Mi jefe, el lujurioso.

Un jefe de 45 años atraído por su empleada de 21. Oral, anal y vaginal.

Me senté en aquel despacho, pulcro, ordenado e igual de serio que mi jefe. Aunque llevaba más de un año trabajando alli, la empresa contaba con muchísimos trabajadores y sólo había visto a mi jefe dos veces.

Se escuchó un ruído en el pasillo y acto seguido, apareció mi jefe por la puerta, alto, cuarenta y cinco años, muy atractivo, aunque un poco maduro para mis 21 años. Cerró el cerrojo al entrar, no entendía nada, un augmento de sueldo tampoco era un tema tan serio y confidencial como para cerrarla. Mi mente comenzó a dar vueltas y empecé a alarmarme, empecé a pensar que tal vez en motivo de mi visita a mi despacho, no era la razón quen me había comunicado la secretaria, si no que lo que quería  don Ramón, que así se llamaba el jefe, era despedirme.

Me pidió que me levantase de la silla y me condujo hacia un elegante y cómodo sofá. Me senté y él me imitó, sentándose cerca de mí. Me dijo que me quería dar un augmento de sueldo, pero que para eso, yo tendría que compensarle de alguna manera. Yo, con mi inocencia natural y típica en mí, ni siquiera barajé la opción de lo que quería realmente él de mí, así que le pregunté:

-¿Qué quiere decir, exactamente?

-Que te deseo, desde la primera vez que te vi. Te llevo observando desde que llegaste,quiero que seas mía...Hacerte lo que yo quiera...Dominarte.

Yo enrojecí y me levanté muy rápido del sofá. Él, acostumbrado a que ninguna mujer se resistía, se levanto y me agarró del codo, me empujó contra la pared, se acercó a mi oído y entonces me dijo:

-Si no haces lo que te digo, no sólo no te subiré el salario, si no que te echaré a la calle...

Hacía años que mis padres habían muerto, y no tenía mucho dinero...No tenía nadie que me ayudase, así que dije:

-De acuerdo...Haré lo que me pida.

Ramón se separó de mí y pude ver en sus ojos lujuría y deseo...perversión. Me cogió y me empujó al sofá, me sentó y se pusó delante de mí, se desabrochó poco a poco el pantalón de traje y se quitó la chaqueta, se acabó de despojar de su pantalón y se quitó sus boxers...¡Ahí estaba la erección más grande que había visto nunca!

-Métela en tu boca y lamela...

Yo la cogí y empecé a lamer la cabeza, despacio, parecía mentira, pero me estaba mojando. Él cogió mi cabeza y me introdujo su miembro hasta mi garganta, comenzó a agitarse más y más rápido...

-¡Chupa! - me gritó.

Entonces noté algo caliente en mi boca, algo salado y amargo a la vez...Intenté escupirlo, pero él lo evitó.

-Traga...- me dijo.

Me lo tragué todo y entonces la sacó de mi boca y me hizo levantarme. Una vez de pie, me empezó a desabrochar mi camisa y cuando vio mi abundante pecho aprisionado por mi sostén, gimió... Con agilidad, me quitó la camisa y me desabrochó el sostén. Comenzó a acariciar mis pezones estirándolos un poco y luego comenzó a lamerlos, para luego mordisquearlos. Después, me recostó en el sofá y me quitó la falda y mis braguitas, apartó mis piernas y acarició mi entrepierna.

-Mmm...Estás húmeda...- dijo.

Hundió su cabeza en mi entrepierna y comenzó a lamer mi clítoris y luego me introdujo dos dedos...Comencé a gemir y a nacompañar el movimiento de su mano y finalmente, me corrí. Él subió hacia arriba besándome hasta llegar a mi boca y noté el sabor salado de mis fluídos. Me incorporé y ahí había otra erección, esperándome.

-Ponte de rodillas, contra el respaldo del sofá...- me ordenó.

Hice lo que me dijo y enseguida noté que me penetraban fuerte, rápìdo...Duro...Cada golpe que me daba me sentíamás cerca del orgasmo, mis gemidos se convertían en gritos y cuando estaba a punto de llegar él se detuvo. Yo intentaba moverme, pero él no me dejaba, hasta que finalmente, me dio una envestida muy fuerte y llegué al orgasmo, sonoramente y húmedamente, muy húmedamente. Salió de dentro de mí y me apoyó contra la mesa. Noté sus dedos entrando dentro de mí y entonces los sacó y me penetró con ellos analmente, repitió la operación dos veces más y entonces me penetró algo más grande y duró. Noté un dolor agudo, me quejé y le pedí que parase, pero en luegar de ceder, me azotó fuertemente el trasero y siguió, cada vez más fuerte...Empezó a gustarme cada vez más y entonces empecé a gemir...Cada vez más...Y finalmente noté algo caliente dentro de mí y noté el peso de don Ramón sobre mí. Se apartó, y me acompañó hasta el sofá. Se vistió, me dio un beso lleno de lujuria y se fue, dejándome en aquel despacho desnuda, derrotada y dolorida.