Mi jefa
Basada en la obra de Leonnela ''Un plan para seducir al jefe'', intercambiando los roles. Asistente, Jefa.
Es una china con tetas.
Así era cómo mis compañeros describían a la nueva gerente, una asiática de baja estatura (1.60), de 29 años, ligeramente subida de peso, unos labios carnosos, unos pechos grandes (nada normal en una asiática), y unas piernas ligeramente robustas; en fin, todo eso en conjunto daba como resultado una hermosa japonesa con curvas. Sin embargo, cumplía con muchos de los estereotipos de los asiáticos, era completamente fría y seria, que se limitaba con los saludos y conversaciones de tema laboral. Casi nadie sabía de su historia personal. Intimidaba mucho si no cumplías con el trabajo y era muy exigente, no solo con los demás sino también consigo misma, varias veces se quedaba haciendo horas extras en la oficina. ¿Y cómo sé todo esto? Bueno, pues resulta que soy su asistente.
Admito que tengo algo de atractivo, o bueno eso es lo que me decían, en especial por mi altura (1.80) además de que me preocupo por mi imagen personal, yendo al gimnasio tres veces a la semana; el punto es que realmente sentía una gran atracción por ella, el problema es que por el simple hecho de que soy su asistente, no podía existir una relación más allá de lo laboral. Era lamentable; no solo por mí, sino también para los demás en el edificio (que también estaban interesados), que a la Srta. Yamada no se relacionara con nadie. A partir de entonces siempre la consideré un cubito de hielo.
Sin embargo, quería descubrir a la verdadera mujer que se escondía detrás de ese serio semblante, hacerla mía y perderme en esas curvas que me volvían loco durante el trabajo. Al cabo de unas semanas se me empezó a ocurrir una idea, un plan que, si todo avanzaba como esperaba, podría estar con ella, aunque sea por una sola noche.
Ya que la mayoría de las veces que me comunico con ella es por chat, me creé una cuenta anónima y le envié la solicitud. No pasaron más de tres días para que me envíe un correo preguntando por mi identidad.
- Disculpe ¿nos conocemos de algún lado para que usted me haya enviado una solicitud?
Esperé unos minutos, pensando en la respuesta.
- Srta. Yamada, puede que no me reconozca, ya que hay más treinta hombres en esta oficina trabajando para usted. Preferiría mantener mi anonimato, pero puede llamarme Javier, por el momento.
Demoró unos minutos para enviarme a la respuesta.
- Bueno Señor Javier ¿y qué es lo que quiere como para que usted se esconda en el anonimato?
- Buena pregunta Srta. Yamada resulta que lo que quiero… es a usted. Y por favor, no quiero que me vea como un acosador, solo como un simple admirador suyo, que cuando hay oportunidad, aprecio su hermosura que me motiva a venir todos los días. Y que simplemente, no puedo evitar las ganas de tener la oportunidad de establecer un contacto con usted, aunque sea por este medio.
- ¿Y usted sabe que fácilmente puedo bloquearlo, para así no recibir más sus mensajes? Además, ¿por qué tendría que hacerle caso a un hombre que prefiere esconderse y no mostrar su identidad?
Por esa última línea, sentí un dolor en mi orgullo, pero ya tenía una respuesta.
- Lo sé Srta. Yamada, pero yo siento que el misterio va a dar una sensación distinta a los dos; además ¿ahora estamos hablando o no es así?
Aparentemente gané, ya que se quedó por un buen rato sin recibir su respuesta.
- Bueno, voy a tener que darle la razón en esta oportunidad, Sr. Javier.
Sonreí de la satisfacción al leerlo, jamás esperé esa respuesta, lo que me indicaba que podía seguir con el plan.
Ya que conseguí ganarle, al fin aceptó mi solicitud y empezamos a chatear cada 2 o 3 días. La mayoría de las veces eran mensajes cortos donde siempre le hacía cumplidos, por cómo lucía. Hasta que hubo un día en que se me ocurrió, dejarle un pequeño regalo.
- Srta. Yamada espero que tenga una hermoso día, por cierto estoy pensando en entregarle un pequeño obsequio de mi parte, claro si es que usted lo acepta.
- Señor Javier, si acepto el regalo ¿me lo va a entregar personalmente?
- Eso me encantaría, sin embargo, para mí es importante seguir manteniendo en secreto mi identidad.
- Pues eso es lamentable, pero ¿cómo piensa entregarlo?
- Alguien toca mi oficina, deme un segundo
- Ok.
Me levanté de mi oficina con el regalo en la mano, me dirigí a la sala de conferencias y dejé el regalo con una etiqueta para ella. Al volver le escribí:
- Vaya a la sala de conferencias, en la mesa encontrará su obsequio.
En unos minutos, la vi salir de su oficina, para que después vuelva con la caja entre sus manos. Al poco rato recibí un mensaje:
- No esperaba este tipo de presente, es la primera vez que me regalan aceite de lavanda, y tengo que admitir que huele muy bien.
- Me alegro por eso Srta. Yamada, usted sabía que en el antiguo Egipto, las mujeres para arreglarse, usaban este tipo de aceites aromáticos como perfumes.
- ¿Qué es lo que pretende con decirme eso, Sr. Javier?
- Nada malo, solo que me encantaría que usted lo usara. Además me gustaría que solo me llamara Javier.
A la mañana siguiente, al saludarla, sentí el olor a lavanda. Apenas ella entró a su oficina, esbocé una sonrisa de oreja a oreja, sabiendo que esto le empezaba a gustar a ella. Evité conectarme inmediatamente, para no levantar sospechas, mientras tanto pensaba en cuál sería el siguiente paso. Ya en la noche aproximadamente una hora antes de terminar el día, le dejé un mensaje:
- Srta. Yamada, no pude evitar reconocerla por ese delicioso aroma a lavanda y volver a admirar su gran belleza, como lo hago todos los días. Así como esta, me da unas ganas de abrazarla, para olerla de cerca. Sin embargo, sé que usted se incomodaría y porque no la quiero ver así no lo hago. Espero que descanse bien.
- Gracias, Javier, debo decir que me agrado mucho tu regalo, así que lo empezare a usar diariamente. Por cierto, podemos dejar un poco las formalidades de lado, puede llamarme por mi nombre, Kaori.
En ese momento, me dí cuenta que podía seguir avanzando, que ella estaba dispuesta por más. A medida que iban pasando los días, empecé a verla distinta, la vi más segura de sí misma y se empezaba a maquillar más seguido. Sin contar que el contacto era casi diario y que había más confianza entre nosotros.
- Kaori, debo decir que cada día te veo más reluciente y no puedo evitar sudar frío, me vuelves loco, hermosa.
A los pocos minutos me responde:
- Jajaja , Javier, eres un exagerado.
- Solo estoy diciendo la verdad, Kaori, eres la única que me deja con una ‘notoria reacción.’ – colocando comillas para hacerle entender mi doble intención.
- ¿Y qué tan notoria es esa reacción si se puede saber?
- Kaori, no tendría palabras para describirlo.
- Bueno, Javier, si no lo puedes describir, creo que mejor me envías una imagen, tú sabes, una imagen vale más que mil palabras.
En ese momento estaba muy excitado, el simple hecho que llegamos a este tipo de conversación me hacía entender que había mucho más por descubrir. Como pude, traté de ocultar mi erección, me dirigí al baño, y me encerré, para luego sacar mi celular y tomé un par de fotos, aún con el bóxer puesto, cuidando de no delatarme. Y le envié una a su correo.
- Me has sorprendido… nunca pensé que te dejaba así, Javier, ahora tú eres el que me está haciendo sudar y mucho.
- Bueno, ahora ya sabes cómo me dejas todos los días. Y no sabes las veces que me aguantado por no demostrártelo.
Pasaron los minutos y ella no respondía. Salí un momento de mi oficina y me acerqué a la de ella con mucho cuidado de no hacer ruido, acerqué mi oreja a la puerta y traté de oír el otro lado.
- Ah…. – escuché , un ligero pero sutil gemido
Tragué saliva en ese momento, ¿se estaba tocando con mi foto? Intenté escucharla mejor.
- Si… - decía
No lo podía creer en ese momento, se estaba masturbando, por mí. El tan solo escuchar su voz, hizo que se me hinchara más la erección. Quería entrar, quería tomarla ahí mismo, pero no podía, respiré hondo y regresé a mi oficina, y le escribí un mensaje.
- Kaori, ¿qué pasó? ¿Está todo bien por allí?
Al minuto me escribió:
- No sabes cómo me estas dejando, Javier, en serio, uff, si estuvieras en mi oficina, no te imaginas lo que haríamos. Soy capaz de darte lo que tanto quieres.
- Pues me encantaría hacerlo después de terminar el trabajo, pero siento que si revelo quien soy, toda esa magia que hay se desvanecería, hermosa. A no ser que estés dispuesta a esperarme con los ojos vendados y las luces apagadas.
- ¿Por qué te quieres seguir escondiendo? Después de todo lo que hemos hablado ¿no crees que es suficiente?
- Lo sé, pero seguiremos mis reglas, aunque sea por esta ocasión ¿Quedó claro?
- Esta bien.
Al final del día, me dirigí hacia la oficina de Kaori, al ver las luces apagadas, supe que me estaba esperando, toqué la puerta sutilmente
- Javier… puedes pasar - dijo temerosa
Entré a la oficina y la vi a ella de espaldas, contra la mesa, vendada dispuesta para mí, no desaproveché ni un segundo y la abracé desde atrás, sintiendo mi erección contra su culo, puse mi cabeza al lado de su cuello y respiré profundamente ese aroma a lavanda, volteó su cabeza tratando de llegar a mi rostro, nuestras narices chocaron y nos fundimos en un largo beso, mis manos tocaban su cintura, luego pasando por sus caderas, muslos: mientras ella me correspondía con sutiles gemidos, que me incitaban a más, subí mis manos hasta sus pechos y empecé a manosearlos, eran enormes, ni si quiera me cabían en las manos, me ponía aún más descubrirlos debajo de la ropa que los cubría. Ella tampoco se quedaba atrás, se puso a restregar su culo ofreciéndomelo en bandeja de plata, haciendo que mi bulto intente romper mi pantalón; hice que se volteara hacia mí para ir desabotonando su blusa mientras me la comía a besos, bajo la blusa vi un sujetador negro hermoso que resaltaba su blanca piel, sin dudarlo ella misma se desabrochó el sujetador reluciendo unos preciosos pezones claros que contrastaban con su piel, bajé mi cabeza para ver detenidamente esos pezones ligeramente erectos, sonreí maliciosamente y empecé lamer uno de sus pechos mientras que con mi mano izquierda trataba de darle la misma atención al otro, ella gimió gustosa por la sensación, su respiración se empezaba a agitar, con mi mano derecha me dirigí al cierre de su falda y se la quité, tenía puesto unas bragas también negras; Kaori con sus manos, llevó mi cabeza hacia ella para volver a besarla con pasión, mientras me quitaba la camisa, en ese momento la levanté tomándola de los muslos y la senté en su escritorio, le quité las bragas y vi su coñito húmedo, podía ver como sus fluidos mojaban sus muslos. Con mis manos abrí más sus piernas y empecé a lamer su sexo.
- Ah… me encanta, sigue… - me decía mientras presionaba mi cabeza contra ella.
Me encantaba escucharla pidiendo por más, suplicando que no pare; le introduje un dedo, y luego otro, mientras que mi lengua de daba una especial atención a su clítoris, aumenté el ritmo y al cabo de unos minutos se corrió en mi boca. Después me levanté para observarla, tumbada en su escritorio desnuda y extasiada por su orgasmo, literalmente puedo decir que era digno de fotografiar ese momento. Cuando menos me lo esperaba, Kaori como podía, trataba de levantarse, a pesar del cansancio, se me acercó.
- Es… la primera vez…que alguien… hace que me corra… de esta manera – dijo tratando de recuperarse- pero, eso no quiere decir que se va a quedar así.
Y dicho y hecho con sus piernas me atrajo y hábilmente me iba desabrochando mi pantalón, aún con la respiración agitada, quería seguir a pesar de que su cuerpo no le daba.
- Quiero sentirte adentro, que me hagas sentir tanto placer como sea posible. ¿O acaso ese no era tu objetivo?
Tenía razón, esa era mi meta, pero aun así no tendría la valentía para revelar quién soy. Pero, en ese momento con esa mujer al frente mío, mandé todo a la mierda y me abalancé sobre ella. Besándola intensamente, me bajé el bóxer, saqué mi polla y lo coloqué justo en su entrada, sintiendo como sus fluidos lubricaban el glande incitándome a entrar, sin embargo no lo hice, quería jugar con ella, que me suplicara que gritaba por que la tomara.
- Por favor – rogaba – métemela y hazme tuya
No pude evitar compadecerme de esa suplica, así que en una, se la metí de golpe, su concha se sentía tan estrecha y húmeda, que tuve que relajarme por un momento la manera en como los músculos aprisionaban mi polla era tan buena que pensé que me iba a correr. Ella simplemente atinaba en lanzar gemidos, que fácilmente podrían pasar las paredes de su oficina, pero ya que no había nadie podía gritarlo como se le plazca. Inicié la penetración lentamente queriendo sentir cada centímetro de su coño, poco a poco aumentaba el ritmo y la intensidad y a la vez ella me correspondía con gemidos y cumplidos.
- Ah… mierda… que pollón … no pares … me estás partiendo
Estaba hecha una loca, toda una perra en celo, por las contracciones que sentía en su vagina me indicaba que estaba cerca del orgasmo, al igual que yo, no me faltaba mucho, así que la sujeté fuertemente de los muslos y aumenté mi intensidad tanto como pude, mientras que Kaori gritaba de la excitación, y a los pocos minutos ella ahogó un gemido, seguido de que su cuerpo se tensara, mientras su rostro y su pecho se ruborizaban, era todo un espectáculo ante mis ojos, seguido de eso di mis últimas embestidas para correrme dentro de ella llenándola de mi leche .
Ambos terminamos exhaustos, uno frente al otro y en ese momento ella se quitó la venda de sus ojos, y me miró directamente
- Tal y como esperaba,…. si es Nicolás, mi asistente
- Srta yo… - traté de hablar .
- Nada de explicaciones…. ¿qué tanto te costaba acercarte y hacer un tema de conversación conmigo? ¿Por qué no te muestras como eres, en vez de lucir como un cobarde?
- Basta- dije mientras sujetaba sus muñecas – la próxima vez que me vuelvas a decir cobarde piénsalo dos veces, porque este cobarde que vez frente tuyo, es el que hizo gemir como perra en celo ¿me oíste?
- Y eso es lo que quería escuchar de ti, hay muchas cosas que tenemos que hablar, además desde un buen tiempo tenía una idea de que eras tú
- Espere ¿qué? - contesté sorprendido.
- Ay, Nicolás, tenemos que aclarar muchas cosas – dijo sonriendo.
El punto es que aclaramos los asuntos en ese momento y que desde un principio ella también sentía una atracción hacia mí, solo que trataba de ocultarlo; a partir de allí, ello y yo disfrutamos y aprovechamos esas ‘’horas extras’’ que hacemos en la oficina. Claro todo por el bien dela compañía.