Mi jefa
Encuentro fortuito entre Miguel y su jefa, descubriendo él la verdadera cara de Silvia.
Aprovechando que era el primer sábado desde que avanzáramos de fase, por el estado de alarma por Covid19, había salido por Barcelona, con un grupo de amigos a cenar y luego a tomar unas copas en un sitio de moda, situado en el puerto.
Unos porque se habían marchado ya a casa y otros porque estaban en busca de algún ligue, me había quedado solo en una zona tranquila del chill out, cómodamente sentado, disfrutando de la música, de mi copa y de lo agradable de la noche, un tanto aislado del bullicio del local.
Bueno, me llamo Miguel y tengo 33 años. Trabajo en Barcelona y vivo en un pueblo del litoral, a unos 40 km de la capital. Hace un tiempo, publique un pequeño relato en estas páginas. "Mi vecina Maribel".
De repente, por detrás unas manos se posaron en mis hombros y una voz femenina, me susurro al oído de una manera muy sensual.
-- Buenas noches Miguel, que solo te han dejado!!!
De momento y por la sorpresa no la reconocí, sus manos y sus labios no se movieron un centímetro de donde se había posado.
-- Vaya, te has quedado de piedra. ¿No me conoces?.
A la segunda vez, claro que la reconocí, era Silvia, la jefa de producción de la empresa dónde trabajo.
-- Silvia…????
Di un salto y me puse de pie inmediatamente, me gire hacia ella y Silvia aun estaba en cuclillas detrás de mi butaca, riéndose al ver mi reacción. Se puso de pie, entonces sí que me quede de piedra. Estaba espectacular, con un vestido blanco, que marcaba todas sus curvas y realzaba su piel morena, el pelo suelto y una sonrisa muy agradable en su rostro. Una imagen muy distinta a la que tenía en el trabajo.
-- Parece que has visto un fantasma…me dijo
-- Perdone Silvia, no la esperaba. Vaya sorpresa verla aquí.
-- Para empezar no me hables de usted, ahora no estamos en el trabajo y tampoco soy tan mayor.
-- Perdone, es la costumbre...bueno perdona.
Silvia, bueno mi jefa, tendría unos 40 años, quizás unos pocos mas. Pero se conservaba muy bien, bastante alta, media melena de color castaño, una bonita sonrisa, que acababa de descubrir en ella y ahora me estaba dando cuenta que también lucia unas buenas curvas en sus pechos y caderas. Casada con uno de los jefazos de la empresa y según creo madre de dos niños.
-- Sigues, como si estuvieras en Babia.
Rodeo la butaca donde estaba sentado y se me acerco, al verla andar hacia mí, pude confirmar mi primera impresión, era realmente hermosa. Le tendí la mano a modo de saludo y cuál fue mi nueva sorpresa, cuando me paso una mano por detrás de mi cuello y me dio dos besos en la mejilla, creo que muy cerca de la comisura de mis labios. Dios, que bien olía…!!!
Nos quedamos unos segundos como pegados tras los besos, sin menearnos y sin decir ni palabra. Hasta que ella se separo un poco y dijo…
-- ¿ Me puedo sentar contigo?.
-- Claro, por supuesto, pensaba que estarías con compañía. Y que solo me estabas saludando… le conteste.
-- ¿ Te importa que me siente contigo en el mismo butacón ? En el otro estaremos muy separados para poder hablar.
-- Si, claro. Donde usted quiera…, donde tú quieras Silvia.
Se sentó ella primero y yo hice lo mismo, intentando sentarme lo más alejado posible de ella, pero era difícil no rozarnos. Se sentó de medio lado, mirando hacia mí y con una pierna doblada debajo de su culo. Se subió el vestido, dejando sus rodillas y un poco de sus muslos al descubierto. Tenerla sentada de esa manera, tan cercana, espontanea y desenvuelta…me estaba excitando un poco. Pero mi cabeza me pedía que estuviera de mente y cuerpo muy frio…ERA MI JEFA. Y para colmo, seguramente todo serian imaginaciones mías.
-- ¿Qué estas tomando? ¿Me pides uno para mi, por favor?...dijo Silvia
-- Uffff, perdona Silvia, vas a pensar que soy un maleducado, pero tu presencia me ha alterado un poco. Y mi imagen tuya es la de ser mi jefa. Estoy hecho pequeño lio…
-- Si te molesto, me marcho y el lunes me sigues hablando de usted, o me pides una copa y hablamos como dos amigos. Tú decides.
-- Es un gin-tonic, ¿te apetece ?? ….le dije
-- Claro que me apetece, la noche es joven. ¿No crees?
Pedimos dos gin-tonic, y una vez nos los trajo el camarero, brindamos por esta nueva faceta que comenzaba entre nosotros dos.
-- Sabes, una cosa Miguel. Hace ya un buen rato que te había visto. Pero como estabas con tus amigos no me atrevía a venir…dijo Silvia
-- ¿Dónde estabas? ¿No estarás con tu marido, verdad?
-- Jajaja…claro que estoy con Alberto, pero se pone muy pesado cuando se junta con sus amigotes y empiezan a hablar de sus cosas.
-- Pero te echara en falta, y las mujeres de sus amigos ¿Qué tal?
-- Que va, seguro que ni se ha dado cuenta de mi ausencia. Y las otras chicas, ni fu ni fa, un poco aburridas y al verte a ti, se me ha abierto el cielo…
Diciendo estas últimas palabras, Silvia puso la mano sobre mi rodilla y se acerco un poco más. Instintivamente mire su mano. Este pequeño gesto de ella, quizás sin la más mínima importancia, me volvió a poner tenso y mi cabeza empezó a querer ver cosas que seguramente no eran así. Ella se dio cuenta de mi mirada hacia su mano, y en vez de retirarla, la subió un poco por la parte interna de mi muslo. Me acaricio suavemente el muslo y la volvió a poner en mi rodilla. Nos
miramos los dos, al encontrar sus ojos, desvié la mirada, lo cual aprovecho Silvia para volver a poner su mano en mi muslo y se acerco hasta besar mi cuello. Su mano subió un poco más, hasta que noto mi pene, pasándola fugazmente sobre la tela del pantalón, pudiendo comprobar lo duro que empezaba a estar. Retiro la mano, se acomodo en la butaca y bebió tranquilamente un buen sorbo de su copa. Parecía que disfrutaba de esta situación.
-- Me gustaría que pudieras ver tu cara…me dijo ella, con una amplia sonrisa en su rostro.
-- Voy de sorpresa en sorpresa, no tengo tiempo de asimilar una cosa, cuando me sorprendes con otra de nueva…le dije yo.
-- Eres mi jefa, estamos en un lugar público y además tu marido está cerca de aquí, ¿Qué cara puedo poner?...continúe diciendo.
Como respuesta a mis preguntas e inquietudes, Silvia se volvió a acercar, sus labios fueron directamente a buscar los míos y su mano la note en mi abultado paquete. Yo abrí mis labios y deje que su lengua entrara en mi boca, la cual se movió con velocidad y maestría hasta que encontró la mía. Las dos empezaron a luchar, a unirse y separarse. Mientras su mano estaba acariciando mi pene por encima del pantalón. Su mano lo frotaba con verdadero ahínco, como si lo quisiera liberar de su opresión y poderlo tocar directamente. Yo por mi parte, me moría de ganas de acariciar y tocar todo su cuerpo, pero mi cabeza aun me decía y recordaba que estábamos a la vista de la gente y cualquiera nos podía ver. Además estaba la figura de su marido, que pendía sobre mi mente.
Silvia, era la que marcaba los tiempos de la batalla, y como buena estratega pidió una tregua, se volvió a separar después de ver cuál era mi respuesta a su escaramuza. Me tenía a su merced y los dos lo sabíamos.
-- ¿Qué te gustaría que pasara ahora? me pregunto directamente.
-- Lo que tú quieras Silvia, pero si quieras que te diga la verdad, me gustaría que tu y yo acabáramos follando esta noche.
-- Me gusta tu respuesta, quizás no me la esperaba tan directa y franca. ¿ serias capaz de hacerlo?,… me pregunto ella.
-- Ahora, soy capaz de todo, me tienes a tu disposición.
-- Saca tu pene, quiero verlo !!!...fue su respuesta.
Sonó como si fuera una orden, pero con una bonita sonrisa en su cara. Me quede completamente descolocado por su petición. No sabía qué hacer, mire hacia todos los lados, como comprobando donde estaban nuestros vecinos más próximos. Ella dio un primer paso, se acomodo en su butaca, sentándose separando sus piernas y subiendo su vestido hasta un punto en el cual, podía ver sus preciosas piernas en toda su longitud.
Volví a mirar a mi alrededor, y mi mano fue a buscar la cremallera de mi pantalón. Silvia, me observaba entre curiosa y complacida al ver que iba a hacer lo que me había pedido. Ella con una de sus manos empezó a acariciar sus muslos, subiendo muy despacio buscando su entrepierna. Me quede contemplándola durante unos instantes, era muy excitante verla así, sabiendo quien era, que estábamos en un sitio con gente y que su marido no estaba muy lejos. Mi excitación subía por momentos.
Me miro, se sonrió...bajo un poco su vestido y cogió su copa. Se puso a esperar que yo cumpliera con su solicitud. Empecé a bajar la cremallera muy despacio, no en plan sexy, pues tenía mis dudas de que alguien me viera, pues aunque estábamos un poco separados siempre había gente pasando o los camareros. Ya con la cremallera completamente bajada, introduje mi mano y con alguna que otra dificultad, pude sacar mi pene de su opresión.
-- Vaya, me gusta mucho lo que estoy viendo!!!. Me gustaría probarlo…dijo Silvia, al ver mi pene.
Y diciendo esto último, se acerco hacia mí. Haciendo con su cuerpo como de pantalla, impidiendo posibles miradas inoportunas. Su mano agarro mi pene y lo empezó a menear, con cierta suavidad, subiendo y bajando su mano con un buen ritmo. Mi excitación era máxima y mis ganas de tocar su cuerpo eran cada vez más grandes. Pero no me atrevía a tocarla, era muy expuesto a ser descubiertos. Silvia, parecía no importarle que nos pudieran ver, cada vez estaba más excitada y lo demostraba con sus acciones. Cogió mi mano y se la llevo directamente a su entrepierna, con idea de que la acariciara. Me deje llevar y mi mano se encontró con su coño completamente mojado, aparte un poco sus braguitas y pude introducir en él varios de mis dedos sin ningún problema. Estábamos como dos adolescentes pajeandonos en el reservado de una discoteca. El punto de calentura iba en aumento por parte de los dos y ahí no podíamos continuar.
-- Mira como me has puesto de cachonda...me susurro Silvia al oído.
-- No me puedes dejar así, necesito tenerte !!!…continuo diciéndome, mientras cada uno, seguía acariciando al otro.
Silvia hizo un amago de agacharse a chuparme la polla, pero en ese instante pasaba una pareja cerca de nuestro rincón, y se lo impedí. Pero se dieron cuenta de que estábamos bastante acaramelados y nuestra reacción al verlos fue bastante sospechosa. Silvia, no miro hacia ellos y cuando desaparecieron de nuestra vista, se volvió a sentar en su sitio, cogiendo su copa y apurándola hasta el final. Metí como pude mi pene otra vez dentro del pantalón y también apure mi copa.
-- Dame cinco minutos, que voy a que me vea mi marido…dijo Silvia mientras se levantaba.
-- Quédate aquí, y una vez pase el tiempo, ve al lavabo de señoras. No me hagas esperar,…!!!!
La vi como desaparecía entre la gente en busca de su marido y amigos. Me quede pensando en lo que acababa de pasar y no acababa de creerlo. Una duda paso por mi cabeza, sigo con el juego o me levanto y salgo corriendo de allí. El tiempo concedido se estaba terminando, me levante y me dirigí hacia la salida, cuando estaba a punto de salir del local, vi a lo lejos como Silvia se dirigía hacia los lavabos. No podía huir de esta manera, di media vuelta y fui también hacia allí. Cuando llegue a ellos, delante de la puerta del de señoras habían tres chicas esperando, pero no estaba Silvia. Me miraron y se sonrieron todas a la vez.
-- Entra, te está esperando. Por nosotras no te preocupes…dijo una de ellas.
Mi asombro era cada vez mayor, no fui capaz de articular palabra y las obedecí sin pensar. Tuve que pasar entre ellas para poder entrar en el lavabo, me notaba todo sonrojado y aun me puse mas al oír a una de ellas que decía.
-- Pues yo le hacia un favor ahora mismo. Vaya con la pureta, no tiene mal gusto la señora !!!
La puerta se cerró detrás de mí, había una salita, completamente vacía, con un espejo enorme que iba de pared a pared, varios lavabos y algunas pequeñas butacas. Varias puertas, todas ellas cerradas. Me quede unos segundos esperando que ocurriera alguna cosa. De repente empecé a oír unos sonidos que provenían de algunas de las puertas cerradas, eran como jadeos o gemidos muy tenues. Cuando comprendí que podían ser esos sonidos, la puerta más alejada a mí se abrió. Apareció la cabeza de Silvia, miro la salita vacía y con un gesto de su mano me pidió que fuera. Dejo su mano estirada y cuando se la cogí, tiro de mi con fuerza hacia el interior. Casi no me dio tiempo de entrar y cerrar la puerta que ya me estaba besando. El baño era muy parecido a la salita que había para entrar, la misma decoración pero un poco más reducido de espacio. Nos quedamos pegados tras la puerta. Su forma de besarme era apasionada, lujuriosa, con ganas de follar, y sin muchos preámbulos.
Mis manos fueron a buscar su culo, para apretarla hacia mí y que notara en su vientre la dureza de mi polla. Subí rápidamente su vestido para tocar su piel y me di cuenta que no llevaba ropa interior, mis dedos se aferraron a sus desnudas nalgas y empecé a apretujar sus carnes. Como respuesta, ella se quieto su vestido por la cabeza, pudiendo ver que si llevaba sujetador y dejo su ropa sobre el lavabo.
-- No quiero que se manche el vestido…me dijo justificando su acción.
Me bajo la cremallera del pantalón de una manera rápida y brusca, sacando mi pene.
-- Vaya polla que tienes, cabrón...dijo Silvia.
Mientras desabroche el botón de la cintura de mi pantalón, cayendo ligeramente y dejando de oprimir mi pene. Este dejo de estar aprisionado y se extendió en todo apogeo. Lo cual por su expresión volvió a agradar a Silvia.
-- Joder Miguel…
Una de sus manos se dedico a menear mi pene arriba y bajo, con poca delicadeza, con brusquedad y con mucha ansiedad. Mientras con la otra me manoseaba los testículos. Se la notaba muy impaciente y con ganas de agilizar el momento.
-- ¿ Tienes prisa, Silvia?...le pregunte.
-- ¿ Es por tu marido?
-- No, por él no hay ningún problema. Tengo ganas de una de polla y sobre todo dura, muy dura. Estoy harta de la flacidez de la polla de mi marido y del poco interés que tiene hacia mí. Hace más de un año que no tenemos relaciones sexuales…me contesto Silvia.
Deje de apretar su culo, y con mucha delicadeza cogí su cabeza con mis manos y la bese con toda la suavidad y ternura que el momento nos permitió. Ella pareció darse cuenta de su impaciencia y continuo jugando con mi polla, pero ya de una manera más sosegada. Una de sus manos, cogió una de la mía, y la bajo hasta su ombligo, ahí la dejo. Yo la deslice un poco más abajo hasta llegar a su depilado monte de Venus, terso, liso, delicado.
Un poquito más abajo estaba su clítoris, muy dilatado esperando mis caricias, empecé a juguetear con mis dedos alrededor de él, un poco de presión, unos suaves golpecitos, deslice mis dedos hasta su vagina, estaba tan mojada que sin meter los dedos los lubrique con sus fluidos y volví a acariciar su clítoris. Eso le gusto con locura, mis dedos humedecidos jugueteaban mucho mejor con su clítoris y sus muestras de placer cada vez eran más evidentes. Me susurraba palabras sucias, indecentes y a la vez me pedía que también lo hiciera con ella.
-- Quiero que me folles, que me hagas sentir como una guarra, lo que soy ahora, jodemeeee…!!! Insúltame, trátame como una perra, me gusta así…dijo entre jadeos Silvia
-- Claro que sí, lo que tú quieras…le respondí
Los dedos que tenía en su clítoris, los pase rápidamente a la parte exterior de su coño, al notarlos ahí, separo sus piernas y se los introduje sin más. Su ardiente y empapado interior me dieron la bienvenida. Entraron de golpe tres dedos, con los cuales empecé a follarla con rapidez. Ella dejo mi polla y durante unos instantes solo se dedico a saborear el placer que le estaba dando.
-- Quiero saber qué gusto tiene mi coño, méteme los dedos en la boca…me ordeno.
-- Uummm…que rico esta mi coñito...dijo Silvia cuando saboreo mis dedos.
Estuvo unos segundos, paladeando sus flujos vaginales. Se relamió los labios y se fue agachando poco a poco, pasando su lengua por mis pezones, los chupo, mordió un poco y continuo hacia abajo su recorrido. Cuando mi pene quedo delante de su cara, se puso de rodillas, sus manos se aferraron a mi culo y su boca engullo mi polla. Comenzando una mamada, la cual iba alternado , con una mano que me masturbaba. Cuando la mano de la polla quedaba libre, con sus dedos me acariciaba la zona del perineo y mi ano, provocando con ello que tuviera una tremenda erección y se pusieron dura como una palo con ganas de soltar su carga interior. Ella noto, que mi corrida podía estar cercana.
-- No se te ocurra correrte ahora, no me hagas esa putada…me dijo Silvia, casi con una súplica.
-- Uffff , como sabes dar placer a un hombre…, no te preocupes zorrita, no me voy a correr aun…le dije.
-- Si, soy tu zorra, puedes hacerme lo que quieras…dijo ella
-- Dime, que te gustaría que te hiciera??
-- Quiero que me folles fuerte, muy fuerte…jadeo Silvia.
Ese tipo de lenguaje un tanto soez y sucio, surtía su efecto en los dos, ambos aumentábamos nuestros movimientos en el cuerpo ajeno, tratando de dar el máximo de placer y que explotáramos los dos en un orgasmo, pero a la vez también queríamos que aquella situación no acabara nunca y alargar el placer cuanto más tiempo mejor.
Ahora, fui yo el que tomo un poco la iniciativa y le pedí a Silvia:
-- Muy bien zorra, quítate el sujetador, quiero verte completamente desnuda.
Se incorporo, me miro sonriente, lujuriosa, separándose un poco desabrocho el sujetador y antes de quitárselo, me dijo con una carcajada :
-- Te tendrías que ver lo sexy que estas…jajaja
Me lo podía imaginar, pantalones por los tobillos, mi bóxer por las rodillas y mi camisa desabrochada medio caída. Ahhh y mi polla completamente empalmada. La verdad que muy sexy no estaba. Haciendo esta reflexión sobre mi estampa, vi como Silvia apartaba el sujetador, quedando completamente desnuda, dejando ante mi vista sus hermosas y grandes tetas. Con unos pezones desafiantes, duros y unas aureolas sonrosadas. Nunca hubiera imaginado que mi jefa tenía ese cuerpo tan hermoso, cuidado, bien proporcionado y que yo la tenía a escasos centímetros. Me acerque a ella, y comencé a acariciar sus tetas, sus pezones se pusieron aun más duros al notar mis dedos y Silvia empezó a jadear, mientras con una mano se tocaba el clítoris, aumentando su calentura. Mis labios fueron a buscar sus tetas, al notar mi boca, me apretó la cabeza contra ellas para que las chupara , mordiera,..mi boca iba de un pezón al otro sin parar, dándole lengüetazos, pequeños mordiscos y grandes chupetones. Se dejo caer sentada sobre la butaca, con lo cual me cogió mi pene y se lo puso entre sus tetas, haciéndome una magnifica cubana, ella se las apretaba y yo hacia el movimiento como si las follara, cuando subía mi polla hacia su cara, la estaba esperando con la boca abierta y con la lengua me daba lengüetazos en mi capullo.
-- Vaya polla tan rica que tienes, quiero sentirla dentro de mí, ya no aguanto más…dijo Silvia.
Fueron oír sus palabras y mi polla reacciono como un resorte, poniéndose si cabe aun más dura. Yo tampoco podía aguantar mucho mas, pero quería complacerla en todo lo posible y esperaba que fuera ella la que me fuera marcando los tiempos. Aunque tampoco quería mostrarme demasiado inseguro.
Le cogí las manos y la ayude a ponerse de pie, nos besamos durante unos breves segundos y la lleve junto al lavabo.
-- Date la vuelta Silvia y apóyate en la pica del lavabo…le dije.
-- Ahora, quiero que pongas tu culito en pompa y separes las piernas...continúe diciéndole.
Ella obedeció sin rechistar, me puse detrás de ella y cogiendo mi polla con la mano, empecé a pasarla por sus nalgas, poco a poco me iba acercando a su coño, pero aun no la quería follar, deseaba jugar un poco con ella, que me deseara aun mas y sobre todo que me lo pidiera ella. Por sus movimientos de caderas, el intento de apresar mi polla con sus glúteos y los jadeos que emitía, Silvia estaba muy cerca de llegar al orgasmo. Notaba lo mojada que estaba, y mi capullo resbalaba por sus lujuriosas y obscenas carnes, la tenía a mi merced, y ella me deseaba.
-- Follame de una vez , hazme tuya…me dijo.
Coloque mi polla en la entrada de su coño y antes que me diera cuenta, ella dio un fuerte culazo y se la metió hasta el fondo. Nos quedamos quietos durante unos instantes, hasta que cogí sus caderas y la comencé a follar, rápido, fuerte, sin darle tregua así durante unos segundos. Pare de golpe y fue ella la que continuo empujando con su culo hacia atrás. Una de mis manos fueron a buscar su clítoris, cuando lo empecé a acariciar, ella paro de culear.
-- Eres un cabron, que ganas tenia de sentirme así, no pares, no pares…joder que dura la tienes, hacia mucho que no me llenaba con una verga tan firme.
Oír de nuevo sus palabras era como espolear mi deseo hacia ella y de darle, lo que me pedía. Mis caricias de clítoris y mi bombeo en su interior aumentaron de intensidad, estaba a punto de correrme, cuando Silvia dio un grito de placer y se quedo completamente quieta. Se acababa de correr. Quedándose unos instantes quieta en la misma postura, lo cual aproveche para tocar sus pechos, de una piel muy fina y suave, que por la posición que tenia le estaban colgando, de una manera muy delicada se los fui acariciando, por todo su contorno, sus pezones duros, movimientos circulares de mis dedos…poco a poco, sin prisas pasaron unos segundos deliciosos. Sin darme cuenta, Silvia empezó a menear de nuevo sus caderas…
-- Quiero que sigas follandome, has despertado esa perra que estaba dormida dentro de mi…dijo Silvia.
Con sus manos muy suavemente me empujo hacia atrás, para que saliera de su interior. Se giro, y de nuevo sus labios buscaron los míos, besándonos otra vez con obscenidad, parecía que sus ganas de sexo continuaban igual de lujuriosas o más que al principio. Sus manos cogieron las mías y me hizo ir hacia la taza del wc.
-- Ven, siéntate aquí, quiero montarme en esa polla…dijo Silvia.
Me senté encima de la tapa y casi sin darme tiempo ya estaba ella abierta de piernas sentándose encima de mí. Sin ningún preámbulo se inserto toda mi polla. Una vez bien sentada, paso sus manos por detrás de mi cuello y nuestras bocas se fundieron de nuevo. Sus caderas mezclaban unos movimientos de rotación , con otros de empujar hacia mí para poder clavar mi pene unos milímetros más en su interior. Estos movimientos iban poco a poco aumentando su frecuencia e intensidad. Nuestros orgasmos no estaban muy lejos de llegar, cuando una idea me paso por la cabeza. Sin cambiar de posición, le dije…
-- Me dejas que te haga una cosa??
-- Lo que tú quieras, cielo. ¿No me digas que tienes otra polla para mí?, me encantaría ser follada por dos a la vez…me dijo Silvia.
-- Eso lo dejamos para la próxima vez, si tu quieres, claro...le conteste.
-- Uuummm…fue su respuesta.
Con la conversación sus movimientos se habían pausado, dándome un poco de respiro, pues
jugar con su culito. Le acerque dos dedos de mi mano a su boca y le dije…
-- Si eres una buena zorrita, chúpame los dedos igual que hacías con mi polla.
-- Cabron…!!!
Dicho lo cual, introduje mis dedos en su boca y los empezó a chupar, como si realmente fueran mi polla, con ganas, con frenesí, dejándolos muy mojados por su saliva. Cuando ella creyó que ya estaban lo suficientemente lubricados abrió la boca, para que los sacara. Entonces, volvió a menear sus caderas, pero a un ritmo muy suave, esperando pues sabía lo que quería hacerle, que mis dedos llegaran recorriendo su espalda, hasta su ano. Una vez noto mis dedos en su agujerito negro, paro de menearse. Empecé con uno a jugar con su ano, haciendo círculos y metiendo un poco la punta del dedo, ella se abrazo aun mas a mí y tiro las caderas hacia atrás, ofreciéndome su culo. Lo cual aproveche para meter mi segundo dedo, eso sí con mucho cuidado, pues no quería lastimarla.
La postura era un poco delicada y no daba para hacer movimientos muy enérgicos y bruscos, pero una vez con los dos dedos dentro de su ano y con mi polla en su chochete, se empezó a mover con mucha rapidez y fuerza. Cuando de repente pego un gran chillido de placer y sus movimientos pararon de golpe. Saque los dedos y la abrace con toda mi ternura. Estaba exhausta y parecía resbalarse entre mis brazos.
-- Correte cielo, ya no puedo más, estoy agotada, pero muy satisfecha, gracias Miguel...dijo Silvia. Quiero que me llenes con tu corrida, venga cabron se que ya no puedes mas.
Diciendo estas palabras, movió sus caderas con rapidez, hasta que noto como estallaba en su interior. Paro, y seguimos durante unos segundos abrazados, sin decir nada y disfrutando del momento.
Me beso con dulzura mientras se levantaba, sacando con delicadeza mi pene de su interior. Después de usar el bidet, y de retocar su maquillaje y sus cabellos, se vistió muy despacio, creo que quería que disfrutara de ella. Y asi lo hice.
Una vez vestida y arreglada, se acerco de nuevo a donde yo estaba, me beso y me dijo.
-- Ha sido un placer estar contigo…ah, que no se te olvide la promesa que me has hecho para el próximo encuentro…me dijo ella con una sonrisa.
De su bolso, saco un diminuto tanga y me lo dio.
-- Quiero que lo conserves de recuerdo de esta noche…dame otros cinco minutos y ya podrás salir del baño…dijo Silvia a modo de despedida.
Sentado aun en la taza del wc, vi como desaparecía tras la puerta.