su agrado. Me la podía imaginar apretando esa polla para comprobar lo dura que estaba. Muchas veces me lo hacía a mí para ver si estaba a punto y no dudaba que se lo estuviera haciendo a Pablo igualmente. Lo cierto es que la polla de Pablo no estaba nada mal. Mediría unos 17 centímetros y era bastante cabezona. Justo como le gustan a Alba.

Muy lentamente comenzó un movimiento hacia arriba y abajo, masturbando lentamente a Pablo mientras se volvían a besar. Él comenzó a besarle el cuello a lo que ella respondía con tiernos besos en la cara.

Pablo se incorporó, se puso de rodillas sobre la cama y apuntó con su polla hacia la cara de mi mujer. Alba sonriendo, cerró los ojos a la vez que abría la boca. Con un leve movimiento de cadera, Pablo introdujo su polla en la boca de Alba. Algo se revolvió en mi interior. A pesar de lo excitado que estaba, ver en ese momento a mi mujer con la polla de otro hombre en la boca, en este caso mi amigo, me hizo pensar en la locura que era eso. Estaba en mi oficina, encerrado, viendo un video de mi mujer comiéndole la polla a mi jefe, el cual estaría a solo un par de metros de donde me encontraba. Me sacudí esos pensamientos de la cabeza y me centré en aquello que pedía mi cuerpo. Desabroché el botón de mi pantalón y saqué mi polla, la cual estaba durísima y de la excitación ya había manchado mis calzoncillos. Comencé a pajearme muy lentamente mientras continuaba viendo el video.

Alba chupaba con ganas la polla de Pablo. Se la metía en la boca moviendo el cuello rítmicamente. La sacaba envuelta en saliva y la pajeaba mirando a los ojos a Pablo. Comenzó a darle pequeños besos a lo largo de toda su longitud. Desde la base, subiendo por el tronco, hasta llegar a la cabeza. Sacando la lengua, la pasó lamiendo con delicadeza el glande, rodeándolo, centrándose finalmente en el agujero de la uretra. Este pequeño descaso que se tomó bajando el ritmo lo terminó abruptamente al volver a meterse prácticamente la totalidad de la polla de Pablo en la boca para comenzar nuevamente a chupársela aumentando el ritmo todo lo que su cuello le permitía ir de rápido, mientras le acariciaba los huevos.

Tras un par de minutos así, Pablo le sacó la polla de la boca, dejando que largos hilos de saliva colgaran desde la punta de su polla hasta los labios de mi mujer. La besó con pasión y la tumbó bocarriba. Con cierta impaciencia le retiró los pantalones. Contempló unos segundos el fino tanga que llevaba puesto y con la impaciencia del que lleva tiempo esperando ese momento, se lo retiró dejando expuesto el coño de Alba.

Lo miró con satisfacción. Alba estaba completamente desnuda, con las piernas abiertas mostrando enteramente su raja mientras que se acariciaba el vello del pubis. Pablo acarició igualmente el pelo de su coño y acercó la cara a su entrepierna. Imagino que al igual que suelo hacer yo con ella, olería su coño, esa mezcla de sudor y fluidos. Él sin pensárselo ni un segundo más, hundió la cara y comenzó a lamer y besar la cara interna de sus muslos. Cada vez se acercaba más y Alba, con impaciencia, empujándole la cabeza le atrajo hasta su sexo para que comenzara a lamerlo. Pablo no necesitaba más señal que esa para comenzar a lamer, pasando su lengua por su raja de arriba abajo y de abajo a arriba. Apartó con delicadeza los labios, lamiendo el interior de su coño, penetrándola la con lengua. A los pocos minutos se concentró en su clítoris, el cual seguramente a esas alturas ya estaría bien grande por la excitación. Lo succionó y lo lamió y Alba respondía con gemidos y grititos que intentaba contener. Rápidamente empezó a arquear la espalda y los suspiros y gemidos eran cada vez más seguidos. Los gritos ya no los intentaba amortiguar, ahora gritaba con ganas, dejándose llevar. Pude ver como tenía un primer orgasmo. Ella apartó la cara de Pablo y se la acercó a la suya, aún jadeando, para besarlo. Un beso apasionado donde mezclaron saliva y fluidos.

Yo para ese momento había abandonado ya la paja lenta y me pajeaba con fuerza y rapidez. En ese momento estaba excitado como nunca.

Alba agradecida a su amante, mi jefe, por el orgasmo que acabada de proporcionarle, se incorporó para volver a tomar entre sus manos la polla de Pablo. Volvió a metérsela en la boca. Su lengua repasó el miembro de mi amigo. Se podía ver cómo la polla de Pablo brillaba a consecuencia de toda la saliva que Alba producía, ya que ella tenía gran interés en intentar introducir la totalidad de su miembro en su garganta.

Así estuvieron un par de minutos, tras lo cual, Alba tumbándose bocarriba, abrió las piernas y mientras se frotaba el clítoris pude escuchar como en un leve susurro le decía a Pablo:

-¡Fóllame, vamos!

Pablo sonrió. Alargó un brazo hasta el cajón de la mesilla de noche y sacó de él un preservativo. Lo abrió y mientras miraba cómo se masturbaba Alba, se lo puso. Agarró su polla por la base y enfrentó su glande contra el coño de Alba. No la metió inmediatamente, sino que recorrió con su polla la raja de Alba, frotándola contra sus labios y dando pequeños golpecitos con ella sobre el clítoris cuando llegaba a su altura. Alba suspiraba y arqueaba la espalda. Se la veía con cierta ansiedad. Debía de estar muy excitada. Tanto que ella misma, viendo que Pablo seguía jugando con ella, agarró su polla por la base y con un movimiento de cadera se la clavó hasta los huevos. Entró sin ninguna dificultad. Debía de estar excitadísima.

Pablo empezó a follarla muy lentamente. Se inclinó y comenzó a besarla a la vez que con una mano agarraba y apretaba una de las tetas de Alba. Alba recibía la lengua de Pablo con sumo gusto y acompañaba a los movimientos de Pablo con ligeros movimientos de cadera para que la penetración fuese más profunda. Poco a poco, las envestidas de Pablo fueron aumentando en intensidad. Alba estaba con los ojos cerrados y la boca abierta, soltando suspiros de placer. Sin abrir los ojos, se quitó las gafas y alargando el brazo las dejó en la mesilla. Por poco no se caen al suelo, ya que Pablo en ese instante la follaba con toda la fuerza con la que era capaz, lo que hacía que Alba se bamboleara de adelante a atrás y no fuera capaz de atinar dónde dejaba las gafas. Alba no paraba de chillar. Juraría que tuvo otro nuevo orgasmo y justo en ese mismo momento, Pablo frenó en seco.

-Joder… No seas cabrón… -susurró Alba.

Pablo, ligeramente brillante por el sudor que comenzaba a empapar a ambos tras el esfuerzo no querría correrse tan rápido y prefirió parar antes de que fuera más tarde. Alba por su parte jadeaba y continuaba con los ojos cerrados. Continuaba quejándose a Pablo por no haber continuado follándose mientras se corría. Pero Pablo, presumiblemente indiferente a las quejas de Alba la incorporó y la colocó “a cuatro patas”, con su culo al filo de la cama. Él se puso de rodillas en el suelo. Tenía el culo y la raja de Alba a la altura de su cara. Separando las nalgas con sus manos, dio un lento e intenso lametón en el coño de Alba. Un leve suspiro se pudo escuchar. La lengua de Pablo continuaba jugueteando con los labios de su coño y lentamente fue ascendiendo. Se acabó el coño, pero siguió subiendo hasta llegar al ano de Alba. Comenzó a besarlo y lamer los pliegues del ano de Alba. Alba que se había apoyado sobre los codos, inclinándose y apoyando la cara en cama, miraba sin darse cuenta directamente a la cámara. Podía verla con la boca abierta respirando entrecortadamente, con los ojos entreabiertos. Ella no podía saberlo, pero sin querer, me estaba mirando directamente a mí mientras gozaba por que otro hombre diferente a su marido le comía el culo.

Cuando él entendió que ya había estimulado bastante el culo de mi mujer, se puso de pie, clavó su polla en el coño de mi mujer y aprovechando que tenía el culo lleno de babas metió un dedo dentro de su culo. Alba chilló. No por dolor, ya que nosotros habíamos practicado ya sexo anal, sino de puro gozo. El dedo pasó sin problemas por el ano de Alba. No hubo impedimentos ni resistencias. La excitación de Alba debía de ser total.

Pasaron varios minutos donde estuvieron follando en esa postura. Pablo había seguido robando el culo de Alba y ya había introducido dos dedos. Esta vez el ritmo era más lento, para mantener la excitación, permitir que Alba siguiera húmeda y que su polla continuara tiesa, porque Pablo parecía no hacer mucho más caso a Alba. Únicamente se centraba en su culo y follárselo con los dedos. Sacó su polla y se la hizo chupar.

Algo en ese momento se retorció dentro de mí. Y tenía que ver con lo que sabía que iba a ocurrir a continuación. Pablo a base de la mamada que le estaba haciendo Alba lubricaba su polla. Previamente había dilatado y jugueteado con el culo de Alba. Además estaba sacando un botecito de la mesilla de noche, que derramó entre las nalgas de Alba. Se la iba a follar por el culo.

Como he dicho anteriormente, Alba y yo habíamos probado el sexo anal. Pero solo en situaciones especiales. Por decirlo de alguna forma, era una especie de premio que Alba me otorgaba en según qué momentos. Además ella lo descubrió conmigo, con sus anteriores parejas nunca lo había probado. Por lo tanto tenía un componente especial para nosotros. Cuando yo me la follaba en alguna de esas ocasiones por el culo, sabía que era especial. Ahora estaba comprobando como a la primera de cambio, sin mayor impedimento y sin ningún tipo de queja, prestaba a su amante, mi jefe, su culo. Había perdido esa exclusividad que me pertenecía. Algo que era solo mío y que me era vetado en muchos momentos, era entregado con gusto y sin esfuerzo a mi jefe.

Pablo se colocó tumbado bocarriba, agarrando su polla dejándola en vertical. Alba se puso de pie sobre la cama, colocó los pies a cada lado de las caderas de mi amigo y agachándose, frente a la cámara, colocándose de cuclillas, agarró la polla que le ofrecía Pablo y la dirigió hacia su ano. Habían tenido la picardía (estaría mejor dicho que Pablo la tuvo, ya que Alba desconocía que la estaban grabando) de colocarse enfrentados a la cámara. De este modo podía ver como poco a poco el culo de Alba iba tragándose lentamente la polla de Pablo. Despacio entró hasta que los huevos de Pablo rozaron las nalgas de ella.  Parece ser que Pablo había hecho un buen trabajo estimulando el culo de mi mujer. Agarrándola por las caderas, ella comenzó a moverse, siendo penetrada por el culo por mi jefe.

En mi despacho, yo que había parado durante un tiempo de tocarme para no acabar rápidamente con la paja, volvía a recuperar el ritmo. En la pantalla estaba mi mujer follada por el culo por mi jefe. Podía ser una película porno cualquiera, pero esa era especial. Mi mujer estaba siendo sodomizada por mi jefe, por mi amigo. Mi mujer me había puesto los cuernos y yo en cambio, en vez de estar enfadado, en ese momento me estaba masturbando viendo como la follaban. Era un cornudo y me estaba gustando.

A pesar de que tenía el volumen al mínimo para no levantar sospechas en el trabajo podía escuchar perfectamente Alba gemía y gritaba de placer. De repente Pablo habló:

-¿Qué crees que pensaría Juan si nos viera ahora? -. Pude ver como asomaba la cabeza por detrás de la espalda de mi mujer y miraba fijamente a cámara mientras sonreía.

-¡joder calla! Estoy a punto de correrme, no me hagas pensar en él…

Esa provocación de Pablo fue la gota que colmó el vaso. Ese intento de humillarme usando a mi mujer surtió efecto y me corrí. Me corrí como no recuerdo haberlo hecho antes. Era una sensación diferente correrse viendo como tu mujer te engaña con otro. Con la mano aún agarrando mi polla y los dedos cubiertos por espesos goterones de semen, continué viendo el vídeo.

Las tetas de Alba rebotaban con cada envestida de Pablo. Progresivamente comenzó a aumentar el ritmo, tanto que Alba ya no podía seguirle. Ella se quedo quieta, en cuclillas, mientras Pablo agarrándola por las caderas la follaba todo lo rápido que podía. De repente paró. Soltó una de las caderas de Alba y se llevo la mano a la polla que la sacó de su culo. Agarró la punta del preservativo, estirando de él, hasta que este salió. Alba se recostó sobre el cuerpo de Pablo y este con la polla libre ya del condón, comenzó a masturbarse para que a los pocos segundos, tres grandes chorros de semen salieran de su polla salpicando el interior del muslo de Alba y las sábanas de la cama.

Alba, que notó el calor del semen en su muslo, buscó a tientas la polla de Pablo, la agarró por el glande y muy lentamente masturbó su punta mientras pequeñas gotas de semen aún salían de su polla con las últimas contracciones.

Se les veía exhaustos pero felices. Ambos sonreían. Alba que continuaba sobre el cuerpo de Pablo se echó a un lado para poder recostarse a su lado. Se besaron. Se besaron con pasión y dulzura, como si fueran dos enamorados. Pero no lo eran. Ella era mi mujer y él mi jefe. Y acababan de echar un gran polvo que yo estaba viendo. Pablo abrió el cajón de la mesilla de noche y sacó un paquete de tabaco. Extrajo un cigarrillo que puso en su boca y que encendió con un mechero que también sacó de su mesilla de noche. Se le veía muy relajado fumando, con mi mujer al lado. De repente Alba le quitó el cigarrillo de los labios y se los llevó a los suyos. Dio una profunda calada y tras exhalar el humo apoyó dulcemente la cabeza en el pecho de Pablo. Ella hacía años que había dejado de fumar, ¿también en esto me engañaba?

Tras acabarse entre ambos el cigarro. Alba se levanto para, imagino, ir al baño, no sin antes dan un beso a Pablo. Una vez solo en la habitación, se levantó y se dirigió a la cámara. Lo último que vi antes de que la pantalla se pusiera en negro era la polla de Pablo, flácida, pero aun conservando cierto volumen, brillando por la mezcla de fluidos y semen. Una polla que se había follado a mi mujer.

Había ocurrido. Mi mujer me había engañado con otro y yo lo había visto. Me limpié la mano con un pañuelo de papel y me vestí. Una vez pasada la excitación del video comenzaron las preocupaciones. Ahora comenzaba a ser consciente de todo lo que había pasado. Mi mujer me ha engañado. Me ha engañado con mi jefe, lo que no sé cómo repercutirá eso en mi trabajo. No solo me ha engañado con mi jefe, sino que también era mi amigo. ¿Le comentaría a Alba lo que he visto en el despacho? ¿Tendría valor a decirle que lo sabía? ¿Sabría ella, dicho por Pablo, que yo le reté para que lo hiciera? ¿Con cuánta gente más me ha engañado, si es que lo ha hecho? ¿Qué opinaría si supiera que me ha gustado verlo e incluso me he corrido pajeándome con el vídeo? Demasiadas cuestiones.

Miré el reloj. Aún quedaban un par de horas para irme a casa. No me veía con ganas para salir del despacho y no tenía la cabeza para dedicarme al papeleo. Así que volví a ver el vídeo en varias ocasiones. Y me masturbé otras tantas.

Finalmente llegó la hora de salir. Habíamos quedado como es costumbre en el bar. Allí vería a Pablo. ¿Qué me diría? ¿Cómo se comportaría? ¿Qué le diría y cómo me comportaría yo? ¿Y los demás sabrían algo? Estaba muy nervioso en relación a lo que  me podría encontrar, pero eso será otra historia.