Mi jefe abusivo

Un secretario está harto de su jefe, pero a la vez lo desea dentro de él.

Todo comenzó cuando entré en una empresa a trabajar como secretario. Tenía 20 años recién cumplidos. Mi jefe es un hombre de unos 45 años, 1,85, ojos verdes, moreno, con un cuerpo marcado por el gimnasio, pero con un poco de barriga ya que el trabajo le había impedido practicar deporte a menudo. Él estaba casado, con 3 hijos, que venían a visitarle muy a menudo

Desde el momento en que le vi, con su traje y corbata, con su cuerpo, y con su paquete abultado y su culazo… me encapriché de él. Quería mamarle la polla y que tomase mi culo como el quisiera.

El problema es que para él, yo era simplemente su secretario… Además de que era un poco tirano en el trabajo. No le importaba más que él mismo y su bienestar, sus trabajadores le importaban nada, y yo era el que más tiempo pasaba con él.

Unos meses después de mi llegada, se celebró una cena de trabajadores de la empresa, que la seguiría una fiesta en un club nocturno.

Yo ya me había hecho muchos amigos allí, casi todo el mundo era muy simpático. El problema es que en la cena nadie quería sentarse con Miguel, mi jefe, por lo que me propusieron a mí, ya que era el que más "relación" tenía con él. Por una parte me sentí mal, ya que ese hombre era un antisocial, pero por otra, iba a tener la oportunidad de estar fuera del trabajo con ese macho que despertaba en mis instintos más bajos.

Llegó la cena, y fuimos a un restaurante gigante, con un montón de mesas (parecía aquello una boda). Antes de empezar a cenar, nos ofrecieron bebidas para los que llegamos antes, mientras esperábamos a los demás.

Iba llegando la gente y yo ya me había tomado 2 copas de vodka con limón, cuando llegó mi jefe. Iba más atractivo que nunca. Llevaba los pantalones negros de un traje, pero no llevaba la chaqueta, sólo la camisa blanca nuclear medio desabrochada, que dejaba ver un pecho marcado y depilado. También se había echado gomina en el pelo, lo que le hacía mucho más guapo y que sus ojos verdes resaltasen más que nunca.

Nada más llegar, se juntó a un grupo de trabajadores y se pidió un whisky, que se bebió de un trago. Parecía que no estaba de muy buen humor.

Llegó la hora de ir a cenar y me senté junto a Miguel, como había acordado con mis compañeros. Miguel ya se había tomado 3 copas, y, como había imaginado no estaba de muy buen humor… Se estaba quejando todo el rato por todo, aunque, con mis 2 copas de vodka, a mi ya sólo me importaba lo bueno que estaba, su paquete, su cara de machote semental, su pecho,

Después de media hora quejándose del lugar, de la comida,… se le escapó un comentario:

  • Encima estoy tan cachondo que me follaría cualquier cosa

Ese comentario me dejó muy sorprendido, y le pregunté:

  • ¿A qué viene ese comentario?
  • A que yo antes follaba todos los días con la puta de mi mujer, pero de un tiempo a esta parte, ella casi no quiere que me la joda… Estoy todos los días más caliente que un toro

Ya lo comprendía todo. Mi jefe siempre estaba de mala hostia porque la zorra de su mujer no le daba lo que le tenía que dar a este semental.

Seguimos cenando sin hablar, y yo sólo tenía un pensamiento en mi cabeza: "convertirme en su putita… y darle lo que tanto necesitaba". El problema es que él no parecía tener ningún interés en mí, ni en los hombres en general.

Terminó la cena y nos fuimos a una discoteca que alquilaron esa noche sólo para los de la empresa. Cuando entré, vi que era una discoteca muy grande, demasiado para los 50 trabajadores de la empresa. Estaba llena de privados, tenía 5 pistas de baile con distinta música,

Estuvimos bebiendo en grupos. Yo estaba con unos amigos y ya estaba un poco ebrio de las copas. Nos pusimos a bailar y pasamos muy buen rato. Después de un rato bailando, me fui a pedir otra copa, y vi a mi jefe solo, sentado en un sillón apartado del resto de la gente.

Tenía dos opciones: volver con los demás y tener una buena fiesta o intentar que ese macho me follara, arriesgándome a aburrirme y a soportar su mal humor. Por supuesto decidí hacer lo segundo.

Me senté a su lado en el sofá. Él estaba borracho, pero todavía consciente de lo que hacía.

  • ¿Estás bien?- Le pregunté
  • No- Me contestó
  • ¿Quieres hacer algo?
  • Quiero estar solo

Me lo había dejado bien claro, no quería saber nada de mí. Pero yo puedo ser muy insistente y no me rendí. Comenzó a sonar en la pista más cercana una canción de reggaeton. Sabía que era la oportunidad perfecta para poder sobarle, por lo que le dija que saliéramos a bailar.

  • ¿cómo vamos a bailar juntos? ¿qué pensarán los demás?- Dijo él sin moverse del asiento
  • ¿Qué más da? Ahí hay muchos bailando juntos, además, esta pista está vacía, nadie nos vera.

Y le arrastre de la mano hacia la pista de baile. Al principio casi ni se movía, pero de repente se soltó y la verdad, bailaba de puta madre. Tenía un movimiento de cadera irresistible y no dudaba en arrimarse a mí. Ahí sí supe que era el momento, tenía que jugar todas mis cartas.

Empecé a darme la vuelta y arrimar mi culo a su paquete, al principio no me arrimaba del todo, ya que tenía miedo de que se cabreara y no olvidemos que es mi jefe. De repente, una vez que me estaba arrimando un poco, me cogió de las caderas y pegó mi culo a su polla. Su polla seguía dormida, pero ya ahí se notaba que este macho tenía una buena taladradora. Me empezó a perrear y noté que su polla se ponía morcillota. Ahí supe que, jugando bien mis cartas, esa noche sería mío.

Me di la vuelta y me puse frente a él, me acerqué, y comenzamos a bajar juntos, moviendo las caderas. En ese momento, puse mi mano en su paquete, lo acaricié y terminó de empalmarse. Tenía en mi mano la mejor herramienta de mi jefe, una polla de 20 cm bien gorda, dispuesta a darme el mayor placer del mundo. Mientras, el no se había quedado atrás, me sobaba el culo, sabiendo que esa noche estaría a su entera disposición.

Cuando llegamos casi al suelo, me besó en la boca, metiendo toda su lengua en mi ser, a lo que yo le correspondí. Dejó de besarme y dijo:

  • Es peligroso hacer esto aquí. Vámonos a la oficina.
  • Ok

Salimos de la discoteca sin llamar la atención y ya en la calle cogimos un taxi hacia la oficina. Pero mi jefe no podía esperar a llegar, por lo que, ni corto ni perezoso, se abrió la bragueta del pantalón y se saco la polla, que estaba a reventar.

  • Venga, cariño, chúpamela

Me agache y, por primera vez olí esa deliciosa polla. Era una polla perfecta con unos huevos bien grandes, que estoy seguro me darían mucha leche. Además, estaba completamente depilado.

Saqué la lengua y comencé a lamer de arriba abajo. Miguel comenzó a gemir, sin importarle que delante estuviera otra persona. En ese momento, miré al taxista, que no quitaba ojo a la situación que estaba viendo. Mientras mamaba me giré un poco para ver si podía verle el paquete, y descubrí que el taxista estaba muy cachondo. Otro día me hubiese encantado que me follaran esos dos machotes pero hoy quería a mi salido jefe sólo para mí. Seguí mamando ese pollón, chupando los huevos, lamiendo el frenillo… hasta que hice una de mis especialidades: meterme la polla entera en la boca.

Cuando me la metí entera, me sujetó la cabeza y sus gemidos comenzaron a ser mucho más intensos.

  • Ahhhhh, ahhhhh, me corro!!!

Derramó toda su leche dentro de mi boca mientras me sujetaba la cabeza. Se corrió tanto que parte de su semen se me derramó, pero lo que pude lo saboreé y me lo tragué. Me quedé un poco decepcionado, ya se sabe que muchas veces cuando un hombre se corre ya no da para más. Miguel se dio cuenta y me dijo:

  • Tranquilo, cariño, que esta noche tengo leche para todos tus agujeros.

Eso me puso otra vez a tope y seguimos besándonos. Cuando llegamos a las oficinas, Miguel ya volvía a estar a tope, con ganas de taladrar. Pagó al taxista, que parecía con ganas de venir con nosotros.

Entramos en las oficinas, comprobando que no hubiera nadie. Miguel me empotró contra una pared y empezó a magrearme. Lo único que no me tocaba era la polla, que la tenía a reventar.

Le dije que me daba más morbo ir a su despacho y a él le pareció bien. Mientras caminábamos nos íbamos besando y desnudando. Cuando llegamos a su despacho sólo llevaba los calzoncillos y él ya estaba completamente desnudo (sólo había sacado su móvil y lo había puesto encima de su mesa).

Tiró los papeles de una parte de su mesa y me dijo:

  • Súbete y ponte en posición de perrito, que te voy a comer el culo.

Nunca pensé que este macho heterosexual me comería mi depilado culito, y menos que lo haría tan bien. Primero lamía poco a poco mi agujerito. Me lo dejó bien salivado. Después me empezó a penetrar con la lengua. Mientras, yo gemía y le pedía que no parase, además de estar haciéndome una paja.

  • Fóllame ya!- Le dije de repente
  • ¿Quieres que te folle?- me preguntó con un tono muy morboso
  • Sí!!!
  • Pues suplica
  • Por favor, fóllame! Lo necesito! Hazme tuyo!

Dejó de comerme el culo y me bajó de la mesa. Puse los pies en el suelo y Miguel me puso con la tripa apoyada en la mesa boca abajo. Mi culo estaba a su entera disposición.

  • ¿Tienes condones?- me preguntó
  • No. ¿tú?
  • Tampoco. Te tendré que follar a pelo

Me empezó a restregar su polla por la raja del culo. Mi saliva en su polla y la suya en mi culo facilitarían bastante la penetración. De repente, noté la punta de su nabo en mi culito.

  • Prepárate que ahí te va

Empujó muy fuerte, queriéndola meter entera de un solo golpe, pero mi culo no estaba preparado para que entrara una polla de 20 cm y bien gorda de un solo golpe, por lo que entró menos de la mitad. El dolor fue muy fuerte, por lo que mis gritos eran muy exagerados. Esto le puso mucho más cachondo a mi cruel jefe, que no esperó ni un segundo para meter el resto de otro golpe.

Aquí el dolor ya era insoportable, por lo que mi jefe se echo encima de mí con la polla dentro de mí, esperando a que mi culo se acostumbrara a este nuevo invasor.

Cuando el dolor fue desapareciendo, empezó a bombearme el culo. Primero muy lento, hasta que me hizo pedirle más. Después empezó a bombearme mucho más deprisa. Ahí yo gemía como una puta (me encanta gemir así) y él gemía como un toro en celo (me encantaban sus gemidos de machote).

Cambiamos de posición. Me puso tumbado boca arriba encima de la mesa, con mi culito al borde, para taladrarlo él de pie, y mis pies en sus hombros.

  • Quiero ver tu cara de vicio mientras te follo y que tu veas mi cara

En esta ocasión sí me la pudo meter entera de un golpe. Esa mezcla de dolor y placer, mientras me pajeaba, hizo que me corriera muchísimo. Me salpiqué todo el pecho y a el le manché el pecho e incluso la cara. Pensé que igual se enfadaba porque toda la noche había ignorado mi polla. Pero me volvió a sorprender, ya que con su mano, se esparció todo mi semen por el cuerpo y me hizo a mí lo mismo.

Me siguió follando en esa posición. Sentir su polla dentro de mí y ver su cara de vicio me ponía más cachondo que nunca. Este hombre había nacido para follar y yo le quería para mí.

De repente, empezó a sonar su móvil. Miró y era su mujer.

  • No lo cojas
  • Tengo que cogerlo. Si no se va a mosquear.
  • Pero nos va a oír.

Me tapó la boca y descolgó el móvil, pero en ningún dejó de bombearme. Esta situación me puso tan cachondo que creí que me corría otra vez. Empecé a sobarle el pecho y el culo… MMMMMMM qué cuerpo, bien durito todo… Menos mal que tenía su mano en mi boca

  • Hola cariño (decía con voz entrecortada, estaba intentando no gemir, además de que el cansancio ya hacía estragos llevábamos mas de 40 minutos de sexo duro)… Sí sigo en la fiesta…. Estoy bien, no me pasa nada… bueno, te voy a dejar… un beso… te quiero.

Colgó y soltó gritando:

  • JODER… NO PODÍA AGUANTAR, PFFFF CASI ME PIÍLLA!!! ME CORRO!!!

Se empezó a correr y sentí en mi culo un líquido muy caliente dentro de mi culo. Cuando terminó de correrse se tumbó encima de mí, sin sacar su polla de mi culo. Estábamos los dos muy sudados y a mí me encantaba notar su cuerpo duro de gimnasio encima de mí.

Al rato nos levantamos, me besó y me dio un azote en el culo. Comenzó a buscar su ropa por todo el pasillo mientras yo recogía los papeles que habíamos tirado. Vino hacia mí, me levanto del suelo y me dio un beso de película.

  • No lo recojas. Ya lo recogeré yo mañana

Nos vestimos mientras nos besábamos y nos magreábamos. Nos cogimos un taxi cada uno para su casa.

Al día siguiente, su humor había cambiado. Tenía buenas palabras para los empleados, pero al que mejor trataba era a mí, que me había convertido en el niño de sus ojos