Mi jefa y yo
Llegó el día en que me acosté con mi jefa, fue maravilloso y aunque lo hayamos hechos varias veces mas, como la primera vez ninguna, aunque sigue gustandome hacer el amor con ella.
MI JEFA Y YO (I)
Somos un matrimonio feliz, dos hijos de corta edad y una casita muy maja. Yo trabajo en un centro donde hombres y mujeres nos tratamos como amigos, pero hay una mujer especial para mi. Es mi jefa pero no por eso me resulta menos atractiva e interesante. Está separada y con dos hijos de edades similares a los nuestros.
Mi mujer sabe que me gusta mi jefa y que haría cualquier cosa por acostarme con ella, pero no es fácil. En muchas ocasiones hemos ido al cine juntos, a la piscina, a acontecimientos familiares, en definitiva, es como una mas entre nosotros.
Un día en el trabajo, mi jefa me pide que le ayude a arreglar el ordenador que tiene en la oficina y de paso que le explique un poco como funciona determinado programa que tiene que usar. Tras unos minutos, le dejé todo arreglado y tras la explicación del funcionamiento del programa me marché de su despacho para irme al mío.
Salí sobre las 11 de la mañana a la cafetería y ella se encontraba allí, tomando un aperitivo en compañía de otras personas.
Me tomé un café y mi jefa se quedó conmigo charlando después de que el resto del personal se retirara a sus respectivos puestos de trabajo.
Me preguntó si este fin de semana teníamos algo que hacer, le contesté que no teníamos pensado nada y que seguramente estaríamos en casa sin salir. Nos invitó a comer o a merendar con los niños y que necesitaba que le arreglara el ordenador de casa pues había un par de cosas que no entendía y que se le apagaba al conectarse a internet al cabo de un minuto. Yo sabía el problema y el sábado por la mañana acudimos hasta su casa para arreglarlo.
Tomamos unos aperitivos y después, entre los tres hicimos la comida mientras los niños jugaban. Después, ya por la tarde, le pregunté donde tenía el ordenador y me acompañó hasta su habitación donde lo tenía junto a la ventana. Lo encendí y vi el problema enseguida y le comenté que tardaríamos algo de tiempo.
Empecé a mirar el contenido de programas y todo aquello que me pudiera servir de referencia, guardar datos y borrar archivos innecesarios. Mi mujer al ver que tardábamos algo mas de lo previsto, se acercó sigilosamente hasta la habitación y nos vio a los dos frente a la pantalla, comentando los problemas y fallos del sistema.
En un momento en que se levantó mi jefa, le hice un guiño a mi mujer que me entendió rápidamente. Cuando regresó, mi mujer dijo que se iba a la calle con los niños, que estaría en el parque de enfrente para que jugaran a los columpios y que se quedaran allí arreglando el ordenador que le aburría demasiado ese tipo de maquinarias.
Oímos cerrar la puerta de la calle. Mi jefa se levantaba y se sentaba muy a menudo, no sabría decir donde iba, pero lo que es cierto que me ponía nervioso cada vez que se sentaba junto a mi.
Una de las veces que se acercó, le comenté que el ordenador se encontraba casi reparado y que en cuestión de unos minutos ya estaría dispuesto para funcionar como siempre. Se apagó la pantalla y al reiniciar, alegría para todos, funcionaba a la perfección, se le acabaron los problemas y así se lo hice saber.
En ese momento apoyando sus brazos sobre mis hombros, me dio las gracias susurrándome al oído a la vez que me daba un beso en el cuello y el la mejilla. Sin moverme de la silla, agarré su mano derecha y la besé con suavidad, con dulzura, como me apetecía haberlo hecho hace tiempo.
Ella al notar mi beso, me abrazó por el cuello y me dijo que era un encanto, yo le devolvía los piropos. Apagué el ordenador y cuando la imagen se borró de la pantalla me levanté de la silla y me acerqué a ella, frente a frente, mirándonos a los ojos sin pestañear. Los dos deseábamos que pasara algo pero no teníamos la osadía, ninguno de los dos, de dar el primer paso.
De repente ella entornó los ojos y se fue acercando hacia mi lentamente, yo hice lo mismo hasta que nuestros labios se juntaron para darnos aquel beso de adolescentes. Creo que llegué a oir mi corazón palpitar con fuerza. Era una sensación como hacía años que no me ocurría y que lejos de preocuparme, decidí disfrutar de aquel momento.
Rodee su fina cintura con mis brazos y ella subió los suyos para abarcarme por el cuello y apretarme contra ella con fuerza.
Soltó lentamente sus brazos para pasear sus manos por mi nuca frotándome el pelo con tal delicadeza que me hacía derretir. Su mano continuo acariciándome el pelo mientras la otra se deslizada lentamente por mi espalda. Mis manos intentaban tocar toda su espalda subiéndolas y bajándolas en todo su esplendor.
Me sacó la camisa del pantalón para transmitirme su pasión por la yema de sus dedos hacia mi piel, en vista de lo que estaba sucediendo, saqué su camisa del interior del pantalón para repetir sus pasos y rozar toda su piel con mis dedos, con suavidad, sin prisa, le daban escalofríos cuando llegaba hasta sus hombros.
Saqué mis manos y las llevé a la parte delantera para empezar a desabrochar su camisa. Ella hizo lo mismo conmigo, sin separar nuestros labios que aun se mantenían unidos. Me quitó la prenda con suavidad dejándola caer al suelo y después lo hice yo con la misma delicadeza. Sus pechos desnudos se apoyaron sobre mi pecho y sentir sus pezones sobre mi piel, aumentó mi deseo de poseerla y hacerla mía.
Ella volvió a tomar la iniciativa y bajo sus manos para soltarme el cinturón del pantalón, después el botón y por último la cremallera. Mi amante llevaba una falda que solté por la parte trasera dejándola caer al suelo y bajando mis manos después del final de la espalda, pude comprobar que la tenía desnuda ante mi, sin mas ropa que la falda a la altura de los tobillos.
Seguí acariciando su piel suave y perfumada. Subí mis manos hasta su cabeza para acariciar su pelo largo y suave, masajeando con los dedos por la parte trasera, haciendo que se estremeciera nuevamente.
Por un momento se separó de mi, sacó los pies de la falda y me bajó los pantalones hasta quitármelos. Se sentó sobre el borde de la cama y me bajó los slips. Nuevamente las caricias volvieron sobre mi cuerpo ya desnudo. No me tocaba mi erecto pene, se limitaba a rozar mi piel con la yema de los dedos mientras yo continuaba masajeando su pelo. Su olor me conmovía, deseaba que no acabara nunca.
Se levantó e hizo que me tumbara sobre la cama, de espaldas a ella. Se sentó encima de mi para seguir con un magistral masaje erótico. Al cabo de unos segundo, se tumbó a mi lado, me abrazó y me besó nuevamente. Juntos desnudos sobre su cama pasó su pierna por encima de mi cintura y bajó su mano para tocarme por primera vez mi pene.
Empezó a masturbarme con tanta suavidad que creí que iba a correrme de inmediato, pero aguanté, no se como, pero aguanté. Estaba disfrutando de un placer como hacía tiempo no lo hacía.
Me pude se rodillas en la cama frente a ella y la hice cerrar los ojos, comencé a recorrer su cuerpo desnudo con mis manos, acariciando cada poro de su piel, de vez en cuando me agachaba para besarle en la boca y continuar bajando por el cuello hasta alcanzar sus pechos, sus pezones erectos de placer y deseo. Poco a poco continuaba hacia abajo, por la tripa. Abrí sus piernas y comencé a besar la cara interna de sus muslos. Recorría sus piernas con los dedos y noté que la humedad la había llegado y me pedía a gritos que la tocara en la parte más intima.
Con ambas manos, separé su bello púbico en busca de su parte sexual mas sensible. Con la lengua lo masajee despacio mientras sentía su estremecimiento cada vez mayor y a medida que aumentaba sus movimientos, aceleraba yo con mi lengua. Cerré la boca dejando entre mis labios su erecto clítoris y subcionando y frotándolo, alcanzó el orgasmo.
Cerró las piernas durante unos segundos con intención de relajarse e inmediatamente volvió a abrirlas para que repitiera la sesión. En esta ocasión ella, tomó entre sus manos mi pene para meterselo en la boca mientras yo volvía con su clítoris.
Conseguí que alcanzara 3 ó 4 orgasmos más y después deje que se relajara por un momento.
Me tumbé nuevamente a su lado para volver a abrazarnos y besarnos, me puse encima de ella, abrí sus piernas con las mías acercando mi pene hasta su vagina. Ella bajó su mano y amarrándomela, la puso en la misma entrada para que de un movimiento suave, entrara hasta lo mas profundo.
Empecé con movimientos lentos que iban en aumento cada vez que escuchaba sus gemidos. Yo estaba apunto de expulsar todo mi semen en su interior, pero intentaba contenerme para que aquello durara mucho mas tiempo. Pero mi deseo y placer pudo mas que mi interés por continuar en ese estado.
Cuando ya terminé, sentía que ella quería aun un poco mas, su excitación estaba a flor de piel y no debería dejarla. Pasé mis manos por su entrepierna y la masturbé varias veces mientras se retorcía de placer y agotamiento.
Durante unos minutos nos quedamos abrazos en la cama. Ella se levantó primero y fue al baño a limpiarse y a su término seguí yo.
Nos fuimos al salón sin decirnos nada, solo nos cruzábamos miradas y sonrisas y en un momento determinado me pidió que no comentara nada de lo que había ocurrido. Le pedí que me permitiera contárselo a mi mujer, puesto que ella sabía que lo que había pasado esa tarde lo deseaba desde hacía mucho tiempo.
Esto no terminó así hubo algo mas que fue el detonante de una maravillosa relación que aun dura después de 10 años.
Lo contaré otro día.