Mi jefe 3: La transformación
Después de una aventura como mujer con mi jefe, finalmente decido huir de él por su agresividad y enojo. Cuando huyo me vuelve a encontrar una y otra vez, hasta que algo pasa y cambia mi vida.
Continuación de MI JEFE 2
Yo me quede nuevamente tirada, aunque ahora en la cama, inútil, desgastada por el dolor, sentí como mi vientre palpitaba y de mi ano vertía toda clase de líquidos blancos y rojos. Felipe se cambió y se fue del cuarto. No comentarios, no perdón, no "me gustó mucho", nada, ni siquiera me dijo prostituta o cualquiera esta vez. Solamente se fue.
Yo, otra vez en llantos, fui a lavarme al baño, me bañe muy bien, me quite todo el maquillaje y todo lo que traía de mujer. Pensé que no tenía que vivir esto más, tomé ropa de hombre de Felipe y me cambié. No quería estar un minuto más ahí, tomé mi celular para buscar un taxi e irme velozmente al aeropuerto o central de autobuses y huir de ahí.
Deje todas mis cosas de mujer, solo me lleve la ropa puesta y mi cartera, y azoté la puerta para ya no volver jamás. -No sé que estoy haciendo- pensé yo -en verdad, estoy mal- y me fui de ahí.
Llegué lo más rápido que puede al aeropuerto, pensando que en cualquier momento, mi jefe, Felipe, iba a llegar detrás de mí y agarrarme a golpes. Con miedo subí al avión volteando a todos lados paranoicamente. Felipe nunca apareció y llegué con bien a casa.
He de confesar, que pensé que Felipe me estaría esperando en el aeropuerto, listo para tomarme del cuello y meterme al carro para matarme. Era una sensación de mucho miedo y estaba completamente aterrorizada. El día siguiente llegué muy temprano a mi oficina y deje mi carta de renuncia en Recursos Humanos y en la oficina de mi jefe. No quería que nadie me viera, pensando que a lo mejor mi jefe mandaba gente a buscarme ahí.
Me sentí libre al salir de las oficinas. Sin ataduras ni compromisos. Busque trabajo ese mismo día, y me contrataron en otro ramo de la industria en unas semanas más. Pasaron dos meses y no escuche nada de Felipe, bajé mucho de peso de solo el estrés traumático que experimenté. Después de un tiempo me sentí librada de él y no pensé en él más, olvidando lo que había pasado.
Un día, me vestí de nuevo de mujer para salir con mis amigas de noche. Me fui extremadamente sexy. Mini falda negra muy cortita (muy corta) que enseñaba mis largas y torneadas piernas, zapatos de tacón plateados muy altos, top plateado también que dejaba ver mi abdomen y cinturita de avispa, con por supuesto, mis pechos grandes y redondos que dejaban ver los pezones apretados por el top. Mi pelo largo, ondulado y negro, aretes grandes y redondos, uñas largas y negras, con maquillaje cargado y brillante para la noche.
El bar de ambiente gay a donde fuimos tenía dos pisos. En el de arriba había mesitas para platicar y tomar, pasarla bien. Y en el piso de abajo había también mesas pero también una pista de baile y música a todo volumen para que la gente la pasara bien. Bajando las escaleras con mis amigas, una de ellas se me acercó a decirme algo al oído: -“mira el muchacho rubio de allá, esta guapo y no te quita la mirada de encima”- me comentó. Al voltear a ver quién era, mi corazón se detuvo. Era Felipe, estaba ahí, no sé a qué hacer.
Les dije a mis amigas que nos fuéramos en ese momento. No me hicieron caso, pues era todavía temprano. Yo sigilosamente me escondí de la mirada de todos y me dirigí hacia la salida para largarme de ahí como relámpago. Al estar unos metros cerca de la salida, sentí que alguien me jaló del brazo.
–Ya te encontré, ¿a dónde con tanta prisa?- sonriendo y sin soltarme del brazo me dijo amenazante Felipe. Yo aún sin articular palabras y prácticamente congelada, no pude ni siquiera pedir auxilio.
–Mira chiquita, no te quiero hacer daño, no te preocupes, solo quiero hablar contigo. Vamos a sentarnos, tomamos una cerveza y ya.- Me dijo entre tono seductor y rogándome para que me quedará un poco más.
Accedí a sentarme unos momentos, pensé que entre tanta gente que había en el lugar no me haría daño alguno, además de que mis amigas estaban ahí también presentes.
Felipe confesó que había cometido un error al tratarme así, que realmente quería algo serio conmigo, que reconocía que tenía problemas de carácter, y que en estos últimos meses había buscado ayuda profesional y que ya estaba mejor. Todo el rato que estuvimos sentados repitió lo mismo una y otra vez pidiéndome perdón y mostrando que estaba muy arrepentido, incluso hasta estuvo llorando al final un poco.
Yo sinceramente no lo quería creer, digo, me gustó la experiencia de ser mujer de tiempo completo por unos días pero no de la mala forma en que me trató. Pero luego de un rato de hablar con él, me tomó de la mano, y me prometió que dejaría a su esposa por mí, y que me pagaría una operación de cambio de sexo, que viviríamos juntos y que seríamos muy felices, él se encargaría de todo.
Realmente tocó una fibra sensible en mí. Ese era mi sueño desde niña. Nunca había visualizado cuándo ni cómo haría algo así. Hasta había abandonado mis anhelos de tener cualquier relación con un hombre ya que “todos eran iguales”. Le respondí a Felipe que lo pensaría, me sentía halagada, pero que no podía regresar así tan rápido después de lo que pasó. Él accedió y siguió pidiendo perdón y llorando. Me fui a casa tratando de olvidar el asunto.
Pasaron unos dos días. Y llegando a mi oficina la secretaría me dijo que había un paquete para mí en mi cubículo. Pensando que era algo de trabajo fui como si nada y para mi asombro encontré un gigantesco ramo de flores, rosas rojas todas, y un recado que al abrirlo decía: - Lo siento, dame otra oportunidad, F.- Me sentí muy vulnerable a la vez que deseada. En ese momento pensé que ya no tenía escapatoria, no sabía cómo Felipe había hallado mi nuevo lugar de trabajo y que realmente me había metido en un gran problema de obsesión con él.
Decidí ir a verlo para aclarar las cosas y que no quería nada con él. Más valía detener todo en estos momentos a esperar a que creciera y que otra cosa sucediera. Así que, hablé con él, nos pusimos de acuerdo y nos vimos en un parque. Yo iba de hombre, pensando que así no le gustaría y que abandonaría las ideas que me confesó en la noche del bar. Nos vimos en el parque, volvió a dar su explicación, me rogó mucho, pero yo continué en mi misma posición sin cambiar de parecer. Se puso cada vez más enojado, me empezó a insultar y amenazar, diciendo que me iba a acusar en mi nuevo trabajo, con mi familia, mis hijos y todo eso.
Al ver que no lograba nada, dijo cosas horribles de mí: que era un gay frustrado, ni hacía bien el amor, no servía para ser mujer, era muy fea y horrible, que nunca podría ni siquiera soñar con tener un buen cuerpo ni ser femenina. Entre muchas otras cosas. Cuando la situación se tornó más árida y grosera, decidí irme de ahí. Me despedí y dando la espalda me retiré a mi carro. Eso fue lo último que recuerdo de ese momento.
Todo lo que sucedió después es muy confuso. Solo supe de mí al despertar en una habitación, parecía como tipo clínica, abrí los ojos y no podía moverme. Tenía la cara vendada y solo veía lo blanco del techo de arriba. Parecía que estaba muy sedada porque muy apenas podía moverme, y no podía ni articular palabra alguna. Volví a quedar dormida entre soñando en que me moría en el hospital sola y entre sentirme con mucho miedo sin saber que pasaría conmigo y preguntándome por qué estaba ahí. Cada momento arrepintiéndome de haber conocido a Felipe, imaginando que me había golpeado, disparado o casi matado para haber llegado al hospital en estado grave.
No supe ni cuánto tiempo pasó. Algunas horas o días creo. Finalmente un día pude abrir bien los ojos y hablar. Estaba algo ronca, no me entendía muy bien. Un doctor y una enfermera vinieron a verme diciendo que tenía que empezar a sentarme y poco a poco ir caminando. Les pregunté, como pude, sobre lo qué me había pasado, pero no respondieron nada. El doctor hizo mención de que me sentía mal por las cirugías pero que ya estaba mucho mejor. No había entendido -¿cómo que cirugías, varias?-pensé yo. He de haber estado muy mal.
El doctor me ayudó a sentarme, sentí mi cuerpo muy raro, con mucho peso. Algo mareada aún, el doctor comenzó a cortar la venda de mi cara, poco a poco. A continuación me ayudó a ponerme de pie y corto y quito vendas de varias partes de mi cuerpo. La última que quito fue sobre mi tórax. Al cortar las vendas se dejaron caer dos perfectos, grandes y bellos pechos naturalmente moldeados en mí. Al estar completamente desnuda, el doctor me movió hacia un espejo grande de cuerpo completo y me mostró ante él.
–Bien- dijo el doctor – hicimos todo lo que quería señorita- continúo con voz rutinaria y puesto en pie al lado mío.
–Perfilamos su rostro, nariz, quijada, ojos, cejas y papada para hacer un perfil femenino…. intervinimos en sus cuerdas bucales para ayudar al tono de su voz correspondiente, agregamos los implantes de seno que podrá apreciar, grandes conforme a su gusto, implantamos cadera y tejido liposo en piernas y caderas para dar realce a la figura de reloj de arena, además de depilación entera y completa corporal y facial, aunque no se necesitaba tanto. Fue una semana entera muy intensa señorita pero terminamos todo bien como podrá ver y sin complicaciones…–concluyó el doctor con su reporte.
Y agregó -ah y se me olvidó mencionar que lo último que hicimos fue la orquiectomía, la enfermera le ayudará a asearse y mañana por la mañana podrá retirarse.- Sonriente y apresurado el doctor se despidió estando ya para salir en la puerta. –¿Tiene preguntas?-
–Doctor- le dije preocupada- ¿qué fue lo que pasó por qué me transformaron en mujer?- le dije algo consternada. El doctor volvió a acercarse al interior del cuarto.
–¿Es esto lo que quería, no es así?- preguntó él.
–Sí, pero…- le iba a contestar cuando me interrumpió
–Entonces no se hablé más. Trabajo cumplido- dijo en prisa y evitando comentar más.
–Doctor- le seguí diciendo- otra pregunta ¿qué es orquiectomía?-
–Es remover los testículos- contestó inmediatamente y en seco se despidió y se fue.
La enfermera se quedó conmigo, algo sorprendida, -¿tú me puedes explicar qué pasó?- le pregunté discretamente. Ella simplemente dijo que no sabía y que solo vino a ayudarme a bañarme y que ya se iba a ir. Me ayudó a ir a la regadera, ahí me sentó y me aseó. Yo no podía contener las lágrimas entre tristeza y felicidad. Por un lado, esto era lo que siempre había querido, por otro lado, pensaba en mi esposa e hijos, ¿cómo iba a acercarme a ellos así?
Al terminar de bañarme, la enfermera me dejo una ropa, mencionó que era para cuando saliera el día de mañana, dejo una bandeja con comida y se retiró. No sin antes decirme… -señorita, cuidado con lo que desea porque a veces se puede hacer realidad- y se fue.
Pasé una noche muy intranquila, traté de escapar pero la puerta tenía llave, las ventanas opacas dejaban entrar luz pero no se veía nada afuera. No sabía qué hacer, me preguntaba que pasaba con mi familia, mi trabajo, y que pasaría por el resto de mi vida. Pensé en vivir así o “volver a operarme” ocultar que era visiblemente una mujer al 99% ahora. Entendí que Felipe me sedó, me trajo a operarme y me dejo ahí para recuperarme. ¿Qué más hubiese sido posible? ¿Qué otra explicación había?
La mañana siguiente resignada y sin saber qué hacer, me puse la ropa que me dejo la enfermera, abajo del pantalón de mezclilla y la blusa blanca que estaba ahí, había un acta de nacimiento con mi nombre nuevo y oficial de mujer XXXXX XXXXX y mi fecha de nacimiento. A penas lo estaba viendo en mis manos cuando alguien toco la puerta, pensando que era la enfermera, fui a abrir, estaba sin seguro ahora, era Felipe con un ramo de flores, una cajita negra, vestido en traje y muy sonriente…
–Ahora serás mi mujer– manifestó con toda la seguridad del mundo.
–Ya no tienes escapatoria de mí– añadió.
…
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