Mi jefa Dinamarquesa 2

No podía negar que la quería, pero tenía tendencias dominantes, y sus ocurrencias me daban miedo

El lunes su actitud fue normal, fría como siempre. No hubo ningún comentario. No tenía por qué haberlo, pero la otra noche habíamos pasado una barrera. Había dejado de ser solo sexo y eso no era lo que ella quería. Los días iban pasando, y a pesar que a veces me daba cuenta que me miraba preocupada no me decía nada. Generalmente los jueves me avisaba que me preparara para el viernes. Esa semana no me dijo nada. Me dio un poco de pena, ya me había acostumbrado a tener los fines de semana ocupados. El viernes a la hora que me mandaba a casa, no me había dicho nada, era cerca de la hora de salida cuando me abordó

  • Por qué no te vienes a casa, te llevo si tienes que buscar algo y vamos.

  • Pensé que ya no tenía que pasar nada más; iba a ir a el convento.

  • Ya sé que no tenía que pasar, pero pasó, por favor ven – por una vez no me estaba mandando. Se había dado cuenta que lo que le pasó a ella también me pasó a mí. Claro que las riendas eran de ella. Compró la cena en una marisquería, las dos teníamos inclinación por el pescado.

Esta vez cambió la rutina. No me pidió que le comiera el coño, me hizo bañar y me dio una braguita preciosa y una camisa. Cuando salí del baño me miró con una sonrisa

  • Mira un poco la tele que ahora vengo y cenamos – cuando volvió estaba despampanante, me costaba no mirarla. Cenamos en un ambiente tenso. Yo no sabía con quién estaba, si con la mama mandona o con la que no quería que pasara. Terminamos de cenar y me preguntó.

  • ¿Quieres que veamos una película acostadas? – le dije que sí, lo estaba deseando. Nos pusimos como la otra vez, y me empezó a meter mano como la otra vez. Lo que no fue igual es que también le metí mano yo, claro que bastante incomoda porque me tenía de espalda apretada contra ella

  • Selena, ¿no estaríamos más cómodas sin bragas

  • Tienes razón, quítate las tuyas que yo me quito las mías – quedamos solamente con las camisolas, pero nos pusimos medio de costado para poder besarnos mejor. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos acostadas con las manos ocupadas masturbándonos enloquecidas, me besaba la cara y me hablaba al oído – Esto no tendría que estar pasando, esto tiene que acabar

  • Sí, sigue un poco más que yo ya estoy acabando, ¿te falta mucho?

  • Qué va, si ya me estoy corriendo, mueve esos dedos que me voy, ahhhh, que gusto – nos abrazamos para seguir besándonos hasta quedar dormidas.

Esa mañana fui yo la que despertó primero. Sabía con quién me había dormido, pero no sabía con quién me despertaba. Me quedé quieta, tenía ganas de seguir con lo que estábamos haciendo anoche, pero era un riesgo, vaya a saber que pretendía.

Se despertó y nos quedamos mirando. Me acarició la cara, y me dio un piquito

  • Date una ducha. Hoy vamos a ir al cine, quiero ver una película y contigo, en casa no puedo.

Me fui a bañar medio picada. Si no la veía era por culpa de ella que era la que empezaba. La escuché avisándome que me pusiera la salida de baño para ir a desayunar, después me iba a dar la ropa. Cuando salí del baño me fui derecho a la cocina. Me estaba esperando vestida con una bata y con el desayuno servido.

  • Quédate así hasta que salgamos. Todavía nunca te saqué a pasear, pero ya estás bastante crecidita como para poder salir sin tener miedo que te pase algo – parece que tocaba la onda de la educación. Parecía que era bipolar. Empecé a pensar que a lo mejor hice mal en venir. Me hacía ilusionar y de pronto le salía la dominante y me venía con cosas raras. Podía aguantar un tiempo eso, siempre y cuando que fuera para un futuro normal. Ahora lo dudaba. Pasó la mañana enseñándome a arreglar la habitación como si fuera una niña, después me puso a ver la tele mientras se fue a bañar. Me dejó tranquila por un buen rato. Tocaron el timbre, y era la comida que había pedido. Mientras almorzábamos me estuvo recomendando como me tenía que portar cuando saliéramos (estaba loca) cuando terminamos juntó los platos y me llevó al cuarto

  • Ahora te voy a vestir cómo una señorita – el concepto de señorita daba ganas de llorar. Me dio para ponerme unas bragitas con unos conejitos saltando, sujetador no, porque no tenía edad para eso (a dios gracia todavía puedo pasar sin eso) unos calcetines de colegiala, una falda a cuadros lo suficiente corta como para qué si no andaba con cuidado, terminaba mostrando los conejitos saltando y el que no salta también. Dos coletas remataban mi atuendo. Ella se puso un vestido que le quedaba pintado. Tacones altos con lo que me sacaba la cabeza. Bajamos del coche, una diosa llevando una tarada de la mano, la tarada era yo. Sacó las entradas, antes de meternos me porté como una niñita

  • Quiero un chupe chup, - le pedí haciéndome la caprichosa

  • No que te vas a babosear toda, después en casa.

  • En casa no, yo lo quiero ahora para chupar algo mientras veo la película

  • Chúpate el dedo que no se te gasta – me callé la boca y entramos. No había mucha gente, en la fila había otras personas, pero no pegadas a nosotras. Nos sentamos y apoyé mi cabeza en su hombro, me miró sorprendida pero no dijo nada, le apoyé la mano en el muslo y lo empecé a acariciar, de a poco subí hasta tocarle las bragas – saca la mano de ahí – me reclamó

  • No, no me compraste el chupe chup ahora préstame el tuyo – en la pelea ya le estaba corriendo las bragas, y alcancé a tocarle el conejo.

  • Sácame la mano y si quieres chúpate el tuyo.

  • A mí me gusta los jugos que suelta el tuyo

  • Silvia, sabes que te estás ganando una paliza para cuando lleguemos a casa.

  • No me gano nada, tú el jugo lo tienes ahí, yo solamente lo junto. – estábamos haciendo el suficiente ruido para que nos mandaran callar. Le había podido meter el dedo que se escurrió fácilmente.

  • Ya te vale lo que te espera en casa, quita la mano de ahí, no te lo digo más – le hice caso, la quité y me llevé los dedos a la boca. Aun en la oscuridad noté la cara de satisfacción por hacerle caso, antes que se lo creyera, allá fue la otra mano metiéndole dos dedos en el coño. Fue una pelea algo ruidosa, apretaba las piernas, pero siempre tenía algo adentro. Cuando me sacaba una mano la remplazaba con la otra mientras yo chupaba la que había sacado. Los de la fila nos miraban, se dio cuenta y se quedó quieta, estaba furiosa, pero al tacto estaba recaliente, se fue deslizando hasta el borde del asiento, en un momento que la estaba trabajando con los dedos, le avancé con la otra mano por abajo del elástico llegando hasta frotarle el clítoris, soltó un gemido.

  • Chis…no hagas ruido – le reconvine, se contuvo un poco, lo que no pudo contener fue el orgasmo que descargó en mi mano. Saqué la más mojada y la seguí chupando mientras la otra iba a ocupar el lugar. Se resignó, lo único que decía era la paliza que me iba a dar, pero estaba entregada. La estuve masturbando todo el tiempo que duró la película y conseguí que se corriera tres veces. Un rato antes que terminara, paré para darle tiempo a que se recuperara. Me seguí chupando los dedos, pero ahora los pasaba por afuera, de paso la secaba un poco.

Salimos del cine y ella estaba un poco mareada, le temblaban las piernas, la llevaba yo de la mano. No se dio cuenta que tenía el vestido todo mojado

  • Ya sabes lo que te espera en casa – me dijo cuándo subimos al coche

  • Me hubieses comprado el chupe chup

  • Ya te voy a dar chupe chup para un rato – me quedé pensando que si era el de ella, para mí todo bien. Cuando llegamos se fue a sacar las bragas mojadas y se dio cuenta como tenía el vestido. Le dio vergüenza atrasada, se puso la bata y se vino furiosa, se sentó en el sillón, me cruzó sobre sus piernas, y después de sacarme las braguitas comenzó a azotarme el culo. Esta vez me dolió un poco más y yo lloré un poco más fuerte como para que se escuchara en todo el edificio.

  • No hagas tanto escándalo, ya sabías que te tocaba después de lo que hiciste

  • Me toca porque a ti te gusta pegarme, y lo que hice fue porque no me compraste el chupe chus y tuve que mojar los dedos en el tuyo – seguía berreando como si me matara

  • Cállate de una vez que no te duele tanto, y si querías un chupe chup podías mojarlos en el tuyo

  • El tuyo es más rico, y dices que no me duele porque tú pones la mano, el culo lo pongo yo.

  • Es mentira, el tuyo debe saber igual, y no llores que ahora no te estoy pegando

  • No me estás pegando, pero me pegaste, y sabes que el tuyo es más sabroso – me estaba acariciando el culo fue corriendo la mano hasta acariciarme el coño y de golpe metió el dedo hasta el fondo, me sorprendió, lo hizo girar un poco lo sacó y se lo llevó a la boca.

  • Ves que el tuyo también es rico, a mí me gusta.

  • Mentira, lo dices nada más qué para demostrar que tienes razón, nunca harías lo que hice yo.

  • No seas boba, claro que aunque me guste no haría eso en un cine pero en otro sitio sí

  • Sí claro, mira que te voy a creer, eres una mentirosa que te gusta pegarme.

  • ¡Mentirosa yo! Ven para aquí, súbete al sillón – prácticamente me alzó hasta quedar con el coño a la altura de la boca, me besó el pubis, me levantó una pierna sobre el respaldo y metió la lengua en mi almeja haciéndome tiritar. Hasta ahora nunca me había hecho eso, pero se notaba que sabía, me tenía agarrada del culo y me hacía hamacar sobre su boca. Era suave no lo hacía como una desesperada, sabía dónde tocar y como hacerme durar, sentí su lengua adentrarse e hice fuerza para sujetarla, sé que no le hice daño, pero debía sentir como si se la estuviera chupando. Estábamos gimiendo las dos, me quise tocar el clítoris, pero no me dejó, lo quiso hacer ella, y cómo lo hizo.

  • Selena, me corro, no aguanto más, ¿no me vas a pegar verdad? Ay dios mío me voy ahhhhh. Ese orgasmo me salió de tan adentro, que parecía que me estaba desangrando. Quedé flácida, sin fuerzas para nada. Fue ella la que me separó dejándome caer sobre sus rodillas. Quedamos mirándonos

  • Viste que el tuyo también es rico, prueba – tenía la cara mojada, le lamí, pero quedé atrancada en su boca. Nos besamos con pasión mientras seguía acariciándome el culo.

  • A mí me gusta más el tuyo – le dije entre beso y beso, es más sabroso

  • Son ideas tuyas, pero cuando quieras, pídeme permiso – me volvió a besar hasta que me pidió que me bajara – vamos a cenar que tuvimos un día agitado. - Cenamos de lo que había dejado al mediodía

  • ¿Qué vamos a hacer, miramos una película? – le pregunté inocentemente

  • Me parece que contigo no puedo verlas ni en el cine

  • No sé porque lo dices, ¿lo lamentas mucho? Si quieres hoy podías ver una mientras yo duermo.

  • Creo que estamos un poco cansadas. Si quieres jugamos a las mamas hasta que te duermas.

  • Uf…eso estaría mejor. Desde que me enseñaste, todos los días estoy deseando jugar a eso, pues vamos, - me fui corriendo al baño, me di una ducha y salí solamente con un baby doll me metí en la cama y me quedé esperando a que viniera ella. Estaba divina (para mí siempre estaba divina) traía una camisa de seda que apenas le llegaba a tapar las bragitas. No tenía transparencias, pero le formaba tan bien el busto que parecía que sus tetas eran de seda. Se acostó a mi lado

  • Uhm…entonces será que te tengo que hacer dormir

  • Sí mamita, así yo no sueño cosas raras, y a ti no te agarra el sonambulismo – se desabrochó la camisa y me ofreció una teta que parecía que venía buscándome. Me encontró; no le había mentido cuando le dije que deseaba jugar a esto. Si ella me lo recordó, sería porque también le gustaba este juego. Cerré los ojos y sorbí de ese pezón que cada vez se ponía más duro. La escuche gemir y a mí también se me escapó un gemido. Me separó para poder besarme, lo hicimos con todo el fuego de nuestra pasión, la besé en el cuello y le susurré al oído. – Me prestas tu chupe chus

  • Eres una golosa, pero hoy no te puedo negar nada – me contestó temblando de ganas. Era la primera vez que le iba a comer el coño sin ser en plan de castigo. Le saqué las bragas y subí besando sus muslos, seguí por sus labios mayores, sin ir más allá. Se estaba desesperando, levantaba las piernas poniéndose toda ofrecida – Silvi ¿qué esperas?

  • Es que tengo miedo de hacerlo mal – me miró casi llorando

  • Hazlo de una vez, no me hagas sufrir – había querido vengarme un poquito, pero lo que menos quería era hacerla sufrir. Abrí esos labios pulposos con fuerza, en las dos puntas tenía un objetivo, fui para abajo y encontré la cueva dónde cobijar mi lengua, inspeccioné todo el interior sintiendo sus músculos queriéndome atrapar, la saqué tomando rumbo al norte, sentía sus temblores, llegué a su promontorio y lo apreté entre mis labios, le lamí el garbancito y pegó un saltito.

  • Silvia, mi amor, ahí – era la primera vez que me llamaba mi amor, me dio un subidón que me empeñe en que se acordara de ese día. No quería irritarle las partes, quería que gozara como nunca. Seguí lamiendo toda su raja, pero ahora sin correrle el capuchón le pasé la lengua buscando el nacimiento del clítoris. Eso era más lento, una especie de tortura para bien, se movía cómo una posesa, le introduje un dedo que enseguida se hicieron dos entrando y saliendo llenando su abertura.

  • Silvia cariño, sigue, sigue, te quiero mi amor, hazme llegar lo necesito, ahhh, así, así. Aahhh. - Se me derritió en la boca. Me quedé limpiando ese estropicio, por mí seguía, pero me llamó – Corazón ven – subí hasta sus labios y entre besos me estuvo limpiando la cara – Mi amor, ahora me tienes que prestar el chupe chup tuyo, pero vamos a empezar por el principio – el principio eran mis tetas, se solazó en ellas hasta que le agarró la urgencia de ir por más. Me agarró de la cadera y tiró para arriba dejándome el coño al alcance de su boca

Ella también sabía lo que hacía. Con la calentura que tenía, no tardo nada en llevarme al orgasmo que estaba deseando. Volví a sus brazos y entre caricias y besos se terminó el mejor día de mi vida.

Me desperté con el temor de no saber cómo sería el nuevo día, me moví y se despertó, me preguntó

  • ¿Qué pasa tienes que ir al baño? – le contesté que sí – bueno vete que yo también tengo que ir.

  • Quieres que vayamos las dos y nos damos una ducha

  • Si vas a mear solamente sí, y si no, haz lo que tienes que hacer y me avisas.

  • Voy a hacer pis nada más.

  • Entonces vamos – nos metimos las dos en el baño, me senté empecé mear y me quedó mirando – Me gusta el ruido que haces, después déjame lavarte – no sé lo que le encontraba al ruido, pero cuando se puso ella, a mí también me gustó escucharlo. Nos metimos a bañarnos con la ducha, nos jabonamos mutuamente, era un gusto. Algún dedito quería lavar más de lo que estaba a la vista, pero nos aguantamos hasta el enjuague. Ahí no aguantamos más, nos envolvimos en las toallas nada más para no mojar la cama. Tuvimos sexo hasta la hora de almorzar. No habíamos desayunado y el estómago se hacía oír. Pidió comida y mientras esperábamos seguimos con la sección de cariños.

Nos sentamos a comer sin darnos explicaciones de este cambio. Yo no quería tentar la suerte, esta era la Selena que me gustaba y no iba a hacer nada para cambiarle el humor.

Terminamos de comer y me ofreció llevarme hasta casa más tarde, y así aprovechamos para descansar un rato. Le dije que sí y después de cansarnos hasta las siete de la tarde me llevó a descansar a mi departamento. me despidió en la puerta con un beso que prometía más días como ese

Me quedé desconcertada, ¿qué había pasado? Tuvimos sexo en abundancia, pero no aclaramos nada, ¿cómo iba a seguir lo nuestro? ¿qué éramos? El lunes lo iba a saber.

Al otro día llegué temprano, al rato llegó Selena, le fui a dar un beso en la mejilla y me hizo la cobra.

  • Estamos en el trabajo, que no se te olvide – me dijo fríamente

  • Solo te quise saludar, pero no te preocupes, no me voy a olvidar – le contesté con más frialdad

Esa semana fue fatal, después de lo que pasó aguantar su indiferencia me hacía daño. Empecé a pensar que solamente era su juguete de fin de semana. Había escuchado clarito la palabra amor, pero el amor de ella era muy pasajero. Se iba antes que yo, para no encontrarme en la salida o porque tenía otros planes. Que me hacía pensar que una mujer tan fogosa, no iba a esperar toda la semana para aliviarse. Tranquilamente podía tener otras para cuando se le diera la gana.

Los días pasaban y cada vez me embargaba más la incertidumbre. ¿me pediría que fuera? ¿si me lo pedía, iba a ir? Era una semana con puente. Cinco días que podían ser lo más cercano al paraíso, o al infierno. Podía ser una diosa o una bruja. Le gustaba tener la situación dominada, lo que pasa que dentro de la situación estaba yo. ¿Me gustaba ser dominada? ¡No!

Desde ya, por edad, por posición, podía descontar que iba a ser ella quien condujera nuestra relación, pero no al extremo de ignorar mi personalidad. Tenía todas las razones para mandarla a la mierda, pero había una que no había podido resolver; estaba enamorada de ella.

Ya la semana estaba pasando, cuando la vi poniendo cara de viernes. Me miraba más intensamente, la notaba más dubitativa, como si no estuviera convencida de lo que quería. Yo no iba a hacer nada para sacarle las dudas. Ya estaba por salir, cuando me encaró.

  • Silvia, podíamos hacer como la semana pasada, si tienes que buscar algo te llevo y vamos para casa.

  • No estoy segura que quiera ir a tu casa, me mandas aquí, me mandas en tu casa ya parezco una cosa de tu propiedad, puedes disponer de mí como se te da la gana – me miró sorprendida

  • Silvia. Esto lo hago por ti, tu futuro es este, aprende y vas a ver que no te va a dominar nadie – no me terminaba de convencer. Ya no estaba tan segura de que mi futuro dependía de lo que me enseñaba; por otro lado, eran cinco días, si me tocaba paraíso lo podía pasar muy bien. Acepté.

Le pregunté si tenía que llevar ropa para cambiarme, me dijo que no, que tenía. No era buena señal, la ropa que me había elegido hasta ahora, era para pasar vergüenza. Me duché me cambié y salí

Era tarde pasamos a comprar para cenar. Íbamos conversando de banalidades y yo pensando cómo iba a empezar, si en modo alumna o en modo enamorada.

Llegamos y me pidió si ponía los platos mientras se duchaba. Cuando volvió se me fue toda la gana de comer lo que había comprado. Mejor que ella no había nada. Me aconsejó que me preparara para dormir mientras calentaba la comida. Como ya me había duchado no tarde nada en sacarme la ropa y ponerme unas bragitas y una camisita con la que aparentaba que estaba un poco vestida

Me miró con codicia; me gustó. No era yo sola la que hubiera elegido otra cosa para comer. Una botella de vino acompañó la cena y el animó. Cuando estábamos terminando fue que me dijo

  • Silvia, nos estamos olvidando que tienes que aprender a comerte un coño – la miré con ánimo de mandarla a la mierda? – Creo que lo mejor es que lo hagamos juntas, te fijas como lo hago yo y tú haces lo mismo – tomamos el último trago y fuimos al dormitorio. Nos desnudamos lo poco que teníamos, nos tiramos en la cama, me puso arriba en un 69 fabuloso. No aprendí nada, pero lo que sabía lo usé en sacarle tres orgasmos bastante caudalosos. No se quedó atrás, bueno, atrás si se quedó porque después de pasarme la lengua por el agujerito prohibido, me zampó un dedo que después de molestarme un poco a lo primero, me supo cómo una delicia.

Mi jefa parecía un volcán, y yo aprovechaba la lava que salía de ese cráter. Nos pusimos a la par para seguir besándonos a gusto. Las dos sabíamos usar los dedos y sabíamos dónde meterlos, aunque la idea fija de Selena, parece que era mi culo, porque me volvió a colar uno para adentro; esta vez lo metía y lo sacaba como si me estuviera follando, era una sensación rara que me terminó poniendo cachonda. Con un poco que me ayudó por delante, tuve el último orgasmo de la noche.

A la mañana nos levantamos tardísimo. Me dijo que íbamos a ir al súper para tener para estos días.

Me había comprado un vestido (creo que me había comprado más) que me quedaba muy bien, por lo menos esta vez iba vestida de gente. Comimos un bocadillo y entramos a hacer la compra. Tardamos bastante; Selena quería llenar la despensa, y aparte me preguntaba que me gustaba, a mí con lo que le gustaba a ella me alcanzaba. Tuvimos que subir las cosas por el montacargas.

Pusimos las bolsas en la cocina. Le ayudé un poco pero no sabía dónde iban. No adelantábamos mucho, y yo estaba un poco apurada; en todo el día no habíamos hecho nada

  • Deja que lo guardo yo que sé dónde van, vete a ver la tele y me esperas mientras termino. – fui a la sala y prendí la tele. Estaba puesto un video. Me extrañó no sabía que también le gustara. Más me extraño ver de qué se trataba, era porno. Empezó más o menos suave, pero enseguida las escenas se iban volviendo más burdas. En una de ellas aparecía una rubita perseguida por un grandote con una polla descomunal, la rubita corría hasta quedar sobre la cama en cuatro, gritaba sin convencer a nadie, la pilló el grandote y se la empezó a meter, por más que gritaba no lograba expresar dolor, para peor miraba la cámara, y se notaba que le podía ir un talle más grande, cuando la cámara la enfoca de atrás se ve que el grandulón se la había metido por el culo. Era una escena completamente bizarra, los gritos que tendrían que anunciar una tragedia, solamente me daban risa. Estaba riéndome cuando apareció Selena, miró un poco y me increpó furiosa.

  • Pero ¿qué estás viendo? ¿es qué no tienes vergüenza mirar esas cosas? Eso es lo que aprendiste

  • Pero si estaba puesto, de dónde voy a tener un video cómo este.

  • Lo habrá dejado la que limpia, pero a ti esto te hace gracia, esa pobre chica violada por ese grandulón, mira cómo la sodomiza y tú a las carcajadas. Ven aquí a ver si te ríes si el culo es tuyo. Me montó sobre las rodillas y después de sacarme las bragas, me azotó el culo a gusto. Empecé a gritar y me llevó hasta el baño, me sacó el vestido. Quería saber hasta dónde llegaba, este día me iba a mostrar que era para ella, si sentía algo de cariño por mí, o era nada más que un juguete para sacarse la calentura los fines de semana. Se sentó en la taza y me volvió a acostar en las rodillas, pensé que iba a seguir pegándome, pero no, tomó un tubo de enemol y me lo vació en el culo.

  • Yo no puse el video ¿Por qué me haces esto?

  • ¡Porque tienes mierda en la cabeza! y yo te la voy a sacar, a ver si se te va la gana de reírte del llanto de una pobre criatura cuando la violan – podía ponerme a discutir que no había ninguna criatura, que no violaban a nadie, pero si no se salía del wáter la terminaba cagando. Pensé que iba a salir del baño, pero no, se sentó en la bañera vigilando no sé qué. Tuve la satisfacción que el olor fue bastante asqueroso, que yo lo aguantara era de rigor, pero ella, vi cómo fruncía la nariz. Me daba vergüenza limpiarme delante de ella, pero me ahorró el trabajo, me acostó en sus piernas y me metió otro tubo.

  • Pero estás loca, ¿me quieres enfermar o qué?

  • Te dije que te quiero sacar toda la caca que no te deja pensar lo que está bien y lo que está mal. Esto no lo podía creer. Siempre que hacía algo que parecía loco, terminaba teniendo una lógica al gusto de ella, y a veces coincidíamos con los gustos, a ver esta vez. Tuve que esperar un rato para descargarme nuevamente. Pensé que con eso estaba, pero no, me metió en la bañera y me introdujo la manguera de la alcachofa en el culo

  • ¿Y ahora qué? ¿me vas a inflar?

  • Te dije que te iba a dejar limpita, por adentro y por afuera para sacarte esas ideas raras – me lo volvió a hacer, hasta que salió el agua limpita, y después me baño entera, nunca estuve tan limpia

Me secó y así envuelta en la toalla me llevó a la cama y me acostó boca abajo. A pesar de lo humillante de la situación, siempre terminaba dándome el placer que estaba deseando. Me dejó así acostada, pero volvió enseguida. Me empezó a pasar crema por el culo, lo hacía suavemente mientras un dedo trataba de forzar mi agujerito. Ya lo había hecho otra vez y me terminó gustando

  • ¿Así que te hace gracia cuando ves que violan a otra chica? – en ese momento me introdujo un dedo, solté un gemido para que pensara que me estaba doliendo. Metió la mano entre mis piernas, y me levantó hasta que quedé con el culo empinado – ¿A ver si te gusta cuándo te lo hacen a ti? – otro dedo forzó mi entrada, me molestó un poco, pero sabía que cuando me acostumbrara me podía llegar a gustar. Apoyada la vagina en su mano, el mete y saca me estaba poniendo cachonda

  • Ah, parece que a la nena le hubiese gustado que la pillara el grandote, vamos a darle el gusto – no sé qué era, pero cuando sacó los dedos sentí que me apoyo algo en el culo. Hizo fuerza para metérmelo, grité pidiendo que no lo hiciera - ¿Qué pasa? No es lo mismo cuando te pasa a ti, ¿por qué no te ríes ahora? – me puse a llorar, pero no como cuando me azotaba, ahora lloraba de verdad, me dolía y tenía miedo que me desgarrara.

Sentí cómo me entraba buena parte de lo que me estaba metiendo. Miré por debajo de mi cuerpo, y alcancé a ver cómo dos bolsas que colgaban de lo que me estaba ensartando. Si fuera de un hombre, menudas pelotas tendría. Siguió empujando y sacando hasta que de a poco me iba penetrando con todo el trasto ese. Ese movimiento hacía que me hamacara con el clítoris apoyado en la mano que me sostenía, con el dedo pulgar dentro de mi vagina. Me dolía. Me dolía físicamente por el tamaño de lo que me estaba clavando en el ano, y también porque me estaba demostrando que solamente le importaba para sacarse las calenturas sin pensar en mí. Mordía la almohada con rabia, y más porque me estaba dando cuenta que entre medio del dolor, yo también me estaba excitando.

Era hábil, había abierto los dedos, para encerrar mi capuchón entre ellos, y ese vaivén me estaba llevando al orgasmo sin remedio. No dije nada, no quería darle el gusto, pero se dio cuenta, sacó la mano toda mojada y creo que apretó esas pelotas, porque mientras me seguía follando, sentí como se me iba llenando la tripa. Esa mujer estaba loca, no sé qué pretendía.

  • ¿Qué haces, no te basta con lo que me hiciste? – le grité

  • ¿Qué te hice? Si te corriste más que la del video – me contestó con una risita. Sentí que cuando me sacó ese trasto algo me empezó a salir del culo

  • Eso te da gracia, me está saliendo sangre y tú riéndote

  • Qué sangre te sale, mira, prueba tu sangre – me pasó la mano por el culo y me la refregó en la boca, no tuve más remedio que probarla; tenía gusto a frutilla.

  • No importa, no será sangre, pero a mí me duele como si me estuviera desangrando, eres una sádica – sentía que en esa posición, lo que salía del culo me estaba llegando al coño

  • No digas eso, vas a ver cómo enseguida se te pasa, me empinó un poco más y me metió la lengua con la facilidad que le daba que el esfínter no había terminado de cerrarse. Con todo el enfado que tenía no podía negar que eso me estaba gustando mucho. Creo que perdí la consciencia porque de ahí para adelante, entre los dedos en mi almeja y la lengua en mi culo, algo se me puso en cortocircuito, porque no pude evitar una sucesión de orgasmos, que casi me lleva al desmayo

Quedé estirada sin fuerzas, había gozado como una perra, pero aun en mi embotamiento me daba cuenta que Selena era peligrosa. Hoy fue esto, dentro de lo que me lastimó, tengo que reconocer que valió la pena. Pero ¿después qué? ¿qué otra cosa se le iba a ocurrir? Por las cosas que tenía en casa, no iba a ser la última ocurrencia. Vaya a saber con quién se sacaba sus gustos entre semana, eso de que el video lo puso la que venía a limpiar, no pegaba ni con un escopetazo. Se me hacía que era propensa a una relación dominante, ama, sumisa, había leído algo y eso no era para mí.

Así tirada sentía cómo subía besándome desde el culo para arriba, me levantó un poco el pelo para poder besarme la parte de atrás del cuello, me susurró en el oído

  • Sabes que estás preciosa, tienes el culito muy sabroso, va a ser mi vicio, pero ahora te voy a prestar mi chupa chup para que no digas que no pienso en ti

  • Ya sé que piensas mucho en mí, ¿pero sabes una cosa? te puedes ir a la mierda tú, tu chupa chup, y el aparato que me metiste en el culo, métetelo en el tuyo o méteselo a las que traes entre semana.

Se levantó furiosa, increpándome

  • A mí no me hables así, y aquí en casa solamente vienes tú y la que limpia

  • Claro, ¿eso te lo tengo que creer? Con lo que te gusta el folleteo, me vas a decir que estas esperando por mí para hacerme estas cabronadas.

  • Pues si te las hago será porque no veo que sufras mucho

  • Pues tú no lo ves, pero hoy me hiciste doler mucho, y no te creas que esa humillación se arregla con unos orgasmos. Házselos a las otras, que seguramente les gusta

  • Te dije que no hay ninguna otra y no veo que te haya humillado tanto – me gritó exasperada

  • No lo ves porque para ti es normal tratar a le gente como si fueran cosas de tu propiedad, por eso lo mandas al portero que vigile si alguien me visita, y que trate de ligar conmigo para castigarme

  • Tú estás loca, nunca le dije que ligara contigo, ¿de dónde sacaste eso?

  • El me lo dijo. Cuando lo amenacé de denunciarlo por acoso, me dijo que tú lo habías mandado

  • Pues yo no lo mandé, y tú estás hoy un poco sacada y no te lo voy a permitir, así que contrólate un poco sino quieres perder el puesto y terminar limpiando las oficinas de la empresa.

  • ¿Pero tú eres tonta o qué? Te dije que te fueras a la mierda con empleo y empresa. Todo junto, y puedes llevar a alguna de las que te traes de secretaria, total lo único que pierdes es la puta de fin de semana

  • Estás loca, ¿qué vas a hacer?  ¿volver al convento? Te dije que aquí no viene nadie

  • Ay, Selena, mira déjalo ahí, tu eres dueña de traer a quién se te dé la gana, y no tienes que mentirme

  • Es que no te miento idiota, no traigo a nadie, si no lo crees vente a vivir conmigo.

  • Eso estaba pensando, con lo bien que me tratas así me iba a ir, que pasa ¿necesitas una mascota?

  • Silvia, no seas boba, yo te amo, algunas cosas no te gustarán, pero si me dices dejo de hacerlas, puedo hacer solamente lo que te guste.

  • ¡Sí! Justo tú vas a hacer lo que me guste, si solamente piensas en ti. Mira por favor, déjame dormir hasta mañana, y me voy y quedamos en paz.

  • No te vayas, de verdad que te quiero, podemos hacer muchas cosas juntas, tú también me quieres, lo sé, quizás hoy me pasé, pero pensé que te iba a gustar.

  • Selena, por favor, no estoy para escuchar tonterías, déjame dormir – estaba agotada. Conseguí dormir, a pesar de oír la tragicomedia que se estaba montando mi jefa detrás de mí, con lloro incluido

Cuando me desperté todavía estaba oscuro. Tenía sed, hambre, ganas de ir al baño, todo junto. Claro no había cenado, y todo el tiempo se pasó en la escena que me montó Selena. Miré para dónde estaba ella y vi la almohada toda mojada. Había llorado bastante, quizá no estaba actuando tanto cómo me parecía. ¿Sería posible que de verdad estuviera enamorada de mí?

Fui al baño pensando, ¿de verdad me había dicho si quería vivir con ella? Decir me lo dijo, pero no sabía si podía tomarlo cómo cierto. Me di una ducha ligera, todavía me dolía el culo. Las otras veces me daba esas palmadas que me hacía doler un poquito, pero después venía la parte que me recompensaba y quedaba de maravillas. Esta vez también me hizo doler, pero las maravillas pasaron y lo único que me quedó fue el dolor en el culo.

Volví a la habitación y ahora la que la miraba era yo. Tenía una cara de sufrimiento que me daba pena. ¿Sería qué me quería tanto? Yo también la quería, pero no a cualquier costo. Le fui corriendo la sabana, estaba desnudita, divina. Ese culito se lo comería cómo hizo con el mío. Algo tenía que hacer, si aceptaba sabía a lo qué me aventuraba. Y bueno, mi vida no tenía tantas opciones, me tenía que arriesgar, sobretodo sintiendo lo que sentía por ella.  Me monté arriba de ella y me agarré de sus tetas, se despertó asustada; le hablé al oído.

Silvia había llegado a una encrucijada. ¿escogería el camino correcto?